El hombre casado y la mujer bella

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Log.·.
Daniel Aguirre No. 7
V.·. Gran Logia de Guatemala
América Central
A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Tenida de mayo
Trazado del M.·. M.·. Antonio Mosquera Aguilar
Oriente de Guatemala, 14 de mayo de 2007 e.·. v.·.
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El hombre casado y la mujer bella
Dedicado a la Guerrera de la Luz
I. Introducción
Nuestra orden es el resultado de un complejo encadenamiento de hombres virtuosos que a
través de los tiempos han conseguido que aquellos unidos en la fraternidad estén
impregnados de honestidad intelectual. Para el efecto conviene fijarnos en los temas de los
caballeros medievales que consiguieron a través de relatos y aventuras, tratar temas severos
que sirvieran para la formación de una ética plena de buenas costumbres.
Esta exposición se organiza de la siguiente manera: primero referimos las aventuras de
Tristán e Isolda, luego indicamos las razones por las que se constituye en un código de
caballería, después indicamos las maneras en que se vivió el fenómeno amoroso por esos
caballeros y finalmente, las indicaciones simbólicas para fortalecer la virtud de los
participantes en la orden de la masonería con vistas en los símbolos antiguos.
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II. El relato de Tristán e Isolda
Los celtas han sido conscientes de la atracción de la mujer bella sobre los hombres. La
inclinación y el deseo que surge, se puede convertir en una pasión que rompa con todo lo
establecido, de allí que debe ser conocido, comprendido y sobre todo canalizado para evitar
el caos. El problema es simple pero merece una solución compleja. En principio se trata del
descubrimiento por parte de un caballero, de una mujer bella. Lo esperable es que se
enamore de la misma, otra situación no es posible. Como se sabe, los hombres van tras las
mujeres por ley natural. Pero puede suceder que esta no sea la única dama en su vida, de
donde queda establecido un conflicto amoroso.
La leyenda de Tristán e Isolda es un mito celta antiguo que trata de los amores y el
matrimonio. Como se sabe, tales situaciones eran corrientes en el imaginario celta como
acontece también con el Rey Arturo, Sir Lancelot y Ginebra. Se considera que existe un
mito generador antiguo que se ha desdoblado en ambas historias. La leyenda de Tristán es
importante porque más allá de Camelot, el héroe es casado y ama a otra mujer.
Sucede que Tristán está casado con Isolda de Bretaña que lo ha curado de una herida que
amenazaba con descubrir sus amores con Isolda de Cornwall o Corneuales. De esa cuenta,
ambas Isoldas tienen su amor, pero al final querrá a una más que a otra. Si bien es cierto
que quiere más a Isolda de Cornwall, Tristán no insiste porque está casada con su tío el Rey
Marco. Tristán se decide por Isolda de Bretaña para olvidar a Isolda la esposa de Marco.
Así vive muy feliz, hasta que un día es nuevamente herido; pero esta vez, sabe que sólo
Isolda de Marco podrá curarlo. Por ello, manda a buscarla con Kurvenal con las
instrucciones que si logra convencerla, acuda a él, para curarlo. En caso favorable, a su
arribo despliegue velas blancas; mientras que si no logra ser acompañado por Isolda, el
barco habrá de llevar velas negras. El buen Kurvenal, logra convencer a Isolda de Cornwall
para que lo acompañe para sanar a Tristán. Antes de arribar, el enfermo Tristán ha
empeorado e imposibilitado de levantarse a la ventana, le pide a Isolda de Bretaña le
informe el color de las velas, ésta conocedora del amor de su esposo por Isolda de Cornwall
y del simbolismo de los colores, le dice que son negras, lo que provoca la muerte por
tristeza de Tristán (del celta Drestan = el melancólico, i. e. triste). Al desembarcar, Isolda
de Cornwall y ver a su amante muerto, lo abraza y muere de tristeza en el mismo lecho.
La leyenda tiene más elementos así como los problemas del ocultamiento de los amantes y
otros lances guerreros, que he dejado de lado, para insistir en lo central: el hombre casado.
Primero: Tristán no se enamoró de Isolda, a sabiendas que era novia de su tío Marco, sino
sólo después que ambos hubieran bebido inadvertidamente un filtro amoroso que los unió.
