1 LA TERCERA ORDEN DOMINICANA: “VIEJO Y NUEVO ESTILO

Anuncio
LA TERCERA ORDEN DOMINICANA:
“VIEJO Y NUEVO ESTILO”
por Edward Schillebeeckx, O.P.
Profesor de Teología
Universidad Católica de los Países Bajos, Nimega
Traductor: Anselm Thomasma, O.P.
Este artículo detenidamente razonado ha sido compaginado por primera vez en 1960. La
Orden ya ha superado algunas de las ideas expresadas aquí. Sin embargo, quienquiera
desee comprender la naturaleza del grupo ahora denominado Laicado Dominicano no
puede ignorar las investigaciones realizadas por el P. Schillebeeck acerca de su
significado. El Laicado Dominicano 1909 Avda. S. Ashland, Chicago, IL 60608 1978
Nadie que posea cierta perspicacia podrá negar ya que la Orden Tercera se ha convertido en
un problema. Que no se trata meramente de un problema local, sino más bien universal surge
de las palabras del Capítulo General de Caleruega de 1958.
“Es evidente la necesidad de muchos cambios en la Regla de los Terciarios, según se
desprende de los informes de los Promotores. Por lo tanto, pedimos urgentemente a nuestro
Muy Reverendo Maestro General que establezca una comisión especial para que realice un
estudio exhaustivo de la naturaleza de la Tercera Orden (“circa naturam Tertii Ordinis”)…
Creemos que sería mejor, antes de poner en práctica ningún cambio definitivo en la Regla que,
en cada Provincia, el Capítulo Provincial, o el Provincial junto con su consejo, promulguen
ciertas normas “ad experimentum” (es decir, sujetas a experimentación), después de escuchar
las opiniones del Promotor Provincial y de los directores de la Tercera Orden, de modo que se
determine qué normas serían más convenientes en las circunstancias (cambiantes) de nuestros
tiempos. Como resultado de estas experimentaciones, tales temas se harán evidentes, y luego
de la aprobación del Maestro General, podrán tenerse en cuenta para la renovación futura de
la Regla de la Tercera Orden”. (Cap. Gen. 1958, nº 254).
He citado el texto completo teniendo en vista un doble propósito: primeramente, aclararos que
incluso las más altas autoridades de la Orden Dominicana reconocen que la Tercera Orden se
halla en una posición precaria. Existe un problema real – no sólo un problema de magnitud
secundaria, como si únicamente algunos elementos periféricos y superfluos de la Tercera
Orden se hubieran vuelto obsoletos. El problema es mayor que esto, ya que el Capítulo
General ha señalado que existe una incertidumbre básica respecto de “la verdadera naturaleza
de la Tercera Orden”, ¡esto es lo fundamental! Más adelante, he citado el texto de tal manera
que de él se desprenderá el hecho de que la autoridad suprema de la Orden también reconoce
la conveniencia de proponer una situación nueva y experimental en la Tercera Orden. Por ese
motivo, esto significa que no existe nada más fundamental. En consecuencia, quiere decir que
una crítica hecha a la Tercera Orden “viejo estilo” no puede ser invalidada apelando a la
Regla tradicional de la Tercera Orden tal como ha sido aprobada por la Iglesia. Por el
contrario, con el debido respeto hacia la inspiración básica de la Vida Dominicana, y ante la
invitación de la autoridad suprema de la Orden, podemos examinar de modo crítico la
naturaleza misma de la Tercera Orden para determinar si la consideramos obsoleta, ya sea
totalmente o quizás nada obsoleta. Podemos estudiar si es verdaderamente así y de qué
manera podríamos ahora renovarla. Respecto de esta Tercera Orden “nuevo estilo”, quisiera
1
trazar a grandes líneas, y respondiendo a la invitación de vuestros respectivos Promotores
Provinciales, ciertas perspectivas, de modo tal que nuestra crítica sea constructiva y no
meramente negativa.
Solamente teniendo en cuenta los antecedentes de la “Tercera Orden Viejo Estilo” puede
enfocarse más claramente lo que caracteriza a la nueva Tercera Orden. Dentro del viejo estilo,
pues, debemos hacer una distinción enfática entre la regla y las normas, tal como se
encuentran en el libro, y la estructura de hecho de la Tercera Orden vigente.
Si consideramos esta construcción basada en datos, nos resultará evidente que la Tercera
Orden se ha convertido en una sociedad de oración y devoción, en realidad y en concreto sólo
para personas mayores. Tienen una reunión mensual con Misa, sermón, y algo del oficio, el
cual constituye, también, una obligación diaria. Cada vez que los Dominicos necesitan para su
apostolado la ayuda de los laicos, no llaman a los Terciarios, sino más bien a los líderes de las
organizaciones modernas de laicos católicos. Como mucho, se llama a los miembros de la
Tercera Orden para cosas tales como mercadillos, mecanografiar o escribir direcciones en los
sobres, ceremonias solemnes especiales en las iglesias, y finalmente para organizar la cena
anual en honor de santo Domingo. Lo que señalo aquí es ciertamente una caricatura y un
ejemplo exagerado, pero la realidad de todo esto se encuentra en el hecho insinuado en cada
caso. Este es justamente el problema. En realidad la Tercera Orden es una extensión laica de
la Primera Orden en lo monástico, aunque mucho menos en lo apostólico. Las estructuras
conventuales han sido adaptadas, para bien o para mal, a la situación del laico en el mundo, e
impuestas sobre su vida. La estructura de la vida en el claustro, adaptada “ad usum laicorum”
(para el uso de los laicos), se sigue actualmente hasta en sus más mínimos detalles; se habla
del hermano Prior o Priora, del maestro de Novicios, del noviciado, de la profesión, del
vestido, -conceptos que esencialmente no son laicos (2). (Cuando en estos casos hablamos de
“laicos”, aludimosmos, por el contrario, tanto al sacerdocio como a la hermandad laical), lo
que indica una tendencia aparentemente “monástica” dentro de la existencia de la Tercera
Orden. Desde hace mucho tiempo, los miembros de la Tercera Orden han sentido el tenor
forzado y antinatural de estas expresiones. Por eso raras veces las emplean. Este sentimiento
no ha sido más que una expresión primera y superficial de algo más general, es decir, que el
laicado dentro de la Tercera Orden no se siente como verdadero laicado. Incluso se supone
que existe un corto circuito en alguna parte, que tiene raíces más profundas que el envoltorio
exterior de los nombres y títulos conventuales. La Tercera Orden se convierte para el laicado
en el mundo en una suerte de imitación de la vida sacerdotal, no de la apostólica sino de la
monástica. En la Edad Media se consideraba que únicamente en el claustro podía residir la
plenitud de la vida cristiana; en consecuencia quienquiera deseara llevar una vida consciente y
expresamente cristiana debía entrar en un monasterio o imitar en el mundo, lo más posible, el
modo de vida monástico. Por eso se hablaba de “dejar el mundo mediante la profesión”, tal
como se aplicaba a los miembros de la Tercera Orden, lo mismo que a los religiosos. Estos
laicos buscaban una regla de vida que, en su sentido más amplio, les obligaba a las
observancias monásticas de los frailes. Este “aire” monástico de la Tercera Orden aparece en
la primera Regla formulada para los Terciarios, en 1285, por Munio de Zamora, sexto maestro
General de la Orden. El énfasis primordial residía en la separación del mundo. Incluso se
decía que los miembros de la Tercera Orden perdían su “naturaleza seglar” a partir de su
“profesión” en la Tercera Orden (ad seculum revertere”. Ver: Portier, Histoire des Maîtres
Généraux, (Historia de los Maestros Generales), II, p. 238, nota al pie nº3).
