El Socialismo Científico y la Libertad

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El Socialismo Científico y la Libertad
(30-08-2010 a las 10:54:31) - Contribuido por Julio Céesar Jobet - Última actualización (09-11-2012 a las 01:22:44)
El
Socialismo Científico y la Libertad
Julio C. Jobet
El Socialismo amplía la libertad y
rechaza el totalitarismo
Si el liberalismo envuelve la idea de
libertad, en la práctica la defiende en forma limitadísima. El socialismo
expresa el anhelo de libertad y la exigencia de organización. El espíritu exige
la libertad política; la necesidad material impone la organización económica.
Tal como lo manifestara Fourier, ser socialista es hacer el inventario de las
necesidades humanas y darles satisfacciones. Y al conseguirlo permite que la
libertad impere efectivamente para todos los miembros de la sociedad. La
supuesta afirmación de que el socialismo es enemigo de la libertad, deriva del
excesivo hincapié de algunos discípulos de Marx en asignarle un valor muy
relativo e histórico (la libertad y la moral serían productos históricos,
simples reflejos de la evolución del mundo externo), confundiendo su esencia
con sus manifestaciones pasajeras. Esta actitud, sin embargo, no guarda
relación con el pensamiento y la actividad de Marx. Su preocupación por el
hombre es constante, y su lucha por la libertad, apasionada e intransigente.
Poseyó una fe indestructible en las capacidades del hombre y en las
posibilidades de su transformación y de su perfeccionamiento. Al combatir la
reacción en algunos países europeos y denunciar sus tendencias conquistadoras,
señalaba su derrota inevitable ante "la fuerza explosiva de las ideas
democráticas y la sed ingénita del hombre por la libertad". Y no aceptaba
su defensa por cualquier hipócrita u oportunista, porque "el que quiere
defender la libertad debe primero amarla".
La URSS, al transformarse en una
organización dictatorial basada en la socialización de los medios de
producción, extendió aquel juicio simplista y equivocado. El comunismo
soviético ha desacreditado la libertad, el socialismo y la democracia, a causa
de su sistema tiránico absorbente, donde se ha avasallado al hombre,
sometiéndolo completamente inerte a un Estado totalitario. Las ventajas
económicas logradas no compensan tal esclavizamiento del hombre. Pero es
preciso no confundir el socialismo, libertario por excelencia, con el comunismo
soviético, opresor y aplastador de la personalidad humana. Es una verdad
profunda la expresada por el líder socialista francés León Blum, cuando ha
dicho: "Hay una conexión indisoluble entre socialismo y democracia; sin
socialismo la democracia es imperfecta y sin democracia el socialismo es
imposible".
El socialismo combate todo totalitarismo
para afirmar una posición democrática y libertaria; señala el peligro de los
regímenes dictatoriales centralizados y la amenaza de los grupos reaccionarios:
sectores monopolistas, consorcios imperialistas, tarifas clericales y pandillas
militaristas. El socialismo precisa que la clase trabajadora es genuinamente
democrática y si lucha por eliminar la propiedad privada de los medios de
producción y la existencia de las clases antagónicas, es para conseguir la
democracia y la libertad. Y como régimen de transición persigue la creación de
una economía de Estado planificada, con amplias nacionalizaciones, hacia un
colectivismo evolutivo, a cumplirse en provecho de los intereses populares y
humanos, destruyendo los viejos privilegios, pero manteniendo en forma
intransigente la libertad y reconociendo la acción y dirección de los
trabajadores, por medio de sus organismos sindicales y cooperativos y los
consejos de productores y comunas, en el proceso. El socialismo en ningún
instante coarta la fecunda iniciativa de las masas y tiene el convencimiento de
que apoyado en ellas podrá realizar la transformación del régimen capitalista
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en otro de verdadera democracia económica y social, sin la cual no es posible
la democracia política.
