Chapter7 1

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Capítulo 7
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El poder transformador de la palabra:
de la cultura clásica a la cultura
popular
En el capítulo anterior hemos visto cómo lo fantástico puede funcionar alegóricamente para cuestionar y transgredir las limitaciones impuestas por los códigos sociales relacionados con el papel de la mujer en la sociedad
latinoamericana. En este último capítulo vamos a estudiar otros dos relatos
de dos autoras con carreras muy dispares: una de gran éxito editorial, Isabel
Allende; la otra, escasamente conocida en el ámbito internacional, Rima de
Vallbona. A pesar de estas diferencias, ambas presentan nexos de unión a
través de una preocupación fundamental que aparece en muchos de sus relatos: el papel de la palabra, del discurso, herramienta tradicionalmente masculina, como agente de transformación y liberación para la mujer. En los
cuentos que vamos a analizar, “la tejedora de palabras” de Rima de Vallbona
y “Dos palabras” de Isabel Allende, aparecen elementos mágicos o sobrenaturales que juegan un papel esencial en la estrategia alegórica de los textos
sobre el poder del discurso y su capacidad para cambiar la realidad de la mujer.
En este sentido, ambas autoras pueden ser encuadradas dentro del feminismo mágico, definido en capítulos precedentes, o dentro de lo neofantástico político-social, en sentido más amplio. Incluso estos relatos se podrían
clasificar dentro de lo que definíamos, con reservas, como lo post-fantástico
en el capítulo II dada su concepción del lenguaje como tejido que crea, recrea
y conforma la realidad.
Curiosamente ambos relatos aparecieron por primera vez en 1989: “Dos
palabras” en la colección Cuentos de Eva Luna; “La tejedora de palabras” en
la revista The Americas Review, aunque más tarde se incluyó en la compilación Los infiernos de la mujer y algo más en 1992.
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La edad de la incertidumbre
La recreación del mito en “La tejedora de palabras”
La mayor parte de los escasos estudios críticos sobre la obra de la costarricense, afincada en Estados Unidos, Rima De Vallbona destacan que las
mujeres protagonistas de sus relatos pocas veces logran liberarse y recuperar
la palabra que se les ha negado. Carlos Manuel Villalobos afirma que en las
mujeres de la mayor parte de sus cuentos
Hay un sentimiento de culpa que las detiene. Quizá entonces su proyecto sea tan
solo mostrar los múltiples obstáculos y su estrategia es más realista que idealista.
[...] Las mujeres en los relatos de Rima sienten el malestar que les provoca esta
paradoja y salen de las apariencias, buscan divorciarse, subvierten el orden, pero
frente al espejo de su identidad se sienten solas e incompletas y se acusan culpables.
Una suerte de fatalidad se apodera de ellas y en general no logran encontrar su yo.
(p.95)
Villalobos concluye que la mayoría de los personajes femeninos de los
cuentos de De Vallbona oscilan entre la aceptación y el rechazo de su sometimiento, de manera que sufren la paradoja de la escisión entre aceptar ese
sometimiento o subvertirlo (p.102). En efecto, otros críticos, y el mismo Villalobos, puntualizan que en ocasiones las mujeres de Rima de Vallbona son
capaces de rechazar la autoridad establecida y recuperar la palabra negada.
La mayor parte de las veces esto se logra a través del uso, aceptación y recreación de los roles impuestos por la tradición cultural. En este sentido, el
análisis de Emilia Macaya nos parece particularmente significativo:
La mujer monstruosa o demoníaca constituye un escape a la autoridad establecida,
bien por la amenaza de fundamentar un texto o una palabra propias, bien por el peligro de negarse o permanecer en el lugar que ha sido tradicionalmente fijado. Y puesto que se afirma no solo pasa a ser depositario de un cúmulo de amenazas y males –
que la delatan en su obediencia y alertan a la vez frente al peligro que ella representa– sino que va igualmente a reconstruir la encarnación del castigo que habrá de
atraerse toda mujer que se atreva a trasgredir el orden de dependencia y pasividad
para ella establecido. (p.72–73)
Esto es lo que ocurre en gran medida en “La tejedora de palabras”. Curiosamente, uno de los cuentos menos analizados de la autora costarricense,
quizá porque no responde a los parámetros en los que tradicionalmente se ha
enmarcado su obra: cosmovisión cristiana del mundo en la que el sentimiento
de culpa en los personajes y la redención (posible o efectiva) juegan un papel
estructurador.1 Sin embargo, en el relato que nos ocupa no sólo no existe sentimiento de culpa en el personaje principal, tampoco hay redención; pero so-
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bre todo se da una apropiación subversiva de la palabra para cuestionar los
roles asignados a la mujer en el discurso masculino tradicional.
Como en otros cuentos suyos, “Saturnalia” o “Penélope en sus bodas de
plata”, Rima de Vallbona utiliza un personaje mítico clásico, en este caso
Circe, para cuestionar el papel social y sexual de la mujer contemporánea. El
cuento puede ser interpretado como una relectura, reinterpretación o recreación en clave metafórica del mito para resaltar el poder del discurso y el nuevo papel que el lenguaje puede o debe jugar en la transformación de la
posición de la mujer en la sociedad. La palabra, hablada o escrita, posee poderes mágicos y puede y debe ser un instrumento de transformación de las
condiciones sociales de la mujer. Desde este punto de vista, podemos aplicar
al relato el término feminismo mágico de Patricia Hart, tal y como se definió
en el capítulo anterior: “Magical realism employed in a femino-centric work,
or one that is especially insightful into the status or conditions of women in
the context described in the work” (Narrative Magic in..., p.29–30). Efectivamente, “La tejedora de palabras” presenta elementos mágico-realistas en
una narración centrada en un personaje femenino y da una visión del status y
condición de ciertas mujeres en ese contexto. Pero hay algo más. Los elementos mágicos del cuento se asocian al mito clásico de Circe y a la capacidad del discurso para transformar, conformar, tejer y moldear la realidad.
Esto es particularmente significativo ya que apunta hacia los juegos de simulación textual típicos de las narraciones postmodernas a la vez que plantea
una transgresión de las formas culturales tradicionales en cuanto a la condición política y social de la mujer.
