LLANTO por Ignacio Sánchez Mejías La cogida y la muerte A las

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LLANTO por Ignacio Sánchez Mejías
La cogida y la muerte
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
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El poema tiene muchas imágenes sobre la muerte. Nombra tres.
¿Qué pasa “a las cinco de la tarde”? El poeta repite esta frase, ¿Cuál es el efecto en el lector?
¿Cuál es el tono del poema? ¿Cuáles emociones evoca este poema?
¿Crees que el poeta está a favor o contra los toros y por qué?
¿Cuál es tu imagen favorita y por qué?
¿Cuál es el esquema de rima?
¿Cuál es la forma de métrica o en otras palabras – cuantos sílabos tiene cada línea?
¿Te gusta el poema o no y por qué?
¿Qué lenguaje figurative utiliza y da un ejemplo de cada ejemplo – metáfora, símil, personificación,?
¿Cuál es el tema del poema?
ANÁLISIS DE LLANTO POR LA MUERTE DE IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS
I parte
En la primera parte, La cogida y la muerte, Lorca describe la agonía y la muerte de Ignacio. Toda la composición
está marcada por unas coordenadas temporales concretas: el acontecimiento tiene lugar: "A las cinco de la
tarde. A las cinco en punto de la tarde" hora en que empieza la corrida y que el autor repite exactamente 29
veces a lo largo de todo el texto. Esta reiteración crea un ritmo monótono y una musicalidad que parece la de
una campana de un rito fúnebre.
Muchas son las imágenes que se refieren a la muerte, analizando la poesía desde el principio encontramos: "la
blanca sábana", "una espuerta de cal", "el viento se llevó´los algodones", " y el oxido sembró cristal y níquel",
"y un muslo con un asta desolada", "[...]los sones de bordón", "las campanas de arsénico y el humo", "el sudor
de nieve", "la plaza se cubrió de yodo", "la muerte puso huevos en la herida", "un ataúd con ruedas es la
cama", "huesos y flautas suenan en su oído", "el toro ya mugía por su frente", "el cuarto se irisaba de agonía",
"viene la gangrena", "trompa de lirio por las verdes ingles" y "las herdas que quemaban como soles".
Todas estas imágenes crean una atmósfera melancólica, triste, de dolor y sufrimiento. Los adjetivos son pocos,
de hecho en toda la narración sólo encontramos: blanco, desolada, verdes y terribles que, salvo tal vez el color
verde, aunque en Lorca siempre ha presentado un matiz muy especial, tienen una evidente referencia al
campo semántico de la muerte y de la tristeza.
El poeta describe, casi como si fueran fotogramas, el acontecimiento de la cogida: Sanchéz Mejías lucha contra
el toro, ambos simbolizados respectivamente por la paloma y por la agresividad del leopardo, la gente reunida
en grupos en silencio mira lo que pasa y cuando la muerte se acerca al torero, el toro muestra todo su orgullo
para haber ganado: "¡Y el toro solo corazón arriba!". Lo que encontramos después es toda una sucesión de
elementos que describen y subrayan la destrucción completa de la vida del torero y su entrada en el mundo de
las tinieblas.
Probablemente sea este largo poema, escrito en el otoño de 1934 y publicado durante la primavera del año
siguiente, el mejor lugar donde percibir con deslumbrante nitidez no sólo las capacidades expresivas más
características de Federico García Lorca, sino el sorprendente grado de plenitud y perfección que su mundo
literario había alcanzado en la década de los años treinta, años de satisfecha madurez creadora, tanto en el
campo del teatro como en el de la poesía. Aunque en esta fase la producción lírica lorquiana no fuera tan
extensa como en épocas anteriores, el valor sostenido de sus hallazgos, el dominio de sus propios recursos
estéticos, el sólido sentido humano de sus aciertos hacen que esta etapa poética pudiera calificarse sin
exageración alguna como la edad dorada de la poesía de García Lorca.
En este marco de plenitud, el año 1934 sería uno de los más significativos. Los primeros meses discurrieron en
Sudamérica: numerosos recitales y conferencias diversas, estrenos clamorosos en Argentina, entrevistas
constantes y homenajes sucesivos que culminaron, en Buenos Aires, con la proclamación de Federico García
Lorca como embajador de las letras españolas.
Y ese año, el 11 de agosto, en la plaza de toros de Manzanares, fue cogido de muerte el torero y amigo Ignacio
Sánchez Mejías, que, tras una interminable agonía, murió dos días más tarde en Madrid. No es difícil suponer
que, fuertemente impresionado por la trágica noticia, García Lorca comenzaría muy pronto a trabajar en la
redacción de esta emocionada elegía.
No se trataba simplemente de un torero amigo. La figura de Ignacio Sánchez Mejías suponía bastante más, era
un torero muy cultivado, un verdadero intelectual, que ‘encarnaba un modo de vitalismo que no está aislado
de la cultura de su tiempo’ y, además, presentaba ‘una personalidad de abultado relieve’. Admirador de
Góngora y de la nueva poesía que anunciaban Lorca y sus amigos, Sánchez Mejías costeó y organizó el famoso
homenaje de diciembre de 1927, en Sevilla; amigo de escritores y poetas y asiduo lector de Sigmund Freud,
estrenó un par de dramas de tono surrealista.
