quienes probablemente fueron meros extractores del mineral, y

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DE
HISTORIA
NATURAL
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quienes probablemente fueron meros extractores del mineral, y cuyo
destino no fué por ellos conocido; induce a suponerlo así la ausencia
de materiales propios de civilización más progresiva; este mineral
fué, al parecer, aprovechado por elementos extraños, alienígenas,
que perseguidores del mismo para su industria, lo obtuvieron de
sus poseedores, para luego fijar su industria «in situ».
Esta civilización última, puede sospecharse provino de la costa y
ascendió por los caudalosos ríos Sella y Nalón a los yacimientos
de Onís y el Aramo, respectivamente; la presencia del preciado
metal sustituyó la atrasada civilización lítica en la que el elemento
autóctono vivía, y éste, ante el empuje de la codicia del invasor,
cedió a su acción, reconoció la nueva industria a lo más, y se retiró
al interior o repartió por otras cuencas todavía no conocidas por
aquél, para valiéndose de su nuevo conocimiento, aprovecharlo y
fijar el paso de su nueva transformación. Ya he indicado, al tratar
de la mina de Onís, que pruebas de esta última, que posible es que
aparezcan, aclararán el supuesto.
Con referencia a la cueva, fué probablemente habitada en su entrada, quedando el interior destinado a la inhumación de cadáveres;
podía sospecharse que los trozos de madera carbonizada, carbón
vegetal, etc., hallados, fueran restos de una previa incineración del
cadáver, pero este rito deja de confirmarlo la circunstancia de que
los huesos no muestran señal alguna de tal caso, y además la presencia de los esqueletos «en cuclillas» descarta totalmente tal probabilidad ante el previo ligamento de los cadáveres para adquirir aquella posición forzada; lo que sí es posible que aquellos restos combustibles sean indicadores de fogatas realizadas para la ventilación
de las galerías en ocasión de nuevas inhumaciones (1).
La tostación del mineral y fusión del metal, a mi juicio, se realizaría al exterior. El incendio previo interior que Rada y Delgado
sospechan para la mina de Onís, y Dory en el Aramo, no lo considero factible al objeto que suponen ambos autores.
(1) Dice el Prof. Déchelette a este respecto: «Conviene no olvidar
que el examen de grutas sepulcrales y tumbas dolménicas puede conducir en este caso a fáciles equivocaciones. En la parte anterior de los
dólmenes, y a la entrada de los pasadizos cubiertos, se encendían fogatas, ya sea para satisfacer alguna prescripción ritual (sacrificio, purificación o comida en las exequias), ya simplemente-para facilitar la ventilación de las galerías en caso de nuevos enterramientos.» Tomo n, página 466.
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