Es obvio que el apéndice secular de la Primera Orden se viera, sobre todo, como una
extensión en el mundo de la vida Dominicana, más monástico que apostólico. Y justo en este
2
aspecto (no en el segundo) es donde ofrece más temas para el debate y en sus mismas raíces,
tal como aspiramos a señalar. (Debería recalcarse que, tanto para este artículo como para
cualquier otro que pudiera tener relación con esta cuestión, se aplica el principio; “¡valet
auctoritas quod valet argumentum”! Estoy abierto a un “argumentum”, pero no a voces de
alarma).
La inspiración fundamental Dominicana de la Tercera Orden se basaba en algo muy diferente
de lo que aparecía en la primitiva Regla oficial de Munio de Zamora. Humberto de Romans
habla de “hacer penitencia en medio del mundo”. (De eruditione Praedicatorum, libro II, tr.1,
sermo 398: Bibl. Patrum, XXVII, pp. 474-S). El énfasis se ponía en el carácter de “exinanitio”,
en la negación cristiana de sí mismo, dedicada al Dios vivo. Además de este movimiento laico
penitencial, había otro que surgía de una orientación más apostólica: la “Militia Christi” que
se lanzó en beneficio de los intereses de la Iglesia (según las ideas de la época y las
necesidades de la Iglesia). Su “penitencia” consistía, tal como lo demuestran las pruebas
documentales, en la devoción apostólica por el Reino de Dios (¡iban incluso armados!)
La ayuda de algunos laicos que santo Domingo previó para su apostolado tenía algo de estos
movimientos penitenciales y algo de los movimientos de “militia”, con la reserva esencial de
que no debía ser un apostolado armado sino religioso mediante el ejercicio de obras de
misericordia espirituales y corporales, así como un apostolado pleno de oración y meditación.
Esto demostraba, tal como lo han probado M.H. Vicaire y E. Meersemann, su carácter
típicamente laico. En justicia podía fray Yves Congar decir que el perfil de la Tercera Orden,
tal como aparecía de antemano en la mente de santo Domingo, prevista con sus propios
estatutos y erigida oficialmente, no era una “militia” apostólico-militar ni un movimiento
“penitencial” en el sentido franciscano (santificación personal y apostolado por medio del
buen ejemplo), sino una armonía de “penitencia” y “apostolado” con miras a una asistencia
laica en el cuidado de las almas a la que se habían comprometido con sus frailes (Ver: “France
dominicaine”, Dic. 1958). Podemos afirmar que la Tercera Orden tal como fue formulada por
primera vez en la Regla de 1285, (ya comentada hasta cierto punto) adolecía de un
desequilibrio contrario a la visión de santo Domingo (aunque ésta no era todavía la Tercera
Orden que él se proponía).
Crisis resultante del Movimiento Laico Católico moderno
Desde la Edad Media, ha surgido algo totalmente nuevo en la Iglesia. La comprensión
creciente del verdadero lugar del laicado en la Iglesia, la comprensión de la dedicación del
laico cristiano al mundo, los institutos seculares, y, por último, toda clase de nuevas formas
exteriores para el apostolado laico han dejado de lado la vieja idea de Tercera Orden, tanto
que los padres Dominicos, en cuanto convocan a los laicos para ayuda de su apostolado, como
he señalado, sin excepción, la buscan en otros grupos laicos. Los ejemplos están cerca, pero
no deseo traerlos a colación. Como máximo, los laicos son llamados, dentro de este
apostolado, a efectuar lo que se podría llamar más apropiadamente trabajos “domésticos”.
Sin embargo, como deseamos golpear en una nueva dirección respecto de la Tercera Orden,
quiero decir expresamente por adelantado, que al hacerlo, no queremos minimizar las muchas
cosas buenas que ha hecho la Tercera Orden “viejo estilo: devoción hacia nuestras casas,
profundización en la vida de oración, y, en muchos sitios, intento apostólico verdadero.
Indicar la conveniencia de una nueva dirección no significa que queramos tirar piedras sobre
lo que otros han construido con celo; significa más bien un aliciente para que continúen, pero
al mismo tiempo, que lo hagan de una manera purificada.
3
Para poder comprender el “camino nuevo”, citaremos la “vieja definición canónica completa
de Tercera Orden. El primer párrafo del Canon 702 habla del siguiente decreto concerniente a
los Terciarios seglares:
“Son cristianos que se esfuerzan por alcanzar la perfección cristiana en el mundo, guiados por
una orden religiosa que corresponda a su espíritu, y esto de tal modo que resulte afín con su
vida en el mundo, siguiendo la Regla aprobada para ellos por la Sede Apostólica.”.
Deberíamos adherirnos a esta definición, pero de tal manera que las palabras clave, es decir,
“en el mundo” reciban un significado teológico más profundo; es más, de un modo en el que
se acepte el elemento apostólico del decreto, al menos para la Tercera Orden Dominicana.
Igual que respecto de la Primera Orden, el apostolado, visto como una finalidad específica de
la vida de la Tercera Orden, deberá designarse como la salvación de las almas. Para aclarar
este concepto debemos exponer, en resumen, una teología del “cristiano en el mundo”, porque
sin esta percepción teológica, estaríamos expuestos a considerar a los miembros de la Tercera
Orden, contra todas las corrientes espirituales dentro de la Iglesia, como un apéndice de la
vida monástica Dominicana, en lugar de verla como una extensión secular del apostolado
sacerdotal Dominicano.
El laicado en la Iglesia y en el Mundo
La distinción eclesiástica entre “laicos” y “sacerdotes” puede no basarse en el hecho de que el
sacerdote tiene a su cuidado el reino de Dios, mientras que el laico se caracteriza por su tarea
en el mundo. Más bien, la distinción eclesiástica entre laico y sacerdote sólo descansa en la
estructura de la sociedad sobrenatural que es la Iglesia. Como cristianos, los laicos así como
la jerarquía, tienen una tarea eclesial y sagrada. (3). Esta última es la única que realiza su tarea
de manera autoritaria y desde un principio jurisdiccional, mientras que el laicado debe tener la
mismísima misión eclesial y la mismísima solicitud eclesial por el Reino de Dios, pero en su
carácter de “pueblo de Dios” es decir, sin función de autoridad. Por lo tanto, ser laico, como
categoría eclesiástica, no puede definirse por el hecho de que los laicos tomen seriamente la
“consistencia interior” de las cosas ( como dice Congar ¡como si a los sacerdotes y religiosos
no se les exigiera esto!) o por su tarea en el mundo, sino más bien por su tarea dentro de la
Iglesia, en consecuencia, por una misión eclesial y sagrada. La definición teológica y
eclesiástica de laicado se basa, por tanto, en que son miembros eclesiásticos (con llamado
eclesial) del reino de Dios, que no es precisamente el mundo.
