Tema 11. Consolidación del estado liberal.

Anuncio
Tema 11. Consolidación del estado liberal.
Oposición al liberalismo. El carlismo y la guerra civil:
En 1833, inmediatamente después de la muerte de Fernando VII, Don Carlos, desde
Portugal, exigió sus derechos como Rey (Manifiesto de Abrantes). Fue proclamado Rey
en diversas ciudades, formándose varias partidas carlistas dispersas por todo el
territorio.
Junto a la evidente reivindicación dinástica, el carlismo, compuesto por los absolutistas
más intransigentes, reclamaba el legitimismo (derecho sucesorio masculino) y la
<<alianza entre altar y trono>>.
La composición social de los carlistas se fundamenta en la parte más conservadora de la
nobleza y del ejército, los gremios de artesanos amenazados por la industria, el bajo
clero y el campesinado más reacio al nuevo sistema.
Territorialmente, el mayor arraigo fue en el norte, por su condición rural y
conservadora. E incluso, en el caso de navarros y aragoneses, por la esperanza de poder
recuperar sus propias leyes, abolidas con los Decretos de nueva planta.
Primera guerra carlista (1833-1839)
El bando cristino, a favor de la regente María Cristina, madre de Isabel II, se compuso
de la mayoría de los generales del ejército, las altas esferas del clero, las clases medias y
una parte del campesinado, situada en el sur. En esencia liberales y absolutistas
reformados.
Este bando contó con el apoyo diplomático en alianza, de Inglaterra, Francia y Portugal.
Los carlistas no contaron con apoyo expreso, pero sí con la simpatía del imperio
austriaco, prusiano y ruso.
La guerra comenzó favorable para el bando carlista, pero en 1835, con la derrota en el
asedio de Bilbao y la muerte del Gral. Zumalacárregui, su mejor estratega, los carlistas
se emplearon en numerosos intentos de expansión hacia el sur, sin éxito, incluso con el
fallido asedio de Madrid, en 1837.
Tras esto, se estancaron en una actitud de defensa agotadora que llevó al Gral. Maroto a
negociar con el Gral. Espartero, llegando en 1839 al Abrazo de Vergara. En el que
Navarra renunciaba a ser un reino, a cambio de la Diputación foral, que otorgaba la
condición de autonomía en la administración de impuestos, y otras competencias
administrativas.
Guerras segunda y tercera (1846-1849 y 1872-1876)
Tras la muerte de Don Carlos, exiliado en Austria, transmitió sus derechos a su hijo, que
pretendió al trono con el nombre de Carlos VI (Carlos Luis de Borbón y Braganza).
Dando lugar a la segunda guerra carlista. Ésta, comenzó en Pirineos con varias partidas
que mantuvieron en jaque al ejército isabelino. Poco después fueron vencidos, dándose
la guerra y el carlismo por acabados.
Así fue hasta 1872, cuando, tras la caída de Isabel II y la venida del extranjero Amadeo
de Saboya, el nieto de Carlos Mª, usando el nombre de Carlos VII pretende al trono,
como hicieron su padre y su abuelo en la llamada tercera guerra. Esta vez, el carlismo se
asienta en Navarra y País vasco. La guerra termina en 1876.
Evolución del Régimen liberal.
Regencia de Mª Cristina.
Originalmente, Mª Cristina no era liberal, pero la necesidad de recabar apoyos para la
guerra, la obligaron a complacer a los conjuntos sociales de ideología liberal, llamando
a Martínez de la Rosa como secretario de estado. Él consiguió la cuádruple alianza para
el bando cristino, y decretó la amnistía para permitir el regreso de los liberales exiliados.
Permitió una limitada libertad de prensa y reestableció la milicia liberal. Pero también
dio muestras de cierto carácter conservador cuando promulgó el Estatuto real,
convocando unas cortes bicamerales y elitistas, que dejaba a la corona una considerable
holgura en el poder legislativo y de veto. Dividido el bando liberal Martínez de la Rosa
perdió popularidad.
El nuevo jefe de gobierno, Juan Álvarez de Mendizábal aprobó unas importantes
medidas de guerra, decisivas para la victoria cristina. Las medidas políticas y sociales
fueron claramente liberales y destinadas a desmantelar el sistema del antiguo régimen.
Entre ellas destacan: Libertad de prensa y Desamortización de bienes eclesiásticos.
Estas medidas enfrentaron a los moderados y a la regente, que dictó la dimisión de
Mendizábal en 1836.
El intento de la regente de volver al moderantismo, desencadenó la insurrección
progresista que culminó con la sublevación de la Guardia Real en el palacio de la
Granja. Mª Cristina entregó el poder a los progresistas y se reestableció la constitución
del 12. Se continuó demoliendo el absolutismo, se puso a Espartero al mando de la
dirección de la guerra.