Para Carlos Kautsky, el gran teórico
socialista y colaborador de Federico Engels, la lucha por el socialismo y por
la emancipación del trabajo es, al mismo tiempo, una lucha por la emancipación
humana en general; la organización colectiva de la economía no es un fin en sí
misma, es el medio para asegurar la libertad y el completo desarrollo de la
persona humana. Al perseguir la emancipación humana el socialismo está ligado
indisolublemente a la democracia. La propiedad colectiva no puede concebirse
sin democracia. La propiedad colectiva y socialismo son imposibles en un
régimen despótico, en donde los miembros de la colectividad estén privados del
derecho de decidir libremente sobre el modo en que esta propiedad debe ser
organizada y regida, y sobre las reglas según las cuales deban ser
distribuidos, entre aquéllos, los frutos de su trabajo. Según Kautsky, para
Marx la implantación del socialismo sólo podría ser obra de la propia clase
obrera y creía posible esta realización en el lugar y en el momento en que
dicha clase hubiera alcanzado la fuerza y la educación necesarias. La condición
para lograrlas consistía, por un lado, en un desarrollo económico avanzado y,
por el otro, en una gran libertad política, es decir, en una vigorosa ascensión
del movimiento obrero. Kautsky atacó la experiencia del comunismo soviético,
precisamente, por su tentativa de imponer el socialismo en un medio
atrasadísimo recurriendo a una feroz esclavitud de Estado y a una explotación
inhumana del trabajo. Y la realidad del capitalismo de Estado burocrático y de
tiranía política no significa el fracaso de los métodos socialistas del
marxismo, sino el de los métodos del utopismo operando con un proletariado
insuficientemente desarrollado. Es un fracaso de la dictadura como medio de
conservar el poder y de realizar el socialismo. El comunismo soviético posee
escasa relación con el socialismo, porque en su funcionamiento aplasta al
hombre con el peso del despotismo en lugar de elevarle y emanciparle. El
socialismo se revela superior al comunismo, al perseguir la democratización
económica, social y política junto al ennoblecimiento espiritual de la sociedad
y del individuo.
Ha ayudado también a extender el errado
juicio de que el socialismo es el enemigo de la libertad el hecho de suponerle
un afán igualitario en un sentido nivelador. El socialismo rechaza la igualdad
entendida en esta forma por considerarla una concepción simplista y torpe.
Únicamente pretende conquistar una base material justa y equitativa para todos
a través de la socialización de los medios de producción y de la eliminación de
las clases sociales, de donde partan los individuos en iguales condiciones y
con iguales oportunidades. El socialismo quiere elevar al hombre sobre sus
propias necesidades para hacerlo alcanzar el dominio de la plena libertad. Para
los socialistas, la libertad es una realidad y un ideal. Ella es, a la vez, el
motor de la vida humana y su objetivo. Los socialistas no niegan la libertad;
niegan que pueda ser efectiva por el sólo conocimiento de las leyes de la
naturaleza y de la evolución histórica, y niegan que sea un milagroso don del
cielo, una mera facultad poseída. La consideran un esfuerzo incesante, una
creación humana continua, inseparable de la confianza en sí y de la acción. La
libertad es la acción del hombre para dominar la naturaleza y superar las
contradicciones de la historia. De este modo, el socialismo es el más completo
humanismo. En todas las épocas de la historia se comprueba este esfuerzo del
hombre por escapar de la animalidad para mejorar sus condiciones de vida y de
pensamiento. El hombre tiene conciencia de su libertad, pero no la ha podido
realizar en plenitud. Pertenece al socialismo hacerla existir verdadera y
totalmente. La libertad no puede imperar en una sociedad donde las clases
dominantes, dueñas de los medios de producción, aplastan y subyugan a las
clases que no poseen sino su fuerza de trabajo. La libertad, entonces, no puede
ser el privilegio de algunos elegidos; ella implica un esfuerzo de todos para
realizarla. La libertad no puede ser efectiva más que en una sociedad sin
clases.
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El socialismo es un completo humanismo
porque supone la abolición de la enajenación del hombre; su recuperación como
verdadero ser humano. El socialismo "es la abolición positiva de la
propiedad privada, de la auto enajenación humana y, por lo tanto, la
apropiación real de la naturaleza humana a través del hombre y para el hombre.
Es, pues, la vuelta del hombre mismo como ser social, es decir, realmente
humano, una vuelta completa y consciente que asimila toda la riqueza del
desarrollo anterior... Es la resolución definitiva del antagonismo entre el
hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre. Es la verdadera solución
del conflicto entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y
autoafirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la
especie. Es la solución del dilema de la historia y sabe que es esta
solución".
El peligro de tiranía en el seno del socialismo
y el verdadero sentido de la dictadura del proletariado
La democracia es una conquista y una
creación continuas. En una saciedad donde una clase explota a otra, la
democracia y la libertad se encuentran disminuidas y limitadas; asimismo donde
el Estado se ha fortalecido, concentrando todo el poder económico, social y
político.
A raíz de las experiencias contemporáneas
ha quedado de manifiesto que la posibilidad de democracia o de dictadura, como
forma de Estado, está presente tanto en el sistema capitalista como en el
sistema socialista.
