Sant Miquel de Fluvià - Reportatges Fotogràfics l`alt empordà

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Sant Miquel de Fluvià
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Lunes, 11 de Julio de 2011 12:53 - Actualizado Lunes, 12 de Septiembre de 2011 12:20
Sant Miquel de Fluvià es un pueblo situado entre la llanura ampurdanesa y "terraprims",
terrenos ondulados con colinas y sierras de poca elevación.
El pueblo se encuentra a menos de 200 ms. de distancia de la orilla izquierda del Fluvià. El
paisaje nos ofrece campos bien trabajados y huertas junto al río, protegidas por las ventoleras
gracias a los chopos, plátanos y alisos que crecen cerca del río. Los campos son plantados de
trigo, forrajes y algunos sectores de manzanos y otros frutales.
La población vive principalmente de la agricultura y la ganadería (algunas granjas de porcino,
vacuno y ovejas) pero pese a sufrir el éxodo rural como otras poblaciones, éste no ha sido muy
importante debido que la población ha sido habitada por algunas familias de emigrantes en los
últimos años. Durante las obras para doblar la línea del tren hasta la frontera a muchos
trabajadores procedentes de distintos lugares del estado se instalaron en casas vacías del
pueblo. Una vez finalizadas las obras algunas de estas familias decidieron quedarse a vivir al
pueblo y desplazarse a trabajar en Figueres, que se encuentra a pocos kilómetros. Ello ha
comportado que el pueblo haya ganado población, se hayan restaurado las casas y se vean
nuevas por los alrededores del pueblo. Hay algunos restaurantes, una pequeña fábrica de
embutidos y la estación de los trenes.
En el año 1718 había unos 71 habitantes, que pasaron a 335 en el 1860. En el 1900 tenía 286,
en 1950, 246 y en 1991, 563 y en 2001 llegó a los 539 habitantes.
Según algunos estudiosos, cerca de Sant Miquel de Fluvià, pasaba la calzada romana que
atravesaba estas tierras desde el Pirineo verso Girona (de Roma a Cádiz). Un arzobispo
catalán, Pere de Marca, de mediados del siglo XVII, escribió: "Aquí hay aún antiguos trozos del
puente romano, pocos por cierto, por haberse sacado piedra para la obra de fábrica del
monasterio y construcción del pueblo de Torroella y del puente..."
Actualmente estos restos son difíciles de ver. Unos 300 mts. Aguas abajo del actual puente,
cuando el nivel del agua es muy bajo, se pueden ver los cimientos de unas pilastras del puente
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romano. Hasta no hace mucho, bien entrado el siglo XX, para cruzar el río y seguir la carretera
que suerte de Sant Miquel en Sant Mori (ahora carretera comarcal de Bàscara a Sant Pere
Pescador) se tenía que hacer con una barca, claro no había puente (sólo existía el puente del
tren, inaugurado en 1878). Cerca del actual puente aún se conserva el edificio llamado Hostal
de la Barca (S. XVIII) la casa donde vivían los barqueros y donde el caminante podía reposar
antes o después de pasar el río.
En 1974, durante las obras de rebajar las tierras de un camino, a unos 100 mts. al noroeste de
la iglesia, cerca de un pequeño torrente, entre el pueblo y la estación del tren, aparecen los
restos de un antiguo horno romano. Este horno presenta cámara rectangular, boca y agujeros
en la parte superior de la cámara de cocción, encontraron tejas que debió de ser el material
que producía este horno. Esto prueba que el lugar de Sant Miquel era ya poblado en época
romana.
El monasterio de Sant Miquel de Fluvià nació como una dependencia del monasterio de Sant
Miquel de Cuixà (al Conflent). Consta como una posesión del monasterio de Cuixà en una bula
de papa Sergi IV, de 1011. Este documento menciona que ya había una iglesia y un pequeño
poblado en el lugar donde debía de erigir el nuevo monasterio. El documento de consagración
del terreno donde se iba a edificar el nuevo monasterio data de 1045, en terrenos del condado
de Empúries.
