CAPÍTULO XXI. Donde se trata de el dios Huitzilupuchtli, lla mado

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JUAN DE
TORQUE~LADA
[LIB VI
Donde se trata de el dios Huitzilupuchtli, lla­
mado de los antiguos, Marte; muy querido y celebrado de
estas gentes indianas, en especial de mexicanos; y se dicen
embustes de el demonio, mezclados con misericordias de Dios;
y de cómo fingió nacer de mujer
CAPÍTULO XXI.
UITZILUPUCHTLI, DIOS ANTIGUO Y GUIADOR de los mexicanos,
es nombre eompuesto de varios significados. Unos dicen
r que se compone de este nombre Huitzilin, que es un paja­
rito muy pequeño, verde y hermoso, que chupa flores y se
mantiene de aquel sudor y humedad que despiden o engen­
dran en sus hojas; y de otro nombre, que es llahuipuchtli,
que quiere decir nigromantico o hechicero que echa fuego por la boca. Y
de estos dos nombres cortados se compone Huitzilupuchtli y con él se nom­
bra este diabólico Marte indiano. Otros dicen que de Huitzili. que es aquel
pajarito y Opuchtli, que es mano izquierda; y así dirá todo el compuesto
mano izquierda o siniestra, de pluma relumbrante, porque este ídolo traía
de estas plumas ricas y resplandecientes en el molledo del brazo izquierdo.
Yo tengo para mí que ambos significados le cuadran y son propios, por lo
que de este infernal dios diremos: Este dios así nombrado fue el que traje­
ron los mexicanos, el cual, dicen, que los sacó de su tierra y trajo a esta
de Anáhuac, donde se hicieron tan señores absolutos y poderosos y con
tanto nombre, como en otro tiempo los romanos lo tuvieron en el mundo,
cuyo origen y principio es muy vario entre los mismos que le adoraban,
contando de él fabulas y mentiras, como en las naciones antiguas se dijeron
de Marte, dios de las batallas.
Este dios, unos creían ser puro espíritu, y otros, nacido de mujer; y
éstos cuentan su historia de esta manera: Junto a la ciudad de Tulla (que
aunque ahora es pueblo pequeño, era muy grande en su paganismo y genti­
lidad) hay una sierra, que se llama Coatepec, que quiere decir en el cerro
de la culebra; en éste hacía su morada una mujer llamada Coatlycue, que
quiere decir faldellín de la culebra, la cual fue madre de muchas gentes. en
especial de unos indios llamados centzunhuitznahua. y una mujer. cuyo
nombre era Coyolxa].lhqui. Esta mujer, según mentira de los antiguos, era
muy devota y cuidadosa en el servicio de sus dioses, y con esta devoción
se ocupaba ordinariamente en barrer y limpiar los lugares sagrados de aque­
lla sierra. Aconteció, pues, un día, que estando barriendo, como acostum­
braba, vio bajar por el aire una pelota pequeña, hecha de plumas, a manera
de ovillo hecho de hilado, que se le vinp a las manos, la cual tomó y me­
tió entre las nahuas o faldellín y la carne, debajo de la faja que le ceñía
el cuerpo (porque siempre traen fajado este género de vestido). no imagi­
nando ningún misterio ni fin de aquel caso. Acabó de barrer y buscó la
pelota de pluma. para ver de qué podría aprovecharla en servicio de sus
dioses, y no la halló. Quedó de esto admirada y mucho más de conocer
CAP XXI]
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con intento más de defenderse
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MONARQUÍA INDIANA
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en sí, que desde aquel punto se había hecho preñada. Fuese a su casa
con este cuidado, la barriga comenzó a crecer y ella a no poder disimular
ni encubrir su preñado. Los hijos que fiaban mucho de la virtud de su
madre y creían ser muy honesta, viendo acto contrario a su opinión y pre­
viniendo la afrenta que de semejante caso podía venirles de los que la co­
nocian, determinaron de matarla, porque con su muerte se atajase el parto
y pagase la madre que creían ser adúltera. Este consejo fue de todos, en
el cual la que más clamaba, e incitaba, era Coyolxauhqui (porque es muy
propio de mujeres acriminar en otras la culpa de que ellas son notadas y
quieren repentina y acelerada venganza, en 10 que con amor propio apete­
cen para sí misericordia).
