MARXISMO Y CRÍTICA LITERARIA, de Terry Eagleton

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Julio
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MARXISMO Y CRÍTICA LITERARIA,
de Terry Eagleton
Buenos Aires, Paidós, 2013
Laura Vilches
“Si el silencio es la mejor prueba del triunfo de una ideología, el
hecho de que en la sociedad se comience a hablar nuevamente de
capitalismo es un síntoma inequívoco de que el capitalismo está en
problemas”. Así anuncia Fermín Rodríguez la edición en español de
Marxismo y crítica literaria. Paidós publicó este año la obra que Terry Eagleton concibiera en 1976, como resultado de su seminario introductorio a las ideas del marxismo cultural, en la Universidad de
Cambridge.
Este libro propone un recorrido por conceptos centrales de la visión marxista sobre el arte, discutiendo tanto con las nociones de la
estética burguesa como contra los postulados del estalinismo, que
han sido tomados por “marxistas” pero poco tienen de la enorme riqueza de esta tradición, que va desde los clásicos Marx, Engels o
Trotsky, la Escuela de Frankfurt y el estructuralismo althusseriano,
hasta Brecht y Benjamin. El texto incluye también algunos debates
centrales que sobre el arte y la literatura se dieron al calor de la Revolución Rusa o el ascenso del estalinismo.
Eagleton parte de conceptualizar las nociones de “base” y “superestructura”, cimientos de la crítica marxista y aporte diferencial respecto a autores previos que pensaron la literatura en su contexto histórico, pero discute, a su vez, con las versiones mecanicistas que de
aquella se han derivado. Lo revolucionario de la crítica marxista consiste en entender que la producción de las ideas, representaciones y
conciencia están entrelazadas con la producción de la vida material
y puestas a defender un orden social desigual. Para entender el arte dentro de la superestructura social –instituciones, valores, ideas–,
que está determinada “en última instancia” por las condiciones materiales de dominación, Eagleton se referirá al concepto de ideología:
esa compleja “estructura de percepciones sociales que asegura que
la situación por la cual una clase tiene el poder sobre otras es percibida como ‘natural’”. La tarea del crítico será develar ese conjunto
de ideas, valores y sensaciones presentes en la obra de arte a través
de su forma y contenido. Frente a quienes defienden que lo esencial
en la crítica literaria es interpretar el contenido, aquel dirá que “Entender Rey Lear, La dunciada o Ulises consiste entonces, en algo más
que interpretar su simbolismo, estudiar su historia literaria y añadir
notas al pie con los hechos sociológicos contenidos en ellas. Consiste
(…) en comprender las relaciones complejas e indirectas entre estas obras y el mundo ideológico del que forman parte, relaciones que
aparecen no solo como tema o preocupaciones, sino como estilo, ritmo, imagen, calidad y forma”. Se distancia así tanto de las visiones
formalistas que analizan lo formal de las obras con independencia del
contenido; como de un abordaje de la ideología relacionada directa y
mecánicamente con la lucha de clases o la economía. Forma y contenido constituyen una unidad “en la práctica” indivisible, pero teóricamente diferenciables por la crítica, donde a su vez, la forma adquiere
importancia específica que debe ser abordada atendiendo a su grado
de autonomía ya que “es siempre una unidad compleja de al menos
tres elementos: se encuentra parcialmente configurada por una historia de las formas literarias ‘relativamente autónoma’; es una cristalización de determinadas estructuras ideológicas dominantes (…) y
encarna una serie específica de relaciones entre autor y público”. La
relación forma-contenido es, para el marxismo, una unidad dialéctica
que equilibra en sí misma la importancia de ambas.
Sin embargo, el aporte de esta publicación no son solo sus conceptos que asientan a la teoría sobre un suelo “material” (aunque hoy
sea habitual una crítica sociológica de las obras); sino el rescate de
“hombres de acción” que también pensaron el arte desde el campo
de sus especificidades pero en estrecha ligazón con los problemas de
la lucha de clases, a diferencia del “marxismo occidental”, que se dedicó a problemas filosóficos y culturales, abandonando los económicos y políticos. Rescatadas del silencio por Eagleton, las figuras de
Lenin y Trotsky aparecen ligadas a la reflexión sobre la cultura y el
arte, a la par de sus intervenciones en los problemas candentes de la
Revolución Rusa y el primer Estado obrero de la historia. Al menos para quienes nos hemos formado en una universidad bajo la impronta de
los últimos 30 años de “restauración burguesa”, es esencial valorizar
estos “hallazgos” para abordar la creación artística y sus problemas,
en la búsqueda de reconciliar el arte y la cultura con la perspectiva
de que ésta, sus productores y las mayorías a las cuales se les niega
su acceso, puedan liberarse de las ataduras del capital. Volver a los
escritos de estos dos revolucionarios conlleva, por otra parte, cuestionar la concepción de que el marxismo (el “realismo socialista”) pensó opresiva y mecánicamente la literatura. Arte y compromiso político son válidos si la obra es juzgada “en primer lugar, según su propia
ley”. La crítica marxista, debe huir de una concepción utilitaria del arte como hizo el estalinismo.
Por último, la crítica marxista permite analizar las condiciones de
producción que convierten al arte en un objeto-hecho material que
puede ser mercantilizado. Este sometimiento a las leyes del capital
determina estrechamente la naturaleza de la obra (técnicas, materiales, contenidos). Pensarla como práctica material concreta y alejarse de una visión “espiritualista” que borra las condiciones materiales de su origen, da la posibilidad al artista de intervenir conservando
o revolucionándolas dentro de su campo específico (academias, Universidades, etc). El arte, “en la sociedad capitalista, es transformado
en una mercancía y moldeado por la ideología; pero aun así puede ir
más allá de esos límites. Puede incluso revelarnos un tipo de verdad;
no una verdad teórica o científica, seguramente, sino la verdad del
modo de vida en que los hombres perciben sus condiciones de vida y
el modo en que protestan contra ellas”.
La publicación de Marxismo y crítica literaria, permitirá acercar a lectores de este siglo, no solo un cúmulo de herramientas y técnicas interpretativas sino las armas para una batalla en el terreno del arte que
rompa con los sentidos comunes propios de la sociedad capitalista. Después de todo, como afirma Eagleton, “la originalidad de la crítica marxista no depende de su perspectiva histórica sobre la literatura sino de
su concepción revolucionaria de la historia misma”.
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