Pero es verdad que esta misión eclesial que los laicos reciben en el bautismo, se concede a un
único hombre, es decir, a cada persona, que como ser humano, tiene, por lo tanto, una tarea
significativa que cumplir en este mundo; a una persona humana que también tiene que poner
orden en los asuntos seculares de su vida humana. Este hecho hace que los laicos creyentes
reciban simultáneamente con su bautismo, la misión de integrar su vocación en la vida secular
con su comunión de gracia con Dios en Cristo. De esta manera, la misión secular se convierte
para el laico en una porción de su vida orientada totalmente hacia lo religioso. (4). Los
bautizados deben así, integrar su vida secular con su fe y ser eclesial, lo que naturalmente
significa que el “apostolado en el mundo” va a ser típico del laico cristiano.
¿En qué consiste este apostolado seglar (“apostolado del mundo”)?
Para definir lo que quiere decir ser laico, por lo menos como fenómeno eclesial, deberíamos
continuamente recordar que el bautismo es el sacramento de nuestra incorporación a la Iglesia
4
y a Cristo. La Iglesia es el signo público histórico y tangible (verschijiningsvorm) de la gracia
victoriosa de Cristo. En la Iglesia y a través de ella, la gracia de Dios se alza en medio de
nosotros como una realidad históricamente evidente: “signum elevatum in naciones”. Gracias
a la Encarnación y a su presencia continua en la Iglesia vista como el “Cuerpo del Señor” en
la tierra, este signo de gracia externo y tangible pertenece a la esencia misma de la gracia
cristiana. Dondequiera que la gracia toma forma visible y es históricamente evidente, se
convierte en “Iglesia”.
Porque la incorporación a esta comunidad de gracia tangible es el efecto primero e inmediato
del bautismo; el creyente recibe con la gracia del bautismo la misión de tomar parte en la
función esencial de la Iglesia; recibe la misión de hacer su comunión de gracia con Dios en
forma visible –en su vida y a través de ella. De este modo, la vida, toda la vida del laico
bautizado, debe convertirse enseguida, dentro de su vida secular, en una gracia visible:
“signum gratiae christianae”. Cada bautizado, cada laico cristiano, asume una responsabilidad
ante la Iglesia y sus funciones como un signo en medio del mundo. (5) Cada vez que se
presente como ciudadano que integra una parte “de este lado” de la vida terrena, el laico
conlleva con ella, como bautizado, es decir como laico cristiano dentro de la Iglesia, la misión
de ser “Iglesia” en este lado; lo que quiere significar que, cualquiera que sea la posición de
estos laicos en el mundo, la Iglesia tiene que recibir de ellos una forma o carácter visible, ya
sea en su vocación normal, en su relación social con el resto de la humanidad y de las cosas,
en sus familias o en los vínculos resultantes con la sociedad y con la comunidad de todos los
hombres; en resumen, con la totalidad de su vida secular. Este arraigarse en el mundo, como
signo visible y concreto de la seguridad que los laicos tienen de la gracia de Dios y su celo
por el reino de Dios, es típico del laicado cristiano
Ser laico, como vocación eclesial, significa el llamado y el envío: (1) a un trato personal con
el Dios vivo en la vida eclesial completa de la Iglesia de Cristo, y (2) a hacer fructificar esta
vida cristiana en su relación social con los hombres y en el contacto con las cosas de este
mundo. Dios arrebata al laico cristiano en su totalidad de “hombre del futuro”. El hecho de ser
laico, es el resultado de que la totalidad de su vida humana esté enraizada en este mundo, que
sea verdaderamente una vida dedicada incondicionalmente al Dios vivo. Así se posee
plenamente el carácter secular de la vida laical cristiana aunque esté íntimamente ligada con
la actitud vital integralmente religiosa y, por ende, apostólica. No era nuestro propósito
proponer todo esto antes de exponerlo a la consideración de la Tercera Orden misma, como lo
haremos a continuación.
LA TERCERA ORDEN “NUEVO ESTILO”
1. La extensión apostólica de la Primera Orden
Que cada miembro seglar de la Tercera Orden, tal como lo determina la Ley Canónica, es un
verdadero laico y no un sacerdote ni un religioso, (6) se desprende del significado eclesiástico
de “laicidad” y no podemos, desde ningún punto de vista, ver a la Tercera Orden como la
rama seglar de la Primera Orden, en cuanto “monástica” . Todo lo referente a la Regla de la
Tercera Orden que “huela” a cocción laica de la espiritualidad monástica de la Orden
Dominica me parece desacertado. Resulta evidente que no se puede reprochar a la Edad
Media por esto. La espiritualidad cristiana Seglar ha sido un don del Espíritu Santo a su
Iglesia en fecha muy posterior, o mejor dicho, un don que, según un estudio posterior
5
realizado sobre la inseguridad cristiana, dio como resultado que, solamente en nuestra época,
se expresó explícitamente. Para muchos laicos y laicas, esta nueva comprensión resulta aun
vaga y poco entendible; el laico, tanto voluntaria como involuntariamente, deberá ponerse al
día con esta nueva corriente dentro de la Iglesia. Es más, como resultado de esta nueva
comprensión, siente que la Tercera Orden es un apéndice de la Primera; e inevitablemente,
algo “extraño” a ella. El laico cristiano moderno no se siente cómodo en la Tercera Orden y
trata de realizar sus aspiraciones apostólicas en otra parte. Entre otras cosas, este hecho
demuestra el fracaso de la Tercera Orden para atraer a los jóvenes.
Espero que nadie me interprete mal por haber expuesto, con anterioridad, mis razones contra
las implicaciones “monásticas” de la Tercera Orden. A menudo los llamados movimientos
católicos laicos descansan, en algunos sitios, sobre fundamentos defectuosos. Los
responsables, tanto laicos como sacerdotes, suelen olvidar que los laicos en cuanto cristianos
también pertenecen a la “ecclesia”, es decir, que son aquellos que han sido llamados y que se
han reunido, los “separata a mundo”, los separados de Dios. Los laicos pertenecen a aquellos
que san Pablo llama “santos”: aquellos que han sido sacados del mundo para consagrarse a
Dios. De acuerdo con otras palabras paulinas, cada cristiano es “no un extraño” para el mundo,
sino alguien que siente que pertenece al reino del Cielo. Por esta razón, existe un tipo de
entusiasmo por el mundo “que puede muy bien llamarse no cristiano. Por su misma naturaleza,
la Salvación (a fortiori la gracia de la redención que nos arranca de las garras del pecado y nos
pone en comunión con Dios) implica por su ascendencia divina sobre este mundo, una
“exinanitio”, un desposeerse a sí mismo y una entrega abnegada como contraparte a la
santificación de todo nuestro ser dedicado al Dios vivo, que se encuentra con nosotros,
persona a persona, y que, en su bondad, nos invita a una relación personal con Él, la del hijo
con su Padre. Visto desde este punto de vista, existe una concepción no cristiana respecto de
lo que se llama contemplativos en acción, como si ser cristianos, ser los preferidos del Señor,
lo mismo que nuestra oración, no debieran ser vivencias personales e íntimas con Dios en la
fe, sino sólo una vivencia externa con Dios en obras y apostolado. Esto sería un malentendido
básico de la vida teológica, de la vida de unión con Dios, a la cual cada cristiano ha sido
convocado.