Oliba, abad de Cuixà y obispo de Vic, se vio apoyado por la presencia de su primo Guifré,
arzobispo de Narbona, su superior eclesiástico, que presidió el acto. Hay que destacar la
asistencia del conde Ponç de Empúries y el obispo de Girona Pere. La construcción del
monasterio fue iniciada por ese tiempo. El acta de consagración de la iglesia data de 1065.
La historia del monasterio es bastante desconocida; su valioso archivo se perdió junto al del
monasterio gerundense de Sant Pere de Galligants, al que había sido incorporado el de Sant
Miquel a inicios del siglo XVII.
Se supone que esa abadía se vio favorecida por los condes de Empúries, que le debieron
realizar donaciones. También hay noticia de varias donaciones hechas por los condes de
Barcelona. En 1131, el conde Ramon Berenguer III, daba al monasterio dos mansos, uno de
ellos en reparación de una fechoría que confesaba haber cometido contra el monasterio. En el
1149 consta una donación hecha por Gisberga a los monjes de Sant Miquel de Fluvià de unas
tierras del lugar de Santa Eulàlia (Palau de Santa Eulàlia). También consta que dependía de
este monasterio la iglesia de Santa Coloma de Matella, en el Baix Empordà, que ya existía en
el 1123.
En el 1303 el conde Ponç Hug IV de Empúries y su hijo reconocieron el privilegio otorgado por
sus antepasados según el cual los hombres de los monasterios de Sant Pere de Rodes, Roses,
Sant Miquel de Fluvià, Ullà, Vilabertran y Lledó, habitantes del condado, eran francos de
prestar servicios "de huestes, cabalgatas tragines obras, cuestias, servicios forzados y
guardias", y de igual forma las casas religiosas de dicho condado.
Este privilegio primó aún en el 1413 cuando Gueranla Senesterra, señora del castillo de
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Siurana, pretendió que los hombres de los monasterios de Sant Miquel de Fluvià y Santa Maria
de Lledó debían hacer servidumbres de obras en su castillo, al igual que sus propios vasallos.
Los monasterios presentaron una alegación de que los fue favorable, reconocido el antiguo
privilegio condal.
A finales del siglo XV, tras varios saqueos efectuados por tropas francesas en el 1477, el
monasterio vio reducido su número de monjes. Por ello, el Clemente VIII la agregó en el
monasterio gerundense de Sant Pere de Galligants, separándolo de Sant Miquel de Cuixà
(poco antes de 1613). Las propiedades del monasterio fueron expropiadas y vendidas con la
desamortización de bienes eclesiásticos de 1835. En 1890 se produjo en la iglesia un robo de
joyas y objetos valiosos.
El monasterio, del que sólo queda la iglesia de Sant Miquel, se encuentra en el extremo de
mediodía de la población. Fue fundado en un lugar donde había una fuente de agua abundante
y cerca del río. Destaca por su grandiosidad, dentro el núcleo de la población, solo e
imponente, sin ninguna construcción moderna adosada. Para visitar al interior hay que ir a una
tienda de ultramarinos en la calle Nueva, por delante de la iglesia, donde nos dejarán las llaves.
Cada domingo se hace la misa a las 13.30 h.
Es un edificio de planta basilical, de tres naves abovedado de cañón, con transepto destacado
de los muros laterales, y copas por sendas ábsides semicirculares. La puerta actual, en la
fachada de poniente, pertenece a una reforma del siglo XVI. La única parte de románico de esa
fachada son dos ventanas de doble sesgo y arco de medio punto que dan luz a las naves
laterales. En la ventana del lado sur hay una lápida de 1258 empotrada. En el muro de ahí hay
una puerta, hoy cercado, que debió comunicar la iglesia con el claustro y tiene un tímpano
interesante: está hecho con aparato "de opus reticulatum", construido con pequeñas piezas
romboides. Los dos brazos del crucero tienen tres ventanas cada uno, y tienen arcos de medio
punto y de doble sesgo. Tanto en el muro lateral norte como en el sur, a nivel de cubierta,
presenta un rosario de almenas rectangulares, con unas pequeñas saeteras. Esta fortificación
de la iglesia se debió en los siglos XIV o XV.
