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Manuel Velasco Coello
GoBernador deL estado de cHIaPas
Juan Carlos Cal y Mayor Franco
dIrector GeneraL deL conecuLta-cHIaPas
Susana del Pilar Utrilla González
coordInadora oPeratIVa técnIca
Marco Antonio Orozco Zuarth
dIrector de PuBLIcacIones
© Los creadores, Por sus oBras.
© Los autores, Por sus teXtos.
Los textos de la presente publicación son producto de una investigación
efectuada por el doctor Mario Artemio Aguilar Nandayapa (profesor de
la UNACH), en el periodo del Año Sabático 2014 (agosto-diciembre).
D.R. © 2014. Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas,
Boulevard Ángel Albino Corzo 2151, Fracc. San Roque, 29040, Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas.
[email protected]
Dos movimientos sociales
en la gráfica chiapaneca
Dos
movimientos
sociales en
la gráfica
chiapaneca
Mario Nandayapa
Guerra de Castas chiapaneca
Litografías del siglo XIX
José Pedro Martínez
a
Mapaches 1914-1920
Grabados del siglo XX
Franco Lázaro Gómez
Presentación
Chiapas es una entidad donde el arte, en ocasiones, es un mar que
explora la historia, la transforma y nos deja testimonio de lo ya
acontecido para, de esta manera, generar un conocimiento y no caer
en el equívoco. Pero también es cierto que estos equívocos se reiteran porque somos ignorantes de los sucesos que trascienden en
unos cuantos, en un sector en específico que busca el conocimiento a
partir de la indagación e investigación de dichos eventos.
Las artes visuales, por su naturaleza estética, nos otorgan una
visión nueva, fresca, que exige a nuestras pupilas y al mismo tiempo nos invita a la reflexión y que además revive ese momento que
trascendió tanto como para ser plasmado en una obra de arte, y la
historia de nuestro estado es digna de ser configurada en una obra
de arte.
Algunos ya lo han hecho, como es el caso de José Pedro Martínez,
quien deja trazos de uno de los sucesos más relevantes de la historia:
la Guerra de Castas en 1869. Movimiento cuyas razones y motivos
fueron sin duda generados por los excesos y la explotación que padecían los poblados indígenas.
Franco Lázaro Gómez, quien naciera en la Heroica Chiapa de Corzo: cuyo buril trazaba de manera virtuosa la realidad de un pueblo que
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
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se consolidaba como uno de los más importantes de Chiapas, pues su
condición cultural, su historia siempre viva a través de sus celebraciones, su gastronomía y su sincretismo, que refleja la fuerte herencia indígena de los chiapanecas, fueron grandes referentes para la creación
de sus magistrales grabados. Sin embargo, no únicamente plasmó lo
ya dicho, el grabador, ícono de la gráfica de Chiapas, se interesó en
uno de los momentos más importantes de la vida revolucionaria de
Chiapas: el Mapachismo. Dicho movimiento armado logró traspasar
su momento inmediato gracias a las huellas que el arte va dejando a
través de sus creadores, y la gráfica no es la excepción. Franco Lázaro
Gómez logró crear un exquisito reflejo de las batallas, sucesos y protagonistas que esta guerra dejó.
Por ello, en el 190 aniversario de la Federación de Chiapas a México, el Gobierno del Estado de Chiapas, a través del CONECULTA-Chiapas, retoma decididamente la propuesta Cultura para la Armonía que
ha impulsado el CONACULTA en su 25 aniversario.
En esta ocasión, gracias a la labor tenaz de Mario Nandayapa,
quien es un estudioso de la gráfica chiapaneca, y con mayor puntualidad sobre la obra del chiapacorceño, tenemos la oportunidad de
ofrecer, por primera vez, estas dos series gráficas que nos ofrecen
José Pedro Martínez y Franco Lázaro Gómez, las cuales pertenecen
a la colección del Observatorio de la Salvaguarda del Patrimonio
Material e Inmaterial de Chiapas, ubicado en Chiapa de Corzo.
Juan Carlos Cal y Mayor Franco
Director General
En vista de los actos vandálicos de que viene siendo víctima la familia
chiapaneca por parte del odioso grupo armado que ha invadido el suelo chiapaneco enviado por el gobierno Carrancista sin otra bandera
que pisotear nuestras instituciones políticas, base de nuestra soberanía y declararse dueños de honras, vidas y haciendas, sembrando por
todas partes el dolor y la miseria y atacando lo que demás sagrado
tiene el hombre, el hogar; hemos resuelto, los suscritos, levantarnos
en armas en defensa de la sociedad, con los elementos que el Pueblo
Chiapaneco justamente indignado pueda darnos; siendo de advertir
que no cejaremos en nuestros propósitos hasta ver lograda la expulsión del filibusterismo carrancista del territorio del Estado, así como
poner al frente de los destinos del mismo, un gobierno legítimamente
emanado de la voluntad, del Pueblo Chiapaneco que tiene, más que
cualquiera otro de los que forman la Federación Mexicana, el derecho
de exigir el debido respeto a su soberanía. Esto acordamos y firmamos en Verapaz, Ribera de Canguí, Departamento de Chiapa, a los
dos días del mes de diciembre de mil novecientos catorce, reconociendo desde luego nosotros y los que nos sigan, como jefe y con el
grado de Coronel al ciudadano Tiburcio Fernández Ruiz, quien está
presente y desde luego se pone al frente de las fuerzas referidas.
Fausto Ruiz C. (Rúbrica)
Bersabé Ruiz (Rúbrica)
Sóstenes Ruiz C. (Rúbrica)
Venturino Ruiz (Rúbrica)
Antonio Ruiz C. (Rúbrica)
Francisco Ruiz C. (Rúbrica)
Acta de Canguí,
2 de diciembre de 1914, Chiapa de Corzo, Chiapas.
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NUEVA CURADURÍA
Los colores de la memoria
La presente muestra gráfica tiene sus antecedentes en los primeros
grabados o sellos que se realizaban en México y se encuentran en las
culturas precolombinas antes de la presencia española; para realizar
estos grabados y pudieran ser estampados los hacían de madera,
hueso y principalmente de barro cocido; las formas eran planas,
cóncavas y cilíndricas, algunas de ellas fueron rescatadas en la zona
arqueológica de Chiapa de Corzo. Por cierto, los primeros dibujos
científicos que se efectuaron respecto a estos sellos, los esbozó el
grabador chiapaneco Ramiro Jiménez Pozo (1934-2010).
Después de la llegada de los españoles se inició un proceso de
evangelización para imponer la nueva religión, así como la lengua
castellana y las tradiciones españolas a los indígenas del país.
Ésta era la tarea de los misioneros y para ello utilizaron sistemas
pictográficos a fin de asegurar la comprensión de sus enseñanzas
haciendo libros con imágenes de la doctrina católica. De ese periodo
existen importantes vocabularios y gramáticas de las lenguas
nativas de Chiapas, como es el caso de la Doctrina cristiana de la
lengua chiapaneca, escrita por el P. M. fray Luis Barrientos, de la
Orden de Predicadores de Santo Domingo.
