Dorian, herencia de sangre

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Dorian”
Herencia
de sangre.
Autor: Claudio Fabián Fariña
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(ISBN 978-987-05-9701-8)
Diseñador de la portada: Anile C. Carolina
Derechos de autor: Claudio F. Fariña
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Agradecimientos
Quiero agradecerle:
1- A Dios por el Espíritu y por cada palabra que a puesto en mi
mente. El haberme permitido conocer las profundidades de lo
que es más que oscuro y las claridades de lo que brilla aun en lo
profundo.
2- A mi madre por haberme hecho descubrir, aun en la difícil
adolescencia, que escribir es alimentar cada sentimiento que
unidos acechan el orgullo del alma.
3- Y principalmente al presente que trajo consigo cinco razones,
esto es a mi esposa Cintia y a mis cuatro hijos. A Ella porque
también a sido, como el primero, inspiración volcado en todo el
relato, así sea entonces la Fe y el amor, la guía y el motor
respectivamente.
4- Al silencio, que ausente fuera, me invadió por dentro y permitió
que mi interior hablase y guiase a un lápiz entre mis dedos. Por
todo esto escribí la historia, bonitos párrafos y algunos versos.
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INDICE
Introducción.
I La mansión del cuento.
II La herencia de la señora Rivenson.
III La familia de Dorian.
IV La noche más extraña.
V Volviendo a casa.
VI Segunda huida.
VII Sueño a las 3: 00
VIII Amor prohibido.
IX Tentaciones.
X Epístola prima.
XI El final del cuento.
XII La secta de Cleofás
XIII El discípulo amado.
XIV De regreso al misterio.
XV El señor del báculo.
XVI El tabernáculo secreto.
XVII El final del camino.
XVIII Genealogía de Dorian.
XIX El elegido.
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XX La caída de la Legión.
XXI Los engaños del dogma.
XXII La puerta azul.
XXIII La premonición.
XXIV L a herencia.
XXV El último sacrificio.
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Es, pues, la Fe la certeza de
lo que se espera, la
convicción de lo que no se
ve.
Porque por ella alcanzaron
buen testimonio los
antiguos.
Por la Fe entendemos haber
sido constituido el universo
por la palabra de Dios, de
modo que lo que se ve, fue
hecho de lo que no se veía.
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Hechos 11: 1-3
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-El niño de ojos cafés y rizos pronunciados se ha
perdido! – Se le oyó decir, con tono de desespero, a la
señora Rivenson. Ella era la anciana que lo esperaba
todos los días a la hora del té, con galletitas y el
afecto de la abuela que no tenía. Y entre otras cosas,
daría giro a la siguiente página de la historia que
guardaba en su memoria y que había sacado de aquel
polvoriento cajón cerebral para compartirla con el. Le
había dicho que era el final de la historia fantástica que
atrapaba a aquel pequeño en las profundidades de la
imaginación.
Dorian no había ido ese día y su madre estaba a la
puerta de la señora Rivenson, - ¡¡¡ Él salio en la
mañana. Dijo que vendría a verla para que le cuente
el final de un cuento!!! – exclamo preocupada. Y sin
esperar respuesta dio un giro y se fue.
La anciana por su parte, no tuvo intención de
responder, la angustia y la preocupación la habían
enmudecido y conducido a la profundidad del
pensamiento, y se quedo al umbral, apoyada en su
bastón y con la mirada perdida, -¿donde estarás
niño?; ¿donde?- suspiró.
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I
“La mansión del cuento”
Dorian se detuvo en una esquina, situado en la
cuneta y con las ruedas de su pequeña bicicleta
pegadas a ella. El campanario marco quince minutos
pasadas las seis de una tarde que iba apagándose con
los últimos tilares del sol. Se sentía frustrado, era la
décima vez que pasaba por ahí y seguía sin
encontrarla.
En un momento pensó en volver pero al mirar
detenidamente a la izquierda descubrió que había un
sendero que atravesaba diagonalmente un baldío. Al
final de este había una angosta y cuneiforme calle de
adoquines, en parte, cubierta por hierbas. “¿Adonde
conducía?”, querer descubrirlo lo convenció de
continuar.
Avanzó lentamente con la esperanza de llegar a
encontrarla, la casa que solo existía en su imaginación
y que construyo día a día en tanto oía la historia de la
señora Rivenson. Pero sabía que no era nada más que
una historia, que había mucho por descubrir y así lo
haría.
Algunos metros mas adelante se elevaba un alto
muro de ladrillos; poco después un enorme portón.
Con la bicicleta a lado, y luego de luchar con las
enredaderas entró.
Abriéndose el paso entre la maleza llego a la puerta,
estaba abierta y avanzó.
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Avanzo dejando huellas en el polvo, pateando hojas
y ramitas secas. Subió sobre una alfombra roja, o al
menos eso fue, ahora solo hilachas, dispuestas sobre
los escalones.
Arriba; en el primer descanso, se detuvo a mirar
hacia el salón. Ahí, detrás de si; sintió que había
alguien, que estaba muy cerca y giro bruscamente.
Asustado; apoyo la mano en su pecho, su corazón
galopaba como si corcel fuera y solo vio un enorme
cuadro cubierto por suciedad, telas y olvido.
Tenía en su mochila una linterna, la tomó, la
encendió y con el cono de luz recorrió la extensión del
cuadro, pero no podía ver nada. Así que junto aire;
tanto como le era posible, y, cuando se dispuso a
lanzar el primer soplido, oyó: -¡Niño, que haces!Miro hacia arriba, a la izquierda, donde finalizaba la
escalera y con exalto vio la figura de un hombre que
sostenía una vela, que comenzó a bajar, o eso pareció,
porque cuando busco sus pies, no pudo hallarlos, ni
verlos, no avanzaba utilizando los escalones.
Pero Dorian si lo hizo, bajo tan rápido que hasta
dejo al susto y su propia sombra atrás.
A poco de bajar por completo las escaleras dio un
tropiezo, cayó sobre su hombro causándose una herida
y dando un giro quedó mirando en dirección a esta.
Dolorido, se apoyo en su otra mano y levanto la cabeza;
allá estaba, parado en el primer descanso, lo ve tan
quieto que sorprende.
Busca la linterna que se había apagado dejándolo en
penumbras y aumentando su miedo al borde de la
desesperación. De pronto, un golpe seco, justo delante
de El, hace eco en la sala.
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Dorian se levanta como un rayo y se dispone a
retomar la huida cuando arrastra algo con su pie.
-Levántalo y vete- oyó que le dijo.
Así lo hizo. Levantó el viejo libro y corrió
desesperadamente; se detuvo fuera al darse cuenta de
que había dejado su bicicleta. El sol también parecía
haberse asustado, se oculto de un momento a otro y de
ese modo se perdió cualquier posibilidad de que
volviera a entrar por ella.
Y cuando el susto y su sombra lo alcanzaron, juntos
se marcharon del lugar.
De regreso a casa no se atrevió ni a pensar en lo
sucedido, ni estaba al tanto de que llevaba sujeto entre
sus manos un antiguo encuadernado, con tapas
desgastadas y hojas amarillentas.
Al llegar lesionado en su hombro, sus rodillas
raspadas y su cara exageradamente sucia, se fue
directamente al fondo, al final del patio. Se sentó junto
al árbol, su árbol. El viejo álamo, bajo el que pasaba
tardes enteras leyendo historietas de esas que se
desarrollan entre viñetas, a veces, con un pequeño
radio a baterías, escuchaba música hasta quedarse
dormido. Apoyo sobre sus piernas el libro y sobre el,
su cabeza; en ese momento se le acercó la mascota de
la familia, un perro Lassie, que a modo de festejo
comenzó a ladrar.
Los ladridos, inquietaron a su madre, que
pregunto:-¿Quién esta ahí?- y espero viendo tras un
pequeño ventiluz, - Dorian, ¿eres tu?! - exclamo con
tono de esperanza.
Presurosamente, Dorian, se paro sin saber que
hacer con el libro, no quería mostrárselo a su madre;
de todos modos no creería su historia. Es por eso que
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al recodar el hueco detrás del árbol decidió esconderlo
allí. Lo tomó con cuidado y lo dejó dentro del tronco.
Se acerco a la puerta y acongojado respondió- Si,
soy yo mamá-. Ella lo abrazo fuerte, sin enojo y dejó,
sin preguntarle de nada, que limpiase su cuerpo y
cambiase su ropa.
Cuando estuvo listo se sentó a la mesa y su madre le
sirvió la cena, y con silenciosa presencia lo acompaño.
Habiendo terminado su ultimo bocado, Dorian, ante la
mirada tierna, dijo- lo siento mamá, solo salí y me
perdí. Espero que pueda recuperar la bicicleta… es
que… es que… sucedió que…En ese momento es interrumpido por la angustiada
voz de su madre que apoyándole una mano en la frente
le dice:- Ahora no te preocupes por eso, hay algo que
debes saber. Al caer la noche fui por segunda vez a
casa de la señora Rivenson, a preguntar por ti. Ella
no estaba, encontré la puerta abierta y este sobre en
la mesa junto al velador-.
En el sobre decía “fui a buscar a mi pequeño
Dorian, si regresa y yo no, entréguenle este sobre”.
Dorian se precipita y sale en dirección a la casa de su
anciana amiga. Empuja la puerta y enciende la luz.Señora Riv, Señora Riv!!!- llama en tanto revisa cada
rincón. Solo silencio y quietud, sobre la mesa dos
tazas de té y una bandeja con galletitas, sus preferidas.
Se inunda de angustia, se sienta en el sitio donde
siempre y deja caer sus lagrimas sobre el té frió.
Un rato después tomó las llaves, aseguró las puertas
y regreso a su casa. No quiso abrir el sobre, lo guardo
esperanzado y seguro de que su amiga regresaría.
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Esa noche, aunque cansado estaba, se durmió muy
tarde, varias veces salio de la cama y se asomo a la
ventana. Hasta que el sueño lo venció finalmente.
En la mañana, muy temprano, sin antes lavarse la
cara y cepillar sus dientes, salio a ver si había
regresado, pero no lo había hecho. Entonces, Dorian,
decidió ir a buscarla, regresaría a la extraña y enorme
mansión, estaba convencido de que la señora Rivenson
había ido por El.
Rememorando la historia hizo lo que en la vez
anterior, recorrió las calles y giro en cada esquina de
memoria una, dos, tres, y mas veces. En la décima se
sentó a mirar a sus cuatro lados, cerró los ojos e
insistió en recordar. Pero al abrirlos vio que nada se
veía igual, quizás por la hora, quizás por la prisa, y
volvió esperando que estuviera en la puerta apoyada
en su bastón.
Los días pasaron, los pimpollos dieron flores y las
flores frutos, estos maduraron y cayeron, pero no
regreso.
II
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“La herencia de la señora Rivenson”
De la señora Rivenson se sabía demasiado poco.
Siempre se la vio sola, nunca recibió visitas, hablaba
con las aves y las plantas del jardín, los niños del
vecindario le temían.
Una tarde vio al pequeño Dorian sentado en la
vereda. Dibujaba en el suelo con un palito y tarareaba
alguna canción; tenía hambre, su madre había
aceptado un trabajo de tiempo completo y debía
esperarla para merendar; es que vivían el día a día. De
vez en cuando caminaba hasta la esquina con ambas
manos en los bolsillos mientras se oía el rugir de su
estomago.
Sabiendo que estaba solo le dijo: -¿Te importaría
acompañar a una anciana a tomar el té?. Ven, tengo
galletitas adentro.El se acercó silencioso, con timidez y movió la
cabeza en señal de respuesta afirmativa. Ese fue el
primer té de otros innumerables y el inicio de una
gran amistad.
Cierta tarde comenzó a contarle una historia que lo
atrapaba en cada entrega. Puede que halla sido
inventada pero lo creyó y un día fue en busca del lugar
de los hechos.
Se encontró con una antigua y enorme casa, oculta y
misteriosa. A su regreso ya no hubo quien continuara
contándole el cuento, el final, ese que la anciana se
llevo con ella, convirtiéndolo en un secreto, como
secreto fue el motivo de su desaparición.
Años más tarde, solo algunos, no muchos, el ya no
tan pequeño Dorian recibió la visita de un abogado que
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era acompañado por un individuo vestido con traje,
sobretodo y sombrero, llevaba una pipa en su boca.
Por un momento lo creyó personaje de aquella
historia.
Mientras leía en una hoja le pregunto:- ¿buscamos a
Dorian…?-¡¿Para que lo quieren?!- Respondió con pocos ánimos
y a prisa.
-Nos urge hablarle, es de suma importancia y…- le
estaba diciendo uno de ellos cuando
interrumpiéndolos, en tanto arrimaba la puerta, le
dijo:- Disculpen no poder ayudarlos-.
-Es acerca de la señora Rivenson- replico el sujeto.
Dorian mirando a un lado de ellos, al frente, a la
izquierda vio la casa cubierta de moho, césped y
enredaderas, tan abandonada como vacía, quedo unos
instantes en silencio y quietud.
-Bien, yo soy el que buscan, ¿que quieren de mi?- dijo
con firmeza luego.
-Hemos revisado el testamento de la señora en
cuestión. Y Ella ha dejado todo a su nombre…- decía el
abogado.
-Y yo, su sobrino he venido a proponerle un acuerdointerrumpió el sujeto que acompañaba.
-¿Disculpe, y quien es usted? –Pregunto Dorian.
-Mi nombre es Robert, el sobrino y me gustaría saber
¿cuanto quiere a cambio de renunciar a los bienes
que le ha dejado mi difunta tía?- le respondió- y no
debe contestarme de inmediato, puede pensar en la
suma hasta esta tarde, a las seis, que estaré
volviendo, si así lo desea.- íntimo y mirándolo
fijamente concluyo:- ¿Qué dice?, por el lugar en el que
vive deduzco que no le vendrían mal unos cuantos
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billetes-. Dorian quedo callado y pensando, no en el
dinero, sino en su vieja amiga, no esperaba ese gesto,
tal decisión y miro nuevamente al frente, a la casa
cubierta por verdes. Pensó en lo mucho que la quería y
cuidaba la señora Rivenson, y que habrá tenido
suficientes motivos para no dejarla en mano de quien
decía ser su sobrino.
-Y bien, ¿desea ver ahora el documento de renuncia?insistió el Señor Robert.
-No, quisiera ver el testamento primero- contestó.
Los dos, con sus portafolios en mano, se miraron
con asombro. -Dénos un momento por favor- dijo El y
se apartaron a hablar misteriosamente. Instantes
luego dijo- Escuche, mi abogado y yo quisiéramos que
se tome un tiempo para pensar en la respuesta. De
todos modos creímos que no le interesaría una casa
vieja, si, el dinero y no trajimos el documento que
usted pide. Tome mi tarjeta, estaré esperando su
llamado mañana.- Y sin decir mas nada palmeo en el
hombro al abogado, y con el, se marchó.
Esa noche Dorian oyó pasos afuera, su perro
comenzó a ladrar y despertó completamente. Salio de
la cama y por debajo de su puerta habían dejado un
gran sobre, con uno mas pequeño pegado afuera.
Abrió el pequeño y dentro había una nota que decía:
“Joven Dorian, he representado los intereses de la
señora Rivenson siempre correctamente y ahora no
haré la excepción. Supe hoy que las intenciones del
Señor Robert no son buenas. Reclame lo que es suyo.
En el sobre de papel madera esta la copia del
testamento…”.
El testamento hablaba de la propiedad situada
frente a su casa y otra, cuya ubicación no pudo
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descubrir. Comprendió que la pequeña residencia no
representaría el mayor interés sino la otra. Esta,
según la descripción, comprendía 12.000 m2, 500 m2
cubiertos y existía desde el año 1750.