Si un matrimonio viviera el uno para el otro de tal modo que dedicaran todo su empeño, sus
pensamientos y sus sentimientos el uno hacia el otro – la mujer en la casa y el hombre en la
oficina— pero de tal manera que nunca hicieran nada para entretenerse, para amarse, para
estar juntos, sin tiempo para dedicárselo mutuamente, se diría sin vacilar: “¡No! Esto no es
amor genuino!” En tales casos, dedicar todos los pensamientos de uno de ellos al otro es a
menudo únicamente ¡un engaño, un pretexto! A nivel de la relación entre los hombres
podemos hacernos fácilmente una idea de la situación.
Sin embargo, porque somos débiles, parece que olvidáramos todo esto con mucha facilidad, lo
mismo ocurre en nuestras relaciones con Dios, y pensamos demasiado pronto en
“contemplativus in actione”, olvidando que esto es imposible a menos que sea una presencia
perdurable y una consecuencia de ella, así como un deseo continuamente renovado, de
comunión expresa y personal con Dios en la oración. Esto prueba ser cierto no sólo en el caso
de los sacerdotes y religiosos, sino igualmente en el de todos los fieles, en cada persona
verdaderamente religiosa. Por lo tanto, mi intento de dar vida a una Tercera Orden “nuevo
estilo” en el cual este aspecto fundamental se dejara de lado sería una concesión al
“activismo” moderno, a lo que suele llamarse “herejía de la acción”; sería la negación del
valor más intrínseco de la Tercera Orden. El espíritu de oración, con el sentido de desposeerse
a sí mismo, sería en realidad justamente lo que algunos llaman el “espíritu de los consejos
6
evangélicos”; (7) fluye del carácter escatológico más allá del mundo propio del cristianismo.
Visto de esta manera, existe una relación intrínseca entre la vida cristiana misma y la vida
religiosa, lo que no es sino una acentuación del cristianismo. Pero este espíritu de la Tercera
Orden no debe expresarse en forma monástica, porque tiene una propia especialmente terrenal.
Por eso, la Tercera orden “nuevo estilo”debe poner un énfasis estricto en la vida de oración y
de la negación de sí mismo. De esta manera, la Tercera Orden “nuevo estilo” será una
prolongación del “movimiento penitencial” Dominico medieval, aunque completamente
adaptado a la forma de vida laica y, en consecuencia, libre de todas las observancias aplicadas
a los laicos. En este sentido, la regla primera y básica de la nueva Tercera Orden es: el
esfuerzo personal dirigido hacia una vida espiritual consciente y formal, dentro del espíritu
del Sermón de la Montaña de Cristo. De allí se desprende que las formas de oración
empleadas por los miembros de la Tercera Orden moderna serán distintas de aquellas usadas
en el monasterio y en el claustro. Sobre todo, que estas nuevas formas de oración deberían ser
concebidas por los mismos laicos y no extraídas de conferencias de “mesas redondas”
teológicas, las que están ya envueltas en el “buen olor” de los conceptos surgidos de las
mentes del claustro; estos conceptos van a estar organizados para peor porque las “mentes”
tenderán a infundir su formación sacerdotal o religiosa en las vidas de los seglares. ¡La
mística valedera demostrará ser la de “sin incienso” y la de “entre el hormigón y el asfalto!”
Hasta aquí hemos ofrecido una crítica principal de la Tercera Orden “viejo estilo”, de modo
tal que las verdades contenidas en su modo de vida propio, las que hasta ahora no se han
vivido de manera verdadera y, en consecuencia, secular, se afirmarán en delante de manera
depurada.
II. La Tercera Orden Dominicana
Con estos antecedentes y como resultado de esta inspiración, la Tercera orden “nuevo estilo”
debería ser vista formalmente como un movimiento apostólico laico. Efectivamente, la
Tercera orden es la extensión en el mundo de la Primera Orden, pero vista en sentido
apostólico; luego, en este sentido, como un “movimiento laico dominicano” (8). ¿Qué se
contiene en esta expresión? Lo aclararé en tres secciones:
A. La naturaleza secular de los Terciarios
La expresión define en primer término la vida secular completa tal como ha sido explicada
esquemáticamente más arriba; por lo tanto, implica, en consecuencia, la vida del laicado en su
misión dentro de la Iglesia y del mundo, con el énfasis puesto en el “apostolado en el mundo”.
De todo esto surgirá un personal modo de vida religioso más consciente, del cual el núcleo
esencial será la dedicación a Dios con sus implicaciones de negación de sí mismo y la
consiguiente inspiración evangélica. Visto así, el apostolado de los miembros de la Tercera
Orden no va a ser una “ayuda” para los frailes en sus labores apostólicas. Su finalidad será
sobre todo: presentarse conscientemente en el mundo como un laico apostólico cristiano.
Podríamos objetar que todo esto lo podemos encontrar en todos los movimientos laicos que
han aparecido durante este siglo. Muy cierto, pero ellos lo han desarrollado mientras que la
Tercera Orden ha dejado pasar esta oportunidad de oro. ¿Acaso no es lo que ahora llamamos
“actio catolicorum” e incluso “actio catolica” (vistas desde el punto de vista Dominicano, y
que no hemos renovado hasta ahora) algunas de las inclinaciones más profundas que
Domingo tenía previstas para su movimiento laico? La acción católica, los centros de
instrucción religiosa, el trabajo social, el trabajo de los conversos, La Legión de María, etc.,
7
todas han aparecido cercanas a la Tercera Orden, de modo que su tendencia más profunda, ya
no pueda reconocerse. Cuántas excelentes oportunidades hubieran podido constituir para la
Tercera Orden. Pero los movimientos laicos más activos han crecido fuera del útero de la
Tercera Orden, de modo que las Terceras Órdenes así como las Cofradías de Nuestra Señora
existen y son conducidas como un residuo pálido que sólo puede dar testimonio de glorias
pasadas y que no creció junto con las necesidades de los tiempos. Precisamente por esta razón
ya no pedimos consejo a la Tercera Orden. Se ha convertido en una sociedad de oración y
devoción para la gente que, por uno u otro motivo están en contacto con nuestros claustros, se
reúnen en oración con los amigos del convento y ayudan a los frailes en sus obras. Una vez
más, no voy a negar que algunos de sus miembros por medio de su “incorporación” y de su
vida de oración no hayan hecho este apostolado, y que muchos, en el silencio de su vida
personal dentro de la Tercera Orden no hayan alcanzado la santidad siguiendo su Regla.