Este sistema de impresión se basa en la utilización de piedras
calcáreas. La piedra debe estar limpia y nivelada (para ello se utiliza
otra piedra y se frotan entre sí usando un polvo abrasivo hasta
obtener una superficie lisa), para luego dibujar sobre ella (se deben
usar crayones o utensilios grasos y la piedra no puede ser tocada
con la piel o algún otro producto pues puede mancharla en este
punto del proceso) al tener el dibujo se pone ácido nítrico y goma
arábiga, lo que hará que la parte dibujada rechace el agua. Una vez
realizado, se moja la piedra y se aplica la tinta uniformemente con
un rodillo. Al final se coloca el papel sobre la piedra y se ejerce
presión para así lograr la impresión. Sí lo que se quiere realizar
es una cromolitografía (descubierta por Godefroy Engelmann en
1837), será necesario utilizar una piedra por cada color que se quiera
usar.
A finales del siglo XIX la litografía logra agregar relieve y dorado
a las obras, lo que logró que éstas tuvieran realce y realismo.
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NUEVA CURADURÍA
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
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El grabado en cobre (hueco) ya se ejecutaba en México a finales del
siglo XVI, pero el auge se debió a varios extranjeros, principalmente
a Samuel Stradamus, de Amberes (Bélgica). A inicios del siglo XVIII
hubo mayor número de grabados, se realizaron portadas de libros y
retratos, pero todo eso ocurre principalmente en el centro de México.
En la época de la Colonia se utilizaron planchas de grabados
españoles, flamencos, italianos y alemanes, para ilustrar obras impresas.
Y a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX varios miembros de
la familia Klauber desempeñaron el oficio del grabado.
El grabado popular cobra impulso en el siglo XIX, en ese periodo
sobresale Manuel Manilla (1830-1895), quien fue grabador en la
imprenta de Antonio Venegas Arroyo, en 1882; Manilla es pionero en
diversas formas de expresión impresa, utilizó principalmente el buril de
velo de varios hilos paralelos, para realizar gamas de grises.
Uno de sus discípulos es José Pedro Martínez, quien por encargo
realizará la serie de litografías Guerra de Castas chiapaneca, conformada
por ocho imágenes que datan de 1872; en la resolución artística de
estas estampas está ausente el rigor académico propio de la época, es
decir, tanto por la intencionalidad expresiva del artista cuanto por la
resolución plástica material y conceptual del lenguaje de las formas en
el plano plástico. Una copia original de esta secuencia forma parte de
la colección particular de don Prudencio Moscoso Pastrana (1913-1991),
y una litografía más de este autor se integra a esta compilación que,
además de ser inédita, recrea otro momento importante de la historia
de Chiapas: la Batalla del 21 de octubre de 1863 suscitada en Chiapa
de Corzo o bien denominada Imperio en Chiapas (1863-1864); la fecha y
el título es “Sucesos de la noche del 23 de octubre de 1863”, lo relevante
de esta imagen es la presencia y participación aguerrida de la mujer
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NUEVA CURADURÍA
chiapaneca, misma que no es configurada en el discurso histórico
canónico, pero que se devela en esta litografía y en el poema épico
Chiapas, baluarte de México —La Guerra de Ortega, 1863— (publicado
por Editorial de Izquierda de la Cámara de Diputados en 1937) del
chiapaneco Galileo Cruz Robles (1887-1976).
Esta serie es de gran importancia para el patrimonio cultural de
Chiapas, ya que es un testimonio gráfico sobre un acontecimiento social
sucedido en esta entidad, el otro referente significativo le correspondería
a la litografía Incendio del Palacio de Gobierno de Chiapas, en agosto de
1863 (la fecha real de este suceso corresponde al 7 de mayo de 1863), del
prestigiado litografista Hesiquio Iriarte, mismo que es realizado por
encargo a los Talleres de Hipólito Salazar y que ilustra el libro Una
rosa y dos espinas publicado por la Imprenta del Porvenir, a cargo de M.
M. Trujillo en 1870, del novelista chiapaneco Flavio Antonio Paniagua
(1844-1911), y la portada de la novela Tocar el fuego, de la tetralogía
narrativa de Eraclio Zepeda, editada por el FCE en 2007.
Hesiquio Iriarte, Incendio del Palacio de Gobierno de Chiapas,
en agosto de 1863,
—LITOGRAFÍA, 1863—
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
15
La serie litográfica de José Pedro Martínez describe el suceso que
estalló en el paraje Tzajaljemé, en 1869, esta sublevación indígena
es conocida como la Guerra de Castas, encabezada por el dirigente
chamula Pedro Díaz Cuscat. Prudencio Moscoso, en el libro Rebeliones
indígenas en los altos de Chiapas que fuera publicado por la UNAM en
1992, describe en extenso este movimiento social de Chamula.
Como podemos constatar, son mínimos los testimonios gráficos
sobre los sucesos sociales acontecidos en Chiapas entre los siglos
XVI y XIX, eso mismo ocurre en la primera mitad del siglo XX, de
manera que en este periodo histórico el suceso más relevante será el
Movimiento mapache (1914-1920), siendo el grabador Franco Lázaro
Gómez (1920-1949) el único artista plástico que dejó constancia de
ello en siete grabados, y que si bien no le tocó presenciarlo de forma
directa, en cambio creció escuchando los múltiples relatos al respecto
en su pueblo nativo, Chiapa de Corzo.
Franco Lázaro Gómez (1921-1949) es considerado por la crítica
nacional como el primer artista plástico contemporáneo de Chiapas y,
pese a su trágica muerte a la edad de 27 años en el río Lacanjá durante
una expedición artística-científica, dejó un extenso legado artístico.
Un rasgo importante en la serie de grabados Mapaches 1914-1920,
del pintor oriundo de Chiapa de Corzo, que presentamos en esta
muestra gráfica es la técnica. Ésta consiste en hacer una imagen en
alto contraste. La tinta que se usa es de un solo color, así que las
formas de la imagen se verán en blanco y negro como principio. Todo
lo que se corte con la gubia será blanco o del color del papel sobre el
cual se imprimirá la imagen. Lo que permanezca en la placa de madera
será del color de la tinta o negro. Los medios tonos o grises se logran
alcanzar por medio de diversos tipos de cortes y la distancia entre
ellos también influye en la tonalidad.
16
NUEVA CURADURÍA
Se requiere de mucho oficio del grabador para conseguir imágenes
muy realistas, llenas de medios tonos. Actualmente el grabado no tiene
que ser así de depurado, lo que cuenta, además de otros factores plásticos,
es la expresividad del corte. El corte equivale a la pincelada de un pintor.
