6 Homilías

Anuncio
Contiene:
- ARL XV Domingo Tiempo Ordinario B
- PAGOLA 13 Tiempo Ordinario B
- Semana del 12 al 18 de julio de 2015
- 6 Homilías
ARL XV Domingo Tiempo Ordinario B
Todos somos enviados especiales
“Comenzó a enviarles”
Para salvar a los hombres, Dios necesita a los hombres. Es una ley fundamental de la historia de la
salvación. Para salvar, Dios necesita comunicarse con nosotros, pero si lo hiciera directamente, si
hablara una lengua divina o angelical, ¿quién le entendería? Entonces, debe comunicarse “por
medio de los hombres, a la manera humana” (DV 12), y es precisamente lo que ha hecho: en la
antigüedad, en el Antiguo Testamento, el Señor “ha hablado por medio de los profetas”. Luego,
cuando llegó la plenitud de los tiempos, “nos ha hablado por medio del Hijo” (Hebr 1, 1s). Pero,
¿cómo hará el Hijo de Dios para hablar a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los
lugares, en tantas situaciones? A través de sus discípulos a quienes envía por todo el mundo a hacer
más discípulos de todas las naciones: es la historia de la misión.
El Evangelio de hoy relata lo que se podría llamar una iniciación o “noviciado” misionero para los
primeros discípulos. Hasta ahora, Jesús los ha escogido uno por uno, después los llama a todos
juntos y funda la comunidad de los “doce”. Ahora los llama de nuevo para realizar el segundo de
los dos objetivos para lo cual les había reunido junto él: el primero era “para que permanecieran
con él”, -nos ha dicho san Marcos-, y el segundo, “para enviarles a anunciar” (el Evangelio) (Mc
3, 14s). Ha llegado para los discípulos el momento de alcanzar el segundo objetivo de su llamada;
hacerse misioneros, como Jesús e ir a hacer lo que hasta ahora han visto hacer a su Maestro de
modo ejemplar y paradigmático. Hasta ahora, él ha ido por ahí anunciando el Reino de Dios y
curando a los enfermos. Por lo tanto, ellos deberán desarrollar una doble actividad: la primera,
relacionada con el servicio de la palabra, y la otra relacionada al ministerio de la liberación de los
varios tipos de mal que encontrarán a lo largo del camino.
Pero más que a los objetivos de la misión, el Evangelio de san Marcos se detiene sobre el estilo del
misionero. Tratemos de describirlo siguiendo el hilo del relato. Sobre todo, el misionero es un
llamado. Una llamada tipo la hemos escuchado en la primera lectura, tomada del profeta Amós.
Estamos por el siglo VIII (a.C.), en tiempos del rey Jeroboám II, en el reino del Norte, el reino de
Israel. Son tiempos de grande prosperidad material. Como sucede en esas circunstancias, a la
descarada riqueza de algunos, contrasta la penosa pobreza de muchos, con graves desequilibrios
sociales. Aún la religión oficial está en auge, pero lo fastuoso de las ceremonias esconde el vacío de
una fe auténtica, enmascara la avidez más desenfrenada y la más violenta injusticia. El choque entre
el profeta pastor-campesino llegado del reino hermano-enemigo de Judá, y Amasías, el sacerdote de
la corte, es inevitable y concluye dramáticamente con la expulsión de Amós. Al sacerdote que le
reclama no tener ninguna autoridad y de perturbar el orden, Amós contrapone su historia: era un
pastor que iba por follaje a los sicomoros para alimentar los animales: en esta situación lo “alcanzó”
el Señor. Esta palabra deja significar como el profeta no se pertenece, porque ha sido
“tomado/alcanzado” por Dios, sin poder oponer resistencia alguna. No se es profeta por profesión
sino por vocación. La misión no es un autodestino, y el misionero no es un turista ni un vagabundo;
es un mandado, un enviado especial, No se va a la misión por iniciativa propia, sino porque se ha
sido enviado.
El enviado a evangelizar no es ya el dueño de sí mismo. Escribiendo a los cristianos de Roma, san
Pablo se califica como “esclavo de Cristo Jesús” y en la carta a los Filipenses se autodefine como
“alcanzado por Jesucristo”. El misionero no tiene un proyecto que realizar a o una palabra propia
que decir. No se es apóstol por una decisión personal sino por una llamada. Y la llamada requiere
un amor grande: no se va a la misión por interés o por necesidad, sino por amor, y no primero por
amor hacia las personas sino a Cristo Jesús. “nosotros somos sus servidores por amor de
Jesucristo” (2Cor 4, 5).
Además, se va en misión de dos en dos, no solos, ni en desorden, mucho menos como pioneros
“desconectados” sino siempre como cristianos “conectados” en un solo corazón y en una sola alma,
en completa comunión al cien por ciento, unidos a Cristo, el primer misionero, y a todos los demás.
El mensaje fundamental de los “apóstoles” cristianos será necesariamente su propia vida, un signo
de unidad, una semilla de comunión.
Se cuenta que un día san Francisco de Asís le dijo a un hermano que se preparara para ir junto con
él a predicar por el pueblo. Y salieron los dos, pasaron una plaza donde se hacía el mercado, pero
Francisco no predicó; entraron en las dos, tres iglesitas encontradas en el recorrido y tampoco
predicó Francisco ahí, ni le dijo al hermano que lo hiciera. Al final regresaron al convento y el
hermanito desilusionado preguntó al santo: ¿Y la predicación?, Francisco le respondió: Pero, ¿no la
hemos hecho? Como diciendo: la primera misión se da por medio de nuestra relación de fraternidad
vivida y testimoniada. Una relación auténtica, marcada por verdadera caridad, es por sí misma un
“hecho de Evangelio”, que mucho más y mejor que tantas palabras, anuncia la palabra de Jesús:
“Donde están dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18, 20).
Otra característica de los discípulos misioneros es la pobreza: no deben “llevar nada para el
camino… ni pan, ni garrafa, ni dinero en la cintura”… el Maestro les quiere libres y ligeros, sin
ayudas y sin privilegios, seguros solamente del amor de él, que los envía, fuertes solamente por su
palabra que deben anunciar. Solo se permiten el bastón y las sandalias, el equipo de los peregrinos,
porque eso son los mensajeros del reino de Dios, no directores superocupados y ultraseguros, no
funcionarios inamovibles, no divos en pasarela.
Tal vez en la excepción del bastón y las sandalias se vea una alusión sutil al equipaje de los hebreos
que debían comer el cordero pascual “con el bastón en mano y las sandalias en los pies” (Ex 12,
11). Como diciendo: los discípulos del Señor deben ir a anunciar su Pascua, su paso de la muerte a
la vida, su peregrinar de Resucitado por los caminos del mundo.
Ante estas condiciones, la misión es una gracia, “la gracia del apostolado” (Rom 1, 5), un don
gratuito, antes que un deber agotador. Es cierto que será también sacrificio, incluso habrá riesgo y
tal vez martirio, pero es sobre todo una “señal de la misericordia que se nos ha tenido” para
“hacer resplandecer el conocimiento de la gloria divina que brilla en el rostro de Cristo” (2Cor 4,
1.8). De aquí la perfecta alegría, el humilde y luminoso gozo del misionero: el apóstol no podrá no
vivir en una exultación límpida y radiante, más allá de toda tribulación, aun cuando le dieran con la
puerta en la cara, como previó explícitamente Jesús. Aún cuando nuestro anuncio fuera rechazado,
nosotros hacemos memoria del Señor resucitado en la santísima Eucaristía.
Revivamos ahora esa historia prodigiosa de amor y pidamos porque alimente nuestra vida y se
manifieste en la expansión del Evangelio en el mundo.
