multi-2012-12-10.

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Letrillas
Virginia Guedea, En busca de un gobierno alterno: Los Guadalupes de México, México,
UNAM, 2010, pp. 412.
Es un libro publicado en su primera edición en 1992 y reimpreso en 2010. La pertinencia
de que lo hayan vuelto a publicar salta a la vista en cuanto se le comienza a leer: Hay una
lección histórica detrás: Los movimientos sociales importantes, que devienen en políticos,
se generan desde mucho tiempo antes de que sean conocidos.
El texto en su introducción plantea un análisis general sobre el contexto histórico
y político de lo que sucedía en México –entonces Nueva España−, con la finalidad de explicar por qué la Independencia de México debe ser analizada como un proceso que comenzó
antes de 1810 y fue gestándose muy poco a poco, por una serie de acontecimientos y por
la intervención de múltiples actores. Así, nos informa que la historia del movimiento insurgente no empezó en la noche que se convocó a la lucha, el trabajo que se realizó previamente por periodistas, personajes como el Licenciado Francisco de Verdad, Fray Melchor
de Talamantes o algunos miembros de la sociedad secreta de Los Guadalupes, son piezas
clave para comprender que el proceso de independencia fue mucho más complejo de lo que
se ha entendido hasta hoy día.
El proceso por el cual se formó el Estado nacional mexicano abarca factores exógenos y endógenos; mismos que incidieron en esa formación. Tal es el evento de la crisis
económica por la que atravesaba el imperio español en su conjunto (quizá desde 1700 en
que las Reformas Borbónicas introdujeron algunas medidas modernizadoras que resultaron contraproducentes para la dominación española), pero también debido al descontento
creciente de algunos grupos de ilustrados, organizados en sociedades secretas, que desde
Nueva España pretendieron aprovechar la abdicación del Rey Español en 1808, a favor
de Napoleón (por la invasión que él inició en Sevilla y Andalucía y que culminó con el
apresamiento de Fernando VII), para proponer un pacto con la finalidad de conquistar la
autonomía de la Nueva España, a través de una vía pacífica y pactada. Tal es el caso, de
los miembros del Ayuntamiento de la Ciudad de México y de la sociedad secreta de Los
Guadalupes (objeto de estudio de este libro), así como la labor periodística de algunos impresores que lucharon desde su trinchera a favor de la independencia.
2012,
128–145
Núm.núm.
13,núm.
sep-dic,
2013
pp.
156–159
12,12,
2012,
pp.pp.
179–279
En el capítulo titulado “Los caminos del descontento”, la autora se da a
la tarea de reconstruir los acontecimientos de 1808, para demostrar que 1810 se
comenzó a gestar cuando menos dos años antes. La invasión de Napoleón a España y la abdicación de Fernando VII fue sólo el pretexto para que los ilustrados
de la capital de Nueva España, tuvieran el argumento político ideal para defender
la tesis liberal de la soberanía popular y, así obtener mediante el acuerdo, a través
de una Junta Suprema Gubernativa, la independencia de facto. Es realmente detallado el análisis que realiza la autora en este capítulo al recrear “los palacios en el
viento” que construyeron por dos años los proindependentistas de la época, entre
los que se encontraban algunos miembros de esta primera logia de Los Guadalupes, como es el licenciado José Antonio del Cristo y Conde; y cuyo destino final
junto con el de algunos como el Licenciado Verdad o Fray Melchor de Talamantes,
fueron puestos en prisión (en la que morirían algunos de ellos).
Después de los esfuerzos por obtener la independencia por vía de hecho
y de intentar una transición pacífica, lo etéreo de los “palacios de viento” que
habían construido los hombres y mujeres que participaron en 1808 en la Junta, se
dejó sentir, y no le quedó más a Los Guadalupes y a quienes habían impulsado
dicha construcción, que la alternativa de la vía armada.
Guedea da las razones fundamentales de por qué fue el camino armado el único
que les quedó a quienes ya no estaban dispuestos a aceptar el yugo español; pues
la opción del pacto había sido un fracaso: Los Guadalupes siguieron entonces dos
caminos, el de sus propios intereses y convicciones, y el camino de la insurgencia.
En este sentido el objetivo central del libro, como su propia autora lo señala, es
investigar “cómo surgió este grupo, cuáles fueron sus propósitos y quiénes se encargaron de llevarlos a cabo”. Como dato que se precie de ser histórico, el origen
de la sociedad de Los Guadalupes, es incierto por ser múltiple, pues tiene más de
una fecha de fundación (según la fuente que se consulte) y no se conocen bien a
bien quiénes fueron sus fundadores, aunque la doctora Guedea, se esfuerza por
presentar documentadamente a casi cincuenta miembros, que formaron parte de
esta sociedad secreta. Lo que es un hecho, es que tanto los insurgentes que tuvieron que ver con la Suprema Junta, como Los Guadalupes, se vieron obligados a
huir de la capital hacia 1812. Pero su labor férrea no cejó nunca pues, a través
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A la autora Virginia Guedea le interesa el estudio de esta sociedad secreta
en particular porque poco se sabía al respecto cuando ella inicia esta investigación. Le empezó a importar porque este tipo de agrupaciones secretas representaron para Nueva España, una nueva forma de hacer política y porque pasaran de
formas incipientes de organización del siglo XIX, a ser órganos principales de
acción política.
Letrillas
EN BUSCA DE UN GOBIERNO ALTERNO
ELISA GUADALUPE CUEVAS LANDERO
de la imprenta, lograron mantener vivo el movimiento del que ya formaban parte.