Quizás habrá muchas personas que opinarán que porque han surgido nuevas organizaciones
de apóstoles laicos que, además, gozan del respaldo de toda la jerarquía eclesiástica, la
Tercera Orden debería permanecer simplemente como un conjunto de amigos de los
Dominicos, los cuales por sus relaciones con nuestra casa, se convierten frecuentemente en
objeto de celo pastoral para nuestros Frailes. Todas las casas, incluso aquellas órdenes y
congregaciones que carecen de Terceras Órdenes, tienen algo similar; por lo tanto, lo que ya
existe en nuestro caso debería subsistir. Hay que hacer algo para conseguir este acercamiento.
b. Cooperación laica con la Primera Orden
La frase “miembros de la Tercera Orden” puede recibir un significado mayor que el antedicho,
aunque nos va a ser difícil aquí hablar de un “correcto espíritu Dominicano”, y ciertamente no
vamos a tejer una “mística” casi interminable alrededor del concepto de “homo Dominicanus”
(como lo hace fray Yves Congar en el artículo ya citado: ver más abajo).
La Tercera Orden presupone una vida laica completa con su tarea en el mundo y en la Iglesia.
(9) Sin embargo, como Terciario, el laico vive su vida eclesial y terrena del apostolado seglar
desde un pinto de vista propio; este punto de vista es la única causa real de la diferencia entre
la Tercera Orden y las muchas otras formas de espiritualidad laica y apostolado laico. ¿Cuál
es, pues, este punto de vista diferenciador?
Tiene que ver con la Tercera Orden Dominicana. Esto quiere decir que estos laicos intentarán,
desde su situación seglar, alcanzar los fines de la Orden Dominicana. El fin especial de la
Primera Orden es el “zelus animarum”, el apostolado en sentido universal de la palabra con el
énfasis puesto en la proclamación de la Palabra (es su sentido más amplio). Los miembros de
la Tercera orden son, pues, laicos cristianos que están involucrados con el apostolado de la
Primera Orden. (Se podría señalar que esto, con el añadido del “carácter Dominicano”, es
aproximadamente la definición de la Acción Católica, es decir, la cooperación laica con un
cuerpo sacerdotal, en realidad, ¡con el cuerpo sacerdotal Dominico! Esta propiedad del
laicado, además, está maravillosamente a tono con las necesidades e inquietudes
contemporáneas que prevalecen en la cura pastoral de las almas. Lo cierto es que, en muchos
casos, están llevando a cabo un apostolado que, cuanto más tiempo se mantenga, hace que el
trabajo propiamente sacerdotal quede relegado a último término. Sería mejor que estas formas
de apostolado fueran encargadas a los laicos. Hablo de generalidades para que no se ofenda
ninguna sensibilidad particular. El apóstol laico moderno es suficientemente capaz, de modo
propio, personal y responsable, de tomar a su cargo muchos de los empeños apostólicos de
nuestros frailes, de modo que los sacerdotes Dominicos puedan hacerse cargo de la tarea
puramente sacerdotal, ¡ahora tan frecuentemente dejada por el camino! De este modo, la
8
Tercera Orden puede participar en el apostolado puro de la Primera Orden, y el radio de
acción de esta última a través de los Terciarios podría extenderse aun más. Los frailes podrían
tener un complemento de su propio apostolado en el mundo, que la Tercera Orden misma
podría hacer que resultase más fructífero. La vida de la Tercera Orden es un caso especial de
cooperación apostólica entre laicos y sacerdotes. Lo que es especial en este caso es que hay
una cooperación operativa y apostólica entre los laicos y el apostolado sacerdotal de una
Orden religiosa inconfundible.
La autoridad del director de la Tercera Orden, que debe ser un fraile, deberá determinar la
llamada específica de los miembros individuales de La Tercera Orden a la luz de este
principio de cooperación apostólica. Por lo tanto, resulta que el prior, por definición, que
coordina el apostolado de sus frailes, deberá también ser director de la Tercera Orden en su
área –en todo caso, esta forma parecería ser la mejor de las requeridas por la misma esencia
de la Tercera Orden, vista como armazón seglar del apostolado sacerdotal de la Orden.
Considerando que la provincia Dominicana misma debe acompañar, dirigir y controlar el
ministerio de los frailes según un plan definido, se desprende de la esencia de la Tercera
Orden que el provincial, en este caso sin la ayuda de un promotor provincial, tenga la
supervisión final sobre la coordinación de este apostolado laico con el ministerio de sus frailes.
C. Espiritualidad Dominicana
Llegados a este punto, aun no hemos terminado. La cooperación exige para todos una
mentalidad unificada; a esto podemos llamarlo “espiritualidad” característica. En
consecuencia, los Terciarios, en su cooperación apostólica con la Primera Orden, tendrán su
propia espiritualidad.
No nos encaprichemos con esta palabra. En realidad, depende de la cantidad de liderazgo
espiritual otorgado por los Frailes Dominicos. Si queremos darle un contenido significativo a
las palabras “espiritualidad Dominicana”, inmediatamente surge que esta espiritualidad no
debe separarse de las formas conventuales esenciales de la naturaleza monástica de los
Dominicos. Si separamos esta espiritualidad de sus formas conventuales, entonces el aspecto
propiamente Dominicano se “destruye”; entonces sólo preservamos, permitidme que me
exprese así, el “contemplari” y el “contemplata aliis tradere”, un lema mediante el cual santo
Tomás en su Summa no expresaba el ideal dominicano propiamente dicho (ya había tratado
concretamente este punto antes), sino la forma esencial de cada apostolado cristiano (y por lo
tanto no solamente Dominicano).
La espiritualidad Dominicana, separada de las formas monásticas Dominicanas concretas en
las cuales la divisa cristiana general de “contemplata aliis tradere” recibe su carácter
distintivamente Dominicano, es naturalmente, una expresión incorrecta. Es únicamente válida
para los frailes, hermanos y hermanas Dominicanos. En este punto ya, podríamos lamentar
que la magnífica oportunidad que el Padre Loew había ofrecido a la Orden, no haya sido
aceptada, es decir un instituto secular Dominicano donde se ubicarían, como nuevo apéndice
de la Orden Dominica, verdaderos “Dominicos seglares” de los consejos evangélicos, que se
encontrarían, sin embargo, en la condición de laicos totales en el mundo. (10) Aquí tuvimos
una buena oportunidad no sólo de encontrar una solución feliz al problema de los “sacerdotes
obreros”, sino también de unir la tendencia ya fuertemente creciente en la Iglesia respecto del
apostolado de los institutos seculares como órganos poderosos en el dinamismo apostólico de
la Primera Orden para el servicio de la Iglesia. La Tercera Orden hubiera podido entonces
9
obtener su significado propio totalmente correcto como armazón seglar del instituto secular
Dominicano, por supuesto sin los votos de este instituto. No obstante, no fue aceptado y ahora
funciona fuera de la Orden. Visto desde el punto de vista de la Iglesia, sólo nos queda
regocijarnos de que “Cristo sea predicado”. Desde el punto de vista de nuestro apostolado
específicamente Dominicano, es más fácil lamentar que esto haya pasado de largo porque,
progresivamente, es decir, a través de nuestro instituto secular y la Tercera Orden, el
apostolado Dominicano podría haber penetrado en todas las dimensiones de la vida humana,
privilegio del que ahora no disfrutamos. Que pronto otros lo hagan, no puede sino alegrarnos;
pero la cuestión permanece. En las situaciones contemporáneas, que se modifican
básicamente, ¿todavía mantenemos bastantes tendencias hacia el propósito apostólico
Dominicano original como lo previó Domingo, siguiendo los requerimientos de las
circunstancias de su época? Esto nos supera; lo único que nos preocupa ahora es la Tercera
Orden.