Franco L. Gómez perteneció a la Escuela de Artes Plásticas del INBA
en Chiapas, su fundación en este estado data del 9 de julio de 1945, cuando
los maestros —Jorge Olvera, Jorge Tovar, Fermín Rojas, entre otros—,
los alumnos —Ramiro Jiménez Pozo, Máximo Prado Pozo, Isauro Solís,
Carlos Selvas Sansebastián, Gustavo Cabrera, José Núñez y Franco
Lázaro Gómez— y los grabadores Héctor Ventura y Francisco Cabrera
Nieto, fueron miembros activos del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas
—el movimiento más importante en la historia cultural y científica de
Chiapas, constituido en 1948, y cuyo término aún no está establecido—;
el conjunto de la propuesta gráfica que emitieron como grupo permitió
la configuración sólida de un discurso plástico en Chiapas sin precedente.
Al respecto, comenta certeramente Gustavo Ruiz Pascacio en el libro La
plástica en Chiapas: el tránsito desde el color hasta la explosión de la forma,
con el que obtuvo el Premio Nacional de Crítica de Artes Plásticas Luis
Cardoza y Aragón 2003:
La generación de grabadores del período del Ateneo es la primera
construcción gráfica del imaginario chiapaneco, que habrá de
sustentar la mirada inicial del exterior artístico a Chiapas. Es más que
un postulado y una compilación de costumbres. Es el vuelco emotivo
de una visión edénica e inmutable de la figura del indígena y del
pueblo mestizo, en medio de una naturaleza geográfica asumida como
“grandiosa, exuberante, y totalitaria”. Es un hurgar prometeico y
revelador de lo que asiste y persiste en el mito y su consecuencia ritual
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
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y ceremonial, a la luz de un deber ser y una moral “de lo chiapaneco”.
Recreación y comportamiento. Lectura y reaparición de una lectura
de “lo nuestro”. Inventiva y consonancia. Leyenda y pertenencia.1
En esta ocasión tenemos la oportunidad de ofrecer, por primera
ocasión, estas dos series gráficas que nos otorgan José Pedro
Martínez y Franco Lázaro Gómez, que pertenecen a la colección del
Observatorio de la Salvaguarda del Patrimonio Material e Inmaterial
de Chiapas, ubicado en Chiapa de Corzo.
Guerra de Castas chiapaneca
Litografías del siglo XIX
JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ
1
Gustavo Ruiz Pascacio, La plástica en Chiapas; el tránsito desde el color hasta la explosión de la forma, Tuxtla Gutiérrez, UNICACH, 2010, p. 39.
18
NUEVA CURADURÍA
[...] La represión de los rebeldes tomó el resto del año de 1869 y se prolongó hasta fines de julio del año siguiente. Las fuentes escritas por los
vencedores, entre ellas sobre todo la crónica de Vicente Pineda, presentan
la campaña como una serie de enfrentamientos en los cuales los indios casi
siempre fueron los atacantes y hubieron actuado con desmedida ferocidad.
Un análisis más detallado de la documentación periodística generada en ese
momento nos indica, más bien, que no hubo por parte de los indios tal agresividad. Al contrario, a uno le queda la impresión de que fueron víctimas
de una prolongada y bien orquestada acción de venganza racista por parte
de sus explotadores de siempre. Aun las cifras oficiales de la gente caída en
batalla, posiblemente exageradas en cuanto a los ladinos muertos, refieren
una pérdida de 200 personas de ese grupo étnico contra 800 indios [...].
Jan De Vos
Vienen de lejos los torrentes. Una historia de Chiapas.
Franco L. Gómez, Buril
—XILOGRAFÍA, 1949—
El grabado popular en México cobra impulso en el siglo XIX, en ese
periodo sobresale Manuel Manilla (1830-1895), quien fue grabador en
la imprenta de Antonio Venegas Arroyo, en 1882; Manilla es pionero
en diversas formas de expresión impresa, utilizó principalmente el
buril de velo de varios hilos paralelos, para realizar gamas de grises.
Uno de sus discípulos es José Pedro Martínez, quien por encargo
realizará la serie de litografías Guerra de Castas chiapaneca.
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23
La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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29
La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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La rebelión chamula de 1869 o Guerra de Castas chiapaneca,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ, LITOGRAFÍA COLOREADA, 1869.—
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Sucesos de la noche del 23 de octubre de 1863,
—JOSÉ PEDRO MARTÍNEZ. LITOGRAFÍA, 1869.—
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NUEVA CURADURÍA
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41
Las razones y motivos de esta rebelión fueron sin duda generados
por los excesos y la explotación que padecían los poblados indígenas.
Las opiniones al respecto parecen apuntar al abandono, marginación
y explotación de los habitantes de dichos pueblos. El surgimiento de
esta rebelión se presentó como un movimiento “milenarista”, como
suele ser rasgo frecuente en las sociedades “tradicionales” o “primitivas”, que llevadas al límite de la intolerancia, escasez y apremio
buscan válvulas de escape para liberarse del yugo opresor y reivindicar su condición y derechos […] es preciso subrayar que las primeras manifestaciones de este movimiento redentorio por una parte
y conspiratorio por otra, eclosionaron con apariciones “divinas” y
con mensajes de oráculos que convocaban y reunían grandes masas
de indios, seguramente con miras confabulatorias hacia el régimen
sociopolítico imperante y con posibles visos a restablecer su antiguo
modelo social.1
Breve mirada a la Guerra de Castas
1869-1870
Las clases sociales a lo largo de la historia parece que no han encontrado el método para generar una vida ideal, dado el afán de
superioridad de unas con otras, superioridad basada en una mayor
proporción por pseudointelectuales y aristócratas, los cuales, utilizando el artilugio como estrategia, logran el control de la clase que
se considera baja por su rol de ignorante, lo que provoca la errónea
resolución frente al dilema que la clase “alta” le sugiere.
En 1969 hubo una expresión cuya voz fueron las armas, y su música el inevitable derramamiento de sangre indígena y ladina. Fue una
respuesta a los mecanismos de explotación que utilizaban los finqueros sobre los indígenas de Chamula. Dicha respuesta fue violenta,
feroz, con mucho daño para ambas partes y quizá más para los indígenas que se vieron amendrentados por la prensa de aquellos años.
No obstante que se pregonaba, de manera soez y casi escatológica, el
posible derrocamiento de la razón por la barbarie de los indígenas,
los motivos, como bien apunta Víctor Manuel Esponda Jimeno en la
revista Liminar, fueron generados por el “exceso”, ni siquiera por lo
cruel que pudo haber sido la situación laboral, la cual desencadena
la situación:
42
NUEVA CURADURÍA
Los indígenas de Chamula estaban enfrentando no sólo el cacicazgo que imperaba (y quizá hoy día también) en aquellas regiones,
sino contra una suerte de retroceso, como el que se recordaba con
la presencia española con una especie de imposición laboral a partir
de chantajes y farsas que los llamados enganchadores generaban en
fiestas religiosas; embelesados por el alcohol, los indígenas chamulas accedían a préstamos con la condición de pagar con trabajo, sin
embargo, las condiciones laborales no eran la más apropiadas, Jan
De Vos en Vienen de lejos los torrentes lo comenta del siguiente modo:
A partir de 1880, los sancristobalenses hicieron una alianza con los
finqueros de la tierra caliente, prometiendo proporcionarles cada
año la mano de obra india que requirieran. Nació así, en la señorial
Víctor Manuel Esponda Jimeno, “Quince documentos inéditos relativos a la
llamada ‘Guerra de Castas’ de 1869”, Liminar, a. 5, vol. 5, núm. 1, junio de 2007, p. 195.