Fr. Arturo Ríos Lara, OFM.
Roma, 12 de julio de 2015
PARA UN EXAMEN COLECTIVO
Jesús no envía a sus discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de Dios
y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida. Si no es así, podrán hacer muchas cosas,
pero no introducirán en el mundo su espíritu. Marcos nos recuerda algunas recomendaciones de
Jesús. Destacamos algunas.
En primer lugar, ¿quiénes son ellos para actuar en nombre de Jesús? ¿Cuál es su autoridad? Según
Marcos, al enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre los espíritus inmundos». No les da poder sobre
las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar
sino para curar.
Como siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que
esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las gentes su fuerza
sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando un poder sobres las personas, sino
humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la
fraternidad.
Llevarán solo «bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca instalados.
Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Solo con lo imprescindible. Con esa agilidad que
tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no es para
mandar, sino para caminar.
No llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero». No han de vivir obsesionados por su propia seguridad.
Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra y su Autoridad para humanizar
la vida de las gentes. Curiosamente, Jesús no está pensando en lo que han de llevar para ser
eficaces, sino en lo que no han de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan
encerrados en su propio bienestar.
Tampoco llevarán «túnica de repuesto». Vestirán con la sencillez de los pobres. No llevarán
vestiduras sagradas como los sacerdotes del Templo. Tampoco vestirán como el Bautista en la
soledad del desierto. Serán profetas en medio de la gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios
a todos, sobre todo, a los más necesitados.
¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos
iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de su espíritu?
José Antonio Pagola
Semana del 12 al 18 de Julio de 2015
– Ciclo B
Domingo 15º de tiempo ordinario
Domingo 12 de julio de 2015
Domingo 15º de tiempo ordinario
Juan Gualberto, Filomena
Am 7,12-15: Ve y profetiza a mi pueblo
Salmo 84: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
Ef 1,3-10: Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo
Mc 6,7-13: Los fue enviando de dos en dos
Am 7, 12-15: Conflicto en Betel con el sacerdote Amasías
El santuario de Betel tenía también su significación política para el Reino del Norte. Por eso
el sacerdote Amasías tiene que cuidar su puesto defendiendo los intereses del rey. Amós, en el
comienzo de su misión profética, encuentra rechazo de parte de la estructura religiosa, esto le
augura problemas y dificultades pero está dispuesto a enfrentarlos. Vive de lo que hace, su vida no
depende de su labor profética, de ahí que puede actuar con libertad tanto frente a la estructura
religiosa como a la estructura política. Yahvé mismo le ha pedido que vaya a profetizar a Betel, así
que Amasías va a tener que escucharlo aunque se incomode y aunque él no sea del Reino del Norte.
El papel político e «ideológico» (justificativo) que toda religión juega –en un sentido o en
otro- en el contexto sociológico en el que se mueve, es ya un descubrimiento de la conciencia
moderna que a nadie se le escapa. Ya nadie es tan ingenuo como para pretender que su discurso o su
práctica religiosa no hagan ninguna referencia a lo social, a lo político o a lo económico. El
apoliticismo de la religión es simplemente imposible, o bien ilusorio o ingenuo. La religión hace
política de alguna manera, inevitablemente, como Jesús asumió definidamente su postura social y
política frente a la realidad de su momento. No se trata de negar las implicaciones sociales y
políticas de nuestra práctica cristiana: lo que es necesario es que esa política sea secundum Marcum,
secundum Matheum, secundum Lucam. O sea, «según el Evangelio». Es el Evangelio mismo el que
nos obliga a hacer política. Pero no una política según los intereses del rey, o los intereses de los
poderosos, o los intereses del sistema, o nuestros propios intereses, sino según el interés del amor,
de la fraternidad, de la justicia, de la opción por los pobres, de la Utopía (del Reino, del «otro
mundo posible» del Evangelio).
Aparte de los casos individuales locales (cada templo, cada comunidad cristiana...) ¿qué papel
ideológico-político está jugando el cristianismo respecto al capitalismo occidental y su sistema
explotador? La visión de «otros» puede ayudarnos: el mundo musulmán, por ejemplo, mira al
sistema económico occidental como capitalista, explotador, invasor, imperialísticamente
globalizador, fuera de todo derecho internacional y del mínimo respeto a la convivencia entre los
pueblos, y como «el sistema cristiano», el de los actuales «cruzados»... Para muchos pensadores
musulmanes, el cristianismo es el sistema religioso ideológico justificador del capitalismo mundial.
El cristianismo como conjunto hace política y economía, y no precisamente «según el Evangelio».
Por su parte, los movimientos populares emancipatorios, la izquierda mundial, sabe que,
excepto la gloriosa excepción de la teología de la liberación y sus comunidades eclesiales y sus
mártires, en la gran mayoría de los casos el cristianismo ha «justificado» a -y se ha identificado conla derecha, el capital, el patriarcalismo, el «orden», el poder... como sucesor del imperio romano,
que es. Lo contrario ha sido –y sigue siendo- minoritario y excepcional dentro del cristianismo.
Veinte siglos de historia están ahí para demostrarlo. El cristianismo como conjunto es un «santuario
de Betel», en el que Amasías tiene como punto de referencia al Rey, y Amós no es acogido en él.
Amós –que no era sacerdote, que ni siquiera era «profeta profesional»- es la personificación de los
cristianos individuales y grupos de base de corazón sencillo, que sienten la exigencia de la Justicia
de Yahvé y denuncian la complicidad del Santuario. Los representados aquí por Amós no son sólo
los teólogos críticos, ni los obispos proféticos, sino todos los cristianos de a pie de corazón limpio
de intereses y sensibles a las exigencias del Evangelio.
Ef 3, 1-14: El misterio que no fue dado a conocer en tiempos pasados...
Para Pablo es claro que no sólo los judíos sino también los gentiles están ahora en Cristo y
participan de la bendición de Dios que tiene lugar también en Cristo.
La gran dificultad en el comienzo de la Iglesia fue aceptar a los gentiles. Pablo se esfuerza en
esta alabanza de bendición a Dios por mostrar que quien se bautiza participa también de la elección,
de la gracia o remisión de los pecados y de la iniciación en el misterio de Dios. Los miembros de la
Iglesia somos, según el apóstol, los que hemos recibido la bendición: elegidos desde siempre y
antes de todas las cosas, elegidos y destinados por Cristo para la condición santa de hijos y para que
lleguemos a la plenitud de nuestro ser al transformarnos en imágenes de su Hijo, gracias a la acción
del Espíritu y al haber sido agraciados en el Amado con el perdón de los pecados mediante la sangre
de Cristo, elegidos para que mediante la sabiduría y la prudencia que, proceden del mismo Espíritu,
penetremos en el misterio de Dios.
En el misterio de la voluntad de Dios, de su propósito y realización en Cristo, nos hallamos
incluidos también nosotros los cristianos procedentes tanto del judaísmo como de la gentilidad,
porque en él está definida nuestra esencia, en él experimentamos el perdón de los pecados.
Pablo siente que esta realidad terrena tiene que evolucionar, que el plan de Dios es recapitular
todas las cosas en Cristo y que los cristianos no debemos permanecer al margen de las
transformaciones sociales. Hemos sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo para ser sensibles
a la acción transformadora de Dios, acción transformadora que tampoco es exclusiva de los
cristianos. El compromiso del cristiano es hacer que este mundo de injusticia se transforme en una
sociedad de hermanos pues se supone que entendemos cuál es la voluntad y el plan de Dios sobre la
humanidad y el cosmos. Esta tarea no es fácil, porque no vivimos aislados de los demás y porque el
mal ha sido institucionalizado por el ser humano.