Si no tenemos el valor de atrevernos valientemente a adoptar este modo de vida apostólico en
la Tercera Orden, antes o después, la Tercera Orden va a desaparecer, porque no se
encontrarán más jóvenes que vean en ella alguna oportunidad cristiana. Su dinamismo
cristiano será atraído por muchos otros nuevos organismos. En este sentido, ya es tarde para
reflexionar. Por este motivo, no voy a proyectar ninguna falsa expectativa para el futuro, por
mucho que lo queramos. Una Orden también debe atreverse a reconocer una causa perdida.
Tampoco voy a ser tan pesimista, aunque debo reconocer que han fracasado los intentos
realizados en este país y en otros sitios para erigir una Tercera Orden para jóvenes. (11) Esta
situación aparece no sólo en el caso de los jóvenes sino también con la misma Tercera Orden
“viejo estilo”. Una vez más repito que la Tercera Orden cumple una función que no podemos
suprimir: es una oportunidad para personas mayores, quienes a partir de su anterior vida
cristiana de trabajo diario sienten, en sus últimos años, la necesidad de llevar una vida de
oración más intensa.
Cuando nos preguntamos sobre el carácter Dominicano de la Tercera Orden debemos colocar
el sello “Dominicano” a la cooperación laica con el apostolado que realiza la Primera Orden y
así, simultáneamente, dentro de la espiritualidad de una familia, recibir a su vez, la inspiración
gracias a esta cooperación. De esta cooperación y de la dirección espiritual (principalmente a
través de nuestro actual modo de vida Dominicano que ha tenido poder de expansión) se
manifiesta el tipo personal de vida de los miembros de la Tercera Orden, lo que, dentro de la
Orden Dominica llamamos “espiritualidad Dominicana”. En este concepto se pueden ver,
primeramente, estas señales distintivas (que, sin embargo, no pertenecen exclusivamente a
nuestra Orden), en segundo lugar, el concepto de gracia Dominicano, mediante el cual nuestra
actividad contemplativa y apostólica se ve como la acción de Dios dentro de nosotros y a
través de nosotros -- con todas las consecuencias respecto del ambiente dentro del cual se
ejecuta nuestro objetivo—y, al mismo tiempo, el sentido Dominicano de la vida en el mundo.
Propongo para esto, de acuerdo con santo Tomás, opuesto a otras grandes escuelas de
pensamiento medievales, la comprensión de las “estructuras mundanas” (que santo Tomás
llamaba “causas secundarias”, y que no debemos perder de vista por nuestro geocentrismo).
Más aun, esta doble sensibilidad Dominicana puede bien ser llamada especialmente
contemporánea, ya que toda la problemática moderna actual va a peor en el contexto del
problema de la relación entre el “servicio de Dios” y la “vida en el mundo”. La Tercera Orden
puede dar razón del adjetivo “Dominicano”. Por este motivo la Tercera Orden Dominicana
significa:
10
“Bajo la coordinada dirección de los frailes Dominicos, dentro de su espíritu de diálogo con
Dios y con el mundo, muchos laicos conscientemente cristianos trabajan juntos (cooperan)
dentro de un vínculo de vida con la Primera Orden, precisamente y sobre todo en aquellos
sitios donde el sentido sacerdotal y religioso Dominicano no puede penetrar en los ámbitos
del mundo”.
Junto con estos dos fundamentales factores distintivos de los Dominicos, y bajo su dirección
espiritual cooperativa, debería impartirse a los Terciarios otros tipos de puntos de vista
espirituales Dominicanos –por ejemplo, el equilibrio para juzgar, la sensatez de la fe, el
profundo espíritu de confianza en Dios, la alegría, etc. Sin embargo, hemos de tener cuidado
en acentuar la característica Dominicana en otros factores distintivos similares,
principalmente porque podemos asegurar, en la actualidad, que los no Dominicos encarnan
estos así llamados “atributos Dominicanos” de manera más excelente QUE NOSOTROS
MISMOS. Todos los movimientos cristianos espirituales modernos, influidos por la Biblia y
que enfatizan el concepto de “hombre total”, se dirigen hacia un ensayo de síntesis entre el
“servicio de Dios” y la “vida del mundo. De este modo, se hace revivir el concepto de gracia
procedente de la Escritura. Ideas tales como la confianza en Dios, la alegría de vivir, lo
razonable de la fe, y el equilibrio de toda la personalidad humana y cristiana, ocupan
posiciones clave. Por todo esto, la “espiritualidad Dominicana” genuina, en el verdadero
sentido de la expresión, no puede ser arrancada de sus formas monásticas de las cuales deriva
su carácter distintivo propio.
Realización de la Tercera Orden “Nuevo Estilo
En esta sección comentaremos lo expresado en el título. La orientación práctica de la Tercera
Orden “Nuevo Estilo”, junto con las formas del “Viejo Estilo”, constituyen un puzzle
complejo que nos va a exigir mucho tacto así como delicadeza.
De existir interés por cualquiera de las perspectivas que acabo de señalar, será necesario, en
cada caso, organizar una Regla totalmente nueva para los Terciarios. ¡Declaro que no
podemos mantenernos al margen de la historia! Aparte de las normas generales para la vida
espiritual de los laicos, en esta regla debería incluirse un capítulo sobre el “apostolado en el
mundo” y sobre una ética ocupacional para los miembros de la Tercera Orden que la van a
necesitar en sus funciones como apóstoles laicos. Más aun, se podrían dar indicaciones para
una adecuada cooperación apostólica de estos laicos con nuestro cuidado pastoral de las almas.
En este caso además, la autonomía de este apostolado laico y su independencia de la autoridad
de la Orden Dominicana deberían quedar claramente expresadas. La educación
intelectualmente teológica (para usar una frase rebuscada) de nuestros frailes debe llegar al
corazón de estos miembros de la Tercera Orden. De hecho, hemos notado que en algunas de
nuestras ciudades, los “Centros para el Conocimiento Religioso” funcionan a espaldas de la
Tercera Orden. ¡Otro caso que indica que la Tercera Orden no se pone al día! Aquí podría
aparecer otro atributo Dominicano.
