Morir con las botas puestas

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OPINIÓN
Morir con
las botas puestas
Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña
Presidente de Capital
@alejandrosuarez
E
l fallecimiento, con pocos
días de diferencia, de dos
grandes empresarios como Emilio Botín e Isidoro Álvarez me ha dejado mal cuerpo y
algunas reflexiones.
En primer lugar, debo reconocer que seguí ojiplático algunos comentarios -en tiempo realdesde las redes sociales sobre tan
tristes noticias. Estos comentarios, lejos de parecerme algo banal e intrascendente, me llenaron de indignación.
Todos tenemos nuestras filias y nuestras fobias.
Pero no se puede negar la evidencia. Han fallecido
dos de los más grandes empresarios que ha dado
nuestro país. Personas que crearon empleo, impulsaron desde su posición la marca España, y que
deberían ser ejemplo e inspiración para generaciones posteriores. Las gracietas y chuflas que se podían leer a través de Twitter no son tristes en sí
mismas, lo triste es pensar que son un rasgo característico del español, que por norma general es
envidioso. Lo llevamos en el ADN. Posiblemente
los mismos que tras la muerte de Michael Jackson
dieron una tregua a su figura –que pasó en minutos
de ser la de un depravado acosador de menores, al
gran artista del siglo XX- no parecían reaccionar
con la misma generosidad ante estas defunciones
por dos curiosas variables: eran españoles ¡y encima empresarios! Triste e inequívoco signo de su
bajeza mental; algo que, por cierto, deberían hacerse mirar.
Al margen de lo anterior, sí que me parece digno de análisis sosegado ver cómo una generación
de empresarios de primer nivel muere con las botas
puestas. ¿No hay relevos claros, o nuestros grandes
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empresarios simplemente se niegan a aceptar su jubilación?
Estoy seguro que hay opiniones de lo más variopintas, y para
explicar la mía me remitiré a la
portada del número 166 de Capital, que bajo el titulo La generación que viene se refería a algunos empresarios y políticos,
encabezados por Felipe VI. Entre ellos estaban Esther Alcocer
Koplowitz, José María Álvarez-Pallete, Javier Marín y Dimas Gimeno, que
están llamados a provocar un relevo generacional
que ya ha empezado, y que apuesto será total en
los próximos cinco años.
Me atrevería a decir que, en esa portada, pese a
ser todos los que están, no están todos los que son,
y yo me permitiría unir a la terna algunos destacados profesionales con un futuro apasionante como
Ana Patricia Botín (Banco Santander); Pablo
Juantegui (Telepizza); María José Hidalgo (Air
Europa); Pablo Isla (Inditex); Ricardo Currás
(DIA); Antonio Horta Osorio (Lloyds); José Sevilla (Bankia); Abel Matutes Prats (Grupo de Empresas Matutes) o Antonio Asensio (Zeta).
Ellos son –entre otros muchos– los que nos hacen ser optimistas cara al futuro, y los que están ya
hoy, aunque no nos demos cuenta, protagonizando
un cambio empresarial profundo. No solo de caras
o nombres, sino mucho más allá. Llegan con una
formación diferente, y una visión del mundo global
que poco o nada tiene que ver con la generación
inmediatamente anterior. Aprovechemos para subirnos al carro y caminar junto a ellos. Su éxito
será el de todos, y en mayor o menor medida, todos
ellos están tomando ya el relevo generacional.
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