Aunque es verdad que estos centzunhuitznahuas determinaron de matar
a la madre, no luego se resolvieron en darle muerte, o porque temían el
caso o porque se condolían de poner las manos y ofender las entrañas en
que anduvieron y así dilataron su ejecución; y como en todos los conse­
jos que constan de muchos, nunca falta o quien haga traición y declare el
secreto o que sea aficionado de la parte contra quien se trata, así en ésta
hubo un hijo que se lo avisó y certificó la determinación de matarla. La
mujer, que no se hallaba culpada, sentía el daño y lloraba su poca defensa,
porque le parecia cosa grave hacerles creer que sin acto, ni ayuntamiento
de varón, pudiese haber acaecido su preñado. En medio de estas cuitas y
aflicciones, dicen los que lo cuentan, que oyó una voz que parecía salir de
sU mismo vientre y entrañas que le dijo: madre mía, no te congojes ni re­
cibas pena, que yo lo remediaré y te libraré con mucha gloria tuya y esti­
mación mía.
y a esta sazón venían todos los conjurados (vencidos de su pasión y
olvidados del honor materno) a ejecutar su intento y muy armados, para
si hallasen alguna resistencia oponerse a ella; venía delante Coyolxauhqui,
su hija, como capitán y caudillo de este matricidio; y puestos a vista de la
madre, parió repentinamente, de cuyo parto nació Huitzilupuchtli, el cual
traía en la mano izquierda una rodela, que llaman tehuehueli, y en la dere­
cha un dardo o vara larga de color azul, y su rostro todo rayado del mismo
color, en la frente un gran penacho de plumas verdes, la pierna izquierda
delgada y emplumada y pintados y rayados ambos muslos de azul y los
brazos. Ésta fue la forma con que apareció en este parto y nacimiento el
demonio. Hizo aparecer allí luego una forma de culebra hecha de teas
(que llamaron Xiuhcoatl) y mandó a Un soldado, llamado Tochancalquí,
que la encendiese y Con este apercibimiento aguardaron a los enemigos que
ya venían con grandes voces a dar la muerte a su madre y a todos los que se
la defendiesen. Salióles al encuentro Huitzilupuchtli, y sin aguardarles ra­
zones, mandó a Tochancalqui que con la culebra encendida abrasase a
Coyolxauhqui como a la más culpada en el consejo y traición, lo cual
hecho (de que luego murió) fue Huitzilupuchtli contra los demás; ya pocos
golpes conocieron la ventaja que les hacia y la fuerza y peso de su brazo,
con lo cual le cobraron muchísimo temor y comenzaron a retirarse, sólo
con intento más de defenderse que de ofender; pero no les valió ni muchos
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ruegos que le hicieron, pidiéndole de merced la vida, porque no hallaban
remedio para salvarla; finalmente los mató y entró en sus casas y las saqueó
y hizo a su madre señora de los despojos. De este caso tan prodigioso to­
maron asombro los que lo supieron y llamáronle Tetzahuitl, que quiere
decir espanto o asombro; y de aquí tomaron ocasión de recibirle por dios,
por eonocer que habían nacido de madre y no de padre.
A éste tuvieron por el gran dios de sus batallas, porque decían haberle
hallado muy favorable en ellas. Y no hace disonancia creer que éste fue
aquel antiguo Marte, conocido de otras naciones y festejado por dios de
las guerras, el cual llamaron Marte, como dice San Isidoro. 1 Porque la
guerra siempre es hecha por los varones, que en latín se llaman Mares; y
es tanto como si dijésemos: hecho de varones; y también le llamaron Marte
(según el mismo) porque de este acto se denominó la muerte, por ser muy
ordinaria en los que salen a las guerras, por no haber seguridad de una
ni otra parte, antes es 10 ordinario morir, si no todos, a lo menos los más
o algunos que raras veces acontece (o pienso que ninguna) que acometidos
los ejércitos haya victoria sin muerte de algunos, por pocos que sean. Por
esto llamaron los antiguos a este dios adúltero, porque no aseguraba las
vidas de los soldados y gente de guerra, como si quisiesen decirle: infiel
y de poca fe a los que se ofrecian a vivir en la milicia.