Mc 6, 7-13: Jesús envía a los doce.
Comienza una nueva etapa en el proceso del seguimiento, la etapa de la misión. Ahora les
corresponde a los Doce proclamar lo que han visto y oído. Jesús es consciente de que tendrán que
enfrentar el mal en todas sus dimensiones por eso les da poder para hacerlo y les da algunas
recomendaciones, les indica que es necesario un cierto estilo de pobreza, tener capacidad para
acomodarse a las circunstancias y saber que van a ser aceptados o rechazados. La proclamación de
la Buena Nueva debe hacerse en libertad, a nadie se puede obligar a aceptarla. Jesús les está
hablando desde su propia vida, les está aportando desde su práctica pastoral.
Todos los comienzos tienen sus dificultades -así lo vemos también en la experiencia de
Amós-, pero además están llenos de esperanza y de alegría porque se tiene la motivación de sacar a
adelante un proceso. Jesús les advierte a los discípulos cómo son las cosas, para que nada los tome
por sorpresa. Sin embargo, la experiencia para cada evangelizador será siempre diferente y a veces
donde creemos que nos va a ir bien quizá no logramos nada. Quien evangeliza debe tener presente
que es Dios quien hace que surja el fruto, pero también debe disponerse para que el mensaje que
transmita motive, inquiete y sea más creíble.
Jesús sabe lo que les espera a los Doce. Los envía de dos en dos. La compañía es apoyo,
fuerza y motivación para cumplir mejor con la misión y para resistir a las dificultades. La tarea que
van a realizar es una tarea liberadora pero, ¿están capacitados para hacerla? Al final del texto se nos
dice cómo los discípulos expulsaron muchos demonios y curaron muchos enfermos. De esta forma
los Doce van adquiriendo autonomía y confianza en sí mismos, se dan cuenta de que son capaces de
hacer lo mismo que hace Jesús.
El que es enviado sabe que debe permanecer en el lugar hasta que cumpla con su misión, así
lo vemos en Amós y en las indicaciones que Jesús les da a los Doce. El enviado no va a nombre
personal, va en nombre de quien lo envió. Además Jesús cuenta con la buena voluntad de muchos
hombres y mujeres que son solidarios, que abren la puerta de su casa para compartir, de ahí que se
atreva a decirles que se queden en la casa donde entren hasta que vayan a otro lugar. Pero también
les dice que donde no los reciban ni los escuchen, al marcharse sacudan el polvo de los pies. El
gesto de sacudir los pies se hacía públicamente y expresaba condena y separación. Este gesto lo
podemos leer también como señal de intolerancia de parte del evangelizador que no soporta que lo
rechacen y que no lo reciban. No se puede obligar al otro a que reciba la Buena Nueva, también los
demás tienen derecho a disentir, a manifestar que no están de acuerdo y el evangelizador debe tener
una actitud más tolerante y comprensiva, debe esperar una nueva oportunidad.
Contrariamente a lo que fue la práctica de Jesús, el anuncio del Evangelio, en la mayoría de
los casos y de los tiempos, se ha impuesto a los demás, unas veces en forma violenta empleando la
fuerza del poder o de las armas, otras veces con las leyes o con la presión social o la presión
psicológica, manejando el miedo por la amenaza de la condenación. También ejercemos una cierta
violencia cuando insistimos en la costumbre de bautizar a los niños en vez de arriesgarnos a que
sean ellos quienes elijan hacerse cristianos libremente cuando sean adultos. Entre las grandes
religiones, el cristianismo por lo menos tiene una historia que desacredita mucho la supremacía
numérica mundial de la que está tan orgulloso. Su gran magnitud cuantitativa deja mucho que
desear y suscita muchas dudas sobre su futuro en un mundo cada vez menos susceptible de coerción
religiosa. Se adivina un futuro –que ya es presente en regiones de vieja cristiandad- de disminución
y abandono, una situación que no debería interpretarse catastróficamente, sino como la oportunidad
de recuperar la calidad que se sacrificó a la cantidad.
Jesús dice a sus enviados que si no es recibido el mensaje, sacudan el polvo de sus pies y se
vayan, y es claro que no quiere que obliguen a nadie a aceptar el mensaje. Es más coherente con la
«política de Dios» ser menos en número -por ser celosamente respetuosos de la libertad religiosa-,
que ser más cuantitativamente a base de bajar el nivel de la calidad evangélica de los métodos
evangelizadores.
Para la revisión de vida
Jesús siempre llamó a la conversión, no entendiendo ésta cómo una cuestión meramente moral,
sino como la transformación de nuestra manera de entender y vivir la vida; convertirse no es tanto
cambiar algunas cosas que hacemos cuanto dejar de vivir la vida sin esperanza, sin confianza en la
realidad de la presencia del Reino ya entre nosotros. ¿Cómo entiendo yo la conversión a la que me
llama Jesús? ¿De qué tengo que convertirme?
Para la reunión de grupo
- Amós no fue un profeta "profesional", no era un “funcionario”, sino que se sentía llevado
interiormente por una pasión religiosa, vocacionalmente; por eso proclamaba su mensaje sin
miedos y sin acepción de personas; eso le llevó a denunciar incluso a los propios sacerdotes del
templo, a la religión institucionalizada que sólo busca agradar a los poderosos y se olvida del
respeto al derecho y la justicia. ¿Pueden ser "buenas" las relaciones entre las instituciones -incluso
religiosas- y los profetas? Llegar a unas conclusiones en el grupo y después poner ejemplos del
mundo de hoy.
- A lo largo de su vida, Jesús se dedicó con insistencia y prioridad al anuncio de Reino; el Reino
fue el tema prioritario, el fundamental en su vida, su Causa, su Utopía. Todas las demás cosas que
hizo y dijo no fueron sino explicitaciones y explicaciones acerca de ese Reino. La profecía en la
Iglesia no proviene de voces misteriosas interiores que puedan escuchar sólo algunos espíritus
exquisitos, sino de la confrontación del cristiano con la utopía del Reino. Porque la Iglesia debe
reconocer al Reino también como su Causa y lo que le da sentido, es posible que sus miembros individuales o en comunidad- puedan "criticar" a la Iglesia al confrontarla con el ideal al que ella
misma debe servir. ¿Sería ése un fundamento claro de la profecía al interior de la Iglesia?
Para la oración de los fieles
- Por la Iglesia, para que no caiga en la trampa de callarse ante las injusticias por conseguir
riquezas, honor, poderes o tranquilidad. Oremos.
- Por los gobiernos de los pueblos, para que estén al servicio de las personas, buscando el bien
común, especialmente el de los pobres y marginados. Oremos.
- Para que cada día haya más personas dispuestas a decir las verdades que duelen pero ayudan. y
a no dejarse comprar por los que están interesados en acallar sus voces. Oremos.
- Para que los medios de comunicación social sean informadores veraces y no estén al servicio de
los intereses de las fuerzas dominantes. Oremos.
- Por todos nosotros, para que seamos más consecuentes con nuestra misión como cristianos y
estemos dispuestos a vivirla con todas sus consecuencias. Oremos.
Oración comunitaria
- Dios, Padre nuestro, que continuamente nos llamas a anunciar a todas las personas tu Reino, la
utopía de justicia y en fraternidad que Tú nos darás; ayúdanos a caminar por la vida anunciando a
todos la Buena Noticia de tu amor materno y paternal, y nuestra condición de hijos tuyos
destinados a la Vida plena. Te lo pedimos por Jesucristo N.S.