En 1837, las cortes vigentes redactaron una nueva constitución. Esta vez el articulado
pretendía satisfacer por igual a progresistas y a moderados con cortes bicamerales y un
sufragio censitario muy restringido que dio aparente estabilidad a la gestión de la
regente. Esto se mantuvo hasta 1840 con una nueva insurrección que obligó a Mª
Cristina a dimitir y ser sustituida por el General Baldomero Espartero.
Regencia de Espartero. (1840-1843)
El general contaba con el apoyo de los progresistas y los otros jefes militares, pero su
política autoritaria a la hora de reprimir protestas hizo que su popularidad se fuera
deteriorando. Este deterioro culminó con el bombardeo a Barcelona, para ’’sofocar’’
una revuelta. De nuevo, a través de una sublevación, se forzó la dimisión de Espartero.
Tras esto, el artífice de la sublevación que derrocó a Espartero, El Gral. Narváez, tras
varias manobras políticas, consiguió instaurar un sistema autoritario ultraconservador y
hacerse con el gobierno del país en 1844.
Reinado de Isabel II. (1843-1868)
En 1843 se otorgó por votación la mayoría de edad a Isabel II, comenzando ésta su
reinado efectivo a los 13 años. Fue un periodo regulado por la constitución de 1845, que
por su carácter conservador, permitió una sucesión de gobiernos autoritarios, dado el
restringido sufragio. Manteniendo a los altos cargos del ejército en los puestos de
gobierno se conseguía estabilidad frente a sublevaciones y carlistas, dejando a la
mayoría del país fuera del ámbito político.
La década moderada. (1844-1854)
Los primeros años de reinado de Isabel, estuvieron protagonizados por el Gral. Narváez,
de ideología moderada, fue el principal precursor de la constitución de 1845. Mantuvo
al ejército alejado del ámbito político hasta el final de la década, cuando cedió el poder
a otros generales (Bravo Murillo).
La constitución vigente, cumplía con todos los requisitos necesarios para un sistema
autoritario conservador. Sufragio muy restringido y cortes representadas por diputados
elegidos por la corona, con cargo vitalicio, de las esferas sociales más altas. La corona
tenía potestad para disolver las cortes y reelegir nuevos diputados.
Se fundó la Guardia Civil, como cuerpo destinado a la protección de la propiedad en
zonas rurales y se renovó el código penal.
Se retomaron las relaciones con la iglesia, rotas por la desamortización. El papa firmó el
concordato de 1851 reconociendo a Isabel II como reina y asumiendo la pérdida de los
bienes vendidos, a cambio de financiación y el control de la censura y la enseñanza.
De nuevo la estabilidad se vio truncada, esta vez por la suspensión de las cortes y el
autoritarismo extremo del gobierno. Esto propició una nueva rebelión.
El bienio progresista. (1854-1856)
La revolución de 1854 comenzó con el fallido golpe de estado del Gral. Leopoldo
O’Donnell. Fracasó en la Vicalvarada. Pero los rebeldes reaccionaron y publicaron una
proclama, el Manifiesto de Manzanares, provocó la revolución, y en julio se perpetró el
golpe obligando a Isabel a entregar el poder a Espartero. Se reeligieron diputados en
cortes y se redactó la constitución de 1856, que no llegó a entrar en vigor.
En julio de 1856 los militares opuestos a Espartero convencieron a la reina para que lo
sustituyera por O’Donnell. Este fue el fin del bienio y de la experiencia progresista.
El gobierno de la unión. (1858-1863)
Tras dos años de gobierno de Narváez, la reina confió el gobierno a la Unión liberal,
que lejos de ser la unión entre progresistas y moderados que fue en un principio, se
había tornado un partido consolidado en el conservacionismo.
La política exterior se caracteriza por fomentar el sentimiento patriótico y sirvió para
distraer al pueblo de los problemas internos. Se envió expedición aliada a Francia a
Indochina. Un intento de colonizar Marruecos desato la guerra. También hubo guerra
contra Perú y Chile.
La crisis final del reinado. (1863-1868)
El desgaste llevó a O’Donnell a dimitir, viéndose sucedido por varios gobiernos
autoritarios e inestables. Los progresistas desistieron de su intento de gobierno,
uniéndose a demócratas y republicanos a denunciar a la propia Isabel II, dirigidos por
Prim. Poco a poco la popularidad de la reina Isabel se desmorona, sumándose esto al
Crack de la bolsa europea (1866) Y a algunos escándalos políticos como la noche de
San Daniel (Nueve estudiantes asesinados por la policía en plena manifestación)
La unión de los partidos demócrata y progresista se consolida contra Isabel con El Pacto
de Ostende.
