La comunidad rural en la crisis del antiguo régimen: el párroco rural

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La comunidad rural en la crisis del antiguo régimen: el párroco rural en España como
modelo de referencia (1750-1850) 1.
Antonio Irigoyen López
Universidad de Murcia
Resumen
Hay mucho que investigar sobre el clero rural en los siglos XVIII y XIX, sobre todo en los aspectos
sociales. La razón de la escasez de estudios de este tipo podría encontrarse en que en el estudio sobre la
crisis del Antiguo Régimen, toda la atención se ha puesto en los aspectos políticos de la misma. En este
trabajo, lo que se trata de realizar son unas notas acerca de las relaciones del párroco con la comunidad
rural en la que desarrollaba su labor. Para ello, se van a utilizar los modelos teóricos procedentes de obras
escritas por eclesiásticos desde finales del siglo XVIII a mediados del siglo XIX: El padre de su pueblo,
escrita por el obispo de Barcelona, Pedro Díaz de Valdés; un artículo de Jaime Balmes titulado el Párroco
rural; y El cura ilustrado en orden a sus derechos y deberes, escrito por Vicente Solano, cura de un
pueblo de Huesca. Lo importante de estas obras es que, además de centrarse en las labores propias del
ministerio sacerdotal, se ofrece la visión del eclesiástico como un elemento central de la comunidad rural
el cual, en virtud de esa posición preeminente, podría convertirse en factor de desarrollo y modernización.
Se trata de decodificar los mensajes de la fuente para comprobar si hubo variaciones temporales y
temáticas, con el fin de averiguar si, al margen de la función religiosa, se le añadió otra más social.
Palabras clave: Parroquia, Sacerdote, Comunidad rural, Antiguo Régimen, Liberalismo.
Abstract
There are many issues to investigate on the rural clergy in Eighteenth and Nineteenth Centuries Spain,
especially the social aspects. The reason for the lack could be that studies on Ancien Regime crisis has
focused the attention on the political aspects. This text aims to provide some notes about the relationship
between the priest and the rural community in which worked. To do this, theoretical models from works
written by clergymen from the late eighteenth to mid-nineteenth century will be used: The father of his
people, written by the bishop of Barcelona, Pedro Díaz de Valdés, the Jaime Balmes’ article titled “Rural
Priest”; and The priest illustrated in order of their rights and duties, written by Vicente Solano, priest of a
village in Huesca. These texts expose the work of priestly ministry; its main thesis is that clergyman
should be a central element in the rural community. Thanks to his preeminent position, parish priest might
become a factor of development and modernization. It is necessary to decode the messages from the
source to see if there were temporal and thematic variations, in order to find out whether, apart from the
religious function was added one more social.
Keywords: Parish, Priest, Rural Community, Ancien Regime, Liberalism.
En un reciente y valioso trabajo, Pergerto Saavedra realizaba un estado de
cuestión sobre la producción historiográfica española en relación al clero y los
campesino, donde dan noticias de la evolución desde los trabajos pioneros realizados
por Leandro Higuerela de Pino, María Luisa Candau Chacón, Llorenç Ferrer o por él
mismo, hasta los últimos escritos por Avelina Benítez Varea, Hortensio Sobrado o
González Lopo, por citar algunos de los más destacados 2. Con todo, lo cierto es que
1
El presente trabajo forma parte del Proyecto de Investigación El legado de los sacerdotes. El patrimonio
del clero secular en Castilla durante el Antiguo Régimen (11863/PHCS/09), financiado por la Fundación
Séneca. Agencia Regional de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia.
2
Saavedra, Pegerto, “Los campesinos y sus curas”, en María José Pérez Álvarez y Laureano M. Rubio
Pérez (eds.), Campo y campesinos en la España moderna. Culturas políticas en el mundo hispánico,
León, Fundación Española de Historia Moderna, 2012, pp. 19-86, con amplia bibliografía.
2
todavía es mucho lo que hay que investigar sobre el clero rural en los siglos XVIII y
XIX, sobre todo en los aspectos sociales. La razón podría encontrarse en que en el
estudio sobre la crisis del Antiguo Régimen, toda la atención se ha puesto en los
aspectos políticos de la misma, así como en toda la cuestión relacionada con la
desamortización y lo que con acierto, Cuenca Toribio llamó el desmantelamiento de la
Iglesia del Antiguo Régimen. En este trabajo, lo que se trata de realizar son unas notas
acerca de las relaciones del párroco con la comunidad rural en la que desarrollaba su
labor. Para ello, se van a utilizar los modelos teóricos procedentes de obras escritas por
eclesiásticos y se va a incidir en las funciones que debería tener el párroco modélico. Se
trata de decodificar los mensajes de la fuente para comprobar si hubo variaciones
temporales y temáticas, con el fin de averiguar si, al margen de la función religiosa, se
le añadió otra más social.
Un manifiesto por los párrocos ilustrados
Aunque fuera sólo un grupo minoritario, el clero participó en la difusión de las
corrientes ilustradas. Es bien sabido que muchos eclesiáticos fueron miembros activos
en las Sociedades Económicas y que otros muchos se lanzaron a participar en el
desarrollo de las ciencias experimentales de las inquietudes científicas 3. Dentro del
estamento un lugar especial lo ocuparon los prelados, muchos de los cuales fueron, en
palabras de Sarrailh, obispos bienechores y economistas que se preocuparon por mejorar
las condiciones de vida de los fieles y no sólo de su salud espiritual 4. Cuestiones
candentes en los años finales del siglo eran la conveniencia que el clero recibiera
formación científica y, como consecuencia de ella, qué papel podrían desempeñar los
clérigos en la difusión de las nuevas ideas y técnicas entres sus feligreses, en especial en
el ámbito rural 5. Es decir, hasta qué punto el clero podría convertirse en vehículo
difusor de las luces, amén de ser un agente al servicio del poder político 6. El que sería
obispo de Barcelona, Pedro Díaz de Valdés, estaba convencido de la gran utilidad que
podría derivarse de esta nueva función social de los eclesiásticos. Así, redactó una obra
que fue publicada por primera vez en 1794 por la Sociedad Vascongada de Amigos del
País. Ya su título es toda una declaración de intenciones: El padre de su pueblo o
3
Sarrailh, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, México, FCE, 1985, pp. 230289 y 413-472
4
Sarrailh, La España, pp. 137-139.