1
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
43
ciudad un nuevo oficio, el de “enganchador”, persona especializada
en reclutar indios para trabajar en las plantaciones, con cuyos dueños o gerentes había arreglado previamente el trato. Éste consistía,
por lo general, en una determinada comisión por peón enlistado y
una prima adicional por cada jornada laboral realizada por la cuadrilla enviada. El trabajo sucio de reclutamiento, muchas veces con
base en engaños y a menudo acompañado de violencia física, no era
ejecutado por los notables que dirigían la empresa. Estaba a cargo de
intermediarios que mantenían contactos regulares con la población
india y por eso sabían muy bien dónde y cómo conseguir a los jornaleros. Eran principalmente comerciantes ambulantes o tenderos
locales en contubernio con los presidentes municipales y los maestros de escuela.
El momento apropiado era, casi siempre, alguna fiesta religiosa
o civil importante, por costumbre celebrada con abundante consumo de aguardiente. El enganchador y sus cómplices se dedicaban a
adelantar dinero a los hombres para que pudieran divertirse. Una
vez borrachos, los pobres ni siquiera se acordaban cuánto realmente
habían pedido prestado. Al anochecer, iban a parar a alguna casa cerrada, para amanecer al día siguiente enganchados como peones de
alguna finca en el Soconusco o la cuenca del río Grijalva, o en el peor
de los casos, de una desconocida montería en la selva Lacandona.
Los cinco pesos aceptados en la fiesta se convertían en 50 durante la
borrachera, según el enganchador. La deuda sólo podía solventarse
trabajando una temporada en la finca o pudriéndose en la cárcel.
Una vez en la finca, el jornalero empezaba su trabajo con una
fuerte deuda sobre las espaldas. A la suma pedida en préstamo durante la fiesta, se había añadido un adelanto para conseguir lo necesario para el largo y penoso viaje hacia el lugar de destino: un
par de huaraches, un pantalón, una camisa, un machete y algunos
comestibles. Todo esto era vendido a precios exorbitantes por el enganchador y descontado puntualmente del salario del comprador. La
tienda de raya de la finca operaba con el mismo sistema, es decir, se
44
NUEVA CURADURÍA
vendían las mercancías a precios muy altos, sabiendo que al peón no
le quedaba más remedio que adquirirlos y seguir, así, incrementando
su deuda. Al terminar la temporada y pedir su sueldo, los trabajadores, por lo regular, tenían que contentarse con una mínima remuneración. No pocas veces regresaban a sus casas con la obligación de
volver el año siguiente, ya que no habían podido saldar su cuenta y
le seguían debiendo al patrón.2
Luis Alaminos Guerrero
—DIBUJO A TINTA—
La deuda, que en un principio era mínima se convirtió en un esclavismo constante por parte de los finqueros, no obstante y a pesar
de que era sumamente grave la situación que reinaba, no fue el principal detonante del levantamiento, ya que la causa fue otra, que por
ser común y nótese cómo este elemento evoca otra vez al dominio
español, la situación versa del siguiente modo:
En 1867, Agustina Gómez Checheb, indígena de Chamula, en sus
labores pastoriles levantó tres piedras, bajo la impresión de que éstas tenían ciertas formas divinas, su familia y sobre todo su madre,
2
Jan De Vos, Vienen de lejos los torrentes. Una historia de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez,
CONECULTA-Chiapas, 2010, pp. 178-179.
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
45
quienes eran fervientes creyentes, determinaron que las piedras habían bajado del cielo y, en consecuencia, se les debía rendir culto y
adoración. A pesar del celo con que se guardaban aquellas sagradas
piedras, el fiscal de Chamula, Pedro Díaz Cuscate, descubrió las piedras y en vez de confiscarlas, quedó maravillado y llegó a la misma
conclusión: aquellas piedras eran divinas.
Tal popularidad alcanzaron las piedras que se nombró a Agustina
Gómez como la “madre de Dios”, lo que llegó a oídos del sacerdote
Miguel Martínez, quién en compañía de José Justo Luna llegó a Tzajakemel, donde se adoraba a los ídolos de piedra.
Prudencio Moscoso Pastrana acota:
Los indígenas actuaron en forma por demás sumisa y respetuosa,
pues aparentando aceptar gustosamente las palabras de su sacerdote
se retiraron. Satisfechos el padre y el maestro de haber cumplido su
misión volvieron a pocas horas después a Chamula ya que, aparentemente, aquellas reuniones y la credulidad de los indígenas habían
tenido fin.
[…] pero Pedro Cuscate no estaba dispuesto a que sus ideas
fracasaran y fabricó tres muñecos de barro, diciendo a los crédulos
indígenas que Agustina Gómez los había dado a luz, hecho que ésta
aceptó gustosamente como cierto.3
La noticia de que Agustina Gómez se había proclamado como
“madre de Dios” y de que estaba dando nacimiento a nuevos ídolos
se propagó en toda la región de los Altos, en las festividades de Chamula, así como en actividades de corte social y religiosa. Pedro Díaz
aprovechaba el momento para predicar sobre los ídolos de piedra
3
Prudencio Moscoso Pastrana, Rebeliones indígenas en los Altos de Chiapas, México,
UNAM-Centro de Investigaciones Humanísticas de Mesoamérica y del Estado de
Chiapas, 1992, p. 85.
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NUEVA CURADURÍA
y sobre la nueva madre de Dios; también se aprovechó de la situación climatológica que había por aquellos años. Lluvias incesantes
golpeaban San Cristóbal y Chamula con tal fuerza que hubo inundaciones en gran parte de San Cristóbal Las Casas; de este modo el
presbítero Martínez acudió a las autoridades y en diciembre de 1868
José María Robles designó las reuniones religiosas como juntas para
determinar una posible sublevación, bajo el antecedente de que en
San Cristóbal la compra y venta de pólvora y armas había aumentado entre la población Chamula.
José María, en compañía del capitán Benito Solís, junto con 50
hombres, la mayoría avencidados en San Cristóbal (ya fuera por
mera preocupación u odio racial), apresaron a Pedro Díaz Cuscat,
Agustina Gómez y Manuela Pérez Jolcogtom, acusados de desobediencia y conato de sublevación. Ya en alguna ocasión Pedro
Díaz Cuscat había sido detenido y enviado a Chiapa de Corzo, ya
que en 1868 el gobierno se encontraba en Chiapa de Corzo por
designio del entonces gobernador Pantaleón Domínguez, sin embargo no se halló culpa en él y le dejaron en libertad.