Segundo: Isolda no traiciona a su marido porque conoce a Tristán antes del matrimonio
cuando es soltera. Tercero: Isolda y Tristán deben ser prudentes para no escandalizar a los
demás con su amor porque están rompiendo convenciones sociales. Aquí me salto el
descubrimiento de los amores, el castigo, el exilio y el perdón, para reintegrarse a la
sociedad. Cuarto: Nunca hay que dañar a los que lo quieren a uno. Tanto Tristán como
Isolda se esfuerzan en no dañar al Rey Marco y a Isolda de Bretaña. A pesar de prestar
juramentos, jamás mienten ni traicionan la verdad. Por ello, cuando Tristán en su lecho de
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muerte le confiesa a Isolda de Bretaña su otro amor, lo hace porque la necesita para
salvarse. Pero allí comete un error pues la venganza de Isolda de Bretaña terminará con su
vida.
Como se sabe en la Edad Media, la reflexión conceptual tomaba la forma de leyendas para
deducir de las mismas, reglas de comportamiento. Volviendo al tema central de este
resumen, el hombre casado puede enamorarse de una mujer bella. El que ocurra no es un
problema de ésta, ni mucho menos tiene culpa por ello. Simplemente ocurre.
III. Un código de caballería para caballeros
Una manera cortés de hacer volver al hombre casado a la realidad, es preguntarle por su
esposa. Pero no regañarlo: usted es casado, no me moleste; porque no se está causando un
daño ni realizando un insulto por haber descubierto la belleza. Precisamente, el
descubrimiento de lo bello es tan fuerte que hace olvidar al resto del mundo y hasta puede
despertar la pasión que arrasa con todo. El deber de la dama es recordarle afectuosamente
lo que ha olvidado. Si no le importa o hasta lo considera un leproso, a quien se le ha
acercado, insistirá en preguntar sobre su vida matrimonial. Allí, descubrirá al buen
caballero de aquel que se acerca con doblez.
El buen caballero no tiene porque disminuir a su esposa, inventar situaciones que no se dan
o, peor aún: fingir que ha roto con ella. Pero esa claridad también lo lleva como en el caso
de Tristán a valorar entre dos atracciones, la que considera mejor. Tampoco es un insulto
volver a la realidad y dejar el asedio de la bella, puesto que ha sido ella, la que le recordó lo
que había olvidado ante su presencia. Allí también la dama descubrirá si le interesa
profundizar la relación amistosa, pues podrá hacer un deslinde entre un caballero y un
machista.
Ahora bien, también la dama debe ser una guerrera. Debe estar lista para el combate,
cuando no le disgusta el caballero. Ella sabe que quien se acerca lo hace con obligaciones
adquiridas; en virtud de la valoración de la entrega del caballero, le puede exigir la
exclusividad. Es decir, puede causar el divorcio y exigir la exclusividad del amor. Como en
el caso de Tristán, Isolda de Bretaña no puede aceptar compartir su amor con la otra Isolda
y por lo tanto, está preparada para causarle el mayor daño porque ella ha recibido también
una afrenta muy fuerte. Esta es una fortaleza de la dama, la mejor manera de ahuyentar a un
falso es exigirle un comportamiento en los torneos.
Un amoroso no puede ser de medio tiempo, sólo para sábados por la noche, o peor aún,
cuando tenga tiempo. Es a tiempo completo, esa es la exclusividad. Así que lo que se
reclama no es la entrega sino la falta de la misma. Las palabras son fáciles de pronunciar,
las actuaciones difíciles de sostener. Esta situación se produce cuando la dama está
interesada en el caballero casado y provoca su entrega total. Es cierto que dañará a otra
mujer, pero ella no la conoce, no es su amiga.
Puede suceder que la dama sea amiga de la esposa. Allí no se admite la falta de lealtad y
fidelidad. Tanto el caballero como la dama, deben refrenar sus impulsos. En el caso de
Tristán e Isolda eso no era posible, porque el brebaje afrodisíaco había generado una
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atracción que no podían romper. Precisamente, cuando pasa el efecto del mismo, Tristán se
casa con Isolda de Bretaña y abandona el reino de Cornwall, para no ofender a su tío el Rey
Marco.
