No menos complejo es el hecho de que Stanley Kubrick

Anuncio
A.l. Intendencia
Filma Canales
N
o menos complejo es el
hecho de que Stanley
Kubrick se decidiera por
el tema a comienzos de
la decada de los 80, comprando los derechos de un cuento a Brian
AJdiss, en el cual un niño-robot buscaba comunicarse y ser amado por su madre humana. Durante los siguientes 20
años surgió una amistad a distancia
entre Kubrick y Steven Spielberg.
Mientras el primero trabajaba en el
proyecto A.l. (Artificial Intelligence),
el segundo llegaba a la cumbre de la
técnica digital con Jurassic Park. Finalmente, la realización de su último
filme Ojos bien cerrados absorbió los
últimos meses de vida de Kubrick.
Antes de esto había cedido el tema a
Spielberg, quien escribió personalmente el guión de la película. Dejamos a cada espectador la tarea de descifrar cuánto hay de la inteligencia de
Kubrick (Odisea 2001) y cuánto del
estilo y la perfección formal de
Spielberg en esta interesante película.
es el modelo elegido para acompañar a
Monica (Francés O'Connor). cuyo único hijo real ha sido congelado en espera
del remedio que cure su enfermedad terminal.
Aplicando el mismo esquema que
dio Cario Colloni a la historia de Pinocho, el primer acto del filme se construye sobre la relación de David con su
UN PINOCHO DEL FUTURO
El Profesor Hobby (William
Hurt) es el creador de robots, equivalente al Maestro Gepetto que sacó
de la madera al célebre muñeco
Pinocho, el que quiso ser un niño de
verdad. En una época no muy lejana
a la nuestra ha disminuido la superficie de tierra firme por el calentamiento
de los polos y las parejas humanas se
planifican para no incrementar la población. En Cybertronics, el Profesor Hobby fabrica una gran variedad de robots
para servir a los humanos. Ha reunido al
personal para proponer la creación de un
niño-robot que no sólo tenga reacciones
de una cierta inteligencia sino que sea capaz de amar. Es así como David (Haley
Joel Osment, el niño de Sexto Sentido)
nueva madre. Esto ocurre en la casa de
Henry y Monica Swinton, en un ambiente doméstico no demasiado
futurista, para facilitar la identificación
del espectador actual y, al mismo tiempo, aproximarlo a las novedosas creaciones que podrían animar la vida cotidiana del futuro.
Esta primera parte es la mejor de la
película, atrayente para el espectador.
Queda establecida la extraordinaria ca-
lidad de la fotografía de Janusz
Kaminski, de larga asociación con
Spielberg en Salvando al soldado Ryan,
La lista de Schindler, Amistad, etc. El
clima fotográfico obtenido a contraluz
con un lente difusor produce una sensación de traslucimiento de lo bueno y lo
bello en la relación madre/hijo. Es hermosa la escena en que Momea abre el
Artificial
Es una prouocación escribir la crítica de una película con el título de
Inteligencia fírtificial en un momento tan dramático como el que está
uiuiendo la humanidad. La reuísta Mensaje acaba de cumplir 50 años, y dando
la uuelta a esta esquina nos hallamos ante un panorama absolutamente
diferente del anterior. Sin embargo, estamos en un mundo donde aún hay
espectáculo y, según la tradición del teatro, digamos: The show must go on!
(¡Que siga la función!).
sobre con instrucciones y lee ante David las palabras que desatan las potencias sensitivas y emotivas del androide.
DESVENTURAS DE UN ROROT
El encuentro de David con el mundo de los humanos es amargo, aun más
cruel puesto que fue Monica quien lo
abandonó allí. Este segundo acto podría
transmitir algo de la experiencia decepcionante del ser humano que llevó a
Stanley Kubrick a exiliarse en Gran
Bretaña. La Feria de la Carne es una alucinante regresión al circo de los gladiadores y mártires: el temor de los seres humanos ante la invasión de las máquinas que los sirven se desata en un
placer irracional por verlos destruirse
ante sus ojos. Aquí se produce una extraña reacción en el espectador. Los robots aparecen más humanos que sus
victimarios, más indefensos y débiles al
verlos llegar a la arena semi desarmados,
con cuerpos y máquinas descuartizados
antes de ser aniquilados.
Tal vez la imagen dramática más
fuerte que se conserva de la película es
ver abrir el rostro de una mujer bella para
moslrar la complicada red de cables que
sujetan unos dientes y un par de ojos
azules. La técnica digital nos impacta
con el cariño de una Nanny que protege
a David. Al ir a su destrucción gira el
rostro al despedirse y vemos su másca-
ra en actividad expresando amor mientras que tras ella quedan los cables de
su cráneo al aire. Son imágenes
escalofriantes. En cambio, hay dos personajes robóticos encantadores que forman una alianza dramática con David.
Uno es Teddy, el osito de peluche
Supertoy que ha sugerido al niño que
existe al interior de Spielberg, evocando algo de Edipo y algo de su infancia
sentimental (Dreamworks se llama la
enorme empresa que realiza sus producciones). Huyendo de los hombres, David se encuentra con Gigolo Joe (notable actuación y maquillaje de Jude Law),
un robot construido para el amor, que
cultiva variadas formas de seducción.
EL HADA AZUL
Es inútil esperar la transparencia y
sencillez con que culmina el encuentro
de Gepetto con Pinocho, transformado
en un niño que recibió el don de la vida
del Hada Azul porque él dio la suya
cuando era muñeco. Aquí se alejan los
dos relatos. El poder de las hadas y su
varita mágica es ahora el reino de la tecnología y se supone que todo lo obtiene
la inteligencia empírica del hombre. David y Joe consultan al Profesor Know (un
holograma con el rostro, bigote y pelo
electrizado de Einstein) para preguntarle
dónde está el Hada Azul. —"En la ciudad del fin del mundo, Man-Hatlan," les
contesta. Y parten hacia el horizonte
donde se divisa el perfil de los rascacielos de Nueva York con las dos torres
apocalípticas al centro: ¡suprema ironía
de la permanencia inoportuna del tiempo audiovisual!
En la ciudad semi sumergida por
el hielo derretido de los polos, David
nada buceando entre las ruinas de
Coney Island y de pronto se enfrenta
a su Hada: ¡es una estatua de color
celeste, fría y dura como todo el mundo material que lo envuelve! A nuestro parecer, esta es la clave de la película. El ser humano adora esta materia que va conociendo y dominando
con el incesante deseo de ser él un
Dios, pero la vida y los sentimientos
con que pretende animarla se le escapan entre los dedos. Cuando David se
halla ante la estatua inerte, todo se derrumba a su alrededor y el robot que
quiso ser niño se congela, junto con
su ilusión.
Sin embargo Spielberg no claudica
ante el imperativo de otorgar un final
feliz a su público norteamericano. Este
país poderoso, admirable en muchos
sentidos, pero vulnerable en cuanto que
no acepta el fracaso y disimula la muerte es, en última instancia, el generador
de un cine como éste, de gran espectáculo tecnológico sobre un contenido que
se revela al final como insuficiente en
su sentimentalismo intrascendente.O
Descargar