Oriol Tuñí El prólogo como pauta de lectura del evangelio según Juan Hasta hace pocos años se consideraba que el prólogo del Evangelio según Juan (EvJn) era una pieza literaria distinta del mismo EvJn o, por lo menos, tenía un origen distinto. Este artículo quiere reivindicar la función hermenéutica del prólogo juánico para la lectura del EvJn. En los últimos 25 años, una visión más unitaria de la obra y una disposición favorable a aceptar el trasfondo judío de la misma, juntamente con una lectura de la obra como un todo literario, han conducido a una valoración del prólogo que nos atrevemos a calificar como consenso. Ello nos ha de llevar a una definición más certera de su género literario y de su función introductoria de cara a calificar todo el EvJn. El pròleg com a pauta de lectura de l’evangeli segons Joan, Qüestions de Vida Cristiana 236 (2010) 91-104. Las páginas que vienen a continuación pretenden exponer dos cuestiones relacionadas, aunque distintas. En primer lugar, la presentación, en el prólogo, del protagonista, definida a través de su espacio, su tiempo y su identidad. A continuación la misma presentación, espacio, tiempo e identidad de Jesús en el resto del EvJn. La plena coincidencia de estas dos presentaciones es un primer dato para evaluar el papel introductorio del prólogo. La segunda cuestión, mucho más breve, es una definición del EvJn mediante la formulación “la gracia y la verdad” (1, 14.17). Siguiendo a un buen número de exegetas traduciremos esta expresión como “el don de la verdad”. Esta descripción del EvJn corresponde a una de sus características más ignoradas. El artículo pretende ayudar a leer el EvJn con más claridad y con un enfoque más preciso. QUIÉN ES JESÚS SEGÚN EL PRÓLOGO La pregunta por la identidad de Jesús es una cuestión central de los Evangelios. El EvJn no espera que sus interlocutores le dirijan esta pregunta –“¿quién eres tú?” 8, 15 (cfr 8, 54). La primera línea del 101 EvJn es ya una respuesta. Jesús es la Palabra (1,1a), que está con Dios (1, 1b) y por tanto pertenece al ámbito de Dios: “El que es la Palabra era Dios” (1, 1c). Esta primera respuesta se completa a lo largo del prólogo: “El que es la Palabra se hizo uno de nosotros y hemos contemplado su gloria… y participado de su plenitud de forma insospechada” (1, 14.16). El tiempo Analicemos un poco más esta primera presentación de la identidad de Jesús. Primero se anuncia el “tiempo” del que es la Palabra. Este tiempo es “en el principio”. Es decir, antes del tiempo, ya existía el que es la Palabra. Su existencia se sitúa fuera del tiempo, “antes” del principio. Se sitúa en un ámbito distinto del temporal. Su existencia no se puede medir cuantitativamente, no puede ser “cronometrada”. Esta pertenencia a un ámbito cronológico distinto no es obstáculo para que “el que es la Palabra” “se haya hecho uno de nosotros” (1, 14) y su dinámica le lleva a “estar siempre viniendo al mundo e iluminando a todos los hombres” (1, 9). Está siempre haciéndose presente a nuestra realidad, oscura y opaca, como luz que brilla (aunque las tinieblas quieran hacerla desaparecer, 1, 5) en la medida que es la vida (1, 4). El que pertenece a otro ámbito, está siempre haciéndose presente al ámbito humano. 102 Oriol Tuñí Por tanto, el prólogo nos introduce a la lectura del EvJn con la afirmación de que el tiempo de la aparición de Jesús es un tiempo fundamental, de plenitud, de manifestación única (1, 14.16). Que está por encima de todo porque en él se hace presente el principio que no tiene principio. Paradójicamente, la escatología es presentada en el EvJn como protología. Nos sitúa en el principio de todo, antes de la creación. Allí ya existía el que es la Palabra. El lugar A continuación se habla del “lugar” del que es la Palabra: el que es la Palabra estaba con Dios (la preposición griega pros indica una relación dinámica del que es la Palabra con Dios, 1, 1b). El último versículo del prólogo subraya que, en su existencia terrenal, el que es la Palabra, cualificado como hijo único, está siempre atento a lo que hay en el seno del Padre (la preposición eis tiene aún más fuerza dinámica: está vuelto hacia el seno del Padre, 1, 18). Presentación plástica de la realidad de Jesús siempre con los ojos