No cabe duda que, tras la herida que produce su trágica muerte en muchos de los poetas del 27 (Alberti, por
ejemplo, le dedicó la elegía de Verte y no verte publicada asimismo en 1935), no se esconde tan sólo el dolor
por la pérdida de alguien próximo y entrañable, se esconde también el profundo desgarro interior por la
temprana derrota de un propósito existencial arriesgado y vitalista que, ampliamente compartido por la
generación de García Lorca, estaba simbolizado de algún modo en la persona del torero Ignacio Sánchez
Mejías. Interpretar las estrofas del Llanto como una elegía limitada en exclusiva a cantar la pérdida de un ser
querido es una restricción notable del sentido último de este largo poema. Pues Lorca en estos versos no
celebra sólo la memoria del apreciado amigo muerto, sino que también canta la derrota imprevista de una
empresa vital de la que se sentía cómplice y partícipe. La muerte y la derrota de Sánchez Mejías no es
simplemente la muerte y la derrota de un torero, es, sobre todo, la ocasión para constatar el carácter
inevitable
de
la
muerte
y
la
derrota
posible
de
toda
tentativa
humana.
No es de extrañar que, dada la formación musical de Federico García Lorca, en la estructura del Llanto puedan
rastrearse semejanzas evidentes con la organización interna de una sinfonía. Bajo este planteamiento, las
cuatro partes del poema se corresponderían con las de una sonata en la que a través de los sucesivos tempos
quedan patentes los distintos matices anímicos y sentimentales. Así, la primera parte, titulada La cogida y la
muerte, y organizada en torno a un estribillo monocorde, es una introducción rápida y obsesiva en el
presentimiento insolente de la muerte: ‘Una espuerta de cal ya prevenida/a las cinco de la tarde’. Ciertas dosis
de calculada confusión, la multiplicidad de planos y sensaciones, y la certeza de una realidad trágica que se
impone sin escapatoria posible inundan este primer poema.
En la segunda parte del Llanto, bajo el título de La sangre derramada, nos encontramos con un poema
arromanzado que nos recuerda la atmósfera de algunas de las páginas del Romancero gitano. Un inquietante
clima onírico nos muestra la lucha desgraciada de Ignacio Sánchez Mejías con la muerte y el derramamiento de
su sangre por todo el universo: ‘Y su sangre ya viene cantando:/cantando por marismas y praderas,/resbalando
por cuerpos ateridos,/vacilando sin alma por la niebla,/tropezando/con/miles/de pezuñas/como una larga,
oscura, triste lengua,/para formar un charco de agonía,/junto al Guadalquivir de las estrellas’. Una sangre que
es la de Ignacio Sánchez Mejías pero que también es la sangre del ambicioso y culto vitalismo que el torero
sevillano representaba, una sangre cuya visión el poeta no quiere ni puede soportar porque le confirma la
inutilidad imperturbable de la muerte: ‘¿Quién me grita que me asome?/¡No me digáis que la vea!’.
Cuerpo presente, la tercera parte del poema, con sus 49 alejandrinos blancos y solemnes, es una pausada
meditación sobre la muerte universal y constante, una despedida serena del amigo, una aceptación dolorida de
ese cuerpo presente que evidencia la incomunicación absoluta e irremediable entre el mundo de los vivos y el
mundo de los muertos. ‘Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,/con una forma clara que tuvo
ruiseñores/y la vemos llenarse de agujeros sin fondo’.
La elegía se cierra con Alma ausente, especie de contrapunto al poema anterior y eficaz herramienta que,
apoyándose en la palabra poética, persigue y consigue salvar a Ignacio Sánchez Mejías de la segunda muerte, la
del olvido: ‘Yo canto para luego tu perfil y tu gracia./La madurez insigne de tu conocimiento’. En esta última
parte del Llanto, hábil conjunción de elementos épicos y líricos, se contempla el cuerpo apagado del torero y se
intuye la proximidad mezquina del olvido: ‘Pero nadie querrá mirar tus ojos/porque te has muerto para
siempre’. Sin embargo, el poeta opone la tenaz resistencia de sus versos y se obstina en levantar un
monumento funerario capaz de desafiar la labor corrosiva del tiempo y de la muerte: ‘No te conoce nadie. No.
Pero yo te canto’. La poesía como única manera de vencer al olvido y al tiempo, de vencer a la muerte.
El Llanto por Ignacio Sánchez Mejías es una compleja y equilibrada síntesis de los hallazgos y recursos estéticos
más logrados de Lorca. Ciertas dosis de elementos gongorinos y vanguardistas, una palpable actitud
rehumanizadora, un fresco vitalismo, una sabia contención formal y sentimental, una elaborada mitificación de
lo andaluz, un distanciamiento riguroso del costumbrismo vacuo, una rica complejidad simbólica, la soberanía
de sus imágenes y metáforas, la ambiciosa concepción del conjunto, la profunda riqueza de su lenguaje, la
amplitud de registros y la sencillez aparente de su arquitectura interior hacen que el Llanto sea un poema
enormemente valioso dentro de la producción poética lorquiana y dentro de toda la poesía española. Tal vez
éstos sean los mejores versos de Federico García Lorca.
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