En el ábside se observa la típica decoración lombarda (siglos XII-XIII). Las arquerías acaban
en pequeñas ménsulas con varias cabezas esculpidas. Este ábside posee cinco ventanas. Las
tres ventanas centrales tienen columnas con capiteles; las otras dos, en los extremos, son
simples. Las absidiolas, una a cada lado del ábside central, también tienen decoración
lombarda. Las tres ventanas centrales del ábside grande, presentan, a lado y lado de la
apertura del arco de medio punto, una columna cilíndrica, exenta sobre una base califal. Están
rematadas por sendos capiteles que en la ventana central y en el lado sur son esculpidos con
los mismos motivos: hojas y volutas muy esquematizadas. En cambio, la ventana del cantón
norte presenta arriba las típicas volutas, pero debajo hay dos pájaros que simulan beber,
situados a lado y lado de una copa.
El campanario, que recuerda mucho los de Sant Miquel de Cuixà, Ripoll o Sant Martí del
Canigó, es una alta torre románica situada en la parte norte del crucero, pero separado, no
integrado en el muro (influencia italiana?). Este aspecto sólo se puede ver desde el interior del
pasillo de 1 m. De ancho que separa el campanario e iglesia. Sobre una base opaca
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encontramos tres pisos con aperturas y encima, en la parte final, la obra de fortificación tardía.
En la cara sur del campanario no hay ninguna apertura. De los tres pisos con ventanales, en el
primer hay simples aperturas con arcos de medio punto, dos por cara, pero con decoración
lombarda. Son rematadas con un friso de dientes de sierra. En el segundo y el tercero las
ventanas son geminades, dos por cara, con una columna cilíndrica rematada por un capitel
decorado. También tienen decoración lombarda acabada con un friso de dientes de sierra. El
fin fortificado está coronado por almenas rectangulares.
En el interior: en la cabecera, parte interna, hay que observar que, si bien los absidioles son
simples - abovedado de cuarto de esfera - y se abren al transepto por medio de un arco de
doble ruego y medio punto en gradación, con impuestos biselados, en cambio, en el ábside
central hay toda una decoración muy interesante. El arco triunfal, de medio punto, descansa
sobre altas columnas adosadas y rematadas por capiteles. Traspasado el arco triunfal, nos
encontramos en una planta de semicírculo alargado por los extremos, formando un amplio
espacio presbiteral. Siete arquerías en el muro forman la decoración del ábside. Las dos de los
extremos se levantan sobre pilares rectangulares, con impuestos lisas. Las otras cinco
enmarcan, cada una, una de las cinco ventanas absidals; los cinco arcos apoyan sobre cuatro
columnas también adosadas y con capiteles. Los cuatro capiteles y la cornisa biselada al inicio
de las bóvedas están ornamentados y esculpidos con motivos vegetales, volutas, motivos
geométricos y cabezas humanas y de animales. Volvemos a encontrar columnas y capiteles en
los dos arcos de medio punto que comunican las alas del crucero con la nave central, en los
tres arcos torals que dividen en cuatro tronadas la vuelta de la nave central. Los capiteles.
La Casa de la Vila es una casa que se encuentra en la calle Major, a pocos metros al norte de
la iglesia. En la fachada de este edificio hay empotrado un relevo de piedra que representa el
arcángel San Miguel con el dragón vencido en sus pies al que pincha con una tira. Es una
pieza de escultura renacentista, de corte popular (s. XVI). En la misma fachada de la Casa de
la Vila se ha conservado una piedra donde aún se puede leer: Plaza del Rey Fernando VII.
Algunas casas de la calle Major presentan porta adovellats y ventanas gòtic-renaixentistes (s.
XVI).
La iglesia de San Sebastián se encuentra a un km. al norte del pueblo. Es una capilla de
arquitectura popular (s. XVIII), de una nave con cabecera semicircular, actualmente
abandonada.
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