Guapo, joven y eleGante. el que fuera niño bonito del Gobierno

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yes, we can
Guapo, joven y elegante. El que fuera niño
bonito del gobierno Aznar, JUAN COSTA, se
convierte con ‘La revolución imparable’ en azote de
contaminadores. Charla en torno a unas
crêpes Suzette. Fotos: Sofía Moro
Ha dejado el traje a un lado y se presenta con americana y camisa azul oscuro, pantalón camel y
Converse azules. Juan Costa (Castellón, 1965) se ha liberado de los rigores de la vestimenta y de la
política en primera línea. Secretario de Estado de Hacienda y Ministro de Ciencia y Tecnología en
los gobiernos de José María Aznar, en 2004 se incorporó al Fondo Monetario Internacional de la
mano de Rodrigo Rato. «Pero Washington estaba demasiado lejos para atender a la familia, me apetecía probar en la empresa privada... y me enamoré».
Tras un pequeño paréntesis en Ernst & Young, volvió a la vida pública para coordinar el programa
electoral del PP en las elecciones de 2008. Y es que la política engancha, y más cuando la llevas en el
código genético. Su madre fue concejal en el Ayuntamiento de Castellón y su abuelo participó en la
fundación de Alianza Popular.
Ahora, como diputado raso, ha tenido el tiempo necesario para investigar y escribir. La revolución
imparable (Espasa) es el resultado de los dos años que ha dedicado a indagar en el nuevo mundo que
se está gestando, donde ya no hay fronteras geográficas; donde el petróleo, que nos ha ayudado a estar
donde estamos, puede convertirse en el detonador de una catástrofe política, social, humana y climática; donde la inestabilidad y los conflictos sociales de los países pobres favorecen la aparición del terrorismo y el crimen organizado y donde, tengámoslo claro, son los recursos naturales de muchos de estos
países, los que permiten encender la luz.
Juan Costa vaticina un cambio inexorable, que compara con la caída del feudalismo, la abolición de
la esclavitud o el fin del apartheid, y que precisa de nuevas herramientas. La cooperación es la fundamental. «La realidad de la crisis económica está imponiendo a Europa la cooperación. La realidad del
calentamiento global obliga a EE.UU. a dialogar con China. La erupción volcánica en Islandia nos obliga a tener una mayor conciencia de sociedad global».
Hablamos de todo ello en el Club 31. Un Juan Costa, delgado, elegante, displicente, comparte con nosotros sus Crêpe Suzette. Al entrar ha saludado a Miguel Boyer y Javier Solana. Justo al lado, Antonio
Mingote y Alfonso Ussía. Nuestra mesa –aún bien adentrados todos en los 40– reduce en no menos de
15 ó 20 años la edad media de los ilustres clientes del restaurante. Porque lo cierto es que, si no juventud
(Costa tiene 45 años), se necesita mucha osadía para defender el recetario de soluciones que propone.
Un recetario que, dicho sea de paso, en el yermo y anquilosado panorama político que tenemos, suenan
a música celestial. Entre otras: un gobierno global, un sistema global de impuestos que premie el consumo energético responsable y grave el irresponsable, la exención de impuestos a los trabajadores...
«Lo que no podemos es ir matando lentamente el planeta porque perdemos el patrimonio más importante para seguir progresando. Tenemos que empezar a darnos cuenta de que tener un aire limpio tiene
un valor, tener un clima estable tiene un valor, tener agua potable tiene un valor, tener recursos forestales y pesca tiene un valor», asegura. Y prosigue: «Y aquellos que nos beneficiamos más de todo eso,
tenemos que compensar a los demás. Lo que yo planteo es que cambiemos de manera radical nuestro
sistema de impuestos y que se pague por lo malo, que es destruir el planeta, y que no se pague por lo
bueno que es trabajar, tener empleo o crear valor. No podemos, en un país como España con una tasa
de paro del 20%, seguir exigiendo impuestos a los trabajadores y no castigar a los contaminadores».
¿Y no teme un ex Secretario de Estado de Hacienda que le tachen de ingenuo, de utópico?
Bueno, entre la ingenuidad y la ambición hay una pequeñísima línea de separación. Yo creo que las
personas con vocación de servicio público tenemos que ser ambiciosas y pensar con antelación.
Hay dos viajes determinantes, la Antártida y Níger que focalizaron sus intereses: medio ambiente y
pobreza. Le preguntamos qué le enseñaron ambos.
