S. Bartolomé y la Magdalena-Campisábalos

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S. Bartolomé y S. Galindo de Campisábalos, Guadalajara.
Reminiscencias ocultas de los arcanos misterios de Isis y
Osiris.
Juan Carlos Sánchez Santos
Un viajero ávido de conocimientos, nunca hubiera imaginado encontrarse con un conjunto escultórico tan
desconcertante en este lugar remoto y perdido de la popularmente llamada Serranía los Pueblos Negros, al
norte de la provincia de Guadalajara, limítrofe con las provincias de Segovia y Soria. Y mucho menos que
pudiera conectarnos directamente con una cultura del otro lado del Mediterráneo, el esplendoroso Egipto, del
que todos desde niños nos sentimos mágicamente atraídos.
La iglesia de S. Bartolomé y la capilla adosada de S. Galindo, levantadas en un momento final del románico
a caballo entre el siglo XII y principios del XIII, son relativamente conocidas ya sea por su menologio,
incomparable friso escultórico representando las labores agrícolas estacionales, o por la ventana decorada
con el nudo salomónico o, para los más expertos, por sus estelas discoidales. Eso es lo que normalmente se
recoge en cualquier información destinada al cada vez más numeroso grupo de viajeros trashumantes que,
libro o guía ‘especializada’ en mano, recorren nuestros pueblos y parajes en busca de lo desconocido. Y es lo
normal ya que muy pocos son los que, como si de la más difícil de las iniciaciones se tratara, logran entrar
dentro de unas iglesias que, por mor de la seguridad, permanecen siempre cerradas. Más aún, incluso
salvando el obstáculo anterior, son contados los que pierden su tiempo contemplando unas figuras con
escaso valor escultórico que, además, nos resultan vagamente familiares. Eso es lo que pasa con las tres
figuras que componen este pequeño estudio: S. Bartolomé y La Magdalena, en la iglesia homónima del
santo, y un pequeño eros durmiente en la capilla adyacente. Así están recogidas, así se trasmite y así las
vemos, y así lo aceptamos… sin preguntarnos… qué es lo que realmente estamos viendo, y si lo que vemos
pudiera tener otra interpretación... para encontrar las claves que pudieran hacernos comprender por qué están
ahí.
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¿Quién o quiénes se ocultan detrás de S. Galindo?
No se sabe a ciencia cierta quién fue este caballero Galindo, según algunos compañero del mismísimo Cid,
ni cómo ni por qué llego hasta Campisábalos y levantó esta capilla y construyó un hospital para peregrinos.
Todo lo que sabemos cabalga más entre las sombras de la mitología popular que en la propia realidad
histórica. Como un mecanismo de autodefensa, la sabiduría del pueblo va transformando poco a poco en
leyenda lo que en su momento fue una realidad palpable, intentando sortear los escollos que la santa madre
iglesia ha puesto siempre en su tarea de no dejar rastro de todo lo concerniente a los cultos paganos,
proporcionando soterradamente a las generaciones futuras las pistas necesarias para indagar en ese pasado
que un día fue. A falta de bases históricas claras, recoge la tradición que Galindo se enamoró de una linda
mujer, a la que el pueblo llamó la Galinda, sin saber que era su hermana. Cuando se descubre el parentesco,
horrorizados ambos, se refugiaron en la capilla hasta su muerte, haciéndose enterrar en ella.
La leyenda, en clave popular, cuenta el matrimonio sagrado entre dos hermanos, algo que inmediatamente
nos trae a la mente el tema del matrimonio entre hermanos dentro del mundo egipcio. Es la primera huella
que encontramos y no será la última. El tema de Isis y Osiris convertido en cuento para oídos del pueblo. Y
no se queda ahí el tema pues, como veremos al estudiar las dos esculturas restantes, la de S. Bartolomé y la
Magdalena, hay claros indicios de la más que estrecha relación entre la mitología egipcia y los cuentos
populares de nuestro entorno peninsular. Los trabajos de Jesús Ortega, publicados en la revista Verdolay,
dependiente del Museo Arqueológico de Murcia, sobre todo los relativos al descuartizamiento ritual, son un
claro ejemplo de que, pese a lo que podamos pensar en cuanto a las distancias espaciales y temporales, esa
relación existe.
