EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS

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KOBIE (Serie Anejos). Bilbao
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
N.° 8, pp. 309 a 336, año 2004.
ISSN 0214-7971
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS
CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
The End of the Palaeolithic in Cantabrian Spain: the Azilian
Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco (*)
RESUMEN
Se presenta una síntesis de la información disponible sobre las sociedades que poblaron la región cantábrica durante el Aziliense, período que corresponde a la parte final de la última glaciación y a los inicios del Holoceno. Tras muchas décadas de pesimismo respecto a la pujanza de aquellas sociedades, sin duda marcadas por
la desaparición del gran arte paleolítico y de los brillantes ajuares magdalenienses, el panorama actual, fruto de
la intensificación de los trabajos de campo desde los años 70, se nos revela radicalmente distinto. Esas transformaciones, tanto del arte como de las industrias, no se conciben ya como una "revolución" en negativo, en la
línea de lo apuntado por Breuil en los albores de la investigación, sino como producto de la evolución cultural
de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales dejaron de resultar eficaces. A su vez, la supuesta uniformidad del registro aziliense va perdiendo enteros a medida
que avanza la investigación, y cada vez resulta más evidente la existencia de una marcada variabilidad, tanto en
el plano diacrónico como en el sincrónico.
Palabras clave: Región Cantábrica, Aziliense, Tecnología, Poblamiento, Subsistencia, Simbolismo.
ABSTRACT
This paper presents a summary of the available information about the human groups who occupied Cantabrian Spain during the Azilian, the period corresponding to the final stages of the last Ice Age and the start of
the Holocene. After many decades of pessimism regarding the vitality of these groups, without doubt marked
by the disappearance of the great Palaeolithic art and the brilliant Magdalenian assemblages, the current situation is totally different, as a result of intense fieldwork carried out since the 1970s. The transformations, in both
the art and the assemblages, is no longer seen as a «revolution» in reverse, as suggested by Breuil in the early
days of research, but rather as the consequence of the cultural evolution of the groups at the end of the Upper
Palaeolithic, when the traditional strategies may not have been efficient any more. At the same time, the supposed uniformity of the Azilian record is losing strength as research progresses, and it is becoming evident that
clear variability existed, both diachronically and synchronically.
Key words: Cantabrian Spain, Azilian, Technology, Population, Subsistence, Symbolism.
(*)
Universidad de Oviedo
31()
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESOUERRES VELASCO
LABURPENA
Azil aldian zehar Kantauri aldeko eskualdean bizi izan ziren gizarteetaz dagoen informazioaren laburpena
aurkezten da; Azil aldian azkeneko izoztaroaren amaieraren eta Holozenoaren hasieraren garaia da. Gizarte
haien goraldiari buruz ezkortasu.nez hamarkada luzetan behatu ondoren, arte paleolitiko handia eta Magdalen
aldiko hornidura distiratsuak desagertzeak eraginda ziurrenik, oraingo panorama, 70. hamarkadatik hona landa
lanak izugarri gehitu direnez, erabat desberdin ageri zaigu. Aldaketa horiek, bai artearenak bai industrienak, ez
dira jada, Breuilek ikerlanaren hastapenetan iradoki zuenaren haritik, okerrerako "iraultza" modura ikusten,
amaierako goi paleolitikoko gizarteen kultur bilakaeraren ondorio modura baizik, eskema tradizionalek eraginkor izateari utzi zioten unean. Aldi berean, erregistro azildarraren ustezko bateratasuna ere indarra galduz doa
ikerkuntzak aurrera egin ahala, eta gero eta agerikoagoa da aldakortasun handia egon dela, bai diakronikok.i. bai
sinkronikoki.
Gako-hitzak: Kantauri aldeko eskualdea, Azil aldia, Teknologia, Populatzea, Biziraupena, Sinbolismoa.
La concepción del Aziliense, cultura que marca la
desaparición del Paleolítico superior y el inicio del
Epipaleolítico, de modo implícito o explícito durante
una buena parte del siglo XX, estuvo en sus orígenes
dominada por la confusión en su interpretación en lo
que se refiere a su papel en la evolución de las culturas del final del Pleistoceno e inicios del Holoceno, y
por una definición pesimista presentada de modo
resumido por H. Breuil en 1912
como una "revolu.
ción" casi en negativo. Los niveles azilienses excavados durante ese período, desde el centro de la región
cantábrica hasta su extremo oriental, son relativamente numerosos: La Paloma en Soto de las Regueras, Cueto de la Mina en :Bricia, La Riera en Posada
de Llanes, las tres en Asturias; Cueva Morín en Villanueva de Villaescusa, El Pendo en Escobedo de
Camargo, El Castillo en Puente Viesgo, El Valle en
Rasines, todas ellas en Cantabria; Santimamiñe en
Cortezubi, Vizcaya y Urtiaga en Deba, Guipúzcoa,
etc. Fueron investigados por el conde de la Vega del
Sella, J. Carballo, E. Hernández Pacheco y J. M. de
Barandiarán. Aunque perfectamente representativos
de ese momento, su definición descansaba sobre todo
en la industria ósea y, de modo especial, en los arpones que destacaban el carácter de los niveles, por un
lado descendientes del Magdaleniense, por otro destacando la ruptura con él y mostrando una marcada
degradación con respecto al mismo. A partir de los
datos obtenidos en esas capas no se percibía ningún
elemento que pudiera hacer sospechar la existencia
de una clara evolución dentro de ese conjunto cultural y las mismas relaciones con el período anterior, el
Magdaleniense superior final, eran observadas a través de la continuidad de algunos elementos (laminillas de dorso, la persistencia transformada de los
arpones). En general, lo que se apreciaba sobre todo
era el marcado tono de decadencia de la industria aziliense.
Este análisis de la realidad aziliense persiste aún
en los años 60 del mismo siglo. Aproximadamente a
partir de 1970, se inicia un conjunto de excavaciones
que permitieron mostrar una imagen nueva de los
momentos .finales del Paleolítico cantábrico. Se
abrieron nuevos yacimientos descubiertos en esas
fechas o se revisaron antiguos trabajos; destacan
sitios de notable importancia como son la Cueva de
La Paloma (Martínez Navarrete 1976; Hoyos et al.
1980), La Riera (Straus y Clark 1986) y Los Azules
(Cangas de Onís) (Fernández-Tresguerres 1980) en
Asturias; Cueva Morín (González Echegaray y Freeman 1973), El Rascaño (Mirones, Miera) (González
Echegaray y Barandiarán 1981) en Cantabria; Urtiaga (Barandiarán, J,M., 1947, 1948), Arenaza I (San
Pedro de Galdames, Vizcaya) (Apellániz 1977,
1978; Apellániz y Altuna 1975) y Santimamiñe
(Aranzadi y Barandiarán 1935) en el País Vasco;
Abauntz (Arraiz) (Utrilla 1979, 1982), Berroberría
(en Al.kerdi de Urdax; excavada por el marqués de
Loriana en 1939, posteriormente, entre 1959 y 1964,
por J. Maluquer de Motes y, finalmente, por I. Barandiarán a partir de 1977) (Barandiarán 1990) y Zatoya (Abaurrea Alta) (Barandiarán y Cava 1989, 2001)
en Navarra. En fechas posteriores, el descubrimiento
y los trabajos en Anton Koba (Oñate, Guipúzcoa)
(Armendáriz 1997), Laminak II (Berriatua, Vizcaya)
(Berganza y Arribas 1994), Santa Catalina (Lekeitio,
Vizcaya) (Ibáñez et al. 1992) en el País Vasco; el
Abrigo de la Peña del Perro (Santoña) (González
Morales y Díaz Casado 1991-92), el Mirón (Straus et
al. 2002; Straus y González Morales 2003) y El Horno (ambas en Ramales de la Victoria) (Fano 2005),
en Cantabria. Tendrán especial interés las investigaciones realizadas en Ekain (Cestona) (Altuna y Merino 1984), Cueva Oscura de Ania (Las Regueras)
(Gómez Tabanera et al. 1975; Pérez y Pérez 1977),
La Lluera (Rodríguez Asensio 1990, 1992), La Cue-
KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004_ Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
va de La Pila (Cuchía, Mogro) (Bernaldo de Quirós
et al. 1992), la Cueva de Los Azules (FernándezTresguerres 1989), y Zatoya (Barandiarán y Cava
1989, 2001), ya que en ellas se han estudiado niveles
que nos aproximan a los inicios del Aziliense o descubierto series de capas con industrias pertenecientes
a esa cultura que abarcan, de un modo más o menos
claro, el desarrollo del período desde un momento
tardío a lo que podrían ser los instantes iniciales del
mismo. Las investigaciones sobre la climatología,
los cambios en la vegetación y la fauna y, especialmente, las dataciones de C14, permitieron un planteamiento nuevo y más amplio y coherente acerca de
este episodio final del Paleolítico, que dejó de ser un
conjunto más o menos uniforme, bastante estático en
su desarrollo, y mostró una marcada variabilidad en
el tiempo y en el espacio, provocada por sus antecedentes y, sin duda, por el conjunto de transformaciones en el sistema económico, la organización social
y, de modo especial, la estructura mental.
El notable aumento del número de yacimientos
trajo corno primera consecuencia un importante
cambio en la percepción del espacio aziliense (Fig.
1). Por los datos que ahora tenemos, la ampliación
hacia el sur de ese espacio se produce durante el
transcurso del Aziliense a través de la cordillera
hacia la zona situada entre el nacimiento del Sella y
del Nalón; eso parecen indicar los datos obtenidos en
la Cueva de la Uña (La Uña, León); la cueva del
Espertín, Burôn, León, cuya industria fue definida en
31 I
principio corno perteneciente al Magdaleniense
superior final posteriormente fue definida como un
epipaleolítico próximo al de la Cueva de los Canes
(Bernaldo de Quirós y Neira 1992,
.
1993; NeiraCampos et al. 2004). Otra expansión epipaleolítica,
con distinto origen, se produce hacia las zonas de la
Meseta. El descubrimiento de un arte estilísticamente próximo al Aziliense de cuevas francesas (como
por ejemplo Espelugues, Rochedane o el Mas
d'Azil) en Estebanvela (Segovia), pero alejado de los
modelos conocidos en el Cantábrico hasta el
momento presente, y localizado por Ripoll López y
Muñoz Ibáñez, en un aparente Magdaleniense superior-final, muestra la expansión de las culturas finales del Paleolítico hacia el interior de la Península
Ibérica desde los Pirineos (Ripoll y Muñoz Ibáñez
2003). La mejora climática, que supone a nivel europeo un aumento del espacio habitable, pudo propiciar una mayor dispersión de la población, causando
al mismo tiempo una diversificación de las industrias, junto con una intensificación en ciertos tipos de
explotación (como los marinos) que, con el tiempo,
irá ampliándose.