Extrañado quedo al no poder recordar nada al
respecto, es que la señora Rivenson nunca le menciono
que tenia tan enorme casa. ¿Por qué lo oculto?, se
pregunto, ¿Qué la llevo a mantenerla en secreto?.
Dorian decidió, muy agradecido, recibir su herencia
aunque significo, para El, grandes problemas y
persecuciones.
III
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“La familia de Dorian”
Dorian creció, adquirió prudencia y buen juicio.
Mantuvo en secreto el legado, hasta para su familia.
Fue padre cuatro veces, de una niña y tres niños,
Karen, Steve, Mike y un tiempo después Tom. Formo
su familia lejos de sus raíces, se alejo de su madre y
hermanos para protegerlos de sus perseguidores.
Acepto la herencia de la señora Rivenson, pero no
tomo posesión de ella. Con esfuerzo termino sus
estudios y adquirió una profesión.
En un empleo de baja paga, redobló sus esfuerzos,
sufrió humillaciones, soporto hambre y frió; hasta que
un día logro su objetivo, por propios meritos adquirió
su casa y formo su familia.
A la distancia siempre trato de ser feliz y de hacer
sentir de ese modo a quienes lo rodeaban, y mantenía
la esperanza de volver a ver a su madre y a sus
hermanos, que quizás, no lo reconocerían.
Con el nacimiento de su tercer hijo apostó por
tercera vez a mantener su casa en unión y armonía.
Desde hacía ya un largo tiempo las cosas se habían
tornado un tanto turbias y difíciles en su matrimonio,
trabajaba duro, restaba atenciones y casi no conciliaba
el sueño. Las pesadillas habían aumentado y con ello
sus nervios. Veía figuras en las sombras y oía voces,
ecos en el silencio.
Era El, con sus secretos y misterios, imposibles de
compartir y debía cargar solo con ellos y con el
desgano, el cual trataba de evitar para no causarle a
sus niños lo que su padre a El. Esto fue crecer sin una
figura paterna, con hambre y en medio de maltratos,
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solo quedaban en su mente recuerdos imborrables y de
disgustos.
IV
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“La noche mas extraña”
Estoy aquí, solo papel y lápiz
soledad necesito, silencio quiero
estremeciéndose esta mi alma
debilitado el espíritu tengo.
Como látigo golpea la angustia
mutilando interiormente mi cuerpo
y me abandona compasivamente
cuando estoy de cara al suelo.
La luna muestra sus encantos
en lo mas alto, redonda, blanca
con su tenue luz acaricia
de la laguna, las oscuras aguas
cual destellos su color plomizo
desfigura, desquebraja.
Solo miro el cielo, y cuento
las estrellas, una y mil veces
de la más brillante y titilante
a la que más lejana se pierde.
Me rodean desnudos sauces
enormes eucaliptos y alerces
soy un punto que contrasta
en la inmensidad de matices verdes.
La brisa ya no es brisa
ya no lo es en este momento
no susurra, pues ni acaricia
parece golpear feroz el viento.
Ahora me recostare en el césped
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y entrecruzaré los dedos
cerrare los ojos, ensordeceré los oídos
y las manos pondré en mi pecho
respirare muy profundamente
exhalare mientras pienso,
solo eso pienso.
Mas o menos eso fue lo que escribió esa misma
noche, ojala el viento no le hubiese arrebatado el papel
que en principio, aferro entre sus manos al pecho,
para luego quedarse torpemente dormido; por tal
razón se perdió el titulo.
Eran quizás las 8:15 de la noche, inevitablemente,
por la época digo, había humedecido su ropa el roció,
que además se había condensado sobre su rostro.
“EL Otoño deshojó el almanaque, en tanto Junio y
Julio desnudaron las ramas de Agosto”.
Estaba entonces en el patio trasero de su casa. Ésta
estaba en un suburbio, bastante ameno por cierto. A
menos de diez metros de la cerca había una pequeña
laguna, hermoso espejo que reflejaba el cielo, que
observaba largas horas mientras se apartaba de la
realidad, aun, distante de su gusto.
El invierno había perdonado ese año a las tiernas
hiervas, que aunque emblanquecidas resistieron a la
crudeza de las bajas temperaturas, así entonces
tomando un abrigo se marchaba a refugiarse bajo las
estrellas.
Saco su pañuelo y se secó el rostro, se quito el
abrigo, lo agito en el aire para sacarle las hiervas y las
gotitas de rocío, exhalo una pequeña nubecilla de
aliento, metió las manos en los bolsillos, miro al cielo
unos segundos, cerro los ojos y dijo: - Señor mío, tu
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sabes que a veces hago cosas que son injustas para
otros, pero trato de encontrar la manera de
remediarlo, o al menos eso intento. Ahora, mientras
muchos me juzgan solo espero tu perdón…Habiendo concluido, pensó, hasta sintiéndose como
un novato: “¿Me escuchará, será que existe?”…
Estaba preguntándose, aun con los ojos cerrados y
la oyó desde una dirección incierta. Era una voz, que
más que una parecían muchas y que dijo:- Dorian,
escucho a todo el que con fe, humildad y sinceridad
invoca mi nombre en pedido de ayuda. No temas por
lo que vendrá, porque estoy contigo.Abrió los ojos, solo pudo ver frente a El, sobre el
poste de la cerca, una paloma de exagerado tamaño,
como exagerado lo blando y resplandeciente de sus
plumas, era como la nieve que se acuna en la cima de
un cerro reflejando el sol del amanecer. Miraba el cielo
fijamente, extendió las alas, las agitó con movimientos
suaves y levantó vuelo. Aleteó hacia arriba, recto,
hasta desaparecerse por completo.
-¿Qué estás mirando papá?- le preguntó su pequeña
hija,- la luna no se ve ésta noche- le dijo creyendo,
seguramente que la buscaba.
La tomo de la mano y señalando hacia la arboleda le
contestó:- Mira Karen, ella esta escabulléndose detrás
de las ramas, ¿puedes verla?-¡Es verdad!-le dijo asombrada- pero no podrá
quedarse a dormir entre ellas, el viento estará a cada
rato despertándola. Vamos a cenar, ya pronto
desaparecerá. Mañana volverás a verla.Jalándolo lo condujo adentro. Miró varias veces
atrás por si volvía a ver el ave blanca, pero no, miró al
cielo antes de entrar, pero tampoco.
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Alrededor de las 9: oo se sentaron a la mesa, una vez
servida la cena, su hija Karen, sus otros dos pequeños,
Steve y Mike, y ella, todos inclinaron la cabeza y
agradecieron. Había algo que hacia del momento un
tanto desagradable, quizás ella era la respuesta.
Comenzaron a comer, todos mantuvieron el
silencio; se produjeron algunos sonidos como el
rechinar de cubiertos sobre la superficie del plato,
pero muy debes en cuando.
Era tal el afán de no romper la monotonía, que los
niños para que se les sirviera nuevamente solo
levantaban su plato.
Pues así fue en la mesa, la sobremesa, el postre y
durante la limpieza, las palabras brillaron por su
ausencia.
Apenas pasadas las 10:00 llevó a los pequeños a sus
camas, se arrodilló entre ellas y oró por bienestar y
felicidad. Se aseguro de cobijarlos, les beso la frente y
pronunciando un suave, buenas sueños, se retiro.
Inmediatamente se dirigió a su habitación, tomo un
abrigo y salio al porche. La luna, por supuesto, ya se
había ido y la enorme estrella que la escoltaba
también. En ese momento tuvo la intención de caminar
un poco, pero prefirió no hacerlo para no
humedecerse los pies, el roció se había adueñado del
firmamento; pero bien, con el silencio bastaba, le urgía
tomar una decisión, definitiva e inalterable.
Minutos después había puesto la mirada fija al suelo
de modo tal que hasta distorsionaba las formas
romboidales de los dibujos centrales de las baldosas,
cuando de rabillo vio una figura blanca moverse.
Levantó la cabeza velozmente, no había sino solo diez
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jazmines plantados ordenadamente, cinco a cada lado
del sendero.
Hizo un paso al frente, miró en todas direcciones y
únicamente se veían las cercas hasta perderse en la
oscura bruma que avanzaba lentamente hacia donde
estaba.
Quedo confundido, no sabía si todo era producto de
su imaginación, lo que oía, lo que veía. Tantas
distracciones y sucesos lo alejaron de su objetivo,
tomar una determinación, pero sintió escalofríos y se
apresuró a entrar.
Justo cuando se encontraba con la mano en el
picaporte oyó –Dorian, Dorian- . Cerró los ojos. La voz
era tan fuerte y profunda que lo paralizo. Al abrirlos la
vio en el reflejo del vidrio de la puerta. Aquella figura
blanca estaba como suspendida en el aire. No le halló
similitud con nada. Giro sin soltarse y ahí ya no estaba.
Dejó de sentir escalofríos para experimentar el miedo.
La espesa niebla avanzaba, estaba sobre los
jazmines y sin dudarlo entró. Estar adentro era para
El, a esas horas, desagradable, pero afuera, lo era aun
más.
Más allá de que los extraños sucesos le habían
arrebatado el sueño, el frío lo invitaba a ir a la cama,
que albergaba sobre sí a la madre de las tres razones
por las cuales seguía inexplicablemente en su casa.
Estiró uno a uno sus dedos, se froto las manos y
sujeto la puerta para levantarla unos milímetros, así
poder evitar el crujir de las pendencieras bisagras que
demostrando su enemistad con El, la despertarían.
Nada de eso sirvió, si bien logró abrirla ganándole el
primer round, la muy caprichosa, apenas la soltó,
siguió moviéndose hasta tocar el muro haciendo,
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desafortunadamente, más ruido del que hubiese hecho
de abrirla de un solo empujón.
Ella despertó o fingió hacerlo, lo miro, fijo, sin
parpadear, pero le transmitió un mensaje, que pudo
ver en ambas pupilas: - “Si afuera te asusta, aquí
dentro no notaras la diferencia”-. Arrogante le da la
espalda; Dorian agradece por tal acción, no hubo
discurso, esa noche pudo dormir.
En la mañana, esa luz rosada que precede al sol al
alba, entro un tanto opacada por las ranuras de las
persianas. Creyó que estaría nublado, mas era la
niebla que aun no se marchaba.
V
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“Volviendo a casa”
Dorian no tuvo otra opción y huyo luego dé aceptar
la herencia. En las noticias del día siguiente a aquel en
que recibió los sobres, uno de ellos con la copia del
testamento, informaron de la muerte del abogado que
representaba a la señora Rivenson. Había sido
asesinado de forma perversa. Lo encontraron clavado
de pies y manos en un tronco a orillas del río; le habían
arrancado los ojos y cortado la lengua; las
extremidades, quebradas en muchas partes. Al pié del
madero, sobre la arena, había una bandeja, amplia,
que contenía los ojos, la lengua y entrañas; un corazón
extraído casi quirúrgicamente, que al inspeccionar el
cadáver se comprobó que pertenecían a él.
Además había velas negras que, enterradas en la
arena una junto a la otra, formaban una estrella de
cinco puntas y con lados cruzados alrededor. En el
pecho le habían marcado a fuego una cruz invertida.
Este fue otro misterio que no tuvo explicación lógica.
Seis años después Dorian decide volver. Hasta
piensa que unos días fuera hará bien a su situación
conyugal, que la distancia debía mejorar los ánimos.
Se despidió de sus tres pequeños y luego de superar
tan difícil momento, con lágrimas cayéndole por sus
mejillas, alzo su equipaje, subió al taxi y se marcho a la
estación de ómnibus.
Después de varias horas de viaje y de reflexionar a la
espera de grandes emociones estuvo en la tierra que lo
vio nacer. Dejo sus cosas en un hotel, se vistió con
ropas deportivas y cubrió su cabeza con un gorro con
la visera ligeramente baja para tapar, hasta la altura
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del tabique, su rostro; el bigote y la barba harían el
resto.
Casi llegando a la esquina, donde se sentaba a la
espera de su madre, inclino su cabeza al suelo y metió
las manos en los bolsillos. Aminoró el andar mientras
observó cada cambio, hasta los de las juntas de las
baldosas de las veredas.
Lo primero que se veía, de su antigua casa, desde la
esquina, es decir, ese viejo sauce, aun dejaba caer sus
finas ramas hasta la mitad de la acera. La casa de su
vieja amiga se asemejaba a ruinas, desbastadas por la
crueldad de los años que trajeron violentos vientos,
fuertes lluvias y niños más traviesos capaces de
derribar hasta el último cristal. Las enredaderas eran
gruesos muros, los musgos habían invadido lo que una
vez fue el hermoso jardín y las hojas secas y podridas
sobre el hollín formaban un espeso manto sobre las
tejas.
Sintió pena por tanta desidia, mas fue una tristeza
infinita, profunda y permanente al descubrir los
escombros de lo que alguna vez fue su hogar. No pudo
ocultar más sus sentimientos; se quito el gorro y lo
arrojó con el impulso con el que arremetió hacia el
interior. Algunos muros en pié vacilaban con el pasar
de la brisa; el resto, una montaña de escombros y
maderas casi incineradas.
Dorian, parado en medio, intentó no perder la
cordura, cerró los puños apretándolos hasta el crujir
de las coyunturas y sintió como si le explotara el
corazón. Se le inundaron los ojos, éstos dieron origen
a ríos de angustia cuyas desembocaduras fueron
inciertas; y en un rincón se recostó y siguió
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alimentando el caudal hasta quedarse sin fuerzas,
escaso su aliento, desvanecido hasta el sueño.
Despertó cuando un débil ray0 de sol le punzó las
mejillas y luego se escondió detrás del tronco del
álamo.
Abrió los ojos, que encandilados dejaron caer las
últimas gotas de lágrimas.
El viejo árbol ya no era el que recordaba, estaba
seco, apenas el tronco con algunas ramas y grisácea
sus cortezas. Se había encontrado con nada, aunque
con muchos recuerdos escoltando la noche que al caer
trajo consigo fantasmas del pasado; voces y enigmas.
Lo observó y sumó angustias; cuando éstas ya lo
hubieron rebosado giró y dando la espalda se dispuso a
irse. En ese momento oyó:-“Dorian, siempre has
estado aquí. Entiende, debes perder para ganar,
sufrir para alcanzar la felicidad y odiar para
entender lo que es amar.-“ La voz se torno mas intensa
y profunda, como si le estuvieran gritando justo sobre
su oído y continuo diciendo: -“Un día vinieron a
presentarse delante de Dios, sus hijos, entre los cuales
vino Satanás. Dios le dijo: ¿De donde vienes?.
Satanás respondió: De rodear la tierra y de andar por
ella.
Dios dijo entonces: ¿Has respetado a Job, que no
hay otro como El en la tierra, varón perfecto, recto y
apartado del mal?
Respondiendo Satanás dijo: ¿Acaso Job te respeta
de balde. No le proteges a el, a su casa y todo lo que
tiene? El trabajo de su mano has bendecido. Pero toca
todo lo que tiene y veras si no blasfema contra ti.
28
Dijo Dios a Satanás: He aquí, todo lo que tiene esta
en tu mano, mas no la pongas sobre el. Y salio
Satanás de delante de Dios. (Job 1: 6-12)”
-¡¿Quién, o que eres?!, ¡¿Qué quieres de mi?!- Exclamó
Dorian, y al darse vuelta volvió a ver el árbol como en
el pasado, frondoso, lleno de ramas y en ellos cientos
de verdes hojas. Se sorprendió, se alarmó aunque
también sintió alegría. Pero no pudo disfrutarlo por
que comenzó a sacudirse como si el viento estuviera
envolviéndolo, luego a quemarse y a caer en pedazos.
El se protegió la cara con ambas manos, de las
cenizas y del calor. De un momento a otro las llamas se
redujeron y fue como si las raíces las hubiesen
absorbido. Todo quedó en un trozo de tronco, sobre el,
aquel añoso libro, al que había olvidado. Humeaba,
pero no se había quemado. Lo alzó dudoso, soplo
varias veces sobre el y lo colocó bajo el brazo y salió en
busca de respuestas.