Pero no adelantemos acontecimientos y volvamos nuestra mirada hacia una pequeña escultura que se
conserva en esta capilla de San Galindo.
Cuenta la tradición, otra vez la soterrada tradición, que
fueron los caballeros templarios los que robaron una
pequeña escultura que representaba a un ‘eros dormido’ o
a un ‘niño Jesús dormido’, de la vecina Tiermes, pues
creyeron que era de gran valor ya que procedía del mundo
romano. La leyenda, en este caso, quiere forzar la
presencia de los templarios en esta zona y en este sitio
por algún motivo especial. Las raíces de esta manera de
actuar es la normal de un pueblo que, al ver cómo se
eliminan sistemáticamente todos los registros de sus
costumbres ancestrales, decide no olvidar y hace un
esfuerzo por transmitir que lo que aquí se encuentra, lo
que practicaban sus antepasados, estaba en sintonía con la
política de implantación que ejercieron los templarios,
destacando la recuperación de aquellos ritos que la iglesia
quería cercenar a toda costa. Quien situó esta estatuilla
aquí, fuera templario o no, sabía que pese al ‘sueño’ en el que caería el conocimiento que aquí se transmitía,
como siempre por obra y gracia de la Iglesia, con el paso del tiempo, volvería a despertarse, como el Galindo
y la Galinda, como Osiris muerto y descuartizado ‘durmiendo’ hasta que su hermana Isis logre recuperar
todos sus huesos y le devuelva a la vida, de la misma manera que siempre habrá quienes recuperen, con
paciencia infinita, todas los fragmentos dispersos del conocimiento dormido. Este pequeño personaje no es
un niño Jesús, ni un eros dormido, es el mismísimo sueño, llamado Hypnos por los griegos y Somnus por los
romanos, hermano de Thánatos, la muerte (fig.1).
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Quien hasta aquí llegue leyendo pensará que estamos forzando demasiado la lectura de estos restos, que es
cuanto menos temerario ‘cavilar’ que, en este lugar, en un tiempo remoto, in illo tempore, nuestros
antepasados pudieron llevar a cabo rituales tan complejos como los misterios de Isis y Osiris. O algo similar.
Y no es para menos, mirando desde arriba, desde la perspectiva que da el tiempo actual, cuando vemos estas
iglesias perdidas en pequeños pueblos apenas habitados, nuestra razón ni comprende ni asimila, y se rebela
al pensar que no hay ningún resto espectacular que merezca la pena, que no hay ninguna pirámide ni templo
egipcio, que aquí, en el polo opuesto del mundo, no podemos encontrar, ni siquiera pensar en encontrar, las
huellas del esplendoroso hermano gemelo del otro extremo del Mediterráneo. Pesada losa sobre la que
descansa nuestro amigo Somnus en su lectus. Sí, quizá, demasiado pesada. Pero hay algo que nos impide
detenernos. En nuestro fuero interno, una vez detectadas las pequeñas pistas, sabemos que no debemos dejar
de llevarnos por la razón, que la razón tiene que permanecer, como Somnus, dormida, si queremos llegar a la
meta de nuestro camino.
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De cómo unos santos cristianos se quitan la máscara para dejar ver su verdadera personalidad
1. S. Bartolomé
Abandonamos la capilla de S. Galindo para acceder a la
iglesia de S. Bartolomé, pegadas ambas muro con muro,
como queriendo recalcar que ambas están estrechamente
relacionadas de alguna manera que todavía no llegamos a
comprender.
Aparentemente lo que vemos no nos llama la atención,
pero al acercarnos a la primera escultura, la del santo que
da nombre a la iglesia, nos saltan las primeras alarmas.
Algo nos dice que aquello que vemos va más allá de lo
que estamos viendo con los ojos, que no sabemos ver
bien, que no estamos enfocando convenientemente. Nos
acercamos y ante nuestra sorpresa, del mundo de las
sombras en la que se encuentra el interior de la iglesia, se
manifiesta… otra verdad… que alguien jugó con lo
ortodoxo y lo heterodoxo sin levantar sospechas para
legar un conocimiento cuya comprensión vendría en un
futuro, cuando las ataduras inquisitoriales se rompieran.
