Entrenan abejas para producir miel monofloral

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La Nación
Martes 23 de enero de 2007
Entrenan abejas para producir miel monofloral
Es la que elaboran cuando explotan una sola especie vegetal
Durante el entrenamiento, se coloca a las abejas en un cepo para averiguar si recuerdan una fragancia
Foto: Gentileza Grupo FCEYN
Las abejas, en la colmena
Foto: Gentileza Grupo FCEYN
Proyecto de científicos argentinos
Así como existen diferentes variedades de vino según la clase de uva utilizada para su
producción, con la miel ocurre algo parecido: el tipo de flor de la que la abeja recoge el
néctar determinará el sabor, el aroma y el color del producto final. Y así como hay quienes
prefieren degustar un Malbec antes que un Cabernet o un Merlot, también hay quienes eligen
entre "varietales melíferos" de pera, azahar, eucalipto, romero o naranjo, entre muchos
otros.
Por supuesto que no estamos hablando del líquido espeso y cristalino que habitualmente se
consigue en el supermercado de la esquina, sino de lo que se denomina miel monofloral, que,
como su nombre permite adivinar, es el producto que se logra cuando una colonia de abejas
explota una sola especie de planta.
Pero conseguir ese refinado elixir no es fácil. De hecho, la Argentina -uno de los principales
productores y exportadores apícolas del mundo- sólo exporta miel a granel.
Para lograr que todas las obreras de un colmenar elijan predominantemente un solo tipo de
flor es preciso comprender los complejos mecanismos de comunicación de este insecto social.
Desde hace tiempo se sabe que cuando una abeja sale a buscar alimento por primera vez no
lo hace a ciegas, sino que ya tiene información previa del lugar donde hallarlo y de la
cantidad que encontrará. De esta manera, ahorra tiempo y energía.
En los últimos años, los científicos del Grupo de Estudio de Insectos Sociales de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales (Fceyn) de la UBA hicieron otro descubrimiento sobre los
"saberes previos" de las abejas: "Encontramos que antes de hacer su primer viaje las obreras
también cuentan con información sobre el olor floral que la colmena está explotando", señala
el doctor Walter Farina, investigador del Conicet y director del equipo de trabajo. Y dado que
cada tipo de flor posee un olor propio y característico, el hallazgo condujo a los
investigadores a estudiar la posibilidad de enseñar a las recolectoras a dirigirse hacia una
especie floral en particular.
Una flor para el recuerdo
Dos trabajos publicados recientemente por este grupo en la revista científica
Naturwissenschaften demuestran que el aprendizaje de los olores ocurre dentro de la
colmena, cuando la recolectora distribuye el néctar entre sus congéneres: "Reciben un
alimento que tiene olor y así aprenden a asociar con una recompensa la fragancia de una flor
que todavía no conocen", explica Farina.
De esta manera, a la hora de salir a buscar comida, las obreras preferirán la especie de planta
cuyo olor les recuerde aquel estímulo reconfortante: "Observamos que si se les presenta una
situación de elección entre dos olores, uno que ya estuvo circulando en la colmena y otro
novedoso, eligen el conocido", revela.
El desafío actual de los investigadores es determinar cuánto tiempo dura el estímulo.
"Podemos «preguntarle» a la abeja si se acuerda de un olor colocándola en un cepo y viendo
si extiende su trompita, que se llama probóscide, cuando se le ofrece la fragancia", ilustra el
experto.
Según adelanta, los experimentos indican que el "recuerdo" persiste por "bastante más de 24
horas". Para Farina, éste es un dato clave, porque cuanto mayor sea la duración del estímulo
"más fácil será a futuro implementar una técnica de manejo apícola que permita que las
abejas vayan hacia donde queremos".
Mientras tanto, en Europa -uno de los principales destinos de las exportaciones argentinas-, la
miel monofloral es producida de una manera más básica: "Para evitar la mezcla de néctares,
se extrae la miel del panal inmediatamente después de ocurrida la floración de la especie de
interés", comenta Farina.
Centro de Divulgación Científica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA
Por Gabriel Stekolschik
Para LA NACION
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