Revolución de 1868 y constitución de 1869.
Revolución.
La Gloriosa fue un golpe militar convertido en revolución por los numerosos intereses
que en ella confluyeron. En la batalla de Alcolea las fuerzas sublevadas vencieron y
enviaron a Isabel II al exilio.
El nuevo gobierno, encabezado por Prim, Serrano y Sagasta estableció la normalidad
institucional y convocó elecciones constituyentes.
Constitución de 1869.
Las elecciones se celebraron bajo sufragio universal masculino, con plena libertad de
prensa y un gobierno definido como monarquía parlamentaria con estricta separación de
poderes, cediendo el legislativo a las cortes y el ejecutivo al rey, para ejercerlo a través
de ministros. Fue la primera constitución democrática española e incluía una detallada
declaración de derechos. Aprobó la libertad de culto y el compromiso del estado de
mantener el clero católico.
Gobierno de Prim y la búsqueda de un rey. (1869-1870)
Serrano llevó la regencia, y Prim formó un gobierno con progresistas y demócratas. Se
liberó el mercado en una política librecambista y se puso en circulación la peseta.
El nuevo gobierno tuvo que enfrentarse a la guerra en Cuba. En medio de la gran
agitación social, Prim se encargó de buscar un rey al gusto del resto de gobiernos
europeos y de las cortes. Finalmente nombró al príncipe italiano Amadeo de Saboya.
Reinado de Amadeo I y la I república.
Amadeo desembarcó en Cartagena al día siguiente del asesinato de Prim. Sin el
promotor de su llegada, el reinado de Amadeo fue un fracaso. Por la desconfianza hacia
su dinastía. Poco a poco Alfonso, el hijo de Isabel II fue ganando popularidad,
representado por Cánovas, en las élites del país.
A esta inestabilidad se sumó el agravio del conflicto cubano y la tercera guerra carlista.
Ante esto, Amadeo I presentó su abdicación en 1873. Esa misma noche, el congreso
proclamó la I República.
La I República y la Constitución de 1873.
El Congreso eligió a Estanislao Figueras como jefe de un gobierno de republicanos,
regulados por las cortes con normalidad.
Esta república surgió sin suficiente apoyo exterior, la Europa conservadora la entendía
como una amenaza de revolución social.
En el interior obtuvo el evidente rechazo de los sectores conservadores, la guerra
carlista se encrudeció tras la elección. El grupo alfonsino recibía apoyo.
La dimisión de Figueras puso al mando la Pi y Margall.
Las cortes redactaron la constitución de 1873. Establecía una república confederal de 17
estados, más territorios de ultramar. Con constituciones propias y división interna de
poderes.
Insurrección cantonal y el fin de la República.
La constitución no llegó a entrar en vigor. En julio se desencadenó la revolución
cantonal, que hundió definitivamente la república. La proclamación de cantones se
extendió por todo el territorio nacional.
Esta inestabilidad, fue aprovechada por los carlistas, que avanzaron hasta Albacete
desde el País vasco. Ante esto Pi y Margall dimitió.
El nuevo presidente, Nicolás Salmerón, orientó el gobierno hacia la derecha, dando
plenos poderes al ejército e instaurando la pena de muerte para sofocar los núcleos de
sublevación. Dimitió para evitarse firmar dos sentencias de muerte.
Tras él, ascendió al poder Castelar, que acentuó el autoritarismo y consiguió sofocar
definitivamente de rebelión. Por los medios empleados fue criticado y destituido
precipitándose un golpe de estado militar conservador. El general pavía disolvía la reunión del
congreso, haciendo saber que se instauraba un gobierno militar de emergencia presidido por
Serrano.
Funcionamiento del sistema canovista:
Tras el golpe de Pavía, en enero de 1874, se estableció la dictadura militar de Serrano,
que se centró en acabar con el cantonalismo. Prohibió las organizaciones obreras, y
anuló a la oposición republicana. Frenó el avance carlista. Pero a finales de año, su
posición en el gobierno se fue debilitando, a la par que crecía el apoyo a la causa
alfonsina.
El 1 de diciembre, el príncipe Alfonso firmaba el manifiesto de Sandhurst, redactado
por Cánovas, asegurando una monarquía parlamentaria liberal. Cánovas preparaba la
vuelta de la monarquía son recurrir a la fuerza militar, pero los generales Martínez
Campos y Jovellar se precipitaron a pronunciarse para implantar la monarquía. El
gobierno no opuso resistencia. En los años siguientes, el ejército adoptó una posición
ofensiva, que terminaron con la rendición carlista (Manifiesto de Somorrostro) y la paz
en Cuba (Paz de Zanjón)
Constitución de 1876.