Lunes 13 de julio de 2015
Enrique, Teresa de los Andes
Éx 1,8-14.22:: Vamos a vencer con astucia a Israel
Salmo 123: Nuestra ayuda es invocar al Señor
Mt 10,34–11,1: Quien pierda la vida por mí, la conservará
Otra característica de los discípulos se nos muestra hoy: ser hombres y mujeres que han tenido
que hacer rupturas sociales, grupales, familiares y personales, hasta llegar a la pequeñez. El
evangelio de hoy las especifica bien y pone un énfasis repitiendo por tres veces el estribillo “no es
digno de mí”. Los discípulos deben elegir entre la familia y Jesús; la familia entendida como grupo
que le daba sentido al individuo. Rompiendo con ella se rompe con el grupo social.
La ruptura personal se expresa con el “tomar la cruz y seguirle”, logrando al final una
comunión o identidad total entre el Maestro y el discípulo, que llega hasta el punto de imitar la
entrega y alcanzar una vida plena entregando la propia vida. Al final, como recorrido del camino
discipular, se llega a ser pequeño en el reino; y ya sabemos qué puesto ocupan los pequeños allí. El
reinado de Dios y el Evangelio que lo anuncia es un acontecimiento que cambia todas las
estructuras sociales y personales.
El versículo 11,1 es simplemente la conclusión del discurso misionero con la fórmula típica:
“Cuando Jesús terminó…”; a nivel de mensaje relaciona la misión de los discípulos (la comunidad)
con la misión de Jesús que se ha leído en los capítulos 5 al 9.
Ser discípulo de Jesús nos exige hoy realizar muchas rupturas que nos ofrece la sociedad
de consumo y asumir la pequeñez del reino de Dios.
Martes 14 de julio de 2015
Francisco Solano, Camilo de Lelis
Éx 2,1-15a: Lo llamó Moisés, porque lo había sacado del agua
Salmo 68: Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor
Mt 11,20-24: Sodoma será juzgada con menor dureza
Las palabras de Jesús contraponen la actitud de las ciudades paganas que reciben y aceptan el
mensaje del reino, y el pueblo judío que lo rechaza. Los habitantes de Cafarnaún, Betzaida y
Corozaín fueron testigos de muchas acciones milagrosas de Jesús que señalaban la cercanía del
reinado de Dios. Sin embargo, no se abrieron a él. Jesús se lamenta por semejante actitud. En
cambio, aquellos pueblos paganos simbolizados por Tiro y Sidón sí comprendieron que los
milagros realizados por el Señor eran signos evidentes de la llegada del reino. Ellos se abrieron al
mensaje de salvación.
Es posible que algo parecido suceda entre nosotros. Formamos parte de familias
tradicionalmente religiosas. Hemos sido bautizados de niños, y muchos hemos recibido otros
sacramentos. Seguramente asistimos a actos religiosos con cierta frecuencia. Pensamos que ya
estamos salvados y que no necesitamos signos que nos indiquen que el reino de Dios exige una
conversión continua. Nadie tiene asegurada la salvación. En primer lugar, porque es un gracia, un
don de Dios. Es decir, no depende de nuestros méritos. En segundo lugar, porque el reino de Dios es
una fuerza que mantiene al creyente en continuo movimiento, en cambios permanentes, en actitud
de conversión durante toda la vida. Este evangelio nos llama a superar la autosuficiencia
religiosa que a veces nos engaña y confunde.
Miércoles 15 de julio de 2015
Buenaventura
Éx 3,1-6.9-12: El ángel del Señor se apareció
Salmo 102: El Señor es compasivo y misericordioso
Mt 11,25-27: Has ocultado estas cosas a los sabios
Al finalizar este capítulo, Mateo retoma algunos temas que ha desarrollado antes. Hoy,
concretamente son dos muy importantes, complementados con una serie de detalles. El primer tema
es el de la revelación de Dios, al que Jesús llama Padre, “abbá”, y que se convertirá para los
cristianos en la mejor revelación que se haya hecho de Dios. Es una revelación a los pequeños,
marginales y excluidos —recordemos que los discípulos son considerados pequeños—, algo que se
ha ocultado a los sabios y entendidos, que corresponderían a los grupos que se opusieron o no
escucharon el mensaje del reino: fariseos, saduceos y otros.
El segundo tema es el contenido de esa revelación. Tanto en el bautismo como en la
Transfiguración, Dios se ha manifestado como el abbá, Padre de Jesús. El es su Hijo predilecto. De
ahí la relación íntima entre Dios Padre y Jesús. El conocimiento del Padre y del Hijo es mutuo. Es
un conocimiento fundamentado en una relación amorosa entre Padre e Hijo. Jesús revela el reino
con signos y palabras a los sencillos y pequeños. Sólo ellos lo comprendieron y acogieron. Los
demás, los letrados, los poderosos, los prepotentes, no comprendieron ni recibieron el reino. Sólo
desde nuestra pequeñez podemos comprender la grandeza del amor de Dios Padre revelado
en Jesucristo.
Jueves 16 de julio de 2015
Ntra. Señora del Carmen
Éx 3,13-20: Soy el que soy
Salmo 104: El Señor se acuerda de su alianza eternamente
Mt 11,28-30: Soy tolerante y humilde de corazón
Tenemos hoy el tercer y último tema del capítulo 11 de Mateo. Hay un contraste muy fuerte
que a veces no somos capaces de captar en su genialidad. Ante la propuesta y vivencia del
judaísmo, con sus leyes, reglas y “mandamientos”, que se convierten en un peso para la gente que
los asume o en un imposible para los pobres y pecadores, Jesús lanza una nueva propuesta:
“Vengan a mí los que están cansados y agobiados”. Si bien es cierto que el camino de Jesús es
difícil e implica sacrificio, entrega, persecución y martirio, también es cierto que éste se ofrece
como alivio, consuelo, esperanza para los que han asumido con radicalidad la cruz. Propone la
mansedumbre y la humildad como criterios esenciales para el seguimiento. Sin estos dos elementos,
el sufrimiento que comporta seguir a Jesús se convierte en arrogancia, resentimiento o soberbia.
Pero esto no significa que Jesús proponga una actitud de resignación pasiva ante el sufrimiento. El
dolor y el sufrimiento no son ideales de vida. Al contrario, se pueden considerar como antivalores.
Pero la propuesta del Maestro es una invitación a llenar de sentido salvífico y liberador el
sufrimiento humano, sobre todo el que se desprende del anuncio del Evangelio. Así lo han
demostrado muchos mártires, confesores y testigos a lo largo de la historia, en especial de nuestra
América Latina.
Viernes 17 de julio de 2015
Alejo
Éx 11,10–12,14: Matarán un cordero al atardece
Salmo 115: Cumpliré mis promesas al Señor
Mt 12,1-8: El Hijo del hombre es Señor del sábado
En este pasaje se subraya la tensión existente entre Jesús y sus seguidores con los fariseos y
maestros de la ley. El punto de quiebre es la importancia del sábado. Sabemos que para los judíos el
sábado es un día sagrado. En él no se puede realizar ninguna actividad material. Está dedicado al
descanso y al culto a Yavé en la sinagoga. Sin embargo los discípulos sienten hambre y cortan trigo
para comer; los fariseos se escandalizan de tal actividad que quebranta la ley; Jesús responde
fundamentado en las escrituras. Finalmente, el Maestro pone el énfasis en la misericordia por
encima del culto. No es que Jesús anule el sábado. El pone al ser humano por encima de la ley y del
culto. Pues tanto la ley como el culto y las instituciones deben estar al servicio de las necesidades de
las personas. Es indudable que el descanso sabático había sido instituido para garantizar el justo
descanso de los trabajadores, las mujeres, los esclavos, los animales y la tierra. Jesús no anula el
sábado, sino que le recupera su verdadero significado: garantizar la justicia, la misericordia y el
derecho como aspectos importantes para la convivencia humana.