En este último análisis hecho, el apostolado correcto de los miembros de nuestra Tercera
Orden podría consistir en el “apostolado en el mundo” y en su testimonio cristiano de fe,
dondequiera aparezca en las variadas situaciones de sus vidas, en sus familias, mundo
profesional, relación cotidiana con la gente, función en la sociedad. Los miembros que
cooperan directamente con el apostolado de la Primera Orden “a tiempo completo” o que la
ayudan frecuentemente en sus horas libres, formarán un núcleo más pequeño.
11
No se es miembro de la Tercera Orden por el solo hecho de ser cristiano, ni por el deseo de
vivir como un apóstol, ni tampoco por estar en contacto con un claustro Dominico; la vida de
la Tercera Orden, debería consecuentemente, estar basada en la decisión de adoptar una vida
especial –un compromiso; esto no necesita demostración. Pero palabras tales como
“profesión”, “vestidos” y otras similares son inapropiadas para expresar la inspiración
propiamente religiosa y seglar que hay detrás de este compromiso con un modo de vida.
De todo esto se desprende que una institucionalización de la Tercera Orden debe originarse
sólo en la experiencia y nuevos usos de la Tercera Orden “Nuevo Estilo”; entonces y sólo
entonces, podrán las autoridades de la Orden Dominicana institucionalizarla y codificarla para
que, a la luz de esta experiencia, puedan comunicarles a los miembros nuevos, no sólo su
apoyo, sino su categoría canónica.
Conclusiones
En conclusión, podemos afirmar que el término “Dominicos Seglares”, en el sentido completo
de la palabra, únicamente podría aplicarse a un “instituto secular” Dominicano eventual, que
se añadiría a nuestra Orden como miembro nuevo. Tal instituto sería más propiamente una
Tercera Orden. Hablar de “Dominicos Seglares” dentro del contexto de los miembros de
nuestra Tercera Orden laica sigue siendo una expresión impropia. En verdad no sé cuál sería
el mejor modo de llamarlos, ya que no queremos vaciar completamente de contenido nuestros
conceptos y palabras. Varios de los títulos que pueden tomarse en consideración son “per
denominationem extrinsecam” (a diferencia de hermanos laicos, congregaciones de hermanas,
y un eventual “instituto secular”, únicos que son esencialmente Dominicanos), es decir, la
cooperación con la dirección espiritual de los Dominicos. De esta manera, las características
de la Tercera Orden estarían íntimamente relacionadas con el espíritu de la Primera Orden.
Sería entonces más lógico llamar a nuestras hermanas y hermanos de clausura sin distinción,
Segunda Orden, a los eventuales institutos seculares Dominicanos, Tercera Orden, y
finalmente a nuestros actuales Terciarios, armadura seglar en el mundo, lo que los Dominicos
mismos, siguiendo su vocación original, deben representar para la Iglesia y para el mundo.
Los miembros de la Tercera Orden son, pues, el límite exterior del radio de acción apostólico
de la Orden y se encuentran donde el “zelus animarum” de la Orden está profundamente
enraizado en las dimensiones terrenas de familia y sociedad. De ningún modo constituye esto
una deslealtad de la verdadera Tercera Orden –muy por el contrario. Es consecuencia lógica
de la situación completamente terrena de los Terciarios. Cualquier otra concepción del tema
iría contra la corriente eclesial actual, y decididamente fracasaría.
No he hablado de cosas bonitas que tal vez os gusten más. Pero pienso que, siempre que no
nos aferremos a características pasadas de moda y obsoletas, siempre puede existir todavía un
futuro promisorio para la Tercera Orden “Nuevo Estilo”. Me opongo terminantemente a que
nadie contemple estas proposiciones, sugeridas con vacilación, como una deslealtad a la
tradición Dominicana. No sólo porque la más alta autoridad de la Orden ha planteado la
cuestión de la Tercera Orden en una posición precaria, sino fundamentalmente en razón de
una Regla de nuestras Constituciones que tal vez no haya sido apreciada satisfactoriamente.
De acuerdo con esto, y con la confianza en la “gratia originalis” de nuestra Orden –para usar
una expresión del Padre Cormier—la adaptación flexible a las nuevas características actuales
se indica como ley fundamental. Esta frase osada, que podría ser objeto de envidia para todas
las otras órdenes y congregaciones, aparece al comienzo de las Constituciones Dominicanas:
“Los medios establecidos por nuestro Santo Padre para cumplir los fines de nuestra Orden son:
12
Además de los tres solemnes votos de obediencia, castidad y pobreza, la vida regular con
observancias monásticas, el solemne recitado del Oficio Divino, y el estudio asiduo de de la
sagrada Verdad. Estos medios no pueden ser eliminados ni cambiados sustancialmente en
nuestra Orden”. (Const. N. 4, sec. 1) No creo que aparte de los “librepensadores” de la Iglesia
–lo que algunos han tenido la bondad de llamarnos—ninguno de los Institutos religiosos haya
previsto en sus propias Constituciones este inmenso principio de plasticidad y continuo poder
de renovación. Por esta razón no necesitamos recurrir a la tradición para solucionar los
problemas apostólicos modernos. Pero sin embargo, tampoco contradecimos simultáneamente
la tradición constitucional original de la Orden. En el espíritu de nuestras Constituciones, la
Tercera Orden cuenta todavía ¡con un futuro magnífico!
Notas Complementarias
Con la finalidad de explicar y anticiparnos a los malos entendidos, quisiera, como conclusión,
señalar algunas definiciones y conceptos teológicos encontrados en los términos
frecuentemente empleados en este artículo.
A. Mundano o Secular (secularismo): Entendemos por esto la “presence au monde”
(“presencia en el mundo”), pero como parte de la actitud totalmente religiosa ante la
vida, es decir la de realizar en el mundo una tarea terrenal. (Esto abarca no sólo la vida
vocacional terrenal, que no comprende a toda la vida humana, pero sí a la totalidad de
la vida en el mundo). “Secular” o “terrenal” están en oposición a: (1) “del mundo”, es
decir el “mundo” en el sentido “juanista” de mundo pecador; o la actitud de los
hombres que se conducen de tal manera en el mundo que no alcanzan a apreciar el
carácter supraterrenal de la redención –que el Reino de Dios no es de este mundo.
También están en oposición a: (2) “lo profano”, es decir, lo mundano, puesto que esto
ahora no se incluye en un modo de vida religioso (en lo material, pues, esto coincide
con “terrenal o secular”. (3) la vida religiosa, que es el estado de vida que construye su
estructura sobre la trascendencia del mundo de la gracia por encima de lo terreno. En
consecuencia, por su misma naturaleza, un religioso es no secular.
B. Laico (persona laica, laicidad): Estas palabras se usan a veces (no teológicamente)
como sinónimos de terrenal, secular y laico (se aplican a lo no sacerdotal, a lo no
religioso). Teológicamente, tienen también otra distinción. Un laico es un miembro
ordinario de la comunidad de la Iglesia para distinguirlo de los miembros
especializados (el clero).