Por todo ello, se podría decir que tanto el relato de De Vallbona como el
de Allende, que veremos después, así como los dos cuentos analizados en el
capítulo anterior de Ferré y Ferrer, conjugan y mezclan características de lo
neofantástico con lo post-fantástico, tal y como lo definíamos, con reservas,
en el capítulo II. Y esto se manifiesta fundamentalmente a través de la recreación del mito clásico de Circe. Como apunta Debra Andrist, Rima de
Vallbona “es una revisionist mythmaker, una reinventora de mitos en algunos
de sus cuentos” (p.119), y en esta reinvención lo fantástico tiene un papel
primordial ya que, como señala Alice Ostricker,
A algún nivel tal vez todas las escritoras deban ser escritoras del género fantástico,
porque las mujeres son “extranjeras” o están al menos, en los márgenes del sistema
de los símbolos tradicionales. Como resultado de esto, se puede decir que la literatura fantástica de las mujeres se hace logarítmicamente fantástica. [...] Las escritoras
crean mitos nuevos porque tienen que recrear todo desde la perspectiva de la mujer,
en lugar de la del hombre. (citado por Debra Andrist, p.120)
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La edad de la incertidumbre
Efectivamente, “La tejedora de palabras” se inicia con dos epígrafes clarificadores en este sentido. Primero, una dedicatoria: “A Joan, quien desde
hace siglos se aventuró por los mares de la vida creyendo que iba en pos de
su propia identidad, cuando realmente buscaba, como Telémaco, el Ulisespadre-héroe que todo hombre anhela en sus mocedades” (p.11). Después, una
cita de La odisea de Homero: “Y hallaron en un valle, sito en un descampado, los palacios de Circe, elevados sobre piedras pulidas. Y en sus alrededores vagaban lobos monteses y leones, pues Circe habíalos domesticado
administrándoles pérfidas mixturas” (p.11).
Ambos hacen referencia a los dos personajes principales del cuento: Rodrigo y la profesora Thompson. Rodrigo es un alumno en el curso sobre literatura y mitos griegos impartido por Thompson en la universidad. Rodrigo
parece la encarnación del Joan del epígrafe, joven aventurero y navegante de
la vida en busca de su identidad. La profesora Thompson parece una encarnación contemporánea de Circe. De acuerdo con la fábula clásica, Circe, hija
del Sol, era “una maga cruel, hipócrita y celosa” (Humbert, p.270) que mató
a su marido, rey de los sármatas, mediante sus pócimas venenosas para reinar
sola. Circe fue expulsada del país y llevada por su padre a la isla de Aeaea,
en el mar de Etruria. Desde su magnífico palacio atraía a los marineros, les
cautivaba con sus encantos, les robaba su energía y tesoros y, finalmente, los
convertía en animales. Ulises, en su regreso de la guerra de Troya, fue arrojado a las costas de Aeaea por una tempestad. Circe transformó a sus compañeros en puercos mediante sus artes mágicas. Sólo Ulises se libró de sus
hechizos con la ayuda del ajo dorado de Mercurio, y obligó a Circe a restaurar a sus compañeros su forma humana.
Tanta audacia y un carácter tan noble robaron el corazón de la hechicera, que se
enamoró de Ulises y le colmó de pruebas de simpatía y afecto. Encantado a su vez
Ulises y seducido por tan continuos halagos, quedóse a su lado un año entero, olvidándose de su patria, su esposa y sus hijos. (Humbert, p.271)
En el relato, las artes mágicas de Thompson-Circe se manifiestan de dos
formas: por un lado, en ocasiones se presenta a Rodrigo no como la figura
vieja, grotesca y desaliñada que parece ser en realidad (y que percibe todo el
mundo), sino como un ser joven, hermoso y resplandeciente. Por otro lado,
también atrae al joven Rodrigo a través de sus palabras, de su dominio del
discurso, con el que teje “la divina tela” (p.14) del encantamiento y embelesamiento, de manera que “en clase, enredado en la hermosa trama que ella
iba tejiendo con palabras, palabras y más palabras, Rodrigo se sentía feliz”
(p.14). Mediante estas pérfidas mixturas, como dice Homero, a través de este
pérfido uso del poder de la palabra y del poder de la metamorfosis, la profe-
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sora Thompson atrae, domestica y somete al ingenuo Rodrigo. Estas artes
mágicas se manifiestan desde el principio del relato, desde la primera vez que
ambos se encuentran:
Ella se dirigía hacia el edificio de lenguas clásicas y modernas cuando Rodrigo tuvo
la fugaz visión suya de espaldas, aureolada por el brillo de una nunca antes vista
frondosa mata de pelo. Iba cantando –o eso le pareció a él–, con una voz tan melodiosa, que por unos instantes se suspendieron sus sentidos y quedó petrificado.
(p.11–12)
Rodrigo entra en la zona mágica del mito, donde el tiempo y los sentidos
se suspenden; entra en el reino del Hades, atraído por la voz melodiosa de
Circe, que es también sirena que atrae con su canto al incauto navegante en
busca de su destino, de su identidad. Este espacio mágico-mítico se opone al
espacio de la realidad, en el que Thompson es un ser grotesco, que huele a
soledad y abandono, y provoca náuseas, lástima y miedo en los que la contemplan.