Todo estado burgués es, en última
instancia, un instrumento de la dominación de la clase hegemónica, pero, al
mismo tiempo, en el seno del capitalismo avanzado, es preciso distinguir la
diferencia existente entre un sistema de democracia parlamentaria y un sistema
de dictadura fascista. La democracia parlamentaria permite el funcionamiento de
las libertades burguesas iniciales, logradas en su lucha contra el feudalismo y
el absolutismo, y las garantías legales obtenidas por el movimiento obrero en
su tenaz contienda contra la burguesía. Ya no son libertades burguesas, ajenas
al movimiento obrero, sino libertades democráticas del pueblo, conseguidas,
mantenidas y ampliadas por sus costosas y, a menudo, sangrientas batallas. La
dictadura fascista arrasa con todas las libertades públicas y las sustituye por
la represión y el terror, por los campos de concentración y la muerte. La experiencia
del fascismo obliga, entonces, a distinguir con claridad en el seno del
capitalismo demo burgués, entre la democracia y la dictadura.
Por la razón anterior, en el régimen
capitalista avanzado, el movimiento obrero lucha por el socialismo en la medida
que éste le abre perspectivas amplias para una democracia más perfecta que
aquella en la cual vive. Esta finalidad se afirma y extiende frente a una nueva
situación: en el régimen socialista, tal como sucede en el capitalista, pueden
existir diferentes sistemas políticos. La experiencia del estalinismo
(modalidad del culto a la personalidad) señaló que dentro del socialismo puede
imperar un modo dictatorial basado en la violencia directa de los órganos de
represión de la elite dominante, violando abiertamente la legalidad socialista.
El estalinismo mostró la existencia de campos de concentración, no sólo para
los representantes de las clases derrocadas, sino también para los miembros de
la clase obrera, del campesinado, de los intelectuales avanzados, para los
socialistas y comunistas, y, por lo tanto, mostró que en un sistema socialista
los derechos democráticos de los ciudadanos, proclamados formalmente, pueden
ser adulterados y abrogados con maquinaciones políticas y violados brutalmente
con instrumentos de represión. Si los "campos de concentración nazis"
han llegado a ser un símbolo de la monstruosidad alcanzada por la violencia de
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un régimen dictatorial en la sociedad capitalista, las "purgas de
Stalin" se han convertido en un término representativo de una terrible
realidad ligada a la dictadura en el socialismo, por lo cual ha desacreditado
de manera profunda el socialismo en los países democráticos.
De esa experiencia deriva otra
implicación trascendental, como en el ideario socialista se define su forma
política como una "dictadura del proletariado", para muchos
observadores un régimen socialista significa concreta e ineludiblemente un
sistema dictatorial y tiránico, como el estalinista. Entonces, el término
dictadura del proletariado aparece comprometido y repudiado a causa de la
violación de la democracia en los países que se proclaman socialistas, durante
el largo periodo estalinista, y, en primer lugar, en el principal, la URSS.
El problema adquiere extraordinaria
gravedad, porque aun en las condiciones de una revolución pacífica es necesario
seguir elaborando la concepción de la "dictadura del proletariado"
como parte integrante de la teoría marxista del Estado. Aun en tales condiciones
el poder sigue siendo la cuestión principal; es decir, organización del
proletariado en clase dominante. El proletariado debe primero conquistar el
poder político, el Estado, no para abolirlo inmediatamente, sino para
utilizarlo en la solución de las contradicciones de la sociedad clasista
existente, en su interés, esto es, en el interés de la mayoría, y de la
construcción consciente de la sociedad socialista sin clases, pues ése es el
sentido y el fin último de la lucha política de la clase trabajadora (el poder
político en el sentido de la dominación coactiva sobre los hombres es una
categoría histórica ligada a la sociedad de clases y no un atributo perpetuo de
la sociedad humana en general; en la sociedad socialista sin clases la gestión
social directa de las cosas sustituirá la dominación política sobre los
hombres). Después del triunfo del socialismo, la organización del poder
político estatal debe corresponder a la doble exigencia de ser estructurado de
tal modo que haga posible la influencia directa y decisiva de los trabajadores
en la conducción de los asuntos sociales, y de facilitar el proceso natural de
su propia extinción. O sea, la democracia directa, y más plena, es la forma
legítima de la organización política del Estado socialista.
En el presente, cuando la
historia ha demostrado que también en una sociedad socialista puede existir un
régimen de dictadura, después de la experiencia estalinista, al hablar de
dictadura del proletariado lo hacemos en el claro sentido de "gobierno de
la clase trabajadora", sin identificarlo, en la menor concesión, con el
concepto de sistema dictatorial. El socialismo y el gobierno del proletariado
rechazan la dictadura de una persona, de una capa de la burocracia, o de
cualquier grupo social, porque es opuesta a lo entendido por Marx en su frase
"dictadura del proletariado", como concepción del poder de la clase
obrera y demás masas trabajadoras.