Estando parado en medio de la calle se le acercó un
hombre, con un tono extraño, muy diferente al que
conocía, le preguntó: -¿Muchacho necesitas algo?Dorian, bañado en sudor y temblando, sin
voltearse, sin dejar de ver hacía los recuerdos
demolidos, los restos de su vida pasada, respondió:Tal vez si… Dígame, si es que sabe, ¿Qué sucedió
aquí?-.
-Hace más o menos seis años el joven hijo de la
señora desapareció, se comento que recibió una
herencia inesperada, que acepto el dinero y que por
eso tuvo muchos problemas; fue perseguido, hasta
intentaron matarlo. Por esa razón huyó y no regreso
más. Era mejor que hubiese renunciado.- le contó el
misterioso hombre.
29
-Eso no es cierto- murmuró Dorian
-¿Cómo has dicho?. Discúlpame no te oí- dijo el
hombre como mostrándose un tanto desorientado.
-Sígame contando por favor. ¿Qué sucedió con los que
quedaron?... ¿Sabe donde viven ahora?- Contesto con
ansiedad, intrigado y El oyó la pregunta y lo observo
unos segundos esperando que le devolviera la mirada.
Al verlo ido, lejano, temblando como si estuviera
congelándose, le dijo:- No creo que sea agradable
oírlo, más aun en su estado. ¿Porqué no viene
conmigo y retoma la calma?Dorian se impacienta, se atemoriza por lo que
sospecha que escuchará e insiste:- Le agradezco. Pero
necesito saber. Cuénteme.-Está bien, si eso es lo que quieres.-Dijo y comenzó a
contarle.
-Un día irrumpieron a horas de la madrugada siete
sujetos en cuyas vestiduras tenían símbolos extraños.
Se dice que buscaban al joven Dorian, suponían que
tenía información que iba más allá de la mística, de lo
esotérico y de la lógica. A ella la ataron, y frente a su
mirada, impotente y desesperada, torturaron al
pequeño que murió por las heridas horas después. A
la niña, como en un arrebato, se la llevaron hasta
tanto el joven apareciera o su madre les diera
información de su paradero. Pero ella no sabía ni
tenía como saberlo; le habían dado plazo hasta la
medianoche de ese día. Alas tres de esa madrugada
golpearon la puerta, cuando abrió vio a la pequeña
colgada de una rama de ese sauce, la única que esta
seca, esa ahí, ¿la ve?
Tenía
arrancados los cabellos, estaba envuelta en sabanas
empapadas de sangre y las piernas atadas en cruz
30
con alambre de púas. La señora se desplomó y desde
entonces permaneció en un estado de inconciencia
irreversible, viva sin saber que lo estaba.
Dos oficiales de la policía, que liberaron el cuerpo
de la niña, dijeron que aun estaba tibio y que en su
espalda, en la piel, tenía un mensaje escrito en
idioma desconocido, o uno muy antiguo. Hasta
manejaron la hipótesis de que el joven ya era
miembro de una organización secreta y que estaba
directamente relacionado con el hecho.- Le contó, con
una sensación de horror, como si estuviera en el
mismo día del trágico suceso.
-¿Dónde está ella?- Pregunto Dorian muy acongojado.
-No se sabe con exactitud, solo que fue internada bajo
cuidados especiales y en su momento con custodia
policial- Respondió.
-¿Que ocurrió con la vivienda? – Continúo en
cuestión.
-Unos días pasados a ese terrible acontecimiento unos
investigadores informaron que hallaron mensajes en
las paredes en el interior de la vivienda, escrito con
sangre, se concluyó en que era de algún animal,
probablemente de cabra, a la cual pertenecería la
cabeza que había en el suelo junto a botellas con
bebidas alcohólicas y otras cosas rodeados por velas
negras, rojas y blancas que formaban un triángulo.
Llamaron entonces a un sacerdote que confirmo que
eran ofrendas que se realizaban en la antigüedad a
dioses paganos, Baal, Belial y Leviathan. Dijo que
hubo una sociedad secreta, disuelta hacia fines del
siglo IXX, que practicaba rituales similares. Se
hablaba de la acción de una secta diabólica.
31
La gente concurrió a la iglesia hasta quienes no la
frecuentaban, a reunirse con el clérigo; pasada la
medianoche de ese día, a las 3:00, todos los vecinos
incendiaron la vivienda. Uno de los que participó,
quedó ciego esa misma noche. Se creyó en principio
que las llamas lo habían alcanzado, pero solo fue un
dicho, por que la verdad, según la iglesia, fue que el
caso era digno de un exorcismo. Aunque nunca se
logró la autorización para hacerlo.- Concluyo el
relato, ese hombre que no logro robarle ni un rabillo
de su mirada; e insistió:-¿Está seguro de que se
encuentra bien?-Lo estaré; gracias- Respondió y cuando iba a
preguntarle si sabía que habían hecho con los cuerpos
sin vida de sus hermanos, ese hombre ya no estaba.
Dorian se quedó allí, en medio de la acera sin alguna
otra respuesta en sus sentidos.
32
VI
“La segunda huida”
Dorian estaba abatido y sin aliento. El dolor más
agudo jamás experimentado lo perforaba en medio del
pecho. ¿Qué haría en adelante? Todos peligraban a su
alrededor, debía alejarse otra vez.
Antes regreso para ver a sus pequeños hijos.
Durante el viaje pensó y organizó para que estuvieran
sanos y salvos tras su alejamiento. Lloro por ellos
hasta el ahogo.
Al llegar, apenas abrió la puerta halló una hoja
doblada. Con ella en su mano entro a prisa, casi
corriendo, hacia la habitación de los niños. Tuvo un
mal presentimiento y ni se atrevía a leerla.
Solo vacío halló, dentro de los cajones algunas
prendas de descarte. Se sintió sofocado y fue a
sentarse al fondo, donde siempre, pegado a la cerca, a
observar la laguna, a pensar.
Cuando los pensamientos fueron confusiones y
causas desordenadas, tomó coraje y desdoblo la hoja
para leerla. En pocas líneas decía: “Dorian, sebes lo
que significas para los niños, pero aun así, no dejaré
que los lastimes. No se que ocultas y ya no quiero
saberlo. Solo se que no eres la persona que todos
creíamos. No los busques, no lo mereces.”
Nada podía hacer para cambiar tal situación, huiría
sin antes despedirse. Tomó aquel sobre que había
dejado la señora Rivenson antes de desaparecer, el que
aun mantenía cerrado, lo guardó junto al viejo libro
recientemente recuperado y luego de llenar una
pequeña maleta con prendas, se marchó.
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A dos calles, cuando iba alejándose, vio a dos
sujetos. Le recordaron a alguien. Les dio la espalda y
trato de recordar. Uno de ellos se acerco por detrás y le
preguntó:-¿Conoce a Dorian Frederich?-.
“Esa voz, esa voz, la he escuchado entes”- pensó
Colocándole la mano en el hombro, el sujeto volvió a
interrogar:-¿Disculpe conoce a Dorian…?
Supo en ese instante que era el sujeto que aseguró
ser sobrino de la señora Rivenson. -No, no se quien esrespondió sin dejar que terminase de preguntar y sin
darse vuelta continuó a prisa.
Dorian se convenció de que lo único que podía
hacer, era alejarse. Para entonces cargaba con más
tragedias sin justicia y con más misterios sin
respuestas. Pero había perdido a su madre y a sus
hermanos, no soportaría, ni se perdonaría perder,
también a sus hijos.
No tenía dinero, así que tomó un lento andar por la
carretera, y así se alejó.
34
VII
“Sueño a las 3: 00”
Caminó por largas horas hasta que los pies se les
adormecieron. A pocos metros vio una pequeña casa,
con paredes de barro y techo de paja. La noche estaba a
caer y no pudo continuar.
Dorian se dirigió a la humilde residencia a buscar
resguardo. Golpeó la vieja placa de madera dispuesta a
modo de puerta, pero no hubo quien respondiera,
agotado se sentó a un lado a esperar.
La luna hacía dibujos con las suaves sombras de las
ramas que danzaban con el soplar del frío viento sur.
La puerta se abrió y Dorian en un sobresalto se
levanto. Miró hacia el interior, solo vio oscuridad a un
lado y al otro.- ¡Hola, ¿hay alguien aquí?!- pregunto.
Sin haber recibido respuesta entró.
En medio de la oscuridad alguien lo tomó de la
mano. Intenta soltarse, pero esa fría mano parece
tener cerrojos en cada articulación, y le dijo:- Dorian,
¿No crees que ya has perdido demasiado?. Huir no te
alejara del pasado, el pasado es la clave a tu presente.
Tienes en tus manos tu futuro. Debes terminar
aquello que iniciaste. Recuerda, debes perder para
ganar, debes sufrir para alcanzar la felicidad y debes
odiar para saber lo que es amar. Solo un hombre de
corazón humilde puede lograrlo.-. Le soltó la mano, y
cuando esto aconteció, despertó.
Dorian se había dormido; miró su reloj, eran las
3:00 exactamente. Fue un sueño extraño. Se levantó, la
puerta estaba abierta y entró. Aparentemente hacia
tiempo que habían abandonado el lugar. Buscó unas
35
velas y con que encenderlas, y creyó que era el
momento de leer la carta de la señora Rivenson.
Se sentó en el suelo, en un rincón y abrió el sobre.
Halló dos hojas, una más antigua que la otra. La
primera era una especie de croquis, hecho a mano, de
una enorme casa. En la otra decía: “Busca al final del
camino, hallaras el origen del misterio. Si lo
encuentras, eres el elegido, para expulsar los ángeles
caídos; madruga y mira al Oeste, busca debajo del
lucero; abre la puerta al pasado y cierra las puertas
del abismo. La serpiente es un demonio y la clave por
la cual se entra”.
VIII
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“Amor prohibido”
En su alejamiento Dorian sintió la necesidad de
localizar a su padre, quizás este podría enmendar sus
faltas ayudándolo. Fue después a buscarlo a la ciudad
donde creía que estaba. Distancias a píe mas distancias
recorridas con la ayuda de un alma caritativa lo
condujeron a cercanías de la casa de su tía.
Su tía, la hermana de su padre le presto los oídos
para su desahogo y le ofreció alojamiento. Permaneció
tres semanas ahí.
En la mañana del día siguiente vio a Stefany, su
prima mayor, la que como a todos no veía hacia más de
una década. Ella apenas entró, sin siquiera cerrar la
puerta quedó, mirándolo fijamente en tanto los
presentaban. Se acerco a la mesa sin dejar de mirarlo,
soltó sus cosas y de inmediato lo abrazó,
extrañamente, como lo hace quien ha echado de menos
al otro.
En horas de la tarde Dorian, un poco cansado, hasta
un poco deprimido, se recostó y se adormeció. Al abrir
los ojos, Stefany estaba sentada al borde de la cama,
colocándole un brazo por encima, le pregunto.“¿Cuánto tiempo te quedaras?”-Aun no lo sé-Le respondido en tanto intentaba
acomodarse sin devolverle la mirada. Ella, entonces,
como acariciándolo en la mejilla, lo giró, lo bezo en la
otra, sonrió y se fue.
La actitud de la prima mayor fue tornándose cada
vez más extravagante aunque prefirió sobrellevarla sin
dar más importancia de la que daba a todos lo
sucedido recientemente en su vida. Sentía más
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tristezas que alegrías, un dolor que parecía no tener
alivio y un vació difícil de llenar.
Dorian vio en Stefany una compañera, pero Ella en
El, algo más; tanto así que si salía algunos minutos,
salía a la calle a buscarlo; el solo hecho de imaginar
que debía marcharse, la desesperaba. Por las noches lo
observaba mientras dormía y entre el brote confuso de
sus sentimientos, lloraba sin consuelo, hasta después
de recostarse en su almohada. Debajo de ésta tenía una
prenda rociada con su perfume; se dormía
abrazándola.
Pronto no se molestó en ocultar sus sentimientos,
los expresaba en sus caricias, en sus abrazos y en sus
celos. Pretendía la atención de Dorian solo para Ella.
Durante la segunda semana Jazmín fue dejando a
un lado la indiferencia, se acercó y desato aun más los
celos de su hermana. Una noche llego a su casa con
una amiga a la cual concedió su cama y surgió un
pequeño interrogante, ¿Dónde dormiría Ella? Con
Stefany no podía, es que estaba enojada, púes así que,
en pos de la buena relación que estaba iniciándose con
Dorian, optó por compartir la cama con El.
Se acostó junto a su primo, vestida para no crear
malos entendidos, no entre ellos, sino entre los demás.
Estaban frente a frente, apenas podían verse con el
reflejo que ingresaba de la luz del pasillo, pero podían
sentir su respiración, cada vez mas cerca, cada vez más
agitada. Sin mediar palabras fueron juntando sus
labios con suave lentitud, los apretaron mutuamente.
Con los dedos dibujaron el contorno de sus cuerpos,
los enredaron en los cabellos y luego recorrieron el
camino que llevó a sentir los lugares desconocidos,
íntimos y prohibidos.
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Por un momento quedaron inertes, ¡¿Qué estaban
haciendo?!. Hubo un grito interior que sacudió a
ambos desde las profundidades del pensamiento.
Sus prendas vieron desparramadas, hasta la más
intima. Quizás ese era el preciso momento para volver
atrás, pero ya no eran dueños ni del pensamiento, de
los sentimientos presos estaban. No valía, para ellos,
nada lo que los unía desde sus nacimientos; no existía
nada ni nadie más en esa habitación, ni en el espacio
mismo.
Definitivamente no había quien pudiese apagar el
fuego en que estaban envueltos. Se necesitaban, se
deseaban; besos y caricias no fueron suficientes y se
animaron a más.
Se unieron y fueron uno, sin
restricciones, sin perjuicios, con una pasión
desenfrenada que sello un pacto irrevocable entre los
dos. Hicieron el amor como si fuera la última vez que
lo harían. Disfrutaron cada segundo y cada segundo
fue un intenso recuerdo.
Después de eso todo y todos quedaron al margen,
solo buscaban encontrarse fuera o quedarse solos
después de la cena para no dejar que el deseo se
apagase, el deseo que los transportaba a un mundo
mágico, intimo y secreto.
Noche a noche fusionaron su carne en un solo
cuerpo, la luna los vio moverse, también lo hizo el sol,
que una mañana envidia sintió de ellos, era más fuerte
su brillo, ardían de pasión, con su fluir marcaron las
sabanas y con su gemir llenaron de versos la
habitación.
Un romance a escondidas. Dorian y Jazmín estaban
seguros de una sola cosa, que iban a luchar por
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mantenerse unidos, ganarían la guerra, así no lo
aceptasen.
IX
“Tentaciones”
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Ese romance secreto, quizás no lo era tanto.
Despertó alguna que otra sospecha en la tía de Dorian
y con el fin de distanciarlos y ver su reacción, llevó a
Jazmín a un viaje por unos días.
Eran quizás las 2:00, todos disfrutaban del placer de
soñar; excepto Stefany. Mientras todos dormían Ella se
acerco a Dorian, acarició su pelo, tocó suavemente con
un dedo sus labios, lo contempló dormir por varios
minutos. Se arrodillo a un lado de la cama, no podía
alejarse, tenia ganas de quedarse allí y que la noche
fuera interminable. Estaba solo para Ella y eso le
provocaba sentimientos que impacientaban hasta el
más oculto de sus pensamientos.
Sin poder, tal vez hasta sin querer evitarlo, sus
caricias llegaron al pecho. El seguía profundamente
dormido, más Ella disfrutaba, recorriéndolo, cada
momento.
