5 REVISTA DEL CENTRO DE LECTURA - . u . - doxos? Y q u é significan estos nombres; con ser 31g a n o s <le ellos tan ilustres, al lado de los niil y mil q u e Sguran en losaiialcs de la ciencia católico-espanola? Pero, antes d e pasar adelante, planteemos la ciiestión en sus precisosiérminos. ( H a y realniente cirl~cinr,xp.?iioln? No es acaso u n mito forjado e n la iiiiaginación de algiinos escritorzs: tal vez <teilla~iai!opairióticos? Dónde cstin nuestros sabios? Por ventura el desarrollo cientiricode Espaha Iia sido nuiica taii grande corno su florecimiento iiterario? Preguntas son estas, á las cuales n o somos nosotros quienes debemos coiirestar. L a opiiiión dc q v c España ofrece eii sus anales una cadena iio interrunipida d e escritores cicntíiicos, q u e principia cii Séneca y sigue Iiasta nuestras dios. iio es una creencia particular nuestro. Graner y autorizados autores pcrtenecieiites á divers:ls escuelas, partidos y batiderías han proc1:imado la existeiicin d e un verdadero organismo científico en Espaíia, y n o son pocos los estranceros q u i iian ensa1z:iilo hasta las nubes, el méritu <le nucstros antisuossnbios. Los nombres de hfa!-ans, Andrés, Larnpillas, Cerda, Forncr; Fcijóo: Ralrnes, Martí d e Eixalá, S ~ i a r e zBárcena, Sanchez R u a n o , Ciievas, Ildefonso Martiiiez, Roselló, Lopez Prara, Martin Mateos, Patricio hzcárate, Rios Portilla, Ariiau, Vidart, Adolfo de Castro, Canalejas, Pidal, el P. Ceferino, Valera, Campoainor y sobre todos Lnverde Ruiz y Menénticz Pclayo, entre las nacionales; y enire los estrangeros, M u n k , Franlc, Renan, Roussclot, Mackintosli, Lessing, Hamilton y el gran Leibnitz, son bastante garantía para n o ser tachado d e temeraria la defensa d e la ciencia española. P o r q u é , pues, se pone en tela de juicio, a u n por personas iiuiti.aiias. la exisreiicia d e la patria sabiduría.? Cómo no se citan y encoiiiian nuestros sabios á la par q ~ i cnuesirosescritores nuevaniente literarios? Ln respuesta es bien sencilla : se nos niegan escritores científicos porque no se conocen, n i se estuilian sus libros. Y á la verdad : nadie duda q u e nuestros ascéticos sean los primeros del mundo, incluso los tan ponderados místicos alernancs; todos están contestes e n atirrnar q u e nuestro teatro nacional es único eri su .. cénero,. . y el más original, rico y fecundo q u e han visto los siglos; q u e nuestros escritores festivos son inimitables y sin rival ; q u e nuestros historiadores eii nada desmerecen iie los d e Grecia y Romn y q u e nuestros poetas, tan numerosos como eminentes, pueden ponerseal lado d e los mejores d e la antigüedad clásica y d e los d e todos tiempos; y en fin, todos reconocen á porfia q u e nuestra literatura, riquísima y exuberante, e s superior eii su conjunto á todas las literaturas modernas. L o q u e pocos saben y la mayor parte ignoran es q u e hayamos tenido sabios. Pues bien : lo forzoso es demostrar á nacionales y estrangeros, q u e Espana tiene una historia científica, tal vez tan gloriosa como s u historia literaria; q u e el pueblo espahol, tan calumniado cotno poco conocido, sabe algo m i s q u e acuchillar moros, tostar herejes, descabellar toros, rezar el rosario, escribir roniances y seguidillas, leer libros d e devoción ó d e caballería, abrir monasterios, pelar la pava, bailar la jota, tocar el pander o y cantar malagueíias; y q u e s i España f u i u n tiempo grande por sus gloriosos santos, reyes insignes, invencibles capitanes, navegantes intrépidos, hábiles diplomáticos, artistas inspirados y gallardos escritores, n o l o fué menos por sus teólogos, filósofos, moralistas, escriturarios, jurisconsiiltos, filólogos, humanistas, n ~ é d i c o sy hasta matem6ticos; físicos y naturalistas. Continuarenlos e n siicesivos articulas. J O A Q C ~BORRIS N DE MARCH. - - EL BIEN P E R D I D O CÉ u n artisrt renombrado, Y hoy en mísero hospital, Pobre, ciego, abandonado, Parece u n roble tronchado P o r el fiero vendabal. Parece u n muerto vestido; Inspira Terror s u téz, L a luz y el habla lia perdido, Y tan solo Iia recogido, Para su mal, la vejéz. (I De repente el dulce acento Escuciia d e una c:inción Hencliida de sentimiento, Y se desborda el contento E n s u triste corazón. S e trasfornia en u n instante; S e agita todo su sér, Sonríe con l i b i o amante, Y salpican su senibiante 120s lágrimas d e placér. Q u e aquel amoroso.canto, Q u e oye al pié del siaud, E s u n hiilino, ardiente y santo; Que encierra todo el encanto De s u Iierrnosa juventud. FRANCI~CO GRASY ELIAS