PERSPECTIVA HISTÓRICA DEL MISTERIO EN LA PSIQUIS

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PERSPECTIVA HISTÓRICA DEL MISTERIO EN LA PSIQUIS HUMANA
Del dogma religioso de fe, promovido por la iglesia, en la era del
oscurantismo, caracterizado por un periodo de feroz inquisición e
intransigencia, se pasó luego a la promisoria era del renacimiento, en la cual se
volvieron a tomar las riendas y directrices griegas del racionalismo de Sócrates,
Platón, Aristóteles, Pitágoras, neo-platonismo y neo-pitagorismo, etc. Ello
provocó una importante revolución cultural, científica y artística, en los estadios
del desarrollo evolutivo de la civilización occidental, la cual, en varios aspectos,
perdura hasta el día de hoy. Maimónides, en el judaísmo, Tomas de Aquino en
el cristianismo, Averroes y el Gazali en el Islam, resultaron instrumentales en
estos fueros, contribuyendo a que el racionalismo incursionara en las densas
capas de sus respectivas ortodoxias, contrastando casi frontalmente con la
postura doctrinal tradicional, fundamentada en una fe dogmática e incondicional.
La transición desde el paralizante y grupal dogma de fe oscurantista,
hacia la dinámica febril del racionalismo consumista, produjo enormes avances
tecnológicos abriendo la puerta al desempeño del talento individual, viabilizando
la fluidez o circulación entre los diferentes estratos sociales, por ejemplo,
permitiendo a la burguesía ingresar en la nobleza, en virtud de su poder
adquisitivo. Con ello se dio entrada al secularismo rampante que hoy día
observamos en la mayoría de las sociedades democráticas. Con el advenimiento
de la reforma de Martín Lutero y de la invención de la imprenta por Guttemberg,
se produjo una descentralización de autoridad, en el sentido de que la Biblia
pudo ser difundida para que todos la estudiaran, en lugar de estar reservada
exclusivamente para los doctores de la iglesia, los cuales, a menudo, la
interpretaban en sus homilías dominicales, con marcadas nociones de
partidismo prejuicioso. Recientemente, el concilio ecuménico Vaticano II, bajo el
Papa Juan XXIII, en el 1962, optó por una postura más agresiva, valiente y
dialogante, proyectando una imagen esperanzadora, más universal que
provincial, al reconocer el valor espiritual común inherente a toda la humanidad,
por encima de los predicados y doctrinas religiosos de fe, entre las distintas
familias o pueblos de la tierra. La iglesia católica apostólica y romana se dispuso
a tender una mano a las demás religiones del mundo, apelando a la provisión de
amor y de verdad universales, más acorde con el espíritu y la letra del
significado del término católico.
En occidente, el racionalismo fue el precursor del humanismo secular
como medio para fomentar la convivencia social y evitar el conflicto entre las
diferentes creencias partidistas existentes, favoreciendo cierta integración de la
humanidad, aunque dentro de un marco civil. En el ámbito espiritual, Las
religiones no permiten la integración de la humanidad, por medios pacíficos, en
virtud de la naturaleza misma de sus indiscutibles dogmas y creencias de grupo.
Consecuentemente, el dialogo controversial religioso inter-confesional público se
prohibió con el fin de ser inclusivo y de evitar fricciones para acomodar a todos,
especialmente, a los ateos. Una consecuencia inevitable de esto se advierte en
la separación entre iglesia y estado civil. Por otro lado, el racionalismo hizo que
en las iglesias, los rituales se formularan en lengua vernácula, en el marco de
una asociación con el misterio divino de manera más familiar o domestica, lo
cual dificultó sobremanera el salto espiritual desde el mundo material hacia la
dimensión divina o la transferencia en la conciencia desde lo temporal hacia lo
trascendental, debido a que se traduce en un movimiento en el ámbito del
intelecto racional o del mundo natural, no del espíritu sujeto a la dimensión
misteriosa supernatural. Este estado de cosas permitió que el secularismo, de la
mano del racionalismo, se haya venido acentuando en la medida en que la
religión ha ido perdiendo su tradicional influencia entre las masas. Más aún, el
apostolado seglar, movimiento originado en el siglo XIX, es otra concesión de la
iglesia, en términos de compromiso entre el dogma de fe y el laicismo.
Desde un punto de vista espiritual, la sociedad civil trató de racionalizar
todo y con ello, perdió el contacto diario con la dimensión del misterio, el cual se
percibía a través del simbolismo mitológico de rigor, factor indispensable para el
desarrollo del contacto y temor del cielo, en virtud de la inmensidad cósmica que
observamos en el universo, comparado con lo que somos. Es preciso realizar
que la verdadera razón de la vida la da el contacto con lo trascendente, en el
sentido de que toda experiencia no es más que un movimiento en la
conciencia, en aras de una integración con la unidad existente. En cambio, el
humanismo secular se conforma con percibir la totalidad de la vida, en términos
científicos y el humano se considera la autoridad mayor, desplazando y hasta
erradicando a la autoridad divina del epicentro de la conciencia. Por ejemplo, lo
que presenciamos hoy en occidente, es el triunfo en la conciencia de la materia
sobre el espíritu. La ausencia de los valores espirituales se hace cada vez más
patente, en función de que el individuo se identifica esencialmente con la forma
o la materia, a través de la satisfacción de sus sentidos, mediante el placer y el
consumismo o la acumulación de bienes. Es la victoria del tener sobre el ser.
La conciencia rara vez se identifica con su esencia espiritual.
