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V
VIVIR
EL CORREO
24.12.11
SOR ENCARNA,
MINISTRA DE
TRABAJO
Miles de mujeres logran empleo
cada año en el servicio doméstico
gracias a un puñado de monjas
repartidas por toda España. Esta
hermana de Barcelona es popular
por la ‘subasta’ de puestos de
trabajo que celebra diariamente
LA VIDA EN VITORIA
DE LOS OTROS
URDANGARIN
JOSÉ FERRER, EL
CREADOR DEL
IMPERIO FREIXENET
[P6]
[P8]
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Sábado 24.12.11
EL CORREO
V SOR ENCARNA, MINISTRA DE TRABAJO
Doscientas
desempleadas,
a veces más,
hacen cola
cada día en
Barcelona
para asistir
a la ‘subasta’
de la hermana
Encarna. Como
ella, la orden
de María
Inmaculada
ofrece ayuda
laboral por
todo el
país
:: ISABEL
IBÁÑEZ
oy es Nochebuena y mañana Navidad. Así que
este fin de semana no estarán. No
habrá mujeres
desempleadas, a cientos, a las
puertas del convento de la Inmaculada Concepción de Castres, en
Barcelona. Lo andarán celebrando, aunque sea con espárragos de
Navarra ‘producto del Perú’, latas
de mejillones en escabeche, chicharro disfrazado de besugo y sidra el Gaitero (la barata, la del capuchón plateado). Ah, y de postre, higos con nueces, el turrón de
los pobres. El lunes sí. El lunes
volverán otra vez, como cada día
desde hace 21 años. Llegan somnolientas pero sin legañas, a eso
de las ocho, con la fe puesta en
aquello de que a quien madruga
Dios le ayuda, y se van sumando
a la larga cola –dicen que una vez
H
llegaron a ser quinientas, aunque
normalmente se quedan en doscientas–. La fila termina en la entrada de la Residencia Emilie de
Villeneuve. Pero... ¿quién la conoce por ese nombre? Ellas vienen a ver a la hermana Encarna,
la leyenda, la mujer a la que Rajoy
debería haber dado la cartera de
Trabajo, la monja que obra el milagro, porque en España, con 5
millones de parados (21,5%), en
eso se ha convertido conseguir un
empleo. Cada día lo logra un puñado de ellas, el récord está en
treinta en una jornada, pero con
esta crisis y bastante suerte lo
normal son cinco ó seis, a lo sumo
diez. Dentro, en la sala donde se
celebra la ‘subasta’, levantan la
mano si están interesadas en las
ofertas de servicio doméstico que
va cantando esta menuda y enérgica monja de 71 años: «¡Una interna para Vic!». «¡Una chica jo-
ven por horas para Barcelona!».
«¡Silencio, por favor, que somos
muchas! ¡Una mujer madura para
cuidar a un anciano!»... La religiosa calla alguna de las condiciones
que los empleadores han puesto
–«Hermana, que no esté muy gorda, que no cabrá en el coche con
los niños», «Hermana, que sea
bien fea, que no quiero que se
enamore mi marido»– porque decirlo no sería muy cristiano, pero
elegirá a la más adecuada. Menos
mal que son anécdotas.
En la cola, Héctor, el ayudante
boliviano de sor Encarna, las separa en dos grupos, las que quieren trabajar internas (las menos,
y eso que la oferta es mayor) y las
que prefieren externas; después,
entre las que tienen los papeles
en regla y las que no. Muchas son
licenciadas, médicos, maestras…
A pesar de la aglomeración y la espera se portan bien, aunque Héc-
tor se encuentre a veces con huesos duros de roer: «Esa tiene la
boca muy grande, hermana»,
dice. En la sala, donde se apretujan las cien mujeres del primer
turno de la ‘subasta’ organizada
por la monja y su ayudante peruana, Rosa, nunca se han registrado problemas graves, excepto
cuando llegó la guineana Duquesa y hubo que llamar a la Policía:
«Venía muy bien vestida, pero
olía muchísimo a sudor y casi no
se podía respirar en la sala, que
como siempre estaba atestada
–recuerda sor Encarna y asiente
Rosa–. Así que le busqué una
oferta para que se fuera pronto.