Este doble aspecto de la profesora juega un papel fundamental en la estrategia cuestionadora y transgresora del cuento. Por un lado, en su rol de
vieja desaliñada y repugnante, Thompson pone en cuestión los prejuicios de
sexo y clase asociados a su condición de profesora. Como comenta Eva,
también estudiante de Thompson y amiga de Rodrigo, además de primera
mujer del mito cristiano y, por lo tanto, representante de los valores culturales occidentales,
- Da pena verla, [...] Viene a la U en esa facha de trapera, como las baggy ladies que,
con la situación escuchimizada de hoy y la derrota de sus vidas, llevan cuatro chuicas en una bolsa plástica, hacen cola en Catholic Charities y se pasan hurgando en
los basureros. Sucia, despeinada, sin maquillaje alguno, el ruedo de la falda medio
descosido, ¿no la viste?, así viene siempre a clase. (p.12)
Pero, por el otro lado, en su condición de joven Circe embrujadora y
hechicera, Thompson transforma las connotaciones negativas asociadas al
personaje mítico (crueldad, hipocresía, asesinato, hechicería) en elementos de
liberación e independencia personal. Y esto lo consigue, sobre todo, a través
de su dominio del lenguaje. La palabra es el instrumento primordial que utiliza la profesora Thompson para domesticar, moldear y transformar la realidad, adaptándola a sus deseos. Con las notas que adjunta a Rodrigo junto a
sus ensayos corregidos, Thompson-Circe va tejiendo su urdimbre de palabras
para salvar a Rodrigo de la muerte existencial que representa la realidad.
Aquí aparece otra de las claves del relato. La realidad cotidiana, convencional y repetitiva de Rodrigo (amores fugaces, padre infiel, madre abnegada y
sumisa) representa la muerte, la destrucción. O al menos eso es lo que
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Thompson pretende hacerle creer ya que ella es la única que puede salvarle
de esa muerte existencial, de su familia y de las obligaciones sociales. Por
ello debe entregarse a ella, para “salvarte de ti mismo” (p.18).
Los escritos de Thompson, su discurso cautivador y manipulador, establecen claramente la dicotomía a la que se enfrenta Rodrigo, y el lector: o seguir sumido en la existencia chata y frustrante de la realidad (una realidad de
obligaciones e imposiciones marcada por el discurso convencional de la
masculinidad) o aceptar la liberación que le ofrece ella, una liberación hecha
de “olvido y abolición completos de todo: dolor, deberes, demandas, represiones” (p.20), entrando en su mansión de Sugarland (la tierra del azúcar, no
de las pócimas venenosas).
Finalmente, Rodrigo cae presa de “la red tejida por ella con palabras, palabras, palabras y palabras, escritas, susurradas, habladas, leídas, recitadas”
(p.19), y desaparece sin dejar rastro. No volvemos a saber nada de él, aunque
el comentario de Thompson a otro de sus alumnos resulta clarificador: “tengo
la corazonada de que, esté donde esté, no corre peligro [...] ningún peligro”
(p.20). El relato termina como empieza, con Thompson-Circe en busca de
otro hombre joven al que liberar de su destino ralo, sombrío y deprimente:
Héctor fijó la vista en el libro donde se relata cómo los que se alejaron de la nave
oyeron a Circe que cantaba con una hermosa voz, mientras tejía en su palacio “una
divina tela, tal como son las labores ligeras, graciosas y espléndidas de los dioses”...
Al posar de nuevo la mirada en la profesora Thompson, no podía dar crédito a sus
ojos: en lugar de la mujerota alta, fornida, jamona, desaliñada, en la penumbra de la
vejez, de rasgos duros y amargos, apareció ante él ¡increíble!, ¿estaría soñándola?,
como una bella y atractiva joven de abundante cabellera rojiza –aureola rubicunda
que le daba un aire de diosa prepotente. Además, en vez del vozarrón al que él se
había habituado, con voz melodiosa que a sus oídos parecía un cántico divino, ella
seguía relatando cómo los compañeros de Ulises fueron convertidos en puercos por
Circe... (p.21)
Esta última referencia a los poderes de transformación de Circe, junto
con el comentario previo sobre los gatos que viven en la mansión de Thompson, apuntan a lo que aparentemente pasó con Rodrigo. Poco antes de su desaparición, Rodrigo entra en el coche de Thompson:
En seguida comprobó que mientras impartía clase por cuatro horas, la profesora
Thompson había dejado encerrados a dos de sus numerosos gatos que se quedaron
mirándolo con odio y rabia (al menos así le pareció a él cuando atrapaba en la oscuridad el oro luminoso de sus pupilas felinas... ¿Y si hubiese sido más bien lástima lo
que le transmitió el oro encendido de sus ojos? ¡Había un fondo tan humano en su
mirada! (p.19)
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Rodrigo, como las anteriores víctimas de Circe-Thompson, ha sido transformado en animal, en este caso un gato, en lugar de un puerco. Y CirceThompson comienza de nuevo su tarea de modulación y dominio de la realidad a través de su discurso y de sus metamorfosis.
El relato, obviamente, puede ser interpretado como una metáfora de la liberación de la mujer mediante el poder transformador de la palabra. De Vallbona usa un mito clásico para resaltar la importancia esencial del discurso en
la conformación de la realidad social y política. La mujer puede usar el discurso como instrumento tanto para cuestionar las implicaciones ideológicas
del mito clásico como para cuestionar las estructuras sociales creadas por el
discurso dominante masculino. Dominar el discurso significa dominar la realidad. La palabra conforma y adapta la realidad, su tejido que antes subyugaba a la mujer, puede ahora ser usado por la mujer para conseguir sus propios
fines: fundamentalmente liberarse de las ataduras impuestas por el discurso
masculino dominante usando y adaptando ese discurso, es decir, recreándolo
y reinventándolo para cuestionar los valores y códigos culturales establecidos. En este sentido cobra relevancia la cita de Alice Ostricker mencionada
más arriba. La mujer en general, y la mujer escritora en particular, que ha estado siempre en los márgenes de la creación simbólica del orden social, tiene
que recrear, reinventar ese orden desde su propia perspectiva a través de la
apropiación de la palabra; y en este proceso de reinvención y transgresión, lo
fantástico juega un papel esencial.
Hay tres elementos extraordinarios o sobrenaturales en el cuento: la metamorfosis de la mujer, el poder hechicero de la palabra y la transformación
de los hombres en animales. Todos ellos forman parte de las características
del mito de Circe, pero aquí esos elementos mágicos no reproducen las connotaciones negativas asociadas con el personaje (crueldad e hipocresía, fundamentalmente) sino que se dan como instrumentos de autoliberación.