1. EL MARCO CRONOLÓGICO Y
AMBIENTAL DEL AZILIENSE
Éste es uno de los aspectos que más se han modificado en la percepción del Aziliense. Aunque ya
algunos investigadores (como González Echegaray
MAR CANTÁBRICO
La Paloma
Oscura de Ania
La Lluera I
Oscura de Perán
Gijón
Cava Rasa
El Cierro
Cueto de la Mina
La Riera
Balmori
La Meaza La Pila
Atxeta
Sanlmamiñe
Santa CatalinalLumentxa
Piélago I, II
Rascaño
El Pendo
El Perro
La Fragua
San Juan
Santancer
Arenaza
Laminak II
Ermittia
Urtiaga
Aitzbitarte IV
San Sebastián
•
1Antan.I
Altitud en metros
0
400
o
1000
50
kilómetros
Figura 1. Distribución de los yacimientos azilienses en la región cantábrica.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
100
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rIP
Abaunlz
312
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO
1966, 1975) habían colocado el momento de la transición Magdaleniense final — Aziliense en el Allerod,
ahora las dataciones absolutas obtenidas han peniútido situar a esta última industria en una banda cronológica más amplia que la admitida anteriormente, en
la que se le limitaba a ser un episodio prácticamente
surgido de los cambios climáticos del Dryas III y del
Preboreal. Las fechas radiocarbónicas obtenidas para
el Aziliense marcan un límite superior en una fecha
algo posterior al 11.500 BP (Cuadro 1). Ciertamente
algunas dataciones señalan un momento anterior a
esa frontera (Anton Koba Nivel VIII: 11700 ± 180;
Nivel VIII: 11800 ± 330; El Horno 0: 11630 ± 170;
La Pila: Nivel III-3:.11700 ± 70 BP), que no deja, por
lo que veremos, de manifestar una ligera arbitrariedad. El límite inferior se puede colocar, aproximadamente, hacia el 9500 BP. Si algunas de las dataciones
superiores no dejaban de solaparse con algunas del
Magdaleniense superior-final, en el límite inferior
otras están muy próximas a las más antiguas del
Asturiense -industria muy distinta en todos sus aspectos a la aziliense —, o incluso alguna se aproxima al
Boreal.
Las dataciones —así como los análisis sedimentológicos y polínicos— muestran que el Aziliense no es
el producto de un cambio climático posterior a la
desaparición de los glaciares europeos. Teniendo en
cuenta que Allerod supone el momento de la transformación tecnológica y de los modos de representación
artística, parece obligado ver en el cambio más el producto de una dinámica interna de la cultura del Paleolítico superior final que la presión ejercida por la
desaparición de unas determinadas condiciones climáticas y ambientales, por lo demás cambiantes a lo
largo de todo el proceso de Würm IV. No obstante, si
algunas de las fechas más antiguas no son aceptables,
tampoco en todas las ocasiones resulta posible la precisa definición de las industrias. De hecho conjuntos
definidos como "azilienses" en un momento determinado de la investigación fueron después etiquetados
como pertenecientes al Magdaleniense superior-final
por estudios posteriores; ese es el caso de los niveles
I y II de Silibranka (Fernández Eraso 1983). Por ello,
si bien se pueden situar en una secuencia y un contexto estratigráfico precisos, no es fácil señalar los inicios reales del Aziliense, por lo que, en varios lugares, algunos niveles antiguos tienen que limitarse a
ser definidos ambiguamente como "Magdaleniense
superior-final/Aziliense", lo cual en un proceso de
transformación no carece de lógica. Incluso, como
señala J. L. Arribas (1990), y para dificultar más la
cuestión, en ocasiones el Magdaleniense superiorfinal y el. Aziliense aparecen dentro del mismo conjunto sedimentológico haciendo más difícil la identificación.
En los casos en que se ha podido definir el Aziliense antiguo, se aprecian los rasgos que, desde el
punto de vista de la sedimentología, lo sitúan en la
fase Allerod — Cantábrico VIII, separados del período de ocupación anterior por capas de arcilla, o con
matriz arcillosa, en zonas vaciadas anteriormente por
la erosión provocada por reactivaciones kársticas
(Hoyos 1995). Lo vemos en Cueva Oscura de Ania
(Horizonte Ob), en el nivel A de Cova Rosa, en el
nivel 5 de Los Azules, situación que podría ser también la del nivel 3.2.b de la Cueva de la Pila, así como
la del nivel 4.1 de la misma cueva (Magdaleniense
superior-final), Esto supone que todo el proceso de
transición del Magdaleniense final al Aziliense se
produce durante este período climáticamente más
favorable, pero que, en ocasiones, fue total o parcialmente borrado del registro estratigráfico. Zatoya II
con un Magdaleniense final/Aziliense se desarrolla
en este mismo marco del Allerod (Barandiarán y
Cava 2001).
Cronológicamente esta fase de atemperamiento
climático, que se encuentra localizada, según Hoyos
(1995) entre 12000-11800 (ó 11700) y el 10750 BP,
se caracterizó por un acrecentamiento de la humedad,
que provocó en algunas cuevas un aumento de la circulación del agua o encharcamientos (Hoyos 1995),
causando importantes fenómenos de erosión que dificultan el estudio del proceso de desarrollo de esta
industria.
La mejoría climática de Allerod supuso el aumento de las especies arbóreas, dominando el pino, o
robledal mixto y avellano -aunque con índices mucho
más bajos en proporción que en épocas posteriores al
Tardiglaciar—, según las zonas, y con una notable presencia de las filicales. Este aumento de bosque,
observado en Berroberría y en Ekain, yacimiento éste
donde, según Dupré (1984), se correspondería ya con
el final de Alleród, y sufre un notable descenso de las
especies más templadas, aunque no su desaparición
total, en el episodio siguiente Dryas III, si bien este
hecho depende de la localización más o menos abrigada de las zonas.
La mayor concentración de fechas azilienses la
encontramos en esta última fase del Pleistoceno,
Dryas III — Cantábrico IX, durante la cual se desarrolló la mayor parte del Aziliense clásico. Sus inicios se
situarían con probabilidad a finales del episodio climático anterior. El Dryas III se caracterizó, según los
datos sedimentológicos aportados por M. Hoyos, por
un frío menos intenso que en las fases anteriores,
menos húmedo en sus comienzos, pero intensificándose hacia el final (Hoyos 1995). El final del Aziliense llega con los momentos iniciales del Preboreal,
KOB1E (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica
Nivel
Método
Mat. Datado
Laboratorio
Fecha BR
cal BC, 2 sigma
Adsc. Cultural
Ref. Bibliograf.
Los Azules
Oscura de Ania
Ekain
Los Azules
Ekain
La Fragua
Arenaza I
3a
lia
IV base/V
3d
1.1
3
Il-D
14C cony.
14C cony.
!4C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
hueso
carbón
hueso
hueso
hueso
carbón
carbón
CSIC-216
CSIC-6362
I-9239
CS IC-260
1-11666
GrN-20966
CSIC-173
9430 ± 120
9440 + 90
9460 ± 185
9540 ± 120
9540 ± 2I0
9600 ± 140
9600 ± 180
9180-8425 (0,98)
9142-8536 (0,98)
9249-8323 (1)
9251-8607 (0,99)
9398-8295 (0,99)
9300-8607 (0,99)
9447-8440 (0,99)
F.-Tresguerres 1976
Pérez y Pérez 1992
Altuna y Merino 1984
F.-Tresguerres 1976
Altuna et al. 1984
González Morales, 2000
Apellániz y Altuna 1975
EI Valle
El Perro
GI, superficial
2a/b
14C cony.
14C cony.
carbón
carbón
GX-24639
GrN-18116
10120 ± 280
10160 ± 110
10809-9123 (0,99)
10229-9362 (0,98)
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense/
Mesolítico
Aziliense
Aziliense
Arenaza I
Berroberría
El Mirón
Urratxa
La Lluera
Piélago
Arenaza I
Laminak II
Los Azules
El Cierro
Los Azules
D
D superior
305
III
Il
1
I:II
12-3
3d base
¿conchero?
3e 1
14C cony.
14C cony.
14C AMS
14C cony.
:14C cony.
MC cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
hueso
hueso
hueso
hueso
asta
hueso
hueso
hueso
carbón
hueso
BM-2371
BM-2371
GX-24467
Ua-11433
Ly-2938
OxA-953
CSIC-174
Ua-2361
BM-1879
Gak-2548
BM-1875R
10160 ± 400
10160 + 410
10207 ± 50
10240 ± 100
10280 ± 230
10280 ± 120
103(0 ± 180
10380 t 140
10400 ± 90
10400 ± 500
10480±210
10916-8720 (1)
10146-9763 (1)
10/111-9648 (0,97)
10769-9328 (1)
10680-10491 (0,08); 10467-9652 (0,9)
10752-9 /1 (0,99)
10817-9803 (1)
10710-10041 (1)
11268-8761 (I)
10915-9744 (0,99)
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Rascaño
1.2
14C cony.
hueso
BM-1449
10486 ± 90
10797-10156 (1)
Aziliense
Rascaño
1.3
14C cony.
hueso
BM-1448
10558 ± 244
11007-9661 (0,99)
Aziliense
La Riera
Piélago
Los Azules
Los Azules
El Valle
El Valle
El Valle
Cualventi
27 sup.
4
3e 2
3f
GDSS, I
GDSS, I
01C2, II.2
t a.4
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
14C cony.
hueso
asta
hueso
hueso
carbón
carbón
carbón
10630 ± I20
10710 ± 100
10880 ± 210
10910 ± 290
I 1040 ± 150
11050 ± 150
11130± 170
11270 + 150
10910-10390 (0,95)
10936-10614 (0,9); 10559-10449 (0,1)
I 1 295-1 0402 (0,99)
11443-10096 (1)
11277-10859 (1)
11280-10865(.l)
11357-10878 (1)
?
BM-1494
OxA-954
BM-1876R
BM-1878R
GX-23798
GX-23799
GX-24638
GrN-13774
Los Azules
Laminak ii
El Horno
El Mirón
Laminak TI
La Pila
3e 3
1
0
306
II 4
111-3
14C cony.
14C cony.
I4C cony.
14C AMS
14C cony.
14C cony.
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
hueso
BM-1877R
1-15438
GX-26410
GX-24468
Ua-2362
Gif-8148
11320 ± 360
11460 ± 860
11630 ± 170
11650 ± 50
11700 t 140
11700± 70
12056-10638(0,99)
13801-9155 (1)
11869-11234 (1)
11705-11415 (1) •
11867-11328 (1)
11778-11441 (I)
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
MSF/
Azilense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Anton Koba
El Mirón
V111
11.1
I4C cony.
14C cony.
hueso
hueso
1-17479
GX-23391
11700 ± 180
11720 ± 140
11966-11274 (1)
11886-11337 (1)
Anton Koba
Oscura de Ani.a
VIII
Ob
14C cony.