5
Sarrailh, La España, pp. 259-260.
6
Saavedra, “Los campesinos y sus curas”, p. 85
3
medios para hacer temporalmente felices a los pueblos, con el auxilio de los señores
curas párrocos.
Uno de sus principales argumentos radica en que el sacerdote es un punto de
referencia, tiene una preeminencia —una superioridad— social que le convierte en
autoridad local. Más, cuando los factores demográficos y socio-religiosos, como señala
Pegerto Saavedra, fortalecieron a la parroquia como elemento de identidad local 7. El
párroco, de este modo, desempeña un importante papel como garante del orden social
del Antiguo Régimen. Todo muy al nivel de las Luces hispanas.
“Son en fin los curas los sabios y los doctores que siembran en las almas tiernas
aquellas semillas, que produce el amor y la obediencia al legítimo Soberano; el respeto
a los mayores en los años y en las dignidades; y el orden y concierto en todas las
clases...
Todos verán, que el medio poderoso de los curas, es, por decirlo así, la piedra filosofal
que enriquece a los pueblos, y los hace felices: sin trastornar las fortunas de los
ciudadanos: sin agraviar los tronos, ni a los tribunales: sin hollar la justa diversidad de
clases políticas: y sin poner en convulsión a todo el Estado. Son ya dichosos y
afortunados nuestros pueblos, con el moderado Gobierno que los rige, y con el medio de
los curas, que los instruye y remedia; y podrán ser aun más felices y dichosos” 8.
No se va a encontrar críticas al clero, sino todo lo contrario. ¿Se trata
simplemente de una defensa del estamento al que pertenece o, por el contrario, puede
ser una evidencia de esa mejora de nivel del clero de que se está hablando? Díaz Valdés
parece convencido de esto último cuando afirma que los clérigos “están ricos; y yo los
quisiera poderosos en la posesión de las ciencias naturales”, por lo que “los
conocimientos de los curas y eclesiásticos han de aumentar en cada siglo, con
proporción a las luces que ofreciere la presente edad”. Todo un canto a la renovación y
una adecuación a los nuevos tiempos.
“Hasta en el accidente del vestido exterior se notaría de ridículo a quien se obstinara en
presentarse con el que se estilaba en el siglo trece. Solas las verdades de la fe, y de la
moral no admiten novedad: las otras cosas aumentan, o disminuyen, se declaran o se
obscurecen; y es justo que abrazemos las nuevas invenciones; como no ofendan la fe, la
moral y del Gobierno; y como sirvan además a mejorar la suerte de los ciudadanos” 9.
No hay nada peligroso en el progreso, por lo que es necesario participar de él si
no se quiere correr el riesgo de quedarse al margen y, con ello, avivar y dar sentido a
unas críticas que ya comenzaban a oírse sobre la inutilidad del clero. El autor reclama
que la Iglesia tiene que participar de forma activa en la recuperación económica e
intelectual del país, tiene que promover la difusión de la ciencia (en concreto, Física,
7
Saavedra, Pegerto, “As freguesias da Galizade finais do séc. XV a meados do XIX”, Revista de História
da Sociedade e da Cultura, 7 (2007), p. 217.
8
Pedro Díaz Valdés, El padre, pp. 13-14.
9
Díaz Valdés, El padre, p. 16.
4
Química, Botánica y Minerología), la agricultura y la industria, instruir al pueblo que
está bajo su custodia. Más que nunca el clero secular, como señalara Domínguez Ortiz,
convertido en un cuerpo de funcionarios al servicio de la política reformista 10.
“Dadme eclesiásticos dotados de virtud, doctos en las Santas Escritura, Padres y
Concilios, y bien instruidos además en los conocimientos físicos y naturales, que
conduce para que prosperen los pueblos; y luego se verá, que crece nuestra dicha, y
nuestra riqueza: que las costumbres son honestas y arregladas: que la Religión es la
columna que sostiene sin conmoción el edificio nacional; que razonablemente libres
todos los vasallos, en cuanto no se opone a la ley, se miran y tratan unos a otros como
prójimos, y como amigos: que cada cual respeta a sus mayores: que cada marido vive
contento con la única mujer que Dios le ha dado, sin apetecer otra, ni menos tomar
segunda, viviendo la primera: que los hijos están sumisos a sus padres: que se veneran
los tribunales: que se pagan sin murmuración los tributos: que son bien dirigidas las
labores de los campos: que se aprovechan muchos terrenos incultos: que se mejoran los
vegetales conocidos, y se introducen otros nuevos: que se arraigan ciertas industrias, y
se aumentan los medios para las subsistencias (que es el secreto para multiplicar
gentes), y por fin, que todos en la nación a voz común, llaman padre a su Rey, y con
ternura y confianza oyen sus órdenes, y obedecer sus leyes” 11.
¡Cómo no iba a provocar el entusiasmo de Jovellanos unos textos como éste 12!
Paternalismo, utilidad, riqueza, progreso, felicidad: la Ilustración en estado puro.
De ahí que señale que la adquisición de los nuevos conocimientos que pretende
para los curas no va a significar una disminución de los contenidos tradicionales de la
formación clerical, ni mucho menos un abandono del cuidado espiritual, que es su razón
de ser. Y lo que es mejor, según Díaz Valdés, es que los clérigos incrementarán su
prestigio y aumentarán la distancia social con el resto de la población.
