Enrique Gil Calvo Ponencia: Miedo, envidia y odio. Reacciones de

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Enrique Gil Calvo
Ponencia: Miedo, envidia y odio. Reacciones de emergencia ante la anomia global.
La pirámide societaria está edificada con reglas de conducta que oponen resistencia
institucional a esa ley de la gravedad estructurante que reza: todos los cuerpos sociales
abandonados a su propia inercia tienden a desclasarse impulsados por la movilidad
descendente, perdiendo la posición relativa que ocupaban en la estratificación social. Quien no
se esfuerza por competir al ritmo de los demás se cae por la pendiente de la escala social.
Tanto más en esta época dislocada por la globalización, cuando se han generalizado, extendido
e intensificado los procesos de movilidad social en todas las direcciones (tous les azimuts). Es
lo que Bauman, parafraseando a Marx, ha llamado modernidad líquida, que disuelve la solidez
de la estructura social, desenclasa a personas y grupos y desnaturaliza las instituciones.
El resultado de este desplome estructural es triple. Ante todo se hace endémico un
estado de anomia global o crisis crónica, dado que el cumplimiento de las normas esperadas de
conducta se hace cada vez más improbable como si las reglas de juego estuvieran en suspenso
y se cambiaran sobre la marcha por otras nuevas imprevistas y contradictorias.¿Qué hacer,
cuando no se sabe qué hacer ni cómo hacerlo? A este estado de inseguridad normativa se le
designará con el rótulo de miedo. Y como reacción ante este clima de ansiedad generalizada
aparecen respuestas emergentes que se polarizan en torno a dos focos.
De un lado se intensifican los esfuerzos por acelerar la movilidad social ascendente,
tratando de huir del desplome estructural mediante mecanismos oportunistas del tipo sálvese
quien pueda: formación continua (reinversión permanente en capital humano), reconversión
tecnológica, intensificación de la competencia, economías de escala, ingeniería financiera,
deslocalización inversora, recalificación urbanística, especulación inmobiliaria, destrucción del
suelo, agotamiento de los recursos ambientales y un largo etcétera que, en todos los casos,
está presidido por la envidia, entendida (en el sentido de Dupuy) como ley de la emulación. Lo
que mueve a intensificar la competitividad no es el afán de lucro, la búsqueda de eficiencia, el
individualismo posesivo ni la adicción consuntiva sino la codicia de los bienes y los status
ajenos (Girard), o deseo de no ser ni tener menos.
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