14C cony.
hueso
carbón
1-16236
GIF-5102
11800 ± 330
11880 ± 200
12727-11071 (1)
12216-11343 (1)
Aziliense
MSF/
Aziliense
Aziliense
Aziliense
Garcia-Gelabert 2000
Glez.Morales y Díaz
Casado 1991-92
Apellániz y Altuna 1975
Barandiarán 1990
Straus et al. 2002
Muñoz y Berganza 1997
Rodriguez Asensio 1990
González Sainz 1989
Apellániz y Altuna 1975
Berganza y Arribas 1994
Fdez.-Tresguerres 1989
Clark 1976
González Echegaray y
Barandiarán 1981
González Echegaray y
Barandiarán 1981
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Fdez.-Tresguerres 1989
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García-Gelabert 2000
García-Gelabert 2000
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Fano 2(X)5
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Armendáriz 1997
Pérez y Pérez 1992
Cuadro I. Dataciones disponibles para el período considerado en el capítulo. La calibración de las fechas obtenidas corresponde a la curva IntCalO4 (Reimer et al. 2004), y para el cálculo de
la calibración se ha utilizado el programa CALIB, versión 5.0.1 (Stuiver y Reimer 1993), indicándose en cada caso la fracción de la probabilidad. Los intervalos con una fracción de
probabilidad inferior a 0,05 han sido desestimados.
ELFINALDELPALEOLÍTICOEN LOSESPACIOSCANTÁBRICOS:
ELAZILIENSE
KOBIE(SerieAnejosn.° 8),año 2004.
Lassociedadesdel Paleolíticoen laregióncan
Yacimiento
314
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO
episodio más templado y húmedo, en el cual las especies arbóreas caducifolias y las filicales pasan de nuevo a ser el rasgo dominante. A este momento parece
corresponder, entre otros, el nivel "aziloide" de
Abauntz (Utrilla 1979, 1982). La industria aziliense
será pronto sustituida en el Cantábrico por el variado
conjunto de culturas epipaleolíticas con microlitos
geométricos en el oriente y por el Asturiense en las
zonas costeras occidentales. El Aziliense es un puente entre el mundo del Paleolítico superior final y las
culturas epipaleolíticas; sin embargo, no en todas las
regiones se percibe con nitidez esa continuidad; es el
caso de Asturias y del occidente de Cantabria y su
peculiar cultura epipaleolítica.
Este proceso supone que esta industria se desenvolvió en un período de aproximadamente 2.000
años, y en un marco ambiental cambiante. No obstante, los niveles azilienses representados en las cuevas
rara vez presentan un desarrollo estratigráfico importante. En la mayoría de los casos ni siquiera se puede
hablar de una secuencia aziliense, aunque los problemas de definición de las ambiguas industrias del
Magdaleniense superior-final posiblemente ocultan
una parte considerable de la realidad.
núcleos de ocupación. Otro caso es el ya citado de Los
Azules. La cueva se encuentra en la proximidad de la
confluencia de dos ríos -Güeña y Sella—, y a los pies
de la Cordillera que cierra por el sur el valle, y frente
a los pasos que ascienden hacia la Meseta (La Uña se
encuentra entre las zonas de nacimiento del Sella y del
Nalón) (Fig. 2). Pero a través de los ríos o de las montañas de menor altitud que se alzan al norte, también
parece extender sus relaciones a la costa, alcanzando
la zona de Posada de Lianes (donde se localiza una
serie de yacimientos, entre ellos el de La Riera) y la
de Ribadesella. El descubrimiento de un arpón aziliense en El Covarón (Ribadesella), una cueva destruida próxima a la ría (comunicación personal de Jorge
Camino Mayor), permite sospechar la ocupación de
un sistema de relaciones en un territorio amplio y con
explotación de biotopos muy diferenciados. No cabe
duda de que esta expansión puede estar también relacionada con un aumento de la población que presionaría para buscar nuevos territorios en los que establecerse. No obstante, las dificultades para determinar el
territorio, las relaciones entre los cazaderos y el centro de la ocupación de un grupo, son enormes (Fano
2005) y, por ahora, difícilmente soslayables.
,
3. LA TECNOLOGIA
2. EL HÁBITAT Y EL POBLAMIENTO
No se han encontrado restos azilienses fuera de las
cuevas. Posiblemente este vacío en la información se
debe más a las limitaciones de la investigación; la
cueva es un hecho perfectamente delimitado que capta fácilmente la atención de los investigadores, mientras que el hallazgo de yacimientos al aire libre es el
resultado de un azar que no se produce fácilmente.
Sólo en algunos casos el espesor de los depósitos azilienses —como en la cueva de Los Azules—, la notable
abundancia de restos de talla, utensilios y huesos,
hace suponer una ocupación más o menos estable,
quizás especialmente ligada a un nuevo sistema de
explotación del territorio, pretendiendo abarcar el
máximo posible de biotopos con el fin de ampliar el
espectro económico. No obstante, la ausencia de
documentación fuera de las cuevas limita de modo
drástico la comprensión del fenómeno de la ocupación aziliense.
Ya en el Magdaleniense superior-final y a lo largo
del desarrollo del Aziliense, el espacio ocupado parece ampliarse, al ser más favorable el clima, hacia
zonas del interior más montañoso; así podemos
encontrar cazaderos que podrían controlar espacios
amplios. Es el caso de Santa Catalina (Ibáñez et al.
1992), o Zatoya (Barandiarán y Cava 2001), ocupaciones que podrían estar relacionados con otros
Ya señalamos las dificultades para definir como
azilienses algunos de los niveles hallados en cuevas
cantábricas; en general se utiliza como criterio, de
modo implícito o explícito, la presencia del "fósil
director" aziliense por excelencia: el arpón de sección
aplanada. No es raro que el resto de la industria
parezca un tanto confuso, de modo especial cuando
no es muy abundante; los elementos microlíticos
(puntas de dorso) o los raspadores de pequeño tamaño unguiformes aparecen tanto en los niveles del
Figura 2. Vista del valle de Cangas de Onis. La localización de la
cueva de Los Azules permitió a los grupos azilienses el control del
valle, de los ríos y de los pasos hacia la Meseta.
KOB1E (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
Magdaleniense superior-final corno en el Aziliense;
la inversión de los índices de buril/raspador no necesariamente —aunque sí a menudo— son un criterio de
diferenciación, como luego indicaremos.
Frente a la marcada unidad tecnológica con la
que, casi por definición, aparecía siempre el Aziliense, hoy se percibe una mayor diversidad tanto sincrónica como diacrónica, si bien en la región cantábrica
aún falta mucho para poder definir con absoluta claridad las diferencias, que vienen marcadas por la ocupación de territorios distintos o producto de la herencia de tradiciones diferentes. Pese a todo, podemos
hablar ya de un primer episodio "Aziliense antiguo"
y un segundo que podemos denominar "clásico" (ya
que, en líneas generales, se atiene al modelo tradicional presentado por Breuil) o "reciente".
3.1. La industria lítica
3.1.1. El Aziliense antiguo
Si en la región pirenaica podemos observar en
varios yacimientos la progresiva transformación del
Magdaleniense, como es el caso de Urtiaga DI, en la
cornisa cantábrica no encontramos aún demasiadas
referencias para este período. Las más evidentes se
encuentran en las cuevas asturianas de La Lluera I
(San Juan de Priorio) nivel IIA (IIB parece corresponder al Magdaleniense superior final) (Rodríguez
Asensio 1990,
.
1.992), Cueva Oscura de Ania (Horizonte Ob) (Adán et al. 1999,
.
2001), Los Azules 5 (Fernández-Tresguerres 1989, 1995) y el nivel 2 de la cueva de la Paloma, en el mismo contexto geográfico que
Cueva Oscura de Ania o La Lluera I nivel IIA. Ekain
presenta una secuencia importante del paso del Magdaleniense superior-final al Aziliense (niveles VIII),
pero desgraciadamente la muestra del nivel V es escasa. Entre otras, las secuencias del Magdaleniense
superior-final de La Riera (Straus y Clark 1.986), La
Pila (Bernaldo de Quirós et al. 1992; Lagüera 1991) y
Zatoya (Barandiarán y Cava 2001) son buenos ejemplos de la lenta azilianización de las culturas cantábricas. Es evidente que existen casos que presentan cierta resistencia a ser definidos con los criterios que se
manejan habitualmente (especialmente el de la industria ósea), y esto se hace patente cuando encontramos
interrupciones estratigráficas entre las capas magdalenienses y azilienses, o secuencias no bien diferenciadas sedimentológicamente; de ese modo se dificulta,
en numerosos casos, la clara definición de los conjuntos. Es el caso del ya citado Ekain, de Urtiaga DI y de
Ermittia (Ormazábal 1995).
La larga evolución se diluye en períodos de cambio en una marcada ambigüedad. Así, el arpón encon-
315
trado en el nivel IV2 de La Pila se aproxima a tipos
encontrados en el Magdaleniense superior-final de los
Pirineos, con una tendencia marcada al aplanamiento
y a no diferenciar de modo muy señalado los dientes
del fuste de la pieza (p.e. nivel 7 de Troubat) (Barbaza 1995; Barbaza y Martzluff 1995). Y ya en el ámbito de la industria lítica, un síntoma de este largo proceso señalado por C. González Sainz (1989), es el
descenso del número de láminas de tamaño medio y
grande a partir de los momentos finales del Dryas II,
hasta el momento en que lleguen a predominar los elementos microlíticos en el Aziliense. Es cierto que las
diferencias corno elementos definidores entre el instrumental óseo y el lítico son acentuadas y significativas. En estos casos las materias primas influyen de
distinta manera para marcar las diferencias. El asta o
el hueso son iguales en todos los yacimientos, por lo
que los distintos modos de realizar los utensilios tienen un significado distinto que las diferencias entre
los utillajes líticos, las cuales pueden deberse a materias primas de calidades y cualidades distintas. Por
tanto, en lo que se refiere a la industria trabajada en
asta o hueso, la capacidad de elección de formas puede ser mayor que la que se le impone al productor de
instrumental lítico que se enfrenta, como sucede en
algunas partes de la región cantábrica, con un material
de peor calidad —aunque es evidente que la elección
del mismo puede ser también un hecho determinado
por la falta de interés por unas formas elaboradas.
La industria de Los Azules 5 marca los caracteres
de este momento ya plenamente definido en la zona
occidental de la región aziliense cantábrica, junto con
los conjuntos de Cueva Oscura de Ania y La Lluera.
En la primera de estas cuevas la localización estratigráfica señala un corte evidente entre los niveles del
Magdaleniense final (Nivel 6, con arpones característicos de ese período) y los que corresponden al Aziliense clásico. Las capas magdalenienses habían
sufrido una erosión importante en el centro y fondo
del vestíbulo de la cueva (otras erosiones habían alterado profundamente en algunas otras zonas de la cueva los niveles pertenecientes a esa industria, hasta el
punto de que de ellos apenas quedan testigos mínimos), dejando una cubeta que fue rellenada con los
primeros vestigios azilienses. Sin embargo, las características de esta industria son lo suficientemente
acentuadas como para destacar sus diferencias tanto
con las capas magdalenienses subyacentes, como con
los del Aziliense del espeso conjunto del nivel 3.