“Los sabios naturalistas son hombres y hombres grandes para los demás hombres: un
cura que es sabio naturalista, sobre ser un hombre superior, es en algún modo, un
hombre divino para los demás” 13.
Reinterpreta lugares comunes de la tratadística sacerdotal como el de que “los
párrocos deben sustentar a sus feligreses con el ejemplo, con la doctrina y con el
alimento corporal” 14, pero esta vez el ejemplo y la doctrina también están en las
ciencias. La superioridad por la cultura y la ciencia, según los parámetros de la
minoritaria elite ilustrada española.
“O yo sueño, años ha, o ello es cierto, que si el clero adopta los estudios, que abajo
propongo, ganará para sí respetos, atenciones y cariños: tapará la boca a los
inconsiderados que le critican, y hará felices en lo temporal, como los hace ya en lo
espiritual, a todos los pueblos” 15.
10
Antonio Domínguez Ortiz, Sociedad y estado en el siglo XVIII español, Barcelona, 1976, p. 371.
Díaz Valdés, El padre, p. 19.
12
Sarrailh, La España, p. 260.
13
Díaz Valdés, El padre, p. 70.
14
Díaz Valdés, El padre, p. 55.
15
Díaz Valdés, El padre, p. 35.
11
5
Un caso paradigmático del nuenuevo eclesiástico ilustrado podría ser Juan
Sánchez Andújar, cura de Sax, quien llegaría a ser canónigo en la catedral de Murcia y
nombrado diputado en las 16. Apasionado del estudio, formó una biblioteca que legó a
los dos hijos varones de sus dos sobrinas. Además fue un asiduo lector del periódico
Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos, publicación con la que
Godoy intentó difundir las reformas en el campo valiéndose del clero; se perseguía el
fomento de la agricultura, dando a conocer nuevos cultivos o nuevas técnicas 17. Sánchez
Andújar compartía todas las expectativas de los redactores del periódico. Por esta razón,
escribió una entusiasta carta que dirigió al periódico el 15 de julio de 1797 en donde
quiso compartir los pequeños avances logrados, al tiempo que era consciente de la
dificultades con que se toparía el progreso agrícola:
“Señores Editores: yo no tengo nuevos descubrimiento que participara al público, ni
algunos rápidos progresos que hayan hecho en este país los que se nos han comunicado;
porque aunque el Semanario difunde por todas parte sus máximas instructivas, ni todos
los dormidos despiertan a la primera voz, ni puestos en la senda caminan con la misma
agilidad. Sin embargo, los primeros sacudimientos de la inacción que he observado en
mis feligreses, me han descubierto ciertas semillas de luz, a quienes solo faltaba un
viento favorable para brillar, y les proporciona el Semanario, que o les dirige con
instrucciones, o les estimula con exemplos” 18.
Lo más interesante de la obra de Díaz Valdés son las novedades que introduce en
el discurso tradicional del papel del clero en la sociedad. Para empezar, al hilo de las
corrientes ilustradas, propone un cambio en la consideración de caridad. No puede
renegar del concepto tradicional que existe en la Iglesia, ni de la importancia de la
limosna. Pero sí puede ampliar los contenidos de la caridad en tanto que ha de buscar el
beneficio, la utilidad, por encima de todo.
“Quien reparte una limosna para socorro de la miseria actual, hace un bien, y una
caridad cristiana y viva que remedia al pobre, aunque no sirve para la necesidad que
haya de sobrevenir. Mas el beneficio hecho a un pueblo introduciendo un nuevo fruto o
cosecha, arraigando una industria, o plantificando otro cualquiera ramo provechoso, es
tambien una carida viva y ademas fecunda: pues remedia las actuales miserias, e
impide, que éstas renazcan. Esta caridad es un capital que perservera, rindiendo
anualmente sus pensiones, y un árbol precioso que cada año socorre con sus frutos. Este
modo de ayudar a los pobres se parece e imita en algún modo al que Dios ejecuta con
16
Ochoa Barceló, Francisco, “Más sobre el Cura de Sax, el Doctor Don Juan Sánchez Andújar”, El
castillo de Sax, 1 (1997), pp. 2-5; Vázquez Hernández, Vicente, “El proceso involucionista de un clérigo
ilustrado: don Juan Sánchez Andújar, cura de la villa de Sax (Alicante), diputado en las Cortes de Cádiz y
canónigo de la catedral de Murcia”, Anales de Historia Contemporánea, 23 (2007), pp. 315-334; idem,
“Don Juan Sánchez Andújar, cura de Sax, diputado en las Cortes de Cádiz”, Revista del Vinalopó, 13
(2010), pp. 17-34.
17
Díez Rodríguez, Fernando, Prensa agraria en la España de la Ilustración. El Semanario de
Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808), Madrid, Ministerio de Agricultura, 1980;
Larriba, Elisabel, “Un intento de reforma agraria por y para las clases productoras: Semanario de
Agricultura y Artes dirigido a los párrocos (1797-1808)”, Brocar, 23 (1999), pp. 87-117.
18
Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos, Madrid, Imprenta de Villalpando, 1797,
tomo II, pp. 350-351.
6
todo el género humano. Su poder y bondad conserva y mantiene al hombre, dándole lo
necesario que se reproduce y multiplica en beneficio de los actuales y los venideros. Es
una finca fértil que anualmente remedia las necesidades del hombre. No le presenta un
almacén de granos que le alimente en una estación, y que consumido una vez, le
exponga después a otra necesidad. Confíale un grano que, beneficiado con su industria y
con el sudor de su rostro, le ofrezca millones de granos, con que viva en la
abundancia” 19.