Miremos a nuestro alrededor. Muchas normas, instituciones, costumbres nos esclavizan, nos
quitan la libertad de los hijos de Dios que Jesús nos garantiza. Incluso a nivel eclesial hay
tradiciones y normas que no tienen fundamento en el Evangelio y son instrumentos de opresión y
deshumanización. Recordemos, una vez más, que el fundamento de nuestra fe es Jesucristo, y
él nos liberó de toda opresión que atente contra nuestra dignidad.
`
Sábado 18 de julio de 2015
Arnulfo, Federico
Éx 12,37-42: Noche en que el Señor sacó a Israel de Egipto
Salmo 135: Demos gracias al Señor, porque él es bueno
Mt 12,14-21: Les pidió que no lo divulgaran
Los fariseos y escribas quieren eliminar a Jesús porque no resisten sus duros
cuestionamientos, sobre todo a las grandes instituciones religiosas de la época, como son el culto, el
Templo y la ley. Por una parte, los maestros de la ley lo acusan de blasfemia (manipulación del
nombre de Dios para provecho propio), porque perdona los pecados (Mt 9,3); los fariseos no toleran
que mantenga una buena relación con publicanos y pecadores (Mt 9,11); por otra parte, lo acusan de
no respetar el sábado (Mt 12,1-13). De esta manera, las controversias de Jesús con sus adversarios
se van complicando. El evangelista Mateo introduce un comentario en la narración que conecta la
práctica de Jesús con el cumplimiento de una profecía de Isaías (42,1-4). Jesús es el siervo sufriente
del Señor que asume los conflictos de sus adversarios con humildad y mansedumbre. Sin embargo
su objetivo es hacer triunfar la justicia de Dios sobre la injusticia humana.
La persecución contra cristianos comprometidos con los empobrecidos ha sido un eje
transversal de la historia del cristianismo. Muchas páginas se han escrito con la sangre de mártires
que han confirmado con su vida la fidelidad a Jesús y su mensaje. Su testimonio nos ratifica que
el Señor sigue actuando en medio de su pueblo, y “la justicia y la paz se besarán” como
Palabra definitiva de Dios.
6 Homilías
1.- DECIR LA VERDAD Y HACER EL BIEN
1.- Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a
muchos enfermos y los curaban. La predicación cristiana debe tener siempre estas dos
dimensiones: predicar el evangelio, la Palabra de Dios, y hacer el bien a las personas a las que se
predica. Así lo hacía Cristo y así lo hicieron todos los verdaderos profetas cristianos. Hablar es
necesario, pero no es suficiente; las palabras deben estar siempre corroboradas con las obras. Si uno
habla y habla, y lo que dice es verdad, pero sus acciones son contrarias a sus palabras,
automáticamente está perdiendo credibilidad. Cristo predicaba a los enfermos y los curaba, hablaba
a los pecadores, los acogía y los convertía, predicaba la humildad y la pobreza y él era pobre y
humilde. Criticaba la hipocresía de fariseos y jefes del pueblo y él era sincero a carta cabal,
anunciaba el reino de Dios y él vivía ya dentro de ese reino. Si los cristianos del siglo XXI, además
de predicar el evangelio lo cumpliéramos de verdad, el mundo nos vería como veían a los cristianos
de los primeros siglos, con admiración y respeto. Las palabras hoy día están bastante devaluadas,
porque nuestros gobernantes están acostumbrados a decirnos unas cosas y a hacer otras, y los
grandes medios de comunicación son más servidores de quienes les pagan que de la verdad. En
cambio, los más grandes santos de nuestro calendario cristiano fueron personas que sobresalieron
tanto por sus hechos como por sus palabras. Hagamos nosotros lo mismo, si queremos ser cristianos
de verdad hoy.
2.- Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni
dinero suelto en la faja. Es evidente que los tiempos han cambiado, pero el mensaje que nos
transmiten estas palabras del evangelio sigue siendo válido para nosotros. Sobre todo, en estos
tiempos de crisis económica los cristianos debemos ser sobrios y austeros en nuestros gastos y en
nuestra vida en general. La pobreza no debemos entenderla como miseria y falta de lo necesario
para vivir, sino como sobriedad y austeridad en nuestros gastos. Además de ser pobres en este
sentido, la pobreza cristiana debe tener siempre una dimensión social; así lo predicaba siempre san
Agustín con su palabra y con su ejemplo: en los monasterios agustinianos no había diferencia
alguna económica entre los monjes, porque todo era de todos y lo que les sobraba lo daban a los
pobres. San Agustín decía a sus fieles que lo que no necesitaban, los bienes superfluos, se lo dieran
a los pobres, porque los bienes superfluos de los ricos son los bienes necesarios de los pobres.
3.- El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: “ve y profetiza a mi pueblo de Israel”. El
profeta Amós hizo una dura crítica social y religiosa contra el sacerdote Amasías y los que dirigían
el santuario de Betel. Los dirigentes del santuario le piden al rey que lo expulse de su territorio
porque está predicando contra ellos, pero Amós dice que a él lo ha enviado el Señor a predicar allí y
que allí seguirá predicando. El ejemplo de Amós como profeta es un ejemplo que debe servirnos a
todos, cuando predicamos el evangelio. La obligación de todo predicador cristiano es ser fiel al
evangelio, guste o no guste a los jefes religiosos o políticos. Aunque esto no haya sido siempre así
en la historia de nuestra Iglesia, sí es verdad que así lo hicieron los mártires y muchos de los
grandes santos del calendario cristiano. Hagámoslo así también nosotros.
4.- Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona
de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Este himno cristológico que aparece
en la carta a los Efesios resume la fe de los cristianos de los primeros tiempos en Cristo Jesús. Todo
el himno es una alabanza a Dios por habernos bendecido en Cristo. Demos también nosotros gracias
a Dios y alabémosle por habernos dado a su Hijo, como camino, verdad y vida. Toda nuestra vida,
como dice el salmo, debe ser un sacrificio de alabanza a Dios.
2.- LA TAREA DE EVANGELIZAR
1.- Hacen falta hoy día profetas como Amós. El profeta Amós, pastor y campesino del siglo VIII
a. C., condenó la injusticia social y la violencia del lujo, la depravación religiosa y el formalismo de
un culto vacío; anunció por vez primera el castigo del Día de Yahvé y el exilio del Reino del Norte.
Habló donde era preciso hablar y en el momento oportuno, que es cuando hablan los profetas y
callan los maestros y sacerdotes que viven de su oficio. Por eso sus palabras resultaron
insoportables. No es de extrañar que le salga al paso el sumo sacerdote Amasías que, como buen
funcionario, debe velar por los intereses del rey de Israel. Amasías denunciaría la predicación del
profeta Amós ante Jeroboán II. Amós le responde enérgicamente y le dice que si él predica la
palabra de Dios no lo hace por vocación humana o por simple interés, sino porque Dios le ha
mandado profetizar contra Israel. Por encima de la voluntad de Amasías y la presión del poder está
la autoridad indiscutible de Dios, que le dice “ve y profetiza”. Hacen falta hoy día profetas como
Amós. El Papa Francisco lo es, como ha demostrado en la encíclica “Laudato sii”.