Y en esa apariencia, S. Bartolomé se representa pisando
al demonio Astarot. Cuenta la Historia eclesiástica de
Eusebio de Cesarea, que Bartolomé llegó en su
peregrinaje a tierras de Armenia, donde adoraban al
citado ídolo que ejercía de sanador. El santo no lo podía
tolerar, y lo domina con su fe. La escultura de la iglesia de Campisábalos recoge el momento en el que el
santo ejerce su dominio sobre el demonio, pisándolo. Los sacerdotes paganos, celosos, pidieron al rey
Astegies que pusiera cartas en el asunto. El rey exigió a Bartolomé que apostasiara de sus creencias, pero el
santo no renunció y el rey, presionado, mandó que muriera por martirio. Primero, fue crucificado cabeza
abajo, pero como no moría, mandó desollarlo, lo cual aceptó el santo de mil amores y con una sonrisa en la
boca, ante lo cual, el rey, indignado por aquella muestra de ‘chulería’, mandó cortarle la cabeza.
Hasta aquí todo normal, es lo que la ortodoxia cristiana transmite. Pero… analicemos con más minuciosidad
la imagen tratando de escudriñar en todos sus detalles para llegar a desvelar el posible secreto que guarda en
su interior. Empecemos por el mismo nombre: Bartolomé. Todos los evangelistas salvo Juan, que lo llama
Natanael, al parecer su verdadero nombre judío, lo denominan Bartolomé, cuyo significado es Hijo de
Tolomeo. Es la primera clave: es un hijo de Tolomeo, o lo que es lo mismo, hijo de un egipcio, emparentado,
seguramente, con la dinastía tolemaica que reinó en Egipto desde la muerte de Alejandro Magno hasta la
muerte de Cleopatra. ¿Qué hacía un egipcio entre los apóstoles de Jesús? Nuestras miradas se dirigen hacia
Egipto de nuevo.
Segunda clave, su martirio: fue apaleado, crucificado, desollado y, por último decapitado. Bartolomé, como
las serpientes portadoras de la sabiduría, muda de piel, por eso es portador del conocimiento y, como tal, se
le representa con el libro de la sabiduría en la mano. Aún así, no muere, y tienen que cortarle la cabeza…
convirtiéndose de esa manera en Baphomet, la cabeza parlante que poseía el don del conocimiento, la misma
cabeza por la que los templarios fueron acusados de adorar a un demonio. Como el Baphomet descrito en las
actas contra los monjes guerreros, Bartolomé es representado con una larga barba dividida en dos partes
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simétricas. Vuelven a aparecer los templarios y vuelven a aparecer nuevas pistas que nos hacen mirar al país
del Nilo, y nunca mejor dicho, como luego veremos…
…Pero no son las últimas. La mitología nos cuenta cómo Osiris es engañado por su hermano Set,
introduciéndose por su propia voluntad en un sarcófago de plomo con sus dimensiones exactas. Una vez
dentro, Set lo cierra herméticamente y lo arroja al mar donde vaga a la deriva hasta que encalla entre las
raíces de una erica, en las costas del Líbano. Es allí donde le encuentra su hermana Isis después de
deambular por todo el mundo conocido en su búsqueda. Bien. Como Osiris, ojo, siempre representado con
barba como él, nos relata S. Gregorio de Tours en su De Gloria Martyrum que Bartolomé fue encerrado en
un cofre de plomo y arrojado al mar. Demasiadas casualidades, ¿no?
Dejamos al santo mártir para centrarnos en ese demonillo Astarot, curandero, a cual somete con su pisada.
Cuenta la tradición judía que Astarot es el plural de
la divinidad femenina Astoret, la vieja diosa cananea
de la fertilidad, la Astarté púnica llamada Ishtar en el
mundo mesopotámico e Isis en el mundo egipcio.
Por eso nos extrañó al mirar esta estatuilla, porque
no vimos a un demonio femenino, sino a uno muy
masculino. ¿Quién es personajillo que agarra unos
rollos con todas sus fuerzas?