Pero lo más importante es que está reclamando la total inmersión del clérigo en
la sociedad: ya no más alejamiento físico sino acción directa que va a ser la que
proporcione la superioridad social (el padre).
“He observado, que un cura que se acerca a un parroquiano labrador: que presencia sus
trabajos; que le consuela en sus fatigas; que celebra su acierto en algunas maniobras;
que le indica algún medio más fácil en lugar de otro penoso; y que manifiesta gusto en
oírle, verle y asistir a sus labores, es amado e idolatrado de él, y tiene por recompensa
de sus sudores estas conferencias y alabanzas. Paréceme que en tales casos trabaja con
más vigor el parroquiano, se esmera para hacer su obra con primor, y como que
adquiere nueva fuerza con el trato caritativo de su padre espiritual. Si éste le enseña
alguna noticia provechosa, y si mejora la vegetación de otra ya usada, le miran como un
Dios tutelar, le pregonan por su bienhechor, y dura su memoria de generación en
generación por largos años” 20.
Ya no era suficiente sólo servir a Dios y cuidar espiritualmente a los fieles. El
servicio a la comunidad y a los seres humanos en particular, a la sociedad, ése era el
nuevo cometido. Si se buscaban sacerdotes santos, la vía de la utilidad pública y el
compromiso con el servicio a la comunidad era más que adecuada. El clérigo debía
cuidar de sus fieles a través de un paternalismo racional.
“Todo en el mundo puede ser vida o muerte; medicina o veneno para el hombre. Es
pues necesario acudir a algún medio que nos enseñe el buen uso de todo lo creado, para
que el hombre prospere, y no se ensobervezca; sea sabio, y no se exceda; sea feliz, y no
abuse de su felicidad. Este admirable temperamento el predican y le inspiran los
párrocos ilustrados. Y así, cuando las riquezas y la prosperidad son hijas de los cuidados
de los curas: como con cada favor temporal que procuran, plantan también un bien
espiritual, resulta, que crecen las conveniencias del siglo, sin que disminuyan las del
alma” 21.
Párrocos ilustrados. ¿Se busca construir un nuevo modelo de sacerdote?
Seguramente. Es la resocialización del clero y la humanidad del eclesiástico lo que se
estaba proponiendo. Había que superar los presupuestos tridentinos. Ya no era el tiempo
de la rígida ortodoxia. Los clérigos debían convencerse de la necesidad de acomodarse a
las nuevas exigencias de los tiempos y, sobre todo, participar de ellas, de que tenían
definida una función social que era útil para la comunidad: guiar a los fieles hacia Dios
en la vida futura, pero también guiarles en la vida terrena para proporcionarles una
existencia más beneficiosa. Había que buscar la utilidad y la felicidad, unas de las
19
Díaz Valdés, El padre, pp. 54-55.
Díaz Valdés, El padre, p. 53.
21
Díaz Valdés, El padre, p. 67.
20
7
aspiraciones del movimiento ilustrado pues “la pública utilidad es uno de los objetos de
nuestra religión, cuyas máximas conducen al bien de las almas, y a la felicidad y
tranquilidad de los pueblos” 22.
Para lograrlo, el eclesiástico debía tener con su comunidad una relación nueva,
más estrecha y cercana. El sacerdote podía ser guía pero debía compartir con el resto de
los fieles la aspiración a la felicidad.
“Si por fortuna se tuviera sínodo diocesano, y se expusieran en ella los inmensos bienes
que ha de producir esta enseñanza, yo creo que los cabildos y los curas se enternecerían,
se acalorarían, y con general aplauso ofrecerían más dotación, que la que yo señalo.
Conozco, señores, lo que es nuestro clero, su doctrina eminente, su celo verdaderamente
apostólico, su carida notoriamente conocida, y sus prendas preciosas y admirables. No
lo dudéis, y estad ciertos, de que el clero español arde en deseos de procurar vuestra
felicidad” 23.
Tiempos de inestabilidad. El canto de cisne del Antiguo Régimen.
La invasión napoleónica, el gobierno de José I, la Guerra de la Independencia,
las Cortes de Cádiz, todo se conjura para dar un vuelco a la situación del clero en
España. Surgen importantes críticas sobre su labor. Es cierto que es el clero regular el
objetivo de las diatribas liberales, retomando una tendencia ya presente en los ilustrados
de la centuria anterior. Sin embargo, se interpreta como un ataque a todo el estamento.
La respuesta fue estamental, una defensa en toda regla favor del papel del clero en la
sociedad, en una sociedad que, ciertamente, se quiere estamental. El ejemplo más
significativo se puede hallar en la carta que dirigen los obispos de Tarragona,
Barcelona, Teruel y Pamplona en 1814. Aquí, como no podía ser menos, toda una loa a
los párrocos. De nuevo, persiste el paternalismo: “Como verdaderos padres de familia
extienden su solicitud y sus cuidados a todos los individuos del Estado” 24. A
continuación realizan toda una declaración de la misión de los eclesiásticos en las
comunidades parroquiales:
“Todos saben que nuestros Párrocos son ahora, como fueron siempre, los protectores
inmediatos del pobre, de la viuda, del pupilo; los pacificadores en las disensiones
domésticas de las familias; los reconciliadores en las enemistades públicas de los
vecinos; los maestros y el apoyo de las virtudes, así Christianas como sociales; los
médicos más a propósito para curar los vicios, y prevenir los escándalos con la
22
Díaz Valdés, El padre, p. 73.
Díaz Valdés, El padre, p. 140.
24
Instrucción pastoral de los ilustrísimos señores arzobispo de Tarragona, y obispos de Lérida, Tortosa,
Barcelona, Urgel, Teruel y Pamplona, al clero y pueblo de sus diócesis, Barcelona, Imprenta de Brusi,
1814, p. 29.