Stefany sintió un palpitar incesante al que no le era
posible controlar. Así se acostó junto a Dorian, pasó
una mano por encima y le entrelazó los dedos en los
cabellos; beso sus mejillas como cual brisa pasa entre
las hojas en primavera; rozó sus labios desde el cuello
hasta el hombro dejando rastros húmedos, huellas de
un deseo profundo.
Se quitó la ropa, casi hasta la desnudez, se posó
encima de El. Flexionó las piernas presionándolo hasta
la cintura y apoyo levemente los brazos a cada lado de
sus hombros. Fue dejándose caer paulatinamente
hasta tocar con los pechos el suyo, con el cabello le
cubrió un lado de la cara y los labios siguieron las
huellas, para ella imborrables, que condujeron al
punto de conexión. Estaba casi a besarlo.
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Dorian abrió los ojos, -¡Stefany, ¿Qué haces?!- le
dijo suave, pero con asombro.
-Perdóname, soy una tonta. No pude resistir, intente
que esto no pasara, pero es más fuerte que yo.- le
respondió y se sentó a su lado.
Una tenue luz entraba desde la calle por la ventana y
pudo verlas. Unas lágrimas que brotaban del profundo
pesar en sus ojos y caían sobre su pecho.
Dorian se levanto y tomó una sábana. La cubrió y le
dijo:- No tienes que avergonzarte por haberte dejado
llevar, pero piénsalo, quizás sea una confusión-.
Le quito algunas gotitas que le habían quedado
aferradas a la piel temerosa de caer e insistió:
-Lamento tu confusiónStefany, mientras El le decía esto, miraba al cielo a
través del cristal de la ventana. Luego lo miró, se fregó
los ojos con ambas manos que les quedaron con un
brillo de tristeza y colocándole los dedos en su boca
como invitándolo a callar, le susurro al oído, tragando
angustia: -No estoy confundida-, apretó la sabana,
volvió a dejar caer sus lágrimas y salió corriendo de la
habitación.
X
“Epístola prima”
42
Pasadas tres semanas Dorian debía marcharse. Su
tía hacía demasiadas preguntas, insinuaciones
respecto a la relación que mantenía con quien fuera su
prima, Jazmín. Además sospechaba que Stefany podría
sentir algo similar, notó ciertos celos en su
comportamiento y exagerada dependencia hacia El.
Dorian sabía que no aceptarían, que verían mal y
condenarían social y religiosamente que amase a su
prima, como Ella a El. Por otra parte Jazmín aun no
cumplía la mayoría de edad, era otra batalla perdida,
en ese momento. Fue así entonces que con aires de
derrota decidió partir. Antes de hacerlo la abrazo,
lloró tanto como ella y al oído le dijo: -Te amo, todo
saldrá bienJazmín beso, apretó y mordió sus labios, ambos se
resistían a dejarse. Ella introdujo un pequeño papel en
su bolsillo y El salió.
A minutos de haberse alejado saco el papel, la
primera carta y única carta de amor y leyó que en el
decía: “Te amo con toda mi alma, cuando te tengo
junto a mi me siento como nunca lo imaginé, es como
estar soñando despierta. Tu nombre corre por mis
venas, eres lo más hermoso e importante que la vida
me pudo dar…
Los días serán largos si no te tengo, esperaré con
ansias el momento de poder volver a sentirte mío. Me
he dado cuenta, estoy segura de que lo que siento es
verdadero… Pienso en vos todo el tiempo, ruego que
en un abrir y cerrar los ojos estés frente a mi…
Jamás me preguntes por que te amo tanto, porque
no puedo explicártelo con palabras. No puedo
imaginarme que haría si algún día te pierdo. Nada
43
hace que deje de pensar en vos, anhelo tus besos,
necesito tus abrazos, extraño tus caricias… Deseo que
seamos libres para vivir y disfrutar lo nuestro; irnos,
escapar juntos y jamás separarnos…
Nunca olvides que te amo y dentro de mí llevo algo
que es nuestro, y que al igual que Yo estará esperando
a que regreses. No me olvides, porque yo no lo haré,
ni dejaré que lo hagas.
Te amo. Jazmín”.
XI
“El final del cuento”
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Dorian ha vuelto a su ciudad natal, no lleva
equipaje. Solo cartas, un croquis y un libro. Ahora
piensa que quizás en el libro hallará las respuestas que
necesita.
En la noche entró a la vieja casa de la señora
Rivenson, busco velas y las encendió; todo estaba como
en aquellos días, aunque con gruesas capas de polvo.
Cubrió las ventanas con mantas y se sentó en la mesa
donde compartían el té.
Coloco el viejo encuadernado entre las dos tazas,
que eran en ese momento el hogar de pequeñas
arañas, y la bandeja llena de diminutas migajas a
punto de ser llevabas por las hormigas.
Se tomo unos minutos para observar a su alrededor
y asimilar que había vuelto. Camino hasta la sala,
mientras su garganta iba siendo estrangulada por las
sensaciones que iban subiéndole desde el estómago y
presionándole el pecho. Casi explotaba de tristeza y
angustia, temblaba por tantos nervios. Hasta que algo
lo detuvo, tuvo dificultad hasta para hablar,
enmudeció al verla.
La señora Rivenson estaba parada al umbral,
mirando, como a la espera de alguien. Levanto el
bastón, apuntó en dirección a El, que cayó de rodillas,
quizás por la impresión.
Cuando Dorian levantó la mirada vio todo como en
sus días de niñez. Se dirigió al comedor a buscar el
libro, incrédulo aún a pesar de lo que veía. Pero
faltaban cosas por ver; en la mesa estaba la anciana y
el pequeño Dorian. Era como si El no estuviese ahí.
-¿Donde has estado pequeño?- pregunto Ella.
-Fui a dar un paseo y sin querer me tardé- Contesto el
niño.
45
-Me tenías preocupada. Ahora bien, aquí tienes.
Mientras lo bebes y comes tus galletitas favoritas, te
seguiré contando el cuento. Y lo que es mejor, el
final.La señora Rivenson levanto su taza, se acomodo
hacia atrás y por encima de sus lentes lo miró a El que
permanecía inerte contemplando la escena, viéndola y
viéndose a si mismo. Ella sonrió, tomo un sorbo de su
té y continuó:-¡¡¡ Bueno, bueno, bueno!!!. La noche
estaba a caer y la tarde se iba con la crueldad de la
melancolía. El Señor Olson se sentía solo, era
demasiado grande la mansión para él, no se
recuperaba aun de sus perdidas, la ultima, la de su
madre.
-¿Que le sucedió a su madre?- Interrumpió el
pequeño.
-¡Ah!, pensé que te lo había contado. Cuando El
regreso de su viaje a España, esto fue siete años
después de haber partido, encontró a su madre muy
decadente y triste. No solo por su ausencia, sino
también por la de su padre que se había embarcado
en su búsqueda y jamás regreso. Esa noche, la de su
llegada, le pidió la bendición antes de ir a dormir
como era costumbre. Ella apoyó la mano en su
cabeza y fue ahí que cayó hacia delante y murió.- Le
contó a la ligera y continuo diciendo: -Había pasado
un año de aquello; se paraba El en el balcón a ver
caer el sol que le llevaba en cada atardecer un trozo
de su alma.
Cuando su vida estaba casi en penumbras el amor
llegó, aunque en principio no supo que se trataba de
el. Uno de esos atardeceres lo visito la señorita
46
Judith Olson, pronto fue habitual que se reunieran
hasta para cenar.
Esa habitualidad, más esas cenas a solas
despertaron en los dos el bello deseo del amor y una
noche se unieron en un lecho de pasiónRelataba esto la señora Riv., cuando el pequeño
Dorian alejando la galletita de su boca y dejando la
taza en la mesa, pregunto:-Se unieron, ¿como?Ella muy rápido dijo:- Como lo hacen dos personas
que necesitan sentirse cerca uno del otro, tanto que
parecen estar pegados.-Pero bien, la madrugada los encontró desbordados
de cansancio y abrazados se durmieron.
En la mañana, al despertar los dos se miraron
como si extraños fueran. Pero no era así, sintieron
temor por amarse con el modo exagerado en que lo
hacían, porque sabían que no los aceptarían y
sufrirían por eso.
La señorita Judith se vistió a prisa y salió
corriendo. El la observo desde su ventana, Ella se
detuvo antes de alejarse y le dejó un beso al aire y su
pañuelo sobre un jazmín. El Señor Steban, así se
llamaba, quedo solo otra vez, triste y con su alma
agobiada. Se recluyo en su habitación, jamás abrió
las ventanas y nunca nadie las pudo abrir. En los
siguientes atardeceres el sol se llevo hasta el último
aliento y se dejo morir. Hoy, El aun se encuentra ahí,
sin poder amar y sin haber podido ser feliz.
La señorita Judith dio fruto de su amor, tuvo un
hijo al que dio por nombre Esteban y fue quien
heredo todo, lo que se puede querer y lo que no, hasta
lo que no puede verse, ni tocarse, pero si sentirse –
Dijo como dando énfasis en la última frase. Apoyo sus
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manos en el bastón y se paró. Tocó al pequeño que
desapareció en ese instante y se dirigió hacia Dorian;
con su helada mano, lo tomo del brazo y mirándolo a
los ojos le dijo:-“Recuerda, no puede verse, ni tocarse,
pero si sentirse-“, luego desapareció de su vista
dejándole en la mano su bastón.
XII
“La secta de Cleofás”
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Se dirigió a buscar el libro, descubrió que tenia
encima una medallita que representaba la estrella de
David, y dos cintas rojas marcando cada una un texto
en particular.
El primero decía:
“…Al llegar Jesús a tierra vino a su
encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado
desde hacía mucho tiempo; y no vestía ni moraba en
casa, sino en los sepulcros. Este, al verlo, lanzó un gran
grito y postrándose a sus pies exclamo a gran voz:¿Qué tienes conmigo Jesús, Hijo del Altísimo?. Te
ruego que no me atormentes-, porque mandaba al
espíritu inmundo que saliese…
Y le pregunto Jesús, diciendo:-¿Cómo te llamas?-, y
el le dijo:- Legión-… (Evangelio Según Lucas 8:2630).”
Aquel hombre, joven, se llamaba Cleofás. Desde
entonces siguió a Jesús silencioso y a la distancia; en
las predicas, en las persecuciones, fue, secretamente,
un discípulo más.
Fue en la ocasión en que se encontraba Jesús
orando en el Getsemani, cuando vio un espectro, como
un manto oscuro sobre él, en tanto se mantenía
postrado de cara al suelo.
Cleofás, a solo unos metros, observó detrás de un
gran árbol. Oyó a Jesús hablando con profunda
angustia, con palabras cuyo eco iba convirtiéndose en
ensordecedor murmullo. A un lado yacían sus
discípulos dormidos, mas él no sintió recelo y fue
acercándose lentamente. Estaba a cinco pasos por
detrás cuando llegó a sus oídos un susurro, los árboles
se sacudían sobre él, pero el susurro era aun mayor.
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No entendió lo que esa voz lejana le decía. En ese
momento una luz resplandeciente, enceguecedora, se
posó sobre Jesús (Lucas 22:43) y el espectral manto
oscuro se movió fugazmente directo a Él, aislándolo
del resplandor y dejándolo casi inconciente. Cuando
reaccionó había soldados rodeándoles.
“Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con
una sabana, y le prendieron; más el, dejando la
sabana, huyó desnudo”. (Frag. Evangelio según
Marcos 14: 51, 52).
Algunos meses posteriores a la ascensión, Cleofás
emigro a Roma. En cierta ocasión su destino se cruzo
con el de Pablo, el Apóstol y solo de oír la predica
sentía escalofríos, le sudaban las manos y le temblaban
las piernas.
“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda
por lugares secos buscando reposo; y no hallándolo
dice:- Volveré a mi casa de donde salí.- Y cuando
llega, la halla barrida y ordenada. Entonces va, y
toma otros siete espíritus peores que el; y entrados,
moran allí, y el postrer estado de aquel hombre viene
a ser peor que el primero”. (Frag. Evangelio Según
Lucas 11: 24-26.)
No le encontró explicación al hecho, al tiempo, solo
se alejó.
Pero saco provecho de la situación, adoptó ciertas
formas de aquel Apóstol y comenzó a predicar de una
forma que extrañamente llamó la atención de cientos
que luego fueron miles.
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“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo,
como habrá entre vosotros falsos maestros, que
introducirán encubiertamente doctrinas
destructoras… Y muchos los seguirán y por causa de
ellos, el camino de la verdad será blasfemado”…
(Frag. 2 Pedro 2:1-2).
Ya avanzado en años, entrado en sus 90, hacia el año
99, había llegado, después de una corta estadía en
Austria, a los límites de Alemania. Allí finalizó su larga
travesía, estuvo sus últimos tiempos sumando aun más
adeptos a su misión. Entre ellos sobresalió uno
llamado David, quien fue la mano derecha y el bastón
de Cleofás cuyo deceso fue de 97 años.
David quedó al frente de la congregación,
denominado por muchos “Los endemoniados”. Eran
inusuales sus reuniones, oraban a viva voz y los
espíritus oscuros se manifestaban a través de las
personas, maltratándoles la carne y resistiéndose a
abandonarlos lanzando gritos y maldiciones.
-Maestro, dime que hacer- dijo David a mitad de la
reunión.-¡ Cleofás, dime que hacer!- Exclamo
levantando la voz y con las manos en alto.
Dándole la espalda a los presentes, se arrodillo ante
el sepulcro sobre el altar, cruzó sus manos por detrás y
apoyó la frente sobre el piso. En ese momento los
largos lienzos colgados a modo de cortinas
comenzaron a sacudirse como dando latigazos. El
individuo en trance tembló vorazmente; David se
levantó y le impuso las manos sobre la cabeza y dijo:¡El Señor, Maestro en espíritu, te llama a unirte a El.
51
Sea todo como ha dicho para fortaleza de nuestra
Legión!-.
Inmediatamente, el silencio, la quietud y el
asombro, invadieron la sala y aquel sujeto cayó como
privado de toda función vital.
Aquellos acontecimientos fueron comunes dentro
de los templos pertenecientes a este movimiento
religioso.
David murió de 97 años, otro quedó en su lugar,
luego otro y otro, y siguieron expandiéndose en gran
manera por toda Europa.
XIII
“El discípulo amado”
52
El segundo texto hablaba de un joven aprendiz de
religión, y decía:
En 1869 un joven, de 22 años
aproximadamente, se embarcó en un largo viaje hacia
España,
En su país, en América, no habían podido curar la
extraña enfermedad que lo agobiaba en su corta edad y
movido por rumores de que había un movimiento
religioso donde muchos eran liberados y sanados, se
embarcó.
Steban, ese era su nombre, habiendo llegado, fue
llevado ante quien estaba al frente en esa ciudad, en
esos días. Este era Elías, que luego de interrogarle
respecto a su aflicción y lucha le dijo:- Querido mío, si
crees, El tendrá poder para hacerlo.En medio del servicio, así se denominada a la
reunión para entonces, Elías pidió a los congregados
que con fe levantasen las manos en dirección a Steban
y repitieran con el la oración, y continuó diciendo:¡Señor nuestro, te pedimos que si hay un espíritu
perdido en este joven lo erradiques como tu sabes
hacerlo!- Colocó sus manos sobre El, una en el pecho y
otra en la cabeza, y he aquí que comenzó a sacudirse, a
hablar en un dialecto desconocido con vos como de
bestia, los ojos se tornaron dos profundas esferas
blancas y de su boca brotada una espesa y abundante
baba.
En tanto todos oraban incesantes a una voz, vieron
que aquel espíritu daba sus últimos gritos de derrota,
Elías preguntó:-¡¿Quién eres?!El demonio respondió:-Deja de atormentarme, no
ves que es tarde para éste débil joven!!!53
Insistiendo, exclamó:-¡Dime como te llamas!, y te
enviaré a donde perteneces.-El Eh Nahum, El Eh Nahum!!!- respondió y luego fue
aminorando su gruñir.