Pero a una de las chicas se le ocurrió decirle que preparara bien la
entrevista y que se diera una ducha. ¡Qué fue aquello! Empezó a
gritar que cómo lo de la ducha,
que la esperaba fuera, que no salía
de allí... Las otras hermanas mira-
ban asustadas. Pero no ha habido
más líos». Es verdad, escuchan en
calma y con la ilusión en los ojos,
y solo saltan en su silla cuando
oyen una propuesta en la que se
ven identificadas. A veces, las
empleadoras llegan en persona y
sin avisar. Entonces la monja
hace un parón, les pregunta lo
que buscan y después lo ‘canta’ al
respetable. ‘Chicas’ y ‘señoras’ salen entonces al jardín y se sientan
en un coqueto banquito de madera al sol, a discutir como una pareja de enamorados el futuro de su
relación.
Hasta de París y Londres
La leyenda de sor Encarna comenzó en 1990; el país entonces
no llegaba a los 40 millones de españoles (seis menos que ahora),
de los que dos millones y medio
estaban en paro (16% de tasa).
«Una mujer nos dijo que necesita-
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EL CORREO
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V
NUEVA
NORMATIVA
Los mismos derechos
a partir de enero
Las empleadas del hogar
tendrán por primera vez los
mismos derechos que los
demás trabajadores a partir
del 1 de enero. El nuevo decreto precisa que cualquier
labor doméstica conllevará
la firma de un contrato escrito (hasta ahora podía ser
verbal). La retribución deberá equiparse a la retribución mínima interprofesional (641 euros al mes), a lo
que habrá que sumar dos
pagas extras al año. Mantiene como causa de despido la mera voluntad del
empleador, pero se deberá
comunicar de forma expresa. El Gobierno Zapatero
prometió también estudiar
en 2012 el acceso de estos
trabajadores al seguro por
desempleo, pero eso dependerá ahora del equipo
de Mariano Rajoy.
800.000 empleadas
de hogar en España
Unas 800.000 personas,
más del 90% mujeres, trabajaban como empleadas
del hogar en España en
2010, según el INE. De
ellas, solo 280.000 estaban dadas de alta en la Seguridad Social. El 65% eran
extranjeras.
Hermana Encarna
«Nunca hemos
tenido problemas.
Se portan
muy bien»
Las desempleadas hacen cola en
Barcelona para ver si la monja les
consigue trabajo. :: VICENS GIMÉNEZ
La hermana Encarna celebra su famosa ‘subasta’ con la ayuda de su
colaboradora, Rosa, una mujer peruana. :: VICENS GIMÉNEZ
ba una persona para cuidar a una
anciana en una casa y yo no sabía
a dónde acudir. Había un peruano
que pasaba por delante del convento todos los días y le pregunté
si conocía a alguien. Me dijo que
él se encargaba y al día siguiente
aparecieron por aquí... ¡Veinte
mujeres!». Aquello fue el inicio.
La hermana Encarna tuvo que recurrir a las ofertas de empleo de
un periódico y al Inem para poder
colocar a aquellas chicas que le
lloraban pidiendo ayuda. Y de
veinte pasaron a doscientas gracias al boca a boca. Desde entonces no ha parado, en esto consiste
desde ese día su vida. Y no solo le
llegan ofertas de trabajo de Barcelona, «también de Gerona, Sevilla, e incluso de Londres o París,
de restaurantes, hoteles...».
No es sor Encarna la única
‘monja del Inem’. Ella lo hace a título particular dentro de su con-
gregación, pero hay una orden
que se dedica a ello exclusivamente: la de María Inmaculada,
con conventos por toda España (y
el mundo) y a las que se conoce
como ‘las monjas del servicio doméstico’. Nacieron en 1876 para
ayudar a las hordas de mujeres
que en aquel tiempo decidían dejar el campo para ir a la ciudad a
trabajar como criadas: se calcula
que una de cada diecinueve españolas era sirvienta, y cuando empezó el siglo XX superaban ya a
las campesinas.