A primera vista, es un enano acondroplásico,
trastorno genético que conocemos vulgar y
simplemente como ‘enanismo’. Barbudo, obeso, con
el tercer ojo de la sabiduría abierto, protegiendo los
rollos donde se deposita el conocimiento…todas esas
pistas confluían en una sola dirección: el dios Bes
egipcio (Fig.2). Como Somnus, es una divinidad protectora del sueño, al igual que protege el reposo de los
difuntos, pues en su viaje nocturno, el muerto debe enfrentarse a múltiples obstáculos. Refuerza la idea
concebida ya en la capilla de S. Galindo. Pero sus funciones no sólo terminan ahí, se relaciona directamente
con el mundo de la muerte, de ahí que se le encuentre frecuentemente entre los ajuares funerarios,
representado con las serpientes en sus manos, el animal que muda su piel y que es la esencia de la
inmortalidad. Por eso está relacionado con Osiris de tal forma que se le describe en un texto egipcio de la
siguiente manera:
‘¡Oh, enano del cielo, el gran enano cuya cabeza es grande, cuya espalda es fuerte, cuyos muslos son
cortos…! ¡Presta atención a NN nacido de NN! ¡Defiéndelo durante el día, vigílalo durante la noche,
protégelo como protegiste a Osiris de Aquel-cuyo-nombre-es-odiado en el día de su entierro en Heliopolis!’
Recapitulemos, tenemos a un santo despellejado y a una divinidad egipcia asociada a la inmortalidad por
medio de la idea de la renovación perpetua de la piel. Por eso mismo, otro de los atributos de Bes que lo
relaciona directamente con S. Bartolomé, es su asociación con los cuchillos. Al igual que se representa en
esta escultura que estamos estudiando a un S. Bartolomé con el cuchillo de su martirio en la mano, son
innumerables los cuchillos mágicos donde se representaba en sus mangos a esta divinidad egipcia. Pero la
relación va aún más allá, también, como S. Bartolomé, curaba las enfermedades… y por lo tanto influía
directamente en los estados alterados de conciencia, los cuales, a través del sueño, como en el culto a
Esculapio, otro dios barbado asociado a las serpientes, procuraban la sanación y la posibilidad de ‘ver’ el
futuro… Para finalizar, Bes estaba directamente relacionado con las danzas ejecutadas en los misterios de
Isis.
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Volvamos a recapitular, quién esculpió esta imagen sabía perfectamente qué es lo que estaba haciendo, y lo
más asombroso, tenía un conocimiento de la mitología egipcia impropio para un artista de la Edad Media, y
supo conjugar perfectamente a un santo cristiano con una divinidad egipcia de manera que no atentara con la
visión ortodoxa de la Iglesia que había transformado a este dios del conocimiento y de la inmortalidad en un
demonio maléfico. Y si no, echemos mano de un texto cristiano copto para ver el porqué de este cambio:
‘Entró una vez en el templo que se encontraba al norte del convento un demonio llamado Bes. Con
frecuencia salía fuera y golpeaba a los que pasaban por allí. Algunos de los que golpeó se quedaron tuertos, a
otros se les paralizaron las manos, a otros las piernas, a otros se les torció el cuerpo y otros también se
quedaron mudos. Mucha gente le había visto recorrer el templo y adoptar formas variadas, así que este
demonio hizo mucho mal y Dios lo permitió a fin de poder mostrar Él sus prodigios.’
Bes sufrió la misma estigmatización cristiana que sufrió la diosa Isis, la hermana de Osiris, como veremos a
continuación. Pero como si de una auténtica maldición apocalíptica se tratara, ambos volvieron a resurgir en
la Edad Media, seguramente fruto de un mismo interés en el que, con total seguridad, los templarios no eran
ajenos, tal y como vimos anteriormente. Ellos y… sus deudores.
2. La Magdalena
Esta escultura, en cuanto a factura técnica, está lejos
de la calidad que podemos apreciar en la de S.
Bartolomé. Claramente pertenecen a artistas
distintos, lo cual podría inducirnos a pensar que
corresponden a momentos temporales diferentes.
Puede ser así o puede que, efectivamente, sean
distintos artistas pero en momentos cronológicos
parejos, dado que, si alguien pergeñó un conjunto
homogéneo, debió darse perfecta cuenta de que a
todo Osiris… había que adjuntarla su Isis
correspondiente.