2.- Él nos ha elegido desde toda la eternidad. El prólogo de la carta a los Efesios es un himno y a
la vez una auténtica oración, una contemplación teológica de todo el plan salvífico de Dios. El nos
ha elegido desde toda la eternidad para ser sus hijos en su Hijo, para que vivamos una vida de amor
y de acción de gracias, para reproducir en nosotros la imagen de su Hijo querido. Cristo es así
nuestro Señor y nuestro hermano: el que con su sangre borra nuestro pecado, y nos llena de la
gracia y del favor del Padre. Cristo, nuestro hermano, es la síntesis y el cumplimiento del plan de
Dios: en El, todos nosotros y toda la creación somos una sola cosa; El es el centro de todo, y
nosotros no podemos menos de girar en su órbita, y vivir en una segura esperanza de la herencia
que nos está destinada. Pero todo este plan de Dios no es una bonita teoría, sino una realidad
tangible en nuestra celebración eucarística. En la Eucaristía, cuando hacemos de nuevo presente el
sacrificio salvador de Cristo, el Padre nos salva de veras y nos une más estrechamente en la vida de
amor; y el Espíritu nos da nueva fuerza para vivir nuestra vida de auténticos hijos de Dios.
3.- La urgencia de la evangelización. Jesús envía a los discípulos a proclamar la Buena Nueva.
Son colaboradores suyos en el anuncio de la llegada del Reino. El envío por parejas era una
costumbre habitual en el judaísmo. Según la legislación judicial judía, para la validez de un
testimonio se requerían al menos dos varones adultos. Los doce, enviados de dos en dos, serán
testigos de Jesús, darán testimonio en favor de él en un momento en que los indicios de rechazo de
Jesús empiezan a hacer su aparición con fuerza. La misión de los doce no es para enseñar, sino para
proclamar la conversión, que expresa un cambio radical de mentalidad, un giro copernicano en las
categorías mentales, las cuales, a su vez, determinan la actuación del hombre. La misión de los doce
busca provocar una transformación. Los doce deben ser ellos mismos signo visible de la conversión
que proclaman. En las circunstancias concretas de su momento histórico, los doce no necesitan más
bagaje que un bastón, que casi resultaba imprescindible como protección, y unas sandalias, sin las
que no se podía caminar por el suelo pedregoso de Palestina. La fuerza y credibilidad de su misión
no estriban en los modelos socioeconómicos constituidos. Tomemos nota de ello hoy día que
creemos que lo fundamental son los medios empleados. Lo que cuenta de verdad es el testimonio
auténtico y veraz. Jesús proclama la urgencia de dedicación a la proclamación de la Buena Noticia
y advierte de la gravedad que lleva consigo el rechazo del proclamador o de su proclamación. Quien
rechaza la Buena Nueva se pierde la alegría de recibirla.
3.- FUE LA PRIMERA MISIÓN Y TUVO UN ÉXITO ROTUNDO
1.- EL CORAJE DE UN PROFETA.- Amós era labrador. Allá por las tierras del sur, cultivaba las
verdes higueras de Judá, pastoreaba su rebaño, inmerso en la soledad ancha de aquellos paisajes
llenos de historia santa. Y un día llegó a sus oídos la voz recia de Yahvé, esa voz de muchas aguas
que estaba buscando quien proclamara su mensaje de justa indignación. Israel, la adúltera del norte,
se había olvidado de Dios. Y era preciso recordarle las exigencias de este Dios enamorado. Y Amós
fue escogido y enviado. Y esa vocación y misión serán su carta de garantía, como la firma que avala
la autenticidad de sus palabras.
Y es que el verdadero profeta sólo lo es el llamado por Dios, el que recibe la misión de hablar en su
nombre. Por eso en la Iglesia, en el pueblo de Dios, sólo se puede considerar verdadero profeta al
que llama Dios a través de sus apóstoles, de sus obispos. Y será buen profeta cuando transmita el
mensaje que se le ha confiado. Tanto es así, que cuando caigan en la tentación de pronunciar
palabras propias, o palabras ajenas a las que le fueron confiadas, estarán traicionando al que le
envió.
Estamos necesitados de verdaderos profetas, de hombres llamados por Dios, enviados con la misión
de proclamar el divino mensaje. Hombres fieles que no se dejen llevar de sus propios intereses, que
no pretendan estar de moda, atraerse el aplauso de la multitud. Hombres que no traicionen al que le
envió, al Obispo que le confió la delicada misión de hacer resonar en las mentes y en los corazones
la palabra de Dios.
Amós ha llegado hasta Betel, llevando palabras de fuego contra los que no cumplen la ley de
Yahvé, contra todos aquellos que reducían el culto de Dios a una serie de prácticas meramente
externas, a un vivir cómodo y sin complicaciones personales, sin entrega total y sin abnegación de
sí mismos. Su palabra escuece, levanta inquietud y zozobra en los espíritus aburguesados, en los
que quieren vivir a gusto, sin lucha, sin doblegarse ante el criterio del que hace cabeza.
También Amasías, el sacerdote de Betel, ha sentido en su carne el golpe rudo de la palabra de
Amós. Y protesta y se revuelve rabioso: Vete a tu tierra, visionario. Come allí tu pan y predica a los
tuyos. Déjanos en paz... Amasías estaba a gusto, tranquilo en su vida fácil, sin lucha. Por eso las
exigencias de este hombre de campo que brama en nombre de Dios, le molestan, le resultan
insoportables. Y le manda callar.
Como hemos hecho nosotros cuando la palabra de Dios nos ha llegado preñada de exigencias y de
renuncias. Nos hemos rebelado, nos hemos justificado, hemos buscado mil razones para
escabullirnos, para seguir haciendo lo que nos ha resultado más fácil. Y hemos protestado contra los
que, en nombre de Dios y enviados por él, nos han hablado claramente de entrega, de justicia, de
verdad, de humildad.
2.- ENVIADOS DE CRISTO.- El Señor fue preparando de forma paulatina a sus apóstoles;
aquellos hombres que, a pesar de sus limitaciones, fueron escogidos para la misión de implantar el
Reino de Dios sobre la tierra. Eran hombres rudos, algunos incluso ignorantes, torpes a menudo
para entender las cosas de Dios. Sin embargo, fueron generosos, audaces a la hora de seguir a Jesús.
Se olvidaron de sus propios defectos y confiaron plenamente en el poder divino.
Para aumentar su confianza en Dios, fueron enviados sin dinero, con lo puesto casi. Ellos no lo
pensaron dos veces y marcharon por los caminos de Palestina, recorriendo los pueblos y alquerías
para anunciar que la salvación había llegado con Jesús de Nazaret, el joven Rabí que enseñaba la
comprensión mutua, la conquista de un mundo mejor a través de la propia renuncia, de la entrega
por amor a Dios en el servicio a todos los hombres.
Era una aventura para gente joven, para hombres y mujeres que supieran de amores limpios y
nobles, para "locos de remate" que se olvidaran de sí mismos y se preocuparan de los demás. Se
trata de una tarea de redención universal, de una guerra donde las armas son la persuasión amable,
la oración ferviente, el sacrificio escondido, la santidad personal en una palabra.
Aquellos pescadores y labriegos emprendieron una marcha que ha de durar durante siglos, la
marcha de los misioneros evangélicos. Fue la primera misión y tuvo un éxito rotundo. Volvieron
gozosos y radiantes porque la paz y la alegría habían brotado al conjuro de sus palabras. Aquello era
sólo el principio, una prueba fehaciente de que quienes se ponen en camino en nombre de Cristo, a
pesar de sus limitaciones personales, sembrarán con eficacia la semilla de la fe, del amor y de la
esperanza.
4.- ¿UN MUNDO SIN DIOS?