A mí que, quizás como un reto personal –nos dice– todos deberíamos salir de nuestras caprichosas
sociedades occidentales y visitar alguna vez un país pobre. Para darnos cuenta de cómo es la realidad que hay detrás de las cifras. Porque si la mitad del mundo vive con 60 € al mes, algo falla. Si
mil millones de personas luchan por un dólar diario, algo falla. Por otra parte, éste es un mundo extraordinario, y cuando visitas un lugar como la Antártida y contemplas la evolución de la vida te das
cuenta de lo extraordinario que es. No hay nada como eso y qué poco lo valoramos».
¿Sería capaz de darme alguna señal para la esperanza?
Yo creo que el cambio climático y la protección del planeta están hoy en la agenda de la mayoría de
los gobiernos del mundo, de las organizaciones internacionales y, lo que quizás sea más importante,
en la mesa de las grandes empresas.
Eso es un avance, insuficiente, pero un avance –prosigue–. Además, el nivel de concienciación
social crece; y si las empresas se empiezan a preocupar por nuestro planeta es porque nosotros, los
consumidores, estamos exigiéndoselo.
Es usted un convencido de la energía nuclear. ¿Me da una razón para convencerme?
Salvar el planeta. Es la única manera que tenemos hoy de evitar el drama que puede suponer el calentamiento global. En los próximos 20 años tenemos que hacer un esfuerzo con la energía nuclear;
aunque es cierto que a largo plazo la solución son las renovables. La ecuación perfecta pasa por el
40% de renovables, 40% nuclear y el resto gas.
Leo en un reportaje que China desembarca en África para obtener las materias primas que necesita para alimentar su crecimiento imparable. A cambio, construyen carreteras, puentes, presas,
centrales eléctricas... y prestarán al continente africano 10.000 millones de dólares para poner en
pie un sistema financiero. Sin embargo, usted es implacable con China, ¿por qué?
No, no soy implacable con China. Lo que creo es que es a las cosas hay que llamarlas por su nombre. No podemos permitir que los recursos naturales del planeta, que son un poco de todos, se los
lleve, sea quien sea, el mejor postor. Lo que no podemos permitir tampoco, como dice Paul Collier
(Economista, autor de El club de la miseria) es que las empresas europeas o americanas tengan
que competir con las chinas o con las de cualquier otro país del mundo para ver quién soborna
mejor y quién consigue mejores contratos.
Una plataforma de la BP vierte desde hace un mes en el Golfo de México más de 5.000 barriles
de crudo. ¿Qué haría usted si fuera el Presidente Obama?
Yo creo que es fácil, cuando se está fracasando, culpar a la petrolera y al Presidente Obama de la situación. BP tiene una responsabilidad clara y la Administración americana también, pero yo no me
quedaría ahí. A mí me habría gustado ver un esfuerzo verdaderamente global para resolver esto. No
hemos compartido este problema. Ni BP ni EE.UU. han invitado a sentarse en la mesa desde el principio a la comunidad internacional.
Usted que plantea para este nuevo mundo la necesidad de verdaderos líderes, ¿podría decirme qué
líderes actuales encarnan las cualidades necesarias?
De políticos en activo no hablo. Pero es cierto que muchos de los líderes actuales han sido el resultado de unas necesidades, de una historia, de un contexto… porque un líder es un puente entre los
problemas de la gente y sus anhelos.
Tenemos, entonces, los líderes que nos merecemos, le apunto. «Yo no he dicho eso. Lo que sí
defiendo es que los líderes suelen ser el producto de las necesidades, y siempre hay un ‘decalaje’ entre las necesidades y la foto actual de la realidad.
Hablemos pues de los líderes actuales, en positivo. ¿Cree que Patxi López y Antonio Basagoiti han dado una lección de liderazgo a sus jefes de filas con su política pactista y posibilista?
Yo creo que han hecho lo que quería, pero de una manera abrumadora, la sociedad española. Y
desde esa perspectiva están demostrando que están a la altura del reto.
«Nuestro mayor peligro es quedarnos quietos, sin saber qué hacer», comenta en su libro. Muchos de su partido habrán sonreído al leerlo. ¿Es el inmovilismo de Mariano Rajoy el causante
de que el 82% de los españoles desconfíen de él?
Vamos a ver, hoy se publica una encuesta en El Mundo que refleja que la inmensa mayoría de
la sociedad española quiere un cambio político.
