Asunción 2014 María Asunta, sube al cielo nuestra plegaria por la paz

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¡Padre nuestro, venga a nosotros tu reino!
Asunción 2014
María Asunta, sube al cielo nuestra plegaria por la paz
María, mujer de Nazareth, sube contigo al cielo nuestra súplica por la paz. Tú, que
siempre estuviste atenta a la necesidad, al llanto y la esperanza de tu pueblo, míranos
hoy con tu ternura. Mira y escucha la súplica intensa de pueblos enteros, especialmente
en Medio Oriente y África. Vuelve tus ojos a tantas mujeres y hombres, ancianos y
adultos, niños, niñas y jóvenes que sufren violencia terrible en medio de la guerra, el dolor
y la muerte.
Virgen de la Intercesión.
S. XVI
María, pobre de Yaveh, creyente en el Dios de Abraham y los
profetas, que ama la vida, ayúdanos a acoger el misterio de Dios,
presente y actuante en medio de la fragilidad vulnerable de la historia.
Acompaña, María, nuestras búsquedas e incertidumbres de hoy.
Suplicamos contigo al Espíritu: Entra hasta el fondo del alma, divina
luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por
dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la
tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce
el sendero. Que este Espíritu toque los corazones y las mentalidades
de los pueblos y los gobernantes, que haya verdadera voluntad por el
bien común, por trasformar las espadas en arados y las lanzas en
podaderas (Is 2,4).
María, madre de Jesús, el Señor, el príncipe de la paz, muéstranos a tu Hijo, que Él nos
dé la paz, nos la enseñe, nos dé el valor y el coraje necesarios para realizar gestos y
acciones concretas de cercanía, escucha, encuentro, reconocimiento, trato justo y
amable, diálogo, palabra oportuna, hospitalidad, amor, perdón, servicio, implicación,
compromiso, oración. Que Jesús, manso y humilde de corazón (Mt 11,29), nos enseñe a
desarmar las manos y los pensamientos. Que nos dé un corazón semejante al suyo. Que
nos miremos todos como hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Dios, común
familia humana, más allá de cualquier frontera cultural, social o religiosa. Que nos
reconozcamos llamados a la alegría de la comunión con Él y entre nosotros, invitados al
banquete del reino, a la mesa compartida de la paz, donde los pequeños y los que sufren
son los primeros.
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María, madre de la iglesia, intercede por ella, para que nunca se encierre ni se detenga en
su pasión por el reino. Que sea signo e instrumento de verdadera paz y reconciliación en
el mundo. Que supere las divisiones internas, que fomente la tolerancia, que se empeñe
en el ecumenismo, que promueva el diálogo interreligioso, que viva en éxodo para
anunciar el evangelio de la paz a toda nación, lengua, pueblo y familia (Ap 14,6)
María, esperanza de todos:
Tú supiste guardar en tu corazón lo que para otros era incomprensible,
Tú anduviste por caminos buscando refugio para dar a luz a tu hijo,
Tú buscaste a Jesús cuando lo creíste perdido,
Tú estuviste atenta para que no faltara el vino,
Tú viviste en tu hijo el dolor y el sinsentido del egoísmo humano,
Tú permaneciste junto a la cruz,
Tú padeciste soledad,
Tú esperaste cuando todos vacilaban,
Tú acompañaste los pasos de la primitiva comunidad
Hoy, contigo, nuestra oración se hace cada vez más fuerte, más insistente y más honda.
¡Shalom, salam, paz!
Amén.
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