Porque esta figura de la Magdalena no es sino el
remedo cristiano de una Isis Pelagia, es decir, la
diosa Isis transformada en pez. Son varios los
detalles que nos llevan a pensar que es así. El
primero, no se representa a la Magdalena en actitud
de penitente, que es la forma habitual que podemos
ver tanto en pintura como en escultura. El segundo,
lleva un traje a modo de escamas de un pez (Fig.3).
El tercero, el vestido está ceñido al cuerpo por
medio de un cinturón del mismo tejido ajustado
según el típico nudo de Isis (Fig.4). Y el cuarto,
porta una jarra en actitud de escanciar su contenido
al suelo (Fig. 5). Todas estas son actitudes típicas
de las viejas representaciones de Isis, metamorfoseada en esta ocasión no como la Virgen María, sino como
otra de las Marías, la Magdalena, en el ritual isíaco de verter el agua (identificada con Osiris y representada
esquemáticamente en el cacillo) del Nilo, en la festividad de la ’Navigium Iside’. Pudiendo escoger otro tipo
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de representaciones ¿por qué se escogió precisamente ésta cuando es más que evidente que, dado el entorno,
las alusiones al Nilo y al mundo acuático no son las más lógicas?
El círculo se cierra. Quien pergeñó el complejo sistema representado por S. Bartolomé y la Magdalena, tuvo
que tener en mente algo más que una devoción cristiana. ¿Qué conocimiento recogieron y decidieron
transmitir los que levantaron este retablo alegórico?
Sobre unas curiosas cañerías y un complejo sistema de parches
Imaginemos que nuestros antepasados tenían claro que existe una energía que se canaliza y manifiesta a
manera de auténticos ríos sobre la corteza terrestre, ríos que los humanos mortales no vemos pero que están
ahí. No es una hipótesis ni nueva ni baladí ya que, desde los tiempos de Alfred Watkins, se viene trabajando
con seriedad en la localización de estos ‘ríos’ de energía, denominados comúnmente líneas Leys. Cada vez
son más los investigadores que sostienen que determinados monumentos antiguos, como menhires o
cromlechs, y otros más modernos, sobre todo iglesias y catedrales cristianas, siguen un patrón de
distribución espacial que no es aleatorio y que responde a la distribución de estas líneas Leys. Hasta aquí
nada nuevo, por eso debemos dar un paso más y preguntarnos ¿qué tiene que ver la iglesia y capilla de
Campisábalos con estas líneas de energía?
Propongamos un ejemplo visual: queremos llevar el agua a nuestro chalet apartado de la sierra. Para ello,
conectamos nuestra casa con la toma general, que está a muchos kilómetros, por medio de una tubería. Si lo
hacemos bien, y nuestro ingeniero es muy bueno, pronto veremos como una corriente de agua empieza a
circular por la tubería. Si, por cualquier motivo, la cañería sufre un desperfecto y se abre un pequeño
agujero, el agua se escapa del sistema y se manifiesta en el exterior. Si un agricultor competente y avezado
ve ese charco que se va formando en la tierra, cava un pozo y monta un sistema de riego para subir la
rentabilidad agrícola de su terrenillo. Pero... la cañería pierde fuerza… Si hay muchos agricultores
espabilados y todos van haciendo lo mismo, al final la cañería pierde presión, el agua se agota y… no llega a
mi precioso chalet. ¿Qué hace entonces el ingeniero que mantiene el sistema? Lo más elemental: localizar y
tapar todos los agujeros posibles, reparando el sistema para que el agua vuelva a llegar a mi casa.
¿Y si eso mismo, a otra escala mucho mayor, se viene haciendo, unas veces consciente y otras
inconscientemente, con esos ríos de energía que nuestros antepasados supieron captar perfectamente?
Llegado a este punto, surgirán las preguntas clave: ¿dónde está la casa, quién es su propietario, quiénes son
los ingenieros que mantienen el sistema, quiénes son los agricultores? Desgraciadamente, no somos
Baphomet para poder responder convenientemente a todas. Sabemos que, desde tiempos inmemoriales, estos
ríos de energía estaban perfectamente localizados, y que unos pocos de nuestros antepasados, que tenían
unas habilidades especiales, eran capaces de absorber parte de su potencial para manifestarlo de diversas
maneras. Se les llamó chamanes, brujos, hechiceros, magos, y de otras muchas maneras. Tenían la capacidad
de sanar, de ver el futuro, de vivir fuera del tiempo… Cada uno era una especie de Baphomet para su
pueblo… hasta que los ingenieros entendieron que ya no se podía mantener un sistema tan agujereado si… la
función principal era que el agua llegara a un lugar en concreto y no estaba llegando.