Autoliberación que implica el dominio y domesticación del hombre para extraerlo de su realidad convencional hecha de sumisiones y obligaciones para
llevarlo al mundo mágico y mítico del olvido y la abolición. Esto representa
una inversión del discurso masculino tradicional y una reinterpretación de la
identidad femenina: ese discurso impone a la mujer la sumisión y la obliga a
reproducir el orden social, pero al mismo tiempo identifica a la mujer con lo
desconocido, lo invisible y lo olvidado. Al evitar cualquier tipo de valoración
ética de los personajes y sus acciones, De Vallbona cuestiona tanto el mito
tradicional como los valores en los que se basa el orden social. Este juego entre mito y realidad subvierte la percepción de ambos y rompe los límites entre ellos para instaurar al lector en una ‘realidad otra’ que se puede interpretar
a un nivel alegórico como parte del discurso mágico-feminista de muchas escritoras latinoamericanas. En definitiva, se trataría de una re-escritura del mi-
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La edad de la incertidumbre
to, de una apropiación del discurso, para transgredir los fundamentos ideológicos y culturales del orden social y político.
La apropiación del discurso en “Dos palabras”
Una interpretación muy similar se puede hacer del relato de Isabel Allende. De nuevo aquí el modo mágico-feminista irrumpe en la narración como
instrumento de cuestionamiento y transgresión. “Dos palabras” apareció en
1989, en la única colección de cuentos publicada hasta la fecha por Isabel
Allende, Cuentos de Eva Luna.
Antes de entrar en el análisis del relato, conviene clarificar el marco en el
que se desarrollan estos cuentos. Como indica el título, la narradora de todos
ellos es Eva Luna, personaje principal de la novela del mismo título publicada en 1987. Eva Luna es una vagabunda, una pícara, una mujer que vive de
su ingenio, trabaja para varios amos y amas, y en el curso de sus aventuras
hace un recorrido revelador por los condicionamientos y prejuicios sociales
en Latinoamérica. Numerosos estudios críticos han apuntado la correlación
entre el personaje y su creadora. En una ponencia, Isabel Allende declaraba:
Mi oficio es la escritura. El único material que uso son palabras. Palabras... palabras... palabras de este dulce y sonoro idioma español. Están en el aire, las lleva y las
trae el viento, puedo tomar la que quiera, son todas gratis, palabras cortas, largas,
blancas, negras, alegres como campana, amigo, beso, o terribles como viuda, sangre, pasión. Infinitas palabras para combinarlas a mi antojo, para burlarme de ellas o
tratarlas con respeto, para usarlas mil veces sin temor a desgastarlas. Están allí, al alcance de mi mano. Puedo echarles un lazo, atraparlas, domesticarlas. Y puedo, sobre
todo, escribirlas. (“La magia de las palabras”, p.447–48)
De igual manera, Eva Luna usa la escritura no sólo para contar su vida o
escribir su telenovela, sino también como medio de liberación, para transformar sus circunstancias personales. La misma Allende apuntaba en una entrevista que “in a weird way Eva Luna is me or I am Eva Luna. She is a
storyteller, and she creates herself; the reader doesn’t know if he or she is
reading Eva Luna’s biography, what Eva Luna invents about herself, or the
soap opera that she is writing” (Rodden, p.360). Estas palabras resumen certeramente la ambigüedad y aparente contradicción del personaje (y de la autora). Por un lado, el oficio de escribir puede ser un instrumento de
transformación social, una liberación del discurso patriarcal a través de la
apropiación de ese discurso y su re-escritura. Por otro lado, el mismo proceso
de apropiación de la palabra conlleva la aceptación del discurso como producto ideológico masculino y la aceptación de ciertos estereotipos femeninos
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asociados a ese discurso. Por lo tanto, para Allende, el nuevo discurso femenino es un espejo del viejo discurso patriarcal; es un discurso nuevo que trata, como afirma la protagonista en un momento de la novela, de dar color a la
vida a través del uso, a veces paródico, a veces serio, de ciertos géneros o
modos narrativos asociados con la mujer y despreciados por su identificación
con formas literarias populares y ‘menores’, principalmente la novela de romances y la telenovela.
No vamos a entrar aquí en la discusión sobre el valor literario de la obra
de Isabel Allende, ni sobre su uso de la literatura y cultura populares de forma ‘correcta’ (irónica o paródica) o ‘incorrecta’ (acrítica). La crítica ha discutido suficientemente sobre el valor feminista o antifeminista de su obra,
sobre su reproducción o no de los estereotipos culturales del discurso masculino.2 Esta discusión va más allá del marco de este estudio. Baste decir que el
cuento que nos ocupa, como veremos en el análisis que sigue, puede dar argumentos tanto en un sentido como el otro. En cualquier caso, la misma Isabel Allende ha hecho auto de fe profesional de su intención de provocar a la
crítica literaria seria:
Estoy dispuesta a desafiar al discurso literario masculino, que teme cualquier asomo
de sentimentalismo como una subversión en el orden sagrado de la razón y del buen
gusto. No pienso eludir los sentimientos, aunque para ello tenga que ir del brazo con
la cursilería. [...] Sin ninguna consideración por el estómago de los críticos, [voy a
escribir] sobre crepúsculos dorados, madrecitas abnegadas y poetas que mueren de
amor. (citado por S. E. De Carvalho, p.57–58)
Este uso de las formas ‘bajas’ de la literatura popular apunta en Isabel
Allende a su concepción de la literatura como reinvención o reescritura de la
tradición literaria, y esa tradición es fundamentalmente masculina. Allende,
como su personaje Eva Luna, se apropia del discurso para sus propios fines.
Esta apropiación significa en sí misma un intento de romper y cuestionar las
estructuras de poder ya que la palabra ha sido tradicionalmente un medio, o
el medio principal, que el hombre ha usado para imponer su concepción ideológica de la realidad y conformar esa realidad a su imagen y semejanza. Se
trataría, pues, de una de las “tretas del débil”, de acuerdo con Josefina Ludmer, para subvertir una realidad que no pertenece a la mujer pero que puede
ser transformada:
La treta [...] consiste en que, desde el lugar asignado y aceptado, se cambia no sólo
el sentido de ese lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura en él. [...] Siempre
es posible tomar un espacio desde donde se puede practicar lo vedado en otros;
siempre es posible anexar otros campos e instaurar otras territorialidades. Y esa
práctica de traslado y transformación reorganiza la estructura dada, social y cultural.