Aparte del hecho de que este nivel 5 aparece separado del Aziliense clásico por un nivel de arcillas estériles (nivel 4).
El conjunto del nivel 3 de Los Azules destaca por
la enorme cantidad de restos que se acumulan en cada
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
316
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO
una de sus capas; el nivel 5, por el contrario, es más
parco en restos (y parecen representar un momento de
ocupación más fugaz que los más densos posteriores). Dividido en tres subniveles, separados por finas
capas de sedimentos y de cenizas, que manifiestan
diferencias entre ellos en lo que se refiere a las industrias. En nivel 5c proporcionó puntas de dorso anchas
y espesas, de tamaño muy pequeño, mientras que los
niveles que lo cubren abundan en puntas más alargadas, estrechas, con un doble dorso (en uno de los laterales total, mientras que en el otro puede ser parcial).
No es raro que presenten un retoque plano directo o
inverso en la parte distal. Pese a todo es la industria
de hueso, que luego veremos, la que señala con absoluta claridad la diferencia entre los tres momentos: el
Magdaleniense final, el Aziliense antiguo y el Aziliense clásico.
El resto de la industria se encuentra formado, junto con los denticulados y muescas, por raspadores
cortos de tendencia más o menos circular, que se
encuentran también representados en el nivel 6 (Magdaleniense final). No obstante, este nivel 5 que define los caracteres del Aziliense antiguo, no tiene una
continuidad clara que permita seguir su evolución
hacia el clásico. La ruptura entre ambos está perfectamente dibujada por el citado nivel 4 estéril.
Cueva Oscura de Ania (Las Regueras) fue excavada en un momento anterior al descubrimiento del
nivel 5 de la Cueva de Los Azules, sin embargo la
publicación detallada y la interpretación de los niveles que corresponden a este mismo período no se realizó hasta muchos años más tarde (Adán et al. 2001),
aunque algunas indicaciones, realizadas por uno de
los excavadores, destacan en la industria ósea rasgos
que apuntan a un parentesco más próximo con el
Magdaleniense (Pérez y Pérez 1977). El denominado
Horizonte Ob fue definido como Aziliense antiguo
basándose tanto en las características de su industria
lítica como en las peculiaridades de los arpones de
este nivel: arpones de pequeño tamaño, de sección
aplanada, sin perforación pero con una protuberancia
en su base. El conjunto lítico exhibe unas tendencias
similares a las que vernos en Los Azules 5: laminillas
con un dorso rectilíneo en un número apreciable,
otras con doble dorso y puntas también con un doble
dorso, no faltando algunas biapuntadas.
El otro yacimiento citado con un nivel de estas
características dentro de este marco central y oriental
de la regiôn asturiana lo encontramos en la cuenca
media del río Nalón, en La Lluera I. Aunque en él el
conjunto de piezas es menos numeroso, sin embargo,
son también lo suficientemente claras como para adscribirlo al mismo momento cultural. La industria líti-
ca del Nivel IIA, aunque someramente reseñada,
habla de la presencia de laminillas y puntas de doble
dorso y de raspadores circulares de pequeño tamaño
y algunos nucleiformes. Es cierto que esta escueta
cita de los utensilios no permitiría adscribir el nivel al
Aziliense antiguo si no fuera por la presencia de un
arpón plano con una decoración que recuerda la de
Los Azules y Cueva Oscura Horizonte Ob, que veremos luego (Fortea et al. 1990).
Para acabar con los datos que indican la presencia
de un momento más antiguo del Aziliense sólo nos
cabe citar los niveles de la Cueva de la Riera. Son
interesantes en la medida que señalan las limitaciones
que existen para definir los inicios de esta industria.
Los niveles 25 y 26 de esta cueva —con las reservas
señaladas por M. Hoyos— es posible que se formaran
en un momento más húmedo y templado, climáticamente similar al que el mismo investigador señalaba
para el Nivel 5 de Los Azules: Alleród — Cantábrico
VIII (mientras que el 27 ya correspondería con mayor
certeza a la fase fría Dryas III — Cantábrico IX)
(Hoyos 1995).
El problema, bastante normal, es la adscripción
cultural de la industria de estos niveles. El nivel 28
fue definido como aziliense por el hallazgo de un
arpón plano. Por otra parte el nivel 24 fue considerado Magdaleniense superior por la presencia en él de
un arpón magdaleniense de dos filas de dientes (con
una cronología C14 bastante tardía: 10890 ± 430 BP,
GaK-6982). Esto deja en el aire la clasificación de los
niveles 25 y 26 que, dada la escasez de restos no ayuda a su definición. La industria de los niveles 24-26
es bastante similar, pero esto no permite afirmar ni la
identificación ni la diferencia, teniendo en cuenta que
en el nivel 25 apenas hay restos retocados (escasa
superficie excavada) y el 26 proporcionó elementos
de difícil adscripción, aunque están presentes los raspadores circulares y son abundantes las laminillas y
las puntas de dorso (que siguen apareciendo en menores proporciones hasta el nivel 28); la industria en
hueso encontrada en este nivel tampoco permite aclarar la cuestión (González Morales 1986).
Por lo que se refiere a la región asturiana parece
clara la existencia de un momento antiguo del Aziliense, en el que éste comienza a definirse a través de
ciertas tendencias y caracteres; pero sobre todo por la
más que destacada disminución del número de buriles y la mayor inclinación al buril de ángulo sobre
rotura.
En Cantabria la cueva de La Pila (Bernaldo de
Quirós et al. 1992) puede ser un ejemplo de la transformación de las industrias del. Magdaleniense final
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
317
al Aziliense. El nivel IV subdividido en cuatro subniveles manifiesta cambios en la industria lítica que van
desde un Magdaleniense terminal al claro Aziliense
del nivel III. Los porcentajes parecen manifestar esa
transformación, sin que esto haya que tomarlo más
que como indicio de tendencias (Lagiiera 1991). Si
observamos el comportamiento del más antiguo de
los subniveles (IV-4), vemos que en él los raspadores
son escasos (5,78 %), pero son mayoritarios los fabricados sobre lasca, sin embargo los buriles doblan ese
porcentaje (11,56 %); y el utillaje microlaminar
alcanza ya el 36,42 %. En IV-3 los raspadores siguen
siendo escasos (8,54 %), pero los buriles se hacen
más raros (6,10 %), y el utillaje microlaminar llega al
54,88 %. En IV — 2 los primeros ya alcanzan un porcentaje elevado (17 %) mientras que los buriles
comienzan a ser casi irrelevantes (5,92 %); el utillaje
microlaminar (49,19 %) va acompañado de un conjunto de puntas azilienses que supone el 3,01 % del
conjunto, porcentaje que desciende al 1,83 %. Las
tendencias del subnivel IV-1 siguen la misma tónica
de IV-2.
do que llamamos Aziliense antiguo (Los Azules y
Cueva Oscura de Ania), sobre todo por su industria
ósea, son asturianos. Fuera de ellos no encontramos
una manifestación tan clara de este momento. Es
posible que la interpretación de este fenómeno exija
verlo como la primera muestra, en lo que se refiere al
Aziliense, de una diversidad regional que, en ciertos
aspectos técnicos, se acentuará con el tiempo, tanto
en la industria lítica como en la ósea.
En el caso del nivel V de la Cueva de Ekain, a
pesar de su posición estratigráfica y de la datación de
C14, no resulta muy útil para definir esta etapa antigua del Aziliense a causa del bajo número de utensilios encontrados. Con cantidades más bajas de laminillas de dorso y puntas cortas de dorso con respecto
a los niveles posteriores IV y III, y el mayor porcentaje de buriles, a pesar de la escasa industria parece
definirse, con su ambigüedad característica, como un
momento del proceso de cambio entre el Magdaleniense superior-final y el Aziliense.
Esos caracteres generales —destacando la mayor
limitación de los tipos presentes en las colecciones de
este momento— se han descrito ya en numerosas ocasiones: tendencia general al predominio de los microlitos, aumento de las laminillas de dorso (con numerosas subvariantes), relativo aumento de las puntas
pequeñas con dorso (que también presentan abundantes variedades), disminución del tamaño de los raspadores con predominio absoluto de los trabajados
sobre lascas (unguiformes, circulares, simples sobre
lasca). De modo especial destacan los porcentajes
muy bajos de buriles, lo que contrasta con las industrias del Magdaleniense superior-final, aunque algunos de los elementos señalados para el Aziliense también están presentes en él.
La transición Magdaleniense — Aziliense no se
manifiesta de modo totalmente claro más que en la
industria ósea. En la industria lítica hay una transformación sin grandes rupturas, por lo que puede llegar
a ser indiferente la definición que le demos, Magdaleniense final o Aziliense. En numerosas ocasiones,
lo único que hacen esas etiquetas es destacar un
momento de esa evolución, en la que no sería fácil
establecer un corte, si no fuera porque en algunos
casos lo que realmente se percibe son interrupciones
de la secuencia debida a las erosiones y los abandonos del lugar de ocupación. Ciertamente en Los Azules 5 se puede percibir un cambio de comportamiento en lo que se refiere a la elección de materias primas
para la fabricación de los utensilios líticos, pero sería
necesario hacer una evaluación de este hecho comparándolo con el análisis de los modos de actuación en
otros yacimientos.
Otro hecho importante: los únicos yacimientos
que han proporcionado una definición clara del perío-
3.1.2. El Aziliense clásico o reciente
Aunque mejor definido en sus formas, hay que
tener presentes las diferencias que se establecen entre
la zona occidental cantábrica (aproximadamente desde el centro de la región asturiana hasta la zona central de Cantabria) y la oriental (hasta los Pirineos, en
los que también se manifiestan tendencias regionales), estimuladas ya sea por la funcionalidad, por las
distintas calidades de las materias primas, por tradiciones mantenidas dentro de los grupos o bien por las
influencias de zonas próximas.
Otro aspecto también destacable, y la investigación lo tuvo presente aunque no siempre de un modo
consciente, es la factura descuidada de esta industria
— tanto en lo que respecta a la industria lítica como a
la ósea. En el análisis de H. Breuil es uno de los elementos que marca la diferencia con respecto a los
conjuntos magdalenienses, que se unía, como ya
señalamos, a la drástica desaparición del gran arte
paleolítico, a la plena disolución de sus formas simbólicas.
Hoy contamos con un número mayor de yacimientos en toda la región cantábrica (y comienzan a
aparecer algunos en las zonas limítrofes), publicados
con suficiente amplitud para permitir una mejor
caracterización de este momento.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
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JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO
En los conjuntos analizados se observa una tendencia común que, como ya indicamos, es incluso
apreciable en aquellos niveles que la fuerza de la
indefinición nos obliga a denominar como Magdaleniense superior-final/ Aziliense: un debilitamiento
—aunque no total desaparición— del uso de hojas como
soportes para imponerse sobre todo el de las lascas por lo general, de tamaño mediano o pequeño— y el de
las laminillas. Esto da corno resultado una industria
de talla menor a la que se suele encontrar en el. Magdaleniense y, también, generalmente más descuidada
en su factura.