23
8
exhortacion, la dulzura, la paciencia y la caridad Christiana, que tanto les concilia, así el
respeto como la confianza de los pueblos” 25.
Sin embargo, el elogio al párroco rural también tenía lugar entre las filas del
clero liberal, si bien para contraponerlo a los beneficiados y frailes, tal y como se
comprueba en una intervención en las Cortes de Cádiz, en la que pide que se ayude a
unos párrocos que, como ministros diligentes del Dios de la paz, extienden la religión y
la civlización hasta las chozas de los pastores 26.
En cualquier caso, lo cierto es que se está reclamando un papel director del clero
en las comunidades rurales, lo cual se justificaba por varios motivos. En primer lugar,
por su condición de mediador con la divinidad y como administrador de la salvación, a
través de los sacramentos. A continuación, se impone un muro cultural: el clero por su
mayor formación debe ser punto de referencia porque él es el único que “entiende”
todos los asuntos; se le contrapone a la comunidad rústica iletrada, inculta, que necesita
ser tutelada. En tercer lugar, se señala al clérigo como el garante del orden social y
también como la autoridad moral suprema que vigila las costumbres y que establece lo
correcto y lo incorrecto. Y, por último, en tanto que protector de los pobres y
desamparados, se le considera el reequilibrador de los desajustes de la sociedad. De
todo lo anterior se desprende que el clérigo se ha convertido en una figura pública
fundamental que ofrece seguridad, acaso la característica más preciada del Antiguo
Régimen 27. Y se retoma el espíritu utilitarista de la posición ilustrada que quiso hacer
del eclesiástico un servidor público porque su gestión es beneficiosa para toda la
comunidad, más allá incluso de su función eminentemente religiosa:
“¿Qué multitud de bienes no resultan à la Religion, y al Estado de estos Eclesiásticos
sembrados por las villas y las aldeas de toda España? …
Se dexa entender bastante la utilidad comun, y aun la necesidad de conservar unos
Ministros tales, que si la Religion no los hubiese instituido para el gobierno de las
almas, seria preciso inventarlos para la felicidad de los pueblos, y de los Estados” 28.
Lo más curioso es que este discurso es el que se mantendrá durante el siglo XIX
en gran parte de los eclesiásticos que reflexionan sobre la función del párroco en el
ámbito rural. Evidentemente, las autoridades religiosas, esto es, los obispos son los
encargados de difundir el modelo de eclesiástico rural. Al fin y al cabo, este interés está
25
Instrucción pastoral, pp. 29-30.
Revuelta González, Manuel, La Iglesia española en el siglo XIX. Desafíos y respuestas, Madrid,
Universidad Pontificia de Comillas, 2005, p. 80.
27
Sarmiento Pérez, José, Mateo Delgado Moreno, arzobispo-obispo de la diócesis de Badajoz (17541841), Badajoz, Diputación de Badajoz, 2008, p. 22.
28
Instrucción pastoral, pp. 30 y 32.
26
9
en estrecha relación con el fuerte parroquismo (la mayor concentración de la vida
religiosa en la parroquia) que estaba propugnando la pastoral de la Restauración 29.
De todo lo anterior, se puede tomar como ejemplo la carta pastoral que el obispo
de Pamplona publica en 1827. En ella lo primero que se destaca es la enorme
responsabilidad del párroco en una frase sencilla: “como [es] el Párroco, es el
Pueblo” 30. Se puede entender que el verdadero centro de la comunidad rural es el cura,
la máxima autoridad moral y religiosa pero, ¿también política? Se piensa que sí, en la
más pura concepción del Antiguo Régimen. Si el párroco ejerce correctamente su papel,
entonces:
“respeto y obediencia al Rey, y à las Autoridades constituida à su Real nombre; porque
todo esto, y mucho más ejecutan unos amos, y unos Padres verdaderamente cristianos; y
de ello, en esta hipotesi, resultarian un Pueblo, y una Nacion entera en lo espiritual y
temporal envidiables” 31.
Se puede reparar, por tanto, en que persiste la visión paternalista por parte de las
autoridades eclesiásticas acerca del papel del clero en la sociedad, heredera directa de la
concepción ilustrada. La comunidad rural necesita de un guía y por eso la función del
párroco es actuar como verdadero motor de ella, eso sí, manteniendo una posición
preeminente para que “le respeten, le atiendan, y en lo espiritual no se alejen de sus
consejos” 32. Además, el cura ha de constituirse como el principal garante del orden
establecido. Todo ello es posible gracias al absolutismo de Fernando VII, ya que “por la
piedad del Señor nos hallamos en un tiempo tranquilo, en que se aprecia a los Ministros
de la Iglesia” 33. En seguida, se legitima la vigencia de la alianza Altar-Trono y la
obligación que los fieles tienen para su mantenimiento:
“La doctrina cristiana nos presenta lo que el hombre debe á su santa Religión; á la
Potestad temporal, y lo que debemos á la España nuestra Patria, como miembros de ella,
no habiendo la mas remota duda de ser todo por disposiciones manifiestas divinas, y por
el derecho natural” 34.
Por esta razón, existe una evidente colaboración entre las autoridades temporales
y espirituales, pero dejando claro que para que se mantega la armonía, para que Altar y
Trono ocupen cada uno su lugar, no deben inmiscuirse:
“De la union con la Real Justicia y de los recursos á los Superiores.
29
Laboa, Juan María, La Iglesia del siglo XIX. Entre la Restauración y la Revolución, Madrid,
Universidad Pontificia de Comillas, 1994, p. 46.
30
Uriz Lasaga, Joaquín Javier, Carta pastoral. Prevenciones para el ejercicio de la cura práctica
espiritual, Pamplona, Imprenta de Francisco Erasun y Rada, 1827, p. 10
31
Ibidem.