(p.53)
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La edad de la incertidumbre
El lugar asignado sería el de la ficción de romances y la treta de Allende
consistiría en el uso de ese espacio literario de confinamiento para reevaluar,
reorganizar y transformar ideológicamente el discurso masculino. Hasta que
punto Allende usa estos discursos impuestos de manera crítica y paródica o
reproduce acríticamente las fórmulas estereotípicas tradicionales ha sido motivo de discusión en los últimos años y volveremos brevemente sobre ello en
las páginas que siguen.
En cualquier caso, lo que nos interesa aquí es destacar las implicaciones
ideológicas, desde un punto de vista social y político, de esa apropiación del
lenguaje mediante el análisis de uno de los relatos de Los cuentos de Eva Luna, “Dos palabras”. Hemos mencionado los paralelismos entre autora y personaje-narrador de los cuentos. Ese paralelismo se puede extender evidentemente al personaje principal de “Dos palabras”, Belisa Crepusculario. Por
un lado, la autora, Isabel Allende, pretende provocar a los críticos apropiándose del discurso, aunque sea parte de una tradición literaria rechazada (romance o telenovela). Por el otro, la narradora del libro, Eva Luna, toma la
palabra, se hace narradora de historias: el poder del discurso ya no está exclusivamente en manos de los hombres, y ese discurso de Eva Luna cuenta
historias de amor, algunas veces usando imágenes estereotípicas, como veremos, otras veces ironizando o parodiando esas mismas imágenes. Por último, el personaje principal del cuento, Belisa Crepusculario, también se
apropia de la palabra y la usa para transformar su vida y para conformar la
realidad a sus deseos. En este sentido, el cuento puede inscribirse en el feminismo mágico: la palabra, en manos de la mujer, posee cualidades mágicas y
permite cautivar y domar al hombre, someterlo a los deseos de la protagonista y así transformar la realidad. Por lo mismo, y como en el caso de De Vallbona, el cuento tiene implicaciones metafóricas evidentes y se inscribe
también en lo neofantástico político-social.3
“Dos palabras” narra la historia de Belisa Crepusculario, mujer de familia
pobre que está a punto de morir cuando era niña debido a su pobreza y a la
sequía. Belisa, al contrario que el resto de su familia, consigue sobrevivir y
un día descubre las palabras y la posibilidad de ganarse la vida a través de
ellas. Se convierte en vendedora de palabras y se dedica a recorrer los pueblos vendiendo historias, cuentos y palabras para mejorar los sueños, para los
enamorados, así como noticias de lo que ocurre en otros lugares del país, sobre todo noticias de la guerra civil. Un día uno de los principales líderes de la
guerra civil, el Coronel, la hace ir a su presencia porque quiere convertirse en
presidente y necesita un discurso que cautive al pueblo. Belisa se lo escribe y
le regala, por el mismo precio, dos palabras secretas exclusivas para su uso
personal. Esas palabras actúan como revulsivo de la pasión de ambos. El Coronel triunfa con el discurso escrito por Belisa, pero las dos palabras secretas
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le hacen desear locamente a Belisa. Ha sido seducido por ella y sus palabras.
Finalmente, Belisa es llevada a presencia del Coronel de nuevo. Pero esta vez
ella está esperando ese momento. Sabe el efecto que las palabras secretas han
tenido en el hombre. El Coronel, cautivado y seducido, se rinde sumisamente
a la mujer:
El Coronel y Belisa Crepusculario se miraron largamente, midiéndose desde la distancia. Los hombres comprendieron entonces que ya su jefe no podía deshacerse del
hechizo de esas dos palabras endemoniadas, porque todos pudieron ver los ojos carnívoros del puma tornarse mansos cuando ella avanzó y le tomó la mano. (p.21)
De nuevo, como en el cuento de De Vallbona, la mujer hechicera doma,
amansa y somete al hombre a través de la palabra. Se trata, pues, de apropiarse del discurso para transformar la realidad y liberarse. Las implicaciones
ideológicas son obvias: la palabra no es sólo recurso para ganarse la vida, sino también instrumento de transformación de la realidad. Usando las oposiciones binarias típicas del discurso dominante: pasividad/acción, palabra
privada/violencia pública, sumisión/poder, en las que el primer término se
identifica con la mujer y el segundo con el hombre, Isabel Allende invierte
los términos de esas oposiciones en un intento ideológico de cuestionarlas.
Finalmente, la palabra femenina se impone a la fuerza masculina. El discurso
y su poder es el arma más apropiada para transformar la realidad y adaptarla
a los deseos de la mujer.