Con el apresamiento de Agustina Gómez la ira de los chamulas se desató y los principales dirigentes en reuniones varias
determinaron el rescate y liberación de Pedro Cuscat, no obstante
el ingeniero Ignacio Fernández Galindo, quien apoyaba la caída
de Cuscat, determinó dirigir y adiestrar militarmente a un grupo
de más de 3 000 indígenas, esto a sabiendas de que inminentemente se desataría una guerra, pues el 12 de junio de 1869, Galindo,
emboscando al cura que oficiaba en Chamula, le disparó. Los indígenas enardecidos apuñalaron y despedazaron al sacerdote. El 13
de junio la euforia seguía y los indígenas masacraron a un grupo
de ladinos de las haciendas cercanas a Chamula, liberando de este
modo la deuda que algunos aún, después de muchos años, tenían.
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
47
El gobernador del estado, ciudadano Pantaleón Domínguez, con las
noticias de los asesinatos cometidos, comenzó a tomar cierto interés por la situación de San Cristóbal a la que había visto con mayor
indiferencia al dar como respuesta a la comunicación de la muerte
del sacerdote Martínez y acompañantes, y que debía “aumentarse la
guarnición de la plaza hasta el número de soldados que permita el
armamento que allí existe”.4
Fue hasta el 17 de junio que las autoridades de San Cristóbal y el
líder de los indígenas, que habían acampado desde el 15 de junio en
las orillas de Ciudad Real, con el propósito de rescatar al ahora “general” Cuscat, se reunieron. La victoria fue dura para los indígenas:
se firmó el tratado de Esquipulas, el cual estipulaba que Cuscat y
compañía quedarían libres, pero a cambio quedarían detenidos Galindo, su alumno y su esposa. El 18 de junio, Fernández de Galindo se
entregó a las autoridades, pero acordó con los indígenas que retornaría a Chamula en los próximos tres días. Bertha Domínguez y Ángel Cerutti señalan que éste rodeó San Cristóbal con 7 000 hombres
para reclamar a los presos. El rebelde y Cresencio Rosas firmaron el
Convenio de Esquipulas conmutando la libertad de Luisa Quevedo,
Benigno Trejo y el mismo Fernández de Galindo por la de Cuscat,
Manuela y Agustina.5
Los indígenas no soportaron mucho y el 20 de junio San Cristóbal entró en crisis, pues era muy posible un ataque de los indígenas
bajo el mando de Cuscat con alrededor de 7 000 hombres armados
exigiendo la liberación de Galindo.
Moscoso Pastrana, op. cit., p. 97.
Véase Bertha Domínguez y Ángel Cerutti, “Milenarismo y mesianismo en la
Guerra de Castas de Chiapas, 1867-1870”, Estudios, invierno de 1990, biblioteca.itam.
mx/estudio/letras23/coloq2/sec_1.html, en línea: 27 de agosto de 2014.
4
5
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NUEVA CURADURÍA
José Núñez Chanona, El hijo desobediente,
—XILOGRAFÍA—
Ante esto las autoridades informaron a Cuscat que al día siguiente el gobernador llegaría a aquellas tierras para sostener un frontal
diálogo con el líder indígena, sin embargo Cuscat mandó un comunicado cuya respuesta fue que Galindo quedaría libre si se encontraba
inocente de los cargos de asesinato de ladinos, dueños de haciendas.
Cansado Cuscat de los pretextos del gobernador y las autoridades
ordenó el inicio de la batalla: “los indígenas venían armados de escopetas, hachas, luques, lanzas, machetes y piedras. En cuanto a los
defensores de la ciudad tenían por armas fusiles, pistolas, lanzas y
dos pequeñas piezas de artillería. Desde luego las armas más ventajosas las tenían los guardias y sancristobalences, pero en cambio
los indígenas atacantes eran en número superior a siete mil”.6 El resultado fue desastroso para ambos bandos, muchos ladinos muertos,
pero más los indígenas, que tenían como armas machetes y hachas
en su mayoría.
6
Moscoso Pastrana, op. cit., pp. 104-105.
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
49
Días después de la batalla, el 26 de junio de 1869 el gobierno de
José Pantaleón ordenó el fusilamiento del ingeniero Galindo y su
alumno Benito Trejo, ante el asombro y la tristeza de los indígenas
chamulas tras la muerte de uno de sus líderes. Con aproximadamente 1 500 hombres se dirigieron al pueblo de Chamula, donde Cuscat,
con algunas peripecias, logró organizar a 3 000 hombres. La batalla
fue cruenta, y, a pesar de que los chamulas se establecieron en lugares estratégicos, la victoria fue del gobierno, pues en sus filas habían
caballería e infantería bien entrenada.
Ante la gran derrota de los indígenas chamulas las fuerzas se dividieron y partieron rumbo a las montañas, sin embargo muchos
de los rebeldes se sometieron a la autoridad del gobierno suplicando el perdón con la promesa de sumisión y obediencia. Esto lo
aprovechó de manera puntual el gobernador Pantaleón y designó
como presidente municipal a un indígena cuyo nombre era Salvador Gómez Tuchní. El gobierno, en su afán de concluir con la
guerra, mandó al comandante Crescencio Rosas a las montañas;
con 300 guardias del gobierno y con poca munición, Rosas y los
demás guardias fueron muertos, ya que 5 000 indígenas refugiados
los aprehendieron.
Esponda Jimeno propone un punto de vista a partir de la interpretación que le otorga la teoría de la recepción, partiendo sus
estudios de los periódicos publicados en la época, prensa que se
destaca por el favoritismo hacia los ladinos y la discriminación
racial contra los chamulas, quienes después de la victoria en las
montañas fueron mermando sus fuerzas, gracias a que muchos
de ellos, ahora aliados del gobierno, fueron utilizados como espías. En octubre de 1870, el grupo de indígenas, ya mermados y
cansados de los combates, pero sobre todo desilusionados de las
promesas de Galindo, se rindió ante el gobierno; Cuscat, por su
50
NUEVA CURADURÍA
parte, quedó en las montañas. Jamás fue apresado, murió de causas naturales, siguió con su convicción hasta su muerte. Esponda
Jimeno precisa lo siguiente:
El tema de la rebelión tzotzil ocurrida en Chiapas en 1869 ha sido
explorado y explotado en diferentes líneas y distintos momentos.