fijos en el Padre, en actitud contemplativa (cfr. 5, 19-20 y 8, 29) Pero el lugar del que es la Palabra es también la condición humana y efímera de la “carne mortal” que contrasta con la realidad de Dios. Una condición humana que “no sirve para nada” (6, 63). La humanidad es un lugar impen- sable para el que pertenece al ámbito de Dios. Con esta presencia en la condición humana y mortal se está anunciando que la humanidad también es el lugar para el que es la Palabra. La condición humana se convierte en el lugar de la presencia de aquel que existe desde siempre y que pertenece al ámbito de Dios. La identidad La “identidad” del que es la Palabra. El prólogo no se limita a afirmar que el que es la Palabra existe antes del principio y que está siempre con Dios. Tampoco considera suficiente decir que en su condición humana está siempre referido al seno del Padre. Va más lejos y afirma que es Dios (1, 1c). Lo dice al comienzo y lo reitera al final: “el hijo único, que es Dios… es quien nos lo ha dado a conocer” (1, 18). En esta última afirmación está justificada la traducción de Logos por “el que es la Palabra”, en forma de confesión. Nos encontramos ante una confesión de fe, no de una descripción y menos de un texto narrativo. Los tres aspectos mencionados caracterizan la presentación del prólogo y nos pueden ayudar a una lectura, más en profundidad, del EvJn. Tres vectores que apuntan a una lectura más allá de la presentación narrativa y de la materialidad de las intervenciones dialogales y homiléticas de Jesús. Seguiremos los tres aspectos: tiempo, espacio e identidad de Jesús como protagonista del resto del EvJn. QUIÉN ES JESÚS SEGÚN EL RESTO DEL EVJN A primera vista, el resto del EvJn parece una presentación de Jesús según la tradición narrativa que conserva la comunidad joánica. Hoy en día es bastante superficial decir que se trata de un texto biográfico. Observado con un poco más detenimiento, el texto del EvJn insiste en los tres elementos que hemos visto en el prólogo. Lo hemos de ver un poco a vista de pájaro, pero vamos a recoger también aquí los tres aspectos que hemos escogido. El tiempo de Jesús La narración del EvJn nos guía por la cronología de las fiestas judías. Se citan seis fiestas (tres pascuas: 2, 12; 6, 4; 11, 55; una fiesta de peregrinación 5, 1; la fiesta de los tabernáculos 7, 1 - 9, 41; y la fiesta de la dedicación 10, 22-42). Además, tenemos múltiples referencias a diversos años (2, 20; 5, 5; 8, 57), a épocas del año (10, 22) a meses (4, 35), a semanas (1, 19 2,1; 7, 1-37; 12, 1 - 19, 14) a días (2, 1; 2, 12; 4, 40; 4, 43; etc.) inclu- El prólogo como pauta de lectura del evangelio según Juan 103 so a horas del día (1, 39; 4, 52; 11, 9; etc). La actividad de Jesús está inscrita por completo en el tiempo del judaísmo con sus fiestas y la celebración del descanso sabático (5,9; 9,14; etc.). Sin embargo, si nos acercamos al texto con mayor atención, caemos en la cuenta de que la hora de Jesús (2, 4; 7, 30; 8, 20; 12, 23; 12, 27; 13, 1; 17, 1) preside toda la narración. Esta hora marca la plenitud de la realización de su obra, manifiesta la dimensión de sus actuaciones y marca los diversos momentos temporales con una plenitud sin fisuras (2, 4; 12, 23; 13, 1; 17, 1). Jesús es el referente fundamental (las horas se recuerdan por la presencia de Jesús o por su actuación: 1, 39; 4, 6; 4, 53; 19, 14). Incluso Abraham ha visto el día de Jesús (8, 56). El tiempo de Jesús está por encima del tiempo cronológico (7, 5-7 remarca la trascendencia del tiempo de Jesús). Esta hora está en el horizonte de la narración (2, 4; 7, 30; 8, 20; cfr. 4, 23-25; 5, 25) y por fin llega (12, 23.27; 13 ,1; 17, 1). El momento culminante de la hora no se identifica con un dato cronológico, sino cristológico: es la hora de la glorificación de Jesús (13, 31-32 cf. 12,23) Es un momento privilegiado, es la hora de la plenitud de la revelación. “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis…” (8,28). Es el momento de la fe: “Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mi. Decía esto significando la muerte con que había de morir” 104 Oriol Tuñí (12, 32-33). La hora de Jesús marca toda su existencia como manifestación plena de su identidad más profunda. Es un concepto