En esta estrategia se puede inscribir también el uso que hace Allende de
la literatura popular, en concreto de la ficción romántica, rechazada por el
canon dominante. Algunos críticos han interpretado este uso de los motivos
de la literatura sentimental como una reproducción estereotípica de la tradición literaria patriarcal. Un ejemplo paradigmático es el de Gabriela Mora,
que acusa a Allende de reproducir en sus personajes estereotipos femeninos
negativos que hacen un flaco favor a la necesidad de crear una conciencia política femenina seria.4 Otros van más allá en su invectiva contra la autora chilena. Éste es el caso de David Buehrer, quien aduce que
Eva’s tales are hardly new or made up, except for the twist that most of their protagonists are quasi-strong, or at least supernatural, female characters who ascribe,
paradoxically, to the saving grace of heterosexual romantic love at all costs. Their
legendary or heroic stature needs qualification, therefore, since any means of independent control or authority over their own lives is usually traded, or outrightly
abandoned, in favor of patriarchal domination. To put it more bluntly and sexually,
[…] the male penis often and in a stereotypically pornographic manner conquers
these women, as if intercourse with that special, machismo-laden man is all they
really needed to be tamed, to accept their traditional sex roles, and to make their
otherwise quirky lives complete. (p.104)
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La edad de la incertidumbre
Buehrer basa su ataque en el análisis de las actitudes ideológicas de los
personajes femeninos de cuentos como “Boca de sapo” y “Una venganza”
para concluir:
It cheapens feminism, [...] to call Allende and others like her feminist when the evidence of their prose itself suggests something quite different: that is, female characters who long for a chivalric, romantic, mythical, and finally phallocentric past
divorced from the realities of women’s conflicts and struggles in the present. (p.107)
Esto nos retrotrae al argumento mencionado más arriba sobre el uso
‘apropiado’ o no de estas formas literarias. Un uso paródico e irónico del
sentimentalismo resulta aceptable, mientras que un uso ‘serio’ produce reacciones críticas como la de Buehrer. Conviene puntualizar que, en la mayoría
de los casos, resulta difícil discernir si Allende está ironizando o parodiando
las formas sentimentales o si, por el contrario, está reproduciendo los argumentos ideológicos del discurso masculino tradicional. En cualquier caso,
nos parece particularmente acertada la puntualización de Stephen Hart:
Allende’s fiction is very much oriented towards popular and mass culture, deriving
inspiration from fairy tales, the telenovela, and popular music. She does not incorporate these expressions of popular culture into her work in order to subvert them
ironically, as, for example, Manuel Puig and Luis Rafael Sánchez do. Rather she accepts them at face value and transmutes them to suit her own artistic purpose. (p.63)
Y ese propósito artístico no es otro que cuestionar y atacar las estructuras
de poder social y político a través de la apropiación del discurso. En el caso
concreto del cuento que nos ocupa, el lenguaje y los motivos de la ficción
romántica aparecen de ambas formas. En algunos momentos de forma acrítica, sin el filtro de la ironía o la parodia; en otros, asociados a la inversión y
cuestionamiento de esos estereotipos culturales. Belisa es literalmente secuestrada por los hombres del Coronel en primera instancia; sin embargo, en
cuanto conoce al Coronel “sintió el impulso de ayudarlo, porque percibió un
palpitante calor en su piel, un deseo poderoso de tocar a ese hombre, de recorrerlo con sus manos, de estrecharlo entre sus brazos” (p.17). Este tipo de
lenguaje estereotípico de la ficción romántica y las implicaciones ideológicas
de la actitud de la protagonista es lo que ha llevado a críticos como Buehrer a
tachar a Allende de antifeminista. A pesar de ello, este uso del lenguaje y
motivos del sentimentalismo se inscribe en la intención de Allende, manifestada más arriba, de cuestionar el discurso masculino usando su propios fundamentos ideológicos (en este caso, el sentimentalismo e incluso la
cursilería). Aún así, en otras ocasiones, este uso de formas culturales populares toma forma irónica y/o paródica al invertir las relaciones de poder entre
los sexos. Dos ejemplos de ello:
El poder transformador de la palabra
145
El mulato acompañó a Belisa hasta el borde del camino, sin dejar de mirarla con
ojos suplicantes de perro perdido, pero cuando estiró la mano para tocarla, ella lo detuvo con un chorro de palabras inventadas que tuvieron la virtud de espantarle el deseo, porque creyó que se trataba de alguna maldición irrevocable. (p.19)
Y en toda ocasión en que esas dos palabras venían a su mente, evocaba la presencia
de Belisa Crepusculario y se le alborotaban los sentidos con el recuerdo del olor
montuno, el calor de incendio, el roce terrible y el aliento de yerbabuena, hasta que
empezó a andar como un sonámbulo y sus propios hombres comprendieron que se le
terminaría la vida antes de alcanzar el sillón de los presidentes. (p.20)
En ambas citas Allende reproduce estereotipos ideológicos sexuales: la
mujer hechicera y hechizadora que rechaza o atrae al hombre con su atractivo
físico y sus artimañas lingüísticas. Pero, al mismo tiempo, el lenguaje se
convierte en instrumento mágico y, en manos de la mujer, se transforma en
un arma de liberación e independencia. A través de la palabra, Belisa conforma la realidad a sus deseos. Esta contradicción en la narrativa de Isabel
Allende, reproducción del discurso patriarcal y sus estereotipos sexuales y al
mismo tiempo uso de ese discurso como arma de transgresión, es lo que ha
producido el debate en torno al valor literario e ideológico de su trabajo.
Como hemos apuntado más arriba, nos inclinamos aquí por una interpretación cuestionadora del discurso masculino dominante. Creo que hay suficientes indicios de ello en el cuento que nos ocupa. En “Dos palabras” los valores
ideológicos patriarcales se cuestionan y subvierten mediante la inversión a
través del dominio del discurso. Si el discurso es un instrumento de poder, se
trata de que las mujeres se apropien de él, tomen la sartén por el mango y
transformen la realidad para adaptarla a sus necesidades.
Hay en el relato dos partes bien diferenciadas: una primera (párrafos uno
a cuatro) en la que se presenta a la protagonista, se dan sus antecedentes familiares y sociales, y se explica como llegó a convertirse en vendedora de palabras; la segunda parte comprende el resto del cuento, donde se narra la
historia concreta de Belisa y el Coronel como fábula alegórica del poder del
lenguaje y su significación como instrumento de transformación.