Los documentos de la época que dieron cuenta de estos sucesos fueron los periódicos El Espíritu del Siglo y La Brújula; en ellos se encuentran datos y noticias que refieren los progresos del movimiento
y de las batallas que se libraron; se reproducen en esos rotativos
partes militares, avisos, exordios, etcétera, asimismo los columnistas y redactores advierten de los graves peligros que corría la “raza
blanca” e insinuaban el potencial retroceso que podría experimentar la civilización si las “chusmas de indios” lograran derrotar a las
fuerzas armadas que las combatían, etcétera, etcétera. Las razones y
motivos de esta rebelión fueron sin duda generados por los excesos
y la explotación que padecían los poblados indígenas. Las opiniones
al respecto parecen apuntar al abandono, marginación y explotación
de los habitantes de dichos pueblos. El surgimiento de esta rebelión
se presentó como un movimiento “milenarista”, como suele ser rasgo frecuente en las sociedades “tradicionales” o “primitivas”, que llevadas al límite de la intolerancia, escasez y apremio buscan válvulas
de escape para liberarse del yugo opresor y reivindicar su condición
y derechos […]
Además de esos periódicos se cuenta con las versiones plasmadas
en los libros de Vicente Pineda (Historia de las sublevaciones indígenas
habidas en el estado de Chiapas, 1888); Flavio Antonio Paniagua (Florinda, 1890); Cristóbal Molina (War of the Castes; Indian Uprising in
Chiapas, 1867-1870, as Told by an EyeWitness, 1934); Timoteo Flores
Ruiz (Guerra de Castas de 1869, 1939) y los apuntamientos consignados en el Diario de Francisco Villafuerte Blanco (Diario de los años
1832-1879, 1989). Estos son los documentos de la época en que se han
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
51
basado los diferentes autores modernos para estructurar sus relatos
e historias.
En lo que toca a autores modernos cabe mencionar como los más
relevantes a Henri Favre (Cambio y continuidad entre los mayas de México; parte tercera, “El Chalikismo”, 1973), los artículos y libro de Victoria Reifler Bricker (The Indian Christ. The King, 1981) y Jan Rus (Whose Castw War? Indians, Ladinos, and the Chiapas ‘Caste War of 1869’,
1983) y Prudencio Moscoso Pastrana (Rebeliones indígenas en los Altos
de Chiapas, 1992). Con ciertas variantes el asunto es tratado por los
referidos desde una misma constante: la explotación y opresión de
los indios. Sin duda el tema, por su propia naturaleza y su impactante
epíteto, se prest a muchas interpretaciones y distintas conclusiones.
Todo análisis retrospectivo corre el riesgo de ser parcial debido a que
las fuentes se nos presentan despojadas de su verdadera dimensión
y expuestas bajo el particular punto de vista de quien las elabora. El
vencido tiene una visión, el vencedor otra, el observador por lo consiguiente y el historiador trata de ser imparcial sin lograrlo del todo,
pues en su conciencia deambula soterradamente su inevitable “carácter de clase” y en tal situación, para exonerarse un poco de responsabilidades pasadas, opta por presentar los testimonios tal y como fueron elaborados y concebidos en su momento. No hay pues conclusión
definitiva en la historia, pero lo que sí debe imperar es veracidad en la
exposición de los datos y qué mejor oportunidad para los estudiosos
el conocerlos como fueron concebidos.7
José Pedro Martínez logra reproducir en una serie de litografías
coloreadas algunos sucesos significativos de la Guerra de Castas,
siendo el único testimonio artístico, en términos de arte visual, que
se realizó; la literatura también tiene su aportación: el escritor Flavio
A. Paniagua, quien fuera, como ya se hizo mención, uno de los principales cronistas de las batallas que se suscitaron, escribió la novela
Florinda, publicada en 1889; sin embargo, Paniagua era partidario de
los ladinos. Esto se aprecia en los escritos publicados en La Brújula,
periódico que se dedicó a deslegitimar la lucha de los chamulas.
Pero el trabajo literario del escritor es pues un referente para
entender dos posturas centralmente. La primera es la visión de los
victoriosos y la segunda el estilo literario que se estaba generando
en aquellos años, el cual sin lugar a dudas era netamente romántico.
Posteriormente, y como ya lo mencionaba Esponda Jimeno, se
generaron una serie de estudios partiendo de diferentes ópticas, que
apuntan a un solo resultado. La Guerra de Castas se dio por la incomprensión de la libertad de culto, pero más aún por los tratos
indignos que los indígenas sufrían.
La Guerra de Castas fue motivo para la creación de obras artísticas, ya fuera por lo valiente que pareció el levantamiento en pro
de defender una ideología religiosa o bien, y mejor aún y, como casi
siempre ocurre en todas las luchas, la búsqueda de un trato digno
en los contubernios laborales que, en el caso de los chamulas, se dio,
siendo tratados como bestias de carga.
De Vos, Jan, Vienen de lejos los torrentes. Una historia de Chiapas, Tuxtla
Gutiérrez, CONECULTA-Chiapas, 2010.
7
Bibliohemerografía
Domínguez, Bertha y Ángel Cerutti, “Milenarismo y Mesianismo en
la Guerra de Castas de Chiapas, 1867-1870”, Estudios, invierno de 1990,
biblioteca.itam.mx/estudio/letras23/coloq2/sec-1.html, en línea: 27 de
agosto de 2014.
Op. cit., pp. 195-196.
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
53
Esponda Jimeno, Víctor Manuel, “Quince documentos inéditos relativos a la llamada ‘Guerra de Castas’ de 1869”, Liminar. a. 5, vol. 5, núm.
1, junio de 2007.
González Roblero, Vladimir, “La prensa y el mito de la guerra de castas
en Chiapas. El caso de La Brújula”, Historiadores de la prensa, historiadoresdelaprensa.com.mx/hdp/files/281.doc, en línea: 27 de agosto de
2014.
Manguen, Juan Jaime, et al., La guerra de Castas 1869-1870, San Cristóbal
de Las Casas, Fray Bartolomé de las Casas, 1979.
Moscoso Pastrana, Prudencio, Rebeliones indígenas en los Altos de Chiapas, México, UNAM-Centro de Investigaciones Humanísticas de Mesoamérica y del Estado de Chiapas, 1992.
Paniagua, Flavio, Florinda, ed. de Víctor Manuel Esponda Jimeno, 2a.
ed., Tuxtla Gutiérrez, UNICAH, 2003.
Pineda, Vicente, Sublevaciones indígenas en Chiapas-Gramática y diccionario
tzel-tal, 2a. ed., México, INI, 1986.
54
NUEVA CURADURÍA
Mapaches 1914-1920
Grabados del siglo XX
FRANCO LÁZARO GÓMEZ
IX
El ángelus. Hora de meditación. Estamos de codos en el barandal del corredor.
Él me habla. Yo le escucho.
—La Revolución de Chiapas es de Chiapas y sólo de Chiapas. No somos
villistas, como se ha dado en llamarnos. Mucho menos felixistas. Propiamente no somos revolucionarios, nuestro gesto es un gesto reivindicador.
Y nada más. Hemos empuñado las armas porque se nos ha obligado a ello.
Castro dijo que era necesario hacer sentir en Chiapas la Revolución. Le
convenía.
Cuando todo está en desorden, comentan que dijo, esta gente trabaja. No
puede ser. Este pueblo es cobarde. Tiene sangre de atole. Y se nos despojó
de nuestros bienes y se nos humilló. Todo para obligarnos a abandonar
nuestros bienes y nuestros hogares, como sucedió. Lo demás usted ya lo
sabe…
En el patio se entretienen los soldados en atizar una fogata. A sus reflejos
miro resbalar una lágrima en las mejillas del mapache. ¡Llora!