Recapitulamos y le mostramos lo que señala la encuesta del CIS de hace 15 días. «Yo creo que
esa encuesta es un toque de atención para nuestros líderes políticos», apunta.
Pero yo le pregunto por algo concreto, la inacción de Mariano Rajoy...
Mariano Rajoy es Mariano Rajoy. Lo que no podemos es comparar a Mariano Rajoy con Zapatero,
con Aznar o con Felipe González.. Él es Mariano Rajoy y tiene una forma de actuar. Yo en muchas
ocasiones no podría actuar de esa manera, pero es que él es él. Yo, desde luego, si no tuviera buena
valoración por parte de la opinión pública española lo consideraría un toque de atención personal,
por supuesto.
Hace unos días el señor Rajoy reiteró su confianza en el Presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, pese a que el Supremo ha reabierto la causa contra él por presunto cohecho. ¿Es un error político del que se va a arrepentir?
Con franqueza, no voy a contestarte a esa pregunta.
Si usted fuera el asesor de Rajoy, ¿qué le aconsejaría al respecto?
Mariano Rajoy ha tomado una decisión que yo no voy a cuestionar o criticar. Él ha tomado esa
decisión y es su responsabilidad.
Hacienda ve indicios de 7 delitos en el PP valenciano, entre otros, financiación ilegal de 2,5 millones
de euros, amaño de contratos, tráfico de influencias... ¿En qué posición deja todo esto a su hermano Ricardo (ex Secretario General del PP en Valencia)?
Bueno, es mi hermano; dicho esto, no tengo ninguna duda en su honradez. Desde luego, si alguien,
sea quien sea, empezando por mi hermano, hubiera actuado de manera incorrecta o hubiera ayudado,
contribuido o hecho que el PP se financie irregularmente, tendrá que asumir las responsabilidades. Y
yo sería el primero en exigírselo.
¿Es su hermano el chivo expiatorio del Caso Gürtel?
A mí me preocupa que un partido, en un caso concreto, pueda actuar de manera arbitraria. Y creo
que mi partido, a nivel nacional, no ha actuado de una manera ecuánime. Si Ricardo tiene alguna
responsabilidad en este caso, más la tiene Camps o muchas otras personas.
¿Cuál ha sido el error de su hermano a la hora de gestionar su situación? ¿Aceptar los trajes?
¿Declarar que seguía considerándose Secretario General del PP en Valencia tras su cese temporal? ¿No haber sabido negociar una salida digna, como el tesorero del PP, Luis Bárcenas?
Primero, yo a Ricardo no le he visto nunca con unos trajes regalados. En mi vida. Él se compra la ropa desde hace muchos años en el mismo sitio y tiene las facturas que acreditan el pago de esa ropa.
Segundo, alguien mintió en ese Comité Ejecutivo Regional de Valencia. Y no fue él porque yo estaba
allí. Cuando se celebró, él salió como Secretario Regional del partido. Si hubo una distorsión entre lo
que se aprobó en el Comité Ejecutivo y lo que la dirección nacional del partido pensó que se había
aprobado, pues es porque alguien no trasladó la realidad.
Cuando él hizo esas declaraciones –continúa–, Ricardo era el Secretario General del partido de
la comunidad valenciana. Y eso lo sé porque yo estuve con él en el Comité Ejecutivo Regional.
Hay un acta que así lo confirma».
Pero quizá podría haber negociado una salida digna...
Creo que ha defendido su honradez personal y el haber actuado correctamente. Es secretario, si no recuerdo mal, desde el verano de 2008. No ha dirigido las campañas electorales de 2007 ni como secretario general ni como coordinador.
Y si resulta inocente, ¿cómo se reestablece su honor?
Reconociendo los errores. No sé si basta, pero desde luego es un paso. Cualquier persona que haya podido sembrar dudas sobre si Ricardo actuó de manera correcta tiene la obligación moral de
intentar repararlo.
¿Se siente cómodo en el PP actual? Sí.
Ahora, como diputado raso, ¿echa de menos el poder?
No, para nada. Lo que eché de menos cuando abandoné las responsabilidades políticas de primer
nivel fue ese aspecto de poder aportar. Pero aunque, evidentemente, no es lo mismo elaborar una
ley y presentarla en el Parlamento que escribir un libro o ayudar en una ONG, creo que en la vida hay
muchas maneras de pensar en cómo contribuir a cambiar las cosas y hacerlas mejor.n Olga Ruiz
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