«Buena figura y sin novio»
Según los historiadores Ángeles y
Braulio López Ayala, en el capítulo ‘Mujer y trabajo’ del monográfico ‘La mujer en España’, «la falta de legislación permitió que el
servicio doméstico contase con
las condiciones de trabajo más
miserables, que contrastaba con
Salarios
En la actualidad, por horas
salen a unos 600 euros al
mes (unos 11 euros de media la hora). Las internas
cobran unos 850 más la comida y el alojamiento (antes de la crisis podían llegar
a los 1.200).
una cada vez mayor exigencia a
las mujeres contratadas». Y recogen un anuncio en la prensa madrileña de 1875, donde se piden
«los servicios de una mujer, por
cuatro reales diarios, con las siguientes exigencias: que sepa leer
y escribir, planchar y gobernar
bien una casa, conversación amable y discreta, muy casera, curiosa, laboriosa, virtuosa, buena figura, buena salud, sin novio y que
no pase de 33 años». Exigencias,
vaya, que dejan en menudencias
aquellas que tiene que escuchar
la hermana Encarna sobre chicas
feas o delgadas. Y, cuidado, que
hay quien ha tenido que huir por
los mensajes eróticos de algún
marido exaltado.
Las criadas recibían en aquellos
años ropa usada, comida y cama
como pago por sus servicios y solo
percibían salario las que atendían a las clases más pudien-
>
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V SOR ENCARNA, MINISTRA DE TRABAJO
Hermana María Victoria
«Gente que
daba trabajo antes
ahora se arregla
con familiares»
La religiosa del convento de María
Inmaculada de Málaga celebra la
Navidad con Selva, Blancanieves,
que la abraza, y Diana.
:: ÁLVARO CABRERA
tes. Así que, con este panorama, se entiende la oportunidad y la necesidad de una
congregación dedicada a atender a
aquellas chicas que, muchas veces, llegaban a la ciudad, enfermaban y perdían su trabajo. Algunas,
incluso, acababan en burdeles, desesperadas. Las sucesoras de aquellas monjas siguen hoy con su labor de ayuda a las empleadas domésticas y también tienen colas a
las puertas de sus conventos.
Aunque su forma de trabajar sea
muy diferente de la utilizada por
sor Encarna –que en su día llegó a
pagar 40.000 pesetas por rescatar
a una chica de la prostitución–.
Aquí no hay ‘subasta’ pública ni
masiva. Se da cita a las chicas (dan
prioridad a las jóvenes sin cargas
ni hijos, pero atienden a cualquiera) y a los empleadores, que vuelven otro día para una entrevista
personalizada.
>
«Golpea muy duro»
En el convento que tienen en
Málaga, la octava provincia en el
ránking de tasa de paro en España
(30,28%), la hermana María Victoria se enfrenta cada día a una
difícil papeleta. «La crisis aquí
nos está golpeando muy duro.
Hay días que llegamos a dar ocho
ó nueve empleos, otros días tres ó
cuatro y hay días que nada. Por la
mañana recibimos a las chicas y
por la tarde entrevistamos a los
empleadores. Muchos de ellos pasan por aquí, pero luego se arreglan con familiares para ahorrarse
el dinero, porque antes había mucho trabajo con la construcción y
en la costa, en los hoteles... Ahora
todo está muy mal». Aun así, este
año llevan 2.000 empleos conseguidos, «pero hay que tener en
cuenta que han pasado por aquí
4.000 o 5.000 personas», aclara.
En el País Vasco, las cosas marchan algo mejor, con la segunda
menor tasa de desempleo
(12,17%, detrás de Navarra, con
un 11,68%). En Bilbao recibe la
hermana Ana María, vestida de
monja y con una chaquetilla gris
a juego que hace años le llegó
«entre las donaciones de ropa
para los pobres», confiesa. De joven tenía un buen trabajo de secretaria en una empresa vallisoletana, su ciudad, y adoraba el teatro que empezó a practicar con
las religiosas. Así que le costó mucho ceder a la llamada de Dios:
«Me lo estuve pensando desde los
18 a los 25 años y cuando al final
entré en el convento creía que
me había equivocado, que lo mío
Hermana Ana María
María Inmaculada, en Bilbao
La hermana Ana María
y Valeria, en Bilbao.
«Tengo miedo
de que la gente
se cree falsas
expectativas. Este
año han venido
3.500 mujeres
para 238 empleos»
:: BORJA AGUDO
eran las tablas. Pero no, hice muy
bien, además los chicos con los
que salía no me acababan de llenar». Y lleva ya tres décadas mediando entre empleadoras y empleadas domésticas. «No tengo ni
idea de a cuánta gente he podido
facilitar empleo, pero eso no importa. Ahora tengo miedo de que
cuando lean este reportaje la gente venga en masa pensando que
van a encontrar trabajo seguro,
porque no es así. Espero que no se
creen falsas expectativas, pero
bueno, aquí estamos. Y las ayudamos a prepararse con talleres,
cursos de puericultura, geriatría,
cocina...». Para ser realistas, las cifras hablan por sí solas: durante el
curso 2010-2011 han atendido a
3.460 mujeres y a 410 empleadoras, y las colocaciones han ascendido a 238.