Los raspadores son elementos muy destacados en
el conjunto de las industrias azilienses. Lo vemos
prácticamente en todos los niveles tanto de la Cornisa cantábrica como de los Pirineos. Todo el conjunto
del nivel 3 de Los Azules manifiesta esa tendencia a
la fabricación de -raspadores sobre lasca, con soportes
anchos y cortos (que ya se manifiesta no sólo en las
capas con Aziliense antiguo sino, incluso, en el nivel
6 correspondiente al Magdaleniense final) (Fig. 3: 123). En el Abrigo de la Peña del Perro 2b y 2a se
observa igualmente el aumento del número de los raspadores dentro del conjunto de la industria, junto con
la tendencia a una diversidad tipológica bastante
reducida, predominando los tipos trabajados sobre
soportes cortos con retoque en el extremo o en torno
a todo el borde de la lasca (Fig. 4: 1-10 y 23-26)
(González Morales y Díaz Casado 1991-92). Esa
misma tendencia se percibe incluso en niveles definidos por necesidad de modo ambiguo, como sucede en
Zatoya IIb (Barandiarán y Cava 2001), o incluso en la
Cueva del Espertín que, posteriormente, se revelará
como un epipaleolítico próximo al estadio tecnológico estudiado en la Cueva de Los Canes (Neira et al.
2004).
Los buriles es el aspecto que más puede desconcertar la definición cuando nos encontramos con
niveles sin industria ósea típica del Aziliense (Fig. 3:
26-27, 29-32 y 33-35; Fig. 4: 11-12; Fig. 5: 7-10). Es
normal que la abundancia de ellos incline la balanza
hacia el Magdaleniense superior-final. Pero no siempre se reproduce esa inversión — índice de raspador
superior al de buril; tenemos los casos de los niveles
III y IV de Ekain, Arenaza I nivel V y Urtiaga, donde los índices de buril son más elevados que los de
raspador.
Los microlitos forman de modo habitual el bloque
más destacado y abundante en las colecciones del
Aziliense clásico. En este sentido es preciso destacar
13
14
11
12
17
18
Nivel 2a
Q
19
5cm
6
Figura 3. Cueva de Los Azules: industria lítica del nivel 3 (Aziliense
clásico).
Figura 4. Abrigo de la Peña del Perro: industria lítica del nivel 2
(González Morales y Díaz Casado1991-92).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
que las excavaciones recientes, más exhaustivas en la
recolección de restos, han hecho más patente este
fenómeno. Están presentes las microgravettes (de
hecho predominan en yacimientos como Morín), aunque el elevado número de las laminillas de dorso, con
porcentajes que superan en ocasiones el 50 % (por
ejemplo en La Pila, el 60,34 %), se convierte en
dominante en casi todas las capas azilienses. Es cierto que en algunos lugares excavados recientemente
pueden aparecer en proporciones menores pero siempre son significativas; es el caso del Abrigo de la
Peña del Perro (Fig. 4), Abauntz, Piélago, La Riera.
Su tipología es bastante diversificada: con bordes
marginalmente retocados más o menos rectilíneos,
parcialmente retocados, con dos bordes retocados o
con retoques abruptos más profundos abarcando total
o parcialmente uno de los laterales. En el nivel VIII
de Anton Koba se encuentran también piezas de dorso rectilíneo en ocasiones con un "retoque complementario" en la extremidad distal (Fig. 5) (Armendáriz 1997), pero, quizás debido a la materia prima
local, se encuentran más láminas retocadas de un
tamaño notable de lo que es habitual en la zona occidental de la región cantábrica (Fig. 5: 11-12).
15 '
13
14
319
11
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17
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3
emir=immi
En este conjunto de los microlitos, y en proporciones menores, aparecen las puntas azilienses, con
variantes que se alejan del tipo formalmente definido
de puntas gruesas y cortas; esto se debe a que, al estar
trabajadas fundamentalmente sobre laminillas, es
posible un retoque menos profundo o, en ocasiones,
rectilíneo aproximándose, sin llegar a serlo, a las
microgravettes.
Un hecho a tener en cuenta es la aparición, aunque
en proporciones muy bajas, de elementos geométricos en la zona oriental de la región cantábrica. Este
fenómeno marca una división entre lo que podríamos
llamar el Aziliense occidental y el oriental. Estos
geométricos (triángulos, segmentos de círculo y trapecios) aparecen en Valle, Piélago II, Santimamiñe
nivel V, Ekain II — en éste en un Aziliense que se consideró ya con influencias sauveterrienses y con técnica de microburil (Altuna y Merino 1984) — y, más
raramente, en otros yacimientos. En la parte oeste de
esta región no aparecen ni siquiera en las grandes
colecciones, como es el caso de Los Azules, y hay
que esperar a períodos posteriores, a un epipaleolítico postaziliense, para ver la aparición de ese tipo de
microlitismo (por ejemplo en la Cueva de Los Canes)
(Arias Cabal y Pérez Suárez 1992).
Aparte de estos aspectos que definen los conjuntos característicos del Aziliense clásico, todos los
niveles proporcionaron un abundante número de esos
tipos que se mantienen a lo largo de todo el Paleolíti-
27
Figura 5. Anton Koba: industria lítica del nivel VIII (Armendáriz
1997).
co: raederas, piezas de escotadura, denticulados y
piezas esquirladas, además de un número normalmente alto de piezas de retoque continuo.
3.1.3. Las materias primas líticas
Algunos análisis publicados -y aunque no siempre
los criterios de análisis son los mismos— muestran
formas de comportamiento técnico aziliense que
difiere del habitualmente seguido por las poblaciones
magdalenienses. Es posible que este hecho esté ligado a la tendencia general de la industria aziliense a un
trabajo más rápido y con fines exclusivamente utilitarios que los que intuimos en su antecesora. Pero también son la mayor o menor abundancia de sílex en
una región (hecho que sucede en la región asturiana),
la mayor o menor facilidad de acceder a las fuentes
de materias primas y la calidad de las mismas, las que
determinan el carácter de la industria y marcan diferencias regionales entre el oriente y el occidente de la
región aziliense cantábrica.
En lo que se refiere a la selección de los materiales el cambio de comportamiento entre los niveles del
Magdaleniense final y los del Aziliense en la Cueva
.KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
320
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO
de Los Azules es muy claro. La enorme acumulación
de restos de talla en la cueva es un claro indicio de la
persistencia en la fabricación de utensilios en el sitio
mismo, por lo que todos los pasos de la cadena operativa están representados. La variedad de calidades
de materia prima usada manifiesta criterios de selección diferenciados según el tipo de trabajo que se
desea realizar; los desplazamientos necesarios para
aprovisionarse de esas materias con frecuencia se
limitan a la simple recogida de cuarcitas en el río,
pero también movimientos hacia zonas (no siempre
identificadas) en las que se puedan encontrar distintos tipos de sílex de calidad: negro mate y brillante,
color ocre, blanco o gris, de consistencia coherente y
normalmente sin grietas que dificulten la perfección
del producto de talla; más abundante es la radiolarita
rojiza con una contextura interna irregular con fracturas, que no siempre permite obtener productos regulares ni, en la mayoría de las ocasiones, de gran tamaño. También en proporciones pequeñas se encuentra
representado el cuarzo.
La selección de materiales difiere en los distintos
niveles: si el Magdaleniense y el Aziliense antiguo
tienen una preferencia por los de buena calidad, no
sucede lo mismo en el Aziliense clásico. Otro rasgo
es el diferente aprovechamiento de la materia según
su calidad: el sílex se aprovecha al máximo, mientras
que la radiolarita y la cuarcita se desperdicia en cantidades notables. Todo radicaba en la dificultad de
aprovisionamiento. Se observan los cambios en el
comportamiento al calcular las distintas proporciones
en que aparecen en los niveles azilienses. Si en el
Aziliense antiguo las diversas clases de sílex (75,24
%) son preferidas a la cuarcita (24,24 %), los porcentajes se modifican en los niveles del Aziliense clásico (50,29 % para el sílex, 48,23 % la cuarcita). El
cuarzo escasamente presente en el nivel 3 de Los
Azules (1,47 %) está prácticamente ausente en el 5
(0,50 %), pero reaparece con fuerza en el 6 (Magdaleniense superior), pero casi exclusivamente en la
forma de pequeñas lasquitas producto del retoque. El
uso que se hace de esas diferentes materias no es
aleatorio; normalmente se seleccionan teniendo en
cuenta el útil que se desea fabricar, aunque, en este
caso de Los Azules, las diferencias de comportamiento entre los niveles 3 y el 5 son notables. Así tenemos
que en el 3 el uso de la cuarcita para la fabricación de
piezas como denticulados, escotaduras y piezas
esquirladas, es mucho más elevado (40,43 %), que en
el nivel 5 (14,58 %) en el que normalmente predomina el sílex o la radiolarita. Sin embargo, para la fabricación de raspadores o de laminillas, tanto en un nivel
como en el otro, se prefiere casi siempre el sílex -sea
éste de buena o de mala calidad—, aunque se encuentren algunas de cuarcita en el Aziliense clásico. No
obstante es fácil comprender por qué, en lo referente
a la fabricación de laminillas de dorso y puntas, la
cuarcita es prácticamente inexistente en los dos niveles.
Es posible que estos cambios en la elección de los
materiales estén relacionados con la transformación
del concepto de útil y, también es probable, con una
percepción y uso distintos del territorio, prefiriendo
con el paso del tiempo materias más próximas aunque
sean de peor calidad, y que son utilizadas de una
manera menos cuidada a medida que avanzamos en el
Aziliense. Fenómeno perceptible en la talla: los porcentajes de laminillas recuperadas entre los restos del
nivel 3 (5,69 %) presentan valores bastante más bajos
que los del Magdaleniense superior (11,51 %) y del
Aziliense antiguo (11,25 %); y, desde los inicios del
período hasta su desaparición, los núcleos para la
obtención de laminillas se hacen más escasos, se utilizan hasta el agotamiento.
Hay que señalar, sin embargo, que el masivo uso
de la cuarcita en los niveles paleolíticos asturianos
contrasta con el más restringido, o incluso con la
ausencia, de esta materia en los depósitos azilienses
del oriente de la región cantábrica, en la que predomina de modo absoluto el sílex de calidad, normalmente presente en las proximidades de los yacimientos
(como se ha visto en el Abrigo de la Peña del Perro y
en la Cueva de Zatoya) (Barandiarán y Cava 1989,
2001). En el caso del primero de estos dos yacimientos se encuentra también, aunque en escasa cantidad,
la ofita procedente de lugares próximos al mismo
abrigo. También en este mismo Abrigo de la Peña del
Perro se cita el cuarzo para la fabricación, entre otras
piezas, de algunas laminillas de dorso (González
Morales y Díaz Casado 1991-1992).