32
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 37.
33
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 10.
34
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, pp. 54-55.
10
¡Cuánto es lo que puede, y podrá siempre para el servicio de Dios, y el beneficio de los
Pueblos esa union de los dos brazos, que podemos llamar santa! Llevando en sí los mas
copiosos frutos, la debemos promover con todo vigor y esfuerzo. Al intento el Cura ha
de respetar á la Justicia, y exhortar á los Fieles la obedezcan y respeten; y la Justicia
debe tambien hacer lo mismo con el Parroco, no sufriendo que los Feligreses ni otros se
devergüecen con el, ni dejen de mirarle con atencion que se le debe por su carácter. El
Cura no se introducirá á mandar en lo temporal, conduciéndose en esa parte con el
debido cuidado; ni el Alcalde se mezclará en lo espiritual, ó que sea del fuero de la
Iglesia” 35.
Muy interesantes son las noticias acerca de lo que se podría denominar la
realidad social de las comunidades rurales. El obispo, en principio, no es partidario de
que el nuevo cura cuando llegue a su parroquia vaya visitando por urbanidad cada casa.
Por el contario, sí aconseja que se entere bien de la situación del pueblo a través de
diversos medios y personas pues esto le servirá para proceder de la forma más
conveniente: como si se tratara de hacer una ficha policial de la comunidad “para sacar
el partido correspondiente” 36.
Relacionado con lo anterior, está la recomendación de que el párroco mantega su
independencia, evitando que se le identifique con los poderosos del lugar. Las palabras
del obispo son más que elocuentes:
“Hasta en los Pueblos reducidos se halla lo menos una casa que prepondera à las demas,
y con especialidad las hay en los medianos, donde se suele introducir la emulacion para
querer que el Cura distinga sus familias” 37.
No obstante lo anterior, debe atraerse a los más notables del lugar, con el fin de
encontrar en ellos un apoyo para su labor:
“Por lo demas creo igualmente, que conviene dejarse ver algunas veces mas en las casas
de aquellos vecinos, que lo merecen por su clase, y por lo que pueden contribuir a la
felicidad comun” 38.
Pero debe hacerlo de tal modo que él mismo no se convierta en un problema, ni,
desde luego, tomando partido por una de las posiciones locales ya que “en Lugares
cortos y aun medianos promueven la envidia de unos à otros vecinos, y tal vez bandos,
que à todo trance se han de evitar” 39.
Una de las misiones principales de los eclesiásticos en las comunidades rurales
será la mediación, con lo que contribuirán al mantenimiento del orden público; de ahí
que su función no carezca de contenido político. En efecto, el párroco deberá intervenir
en los litigios y querellas para llegar a un acuerdo entre las partes y lograr que se
35
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, pp. 51-52.
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 14.
37
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 14.
38
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, pp. 22-23.
39
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 23.
36
11
restablezca el equilibrio en la localidad: “El objeto ha de ser el de la utilidad de los
interesados, conduciéndose á zanjar la paz por una razonable composicion” 40.
El obispo advierte sobre los frecuentes conflictos que en las comunidades
pequeñas surgen por los insultos y las injurias y del peligro real que existe sobre que
estos incidentes lleguen a convertirse en desórdenes públicos:
“También cuando nadie lo imaginaba se presenta un incedio de querella formal por
injurias ó abusos de la lengua. Esto es mucho peor, y abrasa en divisiones al Pueblo. En
ello y en las diferencias de interes de poco valor, aunque siempre con prudencia, no se
cesará hasta entablar la paz” 41.
Otro frente de acción del párroco es el tratamiento de los conflictos dentro de las
familias. Algo muy llamativo es el pesimismo con el obispo trata este asunto,
manifestando a las claras la escasa solución de estas diferencias:
“Suelen ser comunes y de dificil cura. Si el Párroco con discrecion y tiempo, hace entrar
a todos en el santo temor de Dios con medidas, para que se confiesen bien, lo habrá
remediado todo, y de otra suerte no adelantará mucho.
Sin embargo, si como es natural, procurará con buen modo cortar la cólera, dándoles al
propio tiempo los consejos generales que le inspire la situacion,y esforzándose mas en
los lances repentinos, sin declararse luego por una parte mas que por otra; y despues
instruyéndose de cuanto sea preciso, y meditando lo que convenga á aquellos
desgraciados, tratará de establecer lo mejor, y no dude que en lo regular, el ocio, y mal
genio con el vicio, la dilapidacion y gastos arbitrarios del amo ó de la ama que no se
pueden soportar, suelen frecuentemente ser el origen de las quimeras, que subsistiendo
la causa, apenas se remediarán jamás” 42.
Para el diagnóstico de la situación, se recurre a un argumento muy repetido
dentro de la tratadística eclesiástica, cual es el exceso de gasto a causa de un afán de
lujo desmedido. Aunque también apunta a ese mal común hispano que es el deseo de
aparentar, que conduce, con frecuencia, a endeudarse y a actuar sin detenerse en las
consecuencias:
“Lo de vivir las familias brumadas de empeños, es un mal comun, que lleva en sí
muchos pecados, y cuya cura ofrece dificultades, cuando se descubre una casi
imposibilidad de pagar, y se encendieron ya las quimeras…
El germen del mal consiste en que se gasta viciosamente lo que no se debe, ni se puede.
Se nutre por el habito contraido, y por el apetito natural de lucirlo. Se hace como preciso
en tantas funciones populares de fiestas, de bodas y tornabodas, y hasta en los entierros
entran el no he de ser menos que los demas, y el que diran, de lo cual dimana que
insensiblemente se sumergen en un caos de donde no se puede salir; y ayuda
poderosamente á lo mismo la facilidad de tener á la mano prestamos que los devoran, y
el ningun reparo que entonces hay de empeñarse y de gastar. Pero reflexionemos las
tristes consecuencias que nacen de este cuadro” 43.