Lágrimas entre croasanes
Una de esas chicas que lograron
trabajo es Valeria, una boliviana
que llegó a Bilbao huyendo del
maltratador de su exmarido. A
nada que se hurgue en la vida de
estas inmigrantes uno encuentra
personas admirables, mujeres pequeñas con problemas de gigante
inimaginables en sociedades más
favorecidas, incluso con crisis de
por medio. Valeria, 34 años, tiene
los ojos húmedos durante toda la
entrevista y, tras pedir permiso,
envuelve en un pañuelo de papel
los dos croasancitos que el camarero ha traído para acompañar el
café. «Con esto puedo desayunar
mañana». Comprensible. Cobra
600 euros por 35 horas semanales, más o menos lo normal en
esta profesión, y debe pagar 300
por el alquiler de su habitación.
Las lágrimas surgen al hablar de
su hija de 3 años, a la que en enero
tuvo que llevar a Bolivia con su
madre porque aquí no puede cui-
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En los ficheros de la hermana Encarna hay mujeres de
todos los continentes y religiones. :: V. GIMÉNEZ
Remedios Casal, de 78 años, agradece la ayuda de la hermana Encarna, de 71. :: SUSANA SÁEZ
Mª INMACULADA
Cada centro de la congregación (están en 34 ciudades españolas) tiene su propia información y no la ponen en común. Como ejemplo, valgan
las cifras de Bilbao:
Curso de 2002-2003: 2.300
mujeres atendidas, 791 empleadas, una media de 65 al
mes.
2005-2006: 1.995 mujeres
atendidas y 210 colocadas.
Unas 17 al mes.
2010-2011: 3.460 mujeres
atendidas y 238 colocadas.
20 al mes.
En Barcelona. Atienden a unas
400 personas a la semana y
consiguen unos 10 ó 12 empleos. Un día muy bueno puede haber 3, 4 ó 5 ofertas.
En Madrid (Fuencarral). Este
año han pasado por allí más de
1.000 personas; cada día entrevistan a unas 30 mujeres.
En Málaga: En 2011 han conseguido emplear a 2.000 personas, pero han pasado unas
5.000. Media de 166 al mes,
5 al día.
darla. Su drama se resume así: llegó en 2006 soltera a una ciudad
española de la costa levantina y
encontró trabajo gracias a la congregación de María Inmaculada.
Después se casó con un canalla,
marcharon a otra ciudad, tuvo a
su hija, siguió recibiendo golpes y
tras pensárselo mucho –desoyendo los consejos de algunas compatriotas que le decían que aguantase–, denunció a su hombre y cambió de ciudad.
En Bilbao acudió a la hermana
Ana María, «pero no podía trabajar y cuidar a mi niña tan pequeña, porque aquí no tengo a nadie, ni amigas, así que la llevé
allí y me volví». Sin el cuerpecito caliente al que abrazarse. Pero
gracias a este sacrificio, pudo encontrar a la pareja con tres hijos
para la que trabaja ahora, desde
las doce hasta el final de la tarde.
Le gustaría entrar interna, donde
hay más trabajo y llegan a pagar
850 más la comida y la habitación. El problema es que ella
pide dos horas libres al día para
llamar a su hija: «Es misión imposible, nadie quiere, te piden
que estés encerrada en tu cuarto». De todas formas, está muy
contenta con las monjas y con la
gente de España. Y eso que en
una de las casas donde trabajó estuvo tres meses sin probar carne
ni pescado, «porque me decían
que eso era para sus hijos, así que
me harté de macarrones y
arroz». Vaya, seguro que no leían
las peripecias de aquel entrañable personaje de Escobar, ‘Petra,
criada para todo’, que el humorista parió en los años 50 como
homenaje a todas aquellas españolas que añoraban el campo
mientras sudaban la cofia.
De vuelta a las colas de Barcelona. Al terminar, la hermana Encarna reza delante de las mujeres
un padrenuestro. «Y les hablo del
Evangelio, aunque aquí hay musulmanas, ortodoxas, hindúes...
de todos los países, de todas las razas y religiones, pero yo les digo
que Dios es el mismo». Ha conocido demasiadas historias tristes.
