Cuando el fútbol marca tu vida Por Patricia Moreno Muchos eventos pueden marcar tu vida, para mi, uno de esos momentos fue el Mundial de Estados Unidos 1994; fue un momento que contribuyó a la persona que soy ahora y que aún al recordarlo se me pone la piel de gallina. A ese mundial llegamos luego de ganarle a Canada. Un partido cardiaco. Nuestro DT era Miguel Mejía Barón y sí, digo nuestro, porque para mi todos perdemos o ganamos, aunque la friega se la metan 11 y ahí estaba el ídolo de México, Hugo Sanchez… de él llegó el primer gol, el segundo llegó con una gran de jugada de Luis Flores, después pase cortito de Hugo, y el “Abuelo” Cruz llegó a rematar. ¡Ganamos! Nos íbamos a octavos de final. La gente fue al Ángel de la Independencia a festejar con un “vámonos al ángel, vámonos al ángel”, mi hermana mayor quería ir con sus amigos. Mi mamá, con las anécdotas de violaciones y borrachos en eventos masivos, prefirió acompañarla y de paso llevarme a mi. La gente gritaba, coreaba el cielito lindo, las porras: “Bulgaria va a probar el chile mexicano y se lo vamos a dar muy bien recetado, duro, duro, duro equipo duro”. Yo sólo tenía 10 años y no le entendía a sus albures pero por las risas sabía que era algo pícaro y divertido. Todos ondeaban banderas y todo era un ambiente de festejo. Entonces llegó el tan ansiado México vs Bulgaria. Ese martes no fui a la escuela, México se sentó a ver el mundial. Mi mamá y yo vimos el partido en su cuarto, ella no es muy aficionada pero era un juego de México. Cada vez que llegaba el balón hacia la portería del equipo mexicano, decía “Siscala, siscala, burro panzón” y daba grititos. A los pocos minutos de iniciar el encuentro nos metieron el primero; ella me miró y me dijo: “no importa, aún falta mucho tiempo”. Mi mamá cruzaba los dedos con cada llegada de la selección mexicana, y yo levantaba brazos y manoteaba como había aprendido de mi papá. México llegaba y llegaba, y no veíamos para cuando iba a caer ese tan anhelado gol. De repente, Luis Roberto Alves “Zague” hace un recorte en el área chica y… ¡PENAL!, gritamos las dos. Cuando García Aspe cobra y anota, la esperanza llegó a nuestros corazones. Mi mamá comenzó con el “Si se puede, sí se puede”, estaba llena de emoción. Transcurrían los minutos y Jorge Campos atajaba una y otra vez, y nosotros llegábamos y llegábamos pero no entraba el balón. Miguel Mejía Barón no metía a Hugo Sánchez, a nuestro pentapichichi, al héroe de mi papá. Todo México se preguntaba por qué. Se acabó, mi mamá me miró con tristeza… nos íbamos a los penales. Su cara mostraba angustia y yo sin duda sentía que se me apachurraba el pecho. Y comenzaron los penales: Primero falló Garcia Aspe, sí, ese mismo que nos había llenado de esperanza, nos la quitaba. Y luego ellos… Jorge Campos se posicionó y… ¡LA PARÓ! Volvíamos a respirar. Luego falló Marcelino Bernal. Dimos un suspiro lento y pausado como si se nos empezara a ir la vida. En cambio los Bulgaros anotaban su penal. Jorge Rodríguez tampoco anotó. Ya empezábamos a llorar pero bien dicen que la esperanza muere al último. Todavía nos faltaban 3 penales pero los Búlgaros ya habían anotado cuatro. Esa esperanza nos duró poco: Claudio Suarez nos dio un poco de vida. Sólo necesitábamos que ellos la volaran o que Campos la parara pero eso no pasó. Mi mamá y yo lloramos desconsoladas y abrazábamos fuerte. Ella me decía: “Debió de haber metido a Hugo”. Había tanta tristeza y desolación, como si hubiera pasado algo de vida o muerte. En ese momento supe que el futbol, así como la música, representaría para mí un mundo aparte; un espacio muy íntimo que al jugar me alejaba de todo y al verlo me volvía sorda. En ese mundial conocí la pasión compartida, las lagrimas, las risas, los anhelos, un país esperanzado… “Ya será para el siguiente mundial”. Ahora, cuando voy a los estadios o veo cualquier partido de futbol, lo vivo como cuando tenía 10 años, me apasiona y me emociona. Cada que puedo, trato de compartir con mi familia algún partido en casa con alitas y cervezas, de reírnos y disfrutar, o de angustiarnos, pero juntos, como cuando estaba pequeña. Y es que hay cosas que se aprenden y otras que se heredan, en mi caso fueron ambas. ¿En la tuya? ¿Aún recuerdas cual fue ese partido que te marcó? ¿Cuál fue el gol que lloraste? ¿Aún te llenas de esperanza con el inicio de algún torneo? Brasil 2014: ahí estaremos, coreando, inventando nuevas porras para los contrincantes, aplaudiendo, regañando al DT, a los jugadores y siempre vendrá a la conversación Hugo Sanchez. Y al final… Siempre tendremos el siguiente mundial. [Recuadro1] Entendiendo la importancia del fútbol En el libro Los bárbaros (Anagrama), Alessandro Baricco cuenta que cuando estaba pequeño, los domingos eran domingos de fútbol en la televisión. Veía partidos de la liga italiana, diferidos, y sólo un fragmento antes del noticiero. Y eso era todo el fútbol que se veía en el mundo de Baricco, allá por los años 60. Ahora nos volveríamos locos: acostumbrados a ver algo de futbol todos los días, aunque sea la repetición de las jugadas más importantes del fin de semana, no sólo de la Liga MX, sino de la española, la inglesa y de los diversos torneos que tienen lugar a lo largo del año. La anécdota del futbol que Baricco cuenta en su libro es sólo un pretecxo para hablar de algo más: El cambio cultural que vivimos en este siglo XXI, que alcanza su máxima expresión con la llegada de internet, y cuya consolidación tiene lugar con la aparición de Google. Los cambios ocurridos en el fútbol a partir de la aparición del concepto Futbol Total, en 1974, son un reflejo del cambio en nuestra forma de concebir el mundo en los albores del siglo XXI. Otros libros imperdibles sobre fútbol: El fútbol: A sol y sombra, de Eduardo Galeano (Siglo XXI Editores) Balón dividido, de Juan Villoro (Planeta). Historias insólitas de los mundiales de fútbol, de Luciano Wernicke (Planeta).