Lecturas ejemplares Un libro, un viaje

Anuncio
ESCRITURAS
Miércoles, 23 junio 2010
EMECÉ (BUENOS
AIRES, 2010)
272 PÁGINAS
La tierra elegida
EMECÉ (BUENOS
AIRES, 2005)
264 PÁGINAS
12
Cultura|s La Vanguardia
Juan Forn
Ningún hombre
es una isla
El escritor argentino Juan Forn
ARCHIVO
Documento Fiel a la prensa bonaerense, Juan Forn
es de esa estirpe de lectores que escriben y enfocan
la realidad desde una perspectiva literaria
Novela Pius Alibek
narra su marcha de Iraq
a Barcelona en 1981
Lecturas
ejemplares
Un
libro,
un viaje
JULIO JOSÉ ORDOVÁS
Borges hizo de la lectura una religión cuando imaginó el Paraíso bajo la especie de una biblioteca. En
esa religión él mismo, con su ceguera homérica, era el único dios, Argentina el pueblo elegido y el catálogo de catálogos el Arca de la
Alianza. Bioy, que tenía comunicación directa con Georgie, fue el primero de los profetas; luego le sucederían otros: Cortázar, Wilcock,
Manguel, Piglia, Fresán. El último
profeta de esa religión argentina
de lectores que escriben es Juan
Forn, autor de un nuevo evangelio
literario que aparece por entregas,
cada viernes, en la contratapa del
diario bonaerense Página/12 y que
ha tomado cuerpo en dos libros,
La tierra elegida y Ningún hombre
es una isla (por ahora sólo a la venta en Argentina).
Cada género representa un continente y cada subgénero una nación dentro del viejo mundo de la
literatura, pero existe todavía un
mundo nuevo en el que resulta inútil levantar alambradas académicas, ya que su suelo es movedizo y
extremadamente cambiantes sus
contornos. Para llegar a esa terra
incognita no basta con tener madera de explorador. Hay que poseer
una fe ciega en la literatura y dejarse guiar por ella, despreciando el
miedo a lo desconocido.
Las historias de Juan Forn tienen la piel del reportaje, músculos
narrativos y esqueleto ensayístico.
Son relatos travestidos de artículos que se nutren de las múltiples
caras de la realidad, extrayendo de
ellas toda su tinta novelesca. Sus
historias tocan los más diversos palos, trascendiendo la actualidad
sin evitarla y rozando lo increíble
sin caer en la inverosimilitud.
Cuente lo que cuente, Forn hace literatura. Porque enfoca los temas
desde una perspectiva literaria,
porque convierte a los autores en
personajes de sí mismos sin caricaturizarlos ni mitificarlos, y porque
viaje a donde viaje, y el tipo no para de viajar, viaja siempre de libro
en libro.
Sólo hay una norma a la que
Juan Forn se atiene: huir de la pontificación y no descender bajo ningún concepto al nivel de los críticos. En alguna parte dice que le
gusta conocer la risa de los autores
que venera, y es a partir de esa risa
(que se trasluce en el tono, alérgico
a la solemnidad y siempre sonriente) como estructura las tramas y
las resuelve (o no). Que parta de la
risa no quiere decir que renuncie a
la seriedad. A lo que renuncia por
principio es a la gravedad lapidaria. La linterna humorística le permite iluminar las vidas más sombrías en los lugares y las fechas
más siniestras, y si algo parece haberse propuesto es proyectar, mediante una sucesión de pequeños
retratos, un gran retrato moral del
siglo XX y de sus secuelas. A golpes de ironía Forn desmonta las miserias humanas y los trucos del
azar, haciéndonos ver y comprender que todo sería trágico si no resultara tan cómico. Diseccionando
En forma de artículos,
sus historias tienen la
piel del reportaje,
músculos narrativos y
esqueleto ensayístico
la prensa literariamente y rastreando su biblioteca con ojo y olfato periodísticos, Juan Forn consigue
que sus historias funcionen como
relatos, se lean como crónicas y se
vean en conjunto como episodios
de una novela inacabable.
Al destripar el método narrativo
de García Márquez, Forn revela
sus propias intenciones y aspiraciones. Escribe entonces: “Su concepción de la literatura no separa emisión de recepción; la vara es la misma porque son una misma cosa para él. Por eso difumina con tal impudor las fronteras entre periodismo y narrativa, así como entrelaza
impunemente lo emocional con lo
intelectual, lo político con lo mítico, hasta hacer invisible el zurcido
que los unió. Y por eso quizá, por
la naturalidad con que lo hace, nunca se le reconoce su real valía como practicante del mestizaje de géneros, que no es otra cosa que el
ejercicio de la libertad más descarada para escribir, combinando sin
pudor todo aquello que haya surtido efecto en él cuando le contaban
una historia”.