En la primera parte, Belisa es presentada como una mujer libre y autoconsciente. Mediante su dominio del lenguaje ha sido capaz de recrear su
propia realidad e identidad, incluso se ha dado a sí misma su nombre. Estamos ante una mujer nueva que usa la palabra con fines económicos. Vende
palabras, pero no cualquier palabra. Narra hechos y noticias, pero también
sus palabras pueden mejorar los sueños. No se trata de cualquier tipo de discurso, sino de un lenguaje con capacidad de transformar la realidad:
Por cincuenta centavos entregaba versos de memoria, por siete mejoraba la calidad
de los sueños, por nueve escribía cartas de enamorados, por doce inventaba insultos
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La edad de la incertidumbre
para enemigos irreconciliables. [...] A quien le comprara cincuenta centavos, ella le
regalaba una palabra secreta para espantar la melancolía, No era la misma para todos, por supuesto, porque eso habría sido un engaño colectivo. Cada uno recibía la
suya con la certeza de que nadie más la empleaba para ese fin en el universo y más
allá. (p.13–14)
Vemos aquí una primera insinuación de realismo mágico que, en este caso y en manos de la mujer, se convierte en feminismo mágico. Además, también son significativas las referencias intertextuales a los géneros picaresco y
juglaresco.5 Como en la picaresca, Belisa no se rige por un espíritu idealista,
sino por la moral del aprovechamiento. Las palabras no tienen dueño, ella se
las apropia para ganarse la vida. Como los juglares, Belisa va de pueblo en
pueblo dando noticias y contando historias, pero también transformando la
realidad de sus habitantes. En ese aprovechamiento picaresco, como apunta
Rosario Ferré (véase el capítulo VI), hay implícita una lección social, un desafío al poder masculino constituido. Por lo tanto, la mujer, a través del discurso, invierte las relaciones de poder entre géneros. De esta forma, el cuento
toma una dimensión política, como ocurre con los textos analizados anteriormente. Cuando Belisa descubre de niña “las patitas de mosca dibujadas
sobre el papel” (p.15), inmediatamente se da cuenta de su poder:
Ese día Belisa Crepusculario se enteró que las palabras andan sueltas sin dueño y
cualquiera con un poco de maña puede apoderárselas para comerciar con ellas. Consideró su situación y concluyó que aparte de prostituirse o emplearse como sirvienta
en las cocinas de los ricos, eran pocas las ocupaciones que podía desempeñar. Vender palabras le pareció una alternativa decente. A partir de ese momento ejerció esa
profesión y nunca le interesó otra. (p.15)
Para una mujer pobre y mestiza en Latinoamérica esas eran, y todavía
son en muchos casos, las opciones en la vida: prostituirse o servir a los ricos.
La alternativa que elige Belisa hace énfasis en la capacidad económica del
discurso como medio de liberación: la protagonista quiere poseer el lenguaje
para ser una mujer libre y no acabar siendo un objeto de los hombres, sea en
la cama o en la cocina. Obviamente, la posición ideológica de Allende se
hace explícita aquí y desmiente gran parte de las críticas citadas antes. Se trata de usar el discurso como medio de poder. De nuevo las tretas del débil:
usar los medios del enemigo para sus propios fines. Pero el dominio de la palabra no sólo implica poder económico, sino también poder político, en la esfera pública, y poder sentimental, en la esfera privada, como vemos en la
historia concreta de Belisa y el Coronel.
Esta historia se presenta como una metáfora del poder del lenguaje y de
su capacidad para transformar la realidad. Curiosamente, los hombres del relato no tienen nombres, se les identifica por su apodo o condición social y
El poder transformador de la palabra
147
política: el Coronel, también el Candidato, o por su condición racial: el
Mulato. Sólo la mujer tiene nombre y además se lo ha dado a sí misma. En
un principio Belisa es obligada por la fuerza a ir a presencia del Coronel:
A ti te busco –le gritó señalándola con su látigo enrollado y antes que terminara de
decirlo, dos hombres cayeron encima de la mujer atropellando el toldo y rompiendo
el tintero, la ataron de pies y manos y la colocaron atravesada como un bulto de marinero sobre la grupa de la bestia del Mulato. Emprendieron galope en dirección a las
colinas. (p.16)
Ésta es la primera y última vez que la fuerza masculina se impone sobre
la palabra femenina. Una vez en las colinas, el Coronel explica a Belisa la
razón de su secuestro. Cansado de guerras inútiles, quiere convertirse en presidente: “-Para eso necesito hablar como un candidato. ¿Puedes venderme las
palabras para un discurso? –preguntó el Coronel a Belisa Crepusculario”
(p.17). Belisa acepta escribir ese discurso no sólo por miedo a ser asesinada
por el Mulato, sino porque se siente atraída por el Coronel: “Por otra parte,
sintió el impulso de ayudarlo, porque percibió un palpitante calor en su piel,
un deseo poderoso de tocar a ese hombre, de recorrerlo con sus manos, de
estrecharlo entre sus brazos” (p.17). Mediante el uso del lenguaje de la novela sentimental, Allende invierte aquí la relación de poder entre sexos. Ella,
que posee el dominio de la palabra, tiene con ello el poder de controlar y
transformar la realidad, capacidad que tradicionalmente ha estado en manos
de los hombres. Belisa escribe un discurso maravilloso que impresiona y cautiva al Coronel, a sus hombres y, después, a todo el pueblo. La palabra, en
manos de Belisa, cumple una función política. El poder de su discurso deslumbra a todos y transforma la realidad:
Ella leyó en alta voz el discurso. Lo leyó tres veces, para que su cliente pudiera grabárselo en la memoria. Cuando terminó vio la emoción en los rostros de los hombres
de la tropa que se juntaron para escucharla y notó que los ojos amarillos del Coronel
brillaban de entusiasmo, seguro de que con esas palabras el sillón presidencial sería
suyo. (p.18)
Más tarde, ese discurso femenino enunciado por un hombre transforma la
vida política del país:
Pronto el Coronel se convirtió en el político más popular. Era un fenómeno nunca
visto, aquel hombre surgido de la guerra civil, lleno de cicatrices y hablando como
un catedrático, cuyo prestigio se regaba por el territorio nacional conmoviendo el corazón de la patria. La prensa se ocupó de él. Viajaron de lejos los periodistas para
entrevistarlo y repetir sus frases, y así creció el número de sus seguidores y de sus
enemigos. (p.19)
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La edad de la incertidumbre
La palabra de la mujer y su poder transformador se impone en el ámbito
tradicionalmente masculino, el de la vida pública y política. Pero también se