Y sin mediar más palabras Elías conjuró:-¡Te
ordeno, por la autoridad que Cleofás os da, que
abandones ese cuerpo mortal y vallas a donde
perteneces. Esto sea para fortaleza de nuestra
Legión!Y fue en ese mismo instante que el demonio dio un
agotado gemido y dejándolo vacío de fuerzas lo
abandonó.
Steban libre de posesión demoníaca y de
enfermedad se unió a la congregación, no oyó
comentarios contrariados, ni dio importancia a las
acusaciones recibidas; dejo de tener como prioridad a
su propia familia.
Con el pasar del tiempo adquirió sabiduría y con ella
los dones para ser líder. Y lo fue, se convirtió en el
sucesor de Elías, era su mejor discípulo, sus ojos y sus
pasos en la vejez, y a diferencia de los demás, inclusive
de su antecesor, se decía que podía comunicarse con el
mismo Cleofás.
Pasados algunos años y tras la muerte de Elías,
Steban decide abandonar el núcleo religioso y regreso
a su país de origen, aunque no lo hizo solo.”
Antes de que pudiera cerrar el viejo encuadernado
una hoja se desprendió, cayó, haciendo piruetas, entre
sus pies. En esta había solo algunas líneas que decían:
-He puesto en manifiesto de puño y letra las cosas que
acontecieron en los días en que mi señor vivía, por las
cuales se le era negada la luz, por las cuales muerto
esta en tinieblas.
54
Partió hace un tiempo siendo un muchacho
enfermo y abatido, aunque no tenia apagado su
brillo, en sus ojos podía verse bondad. Regreso
sanado, pero hasta en su mirar apagado, mas no
brillaban sus ojos, podían verse en ellos dos
profundos y vacíos abismos llenos de frialdad, de
maldad.
Las perdidas lo ayudaron a encontrarse, pero ya
era tarde, su cuerpo era el hábitat de demonios, su
alma una herida que lo desangró lenta y
dolorosamente y su espíritu un sepulcro en el que los
muertos no han muerto y los vivos padecen.
Soy un simple mayordomo, nada tengo con el linaje
de mi señor, pero no puedo concluir mi pasaje
terrenal sin antes dejar testimonio para aquel que si
lo sea, para que pueda evitar la caída tras el peor de
sus tropiezos. Ese será quien pueda ver, leer e
interpretar estos manuscritos, que guardare conmigo
hasta el día que su sangre sea derramada en estas
tierras.
Habiendo terminado de leer esto esa hoja resbaló de
entre sus dedos y comenzó a girar, del mismo modo
que sucedió con todas las otras que fueron
desprendiéndose del encuadernado formando un
tempestuoso remolino que apagó su vela y de en medio
apareció aquel sujeto que lo atemorizo en su primer
visita a la mansión. Este hizo un gesto de reverencia y
dijo: finalmente soplo y apago la vela que llevaba, y
tras la extinción de la tenue luz, también desapareció.
55
XIV
“De regreso al misterio”
Dorian se había adentrado en la lectura de los viejos
escritos y comprendió lo que el Señor Steban había
hecho en su paso por España. Comenzó a ver relación
56
entre aquello y la trágica muerte de su madre y
hermanos y decidió firmemente que, por la memoria
de ellos, debía llegar al final del misterio. Pero, cual
era la relación con la señora Riv, esa incógnita también
lo inquietaba. Y, porque a El le sucedieron y sucedían
todas esas cosas, por todo esto ya no había nada que
pudiera detenerlo.
Colgó la medallita en su cuello, empuño el bastón y
salio con el propósito de encontrar, como fuese, la
gran mansión.
Mientras caminaba, la noche se volvió más oscura
que al principio; las nubes cubrieron el cielo poco a
poco y daban vueltas como enloquecidas esperando
destellos de una tormenta.
Oyó sus propios pasos que en la soledad de las
calles, parecían galopes de corceles asustados. Miraba
a un lado y a otro, se creyó perdido, casi como aquel
niño que una vez volvía a casa asustado.
En un instante dio crédito a que había acumulado
demasiados pasos y se detuvo. Miro cada detalle a su
alrededor, las columnas luminosas, las fachadas, los
árboles y las encrucijadas; no logro ubicarse, respiró
muy profundo y al cielo levantó la mirada. Quedo
boquiabierto al ver aquella enorme figura blanca
sobrevolarle.
Flameó como en un aleteo sobre Dorian por un
momento y se movió hacia el Oeste lentamente y con
pausas como esperándolo. Así lo entendió y fue tras
ella sin quitarle los ojos de encima.
Su guía fantasmalmente blanca desapareció de
improvisto y El, al bajar la mirada vio que se
encontraba frente a un enorme portón continuado a
ambos lados por un extenso, gigantesco y maltratado
57
muro. Sobre el suelo tendido un desnudo y viejo sauce
llorón; entrelazadas en las oxidadas y corroídas hojas,
espinadas enredaderas.
Con ellas tuvo que luchar
para abrirlas y entrar. Parecían resistirse al hecho de
tener que separarse.
Ingreso caminando cuidadosamente, cien metros
distaban a la monumental construcción y los hizo
abriéndose el paso entre la maleza. A un lado del
sendero había algo así como un arbusto invadido por
helechos trepados a sus secas ramas; vio entre ellas
vestigios de un trozo de tela que quito de un tirón.
Continúo y un aroma lo compenetró. Acercó la tela
a su nariz, y aunque su aroma era similar no era tan
intenso. Miró atrás y aquel arbusto estaba como a
mitad de la primavera, se había convertido en un
frondoso Jazmín.
A medida que fue acercándose tuvo una extraña
sensación; le sobrevino, en lo que dura un suspiro, una
profunda tristeza que no lo abandono sino hasta que
estuvo en el umbral de la enorme puerta de entrada.
Allí con diferencia de espacio de tan solo un paso podía
sentir un frió que helaba hasta sus huesos. Comenzó a
temblar, y retrocedió. En ese momento, en medio de
un fuerte crujir, la puerta comenzó a abrirse.
Se acerco con asombro y hasta, quizás, con un poco
de espanto. El ruido fue perdiéndose en ecos lejanos
en el abismo de la oscuridad. Pensó por un momento
en marcharse con rapidez, en huir, pero un brote de
valor lo lleno y decidió entrar.
Cuando estuvo en el centro de la sala, velas a medio
derretir se encendieron como habiendo recibido, de un
remolino de fuego, sus pequeñas llamas. Estaban en
58
un gran candelabro, sobre sus largos brazos, y
rodeadas por campanas azules de vidrio labrado.
A su alrededor había altos ventanales con diez
cristales cada una. En el de la izquierda a la escalera
había ilustraciones de seres espectrales, y en el de la
derecha ilustraciones de seres en sus momentos más
desesperantes de sus vidas cuyas expresiones le
transmitieron sensaciones horribles que lo
transportaron a otro tiempo. Le pareció tan real ver a
toda la familia sufrir el uno por el otro condenados a
verse arder sin poder ayudarse mutuamente.
Un fuerte ruido, un golpe en algún sitio del primer
piso lo exaltó y volvió a su tiempo. Observó luego a su
izquierda, distinguió que una de las imágenes era
idéntica a la que lo guió hasta allí, solo que oscura y
tenebrosa.
Subió por las escaleras, ahora sin las hilachas de lo
que fue una fina alfombra roja, solo mármol cubierto
por polvo y hojitas secas molidas, y se detuvo frente al
cuadro.
Saco un pañuelo, comenzó a quitarle la
suciedad y descubrió el retrato de un individuo vestido
con una especie de sotana negra con una amplia
capucha que no dejaba ver su rostro, y en su mano
derecha un báculo.
Contempló la tenebrosidad de la
imagen por algunos segundos.
XIV
“De regreso al misterio”
Dorian se había adentrado en la lectura de los viejos
escritos y comprendió lo que el Señor Steban había
hecho en su paso por España. Comenzó a ver relación
entre aquello y la trágica muerte de su madre y
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hermanos y decidió firmemente que, por la memoria
de ellos, debía llegar al final del misterio. Pero, cual
era la relación con la señora Riv, esa incógnita también
lo inquietaba. Y, porque a El le sucedieron y sucedían
todas esas cosas, por todo esto ya no había nada que
pudiera detenerlo.
Colgó la medallita en su cuello, empuño el bastón y
salio con el propósito de encontrar, como fuese, la
gran mansión.
Mientras caminaba, la noche se volvió más oscura
que al principio; las nubes cubrieron el cielo poco a
poco y daban vueltas como enloquecidas esperando
destellos de una tormenta.
Oyó sus propios pasos que en la soledad de las
calles, parecían galopes de corceles asustados. Miraba
a un lado y a otro, se creyó perdido, casi como aquel
niño que una vez volvía a casa asustado.
En un instante dio crédito a que había acumulado
demasiados pasos y se detuvo. Miro cada detalle a su
alrededor, las columnas luminosas, las fachadas, los
árboles y las encrucijadas; no logro ubicarse, respiró
muy profundo y al cielo levantó la mirada. Quedo
boquiabierto al ver aquella enorme figura blanca
sobrevolarle.
Flameó como en un aleteo sobre Dorian por un
momento y se movió hacia el Oeste lentamente y con
pausas como esperándolo. Así lo entendió y fue tras
ella sin quitarle los ojos de encima.
Su guía fantasmalmente blanca desapareció de
improvisto y El, al bajar la mirada vio que se
encontraba frente a un enorme portón continuado a
ambos lados por un extenso, gigantesco y maltratado
muro. Sobre el suelo tendido un desnudo y viejo sauce
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llorón; entrelazadas en las oxidadas y corroídas hojas,
espinadas enredaderas. Con ellas tuvo que luchar
para abrirlas y entrar. Parecían resistirse al hecho de
tener que separarse.
Ingreso caminando cuidadosamente, cien metros
distaban a la monumental construcción y los hizo
abriéndose el paso entre la maleza. A un lado del
sendero había algo así como un arbusto invadido por
helechos trepados a sus secas ramas; vio entre ellas
vestigios de un trozo de tela que quito de un tirón.
Continúo y un aroma lo compenetró. Acercó la tela
a su nariz, y aunque su aroma era similar no era tan
intenso. Miró atrás y aquel arbusto estaba como a
mitad de la primavera, se había convertido en un
frondoso Jazmín.
A medida que fue acercándose tuvo una extraña
sensación; le sobrevino, en lo que dura un suspiro, una
profunda tristeza que no lo abandono sino hasta que
estuvo en el umbral de la enorme puerta de entrada.
Allí con diferencia de espacio de tan solo un paso podía
sentir un frió que helaba hasta sus huesos. Comenzó a
temblar, y retrocedió. En ese momento, en medio de
un fuerte crujir, la puerta comenzó a abrirse.
Se acerco con asombro y hasta, quizás, con un poco
de espanto. El ruido fue perdiéndose en ecos lejanos
en el abismo de la oscuridad. Pensó por un momento
en marcharse con rapidez, en huir, pero un brote de
valor lo lleno y decidió entrar.
Cuando estuvo en el centro de la sala, velas a medio
derretir se encendieron como habiendo recibido, de un
remolino de fuego, sus pequeñas llamas. Estaban en
un gran candelabro, sobre sus largos brazos, y
rodeadas por campanas azules de vidrio labrado.
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A su alrededor había altos ventanales con diez
cristales cada una. En el de la izquierda a la escalera
había ilustraciones de seres espectrales, y en el de la
derecha ilustraciones de seres en sus momentos más
desesperantes de sus vidas cuyas expresiones le
transmitieron sensaciones horribles que lo
transportaron a otro tiempo. Le pareció tan real ver a
toda la familia sufrir el uno por el otro condenados a
verse arder sin poder ayudarse mutuamente.
Un fuerte ruido, un golpe en algún sitio del primer
piso lo exaltó y volvió a su tiempo. Observó luego a su
izquierda, distinguió que una de las imágenes era
idéntica a la que lo guió hasta allí, solo que oscura y
tenebrosa.
Subió por las escaleras, ahora sin las hilachas de lo
que fue una fina alfombra roja, solo mármol cubierto
por polvo y hojitas secas molidas, y se detuvo frente al
cuadro. Saco un pañuelo, comenzó a quitarle la
suciedad y descubrió el retrato de un individuo vestido
con una especie de sotana negra con una amplia
capucha que no dejaba ver su rostro, y en su mano
derecha un báculo. Contempló la tenebrosidad de la
imagen por algunos segundos.
XV
“El Señor del báculo”
Dorian tiene que encontrar pistas. En el primer piso
se encontró con un largo pasillo y nueve puertas,
cuatro a cada lado y una al final. En medio de la
oscuridad comenzó a recorrerlo y a sus espaldas una
de ellas se abrió. V0lvió y miró hacia adentro, en el
manto negro solo ve una pequeña luz, como la de una
62
luciérnaga, se movía como una de ellas. Entro sin
perderla de vista, contorneo sus dos o tres piruetas
hasta que se detuvo y se apagó.
Ahí había un viejo baúl abierto que arrastro hasta
las escaleras. Planeaba como bajarlo cuando vio que el
hombre en el retrato apuntaba con el báculo hacia el
Oeste.
Asombrado bajo, se paro frente a el y dirigió su
mirada hacia donde apuntaba. A través de la ventana
vio una pequeña iglesia y al volver los ojos al retrato,
susto fue poco lo que se llevó. El retratado estaba con
ambas manos apoyadas en el báculo, con la capucha
levemente hacia atrás dejándose ver los ojos. Los
cuales fijaban una penetrante y desafiante mirada bajo
el fruncir de sus gruesas cejas.
Justo en ese ínterin comenzó a oír gritos, que más
que eso eran súplicas y llantos. Todo giraba a su
alrededor y callo de rodillas; dejo caer sus cosas, soltó
el bastón y se tomo con ambas manos la cabeza.
Segundos después todo quedo en silencio, se
desplomo entonces con los puños cerrados apoyados
en el piso y la cabeza inclinada hacia abajo. Aturdido
parpadeo unas cuantas veces hasta que vio con nitidez
las inscripciones, abajo, en el centro de la sala. Esto
era una estrella de cinco puntas y con los lados
cruzados. Era un pentagrama, símbolos de la muerte y
del abismo. La atravesaba una cruz que en su trazo
vertical llegaba a la puerta.
Con las piernas flojas se levanto, retrocedió quizás
por inercia hasta quedar involuntariamente con su
espalda pegada al retrato.
El candelabro empezó a columpiarse marcando los
cinco extremos de la estrella; intento correr pero
63
quedo inmovilizado, sintió que lo tomaban del hombro
y que le decían: “Legión esta a resguardo y a la espera
de ser liberada”.
Se desesperó, tiró y forcejeó hasta que logró zafarse.
Trató de aligerar el paso cuesta abajo y cuando estuvo
situado en el último escalón, del suelo brotaron llamas
feroces y rojizas, parecían tener vida propia y seguían
el contorno de la estrella de punta a punta, de ángulo a
ángulo y de lado a lado.
Exhausto se dejo caer. Miro hacia arriba y la figura
blanca estaba suspendida encima. Exhaló y cerró los
ojos. Al abrirlos todo estaba en calma, sobre el suelo,
solo polvo.
Dorian se incorporó y miro nuevamente el retrato,
ahora ese tenebroso individuo apuntaba su báculo
directo a El
XVI
“El tabernáculo secreto”
Tomó la iniciativa y obedeció a la pista del báculo, se
dirigió al lugar de plegarias. En la puerta de la iglesia
noto una disertación a lo tradicional, había tallada una
cruz invertida.
El interior no es mas que un espacio vació, no hay
bancos, ni butacas, solo imágenes profanas. A la
64
derecha un centinela empuñando una lanza sobre un
caballo negro y a la izquierda un ser mitad hombre,
mitad carnero. Se erguían ambos como si del lugar,
guardianes fueran.
