El eunuco de Etiopia

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26.09.2005
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El eunuco de Etiopía
Los Hechos 8:26-40
El ángel de Dios encargó a Felipe ir al sur. Allí se encontró con un funcionario importante de la reina de Etiopía. Éste había
estado en Jerusalén en el templo y se encontraba de regreso a casa. Mientras tanto leía los escritos de Isaías, pero no entendía su
significado. Felipe le explicó y le anunció el evangelio. El eunuco pudo creer en Jesucristo y se dejó bautizar.
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Los niños toman conocimiento de cómo Felipe enseñaba y bautizaba impulsado por
el Espíritu Santo.
C
on gran entusiasmo Felipe enseñó y predicó en
la joven y floreciente comunidad de Samaria. Cierto día un
ángel simplemente le dijo: «Ve al sur hasta llegar a un camino
solitario que desde Jerusalén conduce a Gaza».
Con un corazón creyente y confiado Felipe emprendió el
camino; al llegar al lugar indicado no sabía qué hacer.
Paciente se sentó a la sombra de un árbol, orando mientras
esperaba. Había pasado cierto tiempo, cuando distinguió una
caravana. Con curiosidad Felipe observó a los que se
acercaban por el camino solitario. Primero vinieron algunos
jinetes, detrás algunos esclavos cargando enormes bultos,
luego pasó un hombre bien vestido sentado sobre un
hermoso carro. Tenía la piel oscura como todos los que lo
acompañaban. Venían de lejos, del sur, venían de África.
Felipe pensó: «Seguro que es una persona muy influyente,
muy importante. ¿Qué hará aquí? ¿estará de regreso?» El
hombre no miraba a su alrededor, estaba ensimismado
leyendo en un papiro. El Espíritu de Dios dijo a Felipe:
«Sigue a este carro».
Felipe obedeció sin vacilar, escuchaba que el hombre leía en
voz alta: «Él fue llevado al sacrificio como un cordero, mas
soportó todo en silencio y sin quejarse en el instante más
difícil de su vida. Fue arrebatado de la tierra. Nadie podrá
contar su descendencia». El hombre suspiró; movía la cabeza
pensativamente. Felipe observó y escuchó todo,
valientemente se acercó y le preguntó: «¿Entiendes lo que
lees?»
«¿Cómo puedo entender? No tengo a nadie que me lo
explique. ¿Acaso puedes hacerlo tú? ¡Sube a mi carro y
siéntate a mi lado!» dijo el hombre distinguido. Felipe no se
lo dejó repetir dos veces. Ahora sabía por qué el ángel lo
había mandado ir allí; tenía que anunciarle el evangelio.
¿Qué mejor que hacerlo con las palabras del profeta Isaías
que acaba de leer este hombre? Rápidamente subió al carro y
se sentó junto a él. Éste se presentó: «Soy de Etiopía, en
África. Allí soy eunuco, un alto funcionario de la Hacienda de
la reina. Escuché hablar del único y verdadero Dios. ¡A Él
busco! Fui a Jerusalén, fue un viaje muy largo y peligroso,
visité el hermoso templo y oré a Dios. Allí aprendí mucho
sobre los mandamientos de Dios. Compré esta Escritura y
ahora estoy de regreso. Ahora dime, ¿qué significan estas
palabras? ¿habla este texto del profeta mismo o de algún
otro?»
1
Para Felipe estas palabras eran bien conocidas y por ello le
explicó: «Has leído sobre el Cordero que sin lamentos se dejó
sacrificar. Con ello el profeta Isaías hace alusión a Jesucristo,
el Hijo de Dios. Cristo vivió en Jerusalén. Nos hablaba sobre
el gran amor de su Padre, tiempo atrás murió sin culpa en la
cruz, soportó su muerte sin lamentos. Después resucitó y
regresó junto a su Padre celestial. Con su sacrificio venció a
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Los Sacramentos
la muerte y al pecado. También murió por ti. Mucha gente
cree en Él, se deja bautizar en el nombre de Jesucristo».
Todo esto y mucho más contó Felipe a este noble hombre.
Éste escuchaba con atención y se asombró. En su corazón
anhelante se despertaba la fe en el Hijo de Dios. Al pasar por
un vado el hombre dijo: «Mira, aquí hay agua. ¿Hay algo que
impida que yo sea bautizado?»
«¿Puedes creer de todo corazón?« preguntó Felipe. Entonces el
africano respondió con convicción: «Sí, creo de todo corazón
que Jesucristo es el Hijo de Dios».
Él hizo detener el carro, ambos entraron en el agua. Felipe
bautizó al eunuco en el nombre de Jesucristo. Apenas
salieron del agua, Felipe desapareció. El hombre subió al
carro y regresó a su casa con gran alegría en el corazón.
Felipe lo había guiado al camino de la felicidad verdadera.
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Felipe enseñó a un hombre distinguido que estaba al servicio de una
reina de África. Éste se convirtió, creyó en Jesucristo y se dejó bautizar.
1 Los niños observan y describen la ilustración. ¿Entienden a qué se refieren las palabras de Isaías?
2 Observamos la ilustración una vez más. Felipe se deja guiar por el Espíritu Santo. Esto le permite ser una
herramienta útil para Dios. Predica y enseña el evangelio. Es un maestro de la fe. ¿Quiénes son los actuales
maestros de la fe? (Los portadores de ministerio activan por encargo de los Apóstoles como nuestros
maestros. Cada hijo de Dios puede prestar atención a su voz interior y dejarse conducir por el Espíritu Santo.
Cada niño de la escuela dominical puede ser una herramienta para Dios y un ejemplo para todos).
3 Conversamos con los niños acerca de otra particularidad de este hecho. Consiste en que aquí el evangelio es
anunciado a un hombre que no pertenece al pueblo judío. Él cree y se deja bautizar. Nos alegramos porque
hoy en día todos pueden aceptar la doctrina de Jesús y su salvación. Esto permite que tengamos hermanos en
la fe de todas las razas y en todos los continentes.
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