El párroco tiene que ser consciente de que las comunidades rurales son todo,
menos remansos de paz. Esto es lo que explica los consejos que se ha visto le dirige el
40
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 41.
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 42.
42
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, pp. 43-44.
43
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, pp. 44-45.
41
12
obispo. Lo fundamental es conocer la realidad y sobre este conocimiento trabajar de la
forma más acertada en su papel de mediación:
“Por ello no se ha de espantar ni abatir, en el supuesto de que en todo tiempo hubo y
habrá en el mundo pasiones. Hagamos con tranquilidad, y resolucion lo que se pueda,
que es lo que nos pide el ministerio” 44.
Al final, en el texto flota siempre el paternalismo eclesiástico que deriva de la
posición preeminente que el párroco tiene en la sociedad local del Antiguo Régimen:
“como un padre tierno lo hace à sus queridos hijos” 45, el párroco debe actuar “con
paciencia y el debido miramiento” 46, teniendo en cuenta que “la prudencia ha de
sazonarlo todo” 47. A fin de cuentas, “el Cura es el Padre espiritual de todos, y se ha de
concretar al trato que le gane mas paz y terreno para Dios” 48.
De igual modo, se mantiene la esencia de las ideas ilustradas cuando el obispo
indica que “la felicidad comun, que es la quien siempre ha de seguir el Pastor con
miramiento à la de su rebaño” 49. Por esta razón, también el párroco debe ayudar a los
campesinos en las labores del campo 50.
Pero lo que se deduce de este texto es el control social que ejerce el Párroco en
la comunidad rural. Él será quien determine las conductas correctas y las buenas
costumbres y prácticas que deben imperar, al tiempo que condenará los
comportamientos desviados, todos mezclados sin solución de continuidad: los robos, los
tratos sospechosos, las blasfemias, el trabajo en días festivos, la falta de asistencia a los
oficios divinos, la malversación… 51 Lo hará recurriendo a la amenaza del castigo divino
y a que sólo él puede aplacar su ira: “El Cura clamará a Dios para que se compadezca de
su Pueblo” 52. A fin de cuentas, es su labor como mediador ante la divinidad la razón
principal de su posición social preeminente dentro de la comunidad rural.
El párroco en la sociedad liberal.
Revuelta González ha señalado que hubo unas serie de pensadores católicos
(Roca y Cornet, Quadrado y Balmes, sin duda el autor más importante e influyente) que
44
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 51.
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 22.
46
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 14.
47
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 39.
48
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 23.
49
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 23.
50
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, pp. 83-84.
51
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, pp. 50-51.
52
Uriz Lasaga, Carta pastoral. Prevenciones, p. 51.
45
13
abogaron por un clero nuevo adaptado a la sociedad liberal y que se mueve en dos
esferas: la espiritual, que es la principal, y la temporal, que tiene que ver con la posición
social del clérigo dentro de la comunidad. En cualquier caso, para Quadrado el grado
de influencia del párroco residirá en su perfección moral y en los servicios al prójimo,
así como en su capacidad para poseer “un conocimiento exacto de los tiempos y
necesidades materiales” 53.
De la producción de Jaime Balmes, interesa ahora un escrito titulado “Algunas
reflexiones sobre la vida y la influencia de los párrocos rurales”, aparecido en La
Sociedad, el 1 de marzo de 1844 54. El eclesiástico catalán construye su texto mediante
la contraposición de dos modelos, lógicamente, uno bueno y otro malo: uno es el
párroco activo y el otro, el pasivo. Comienza, precisamente, por el segundo de ellos con
el fin de ponderar la labor del primero. Al mismo tiempo, advierte que un mal párroco –
aquél que no lleva una vida ejemplar, que cumple con su ministerio de forma rutinaria,
que piensa que la religión sólo impone deberes penosos, que no se preocupa de su
feligresía– contribuye a dar argumentos a los anticlericales, a los enemigos de la Iglesia
(p. 430). Su intención es que el clérigo no cayera en la ociosidad y el egoísmo inútil 55.
Por el contrario, ensalza la labor del buen párroco, que aun solo y aislado en el
ámbito rural, rodeado de rústicos aldeanos, se ocupa con entrega y convicción a sus
labores pastorales. El párroco rural acompaña a los aldeanos durante todo su ciclo de
vida, muy determinado por los ritos católicos, desde el bautismo hasta el entierro,
pasando por el matrimonio 56. Pero no basta con detenerse en el cumplimiento estricto de
toda su función religiosa; tiene que salir del templo, debe buscar a los que necesitan
ayuda y debe resolver problemas. Balmes sostiene que el párroco rural es el centro de la
comunidad y que está al servicio de su parroquia pues ya no piensa en sí mismo sino en
sus feligreses. Si consigue la admiración y respeto es, al margen del carácter sagrado de
su ministerio, por su correcta actuación de entrega:
“Procura portarse de tal suerte, que haciendo á sus fieles el bien en abundancia, se
concilie su gratitud, les inspire un afecto filial, y recave de ellos no solo aquel respeto
que se merece por el carácter de que está revestido, sino tambien aquella afectuosa
veneración que acompaña siempre á los hombres de virtud sublime, que consagran
celosamente su vida en beneficio de sus semejantes” 57.
53
Revuelta, La Iglesia española en el siglo XIX, pp. 84-88, la cita en p. 87.
Balmes, Jaime, “Algunas reflexiones sobre la vida y la influencia de los párrocos rurales”, en Selecta
colección de los escritos del señor Doctor Don Jaime Balmes, México, Imprenta de La Voz de la
Religión, 1850, pp. 427-432.
55
Revuelta, La Iglesia española en el siglo XIX, p. 87.