Un estudio de hace unos años que utiliza datos de censos de nueve países muestra que la
religión está por extinguirse en esas naciones. Australia, Austria, Canadá, Finlandia, Irlanda,
Nueva Zelanda, Países Bajos, República Checa y Suiza. ¿Drama u oportunidad para
presentar de nuevo el mensaje de Cristo? ¿Motivo de alegría para los movimientos ateos y
laicistas o, por el contrario, una razón más para ponernos las pilas y proclamar el Reino de
Dios con más energía y compromiso?
1.- Recordemos que la fe tiene una dimensión positiva de contagio: cuando uno la descubre, la
siente y la vive, la transmite. Sabe que, ese tesoro, es imposible guardarlo bajo cuatro llaves. Así lo
entendieron y lo dieron a conocer los apóstoles y la mismísima Iglesia.
Durante siglos no nos ha resultado fácil, aunque algunos les parezca lo contrario, presentar a Dios
como el centro de la humanidad o del cosmos. Mucho menos ofrecer el camino de Jesús como una
alternativa a otros senderos tortuosos o engañosos. Pero, la realidad, está ahí: un porcentaje altísimo
sigue sin tener conocimiento, sin haber oído nada ni a nadie de Dios, de su Encarnación, de la
Salvación que nos ofrece por la muerte y resurrección de Cristo.
-No olvidemos que el secreto del evangelio no reside en nuestras capacidades, sino en su misma
fuerza
-No pongamos en acento en nuestros medios técnicos, sino en la capacidad transformadora del
Espíritu Santo
-No impidamos, por supuesto, con nuestra apatía, que sea el mismo Cristo (verdadera riqueza)
quien salve
-Demos a conocer, primero conociéndolo nosotros, a ese Jesús que ha despertado los más bellos
sentimientos en músicos, artistas, pintores, escritores, gente sencilla, santos, etc.
2.- Hubo un tiempo en que se nacía cristiano y no hacía falta catequizar ni evangelizar porque se
transmitía la fe como por ósmosis o contagio. Hoy, por el contrario, esa mecánica ha desaparecido.
Para hacer frente a este momento crucial se requieren algunas características que tuvieron y
vivieron los primeros seguidores de Jesús:
-Conocimiento de aquello que decimos creer y de Aquel al cual decimos seguir
-Formación católica y cristiana. Se nos impone, para la formulación y presentación de nuestra fe,
un paso serio y urgente en la fundamentación y defensa de los criterios de nuestra fe cristiana.
Nadie puede ofrecer lo que no tiene pero, también es verdad, hay que saber cómo vender lo que uno
posee como riqueza.
-Salir de las trincheras de nuestra timidez apostólica. ¿Hacemos algo por nuestra fe? ¿La
cultivamos en nuestro ámbito familiar, afectivo, social, económico? ¿Somos conscientes de que, la
fe, además de personal tiene un componente colectivo?
3.- Que el Señor nos ayude a dar con esas claves que nos permitan hacerle presente en esta etapa
que estamos viviendo. Sin Él todos nuestros esfuerzos serán estériles. Sin su mano, nuestros medios
y nuestras capacidades, crearán un ambiente, posibilidades o nos harán estar a la última moda. Con
Él, por el contrario, vislumbraremos una puerta abierta por la que puedan entrar nuevos hermanos
que descubran, celebren y se sientan motivados por Jesucristo. A Él todo honor y gloria por los
siglos de los siglos.
4.- ILUMÍNAME, SEÑOR, Y MÁNDAME
Con tu Espíritu para que ofrezca y cante
tu plan de salvación, tu locura por la humanidad
Con tu presencia para que lejos de sentirme sólo
en la tribulación seas mi consuelo
en las dificultades un cayado donde apoyarme
en los fracasos un aliento para seguir adelante
ILUMÍNAME, SEÑOR, CON TU PALABRA
Para que, las mías, nunca sean las más importantes
ni mis gestos sean el centro de muchas miradas
ni mi persona sea un muro entre el hombre y el Misterio
ni mis ideas eclipsen la grandeza del evangelio
ILUMÍNAME, SEÑOR, CON TU MIRADA
Para que mire al mundo con amor y no con pena
Para que observe los acontecimientos con esperanza
Para que cerrando mis ojos
sienta que, los tuyos, miran por donde yo avanzo
Para que, sin juzgar y trabajando,
sepa que no soy yo el que siembro
sino tu mano poderosa quien sostiene la mía
ILUMÍNAME, SEÑOR, CON TUS BRAZOS
Para que, con ellos, mantenga alzada la luz de la fe
ayude a quien necesite una palabra o un amigo
levante al que, la vida, lo ha dejado arrastrado
ame a los que, incluso, rechazan mi misión
En Ti confío, Señor, no quede defraudado
envíame y, que seas Tú Señor,
el centro de lo que digo, siento, predico y hago
Amén
5.- EJERCER EL APOSTOLADO
1.- El Señor Jesús manda a sus Apóstoles a predicar. Han de ir de dos en dos. Y sin medios, sin
dineros, sin alforjas. Eso es lo que se ha venido en llamar la pobreza apostólica. A veces las buenas
obras –el apostolado, la ayuda a los hermanos—no se llevan a cabo porque especulamos y
calculamos en demasía los medios que necesitan para cumplir esa misión. Y al final el primer
impulso queda ahogado de tanto planificar. Y no debe ser así. En cuanto el Señor nos lo mande
hemos de salir inmediatamente a la calle. Vamos a recibir gracias suficientes para realizar nuestro
trabajo. Los Apóstoles van a ser capaces de expulsar a los espíritus malignos y curaran con la
unción con aceite. Ya se anuncia aquí lo que será después el sacramento de la Unción, sacramento
este que es de vivos y no de muertos. Y que debe recibirse para ser curado y no a modo de
extremaunción. Solo el poder divino puede expulsar demonios y curar enfermos. Y esa es la prueba
que el Señor va a dar mucho poder a los Apóstoles –y a todos los que quieran dedicarse al
apostolado—para mejor cumplir su misión. Y la difusión de la Palabra de Dios debemos confiar
más en la ayuda del Señor, que en nuestras propias fuerzas, aunque para evitar tentaciones del
Maligno, hemos de poner todo nuestro esfuerzo en ese empeño. Hemos de salir al campo
inmediatamente y comenzar a trabajar.
2.- La característica de ese trabajo evangelizador está excepcionalmente bien reflejado en fragmento
del Capítulo Siete del Libro de Amós, que hemos leído hoy. El encargo al profeta es muy preciso y
sin lugar a dudas. Y así suele presentarnos Dios sus proyectos. Pero eso sí: debemos tener muy
abiertos los “oídos del corazón” para comprender su mensaje. Igualmente, Jesús cuando manda a
los Doce les indica lo que tienen que hacer, incluso “sacudirse el polvo de los pies o llevar solo un
bastón.
3.- Hemos comenzado la lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios. Y ese inicio se ha
convertido en uno de los himnos más bellos que utiliza la Iglesia. Pero es además una declaración
teológica de gran hondura y la confirmación como proyecto divino de lo que es la Iglesia. La
doctrina de Pablo sobre Cristo como cabeza y los demás fieles (la Iglesia) como cuerpo es un
designio de Dios que da vida a nuestra actividad común, entonces y ahora. No hemos de olvidar la
substancia divina que reside en la Iglesia. No es una organización estrictamente humana, mejor o
peor dirigida o intencionado. Es una fundación de Dios, basada en la misión de su Hijo Unigénito
para reconciliar al mundo.
4.- Y sirvan estas últimas palabras a modo de epilogo y recordatorio para toda la semana. El
comienzo de la Carta de San Pablo a los Efesios se utiliza como himno en la Liturgia de las Horas.