Pero puede suceder que la dama quiera sólo el cortejo. Que desee contar con un seguidor
fiel y leal. Quiere tener como seguidor al caballero que alaba sus virtudes y está dispuesto a
entregarse, pero no es de interés de la dama esta entrega. Por ello, el amor cortés ha de
pedir comportamiento, pruebas y lealtad. La dama es la que pone los límites, pero estos no
pueden ser entre nada y todo. Porque no se trata de escoger entre cesar totalmente la
palabra, ni estar sobre el colchón. Hay un mundo de la relación cortés que pueden llevar
adelante un caballero casado y una dama bella. El punto es que como en la leyenda de
Tristán e Isolda, cuando se sobrepasa ese apacible mundo, se llega a la hoguera de la
pasión. Y, allí sí, alguien saldrá lastimado: Tristán e Isolda perdieron sus vidas.
Pero la guerrera puede controlarlo todo. Está preparada. Sabe que la atracción existe, pero
en vez de exasperarla, le da ánimo para la batalla. Sabe que debe tener a sus caballeros
dispuestos a proclamar su adhesión en los torneos y en los combates con otros caballeros.
Que su fama se extenderá por los campos de batalla y la valía de sus guerreros, establecerá
su estatura.
Así es la caballería galante. Los guerreros salen a la batalla en nombre de su amada, sin
esperar más de ella que cuando sean heridos en combate, siquiera les haya dado un pañuelo
para compresa de la sangre que brota animada por su corazón enamorado. Ellos,
obviamente esperan que la dama les corresponda, pero saben que no está en ellos doblar su
voluntad o confundirla con falsedades. Son claros y transparentes, para que allí luzca en su
pecho el relicario que les fue otorgado.
La dama no tiene obligación de corresponder, pero no puede desconocer la entrega del
caballero. Si bien es cierto que puede sentirse halagada, no está obligada a corresponder.
Debido a que el amor de una dama bella está muy por encima de los caballeros enamorados
y sólo lo entregará a quien ella juzgue, lo merece. Obviamente, los caballeros no felicitarán
al escogido sino será motivo de envidia y, si es posible, retado a compartir el campo del
honor. Pero eso es problema de los caballeros, el deber de la dama es esparcir su luz para
fortalecer la capacidad de lucha de sus seguidores.
IV. Refexiones masónicas
En la sociedad actual, las relaciones entre los sexos estan influidas muy decididamente por
la mojigatería generada en las corrientes eclesiales más ligadas al capitalismo. Desde que
Engels denunciara que la familia burguesa tiene como agregado a la prostitución, la
distancia entre la moral y la realidad es cada vez más grande. Algunas iglesias han hecho de
la represión de la sexualidad y la libertad amorosa, su dogma. Las mujeres son el blanco de
prédicas dirigidas a convertirlas en seres que consideran que la vida supone nunca buscar
satisfacción ni desarrollo personal. La negación a una vida libre tiene como correlato,
enseñarlas a que el matrimonio es posible sólo si se obtienen ganancias materiales y el
amor se convierte de esa manera en lujuria. Los jóvenes son arrinconados a través de la
desinformación y la contención a ultranza.
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Cuando los hombres libres afirman la necesidad de la tolerancia sobre las diferentes
orientaciones sexuales, la comprensión de la fogosidad de los jóvenes y una vida abierta a
la galantería en la mejor tradición caballeresca. Por ello, los miembros de la orden reciben
las invectivas de los ministros religiosos plenos de intolerancia. La primera acusación que
se lanza es de libertinos.
Los masones no son libertinos porque sostienen que las relaciones humanas se basan en la
busca de la verdad y la virtud. Para el efecto todo acto puede ser explicable y encontrar
apoyo en la comunidad humana. En otras palabras se basa en un consenso amplio por
encima de las opiniones de santurrones y puritanos. Es una actitud amable y solidaria con la
humanidad por ello, su base es la fraternidad humana.
Los masones igualmente sostienen que las acciones no deben ser movidas por la pasión, por
la obsesión o por el desenfreno del placer. La vocación de mantener bajo control las
pulsiones busca elevar el nivel de convivencia fraternal. Los masones no buscan ubicarse
en situaciones de atracción, por eso sus reflexiones se realizan entre hombres. No se trata
de ninguna actitud misógina sino al contrario es filógina. Al amar a la mujer, busca un
espacio propio de los hombres para evitar que la fraternidad de la orden se vea asaltada por
los avatares de la aventura amorosa. Al labrar la piedra bruta se conseguirá pulirla sin el
peligro de un asalto de la pasión.
Orde Guatemala, 14 de mayo de 2008.
Más sobre Tristán e Isolda:
http://www.sekher.com/tristan_e_isolda.htm
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