56
Balmes, “Algunas reflexiones”, p. 428.
57
Balmes, “Algunas reflexiones”, p. 429.
54
14
Señala que el Estado no ha comprendido la importancia del clero rural y las
aportaciones que podría hacer:
“Los párrocos son un escelente vehículo para hacer el bien á los pueblos: no hay mejora
que ellos no pudiesen introducir, no hay adelanto á que no puediesen contribuir, no hay
daño que no pudiesen remediar, no hay abuso que no pudiesen contrariar” 58.
Por tanto, Balmes retoma el utilitarismo ilustrado y contempla al clero como
vehículo de modernización. Y, como si de un redactor del Semanario de Agricultura y
Artes dirigido a los párrocos se tratara, propone que el cura, en tanto que persona de
alta formación y educación, ayude para que la agricultura y la ganadería prosperen,
comunicando los adelantos que se producen:
“Generalmente hablando, todo lo relativo á la cultura de las tierras y cria de los
ganados, se halla en España enteramente estacionario, sin participar de los muchos
adelantos que se han hecho en otros paises, y particularmente en Alemania é Inglaterra.
No estando generalizado entre nosotros el leer y escribir, hallándose en muchas
parroquias rurales donde los que poseen este arte son en numero muy reducido, y de
suyo poco aficionados á ejercitarle, carecemos de los medios de propagacion tan
comunes en otras partes, donde por conducto de los periódicos destinados á objetos
particulares, se difunden hasta las últimas clases del pueblo, los conocimientos é
invenciones concernientes á cada ramo. ¿Qué recurso queda, pues, para hacer llegar
hasta los más oscuros rincones de la Península, noticias preciosas que quizás podrian
producir resultados muy ventajosos? […] Esta persona es el Cura Párroco; á esta
persona podeis remitir lo que sea conveniente, seguros de que llegará á su término, y
por su conducto será comunicado á los que en ellos se interesen […] enviad á todos los
párrocos de tiempo en tiempo, una breve reseña de las mejoras que se han hecho en
todos los ramos de agricultura, de selvicultura, cria de ganados y demas que pueda
contribuir á la prosperidad del pais; encargadles que por los medios que crean
convenientes y decoroso, procuren la circulacion de aquellas noticias, mayormente las
que pueden tener aplicación mas inmediata á la tierra donde residen, y sin nuevos
gastos, sin mucho aparato de cátedras, las tendreis abiertas en todo el ámbito del
reino” 59.
Ideas similares sobre que el párroco rural es un beneficio para la sociedad, las
repetirá el obispo Félix Amat en una carta pastoral del año 1839. En ella pondera la vida
sencilla y difícil que llevan los curas en muchos lugares apartados. Como en los escritos
precedentes, pondera la labor de mediación como una de las más fundamentales.
Evidentemente, subraya otras cualidades que tienen que ver con la caridad cristiana que
se supone a estos ministros y que tiene como consecuencia la creación de un vínculo
muy sólido entre la comunidad rural y su párroco. Todo dentro de una visión en exceso
idílica expresada con un lenguaje efectista, pero muy gráfico:
“Yo os acompañaré á que contempleis en los sencillos moradores de mi vasta diócesi de
qué sirve el sacerdote; ese hombre benéfico que uniéndose mas particularmente con
lazos de la caridad evangélica con unas cuantas familias de labradores ó rudos y
sencillos aldeanos se resuelve á vivir con ellos, tal vez entre ásperas breñas ó casi
58
59
Balmes, “Algunas reflexiones”, p. 430.
Balmes, “Algunas reflexiones”, pp. 430-431.
15
estériles montes guarida también de fieras, para enseñarles la santa y consoladora
religion de Jesucristo: observareis que aquel sacerdote es como el (p. 5) padre de sus
feligreses, el ángel de paz entre todos ellos, el consuelo de los que yacen postrados en el
lecho del dolor y de la miseria, el socorro de los necesitados, el amparo y defensor del
huérfano y de la viuda desolados, y finalmente, como suele decirse, el paño de lágrimas
de la población entera” 60.
En unos tiempos políticamente inestables, en los cuales, como señala Laboa,
decayó el influjo de los eclesiásticos 61, ¿podría entenderse esta reivindicación del
párroco como un medio para devolver la primacía social del clero? Desde luego sí que
cabe interpretar los textos escritos por eclesiásticos en la primera mitad del siglo XIX
como una respuesta a los cambios que se estaban produciendo a nivel político y que
repercutirían en la posición social que ocupaba el clérigo en la comunidad rural. Esto
obligaría a destacar la gran labor que realizaban los curas, por lo que había que detallar
todas sus funciones y su alto grado de implicación con la comunidad rural. Pero, ¿era
esto cierto a mediados del siglo XIX? Desde luego, sí que se puede sostener que durante
la Edad Moderna existían fuertes vínculos de los eclesiásticos con sus comunidades. Sin
embargo, con la desamortización, la liquidación del sistema beneficial y la eliminación
de las capellanías y del clero patrimonial, se comenzaron a romper esos lazos. De tal
suerte que muchos párrocos serán extraños a la comunidad rural. Pero de todo esto, no
se menciona nada en los tratados. Por el contrario, se insiste en el modelo teórico que
presenta al párroco como director y guía espiritual de la comunidad. Cuánto de
estereotipo y cuánto de realidad es lo que debe investigarse en el futuro.
60
Amat, Félix, Apología católica de las Observaciones pacíficas del Ilmo. Sr. Arzobispo de Palmira, Don
Félix Amat sobre la potestad eclesiástica y sus relaciones con la civil, Madrid, Imprenta de Gómez
Fuentenebro, 1843, pp. 4-5.
61
Laboa, La Iglesia del siglo XIX, p. 48.
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