cristológico. Jesús vive en el tiempo judío, pero está por encima del tiempo judío. Toda su vida es la hora de la revelación, principalmente su retorno al Padre (13, 1-3). Este concepto de la hora de Jesús coincide con el “principio antes de todo principio” del prólogo. Jesús pertenece a otro ámbito. Su temporalidad no corresponde a la concepción del tiempo del mundo en que vive. Que Jesús se acomode al tiempo judío no significa que el judaísmo sea el tiempo de Jesús. El tiempo de Jesús es un comienzo que está en otro ámbito y a otro nivel. El espacio de Jesús En el EvJn. Jesús está siempre en movimiento principalmente por Judea y en Jerusalén. Hay un movimiento entre Galilea (1, 43; 4, 1-2; 7, 1-2) y Judea (2, 13; 5, 1; 7, 10), para, finalmente, permanecer en Judea hasta la última Pascua (11, 11 – 19, 40). Con todo, estos movimientos no estructuran la narración, no dan la intriga interna de lo que sucede. En cambio, hay una frase que se repite hasta 5 veces y que se completa por otras referencias: “Allá donde yo estoy vosotros no podéis venir” (7, 34). El texto está en presente. San Agustín ya notaba que “no dice allá donde estaré, sino donde estoy. Cristo estaba siempre allá donde había de volver; viene de forma que no ha de volver”. Este texto (7, 35) tiene el sentido de presente. Los judíos lo repiten al pie de la letra: “¿qué significa esto que ha dicho me buscaréis y no me encontraréis. Allá donde yo estoy vosotros no podéis venir?” (7, 36). Jesús apunta a un lugar que trasciende el lugar geográfico. Un lugar suyo. No le daríamos importancia si no se repitiera hasta 5 veces. Lo mismo en otros sitios “El que me sirva que me siga y donde yo estoy estará también mi servidor” (12, 26). El seguimiento de Jesús es estar donde él está. Como se manifestó en el primer encuentro de los discípulos con Jesús: “se quedaron con él todo aquel día” (1, 39). Todavía tenemos dos textos más: “Cuando haya ido y os haya preparado un lugar volveré y os tomaré conmigo para que ‘donde yo estoy’, estéis también vosotros” (14, 3) “Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo ‘donde yo estoy’, y vean mi gloria…” (17, 24). He aquí un aspecto central de la representación de Jesús en el EvJ. Jesús tiene su lugar, un lugar por excelencia que no coincide con el lugar geográfico de su actuación. Este lugar es objeto de enseñanza explícita: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí…” (10, 38). “Creedme yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (14, 11) “Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros” (14, 20). Por esto insiste en que no está nunca solo: “El que me ha enviado está en mí y nunca me deja solo porque hago siempre lo que le agrada” (8, 29; cfr 16, 32). El lugar de Jesús es la casa del Padre (8, 35 y 14, 2). Este espacio es el que mejor le define. El Padre, para Jesús, es más un punto de referencia que un lugar geográfico. En el EvJn Jesús tiene un lugar que no pertenece a la geografía de Judea y Galilea (y Samaría!). Jesús pertenece a un lugar teologal. El espacio de la voluntad de Dios (4, 34; 17, 3). La identidad de Jesús La exégesis lleva tiempo reivindicando el EvJn como el evangelio de la divinidad de Jesús, no solo en formulaciones sorprendentes como: “el Padre y yo somos uno” (10, 30); “para que sean uno como tú Padre estás en mí y yo en ti” (17, 21) y en la atribución que Jesús hace del “yo soy” de la tradición del A.T. griego (LXX): 8, 24; 8, 28; 8, 58; 13, 19. Es toda la actuación de Jesús que apunta en este sentido. En la presentación joánica, los gestos de Jesús manifiestan su grandiosidad: más de seiscientos litros de agua convertidos en vino (2, 1-11); el hijo del funcionario sanado desde lejos (4, 46-54); el hombre imposibilitado durante 38 años que recobra la salud (5, 1-9) etc. Todos apuntan más allá de ellos mismos (p.e. en el discurso El prólogo como pauta de lectura del evangelio según Juan 105 sobre el pan y el maná Jesús profundiza hasta llegar al sentido eucarístico 6, 25-58). No son presentados como gestos de poder sino que son “signos” que manifiestan la gloria de Jesús (2, 11; 11, 40). Jesús denomina sus gestos “obras del Padre”: son obras del Padre (10, 37) que las muestra al hijo (5, 1920), las da al hijo (5, 36;17, 