Marx expuso su fórmula de la dictadura
del proletariado en oposición a la dictadura de la burguesía y no como contraria
de la democracia. En la actualidad, al insistir en la proclamación a secas del
término "dictadura del proletariado" adherimos a algo condenado por
la experiencia histórica y enemiga de la esencia democrática del socialismo y,
además, a algo identificado por la opinión pública con un régimen dictatorial
de tipo estalinista.
En vista de lo expresado, el Partido
Socialista de Chile lucha por establecer una sociedad socialista por medio de
la acción organizada de los trabajadores manuales e intelectuales: de obreros,
campesinos, técnicos, empleados y profesionales, hombres, mujeres y jóvenes,
para dar forma a una República Democrática de Trabajadores, pluripartidista. Y
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en cuanto a él, como partido, practica una disciplina consciente y una vida
interna dinámica. Hace suyas las palabras de Engels en una carta a Bebel:
"¿Cuál es la diferencia entre ustedes y Puttkamer (ministro prusiano del
Interior y enemigo acérrimo de la socialdemocracia), si ustedes aprueban leyes
anti socialistas contra sus propios camaradas? A mí, personalmente, no me
importa. No hay partido en el mundo que pueda condenarme al silencio cuando
estoy resuelto a hablar... Ustedes -el partido- necesitan la ciencia
socialista, y esa ciencia no puede existir a no ser que haya libertad en el partido"
(Citado por Gustav Meyer en su biografía de Engels).
En una sociedad socialista, unipartidista
o pluripartidista, el gobierno de la clase trabajadora deberá actuar para
impedir el retorno al poder de la clase derrocada, de la burguesía, y, al mismo
tiempo, para desarrollar las relaciones sociales socialistas y ampliar
constantemente la democracia directa. Las clases derrocadas se encontrarán
constreñidas, sin necesidad de la violencia física contra sus miembros, por la
presión de la nueva legislación socialista y las variadas formas de
organización y de actuación de las fuerzas políticas del socialismo y de las
masas trabajadoras. La clase trabajadora se transformará realmente en clase
dominante, en forma directa, y no tan sólo a través de sus representantes, en
base de una profunda socialización de la política, del poder y de la economía.
O sea, llegará a las más amplias formas de democracia directa.
A muchos parecerá ocioso este debate,
pero no ocurre así, dada la proximidad de la victoria del socialismo y de la
clase trabajadora. Aunque se admita la posibilidad de diversos caminos al
socialismo, el resultado final será una u otra forma de gobierno del
proletariado y demás clases laboriosas. Es imposible eludir, entonces, el
examen del término "dictadura del proletariado" y al enfrentarlo, en
la actualidad, no se puede discutir sobre él, en ningún sitio, como si el
estalinismo no hubiera existido. Ni tampoco es posible dejar de considerar el
régimen de la URSS, sus fundamentos y su trayectoria, por tratarse de la
principal potencia socialista, y donde se dio el ejemplo más drástico de que un
sistema social socialista también puede engendrar un régimen de violencia y
desafuero, de tiranía implacable, característico del período llamado de
"culto a la personalidad".
Es urgente llegar a una
conclusión clara en este asunto. En la Conferencia Nacional del Partido
Comunista de Noruega, en diciembre de 1965, según su presidente, Reidar Larsen,
el P.C.N. rechazó en su programa el término "dictadura del proletariado"
y lo sustituyó por el de "poder de la clase obrera", a causa de que
tanto la propaganda democrático-burguesa como el abuso de poder en algunos
países socialistas habían adulterado aquel concepto haciéndolo indeseable y
corruptor.
Según Gustav Meyer, en la década de 1840
se entendía por socialismo, en Alemania, la lucha por la transformación
pacifica de la sociedad, y por comunismo, el esfuerzo llevado a cabo por
asociaciones proletarias secretas para destruir la sociedad capitalista. Marx y
Engels se definieron como comunistas para acentuar sus concepciones filosóficas
y políticas revolucionarias, vinculadas a los intereses del proletariado,
frente a las diversas agrupaciones socialistas utopistas, desligadas de la
actividad de la clase trabajadora, y cuyas doctrinas habían penetrado hasta en
los salones aristocráticos. Con el tiempo, las doctrinas del socialismo
científico y revolucionario de Marx y Engels nutrieron la teoría y él programa
de los partidos socialistas de la II Internacional, la llamada Socialdemocracia;
pero, desde comienzos del presente siglo, se extendió una corriente
revisionista, encabezada por Eduardo Bernstein e influida por los éxitos
electorales y la conquista de diversas reformas sociales de la socialdemocracia
alemana, sometiendo a crítica las concepciones revolucionarias de Marx (a su
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juicio el socialismo podría implantarse por la vía pacífica utilizando los
medios electorales directos por la actividad reformista y evolutiva) y, al
mismo tiempo, señalando que la evolución del capitalismo contradecía o negaba
muchas de las afirmaciones más rotundas de Marx. Sin embargo, la Guerra Mundial
de 1914 demostró una vez más las incurables contradicciones del sistema
capitalista y dieron la razón a quienes se mantuvieron fieles a la ortodoxia
marxista, como Rosa Luxemburgo y Lenin.