Es importante tener en cuenta el aspecto esencial
de todo útil: su uso. No abundan los estudios de las
huellas dejadas por el uso en los útiles líticos de este
período, por ello presentan un notable interés los
estudios realizados sobre piezas del yacimiento de
Santa Catalina (Ibáñez et al. 1992). En algunos puntos el análisis de las huellas de los útiles azilienses
presenta una desviaciôn con respecto a la pauta magdaleniense. Parece que en el Aziliense, por diversas
posibles razones, se da una mayor limitación en el
tipo de trabajos sobre asta, pero no sobre hueso, lo
que, en definitiva, refleja las características de la
industria ósea de este período. El trabajo sobre
madera desciende, pero es más amplio el trabajo de
carnicería y sobre pieles, especialmente frescas. Al
tratarse de análisis sobre un único yacimiento las
conclusiones son necesariamente muy limitadas
(Fig. 6).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
Magdaleniense VI comienzan a aparecer arpones con
una tendencia al aplanamiento junto con elementos
líticos que apuntan a los tipos azilienses (Mons
1979). La presencia de instrumentos fabricados con
asta o hueso es mucho menor en los niveles azilienses, y en muchos de los yacimientos la presencia de
este tipo de documentos es bastante irrelevante. Pero
incluso en aquellos en los que este tipo de utillaje es
relativamente abundante, se observa de modo inmediato la drástica reducción del número de tipos y el
uso de elementos óseos casi sin transformación o con
un trabajo muy sumario. Por no hablar de la rareza de
elementos decorativos que dan un evidente atractivo
a los restos magdalenienses.
Caza
Camiceria
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::.:.: =::•::: .':....~}ÿ,'•:;:¡:.;~~•::::•,'•:::::}::...•:;::•:;??;;>::•.;•?:
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Piel/Came
~••'•}J•f..
Piel Fres
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~
Piel
321
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j,
70
-74773775
......................:701
Piel Seca
y
Un yacimiento que proporciona suficiente abundancia de materiales y una secuencia relativamente
amplia para comprender la historia de la industria
ósea aziliense, es el de la Cueva de Los Azules. También encontramos, en menor volumen, restos de
industria ósea significativos en Cueva Oscura de
Ania. Por el contrario, el resto de los yacimientos
proporcionan indicios más escasos, lo que dificulta el
análisis de la evolución de esta industria al estar, con
frecuencia, representado el Aziliense en el sitio por
un único nivel.
Vegetal
Madera
Asta , ~~;;;x: : :%;: ~=.`•s~:`~ :~:;;~;: ; ~
Asta/Hueso
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Hueso
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••:?•ŕ?:j;ï;:•Y¡i:;r;;:i .:.~.ï y::: :•i.r•}::::.:4
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3.2.1. El Aziliense antiguo
Piedra
Blanda
Dura
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~: ~ ::•:•! •:•:ti`:?:;:l:•
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1
0
5
15
10
20
Porcentaje de aciones realizadas
Magdaleniense
:• ... Aziliense
Figura 6. Materias trabajadas en la cueva de Santa Catalina según el
análisis funcional del utillaje lítico (Ibáñez et al. 1992).
3.2. La industria sobre asta y hueso
A lo largo del extenso proceso de evolución del
Magdaleniense superior-final al Aziliense, la industria ósea sufre transformaciones que permiten seguir
con una precisión algo mayor su evolución. Ya en el
El mayor interés de estos niveles radica en el
hecho de que expresan la relación con el mundo magdaleniense a través de la persistencia de los elementos que unen aún de modo tenue ambas concepciones.
Son los arpones los que manifiestan de modo más
claro ese distanciamiento, pero al mismo tiempo
señalan la continuidad entre ambos períodos. Por desgracia no aparecen en todos los yacimientos con
industrias que pueden ser definidas como de transición. Son tres los sitios que han proporcionado estos
elementos típicos del período inicial: Cueva Oscura
de Ania, La Lluera y Los Azules. Tipológicamente
los arpones de estas capas antiguas del Aziliense se
diferencian tanto del momento precedente como de
los elementos producto de la evolución posterior del
período. En el caso de Los Azules 5 todos tienen una
tendencia al aplanamiento (observada ya en algún
ejemplar del nivel 6); sin embargo, difieren unos de
otros: mientras que en una de las piezas que se han
conservado completas la sección tiende a ser rectangular, en la otra es planoconvexa (similar a la del
arpón de doble fila de dientes de La Chora publicado
por González Echegaray y otros (1963) (Fig. 7: 9).
Los fragmentos de otros dos arpones parecen corresponder más al modelo clásico aziliense, especialmente por el tipo de aplanamiento de la sección; en un
caso podemos afirmar que se trata de un arpón típica-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
322
JUAN ANTONIO FERNANDEZ-TRESGUERRES VELASCO
elemento de continuidad ya que aparece en el Magdaleniense, aunque sea de un modo bastante escaso (por
ejemplo en Bricia, La Pila, El Castillo, El Pendo El
Otero y Urtiaga). Sin embargo carecen de perforación
los pequeños arpones de Cueva Oscura de Ania Ob y
la gran pieza decorada de Los Azules 5 (Fig. 8).
El rasgo más chocante es la presencia de decoración, observado sobre varios de estos arpones (uno en
La Lluera II A, uno en Cueva Oscura de Ania Ob, y
tres piezas en Los Azules 5). El motivo es en casi
2
0
5 cm
Figura 7. Arpones azilienses. 1-5: Cueva de Los Azules, nivel 3e; 6:
Cueva de Los Azules, nivel 3f; 7: Abrigo de la Peña del Perro, nivel
2a; 8: Abrigo de la Peña del Perro, nivel 2b (González Morales y Díaz
Casado1991-92); 9: Cueva de Los Azules, nivel 5.
mente aziliense no sólo por su sección, sino también
por la forma de los dientes recortados en un ángulo
agudo, mientras que en las otras piezas tienden a ser
más en forma de gancho. Los que se conservan completos presentan una longitud mayor (media 171
mm.) que la de los arpones del nivel 3 (media 83,35
mm.). En este sentido contrastan con los pequeños
arpones del Horizonte Ob de Cueva Oscura de Ania
(unos 55 mm. de longitud), aunque el fragmento de
un arpón decorado pertenecía a uno de tamaño mayor
(Adán et al. 1999, 2001). Otra característica destacable que señala las diferencias con los arpones azilienses clásicos, es la marcada protuberancia localizada
en la base. Este rasgo es muy claro en uno de los fragmentos de Cueva Oscura de Ania. Resulta interesante la posible relación entre esta peculiaridad de los
arpones del Aziliense antiguo y la que aparece en el
arpón magdaleniense del nivel IV-2 de la Cueva de
La Pila. Por último, la perforación de la única pieza
de Los Azules 5 en la que se puede observar este rasgo, es circular, lo que lo aproxima al arpón del nivel
2 de La Paloma. La perforación puede verse como un
Figura 8. Cueva de Los Azules: arpón decorado del nivel 5.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
todos ellos similar (paralelas con trazos cortos perpendiculares inscritos en ellas, en forma de escala),
aunque dispuesto de manera distinta en cada una de
las piezas. En Los Azules 5 no cubre los dientes ganchudos del arpón, mientras que en las otras piezas
cubre parte de ellos. Pero en el caso de Los Azules
todos los dientes, menos el de la extremidad distal,
están cubiertos por incisiones oblicuas. Esta misma
pieza presenta otro rasgo interesante: la presencia de
una decoración anterior en forma de rameado de
pequeños trazos incisos que, en varios puntos, está
casi borrada. Sin embargo, un fragmento de arpón de
ese mismo nivel 5, fue decorado con un motivo distinto: pequeñas líneas oblicuas adosadas a otras oblicuas.
De estos documentos parece deducirse un hecho.
El Aziliense tiene una presencia amplia en el mundo
pirenaico desde donde pudieron difundirse algunos
rasgos hacia el Cantábrico —uno de ellos sería el nuevo tipo de arpón plano aziliense (González Sainz
1989). No obstante, al- menos en lo que se refiere a los
arpones asturianos del Aziliense antiguo, podrían
derivar localmente del prototipo magdaleniense. No
podemos hacer la misma afirmación del arpón del
Aziliense clásico. En la misma Cueva de Los Azules
existe una amplia capa estéril (nivel 4) entre el Aziliense antiguo y el característico del nivel 3.
323
El arpón sigue siendo el útil característico de este
período. Aparece a lo largo de toda la región, aunque
es normal que en los niveles azilienses el número de
piezas sea bastante bajo, en ocasiones un fragmento
de un único ejemplar. Sólo algunos yacimientos proporcionaron un número mayor de estos útiles. Las
diversas capas del nivel 3 de la Cueva de Los Azules
suministraron una cantidad suficiente de piezas como
para permitir un análisis más minucioso del tipo y sus
transformaciones a lo largo del período. No obstante,
debido a lo reducido de la muestra en otros yacimientos el valor de las conclusiones es limitado.
Los arpones del Aziliense clásico se describen
como planos en su sección, dientes angulosos recortados, base que continúa el perfil de la astilla trabajada —desapareciendo la protuberancia basal que procedía de piezas del Magdaleniense superior— y perforación oval. Hay un hecho que diferencia el sector occidental y el oriental de la región cantábrica: en la primera de ellas (centro y oriente de Asturias) los arpones presentan siempre una sola hilera de dientes. En
la zona de Cantabria (La Meaza, La Pila, Morín, El
Valle, El Piélago) y el País Vasco (Agarre, Pikandita,
Anton Koba) (Fig. 9: 5), se encuentran tanto arpones
El resto del utillaje óseo de los niveles con Aziliense antiguo es muy escaso y simple (punzones,
alguna "alfiler"), pero no presenta ni la variedad ni el
acabado de la industria de hueso del período anterior.
Quizás sea éste uno de los rasgos más sobresalientes
que manifiestan la ruptura con el Magdaleniense.
Pero como por otra parte tampoco son muy amplios
los niveles excavados que correspondan a este período, el hecho de la disminución de tipos o la ausencia
de ellos tienen un valor relativo. Sin embargo, pese a
esa reducción de formas con respecto al Magdaleniense, en el Aziliense clásico parece que se encuentra una mayor diversidad de ellos que en el período
antiguo.
o
11111111=711111
3.2.2. El Aziliense clásico o reciente
Ese fenómeno posiblemente se deba a la mayor
abundancia de yacimientos a lo largo de toda la Cornisa cantábrica con niveles correspondientes a este
período. En algunos (corno Cueva Oscura de Ania,
Los Azules, Santa Catalina) no sólo la muestra de
utensilios es suficientemente abundante, sino que
también se encuentra un amplio número de restos de
huesos y astas en proceso de fabricación, lo que nos
permite una mejor aproximación al conocimiento de
la industria ósea.
13
15
Figura 9. Industria &sea. 1-8: Anton Koba, nivel VIII (Artnendáriz
1997); 9-15: Los Azules, nivel 3.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
324
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESCUERRES VELASCO
con una hilera de dientes como de dos, aunque el
mayor número de ejemplares corresponda a yacimientos de la región cántabra. Estas dos formas aparecen frecuentemente en los Pirineos, en Mas d' Azil,
Troubat o La Vache, por citar tres ejemplos claros. Un
hecho no desdeñable en la tipificación de esta pieza
es la ausencia absoluta de decoración en las piezas
del Aziliense clásico.