4). El hijo las realiza (5, 36; 7, 3.21; 10, 25.32-33.37-38; 14, 10-11; 15 ,24) las lleva a la plena realización (4, 34; 5, 36; 17, 4). Las obras dan testimonio (5, 36; 10, 25), conducen a los hombres a la fe (6, 28-29;10, 38; 14, 11; cfr 15, 24). Una fe que lleva al conocimiento del Padre (6, 29; 10, 38). La dinámica de los gestos de Jesús lleva al conocimiento de Dios como Padre. Jesús viene de Dios y pertenece a Dios. Esta presentación de la identidad de Jesús no se limita a una referencia al mesianismo de Jesús, ni se demora en la identidad de Jesús como profeta o en la realización de señales inequívocas de su poder. Va siempre más allá. Muestra a Jesús como un enviado con plenos poderes que realiza las obras del Padre. Por esto el EvJn se centra en la filiación de Jesús respecto a Dios, en un sentido nuevo e inusitado hasta entonces. Sin embargo, conviene subrayar que estas imágenes, “enviado con plenos poderes” e “hijo” todavía no dan toda la profundidad de la identidad de Jesús. La imagen de enviado no expresa el misterio de la identidad que hay entre Jesús y aquel a quien él llama Padre. Je106 Oriol Tuñí sús no solo es el enviado, Jesús es la misión. También la imagen del hijo quiere expresar una identidad que va más allá de la metáfora: “porque tú siendo como eres un hombre, te haces Dios” (10, 33). Con lo dicho puede quedar claro que el EvJn presenta la identidad de Jesús con la misma profundidad del prólogo. En el prólogo es la imagen de la Palabra de Dios. En el cuerpo del evangelio es el hijo único enviado. Ambas imágenes muestran la proximidad y la identidad entre Jesús y aquel que él llama Padre. La teología de los siglos IV y V profundizará estas imágenes en la cristología del Logos-Hijo, hasta encontrar fórmulas mínimamente satisfactorias para todos. Cuando Calcedonia decreta que no quiere hacer otra cosa que expresar las enseñanzas de los textos sagrados se refiere al EvJn. Habían pasado casi cuatro siglos. Esto dice mucho a favor del EvJn. Consecuencias de cara a la lectura del EvJn Los tres aspectos escogidos (tiempo, espacio e identidad) han dejado claro que el prólogo quiere ser una pauta de lectura del EvJn. Resulta interesante esta constatación por muchas razones. Citaré dos. En primer lugar el prólogo tiene el talante de texto acabado. Más aún, parece un texto retrospectivo hacia algo que ya se ha realizado. En este sentido no es aventurado señalar que sería un texto añadido al EvJn. Habla del misterio de la revelación (el que es la Palabra) como algo que ya se ha realizado. “hemos contemplado su gloria” (1, 4) “de su plenitud hemos recibido todos dones sobreabundantes” (1, 16). La razón se da sobre todo al final: “La ley fue dada por Moisés, el don de la verdad nos han venido por Jesús Mesías” (1, 17). La traducción “don de la verdad” explicita un aspecto que el EvJn presenta de forma más detallada: que solo mediante la luz del Espíritu de la Verdad (14, 26; cfr. 16, 13) accedemos al conocimiento de la verdad (8, 32 cfr. 17, 3). De esta forma, podemos leer el EvJn como “el camino”, en la medida que nos acerca la verdad que conduce a la vida (14, 6). Esta constatación da contenido a los “dones sobreabundantes” (1, 16). En una palabra, la confesión de fe, mediante el EvJn, es un don que no se explica por la capacidad intelectual del cristiano. No depende de su penetración del misterio de Jesús. La lectura del EvJn se ha de hacer desde la admiración y la acción de gracias. Es un don gratuito al que no tendríamos derecho ni acceso posible. Segunda consecuencia. No se puede leer el EvJn como una biografía sin más ni más. El EvJn es una revelación que hace el Espíritu de la Verdad. Tiene la forma de las biografías de personas célebres. Pero la presentación narrativa nos aleja de las visiones gnósticas. En el EvJn la vida de Jesús nos ofrece una revelación insospechada: “quien me ha visto, ha visto al Padre”. Es una revelación en forma de biografía. Pero no podemos considerarlo como una biografía sin más. Porque lo que caracteriza el EvJn es su contenido de revelación. Este aspecto tiene mucho más peso y es mucho más importante que su forma biográfica. Tradujo y condensó CARLES PORTABELLA, S.J. El prólogo como pauta de lectura del evangelio según Juan 107