Al fondo había, a un lado, un altar triangular, en
cuyas tres esquinas había una llamativa copa con el
grabado de una estrella en medio de una luna creciente
(Isaías 14: 12).
En el centro un pulpito con un símbolo aun mas
extraño. Tallado tenía una cruz que apuntaba al suelo y
era envuelta por una serpiente roja.
De pronto el silbar furioso del viento ingreso desde
arriba. Dorian miro y en el techo había una cúpula,
perpendicular a donde se encontraba parado, que sin
cristales dejaba ver un enorme lucero que enrojecía
tras cada titilar y recordó: …“madruga y mira al
Oeste, busca debajo del lucero; abre la puerta al
pasado y cierra las puertas del abismo… Entendió
entonces que estaba en el sitio correcto. Miró a sus
pies y el piso debajo de El estaba sellado, ninguna
puerta, ni abertura alguna.
Si aquella frase intentaba orientarlo, justo ahí debía
estar la puerta, así que fue por detrás del pulpito y vio
que este era hueco. En el centro, abajo, un pequeño
cerrojo. Lo giro y tiro con gran fuerza y no consiguió
moverlo.
…“ La serpiente es el demonio y la clave por la cual se
entra”. Esto también debía significar algo, pensó
Dorian. Se paro a observar el tallado de la cruz
invertida envuelta por la serpiente, y en esta última
puso sus ojos. – ¿cual es la clave, cual, cual?- Se dijo
así mismo mientras se frotaba con una mano la frente.
65
Después de mirar con concentrado detenimiento,
dedujo: - Da siete vueltas rodeándola, en sentido
opuesto a las agujas del reloj y se sitúa por encima
mirando hacia abajo-. Y solo quedo un minuto mas
parado ahí.
-¡Eso es!- Exclamo; le dio siete giros en el mismo
sentido al cerrojo y lo empujo hacia abajo. Una tapa
cayó y El, con ella.
Tras la sacudida, adolorido se levantó y comenzó su
búsqueda. Todo era similar en tamaño y decoración a
arriba, solo había una cosa mas. Era un santuario
conformado por telas negras y rojas, y en su interior
resguardaba un cofre de madera ensamblado con finas
láminas de plata. A cada lado se erguían dos estatuas
de oro. Dos figuras bestiales que impresionaban a
simple vista.
Temeroso evito acercarse y lo toco con la punta del
bastón. Apenas lo hizo, este se abrió bruscamente y
dejo salir una espesa niebla, como la que vio aquella
extraña noche en su casa, que se esparció por toda la
dimensión.
Comenzó a ver entre mezclado escenas del pasado.
En el altar había un hombre predicando a gran voz,
puso mayor atención y descubrió que era el sujeto del
retrato. Los oradores junto a El eran tres. Cada uno
parado en cada esquina sosteniendo en su mano una
serpiente a la que extraían el veneno y luego cortaban
la cabeza metiéndolos dentro de la copa. Todos
repetían “¡¡¡Legión, Legión, Legión!!!”.
El orador principal levanto el báculo y apuntando al
fondo ordeno: -Tráiganla, el sacrificio de esta noche
calmará la ira de nuestro señor. Su dolor, quitara
66
nuestras enfermedades y su inocencia lavara
nuestras manos-.
Dorian contempla entonces como, dos miembros de
aquella religión, llevaban a una pequeña que goteaba
sangre de sus muñecas. No se resistía, parecía haberse
entregado al dolor. La llevaron sobre el altar y
mientras invocaban a su señor, maltrataban su carne y
cortaban sus cabellos. Luego la colgaron en un
madero horizontal atada de pies y manos con alambres
de púas, debajo colocaron las tres copas que fueron
acumulando cada gota de sangre que de su cuerpo
caían. Cuando se hubieron llenado, las colocaron en su
lugar, bajaron a la niña y la acostaron en medio del
altar en dirección al vértice central. Y todos a una vos
dijeron:-¡Recibe esta sangre pura e inocente,- y los
otros tres elevaron las copas, - de quienes esperamos
en ti la llegada del elegido y seas liberado del abismo.
Para que no castigues la falta a nuestras promesas.
Pronto vendrá a ti, pronto!Habiendo dicho esto
giraron sincronizadamente y pusieron sus ojos en El y
dijeron: -Y hoy quizás sea ese día-.
La bruma se disolvió después que todo eso
aconteció.
Dorian no fue entonces capaz de controlar su ira y
destruyo toda imagen colgada en la pared y estatuas,
rasgo las telas y quebró los sostenes del santuario, y en
el furor de sus acciones cayo de rodillas al pie del
cofre, y lloro amargamente.
67
XVII
“Al final del camino”
Dorian se libera de su furia a través de sus lágrimas.
Sale y vuelve a la mansión; se da cuenta que a
cambiado el orden de sus acciones y recuerda “Busca
al final del camino, hallarás el origen del misterio…”.
68
Debía haber hecho eso primero, pero le surgió otra
cuestión, ¿Cuál era el camino?
Estaba ya en la puerta de entrada y adoptando,
ahora, una actitud desafiante empuño con firmeza el
bastón y golpeo el suelo violentamente. Oyó, tras
perderse el eco del sonido seco de su golpe, el crujir de
una vieja puerta al abrirse. Provenía del primer piso;
sube, al pasar frente al cuadro ya no hay nada ahí, y
continúa.
Se paró al inicio del pasillo, donde había dejado el
baúl que ya no estaba, y al final, la última puerta,
estaba abierta y golpeaba incesantemente contra la
pared.
-La ultima puerta, eso es. Este es el camino.- Entendió
Dorian que debía atravesarlo y que en la ocasión
anterior el abrir de la primera puerta no fue mas que
una distracción para que no lo hiciera.
Comenzó a caminar y mientras lo hacia las puertas a
ambos lados se abrían y cerraban dejando salir
sombras que agitaban la pesadez del aire y emitían
desgarradores gritos.
El, igual continúo, sin darse cuenta, apoyándose en
el bastón como si de una necesidad se tratara, pero el
hecho fue que cada vez que la punta golpeaba el suelo
las sombras se dispersaban.
Cuando estuvo al umbral de la puerta, esta dejo de
golpearse y todas detrás de el se cerraron
definitivamente.
No había hecho un paso en el
momento que la ventana se abrió, un fuerte viento
entro agitando hasta la ultima partícula de polvo de las
largas cortinas que acariciaban el piso y dio vueltas,
como en remolinos, dentro de la habitación hasta que
se fue y tras el las persianas se cerraron azotándose.
69
Dorian que con un brazo se cubría la cara, al
percibir la calma, volvió a ver. Era una habitación
digna, de un duque por su decoración, de un funeral
por la tristeza que se percibía y de un sepulcro por
como olía. Camino tres quizás cuatro pasos y la puerta
se cerró detrás y giro de inmediato en un movimiento
como el buen reflejo manda.
Se dio vuelta
nuevamente hacia la ventana y lo vio, con ambas
manos detrás y mirando por la ventana. Se le acercó y
contempló lo que el, a una joven mujer parada en el
jardín, junto al jazmín, a un lado del camino, que
realiza un gesto mandándole un beso y deja entre las
flores de esa planta un sobre.
El hombre, con expresiones de tristeza, levantó una
mano, pegó la palma al cristal; luego se dirigió a un
escritorio, se sentó y escribió.
Al terminar colocó la pluma en el tintero y a este,
sobre la hoja que a doblado. Saco de su bolsillo un
prendedor que le ha dejado Judith, lo palpo entre sus
dedos y después mirándolo se fue a la cama. Se recostó
y se aferro a la almohada que conservaba aun el aroma
de su amada. Dio vueltas, algunas y desapareció.
Dorian se abalanzó hacia la cama, en un segundo
todo volvió a verse en ruinas y aun se percibe la
tristeza y el aire olía a podredumbre. Levantó la
almohada y hallo el prendedor que era exactamente
igual a la medallita que colgaba en su pecho. Tomo
después la hoja del escritorio y en ella decía:
“Septiembre 15 de 1878. Sabia, como todo mundo, que
algún día perdería a mis padres, pero aunque es un
golpe que hiere, duele pero sana con el tiempo.
Lo que no sabía es que perdería al amor de mi
vida, justo el mismo día en que creí que lo había
70
ganado. Esto es un golpe que hiere hasta mis huesos,
mi espíritu y desgarra mis sentimientos. No hay
forma de sanarlo, si ella no esta conmigo, no hay
esperanzas. Steban”.
Terminó de leer y con la congoja que le produjo tales
expresiones, fue hasta el jazmín. Ahí encontró un
sobre de color rosa, olía a un fino perfume de carmesí
y una nota dentro decía: “Febrero 5 de 1879. Te amo
con toda mi alma, con todo lo que tengo, mi carne, mi
corazón, con todo lo soy. Espero con ansias el
momento de poder volver a sentirte mío. Deseo que
pudiésemos ser libres para disfrutarnos. Quiero que
sepas que te amo y que llevo dentro de mi algo que es
nuestro, que será la herencia y el recuerdo vivo de
nuestro amor. Guardaré el secreto de que antes de
amarnos fuimos primos. Moriré amándote. Judith”.
Aun faltaban piezas para armar el rompecabezas de
su vida y sus tragedias. En eso vio, por última vez a la
figura que, fantasmalmente suspendida, lo condujo
nuevamente a la iglesia. Entro y desapareció,
finalmente, delante de un viejo armario. Dentro
encontró un acta de matrimonio concretada entre
Judith Olson y Bladimir Rivenson el día 30 del mes de
Mayo de 1879; uno de nacimiento del 12 de Junio de
ese mismo año que pertenecía al niño Esteban
Rivenson.
Llego a la conclusión de que Judith había quedado
embarazada de Steban, su primo, y ante la dificultad
que le impondría la sociedad no volvieron a verse.
Steban murió, ante la falta de herederos directos, los
tíos fueron beneficiarios naturales y por ende también
su amada, a quien obligaron a casarse con Bladimir,
71
que, por cierto, tenía el mismo apellido que su
desaparecida amiga.
Y a juzgar por la similitud de la situación y de la carta
escrita por su amada Jazmín, ella también estaría
embarazada. Dorian suma en esos términos otra razón
para librarse de tal pesadilla, una nueva vida que
nacerá de su gran amor.
Sigue registrando y halla el acta de defunción de
Judith, cuya data correspondía al 15 de Septiembre de
1879 y el de unión matrimonial del 3 de Agosto de 1902
entre Esteban Rivenson y Dorothy Frederick, de la cual
encontró un diario dentro de una caja.
“¡Pero ella era mi tatarabuela!”, pensó y comenzó a
ojearlo. La tinta estaba corrida o borrada por las
arrugas del papel a excepción de algunas hojas, las
cuales logró leer y entre líneas destacables decía:
“Hoy 23 de Marzo de 1908 se cumple un año desde que
mi querido Esteban partió a Europa y aun no tengo
noticias de El. Mi pequeño Francisco lo extraña, igual
yo…”
En otra hoja, su difunta tatarabuela escribió: -En
este día, 21 de Enero de 1910, me han dado a saber que
tengo vida en mi vientre y esa vida proviene de
nuestra unión a escondidas. No quiero que sea
llamado el bastárdo, el hijo del amante. Le daré mi
apellido, mas tu eres libre, el no sabrá por mi que eres
su padre… ”
En una de las últimas, reveló el secreto espiritual de
la familia y mencionó lo siguiente: - Me siento vieja y
cansada, desde 1951 que anhelo mi descanso, he
esperado por 10 años. Mis ojos apenas distinguen el
día de la noche. Es hoy una bella tarde de primavera,
lo se porque puedo oír el cantar enloquecido de las
72
aves en el jardín y se que no será por mucho mas que
lo haga, se que pronto voy a morir y quizás vuelva a
ver a Esteban. Lo veré, porque iré a donde esta y si
aun no partió, cuando lo haga se unirá a mi. Hoy se y
reconozco que hicimos mal y ese mal nos condena, no
nos abandona, nos pudre la carne, nos seca el alma y
corrompe el espíritu. Ofrecimos sangre ajena, de
personas inocentes, ahora pagaremos con la nuestra.
Aun así no pudimos librarnos del demonio, cual fiel
servís fue el señor Steban, condenando a las
generaciones venideras a seguir sirviéndole o a vivir
en un mar de fuego de no hacerlo.
Pero estoy llena de dicha por la descendencia, mis
hijos Francisco y Samuel, mi nieta Juliet y mi nieto
Rafael y hoy a nacido mi bisnieto, quien se llamara
Richard. Puedo decir que he vivido demasiado, pero
Satanás me ha dado tantos años como he necesitado
para pagar mis deudas por los favores que me ha
otorgado”.
XVIII
“Genealogía de Dorian”
Esta es la genealogía de Dorian.
Steban se unió a Judith, hija de Salomé y Josué, sus
tíos y murió poco después, pero antes engendró a
Esteban, quien recibió el reconocimiento de Bladimir
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Rivenson que se caso con su madre, fue entonces
Esteban Rivenson.
Esteban Rivenson se unió a Dorothy Frederick y
procrearon a Francisco Rivenson que contrajo nupcias
con Dalila Spartan y dio origen a “Juliet Rivenson”, la
señora Rivenson, quien no tuvo descendencia.
En la ausencia desmedida de su esposo legitimo
Esteban (Rivenson), la señora Dorothy Frederick
sufrió el flagelo carnal y en un fugaz desliz se unió a
Sam Barton y dio a luz a Samuel, a quien le dio su
apellido.
Samuel Frederick engendró a Rafael, Rafael a
Richard y a Josefina que tuvo dos descendientes
mujeres, Stefany y Jazmín. Finalmente Richard a
“Dorian”, que vendría a ser el varón de la quinta
generación.
Esta es la genealogía de “Dorian”, tataranieto de la
señora Dorothy (Frederick) y bisnieto de Samuel
Frederick, el hermano de Francisco Rivenson, el padre
de la señora (Juliet) Rivenson.
IXX
“El elegido”
Dorian sabía para entonces cual era su vínculo
familiar.
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Para cuando termino de leer, el cielo al Este se tornaba
rojizo, indicios de la noche que se esfumaba.
Necesitaba aire renovado y salio. Entre la penumbra
del día que quería asomarse y la noche que se negaba a
irse, se había quedado con los ojos cerrados aspirando
profundamente y tratando de encontrar algo de calma.
En ese pequeño espacio de tiempo sintió como le
arrebataron el bastón de sus manos, abrió los ojos tan
grandes que hasta el búho que lo observaba sintió
envidia, miro hacia donde anochece y vio a la señora
Riv alejarse con su bastón y mientras la veía oyó: “…
madruga y mira al Oeste, busca debajo del lucero;
abre la puerta al pasado y cierra las puertas del
abismo…”.
Alzó la mirada y vio la única y última gran estrella
que brillaba, un hermoso lucero que se negaba a darle
lugar al sol. Cuando esta titilo por última vez y
desapareció tras el ocaso, también la imagen de la
anciana se perdió. Corrió hacia ese lugar y encontró
una abertura en el suelo. – Me equivoque, - dijo- a esta
puerta se referíaBajo, había un túnel que recorrió dudosamente,
contó el número de pasos, era de 125.
Sabía que estaba cerca de descubrir el misterio. Al
finalizar hallo otra puerta similar que daba a una sala.
En ella había un gran retrato, idéntico al de la
mansión, al pie decía “Esteban Rivenson; 12/6/1879 –
12/6/1907 ”, sobre un pequeño pulpito, en cuyo frente
tenía tallada solo una horrible serpiente con siete
cabezas, había un librito abierto con una página
marcada, en ella escrito estaba: “Ley primera de
Cleofás: A todo miembro de esta congregación que no
le fuere posible dar un hijo barón en sacrificio, no
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será digno de la Legión, de entregarse a si mismo a
cambio, calmará la ira solo hasta el cumplimiento de
su misma edad de la quinta generación.
