Andalucía durante la Restauración

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Andalucía durante la Restauración
Autora: PATRICIA CHIA SERRANO
DNI: 28818700E
En el período comprendido desde el inicio de la Restauración a la crisis del 98, el
desarrollo histórico de Andalucía se caracterizó por los siguientes rasgos:
- En lo económico, a diferencia de otras regiones españolas, se agudizó la crisis
iniciada durante los últimos años del período isabelino; la agricultura continuó
con su estancamiento, prosiguió el desmoronamiento industrial, el comercio
siguió sumido en una profunda crisis y sólo la minería presentó un cierto
dinamismo, pero controlado por capital extranjero.
- En lo social, las tensiones de períodos anteriores se recrudecieron y las
movilizaciones fueron cada vez más frecuentes y virulentas, especialmente en
el medio rural, donde la influencia anarquista era grande; el proletariado
urbano, en menor medida, también protagonizó distintas movilizaciones en las
zonas con presencia industrial.
- Políticamente, se reprodujo fielmente el sistema bipartidista estatal, con un
predominio de los conservadores; el fenómeno del caciquismo adquirió una
gran relevancia en nuestra región, sobre todo en el medio rural, y frente a ello
se aprecia una influencia creciente de las ideas republicanas. Numerosos
políticos andaluces desempeñaron importantes cargos en los gobiernos y en la
administración estatal (Cánovas del Castillo, Romero Robledo, López de
Carrizosa), pero este hecho reportó pocos beneficios para nuestra región.
En este período podemos situar también la aparición de un sentimiento regionalista andaluz,
que sentará las bases del nacionalismo del siglo XX.
UNA ECONOMÍA DEPRIMIDA
Por lo que respecta a la agricultura, el último tramo del siglo se caracterizó por un
aumento de la gran propiedad, continuando la acumulación de la tierra en pocas manos. En
1890, Andalucía era la región española con mayor número de fincas superiores a 250
hectáreas, con lo que persistía, por tanto, la estructura latifundista.
Este período comenzó con una grave crisis agraria que afectó a los cereales, a la vid, y
al olivo. Una epidemia de filoxera, iniciada en Málaga (1878), complicó la situación; cultivos
como la remolacha azucarera, el tabaco, el algodón o los árboles frutales se vieron menos
afectados por la crisis.
La relativa industrialización iniciada en el período anterior terminó desmoronándose.
En estos años asistimos a un hundimiento de sectores como el siderúrgico o el algodonero, se
suceden los cierres de fábricas (“La Concepción”- Marbella-, 1884; “La Constancia”Málaga-, 1891, o “El Pedroso”- Sevilla-, 1888). Frente a esta situación, se mantuvieron las
industrias agroalimentarias, algunas de las cuales se modernizaron (harinas, vinos, aceite y
azúcar). La industria naviera tuvo un limitado desarrollo en la bahía de Cádiz.
En la explotación minera continuó teniendo mucha importancia la obtención de
plomo, yacimientos jienenses se unieron a los almerienses explotados desde el período
anterior. En la provincia de Córdoba comenzó la extracción de hulla, pero sin duda, es la
minería del cobre (cuyos principales yacimientos se encontraban en la zona de Río Tinto, en
Huelva) la que más destacó en estos años. El sector minero generó una importante riqueza,
pero los beneficios tuvieron una escasa incidencia en el desarrollo de la economía regional,
pues la práctica totalidad de los capitales se transferían al extranjero. En este sentido, hay que
señalar que se acentuó la presencia de compañías extranjeras, como la “Río Tinto Company”.
La actividad comercial continuó en crisis, y en estos años se produjo el derrumbe
comercial del puerto de Málaga. La expansión del tendido ferroviario continuó de una
manera desordenada ésta situación económica provocó movimientos migratorios internos, del
campo a la ciudad (lo que contribuyó a aumentar el proletariado urbano) y externos, sobre
todo al norte de África (especialmente a Argelia), y también a Hispanoamérica. Entre 1884 y
1898, unos 204.000 andaluces abandonaron la región.
OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO
Andalucía refleja de forma clara durante la Restauración el bipartidismo estatal. El
Partido Conservador estará integrado, en nuestra región, por los grandes terratenientes,
herederos de la nobleza histórica, y por la burguesía agraria, que constituyen lo que se ha
denominado “oligarquía”, débil numéricamente, pero con gran poder económico, político y
social. La burguesía urbana industrial, dedicada a los negocios, se integra en el Partido
Liberal. A lo largo de todo el período predominan las candidaturas conservadoras, incluso en
momentos de gobiernos liberales.
Las ideas republicanas arraigaron en la región, aunque debido al férreo control de las
elecciones, no lograron obtener un número significativo de representantes exceptuando las
elecciones celebradas en 1891. Especial protagonismo adquirió el Partido Federal, que se
consideraba heredero de los junteros liberales y que enlazaba con los republicanos de los
años sesenta y setenta. La aportación más importante del republicanismo andaluz de este
período es el proyecto de Constitución Federal, aprobado en Antequera en 1883, en el que se
plantea una organización política a partir de la autonomía de los municipios y los cantones en
el contexto de una federación andaluza.
En esta situación política adquirió una gran relevancia el fenómeno del “caciquismo”,
muy arraigado en Andalucía, especialmente en el campo, donde había tejido una red de
influencias y poder, controlando instituciones como la justicia o la Guardia Civil. Andaluz
era Romero Robledo, el cacique conservador más importante, ministro de Cánovas y gran
amañador de elecciones. Ejerció una gran influencia en Antequera –su pueblo natal- y en
toda la provincia de Málaga. También en ésta, pero en el campo liberal, destacó la familia
Larios. El fenómeno caciquil se vio favorecido por las altas cotas de analfabetismo en la
población, por el dominio que los propietarios de la tierra ejercían sobre el mercado de
trabajo (hecho que les hacía controlar el voto) y por la creciente influencia en el campo de las
ideas anarquistas que preconizaban el rechazo a participar en la vida política. Asociado a la
oligarquía y al caciquismo surge una figura característica de este período, “el señorito”, que
tenía un gran poder económico y ascendencia sobre la población.