– ¿Alguna vez peligró su fe, hermana?
–Al contrario, cada vez está más
fuerte.
Una de las jóvenes sudamericanas presentes en la ‘subasta’ se dirige, tímida, al fotógrafo. «Perdona, soy periodista. ¿No tendréis
bolsa de trabajo en vuestro periódico, ¿verdad?». Como respuesta,
media sonrisa y un encogerse de
hombros.
«Hay españolas que
antes venían a por criada
y hoy me piden trabajo»
Las ‘monjas del Inem’ recuerdan casos como
el de una catalana de 78 años que, obligada por
la crisis, sigue cuidando a dos nonagenarios enfermos
ice la hermana Encarna lo que muchos, que
a las monjas se las reconoce de lejos aunque vayan sin hábito: «Sí, yo veo
a dos mujeres al otro extremo de
la calle y digo ‘mira, ésas son
monjas’, porque vamos, no sé…
sencillas, con colores apagados...
y la cruz al cuello, claro». También es fácil detectar a las españolas que se suman a unas colas
dominadas por mujeres con rasgos de otros países. Aunque sean
minoría, cada vez se las ve más.
«Primero todas eran españolas;
después, cuando empezamos con
la inmigración, todas eran de fuera. Pero ahora, con la crisis, cada
vez hay más mujeres de aquí», lamenta sor Encarna. Que se lo digan a la hermana María Victoria,
en el convento de María Inmaculada de Málaga, que se ha topado
con «muchas mujeres que antes
venían a pedir chicas para sus casas y ahora me solicitan trabajo».
También sucede en Bilbao, según
la hermana Ana María: «Una situación que las provoca mucho
pudor», admite la monja. El porcentaje de españolas que hoy
acude a las denominadas religiosas del servicio doméstico se sitúa entre el 10% y el 15%, cuando
D
hace solo unos años era casi imposible encontrar a una.
En la abultada cola de sor Encarna hay casos muy curiosos.
Acaba de dar trabajo esta semana
a una joven barcelonesa de 28
años que declina la invitación de
este periódico para contar su historia. Pero sí acepta otra catalana
‘algo’ más mayor, 78 años, que
todavía no puede dejar de trabajar. Y eso que es difícil colocar a
personas de edad tan avanzada
–junto a las muy jóvenes–, solo
las quieren para cuidar gente mayor. Como es el caso de esta casi
octogenaria que se dedica a cuidar de dos nonagenarios. Menos
mal que tiene energía y atenúa
los dolores que le achuchan «con
dos calmantes vitaminados al
día». Oculta su verdadero nombre bajo otro falso, Remedios Casal. Trabajó haciendo fajas y ligas,
luego de secretaria, después en la
empresa Fogo (la de aquel anuncio de los primeros 80, «¿Moscas,
mosquitos? Pim pam pum
fogo»), más tarde fabricó piezas
de ropa estampada, luego puso
una panadería...
«A mi marido le dio una embolia hace ahora 14 años y tuve
que seguir trabajando. Yo estaba
desesperada porque la panadería
no funcionó. Conocí a la hermana Encarna y me hicieron una
prueba como cocinera de las
monjas». Y se quedó con ellas
seis años, haciéndoles «unas
paellas bien buenas». Después
de aquello tuvo que seguir en casas como asistenta. «Ahora estoy
cuidando a una pareja, ella tiene
94 años y está con alzheimer y él
tiene cáncer. Voy todos los días
de nueve de la mañana a cinco
de la tarde. El fin de semana tengo libre, pero si me sale algo lo
cojo, aunque me paguen menos
por la crisis».
No hace cola porque las monjas la conocen. «Mira, es que tengo que pagar los 600 euros de alquiler y mi marido solo recibe
500 de pensión». Él se queda en
casa y se maneja más o menos
bien, pero a veces Remedios le
pregunta cosas y no se acuerda.
«Hace tiempo que no me he
comprado ropa, pero Encarna me
busca faldas o jerseys. Son tan
buenas… Estoy enamorada de
ellas, y la gente también. Le llevan muñequitos y tonterías para
agradecerle. Encarna es muy valiente y sigue adelante, pese a
que esto está desmadrado de gente y a que ella también se está haciendo mayor».
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