Las variaciones en el tipo introducidas durante el
transcurso del Aziliense son perceptibles en el análisis de las aproximadamente cien piezas y fragmentos
hallados en Los Azules 3: los elementos diferenciadores más notables son la localización de la perforación (siempre en ojal) en la pieza, y el número de
dientes (Fig. 7: 1-6). En lo que se refiere al primero
de los hechos citados observamos que en el momento más antiguo (3h) la perforación tiende a ser colocada en el centro de la base de la pieza; en las capas
inmediatamente posteriores (3g, f y e) se desplaza
hacia el centro de la pieza, por encima del diente inferior. En los momentos finales del Aziliense vuelve de
nuevo a estar localizada en la base. El número de
dientes también suele ser mayor en los arpones de
esas capas antiguas del nivel 3, alcanzando en dos
ejemplares a seis y siete.
En cuevas con un único nivel y, en consecuencia,
con dificultades para situarlos en una secuencia evolutiva más amplia —entre otras cuestiones por la
regionalización de las características del mismo Aziliense —, resulta mucho más complicado establecer
las variantes del tipo. En el Abrigo de la Peña del
Perro, aunque la muestra se reduce a dos piezas,
observamos también el desplazamiento de la perforación según la antigüedad de la capa: en el arpón más
reciente (nivel 2a) la perforación aparece desplazada
hacia el fuste de la pieza, ligeramente por encima del
diente inferior, mientras que en el más antiguo (2b) se
encuentra en la parte superior de una base más desarrollada (González Morales y Díaz Casado 1991-92)
(Fig. 7: 7-8). En Piélago II hay también variaciones
en la localización de la perforación aunque no aparece en una secuencia clara como sucede en Los Azules, ya que se mezclan los dos tipos; el fragmento de
arpón hallado en la zona de contacto entre el nivel 1
y el 2 presenta la perforación en la base, pero en el
nivel 2 en tres piezas completas aparece tanto en la
base como en el centro de la pieza, y en el nivel 3 dos
de las piezas fueron perforadas en la base mientras
que otra lo fue a la altura del primer diente (García
Guinea 1985).
El resto de la industria ósea del Aziliense ofrece
tipos ya presentes en niveles magdalenienses — e
incluso a lo largo de todo el Paleolítico superior —,
por lo general muy simples y de modo habitual en
proporciones mucho menores. Encontramos azagayas
en un número reducido en La Paloma, Cueva Oscura
de Ania, Los Azules, Abrigo de la Peña del Perro,
Piélago, Ekain, etc., con secciones ovales aplanadas,
circulares, subcuadragulares o subtriangulares. En
Ekain se -encuentra una con bisel simple. En raros
casos, como también en Ekain, aparecen con algún
tipo de decoración, consistente en incisiones profundas o finas, longitudinales u oblicuas.
Abundan más los punzones, que en algunos casos
conservan la diáfisis del hueso, y dos de ellos con
incisiones paralelas en todo el contorno de la pieza
(Los Azules y Anton Koba); en el caso de Los Azules se aprecia la presencia de ocre en el fondo de esas
incisiones (Fig. 9: 1-2 y 12). El segundo ejemplar
hallado en las capas inferiores de Los Azules 3, presenta incisiones profundas paralelas perpendiculares
al eje, y otras en zigzag dispuestas longitudinalmente
(Fig. 9: 12). En Anton Koba, un largo punzón muestra también incisiones en zigzag, pero perpendiculares al eje de la pieza (Armendáriz 1.997). Los punzones estrechos y alargados no son abundantes ("alfileres" en Los Azules; un fragmento de punzón fino o
aguja fue hallado en Ekain). Sin embargo, lo más
habitual en una buena parte de los niveles azilienses
cantábricos, es encontrar huesos simplemente aguzados y de una factura bastante tosca.
Las espátulas aparecen raramente; están trabajadas sobre un fragmento largo de hueso, conservando
la diáfisis, o también sobre costillas y con extremidad
redondeada que aparece desgastada por el uso. Algunas exhiben incisiones más o menos paralelas, en la
parte interior convexa de la costilla (Los Azules 3 y
Anton Koba VIII) (Fig. 9: 3, 9-11 y 15). En ocasiones son piezas muy elaboradas. En una pieza un tanto excepcional de Los Azules 3 la decoración se
extiende por toda una cara con largas alineaciones de
puntos. Próximo a ella está el "puñal" del Horizonte
o de Cueva Oscura de Ania, pero la extremidad distal
es más apuntada que redondeada.
Los anzuelos, esquirlas de hueso biapuntadas y
bien pulidas, no se encuentran con demasiada abundancia en las capas azilienses. Aparecen en Los Azules 3 (Fig. 10) y en el Abrigo de la Peña del Perro.
Queda otro elemento que aparece en raros yacimientos. La presencia del jabalí se intensifica a lo largo del Aziliense. Parece difícil que los largos colmillos de este animal fueran desperdiciados; sin embargo el número de restos de aprovechamiento de este
material es escaso, salvo en niveles postpaleolíticos.
En Los Azules su presencia es manifiesta a lo largo
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), ario 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
32.5
lados. De modo general puede afirmarse que la
expansión del bosque y el control de la montaña
modifican la selección de las especies abatidas. En
los yacimientos en los que antes había aparecido el
reno (caso del nivel e de Abauntz), aunque nunca en
número importante, éste desaparece totalmente; este
hecho contrasta con la presencia del mismo en el sur
de Francia en el Aziliense (Duruthy). Delpech destaca la presencia de manadas de renos en la Dordoña y
en la Gironda en los comienzos del período (Arambourou 1978).
Figura 10. Los Azules: anzuelos del nivel 3.
de todo el nivel 3 en forma de piezas estrechas recortadas y raspadas en la parte interior del canino (Fig.
11). Aparecen también algunos restos trabajados con
diversas técnicas (percusión, calentamiento, aserrado) en niveles postpaleolíticos de Marizulo y Santimamiñe (Mujika 1993). En Zatoya II (Barandiarán y
Cava 2001) una especie de paleta fue fabricada con
este material. Tampoco son tan abundantes, ni aparecen con algún tipo de decoración -como no era raro
en el Magdaleniense— los colmillos perforados de
animales, especialmente los de ciervo (Fig. 9: 6-8).
Varios de los yacimientos excavados (Ekain,
Zatoya, por ejempo) son considerados como cazaderos estacionales, ocupados brevemente en las etapas
más frías y ampliando el tiempo de ocupación en las
más templadas. La edad de los animales abatidos en
Zatoya (en los niveles lIb y II) muestra que la ocupación del sitio se producía durante las etapas más cálidas del año (Barandiarán 1995). En la Riera se observa también un fenómeno similar.
Desde Asturias hasta el País Vasco y Navarra, los
porcentajes de restos de ciervo son dominantes en
casi todas las capas azilienses, (salvo en Piélago II,
donde domina la cabra y el sarrio). Con frecuencia
esos porcentajes son muy elevados. Parece clara la
preferencia de los grupos humanos azilienses por esa
especie, aunque no exclusiva. En algunos yacimientos está acompañado de importantes porcentajes de
Todo este repertorio, muy limitado, define claramente el carácter de la industria aziliense. Se ha abandonado paulatinamente el gusto por las piezas cuidadas y, sobre todo, por la decoración. Este último
hecho puede estar en relación con transformaciones
en las estructuras sociales y territoriales provocadas
en el Aziliense.
4. LA ECONOMÍA
La economía aziliense gira en torno a la caza y la
recolección, los mismos elementos que la del Paleolítico superior, aunque parece percibirse una posible
ampliación del sistema de explotación.
La caza sigue siendo la base de la subsistencia,
pero las especies capturadas y los porcentajes de las
mismas se modifican según los sitios, dependiendo
del medio en el que los grupos humanos estaban instalados. Siempre hay una presencia masiva de ungu-
Figura I I. Los Azules: colmillos de jabalí, punzones y fragmento de
espátula del nivel 3.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004, Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
326
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO
corzo, sarrio y cabra. Y, en casos como La Riera, se
perciben cambios en las especies capturadas, provocadas sin duda por las transformaciones del medio; la
cabra va disminuyendo paulatinamente hasta alcanzar un porcentaje mínimo en el nivel 28, sustituida en
este nivel por el corzo; pero siempre con el ciervo
como presencia dominante (Altuna 1986).
El jabalí es cada vez más abundante en los yacimientos azilienses y epipaleolíticos posteriores. Es la
expansión del bosque la que favoreció la presencia
cada vez más amplia de esta especie, por lo que no es
raro que acabe convirtiéndose en una preferencia para
los cazadores epipaleolíticos (Altuna 1972, 1992,
1995).
Los escasos porcentajes de bóvidos (no siempre
es factible distinguir eI bisonte del uro) y caballos
(presentes sin embargo en Abauntz, Zatoya, Morín,
Piélago II y La Riera), disminuyen su presencia. Pero
no es raro tampoco que los restos de estas especies
estén totalmente ausentes de los yacimientos. Fenómeno muy significativo si tenernos en cuenta el papel
de estos animales tanto en la economía de los períodos anteriores al Aziliense, como su papel central en
el sistema simbólico.
Aunque no es frecuente encontrar restos de aves,
sí aparecen en los niveles superiores de Ekain con
especies que fueron producto de la caza, como son los
ánades (Altuna y Merino 1984).
Si bien carecemos de datos sobre la recolección de
frutos o raíces, propiciada por la mejora climática y la
expansión del bosque caducifolio, que aportaría
abundancia de ellos -con posibilidad de hacer acopio
y conservarlos durante un tiempo relativamente
amplio—, tenemos, por el contrario algunos datos
sobre la explotación de los medios costeros, fenómeno no ausente de niveles del Paleolítico superior. Pero
la alteración de los niveles marinos puede proporcionar una visión distorsionada de la cuestión.
La actividad recolectora en zonas costeras es
manifiesta por la presencia de moluscos marinos en
muchos de los niveles azilienses, si bien en algunos
casos no supera el interés ornamental. Pero teniendo
en cuenta que algunos de los hallazgos se hicieron en
yacimientos del interior, como sucede con los escasos
restos hallados en Anton Koba, el hecho adquiere
interés ya sea por la relación directa con la costa, ya
por la existencia de intercambios entre grupos costeros e interiores. En Los Azules 3 se observa una
mayor atención al entorno costero. El volumen de
moluscos marinos, nunca muy amplio si tenemos en
cuenta que se trata de un yacimiento situado en un
valle del interior, va aumentando a medida que nos
aproximamos al final de la ocupación. Entre los
moluscos marinos se encuentran Patella aspera, P
vulgata, P depressa, un conjunto abundante de trivias
perforadas y una agrupación de modiolas (Modiolus
trZ0d1Cl/ts barbatr.ts L.) de un tamaño notable depositados en un enterramiento. En las capas inferiores del
nivel 3 aparece Littorina littorea, Helcion pel1acie1t.1s,
Nassa reticulata, Trivia europaea (lógicamente recogidas para servir de adorno) y Littorina obtnsata. En
los niveles inferiores están prácticamente ausentes.