La mayoría de los inicios de las epístolas paulinas contiene bellísimos actos de acción de gracias
por la conversión de sus discípulos. La obra que conocemos de San Pablo es más que monumental y
muy importante para el desarrollo de la Iglesia. Es un compendio doctrinal de tal naturaleza que
bien podríamos decir que "ya no ha hecho falta más". Pero la importancia de San Pablo no eclipsa
el mensaje evangélico propiamente dicho a cargo de los cuatro evangelistas. En el texto de San
Marcos de esta semana hay un encargo para salir a predicar. Es un como un entrenamiento previo
apara acciones mayores y futuras. Les da poder para expulsar a los espíritus malos y para curar y no
puede dejarse de pensar la gracia recibida. Unos rústicos pescadores van a tener inmediatamente
capacidad para exponer que es el Reino de Dios y, además, curaran del cuerpo y del espíritu.
5.- Hay siempre en la acción del apostolado una aportación de fuerzas que no parece propia.
Ciertamente, no es una cuestión "automática". Donde uno cree que va a ser más fácil convencer,
resulta muy complicado; pero, inesperadamente, aparecen otros momentos que todo se presenta
como más fácil. Jesús estaba con los apóstoles --predicadores y peregrinos-- que salieron al mundo.
Está, también, con todo aquellos que se inician en la misión de llevar la Palabra de Dios a los otros
hermanos. Dios está con todos los apóstoles, con quienes ejercen con esperanza el apostolado.
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
PROFETISMO Y AUDACIA
1.- Si alguno de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, se acuerda de lo que os decía la semana
pasada, en referencia a los profetas, debo advertiros que seguramente encontraríais a faltar alguna
persona ejemplar en este estilo de vida y que vosotros conocisteis, conocéis, supisteis o sabéis, pero
que yo no mencioné. Por mi parte, lamento no haberos mencionado al admirado obispo Casaldaliga.
Mi error es más culpable porque, aunque no le he tratado personalmente, amigos de ambos, nos han
relacionado y tengo un libro suyo con dedicatoria y firma, de su mano temblorosa ya, por el
párkinson que le atenazaba. Olvidé también a la fascinante Chiara Lubich, y esto también es
garrafal, ya que fue ejemplo de profetismo y de que este carisma no es cosa exclusiva de varones.
En el Antiguo Testamento se menciona ya a dos profetisas, María hermana de Moisés y Hula. A
esta última se le dedica una de las puertas del templo de Jerusalén, que todavía se conserva hoy.
2.- El profeta puede ser de condición social elevada o un simple plebeyo. Es el caso del protagonista
de la primera lectura de la misa de este domingo. Para entender bien el texto, os recuerdo que el
pueblo escogido se encontraba por entonces, dividido en dos reinos. Algo semejante a lo que ocurre
hoy con Corea, China o Chipre. División que no implicaba alambradas, ni muros, eso sí. Amos era
un pobre hombre del sur, de Judá y ha ido a profetizar al reino del norte. El mandamás se enoja,
evidentemente, y manda que lo expulsen. Un hombre pobre, pastor de oficio y conservador a
destajo de los frutos de los sicomoros. Son estos unos árboles corrientes por aquellas tierras.
Corrientes por aquellos tiempos y vueltos a plantar con abundantemente ahora, por lo que vengo
observando. Es un árbol majestuoso, de hoja semejante a la de la morera, pero de fruto muy
parecido al higo.
3.- De ambas realidades deriva su nombre. Por el contexto y por mi experiencia, os confieso que es
de inferior calidad y tamaño, pero que no deja de ser sabroso. Lo curioso del caso es que, a
diferencia del de la higuera, brota de los troncos y uno cuando los observa, tiene la impresión de
que está afectado de verrugas. Si se recogen y se ponen al sol, se secan y se pueden guardar o hacer
con ellos, prensándolos, unas tortas manejables, que fácilmente se pueden cortar o partir. El
pastoreo y la ocupación de la vengo hablándoos, eran propios de gente pobre, que no permitían a los
que los practicaban, llevar vida boyante.
4.- Y un individuo de estos, se permite atravesar límites, adentrarse en terreno ajeno e increpar a la
autoridad que no es fiel a sus deberes. Las leyes internacionales de hoy en día lo prohíben y al que
no las cumple le ponen de inmediato de patitas en su tierra, si no recibe castigo adicional previo. A
nadie le gusta que se entremetan en su vida. Los trapos sucios se lavan en casa, dicen algunos
enojados. Son normas establecidas, reconocidas, de bien obrar. Pero son otros los criterios de Dios.
Y aquí radica el profetismo, consecuencia de una fidelidad a la vocación de Señor, no de capricho,
ni de ambición. Ser profeta significa sin duda ser persona incómoda, hueso social dislocado. Pero es
un signo de fidelidad y una muestra, para quien le escuche, de que Dios no olvida a nadie.
4.- El texto evangélico es muy simpático. Es preciso traducir lo que dice el Señor a nuestra realidad.
Ni calzamos siempre sandalias, ni vestimos túnica, evidentemente. Cada uno debe examinar lo que
para él significa. En primer lugar supone salir de casa. Y no precisa y exclusivamente, de viajes de
vacaciones o de negocios. El viaje que propone el Maestro es de misión. ¿Para qué voy a meterme
yo con los demás? Que cada uno viva de la manera que mejor le parezca o quiera, piensan muchos.
¿Quién soy yo para increpar a la gente? Si no sabéis la respuesta, que cada uno se lo pregunte a
Amós.
5.- Los viajes hay que prepararlos, reservar hoteles y tener muy en cuenta los restaurantes que
existen y merecen confianza. Así se piensa. Cada uno en su casa. Y el que no la tenga, que viva de
pensión. Y que tenga póliza de atención sanitaria, válida para el territorio por donde se va a mover.
No dudo que es lo correcto para el tipo de viajes que se acostumbra a practicar. Hasta no hace
mucho, los domicilios tenían su cuarto de huéspedes, a disposición del que se presentase, aunque
pudieran ser pequeña al vivienda. Hoy no, que son muy caros, se añade. Lo son y no es extraño que,
pese a ello, se disponga de un segundo domicilio. Sea un “refugio” en la sierra, o un apartamento
junto al mar. Cada uno con doble baño y jardín.
6.- Perdonadme mi inmodestia, mis queridos jóvenes lectores. Salgo a veces de viaje. Mi vocación
y profesión, me obligan, así lo creo. Trato de estar prevenido, pero no del todo. Antiguamente en el
utilitario llevábamos la tienda de campaña, el butano y algunos alimentos. No siempre era fácil
encontrar sitios donde poder acampar, hoy es todavía más difícil. Ahora no viajo de esta manera,
pero también tiene sus inconvenientes. Hay que advertir que las guías de albergues o refugios,
sorprenden por sus errores, o que uno llegue a un lugar donde ni siquiera no existen. Va pensando
en donde encontrará acogida, sin estar seguro del todo. Me atrevo a decirle entonces al Señor:
ayúdame, que sea recibido y admitido, como yo en mi casa hago con los demás.
7.- Y puestos a traducir a realidades de hoy, pienso que tal vez sea importante y general, tener a
disposición del que viene a casa, un lugar en donde pueda aparcar. Que a veces una visita pasa más
tiempo buscando donde poder estacionarse, que compartiendo un rato con el que busca. Una tal
vida, de la que habla Jesús, es una aventura, implica riesgo, pero permite gozar de libertad. Y
transcurrida como nos la programa el Maestro, nosotros también gozamos de grandes ocasiones, de
frutos ni imaginados, que no pensábamos estuvieran a nuestro alcance. Una vida así, asegura un
encuentro satisfactorio con el Señor. Que el que ría el último, reirá mejor.
Documentos relacionados
Descargar