La presencia de Isis/Magdalena marca el lugar donde ha encontrado una parte de Osiris y señala exactamente
dónde es. S. Bartolomé/Baphomet, el que abre la puerta, BFMaat, pisando al dios enano Bes, actúa de
guardián del lugar, abriendo y cerrando el boquete de la cañería de ese río mitad terrestre mitad celeste que,
como el Nilo en Egipto, fluye paralelo entre la sierra de la Pela y el sagrado Alto Rey. Es él el que tiene el
conocimiento y es él quien permite que la energía se manifieste y pueda ser captada. El sistema puede estar
‘dormido’ o puede ‘activarse’, y alguien/algunos tiene/n la clave de todo. ¿Quién/es son, cuál es su
‘secreto’, cómo logran ‘controlarlo’ y para qué?
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A partir de mediados del siglo XII, se percibe una renovación que afecta a casi todos los ámbitos de la
marchita vida medieval. Esa activación va paralela al descubrimiento de la civilización oriental tras las
primeras cruzadas, al resurgimiento de las ciudades con un capitalismo monetarista incipiente, y al desarrollo
del conocimiento a través del primer redescubrimiento del mundo clásico bien a través de los árabes o bien a
través del mundo bizantino. Con ambos tuvieron contactos los caballeros templarios. En la geografía
espacial de sus posesiones peninsulares, tanto en las oficiales como en las oficiosas que el saber popular les
atribuye, existe una distribución que presupone, cuanto menos, la búsqueda clara de unos objetivos. Muchos
de esos objetivos serían estrictamente económicos, pero muchos otros, en la mayoría de los casos, son los
que están marcados por la mitología popular, no la oficial. Hay quienes piensan que determinados
poseedores de un conocimiento heterodoxo, entre los que se encontraban estos caballeros, aunque no eran
los únicos ya que también existían otros ‘detentadores’ del saber oculto, como los maestros constructores
masones, o ciertos cristianos que conservarían su raíz gnóstica o pagana, posicionaron determinadas iglesias
o, sobre todo, catedrales, en aquellos puntos considerados las antiguas puertas al inframundo, lo que algunos
han llamado Mundus Patet siguiendo la denominación romana. Otros han querido ver un reflejo de todo lo
contrario, de una disposición sideral. Quizás todos tengan su punto de razón. Pero no nos desviemos mucho
del hilo argumental. Sea quien fuere quien estuviera detrás de todos estos edificios, a mediados del XII
empezamos a detectar movimientos para controlar este ‘sistema’. El románico va dejando paso al gótico bajo
el influjo de un Bernardo de Clairvaux que redacta la norma de los Templarios. Aparecen las primeras
compilaciones de las leyendas griálicas son sus correspondientes representaciones plásticas. Incluso la raíz
del santo enterrado en Campisábalos, Galindo, hace alusión a ese Cáliz que alguien quiere que pensemos que
hay que buscar o quiere transmitir que se está buscando, y que no es sino el continente perfecto de nuestro
contenido ‘energético’…
Sí, la búsqueda del quiénes y del por qué puede conducirnos a caminos insospechados. Abramos un último
frente y, para finalizar, lancemos una pregunta: ¿Y si en esa aparente confusión, alguien aprovecha la idea
radical ortodoxa cristiana de acabar con aquellos lugares de culto que todavía quedan en pie con la excusa de
acabar con todo vestigio pagano, o, por lado contrario y opuesto, aprovecha la idea de dejar su huella dando
la impresión de entender y querer perpetuarlo, pero en realidad la meta es la misma, cerrar los agujeros de la
cañería para que el agua pudiera llegar con toda su fuerza a un determinado lugar?
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Fig.1. Somnus de Wegdwood
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Fig. 3. Isis Pelagia, vestida con una traje de escamas
Fig. 4. Nudo de Isis
Fig. 5. Isis con sítula y jarra.
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