Fenómenos similares de aumento del volumen de
moluscos a medida que transcurre el Aziliense los
encontramos en Ekain IV, III y H. Las especies más
abundante son Monodonta lineata y diversas especies
de Patella. Ekain III manifiesta, pese a ser un fenómeno esporádico, que de algún modo la alimentación
comienza a incluir este tipo de fauna, aunque nunca
en el volumen y con la importancia decisiva que
observamos en los yacimientos costeros del momento posterior.
En Cantabria, Piélago II puede ser también un
ejemplo de este interés creciente por la explotación
de los recursos de la costa (García Guinea 1985). La
secuencia del Abrigo de la Peña del Perro proporcionó nuevos datos para ilustrar este comportamiento
económico, con el aumento de la presencia de moluscos marinos desde un momento avanzado del Magdaleniense (nivel 2c) —aunque aún son escasos los restos— al nivel 1 postaziliense. En este sentido, estos
niveles muestran también un cambio o ampliación de
las zonas de explotación desde zonas de costa rocosa
y poco batidas a otras de ría (González Morales y
Díaz Casado 1991-92).
No obstante, este interés no es nuevo si consideramos la abundante presencia de moluscos marinos formando incluso concheros, en cuevas de períodos
anteriores (ya señalados por el conde de la Vega del
Sella en 1916 en su publicación de Cueto de la Mina;
Clark 1976); un ejemplo de ello, pero no el único, lo
tenemos en el nivel 8a Magdaleniense III de El Juyo
en Cantabria, no lejos de la costa actual. Pero si no es
nueva la atención prestada hacia estos recursos costeros, en una secuencia como la de Los Azules parece
intensificarse durante el transcurso del Aziliense.
Incluso desde el punto de vista simbólico la presencia
de un número importante de modiolas en la tumba
parece insinuar que la costa era un centro de atención
durante este período.
Por el contrario, no siempre es fácil evaluar el significado de los concheros de Helix nemoralis, ya que
pueden deberse a una formación ajena a la voluntad
humana.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE
La pesca es otro de los aspectos que se desarrollan
durante el Aziliense, aunque tampoco es ajena al
momento anterior Magdaleniense final (Zatoya IIbam y Ilb) (Barandiarán y Cava 2001). Los arpones y
anzuelos pueden ser una manifestación de este fenómeno. Por el momento parece que la actividad en este
terreno se limita a la pesca fluvial. Los Azules 3,
dominando dos ríos -Sella y Güeña — desarrolló de
un modo amplio esta actividad. Los restos de salmón
y trucha son extraordinariamente abundantes y su
presencia se va intensificando a medida que transcurre el tiempo.
Estas tendencias hacia una economía en la que se
da una mayor intensificación de la explotación del
máximo de recursos del territorio puede ser la causa
de los cambios en la percepción del espacio, sobre
todo teniendo en cuenta que en la región cantábrica
desde algunos puntos se puede controlar una notable
extensión de territorio con una diversidad acentuada
de biotopos (Fernández-Tresguerres 1995; González
Morales 1995). No es, sin embargo, una novedad.
L.G. Straus destaca (1992) esa propensión a diversificar los medios de subsistencia como una constante
desde el Solutrense. Pero parece acentuarse a medida
que transcurre el tiempo y la implantación del bosque
templado permite la ampliación de los sistemas de
explotación.
5. ASPECTOS SIMBÓLICOS
Desde su descubrimiento el Aziliense se percibió
ya como el tiempo de la destrucción del universo simbólico creado y precisado a lo largo del Paleolítico
superior. Los espectaculares logros en el terreno de la
expresión simbólica ligada en parte a un arte naturalista habían sido, en apariencia y de modo definitivo,
barridos de las preocupaciones humanas, quedando
sólo algunos rescoldos confusos. En realidad las
estructuras simbólicas estaban tan arraigadas que, en
los inicios del período y en algunas escasas regiones,
aún pervivieron los restos de un arte naturalista mobiliar o, más raramente, parietal, unidos a industrias
señaladas con la característica acentuada ambigüedad
del momento Magdaleniense final/Aziliense. Es el
caso de abri Murat (Lot), abri Dufaure (Landas), abri
Morin (Gironda), Pont d'Ambon (Dordoña) y La
Borie del Rey (Lot-et-Garonne), y aún al sur de los
Pirineos (San Gregori de Falset, Priorato, Tarragona)
(Lorblanchet 1989; Fullola y Couraud 1988). Lo destacable de ese desvanecimiento del arte naturalista
radica en que éste se había impuesto como el soporte
de la transmisión de una particular percepción y apropiación del mundo. En el Aziliense dejaron de existir
los grandes conjuntos y con ellos un lenguaje con
327
profundas relaciones sintácticas y semánticas. A partir de ahora hasta los signos, pintados o grabados, aislados sobre cantos, plaquetas y huesos, pierden sus
formas y cambian su significado; la compleja sintaxis
paleolítica queda reducida a un sistema, quizás de
mayor simplicidad, pero más opaco e inaccesible. En
el Cantábrico las muestras de representación de figuras animales (caso de Arenaza, Apellániz 1982) son
tan escasas que pueden ser consideradas como inexistentes.
Es ahí donde se manifiesta el núcleo de las crisis
del mundo paleolítico, de la paulatina disolución de
sus sistemas sociales y, en consecuencia, territoriales.
Si el resultado de ello se hace más perceptible en el
desarrollo de las culturas posteriores al mismo Aziliense, ya durante el transcurso de éste se observa una
cierta tendencia en el sector occidental del cantábrico
a cerrarse en sí mismo (lo que acabará dando lugar a
su propia cultura), mientras la zona oriental permanecerá culturalmente más próxima al sudoeste francés y
a los Pirineos.
Esa transformación del arte, y su desarticulación
estilística y temática -tan manifiestas en el escaso arte
aziliense encontrado en las cuevas del Cantábrico—,
parecen, al menos en hipótesis, mostrar una tendencia
a la reducción del sistema de relaciones intergrupales
amplias. Claro está que esto depende de la interpretación que le demos al conjunto de las representaciones
parietales y a su papel estructurador de la cohesión
social de las sociedades del Paleolítico superior.
Son pocas las cuevas que hayan proporcionado, y
casi siempre con escasos ejemplares, restos de arte
aziliense. Importantes sin duda, ya que en algunos
casos parecen que podrían definir lo que podemos
denominar un territorio simbólico, no exclusivamente económico sino fundamentalmente social (Fernández-Tresguerres 2003). Es el caso de ese motivo
decorativo formado por series de puntos adosados a
un trazo longitudinal que aparece dentro de una
comarca bien definida en Cantabria; hallado sobre
soportes diferentes y, al parecer, en momentos distintos como Magdaleniense final y Aziliense (espátula
de Rascaño, colgantes de Morín, La Chora y Piélago,
Cueva de San Juan) (González Sainz 1982). Ya acostumbrados a esos saltos en el espacio de algunos elementos artísticos, a veces difíciles de explicar, ese
mismo motivo lo encontramos también en otro espacio alejado (en Gouërris en Lespugue, Haute-Garonne). Algo similar se percibe en el motivo decorativo
que se graba sobre los arpones del Aziliense antiguo
asturiano, que parece ligado al corredor central de
esta región que la recorre desde el oriente hasta el
centro.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
328
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO
En consecuencia, si percibimos una cierta uniformidad en la expresión aziliense -en la tendencia a la
abstracción—, analizada de cerca observarnos una
diversificación regional. Destaca en el Cantábrico la
escasa presencia que parecen tener en la vida de las
comunidades azilienses los elementos simbólicos (al
menos desarrollados sobre materias que hayan permitido su supervivencia) y la relativa marginación de
técnicas y motivos que se distribuyen en Francia hasta los Pirineos y que, curiosamente, reaparecen en la
interior de la Península (Estebanvela, Ayllón, Segovia) (Ripoll López y Muñóz Ibáñez 2003). Ya en el
Aziliense antiguo los restos artísticos son tan escasos
que no permiten demasiadas conjeturas. Pero tampoco lo son los del Aziliense clásico, reducido a algunos
cantos pintados (el grabado es muy raro) con esquemas muy simples (sobre todo las puntuaciones en Los
Azules y simples líneas paralelas pintadas, en Unatxa, Orozko, Vizcaya) (Fernández-Tresguerres 1994;
Muñoz y Berganza 1997), y escasa tendencia a los
motivos geométricos complejos y a las combinaciones de signos. Esta simplicidad contrasta de modo
notable con la abundancia de elementos hallada en
los Pirineos; la comparación con Mas d'Azil es esclarecedora. Esta tendencia a la marginación de los elementos artísticos (que se ahonda en el Epipaleolítico
posterior) es, posiblemente, una manifestación de la
regionalización progresiva de las culturas del norte de
la Península.
Figura 12. Los Azules: Localización de la sepultura en la entrada de
la cueva.
con una corta línea curva. El hecho de que el difunto
presentase acentuadas patologías óseas que le impedían cualquier actividad (y eso desde la infancia), es
una muestra de la posible existencia de una fuerte
solidaridad que mantiene incluso a aquellos que carecen de una capacidad de participar en las actividades
económicas del grupo que, ciertamente, no es la única forma de utilidad social.
El único contexto claro que podernos atribuir a
algunas de estas pobres manifestaciones artísticas es
el funerario, ligado al enterramiento hallado en la
cueva de Los Azules. Éste proporcionó algunos elementos para establecer esa conexión, pero no hay que
olvidar que otros cantos pintados fueron encontrados
fuera de ese contexto.
La sepultura fue abierta junto a la pared oeste de
la entrada de la cueva y delimitada con algunos bloques de piedra que rodeaban al difunto (Fig. 12-13);
la fosa era poco profunda y su fondo teñido con ocre.
El difunto estaba tendido sobre su espalda y rodeado
de un ajuar bastante elocuente: útiles líticos (raspadores, laminillas de dorso, buriles), junto con algunas
lascas, núcleos y percutores Qmateriales para fabricar otros útiles?), y arpones acompañados de fragmentos de asta de ciervo. A estos elementos técnicos
hay que añadir un cráneo de tejón colocado junto a la
pared y un amontonamiento de modiolas encajadas
unas en otras (Fernández-Tresguerres 1976, 1980). El
interés del hallazgo de cantos pintados dentro de la
tumba radica precisamente en que, al menos en este
caso, les proporciona un contexto funerario. Los
temas son simples: puntos pintados con colorante
negro, y en un caso un punto rodeado parcialmente
Figura 13. Los Azules: detalle de los restos in situ del varón adulto
inhumado en la cavidad.
KOBIE (Serie Anejos n.° 3), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
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