impondrá en el ámbito tradicionalmente asignado a la mujer, el espacio íntimo de los sentimientos. Con el discurso escrito por Belisa, el Coronel tiene
derecho a dos palabras secretas para su uso exclusivo. Esas palabras son mágicas y ejercen una influencia inexplicable en el personaje. Está claro que
Belisa quiere enamorarlo, seducirlo con esas palabras ya que antes se ha sentido irresistiblemente atraída por él. Efectivamente, cuando le susurra las dos
palabras al oído, el Coronel siente el efecto de la seducción y la pasión:
Ella se aproximó sin prisa al taburete de suela donde él estaba sentado y se inclinó
para entregarle su regalo. Entonces el hombre sintió el olor de animal montuno que
se desprendía de esa mujer, el calor de incendio que irradiaban sus caderas, el roce
terrible de sus cabellos, el aliento de yerbabuena susurrando en su oreja las dos palabras secretas a las cuales tenía derecho. (p.18–19)
Belisa parece estar más interesada en la seducción personal que en la política. El espacio íntimo e interior de los sentimientos que el discurso patriarcal asigna a la mujer, acaba imponiéndose al espacio público y exterior, al
espacio político, que el hombre se ha asignado a sí mismo. A pesar de ser capaz de cautivar al pueblo, el Coronel no puede librarse del hechizo cautivador de las palabras de Belisa porque también el discurso político le pertenece
a ella y es ella la que impone las reglas del juego y el desenlace en esa relación. Por ello, si bien es cierto, como apuntan algunos críticos, que muchos
personajes femeninos de Allende parecen aceptar y reproducir los esquemas
ideológicos del discurso masculino, esa reproducción ideológica juega un
papel transgresor en la estrategia narrativa de sus obras. Esa transgresión se
da en el uso de esos valores patriarcales para invertir las relaciones de poder:
la mujer asume el poder tanto en el ámbito asignado de los sentimientos y la
intimidad personal como en el ámbito negado de lo público político. Finalmente es el espacio cerrado, oculto e ignorado de los sentimientos íntimos de
la mujer el que se impone al espacio público, abierto y reconocido del hombre. Y esto es en sí mismo una afirmación política indudable: si éste es el espacio en el que se confina a la mujer, la mujer lo asume, lo usa e invierte para
salir de él e imponerlo al otro espacio, el público, del que ha permanecido
expulsada y excluida durante siglos. Si esta estrategia es aceptable o no para
muchos críticos es otra cuestión. El debate en el feminismo sobre la necesidad o no de crear un nuevo discurso, de romper con las estructuras ideológicas y discursivas masculinas parece un debate no resuelto del todo. Pero, en
cualquier caso, me parece injusto acusar a Isabel Allende de antifeminista.
En el cuento que nos ocupa, la protagonista asume y reproduce ciertos valores ideológicos masculinos, pero en última instancia esos valores se cuestio-
El poder transformador de la palabra
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nan y subvierten desde el momento en que la protagonista toma el poder a
través de la palabra. Con su discurso seduce, doma y amansa al Coronel. Estamos ante el poder de la palabra frente al poder de la fuerza. Ese poder es
además un poder extraordinario que causa un impacto, un cambio radical en
la realidad y la transforma.
Por lo tanto, podemos entender el cuento como una metáfora de la liberación femenina a través de la apropiación del discurso; y por extensión, como
una parábola de la mujer escritora en Latinoamérica, cuya arma primordial es
la palabra. Como concluye Cinta Ramblado: “Finally, Belisa’s journey could
also be understood as a symbolisation of Eva’s and Allende’s journeys
through life until finding writing as a source of life and self-expression. In
Fact, Belisa’s discovery is representative of Allende’s revelation about “la
magia de las palabras” (p.76). A diferencia de Rima de Vallbona, que utiliza
y rescribe mitos de la cultura clásica, Isabel Allende hace uso de formas culturales populares; pero, aunque los recursos son distintos, el propósito y el
resultado de sus narraciones son similares: cuestionamiento metafórico del
discurso masculino dominante.
Los cuentos analizados en los dos capítulos precedentes usan lo fantástico para reflexionar sobre la condición social de la mujer y la necesidad de
transformar la realidad de la misma, ya sea a través de la transgresión de la
realidad impuesta o a través de la apropiación de la palabra. Estos relatos se
pueden inscribir en una tendencia más amplia que usa lo fantástico como
alegoría o metáfora socio-política para cuestionar los prejuicios culturales y
sociales en general, sean de género, raza o clase, y las estructuras políticas de
poder. Aunque lo fantástico tradicional y lo neofantástico lúdico, con su variante mágico-realista, siguen presentes en estas últimas décadas del siglo
XX, se puede afirmar que el cuento neofantástico político-social es la tendencia predominante en Latinoamérica en estas últimas décadas del siglo.
Los casos de Rosario Ferré, Renée Ferrer, Rima de Vallbona e Isabel Allende
que hemos estudiado son paradigmáticos en este sentido, pero la lista de
nombres podría ser casi interminable: Cristina Peri Rossi, Marta Traba, Elvira Orphée, Carmen Naranjo, Sylvia Lago, Mempo Giardinelli, Luisa Valenzuela, Antonio Benítez Rojo, Viviana Mellet, Myriam Bustos o Adolfo
Cáceres Romero. Todos/as ellos/as han explorado lo fantástico de tono alegórico como forma de cuestionar la realidad social y política en Latinoamérica.
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Notas
1.
Véase en la bibliografía el estudio de Jorge Chen Sham Radiografías del sujeto agónico:
culpa y transcendencia en la novelística de Rima De Vallbona.
2.
Para una visión más detenida del papel de la novela de romances en la obra de Allende,
véanse en particular los estudios de Lindsay, Coddou, Carvalho y Hart (Patricia) en la bibliografía.
3.
Otros críticos, como Stephen Hart, prefieren caracterizar su ficción como “feminocentric
supernaturalism” (p.58) para remarcar las diferencias con el realismo mágico de corte
garcíamarquiano. En cualquier caso, tanto un término como el otro apuntan al mismo
cuestionamiento de la realidad social y política a través de lo fantástico.
4.
Véase en la bibliografía el artículo de Gabriela Mora “Narradoras hispanoamericanas:
vieja y nueva problemática en renovadas elaboraciones”.
5.
Las connotaciones picarescas de la novela y los cuentos de Eva Luna han sido ampliamente tratadas por la crítica. Para un estudio más detallado del tema, consúltense en la bibliografía los trabajos de José García Nieto, Pilar Rotella, Peter Earle y Gloria GálvezCarlisle.
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