LOS MOVIMIENTOS OBREROS Y CAMPESINOS
La oposición frontal al sistema implantado por la Restauración, se manifestó en
nuestra región, a través de distintas movilizaciones campesinas y obreras. Dos grandes
corrientes protagonizan estas movilizaciones: la anarquista y la socialista.
El anarquismo consiguió un fuerte arraigo en la clase obrera andaluza, pese al
debilitamiento que supuso para el movimiento las detenciones y juicios posteriores al asunto
de la Mano Negra. La Mano Negra fue una sociedad secreta de carácter anarquista (y de
dudosa existencia) que actuó en Andalucía a partir de 1881 y resultó desmembrada a finales
del año siguiente por el gobierno de Práxedes Mateo Sagasta. 1881 fue un año de malas
cosechas lo que motivó una fuerte tensión social, que unida a la constitución de la Federación
de Trabajadores de la Región Española (FTRE), de obediencia anarquista, extendió en
Andalucía el rumor de la existencia de una organización secreta violenta. Los terratenientes
andaluces, cada vez más molestos por el auge de organizaciones campesinas de carácter
violento, presionaron a la Guardia Civil de Jerez de la Frontera, hasta que detuvieron en
diciembre de 1882 a 16 miembros de la FTRE acusados de asesinato. La Guardia Civil
declaró además haber encontrado el reglamento de la asociación, identificada por el símbolo
de una mano negra. Las detenciones de obreros campesinos se generalizaron a otras
provincias andaluzas, llegando a varios miles, al tiempo que se hizo recaer en la supuesta
Mano Negra (en realidad simplemente miembros de la FTRE) la autoría de numerosos
crímenes. Siete acusados fueron condenados a muerte, entre quienes estaba el imaginario
jefe, Pedro Corbacho, y ejecutados en junio de 1884. Históricamente no está demostrada la
existencia de la organización ya que las inculpaciones se obtuvieron mediante tortura.
Al enjuiciamiento le siguió una extensa represión del anarquismo. En 1903, ya en el
reinado de Alfonso XIII, una campaña a favor de la revisión del proceso logró que los
supervivientes quedaran liberados.
El socialismo en Andalucía fue un fenómeno más débil y limitado que el anarquismo;
se implantó sobre todo, en núcleos industriales y mineros. La penetración en el medio rural
fue escasa, puesto que la problemática del campo preocupaba poco a la organización
socialista. Los socialistas tuvieron un papel destacado en la conflictividad laboral del
momento, especialmente en las huelgas de la minería de Río Tinto (Huelva) en 1888 y de
Málaga en 1890.
ORÍGENES DEL NACIONALISMO ANDALUZ
El andalucismo se configura en la contemporaneidad, unido a la revolución liberal
burguesa y al capitalismo. Las primeras ideas andalucistas responden a las iniciativas de
algunas personalidades de la pequeña burguesía, las clases medias urbanas entre ellos
Antonio Machado y Núñez, Antonio Machado Álvarez (abuelo y padre del conocido poeta) o
a José María Asensio y Toledo. Se trata de la aparición en los años ochenta del siglo XIX de
lo que el antropólogo Isidoro Moreno ha denominado “el primer descubrimiento consciente
de la identidad andaluza”, condición indispensable para el surgimiento de una conciencia
diferenciada. Los protagonistas son un grupo de intelectuales que buscan los caracteres de la
identidad andaluza desde una perspectiva antropológica y con un método positivista:
observan, recopilan datos, analizan los fenómenos, recogen y estudian el saber y las
tradiciones populares de Andalucía. De esa manera los intelectuales folkloristas descubren y
afirman la identidad específica de Andalucía en el proceso histórico de formación de su
pueblo. Estas ideas no rebasaron los restringidos círculos de la intelectualidad progresista
aunque publicaciones como la revista mensual Filosofía, Literatura y Ciencia (1869) dirigida
por Antonio Machado Núñez o instituciones como la Sociedad Antropológica Sevillana
(1871) y Folklore Andaluz (1881) ayudaron a impulsarlas. Los datos recogidos por estos
intelectuales sobre los elementos de la identidad andaluza y las formas de vida del pueblo
andaluz servirían para formular una teoría explicativa sobre Andalucía. Pero en torno a 1886
ese movimiento intelectual se agota dejando tras de sí un importante material cultural: Las
revistas Folklore Andaluz y Folklore Bético- Extremeño y la Biblioteca de Tradiciones
Populares Españolas (publicada entre 1883-1886). Fruto también de este impulso intelectual
fue la fundación del Ateneo de Sevilla, creado por el catalán Manuel Sales y Ferré. Esta
institución tendrá un protagonismo fundamental más tarde con el Andalucismo Histórico.
El inicio del movimiento andalucista se desarrolló al margen de corrientes políticas y
sociales del momento: el proletariado urbano y campesino estaba más preocupado por
reivindicar necesidades inmediatas y cotidianas (jornales, trabajo, reparto de tierra…) y la
oligarquía agraria dedicaba su atención a controlar la actividad política siguiendo las
directrices que llegaban de Madrid. En cualquier caso estas iniciativas constituirán la base a
partir del cual se configurará el nacionalismo andaluz del XX.
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