Forn también lee con los cinco
sentidos, tanto los libros como la
realidad. Y de igual modo que respira para leer y lee para contarlo,
escribe para seguir leyendo, con
una libertad, una naturalidad y
una felicidad ejemplares. |
Pius Alibek
Arrels nòmades
LA CAMPANA
345 PÁGINAS
20 EUROS
ANNA ROSSELL
Sencillamente hermoso este libro
de Pius Alibek, un asirio-caldeo de
Ankawa, pequeña población del
norte del actual Iraq, donde nació
en 1955, región en la que se asienta
también la minoría kurda iraquí.
Arrels nòmades, del que ahora se
edita la cuarta edición, es la historia autobiográfica de su autor-protagonista, el relato de una vida en
la vasta geografía iraquí, desde
Ankawa hasta el desierto del sur,
pasando por Basora y Bagdad, una
vida cargada de emociones y de intensa convivencia multicultural narrada por un espíritu observador y
sensible, de inteligencia cosmopolita. Alibek, llegado a Barcelona en
1981, donde acabó por establecerse
a causa de la duración de la guerra
Irán-Iraq, se entrega a los recuerdos que marcaron su infancia hasta su primera juventud, llevado
por la necesidad de legar a sus dos
hijas pequeñas la herencia de sus
raíces.
Pero su escritura no pretende
una regresión a su pasado, al contrario, sus palabras fluyen desde la
convicción romántica y certera de
que sólo quien lleva a cuestas sus
raíces es capaz de abrirse al mundo: “Extiende tus raíces. Guárdalas en el corazón. Cárgalas a tus es-
El escritor Pius Alibek, retratado en Barcelona
MARC ARIAS
El autor se entrega a
los recuerdos llevado
por la necesidad de
legar a sus hijas la
herencia de sus raíces
con el país vecino.
El autor-protagonista de esta peripecia vital, quinto de doce hermanos, se nos revela ya desde niño como una conciencia recta, honrada,
coherente y observadora, que interpreta y analiza personas y lugares,
situaciones –políticas y humanas–
y paisajes con mirada sensible, aguda y afilada: crítica, cuando reclama crítica; poética, cuando su objeto le impone este registro. Así, sin
que por ello adquiera protagonismo, el relato no ignora la política,
los años en que el partido baasista,
que con el tiempo lideraría Sadam
Husein, se hizo con el poder en
Iraq y sabe retratar un paisaje con
la fuerza de una poesía: “El verdadero encanto se reserva para manifestarse con todos sus enigmas en
las noches del desierto. Las palabras se me escapan (...). Intento
trenzarlas con ternura y brotan de
mí emociones desbocadas que las
confunden y las vacían de significado. Desisto, cierro los ojos y veo la
oscuridad que avanza tímidamente. Reclama su noche con el rostro
ruborizado y el cielo le reclama
compartirla”.
Alibek, que compagina su actividad de traductor e investigador
con la de restaurador de cocina iraquí en Barcelona, se revela además
con este libro como una promesa
literaria. |
ESCRITURAS
Miércoles, 23 junio 2010
Cultura|s La Vanguardia
13
paldas como la madre nómada carga al ser querido. Sólo entonces el
mundo entero será tu tierra (...).
No saques la cabeza por la ventana. Abre la puerta, arranca las raíces y vuela. Sólo entonces tendrás
la libertad para amar todas las tierras y a todas las personas”, escribe en el prefacio a modo de resumen de sus intenciones.
El relato de Alibek se lee como
una novela en primera persona, seduce por la riqueza de las experiencias vividas y sabe plasmarlas con
un lenguaje rico y capaz de alcanzar la profundidad de los repliegues más recónditos del alma. Nos
acerca con sencillez a un mundo
mágico y lejano, a veces con ecos
familiares: el despertar a la conciencia de una minoría en sus primeros años en Ankawa, la mudanza de su familia, católica, a Basora,
un entorno culturalmente ajeno en
el que el niño tendrá que aprender
árabe y a convivir con musulmanes, su vida en el seminario jesuita
de un barrio residencial de Bagdad, en el que ingresa para hacerse
sacerdote, sus años de estudiante
de filología inglesa en la universidad, el aislamiento de treinta y
ocho meses de duro servicio militar en el desierto y su traslado a
Barcelona, huyendo de la guerra
Descargar