A pesar de los embates del gobierno virreinal, como por ejemplo, la prohibición
de la libertad de imprenta, no faltó un grupo de valientes que lograron sacar una
imprenta de la capital, desde la cual se manufacturaron periódicos como el Ilustrador Americano y una cantidad de impresos más como el Semanario Patriótico
Americano de Andrés Quintana Roo. Las autoridades virreinales calculaban que
podía ser enorme el efecto que tales publicaciones podían tener, por lo cual las
prohibiciones sobre su circulación y lectura fueron reiteradas, así como la quema
de tales impresos en las plazas públicas. No obstante lo cual, los insurgentes y
Los Guadalupes continuaron apoyando los impresos y las cartas de comunicación
entre ellos y los corresponsales de la capital. Llama la atención en especial la participación de las corresponsales mujeres como Leona Vicario y Margarita Peimbert, quienes se arriesgaron al facilitar la comunicación entre Los Guadalupes y
de éstos con los insurgentes.
Entre más se avanza en las profundidades del libro, uno se encuentra
secciones muy refrescantes del libro, pues da cuenta de los vientos de cambio
que se dieron en Europa y que llegaron a Nueva España hacia 1812, a través de
la instauración del liberalismo, que aunque a la española, trajo un intermedio de
libertad para la imprenta que pudo entonces publicar impresos como los de Carlos
María de Bustamante y los de José Joaquín Fernández de Lizardi. Publicaciones
como El Juguetillo, que inició con la frase sarcástica:
“¿Con que podemos hablar?... ¿Estamos seguros?”,
y, actuando conforme con ello, Bustamante ofreció en el primer número un recordatorio acerca de la heroica labor del licenciado Francisco Primo de Verdad y
Ramos en pro de la independencia en la Junta de 1808 y por lo cual perdió la vida,
y enalteció al Ayuntamiento de 1808, que había pretendido la independencia por
una vía pacífica.
Lizardi por su parte dedicó parte de El pensador mexicano, para alabar la
Constitución y a las Cortes de Cádiz. Impulsaba en sus escritos la instauración de
un nuevo gobierno que fuese distinto al que se había tenido hasta entonces. Llegó
a proponer que “se adoptara otro sistema político de gobierno totalmente opuesto
al que se ha seguido hasta el día”.
Los Guadalupes también aprovecharon este interregno para manifestarse
a favor de las tesis liberales, para apoyar a los insurrectos y, para difundir sus
ideas haciéndose de mayor número de adeptos. Aunado al interés que la libertad
de imprenta provocó fundamentalmente entre los capitalinos, vino una nueva me158
Aunque ésta también era una opción de transición tranquila hacia la independencia, fue interrumpida por la radicalización de las medidas que tomó el
gobierno a partir de esta derrota –para el gobierno, pues para la oposición fue un
gran triunfo−; y a tal grado cambió la política que iniciaba a ser liberal, por una
tan conservadora y limitada, que Fray Servando Teresa de Mier llegó a mencionar
en uno de sus escritos que, los habitantes de la ciudad estaban encerrados y cercados y que carecían hasta de alimentos. Los Guadalupes mientras tanto estaban del
lado de los insurgentes y apoyaban la idea de que el Ayuntamiento fuese ocupado
sólo por americanos. Para lo cual participarían ellos en el proceso electoral.
Lo cual nunca ocurrió, pues entre las medidas extremas que tomó el gobierno virreinal fue el de interrumpir la libertad de imprenta y denegar la realización del proceso electoral. Y aunque Los Guadalupes pensaron en acercarse
al nuevo virrey (Calleja) para intentar una negociación al respecto y a pesar de
lo sostenido por Bustamante acerca de que Calleja tenía la intención de unirse a
Morelos, en los hechos, el año de 1813 se caracterizó por una enorme persecución
contra los insurgentes y un cambio en el rumbo de la política, que parecía traer
vientos nuevos.
La suspensión del régimen constitucional hacia 1815 –año en que murió
José María Morelos y Pavón−, las averiguaciones y los procesos que tuvieron su
fin en persecuciones, prisión y destierros para los insurgentes y Los Guadalupes,
las aspiraciones autonomistas no habrán de ser abandonadas, hasta lograr alcanzar
la independencia en 1821. Las sociedades secretas entonces, lejos de desaparecer,
recobrarán nueva vida al conquistar cada vez mayor poder.
Elisa Guadalupe Cuevas Landero
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dida política que llenó de un mayor alborozo a los habitantes: ¡Podrían elegir a
sus propios gobernantes! Pues se anunciaba que habría elecciones a través de las
cuales se podría elegir legítimamente a los representantes de los intereses criollos.
Por fin, tendrían sus habitantes “el control de todo el espacio urbano capitalino”,
sostiene la autora Virginia Guedea. Era un ejercicio democrático que traía consigo
una renovación política nunca antes tenida [sólo equiparable a lo que tuvimos en
1997 los capitalinos cuando pasamos a ser electores del gobierno del DF y de las
delegaciones]. Por supuesto que no fueron elecciones universales, ni muy confluidas, ni tampoco democráticas, pero sin duda representó un triunfo para los grupos
como el de Los Guadalupes y, por supuesto, para los insurgentes. Tan es así, que
el gobierno virreinal vio en el proceso electoral una derrota, un revés político;
aunque para la capital fue todo un triunfo el haber conseguido la instauración de
la Juntas Populares.
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EN BUSCA DE UN GOBIERNO ALTERNO
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