Sin embargo, la persona laica puede vivir su laicidad eclesial; lo puede hacer de dos formas:
de forma secular o de forma religiosa no secular. En el segundo caso se encuentran los
hermanos y hermanas. En el primer caso, los llamados laicos en el mundo y (aunque visto
desde el núcleo de vida de perfección evangélica) también la laicidad de un instituto secular.
C. El “estado de perfección”: Desde la fundación de los institutos seculares, no coincide
con la vida religiosa. La vida religiosa es por naturaleza, “no secular”, mientras que en
el cuarto grado canónico de los estados de perfección (institutos seculares) los
consejos evangélicos (bajo la forma de votos, promesas o juramentos) se viven de
modo secular, es decir, en el mundo o hacia el mundo, igual que otras actividades
seculares. Por lo tanto, la laicidad puede no ser sólo una parte de una actitud de vida
13
totalmente religiosa, sino también la vida de perfección evangélica en el sentido
canónico de la palabra. Precisamente por esta razón, debemos manejar la frase “huida
del mundo” (fuga mundi) con mucho cuidado.
D. La actividad secular de los religiosos (es decir, de los consagrados a Dios de manera
no secular) constituye su propio problema. En este artículo no hemos tocado este
problema.
NOTAS AL PIE DE PÁGINA:
1. Originariamente, este artículo fue publicado por la Revista Terciaria Holandesa,
Zwarp of Wit, en agosto-septiembre de 1960. Antes de ser publicado, se distribuyó
como conferencia dirigida a los directores y administradores de la Tercera Orden,
primeramente en Lovaina en junio de 1960 y luego en Utrecht el 29 de junio de 1960.
(trans. Nota al pie)
2. “On-laiccal”. Este es justamente, un término difícil de traducir. Schillibeeckx emplea
“laicaal”, “monachaal”, “teologal”, y “kerkelijk” para enfatizar los significados
concretos de las raíces de esas palabras, en oposición a los aspectos abstractos y
estructurales que, tan a menudo, se relacionan con palabras como “eclesiástico” y
“teológico”, etc. Para excelentes explicaciones de estos términos y otros similares, ver:
E. Schillebeeckx, O.P., El Sacramento del Encuentro con Cristo (Nueva York: Sheed
& Ward, 1964), especialmente las notas al pie de las pp. 19 y ss. (trans. Nota al pie)
3. “Kerklijk-sacrale”: Esto se traduce según lo arriba expuesto para separarlo del
significado algo oscuro de la palabra “eclesiástico”, que indica una ceremoniosa
estructura de autoridad. El Padre Schillebeeckx considera aquí a la iglesia como una
sociedad sobrenatural, Cuerpo de Cristo, vida nueva en la tierra. (trans. Nota al pie)
4. Desde este punto de vista escribí el artículo “Deleek in de Kerk” (“El Laico en la
Iglesia”) en Tijdschrift voor geestelijk Leven 15 (1059) 669-694, pero este punto de
vista no puede identificarse con la definición de laicado que yo ya había dado en la
primera parte del artículo.
5. Ver; “De kerkelijkheid van de godsdienssstige mens” (“El Carácter Eclesial del
Hombre Religioso”), TGL 15 (1959) 108-131; a partir de entonces ha aparecido un
artículo similar de K. Rahner en el cual se desarrolla una percepción similar: “Die
Sakrament be Grundlegung des Laienstandes” (“La Base Sacramental del Laicado”)
en Geist und Leben 33 (1960) 119-132.
6. No se habla aquí de sacerdotes seculares y religiosas que son miembros de la Tercera
Orden, porque constituyen un asunto aparte.
7. No voy a considerar aquí si esta expresión: “espíritu de los consejos evangélicos”
puede justificarse bíblica y teológicamente, ni tampoco de qué manera podría hacerse.
En otros tiempos se han realizado muchas declaraciones dentro del contexto de los
consejos evangélicos, que entonces se identificaron con los votos religiosos, de modo
que, cuando no se toman en cuenta dichos votos, lo que queda se llama solamente “¡el
14
espíritu de los consejos evangélicos!” Se podría dar vuelta a la cuestión. Quienquiera
denominara a la vida cristiana como vida esencial de los votos “según el espíritu”,
negaría implícitamente que los valores terrenales, en el último análisis, pudieran ser
redimidos, y al hacer esto, afirmaría, al menos en un aspecto, que existe una tragedia
en la redención de Cristo. Espero exponer este tema más extensamente junto con un
análisis de la vida de perfección de acuerdo con las Escrituras, que aparecerá en TGL.
8. “¿Qué hay en un nombre?” El término “Tercera Orden” como tal, no indica ninguna
idea de lo “claustral”. “Orden” es una palabra medieval para expresar una cofradía o
“corporación”, ya fuera religiosa o profana –por lo tanto, en la Revolución Francesa,
“tierce ordre” (o “etat”) venía a significar una posición social. A partir de estos
conceptos profanos de las actitudes sociales llegamos a hablar de “ordines” también en
el terreno religioso. En nuestros días, el significado original se ha perdido y por esta
razón, el término “Terceras Órdenes” suena inmediatamente en nuestros oídos como
noción de “orden religiosa”. “Orden Laica de San Pablo” es una exprsión que describe
un “instituto secular” existente. Por este motivo, “Orden Laica de Santo Domingo”
sería el nombre más acertado para un instituto secular Dominicano, pero no para la
Tercera Orden, la que podría llamarse simplemente, por ejemplo, “Sociedad Laical de
Santo Domingo”.
9. Lo que esto incluye se explica esquemáticamente en “Dek leek in de Kerk”, op. cit.
10. En este tema brota una dificultad que surge de los documentos papales sobre institutos
seculares. Estos documentos indican expresamente que un instituto secular puede muy
bien depender de una orden religiosa , pero, sin embargo, deberá mantener una
independencia completa de ella. El objetivo de esta medida es salvaguardar el modo
de vida expresamente no conventual que se encuentra en el instituto secular. Empero,
la dificultad actual resulta insuperable. De hecho, la mayoría de las hermanas
Dominicas no están sujetas a la supervisión de la orden y, no obstante, pertenecen a la
gran familia Dominicana. Así, un instituto secular podría ser Dominicano y a pesar de
eso, seguir teniendo independencia interna. Pero, en caso de necesidad, los
documentos papales también les permiten una dependencia genuina.
11. Lo que aquí se ha expuesto, se aplica, en todo caso, a nuestros círculos europeos
occidentales. Tal vez la situación pudiera ser diferente en los círculos eclesiales
meridionales, los ibéricos y anglo sajones. De estas variaciones se podrá apreciar, por
ejemplo, que la autoridad central de la Orden podría estar menos inclinada a
implementar alegremente nuestras sugerencias europeas occidentales. No debemos
olvidarnos ni por un momento de que existe una diferencia entre “poder doctrinal”
(quiero decir, la verdad intrínseca de los argumentos que proponemos) y “poder de
gobierno”. Este último podría, quizá, apuntar en una dirección diferente de la que
hemos ideado sin negar, al hacerlo, la fuerza interior y la justificación de nuestras
consideraciones.
Traducido del inglés por Dª Estela Sánchez-Viamonte, OP
15
Descargar