Consecuentemente, el espíritu, en su dimensión natural mística, se
intelectualizó, se concretizó y se racionalizó, con lo cual fue reducido a lo que el
aspecto científico puede relativamente observar y asimilar, resultando presa
fácil de la idolatría o dependencia de lo externo, a expensas de la iluminación y
de la libertad interna.
Durante milenios, el contacto diario con la mitología, la leyenda, a través
del simbolismo metafórico que, tanto en el marco del mundo animal, como del
mundo vegetal, le ofrecía, viabilizaba la interacción espiritual del individuo con el
misterio, desde el misterio de la muerte hasta el misterio supremo. Por contraste,
el humanismo secular práctico y pragmático se esforzó por desmitificar la noción
del misterio y con ello enajenó a Dios en la conciencia, al pretender hacerla más
racional, en detrimento del ser consciente de su misteriosa realidad espiritual.
Progresivamente, el intelecto se fue imponiendo al espíritu. De ahí que la
conciencia sea hoy un estorbo más que una ayuda, a la hora de tomar
decisiones importantes, haciendo honor al eslogan: “…Todos tenemos un precio
(material)…”, lo cual para mí significa, simple y llanamente, vender la eternidad a
cambio de la temporalidad, cosa que vemos en la Biblia cuando Esaú vendió su
primogenitura espiritual a su hermano Jacob, a cambio de un plato de lentejas;
un muy mal negocio, por cierto.
No hay duda de que la existencia fue misterio, es misterio y seguirá
siendo misterio siempre para el humano, aunque este evolucione todo cuanto
quiera, en función de que el mundo físico que observamos se sostiene sobre
bases espirituales metafísicas o intangibles. El misterio, dijo Albert Einstein, es:
“…lo más hermoso que podemos experimentar. Es la fuente verdadera de toda
ciencia y de todo arte…”. Desafortunadamente, las religiones tradicionales, en
líneas generales, y con las excepciones personales de rigor, han estado
cumpliendo una labor fundamentalmente social con migajas de espiritualidad, a
través de la ordenación de sacerdotes, como funcionarios, razón por la cual no
han podido presentar la alternativa espiritual con la pureza necesaria, en virtud
de que se dejaron de seducir por las tendencias modernas y las presiones
sociales y materiales, como sucede, más o menos, con cualquier otra profesión.
Se pasó, de la devoción altruista, a dispensar un servicio práctico. En otras
palabras, de alimentar el espíritu a alimentar el estomago. Acerca de este
particular, en el Israel bíblico, los profetas, los cuales todos y cada uno de ellos
se caracterizaron por haber experimentado un llamado espiritual personal, es
decir, en su conciencia, a través de trances extáticos en estados alterados de
conciencia, solían tener grandes conflictos con las prácticas ritualistas de los
sacerdotes levitas, en el Templo de Jerusalén.
A mi modo de ver, la solución al problema de la secularización creciente
de la sociedad no consiste en volver hacia: “…Old time religión…”, o hacia atrás,
como muchos preconizan, sino en entender que aguas pasadas no mueven
molinos, en el sentido de que hay que decir presente a los problemas de hoy y
ofrecer alternativas que permitan entender, al individuo de la calle, los beneficios
de la realización de su potencial espiritual, haciéndole consciente de los peligros
del secularismo, en cuanto a las consecuencias del alejamiento del misterio en
la conciencia, en virtud de su distanciamiento de Dios en la vida cotidiana. A
este efecto, la incorporación de los valores espirituales en la vida civil es
necesaria y urgente. Valores espirituales universales como el amor y la verdad,
en lugar de preceptos doctrinales religiosos, fundamentados en cualquier fe,
todos premiados con promesas de salvación eterna por parte de la jerarquía
eclesiástica de turno. Esto, sin duda, le ayudará a completar el marco de su vida
realizando y armonizando su bivalente unidad espíritu de conciencia-materia. A
este respecto, la Biblia dice: “…No sólo de pan vive el humano…”. Sin la
incorporación de estos valores espirituales universales, la civilización occidental,
como tantas civilizaciones que la precedieron, otrora prominentes, corre el
inminente riesgo de desaparecer, en virtud de lo que reza en
Levítico 18:28:
!"!#$%&'(')
*+,o “…y así no os vomitará la tierra en función de vuestras iniquidades, como
vomitó a la nación antes de ustedes…”. El secularismo hace que la conciencia
humana se debata y se diluya en la dimensión finita, y por ende, perecedera del
tiempo y del espacio.
Finalmente, diré que la practica cotidiana de
envolverse en el misterio espiritual es más un privilegio, que una necesidad
vital porque se puede vivir como un animalito, como un insecto, como un reptil o
como un vegetal, es decir, sin el desarrollo de la conciencia, la cual distingue al
humano de todas las demás criaturas. Por consiguiente, está disponible sólo
para aquellos humanos que han expandido sus limites y evolucionado lo
suficiente como para encarar el dilema supremo, en virtud de que experimentan
la inquietud espiritual y por ende, son los llamados a satisfacer las preguntas de
ámbito abstracto, en virtud de conseguir respuestas complejas. La gran mayoría
de la gente no se envuelve en estos menesteres, en función de que sus vidas
transcurren monótonamente por senderos mundanos materialistas y
consumistas, hasta que los sacude alguna que otra crisis, como la muerte de un
ser querido, la perdida de la salud, la guerra, el envejecimiento. Entonces,
realizan que están muy mal preparados para armonizarse con el universo.
Entonces, se someten a cualquiera que los envuelve en rituales extraños. Se
convirtieron en ovejas que son mansamente conducidas al degolladero para
servir al pastor con su piel y con su carne; del mundo espiritual han aprendido
bien poco.
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