Es un texto flexible que pretende facilitar el gobierno a todo aquel que acepte el sistema.
Presenta una amplia declaración de derechos y deberes. Impone la soberanía
compartida, el poder legislativo reside en las cortes con el rey. El poder ejecutivo lo
ejerce la corona a través de los ministros.
Fundamentos políticos del sistema canovista.
El objetivo es asentar la monarquía y recuperar su prestigio. Pretendía que la
constitución fuera válida para el gobierno de cualquier partido, y evitar así el
pronunciamiento como vía de ascensión al poder. Alfonso XII contaba con prestigio en
el ejército, por ser un rey militar que participó en las guerras carlistas.
El modelo parlamentario ideal para Cánovas era el británico, compuesto de dos partidos
que se turnaban en el poder. Esta alternancia de gobiernos no se dio por sufragio en las
cortes, sino por corrupción y fraude electoral.
Pese a la estabilidad del sistema, el hecho de que participar en las elecciones fuera inútil
provoco, en la década de los noventa, gran indiferencia hacia el régimen parlamentario.
Hasta que se sugirieron nuevos partidos y se empezó a desmoronar el sistema.
En 1880, se fundó el partido liberal, con Sagasta a la cabeza. Tras la dimisión de
Cánovas en 1881, el partido liberal pasó a su primer gobierno, en el que devolvió la
libertad de prensa y cátedra, restringidos por Cánovas.
Regencia de Mª Cristina.
Desde la muerte de Alfonso en 1885 hasta 1902 fue regente su segunda esposa, Mª
Cristina de Habsburgo. Para garantizar la estabilidad del sistema durante la regencia de
la inexperta y extranjera Mª Cristina, Cánovas y Sagasta establecieron el Pacto del
Prado. Acordaron apoyar la regencia, ceder el puesto cuando un gobierno pierda
prestigio y no abolir las leyes que el otro dictara en el ejercicio del gobierno. La reforma
más importante fue la instauración definitiva del sufragio universal masculino.
El sistema se vio amenazado por la insurrección cubana.
Oposición al sistema. Nacionalismos periféricos.
El republicanismo.
Durante la restauración, el movimiento republicano experimentó un notable retroceso, al
no contar con el apoyo obrero. Pese a ello, gracias al sufragio universal, se mantuvieron
alrededor de los veinte diputados en las cortes.
Nacionalismo y regionalismo.
La reivindicación nacionalista se había disuelto entre republicanos y carlistas, al
debilitarse ambas corrientes, surgió un movimiento reivindicativo de los ‘’derechos
históricos de independencia’’ En Cataluña constituía una propuesta de estado federal
con autogobierno. En país vasco se fundó el PNV en 1895, que reivindicaba la secesión
como estado foral.
Guerra colonial y crisis de 1898
La insurrección cubana.
En febrero de 1895 se levantó la insurrección cubana contra la metrópoli. El
movimiento independentista se organizó dirigido por José Martí y Antonio Maceo,
movido por el incumplimiento de algunos términos pactados en la paz de Zanjón.
En 1896 Cánovas envió a Cuba a Weyler, quien recuperó el territorio, enviando a los
insurrectos a las montañas. Dividió y fortificó el territorio, comenzando una guerra de
desgaste.
A la muerte de Cánovas, Sagasta se hizo con el gobierno y sustituyó a Weyler. Aún
parecía haber esperanza de paz.
Intervención estadounidense.
Tras acusar a España de la destrucción del acorazado Maine en la Habana, los E.E.U.U.
ofrecieron comprar la isla de Cuba. Tras la negativa española, decidieron intervenir.
Empezaron en filipinas, enviando su flota a apoyar a los insurrectos. Los sucesivos
enfrentamientos marítimos contra estados unidos resultaron derrotas decisivas por la
exagerada desigualdad de poder bélico. El 3 de julio, España se vio obligada a pedir un
armisticio. Por el tratado de París, España renunciaba definitivamente a Cuba, cediendo
a estados unidos también Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam, por el pago de 20
millones de dólares.
La pérdida del resto del imperio se dio en 1899 contra Alemania en el tratado HispanoAlemán.
Consecuencias del desastre.
Junto al sustancioso número de bajas en las diversas batallas, la mayoría por
enfermedades infecciosas, la moral se veía también desestabilizada por los que
regresaban del combate enfermos, desnutridos y/o mutilados.
Esto desmoralizó a la nación, haciéndola consciente del inútil sacrificio, y de la
debilidad mostrada internacionalmente.
Descargar