Fue luego detrás del altar y vio un esqueleto con
grillas en las muñecas y los tobillos y sujeto, entre los
huesos del dedo índice y pulgar, el bastón. Los restos
pertenecían a la señora Riv.
Se oyen pasos, se acercan varias personas, y Dorian
se quedó detrás, escondido. Entran siete sujetos,
vestidos como se los había descrito aquel hombre, el
día que regreso a su casa y comienzan a hablar entre
ellos de manera muy inquietante.
-¡¡¡Hoy es el duodécimo día del mes sexto y la quinta
generación que nos reclama la Legión no esta!!!Exclamo uno de ellos con una mezcla de ira y de temor.
-Si hoy no concretamos el sacrificio, todos lo que
hemos ofrendado será en vano. Debe ser hoy, ningún
otro día. Ese muchacho nació el mismo día que el
mártir Esteban Rivenson, su sacrificio calmo la ira
por cinco generaciones. El maestro, espíritu de
espíritu, Cleofás también, nació el día 12 del mes 6 del
año 9 d. C. hoy debería ser el tercer renacimiento!Continuo diciendo otro de ellos con el mismo timbrar
en la voz que el anterior.
-Si en la madrugada del día que viene, a las 3 en
punto, la sangre del muchacho no esta derramada en
las 3 copas del altar, Legión descargara su ira sobre
nosotros, todo antes de ser atado y arrojado al
abismo por mil años.- Concluyo un tercero,
desesperado, casi entrando en pánico.
Dorian también esta aterrado y solo. Mira varias
veces los restos de su amiga, como pidiéndole apoyo, y
en una de esas ojeadas ve un libro detrás. Lo quita y es
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una Biblia apuntada en dos paginas de su último libro.
La abre, justo donde atraviesa una de las cintas
blancas, y lee: “…Aquí hay sabiduría. El que tiene
entendimiento, cuente el número de la bestia. Pues es
numero de hombres. Y su número es seiscientos
sesenta y seis. (Frag. del libro de Apocalipsis 13:18).
La segunda marcaba lo siguiente: “Vi a un ángel que
descendía del cielo, con la llave del abismo y una gran
cadena en la mano.
Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el
diablo, Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al
abismo y lo encerró, y puso sello sobre el, para que no
engañase mas a las naciones, hasta que fuesen
cumplidos mil años… (Frag. del libro de Apocalipsis
20:1-3).
Saco la cuenta, 9, año en que nació Cleofás, mas 666,
dio que el primer renacimiento fue en el 675 d. C.,
sumándole a este 666 comprobó que el segundo fue en
1341 y el tercero debía ser en 2007, el año corriente, en
el que estaba viviendo.
Seguro estaba que no querrían perder la
oportunidad y luego tener que esperar 666 años más,
con la condena espiritual que eso significaba.
XX
“La caída de la Legión”
Dorian aferra la Biblia a su pecho y comienza a orar
a Dios, suplica y pide perdón. Se siente culpable, lo
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buscaban a El y mataron a su familia en el afán de
encontrarlo para llevar a cabo su propósito.
Oye un fuerte potazo que interrumpe su oración y en
el exalto deja caer el libro sagrado. Este cae abierto en
una página donde había recuadrado un mensaje, un
versículo que decía:
- “El que creyere y fuere bautizado, será
salvo; más el que no creyere, será condenado.
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi
nombre echaran fuera demonios; hablaran nuevas
lenguas; tomaran en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los
enfermos pondrán sus manos y sanarán. (Evangelio
según Marcos 16: 16-18)
Habían entrado abruptamente otra vez aquellos
sujetos, uno de ellos traía el báculo, el mismo, el de
siempre y con voz potente dijo: -¡¡¡ Hermanos
invoquemos a nuestro señor, Legión, que es Lucifer,
que es Cleofás!!!- Habiendo dicho esto subió al altar, se
arrodillo con el emblema entre sus piernas y los otros
seis lo rodearon, y continuo diciendo: - ¡¡¡ Oh
dignísimo señor, escucha a los fieles que te siguen,
humildes a tu servís. Manifiéstate ahora. Oh señor de
este mundo; te abrimos la puerta y colocamos el
portal, usa a tu siervo, manifiéstate!!!- .
Nada aconteció, así que volvieron a repetir, pero
con más ímpetu: - ¡¡¡ Oh dignísimo señor, escucha a
los fieles que te siguen, humildes a tu servís.
Manifiéstate ahora. Oh señor de este mundo; te
abrimos la puerta y colocamos el portal, usa a tu
siervo, manifiéstate, ahora manifiéstate!!! -.
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Aquel o aquello a quien invocaban no dio señales.
De esta manera el orador principal se puso de pie,
golpeo siete veces con el cayado y por tercera vez
repitieron, y al ímpetu le sumaron esos repetidos
golpes.
Así decían: - ¡¡¡Oh dignísimo señor, escucha a los
fieles que te siguen, humildes a tu servís. Manifiéstate
ahora!!!…- Cuando Dorian aturdido salio de atrás y
dijo:- ¡Basta ya, en este mundo y en los demás hay
uno que tiene más poder, del cual ustedes no son
dignos, por falta de arrepentimiento!-.
Los religiosos se dispersaron abriendo el círculo
dejando en manifiesto una expresión confusa, hasta de
dicha porque frente a ellos estaba el elegido y de
temor, porque se mostraba con una fuerza extraña. La
cual debían vencer, ante la ausencia de su maestro, por
si solos y poniendo a prueba su fe.
Dorian exclamó entonces:- ¡Invoca tú a tu dios y yo
invocaré al mío, y veremos quien es el supremo!El religioso, como dando un grito intimidatorio
dijo:-¡¿Quién eres tú que vienes a desafiarme en mi
propia casa, a profanar el altar sagrado sobre el que
estoy parado?!. -YO SOY, EL QUE FUI Y EL QUE SERE. Soy merecedor
de desafiarte en tu morada.
Si soy vencido te entregare en sacrificio mi cuerpo,
mi alma y mi espíritu. Pero si tu dios no es capas de
vencerme se ira a donde pertenece hasta que los días
de tormento fuesen necesarios-. Respondió Dorian.
Sumiéndose en un mar de ira y furia el sujeto se ciñe
el cinturón, se acomoda más hacia delante la capucha,
apunta hacia El, el báculo, luego lo eleva, levanta su
otra mano y a decibeles de voz difíciles de alcanzar,
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grita: -Señor mío, manifiéstate, he aquí al elegido, que
ha venido a ti como se había profetizado. Muéstrale
tu poder, hazte presente y te ofreceré su sangre en
sacrificio por 666 años más de gloria…-. Y continúo
exaltando a la deidad que seguía sin dar señales.
-¡Y bien, estoy aquí!.
¡Acaso tu dios no te escucha!
Te demostraré que mi Dios no necesita de altares,
ni largas oraciones para manifestarse y demostrar su
superioridad.
Solo has dicho una sola cosa cierta, soy el elegido
para liberar a la serpiente del abismo o para
apresarla.- Dijo Dorian y con actitud de gran
autoridad alzo la Biblia, tomo su medallita, símbolo
sagrado del cristianismo y exclamó: - El Dios de todos
los dioses, que habita en mi te ordena que te
manifiestes ahora, que tomes las almas de estos
impíos sin arrepentimiento y te recluyas en las
profundidades del abismo, a donde has sido
condenado a vivir por tu orgullo y tus engaños. Esto
sea en el nombre de Jesús.-.
Dicha la última frase apareció sobre el altar, entre
ellos una figura sombría y demoníaca como jamás lo
hubiese imaginado. Era como un dragón con siete
cabezas de diferentes serpientes, que lanzaban gritos y
aullidos que sonaban a estruendos. Los siete cayeron
postrados de cara al suelo, como si nunca hubiesen
visto manifestarse a aquello a lo que servían.
La bestia lanzo gritos diciendo: -¡¡¡Apártate de mi
Dorian. No me atormentes. Tienes poder sobre mi,
pero yo sobre ellos, déjame habitarlos y te dejare en
paz a ti y a tu descendencia!!!-.
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Dorian se había arrodillado, con la medalla entre
sus manos y su frente pegada a las sagradas escrituras.
Oraba en silencio y seguramente, sin ser perturbado,
ni escucho la furia del pequeño discurso. Cuando se
incorporó, lanzo la medalla contra la bestia y esta
exploto como en una nube de polvo de azufre que
cubrió a sus seguidores dejándolos inmóviles, sin vida
en la posición en que se encontraban. Cierra los ojos
producto del impacto, escucha como caen cosas a su
alrededor en medio de una ráfaga de viento que, en un
fugaz azote, lo envolvió y tiró al suelo.
En ese instante escucha el sonar de unas campanas.
XXI
“Los engaños del dogma”
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Contempló el desastre luego, la destrucción de esa
morada, siete sujetos como estatuas encorvadas y la
puerta por la que había ingresado, no se hallaba.
Para salir, debería usar entonces la puerta por
donde ingresaron los desafortunados adoradores de
Satán. Tras esta había una escalera ascendente, que lo
condujo hasta otra más pequeña. Por esta ingresó a un
angosto pasillo por el que, tras una curva, salió a un
bellísimo jardín.
A solo pasos había personas con blancas vestiduras
largas, caminaban sin rumbo arrastrando sus pies
descalzos, mirando hacia ninguna parte y hablando
con nadie.
Se mezcla entre ellos y busca una salida. Bajo un
desnudo sauce hay una mujer, sentada en uno de los
bancos de cemento, se balancea tarareando una
canción y la oye.
- Esa canción, esa canción. Me resulta familiar-, pensó
en voz alta. Se detuvo a escucharla, era parte de su
niñez y mientras lo hacia, viajo a al país de los
recuerdos amenos. Y a su regreso dijo: -¡Mamá!;
¿mamá, eres tu?-. La mujer siguió meciéndose, había
callado y no respondió. Se le acercó y le tocó un
hombro con la intención de volver a preguntar, pero
antes de que pudiera hacerlo, ella puso su mano sobre
la de El y ahí sintió la dicha de reconocerla.
Por la
sortija que llevaba, esa mujer era su madre. Dejo caer
sus lagrimas, cuando hubo tragado saliva pudo
preguntarle: -¡Mamá!, ¿Qué te ha pasado?, ¿porque
estas aquí?, ¿Qué es este lugar?
Ella no contestó, se paró y solo quedó mirándolo,
con los parpados caídos, con expresión de tristeza.
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Después, con la lentitud que el desanimo apremia, se
marchó.
Dorian la sigue un tanto distante, sabe que aun hay
más misterios y no quiere ser descubierto. Además ha
encontrado a su madre y no quiere perderla otra vez.
Desde una ventana observó una muy amplia
habitación repleta de camas. Había un hombre, un
medico parecía, que le inyectó algo en el brazo a su
madre y la recostó.
Cuando levantó su cabeza lo
reconoció, era quien decía ser sobrino de la señora
Rivenson. Se preguntaba que haría en ese lugar. En eso
entró un clérigo, que por su vestimenta debía ser un
arzobispo, hablaba y tenía gestos de enfado, luego
salieron y se dirigieron al lugar de donde había salido
hacia unos minutos.
Aprovechó y entró a prisa por su madre. La ayudó a
levantarse y sirviéndole de apoyo, se dispuso a sacarla
de ese lugar. Salieron de ahí y a pocos metros estaban
transitando sobre los pisos brillantes de un lujoso y
bien adornado pasillo. A mitad de este se escuchaba
que conversaban, casi a modo de discusión, aminoro
su andar y escucho que decían: -¡¡¡Nuestra suprema
eminencia ha dicho que ya no tendremos respuesta a
nuestras plegarias .Que la llama que alimentaba
nuestra fe se ha apagado!!!Otro decía: -Yo vengo del templo. Estaba ahí
cuando todo tembló, nuestras imágenes sagradas
cayeron haciéndose pedazos, trozos de mamposterías
se desprendieron y de las copas de ceremonia salieron
llamasDorian volvió a retomar su acelerado paso y pronto
estuvo a un lado de las tumbadas banquetas del
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templo, vio que no fue exagerado aquel individuo en su
relato, todo estaba destrozado.
-¡La puerta azul, la puerta azul!- Dijo su madre y
señaló hacia delante, a un lado de la puerta de calle, el
portal principal.
Agitado porque debía cargar su cuerpo vencido,
miró hacia allá y le preguntó: -¿Cual puerta?; ¿Qué
hay ahí?
Antes de desvanecerse, ella, casi susurrando dijo –
Rae…Raechel…, Sant…SantiagoRecostó cuidadosamente sobre el suelo a su madre,
tratando de ocultarla tras las desordenadas banquetas
y busco la puerta azul.
XXII
“La puerta azul”
84
La puerta estaba a la derecha de la puerta de
entrada. Tenia un aspecto muy antiguo, eso se
descubría si se la miraba fijamente, porque formaba
parte de un mural que representaba la tentación de
Jesús. Solo que esta representación no respetaba el
orden y el significado de los hechos.
Se mostraba al tentador como un ángel, con una
serpiente estirada verticalmente a sus pies y con alas
similares a la de un murciélago, extendidas dejando
cubierto en sombras a Jesús, que era la mitad de su
tamaño.
Pero diferenció la vieja placa de madera del muro.
Esa era la puerta, aunque no tenia cerrojo. La empujó
con todas sus fuerzas, pero no cedió ni un milímetro,
parecía estar sellada. Se impacienta, sabe que no tiene
tiempo, que corre peligro si no sale pronto. En su
desespero recuerda: “…La serpiente es un demonio y
la clave por la cual se entra”. Y entendió; observó la
serpiente. Formaba parte de la escena, quería
transmitir un mensaje de superioridad, pero no
estaba pintada sobre el muro mismo, sobresalía
notablemente.
Dorian la sujetó y tiró de ella, esperó y no sucedió
nada; la giro seguidamente siete veces en dirección al
destruido altar y entonces si, la puerta se abrió
sostenida del eje, como si fuese un molinete.
Entro abruptamente y sorprendido, indignado,
hasta horrorizado, pero, insólitamente feliz,
contemplo a su hermana y a su hermano con seis años
más encima, pero también con señales de profunda
desidia.
Ellos se acurrucaron en un rincón, temerosos y
temblando. No se dieron cuenta que era El, su
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hermano mayor. Los llamo por sus apodos, los que
solo El utilizaba.
El hermano se paro con extrema angustia, lloró y
abrazó con gran fuerza mientras le pedió que los
sacara de ahí.
Levanto a su pequeña hermana que aun no
reaccionaba y los saco a ambos. Hizo su último
esfuerzo y huyo del lugar sacando también a su madre.
Los dos pequeños fueron durante esos años objeto
de los ritos secretos que allí se llevaban a cabo. Cada
noche, a las 3: oo utilizaban sus cuerpos para el
descenso de entidades oscuras, las cuales necesitaban
de dos espíritus débiles para poseerlos y hablar a
través de ellos.
XXIII
“La premonición”
86
Eran las 7 de la mañana, las campanas, distantes en
ese momento, así lo anunciaban.
Dorian estaba conmocionado, su Fe había cruzado los
límites de lo natural. Sentía gran dicha por haber sido
usado para dar fin a una organización satánica, pero
no dejaba de ser un hombre de carne y huesos, que
aunque tuviese fortalecido el espíritu en gran manera,
sentía las pérdidas hasta en lo más profundo del alma.
El sol estaba allá, situado entre los troncos de los
pinos anunciando que ese seria un gran día. El día en
que haría todo por recuperar su vida, en el que iría a
buscarla.
Estaba decidido a buscar a su amada sin
importar quien se opusiera, ni quienes o como los
rechazaran. A diferencia de su antepasado, no se
dejaría morir por amor, pelearía por el.