A este Marte (dice el glorioso San Agustín)2 constituyeron dios de las
batallas, porque fue homieida; y según las fábulas poéticas le dio Júpiter
autoridad (como cuenta Diodoro)3, que hallase las armas y armase a la
gente de guerra y enseñase a pelear. Todo esto vemos en nuestro Marte
indiano, llamado Huitzilupucht1i, porque él alentaba a los mexicanos a las
batallas; y les dio las armas con que peleaban, que era una caña larga, a
manera de dardo, con un pedernal por remate, que tiraban con cierte arti­
ficio, que llamaron atlatI. También dice Lactancio,4 que por ser dios ho­
micida, y no hallando los antiguos oficio que poder darle, le atribuyeron
este nombre de dios de batallas. por no hallar cosa natural que poder en­
comendarle; y por esto le dieron a cargo aquella cosa que los hombres
más aborrecen y tienen por más odiosa y menos deseada, que s?n las gue­
rras y batallas, como a quien ya sabía de muerte y de matar. Esta es una
razón harto ignorante de los que la dieron para recibir por dios a este ho­
micida y matador, porque por la misma (si hubiera de valer) se había de
recibir Caín, que fue el primer hombre homicida y matador del mundo,
que mató a su hermano Abel; pero como los que yerran no tienen más
razón para errar que su propia ceguera, ésta bastó en los-pasados para
persuadirse a tan fiaca y frívola razón y recibir con ella un dios juzgado
por otros (como dicen muchos, y San Agustín5 10 refiere) como homicida.
que fue y malhechor.
Div. Isidor. lib. 8. Ethyrno!. cap. 11.
Div. Aug. lib. 18. de Civit. Dei. cap. 10.
3 Diod. Sieu!. Bibliot. lib. I.
4 Lactant. lib. 1. cap. 10.
s Div. Aug. lib. 18. de Civit. Dei. cap. 10.
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CAP
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En otra cosa convinieron estos dos Martes: antiguo e indiano y fue, que
según opinión común y muy seguida de muchos, de este antiguo Marte,
se denominó aquel lugar de Atenas, llamado Areópago. donde San Pablo
predicó a los sabios atenienses, y convirtió a Dionisio, como se cuenta en
los Actos,6 porque dicen haber sido en él juzgado de los doce dioses a cuya
parte y favor se inclinaron los seis de ellos, por lo cual fue libre de la ins­
tancia y el lugar (como se ha dicho) nombrado de su nombre? De este
parecer fue Juvena1,8 y Pausanias.9 Y San Agustín lO refiere esta opinión,
con palabras expresas de Varrón. No quiero poner en cuestión difinitiva, si
fue ésta la causa o otra, por la cual llamaron a este lugar Areópago; pero
quiero decir con todos los más, que mejor sienten de este caso, que este
lugar era dedicado a Marte, porque en él se juzgaban las causas de muerte
de doce jueces diputados de la república para ello,u como en la nuestra
los alcaldes de corte, a diferencia de los oidores que juzgan lo civil, para
lo cual había otro juzgado en aquella ciudad, constituido de cincuenta va­
rones, aunque éstos eran anuales y los otros perpetuos. Este lugar le lla­
maban los atenienses Areópago, al cual llama Estéfano,12 promontorio,
porque era alto y levantado del suelo, hecho de tierra y piedra, que si no
era muy alto, era al menos a la manera que en esta de esta Nueva España
se le formó el templo a este sanguinolento dios, donde también no sólo
eran sentenciados a muerte los hombres, pero morían en él, añadiendo el
demonio en este Areópago indiano la ejecución de las cosas que se solían
sentenciar en esotro de Atenas; y así como en aquel ateniense presidía Mar­
te, en este indiano, no sólo presidía como matador, sino que era como dios
adorado y reverenciado.
CAPÍTULO XXH.
Donde se trata del dios Paynal, que fue la
diosa Bellona de los antiguos
llamado Paynal,
el cual era también dios de batallas y coadjutor de Huitzilu­
puchtli. De donde se echa muy bien de ver el desatino de
esta multiplicación de dioses, como que la deidad (si fuera
verdadera la que atribuían a Huitzilupuchtli) tuviera nece­
sidad de coadjutor. Y no es de solos estos indios, que pri­
mero tuvieron este error los antiguos,l diciendo San Agustín, en los libros
de la Ciudad de Dios, que a Juno la constituyeron diosa de las batallas, y
TRO DIOS TENÍAN ESTOS INDIOS MEXICANOS,
• Ac. ApoSL 17. Alex. ab Alex. Dier. Genial. lib. 3. cap. 5. et lib. 6. cap. 11. Rhodigin. lib. 7. cap. 14. 8luv. Sato 9. 9 Pausan. in Atticis, lib. 1. cap. 1. 10 Div. Aug. lib. 18. cap. 10. 11 Plin. lib. 7. RisL Nat. ReJa. c. 15. 1. Rist. Libanius in Orat. in defension Martis. 12 Steph. Bizant. de Urbis. 1 Honorius 1. 5. I1íad. Virgíl. 1. et 2. Aen.
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