Me siento cobarde. Bajo al patio. El paisaje se ha hecho sombrío, me hallo
rodeado de silencio y misterio.
Pienso en la vida. En sus miserias…
Y siento…
Y sufro…
¡Y lloro…!
Santiago Serrano,
“En el campo revolucionario. Lo que ví y lo que oí”,
La Patria Chica.
Franco L[á]zaro G[ó]mez1
[Chiapa de Corzo, 1921- Río Lacanjá,1949]
Representó para todos quienes le conocimos, una fundada esperanza
para el gran arte mexicano. Quienes tuvimos la fortuna de conocer su
vida desde sus primeros pasos de iniciación en el arte, nunca dejaremos
de lamentar la juvenil pérdida de su vida, ya madura en muchos aspectos.
Sus amigos de Chiapas, sus amigos de México y en general todos los que
percibieron en forma directa o a través de su obra el signo de esperanza
y el mensaje de su pueblo, han encontrado en él a un símbolo, símbolo
siempre vivo y a veces latente, siempre reclu[i]do en dulce abandono y
siempre despierto cuando a su llamado acude la voz implorante de una
necesaria presencia del espíritu de la América indígena.
Los sueños del artista, son como los sueños del alucinado, pues
siempre rebasan el nivel pros[a]ico de la vulgaridad; pero los sueños del
artista son creadores a diferencia de los del loco que son incoherentes y
sin trascendencia. No hemos conocido, ni sabido de un auténtico creador
que no tenga puntos de semejanza muy cercanos al alienado y en este
sentido Franco Lázaro no difería de los que como dice Zweig, están en
lucha con el demonio. Ese demonio creador de Franco era la vigorosa
alma de su raza primigenia que imprimió su mensaje inmarcesible en la
obra del artista[.]
Pedro Alvarado Lang, “Franco L[á]zaro G[ó]mez”, Ateneo, núm. 1, enero-marzo de 1951, pp. 175-176.
1
58
NUEVA CURADURÍA
Si observamos los grabados de Franco Lázaro, encontramos en ellos
inconfundible expresión de fuerza; son como dijeron dos artistas que
comentaron su obra: matrices o sellos que dan la sensación de estar
acuñados, revelándose en esa aparente torpeza la virtud innata del
grabador, que aun careciendo de técnicas de academia, expresa gran
emotividad, fina sensibilidad y el alma pura de una tradición.
Artistas tan valiosos como Franco Lázaro, que en plena juventud
y sin mixtificaciones nos conmovieron, haciéndonos sentir una
auténtica manifestación del alma del pueblo, representan un exponente
imperecedero, una emulación, un paradigma y un símbolo con valor de
mito gigantesco, por cuanto que en su trayectoria inmortal nos señalan
nuevos rumbos, nuevas normas y nuevos estímulos en el devenir
humano, que tiene cifradas sus esperanzas en una vida mejor, en un
mundo nuevo cuya solución de continuidad es América, la del espíritu
indígena, en la que se hará fructificar el espíritu universal con nuevos
impulsos vitales.
Los grabados que presenta la revista ATENEO, maderas en su mayoría, de un gran lirismo imaginativo en la forma peculiar interpretativa
del artista, son claras vivencias del alma permanente que deambula en
las tierras maravillosas de Chiapas y que nadie supo mejor interpretar. Cada grabado, cada imagen, son una acertada síntesis en la que de
inmediato, nos llenan de un sabor de grata poesía nuestra, poesía de
Chiapas tan vieja como conocida, tan arcáica por su sabor y tan nueva
y tan permanente como el alma de estas dulces latitudes todo ensueño
y calor, vida y esperanza.
Franco Lázaro Gómez, artista de Chiapa de Corzo, en la que abrevó
una hondísima tradición y fuerza de leyenda, nos hizo un legado que sus
amigos hemos acogido con celo y veneración. Su vida pura, breve y plena de los espasmos del poeta son mensaje visionario que cada vez más
nos revela un contenido que ansiamos poder descifrar. Sus daciones, por
ello, son inestimables e imperecederas.
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—FRANCO LÁZARO GÓMEZ, XILOGRAFÍA, 1948—
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A cien años del pronunciamiento
de los Mapaches (1914-2014)
El escenario histórico está inscrito en la lucha armada suscitada en
Chiapas entre los años de 1914 y 1920, conocida como “movimiento
mapache”, siendo su génesis inmediato el enfrentamiento
[...] entre Tuxtla y San Cristóbal en 1911. San Cristóbal, aliada a un
ejército del pueblo de San Juan Chamula, pretendió que los poderes
volvieran a la antigua capital colonial, pero fueron vencidos militarmente. Luego de vivir durante tres años en paz, los chiapanecos
se verían envueltos en una guerra que duró seis años. En efecto, en
septiembre de 1914 llegaron al estado tropas carrancistas al mando
del general Jesús Agustín Castro. Castro asumió la gubernatura y
sus jefes y oficiales ocuparon los principales cargos públicos, disolvió el Congreso del estado y decretó una Ley de Obreros que pretendía poner fin al odioso sistema de servidumbre que prevalecía en
Chiapas.1
que enarbolaran consignas en pro o en contra de los grupos opositores en la gesta revolucionaria que se manifestaba en el centro y norte
del país. Cabe señalar que aunque a título individual ciertos personajes se adhirieron a la bandera de alguno de estos grupos, en general
a la población le fue ajena esta lucha fratricida y, por consiguiente, la
producción y comercialización en la región seguía su curso normal
hasta la llegada de las fuerzas constitucionalistas.
Las fuerzas constitucionalistas, una vez que derrotaron al usurpador Victoriano Huerta, se dividieron en tres facciones: la que comandaba Venustiano Carranza, autodenominado primer jefe del Ejército
Constitucionalista; Francisco Villa comandaba la División del Norte
y Emiliano Zapata el Ejército Libertador del Sur. Los dos últimos,
de ascendencia campesina, eran afines, pero ni por eso pudieron establecer un acuerdo conjunto de lucha. Carranza, más visionario y político, se encargó de que los estados del sureste mexicano, como Tabasco, Yucatán, Campeche y Chiapas, no se convirtieran en bastiones
de los ejércitos campesinos, además se hacía necesario que tuvieran
influencia en la región y sirvieran de granero para alimentar a la
población del centro y norte, la cual carecía de producción agrícola.
El levantamiento armado de los estados del norte de México contra las fuerzas de Victoriano Huerta pasó desapercibido para el pueblo chiapaneco, por lo tanto no tomó partido en el conflicto. Dentro
de las clases sociales no hubo manifestaciones, en ningún escenario,
Enciclopedia de los municipios y delegaciones de México, inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMMO7Chiapas/historia.html, en línea: 28 de agosto de 2014.