Percibió un aroma, un perfume que le resultába
familiar. Se detuvo, lo disfrutó por un momento y
comenzó a tener palpitaciones por eso. Es que había
reconocido esa fragancia. Por que era parte de sus más
íntimos recuerdos, quizás, porque le recordaba a la
suave piel de su más codiciado anhelo, Jazmín.
Recopilo recuerdos con el soplar de la brisa.
Por que lo percibía tan cerca, cuando Ella estaba tan
lejos; pensó en vos alta.
Como en el despertar de un sueño, se dio cuenta de
que percibía su aroma, más no podía verla y se hallo en
medio de la acera, solo y lleno en su afán por volver a
verla.
Había puesto a resguardo a su madre y hermanos;
debería, de esta manera emprender su viaje para
buscarla, con ella recuperar a sus hijos y juntos,
finalmente, como toda buena historia manda, ser
felices.
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Planeo su viaje, como haría para escapar con Ella de
regreso pese a que para la ley no cumplía todavía la
mayoría de edad, lo que dificultaba aun más las cosas y
partió a la estación de ómnibus.
Caminaba sumido en pensamientos y entusiasmo,
en fin, distraído, alejado de la realidad cuando, al
disponerse a cruzar una esquina, el toque de una
bocina lo perturbo. Se trataba de una escolta fúnebre
y el semáforo le daba posibilidad de paso; pero se
detuvo.
El coche principal se había detenido, como lo había
hecho el tiempo. Dorian observó la gente a su
alrededor que hace la señal de la cruz al pasar y
aunque le parezca una simbolización aberrante, la
conoce y sabe que la están haciendo al revés. En el
vidrio había una leyenda que decía: “En memoria de la
flor más bella que se marchito, hasta el centro de su
capullo”. Fijo la vista un poco más y dentro, sobre el
ataúd, podrían verse un par de escarpines.
Extrañamente no había coronas sino era rodeado, casi
hasta ser cubierto, por jazmines.
Vuelve a oír otro toque de bocina que lo perturba
nuevamente; es que se encuentra parado entre el coche
fúnebre y el primer escolta, ahora gira y la realidad es
que si hay coronas. Retrocede hacia la acera
permitiéndoles el paso.
Cuando todos los coches hubieron pasado, quedo en
medio de la calle un bonito jazmín, que cruzado
encima tenia, como si se hubiera caído por casualidad,
un trozo de cinta negra con una cruz roja que apuntaba
al extremó del tallo. Lo levantó, lo llevo hacia su nariz
y percibió un olor similar al del azufre; luego de esto
comenzaron a caer sus pétalos, inexplicablemente, a
88
sus espaldas oponiéndose a la dirección del viento. Los
junto uno por uno, hasta el último, el cual había
quedado a la entrada de una casa cuyo número era
666. Los que junto en total eran 18.
Dorian corrió de regreso. En la mitad del tiempo que
estuvo en llegar hasta donde lo hizo, ya estaba en la
puerta de lo que la gente creía que era una iglesia,
dedicada al catolicismo. Lo estaban esperando, lo
prendieron, más El no se resistió. Lo llevaron al
habitáculo detrás de la puerta azul y tirándolo dentro
lo dejaron a oscuras.
Horas más tarde se encendió una tenue luz entre
naranja y rojiza y aquel individuo que se encargaba de
inyectar a su madre, entro con vestidura ceremonial,
esta vez sin hacer uso de la encubridora capucha. Al
ver a Dorian las facciones de su rostro cambian, a las
que infunden cierto respecto, sabe que no trata con
cualquier sujeto y simplemente, casi en un tono
inseguro le dice: “Acompáñame, y no trates de verme
a los ojos”. Lo condujo al lugar de rituales, detrás del
jardín, donde había superado su prueba de fe.
XXIV
“La herencia”
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Tenían ahí, sobre el altar a Jazmín y a sus tres niños,
Karen, Steve y Mike; atados por las manos, con sus
pies orientados en posición pentagramal, sobre el
símbolo que los identifica.
El hombre que antes había visto con vestiduras de
arzobispo, ahora estaba vestido como uno de ellos y le
dijo: -¡¡¡Esta es tu verdadera prueba de fe. Es ahora
que debes demostrar que eres digno de la herencia,
que eres digno de ser llamado el elegido!!!Dorian respondió: -¡¿Qué quieres ahora?! ; ¡Los he
vencido por el Espíritu que habita en mi!El nuevo líder vio que su oponente no mostraba
duda ni inseguridad, tenía la certeza de ser el
vencedor. Ante esta situación de inferioridad
arremetió con lo que tenia planeado anticipándose a lo
que se enfrentaría y sin atreverse a minarlo
directamente a los ojos exclamo:- ¡Dorian,
demuéstrame quien eres realmente. Si eres capas de
dar la vida por los que amas, que eres capas de
someterte al peor dolor para evitarles cualquier
sufrimiento, de derramar hasta la ultima lagrima
para librarlos de cualquier angustia, de llenar
rebosantes las copas del sacrificio con tu sangre para
otorgarles la salvación!En tanto lo desafiaba lo vio mirarle fijo, y aun sin
mirarlo señalo enzima del altar y concluyo:- ¡Míralos!,
¿Crees que valen lo que tu vida, crees que merecen tu
sacrificio?
Dorian los miró, los tres pequeños lloraban y
Jazmín, con el mas angustioso de los ánimos, se
acariciaba la panza con los dedos. Entonces dijo:
-¡¡¡Déjalos en paz si es a mí a quien quieres. Libéralos,
mi vida doy por la de ellos!!!
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Creyéndolo vencido, se atreve a reír entre dientes y a
mirarlo de reojo; y ordena:- ¡Suéltenlos y dejen que se
despidan!, para que no digan luego que nuestra
iglesia es ajena a la compasión y a la piedad.- Y se
dirige a la salida riéndose burlonamente. Los que
estaban con el, lo siguieron.
Dorian se abraza y llora con ellos. Abraza a Jazmín y
la besa mientras toca su panza. Sabía que podría ser la
ultima vez que los vería. Se arrodillo delante de sus
pequeños, uno por uno y colocándole la mano sobre
sus cabezas oró a Dios para que los protegiera.
Sentía por momentos que no era capaz de
abandonarlos, así no fuera por su propia voluntad.
Quería decirle las cosas que no habían podido en los
días pasados, en ese momento y en los días que
vendrían, pero no le alcanzaría esa fracción de tiempo.
Se para delante de Ella, recorrió con las yemas de
los dedos hasta las puntas de cada filamento de sus
cabellos, toco sus ojos, recorrió sus labios y por sus
mejillas llego a su cuello. Se besaron, como debieron
hacerlo por ser la última vez, se mordieron hasta
mezclar su sangre, como quienes sellan un pacto
eterno. Luego se arrodillo y colocando su mano donde
se gestaba el pequeño que quizás nunca vería y oró.
Después le dijo: - Cuida a mis pequeños, son ahora
tuyos también. Cuando nazca mi retoño dile que
desde antes que naciera, profundamente lo ame;
como te estoy amando vida mía, estoy seguro que
nunca lo hice y aunque viviera mil años, no lo
volvería a hacer.
Acarició con suave ternura su rostro y continuó:
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“Recuerda mi amada, mi dulce Jazmín, transita la
calle que cae al río, en dirección contraria a la que
sale el sol sale, hasta la esquina del limonero vació.
Luego gira hacia donde apunta la rama seca y
toma el sendero que te guía al camino, que te lleva a
andar sobre adoquines, para que llegues al portón
cubierto de espinos.
Solo cruza ese portal y recuerda que allí siempre
estaré contigo, El duodécimo día de cada mes
madruga y mira en medio de los tres pinos, Te darás
cuenta entonces, que no los he dejado, que nunca me
habré ido, Sabrán que heredaron lo que yo, lo que da
autoridad, el Espíritu.
Jazmín, que en principio se negaba, finalmente se
marchó. Tomo a los niños que se aferraban, sumidos
en llanto, a los brazos de su padre y mirándolo hasta
que lo perdió de vista, salió. Caminó por la calle que
termina en el muelle del río, en dirección Oeste hasta
la esquina donde estaba el limonero que no daba fruto
y tenia una llamativa rama seca. Por donde esta
apuntaba fue, atravesando un sendero en un baldío,
que terminaba en una antigua calle de adoquines que
no tenía principio ni final. Andando por ella llego al
enorme portón que aun seguía cubierto por espinadas
enredaderas. Entró y dentro, se encontró, con quien
era entonces, su suegra.
Así estuvieron reunidos Jazmín, la pequeña Karen,
los pequeños Steve y Mike, la madre y los hermanos de
Dorian.
XXV
“El ultimo sacrificio”
92
En el templo oculto estaba Dorian, solo y a la espera
de lo que le deparaba según fueran los planes de
aquellos oscuros individuos.
El tenía un último objetivo, destruir definitivamente
aquella organización. Era un hecho que su familia aun
peligraba estando a solo un túnel, de 125 pasos, de
distancia. Los siete petrificados sobre el altar eran los
principales iconos de esa secta, pero quedaban aun
tres seguidores, que en su profunda fidelidad a estos y
su convencimiento de que era una justa doctrina,
harían lo imposible para mantenerla firme y recuperar
su esplendor.
Dorian es ahora el centro, entre el bien y el mal,
quien a heredado de sus antepasados, a través de las
generaciones, el espíritu oscuro, llamado Legión, que
le da el dominio sobre las almas descarriadas. Pero
también ha heredado la promesa de Jesucristo por
medio de la Fe puesta en El.
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,
para que este con vosotr0s para siempre: el Espíritu
de verdad, al cual el mundo, esto es a los incrédulos,
no puede recibir, porque no lo ve, porque necesitan
ver para creer, y no le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque por vuestra Fe, mora con vosotros, y
estará en vosotros. (Frag. Evangelio según Juan 14:
16,17)”
Es hallado por sus hacedores de rodillas, orando, en
silencio. Lo levantaron con exagerada violencia
lanzándolo luego sobre el altar. Ahí lo clavaron sobre
la madera que lo componía siguiendo la forma de la
estrella en el pentagrama, con la cabeza hacia el
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extremo central, las manos en los laterales y los pies en
dirección a los inferiores.
Dorian sintió como se desgarraban sus carnes y
como se astillaban sus huesos en cada golpe que daban
a los clavos. Hicieron 7 incisiones en cada brazo y en
cada pierna y sobre la frente tres 6 dispuestos en
triángulos.
El principal de ellos invocaba a las entidades por sus
nombres, una a una. Quienes lo acompañaban
elevaban su cuerpo clavado en el pentagrama. Una vez
que estuvo en posición vertical colocaron debajo una
bandeja de plata en la que fue cayendo su sangre.
Fue desangrándose poco a poco, dolorosamente y en
tanto se disminuía hasta su capacidad de ver,
murmuró: -El señor es mi pastor, y nada me
faltara,.. Aunque ande en valle de sombra de muerte.
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo…
(Salmo 23). Cuando estuvo totalmente ciego y mientras
oraba esto, tuvo visión del espectro blanco y que
lanzaba voces diciendo: -¡Sírvete de aliviar tu dolor;
pídemelo y te librare de tu agonía. No tienes que
hacer esto para salvar sus almas. Tu eres mas
importante que ellos, pues sálvate a ti mismo, eso no
es orgullo!”
Dorian supo que las intervenciones de aquella figura
nunca fueron en su beneficio, sino que lo condujeron,
con la intención de hacerle padecer, hasta el sitio en el
que estaba. Ahora, creyéndolo débil, buscaba que le
entregara su alma a cambio de que lo sacara de su
penosa situación. Pero sabía que su destino ya estaba
consumado, y aun con la visión que seguía incitándole,
tomo fuerza de espíritu y dejando la aflicción del
cuerpo, con la voz equivalente a la de una multitud
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eufórica y acallando la demoníaca invocación de su
opresor, exclamó: -¡¡¡ Avergüéncense todos los que
sirven a las imágenes de talla, los que se glorían en
los ídolos. Póstrense al Señor todos esos Dioses… El
Señor protege las almas de los elegidos, de la mano de
los impíos…!!! (Salmo 97)
Ý este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida
eterna; y esta vida esta en su Hijo. El que tiene al
Hijo, tiene la vida; y el que no lo tiene, no tiene la
vida. (2 Juan 5: 11,12).
El hombre que trataba, con fuerzas de cuerpo, espíritu
y alma, de despertar a sus deidades, sintiéndose
amenazado mando a que lo callasen. Golpearon sus
piernas hasta mutilar sus huesos, pero Dorian en
medio del inmenso dolor alzo más la voz en tanto
continuaba con la oración. Al ver que no callaba,
ordeno que le clavasen una daga en su costado
izquierdo. Así lo hicieron y lograron interrumpirlo,
pero con su último aliento, con la cabeza de lado, miro
hacia arriba y dijo: - Señor perdónalos, aunque estén
llenos de pecados, sucias sus almas, sus corazones
divididos, son tus hijos. Son las ovejas que se han
descarriado (Mateo 18: 10-14), tu eres el buen pastor
(Juan 10: 7-21), guíalas hacia tu rebaño. Están
confundidos, no saben lo que hacen.
Te entrego mi Espíritu, mi cuerpo y mi alma.Habiendo dicho esto expiró. Todo comenzó a temblar,
los que le habían mutilado, cayeron de cara al suelo y
rompieron en llanto; los que habían quedado como
estatuas estallaron en miles de cientos de diminutos
granitos de sal y los cubrieron. Cuando esto aconteció,
ellos comenzaron a lanzar gritos de desespero,
suplicaban que no los consumiera el fuego, sus
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cuerpos se retorcían, sus rostros se desfiguraron y sus
voces se agudizaron.
De los ojos de Dorian salieron sus últimas gotas de
sangre y la que estaba dentro de la bandeja fue
consumida por fuego. El mismo fuego que consumió su
cuerpo y lo evaporo. Se oyó una voz, como en medio de
un estruendo, que dijo: - El fuego ha consumido la
carne, mas su Espíritu ha sido liberado; y el de quien
arrepentido se convierte y es apartadoCeso el temblor, y un viento fugaz, en un soplar, se
llevo la sal dejando los cuerpos descubiertos. De ellos,
solo uno pudo levantarse. Ese fue el arzobispo, que
tirando de sus cabellos en un gesto demencial, lloro
como un niño, por tres días y tres noches, sin salir de
ahí, sin beber agua, ni ingerir alimentos, hasta
desfallecer y quedar profundamente dormido.
Algunos días después, despertó, sin tener recuerdos
de aquel suceso. Regreso a su Iglesia, la reconstruyo,
se deshizo de toda imagen en cuadros, murales y
estatuas y predicó acerca del mensaje de salvación por
medio de Jesucristo.
En su primer discurso dijo: - ¡¡¡Porque quien murió
por nosotros en la cruz fue Jesús, solo a el
brindaremos nuestro respeto, lo demás son vanas
distracciones a nuestra doctrina. Con su Sacrificio
nos otorgó el perdón y por El tenemos el derecho a
recibirlo en Espíritu; y solo en su nombre pediremos a
uno solo, a nuestro padre. Porque esta escrito “todo lo
que pidieres al Padre en mi nombre, lo haré, para que
el Padre sea glorificado en el hijo Si algo pidieres en
mi nombre, Yo lo haré (Juan 14: 13,14).”
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En la mansión, cada 12, de cada mes, entre el
triangulo que forman los pinos; a la hora que en la
madrugada titila con más fuerza el lucero, el Espíritu
de Dorian aparece, aquel jazmín aunque sea otoño
florece y la brisa les lleva sus susurros desde el Oeste.
Porque quien ama, nunca abandona a sus seres
amados, así Jesús para con todos nosotros, así Dorian
para con aquellos por los que dio la vida.
“FIN”
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