1
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NUEVA CURADURÍA
Toshiro Culebro, La quema del cerro Nambiyuhua
—ACRÍLICO SOBRE MURO DE YESO, 1996—
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Bajo esta estrategia fue que arribó el 14 de septiembre de 1914 la
División Veintiuno del Ejército Constitucionalista bajo las órdenes
del general Jesús Agustín Castro, y fue el inicio de las medidas drásticas: clausuró el Congreso y el Tribunal Superior de Justicia con el
respectivo cese del personal a su cargo. Se dio licencia a las fuerzas
rurales y al cuerpo de policía. Se emitió un decreto en donde todos
los bienes propiedad de la Iglesia pasaban a formar parte del Tesoro
del Estado, además de las leyes de Obreros, del Divorcio, de Instrucción Pública, de Hacienda, entre otras. La imposición de estas leyes y
los abusos cometidos por las fuerzas constitucionalistas provocaron
malestar en ciertos sectores de la sociedad, por lo tanto
[...] la respuesta no tardó en llegar. El 2 de diciembre del mismo
año los finqueros de Chiapas se reunieron en la ribera de Canguí, en
Chiapa de Corzo, y decidieron hacerle la guerra a los carrancistas,
quienes se dedicaban al pillaje. Con un discurso aldeano y localista
heredado de esa condición de aislamiento que ha caracterizado al estado por siglos, argumentando la violación de la soberanía y atropellos a la familia chiapaneca, los propietarios, encabezados por Tiburcio Fernández Ruiz en los valles centrales y por Alberto Pineda en
los Altos, encabezaron un movimiento rebelde de corte reaccionario
contra las reformas del carrancismo. Seis años después, luego de la
muerte de Carranza y el ascenso de Álvaro Obregón al poder, los
finqueros rebeldes, autonombrados mapaches, se alzaron con la victoria, controlaron el poder y cancelaron por completo la posibilidad
de reforma social, sobre todo en lo que respecta a la servidumbre
agraria y al reparto agrario.2
Con la llegada de las fuerzas constitucionalistas se inició en
Chiapas un movimiento contrarrevolucionario. La presencia de las
2
76
Idem.
NUEVA CURADURÍA
fuerzas revolucionarias, que venían a trastocar los intereses de terratenientes y ricos hacendados, provocó levantamientos armados
en contra de los intrusos que venían a cambiar las añejas estructuras económicas y sociales de Chiapas. Así, vemos en la zona baja de
Chiapas a Tiburcio Fernández Ruiz, de filiación villista, combatir
al carrancismo, Rafael Cal y Mayor, de filiación zapatista, y Alberto
Pineda Ogarrio, este último en la zona fría, también combatiendo al
carrancismo.
Tiburcio Fernández Ruiz fue nombrado jefe del movimiento villista en Chiapas por el propio general Francisco Villa. Con este
nombramiento, Fernández Ruiz organiza la famosa División Libre
de Chiapas para combatir abiertamente a los afiliados de Carranza
en Chiapas.
Los constantes enfrentamientos entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, es decir, entre carrancistas y mapachistas, resquebrajaron el orden constitucional, debilitaron la economía y fueron la causa
principal de una larga y constante situación de inestabilidad política
y económica en el estado de Chiapas, misma que dio lugar a que los
mandatarios se sucedieran con frecuencia, entre enfrentamientos armados de carrancitas y rebeldes. El rejuego de los intereses creados se
dejaba entrever. Después de seis años de lucha revolucionaria el orden
económico y social de Chiapas quedó intacto, tal como lo había heredado de la época colonial. El general Tiburcio Fernández Ruiz, jefe de
la contrarrevolución en Chiapas, fue nombrado gobernador constitucional del estado.
En efecto, después de seis años de contrarrevolución en Chiapas
la lucha electoral para designar gobernador constitucional del estado (1920-1924) fue violenta. Al principio se disputaron el poder dos
militares: el coronel Pablo Villanueva y el general Carlos A. Vidal,
carrancistas.
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca
77
Manuel Suasnávar, Hijos de Tuxtla
—ACRÍLICO SOBRE TELA, 2009—
El grupo de revolucionarios recién llegado a Chiapas, la naciente
burocracia en ascenso y una parte de la clase privilegiada se inclinaron por el coronel Villanueva. Otro grupo apoyaba la candidatura
del general Carlos A. Vidal, gobernador provisional y comandante
militar de Tabasco.
Después del triunfo militar del obregonismo sobre el régimen
de Carranza el orden se transformó radicalmente. Nuevos personajes aparecieron en la administración estatal. El escenario político
cambió.
Como era de esperarse, a la caída de Carranza el grupo de contrarrevolucionarios apoyó la candidatura del general Tiburcio Fernández Ruiz, jefe del movimiento anticarrancista en Chiapas.
En las elecciones el triunfo correspondió al general Tiburcio Fernández Ruiz, jefe de las fuerzas contrarrevolucionarias y rico hacendado de la Frailesca, candidato de los hacendados, de los finqueros,
de algunos comerciantes y, paradójica y explicablemente, de los propios peones.
78
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Esta reseña es una síntesis del periodo histórico que nos ocupa, que ha sido investigado y analizado en extensión por diferentes
autores desde miradas metodológicas diversas, estando en primer
orden las obras escritas desde sus actores, carrancistas y mapaches,
respectivamente: Gustavo López Gutiérrez (Chiapas y sus epopeyas libertarias. Historia general) y Santiago Serrano (Chiapas revolucionario.
Hombres y hechos); con respecto al periodismo está Sarelly Martínez
Mendoza (La prensa maniatada. El periodismo en Chiapas de 1827 a
1958); en lo bibliohemerográfico, Octavio Gordillo y Ortiz (La Revolución en el estado de Chiapas y Diccionario de la Revolución en el estado de Chiapas); en lo archivístico, Carlos Ruiz Abreu (La revolución
en Chiapas. Índice de documentos existentes en el Archivo General de la
Nación de la Ciudad de México. Fondo Francisco I. Madero); y, por supuesto, están presentes los estudios de carácter histórico de José Casahonda Castillo (50 años de Revolución en Chiapas), Antonio García
de Léon (Resistencia y utopía y Ejército de ciegos), Thomas Louis Benjamin (El camino a Leviatán), Julio Ríos Figueroa (Siglo XX. Muerte
y resurreción de la Iglesia Católica en Chiapas. Dos estudios históricos) y
Esaú Márquez Espinosa (Evolución y desarrollo de la región Frailesca.
1876-1924), entre otros títulos de igual importancia.
Esta edición estuvo a cargo de la Dirección de Publicaciones
del CONECULTA-Chiapas
Corrección de estilo / Liliana Velásquez Mario Alberto Bautista
Diseño y formación electrónica / Julio César Alegría Cordero
Dos movimientos sociales en la gráfica chiapaneca:
Guerra de Castas chiapaneca, litografías del siglo XIX
José Pedro Martínez
Mapaches 1914-1920, grabados del siglo XX
Franco Lázaro Gómez
se terminó de imprimir en septiembre de 2014
en Talleres Gráficos de Chiapas, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.
Los interiores se tiraron sobre couché paloma mate de 90 kg
y la portada sobre cartulina couché paloma mate de 199 kg.
Se imprimieron mil ejemplares.
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