Desde la toma del poder en Rusia, en
octubre de 1917, por el Partido Bolchevique, por decisión de Lenin éste se
transformó en Partido Comunista y, a la vez, creó la III Internacional
Comunista. A partir de esa fecha, el comunismo entró a existir como teoría,
programa y política claramente diferenciado del socialismo clásico. El régimen
comunista soviético y los partidos comunistas de la III Internacional se
proclamaron los verdaderos representantes de las doctrinas marxistas y del
socialismo en general. Pero pronto el comunismo como sistema resultó estar
bastante alejado del auténtico patrimonio del socialismo marxista y su
experiencia demostró la imposibilidad de la liberación económica, social y
espiritual del hombre, aunque se elimine la propiedad privada de los medios de
producción y se aplaste a la burguesía, si se da vida a una economía
centralizada y se fortalece el poder del Estado, pues tales medidas desembocan
en un régimen de capitalismo de Estado y de burocratismo social y político, y
el fin de rescatar al hombre, económica y socialmente enajenado, para
devolverle a la plena integridad de sí mismo, se convirtió en una realidad
opuesta, creándose un sistema opresivo, aniquilador de la iniciativa y de la voluntad
de las masas y de la libertad. En vez de la extinción del poder del hombre
sobre el hombre se levantó un Estado despótico que sometió al hombre a una
mayor servidumbre.
Las posiciones teóricas del P.S. de Chile
frente al comunismo soviético
Marx y Engels poseyeron un irreductible
espíritu revolucionario y democrático, anticapitalista y fueron enemigos del
aplastante poder del Estado y, en general, de toda opresión y verdaderos
adalides de la emancipación de las clases trabajadoras y de la sociedad entera;
y campeones denodados de la libertad y de la dignidad del hombre. El sistema
comunista soviético se alejó de los valores humanistas, revolucionarios y
democráticos, de las concepciones marxistas, entrañando un nuevo revisionismo
que alcanzó su expresión más radical durante el Gobierno de Stalin y de su
régimen de "culto a la personalidad". Aunque los escolásticos
soviéticos envolvieron el estalinismo con abundantes citas de Marx y Engels y
lo proclamaron expresión legítima y fiel de sus doctrinas, en verdad significó
un nuevo y temible revisionismo que asimiló la práctica de las teorías de Marx
a una simple experiencia de tiranía terrorista y a un cruel régimen de
esclavitud industrial y de explotación del trabajo humano.
El Partido Socialista de Chile rechazó,
desde su nacimiento, tanto el revisionismo de la socialdemocracia como el
revisionismo del estalinismo. Al primero, por su reformismo infecundo,
adulterador del contenido revolucionario del marxismo; y al segundo, por su
despotismo estatal y por las diversas deformaciones introducidas en la
interpretación y en la práctica del marxismo.
En primer término, el PS no acepta una
interpretación oficial de la doctrina marxista ni una fijación dogmática de sus
principios y, por lo tanto, rechaza la acusación de "revisionismo" a
los movimientos socialistas y revolucionarios preocupados de enriquecerla y de
adecuarla a las nuevas experiencias y situaciones, proclamando la posibilidad
de diversas vías hacia el socialismo. Por el contrario, acusa como posición
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típicamente revisionista la del estalinismo y su correspondiente sistema de
culto a la personalidad. En segundo término, respecto de las desviaciones de la
práctica estalinista, el PS no acepta el debilitamiento de la lucha de clases
en aras de la contienda entre naciones o bloques de naciones, ni el reemplazo
del internacionalismo proletario por el nacionalismo soviético u otro; rechaza
la política de colaboración de clases, como la contenida en las tácticas de
frente popular, alianza democrática o frente de liberación nacional, y se
mantiene leal a la política revolucionaria de clase, de acuerdo con la fórmula
marxista: la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores
mismos. En la construcción de la sociedad socialista, no acepta la entrega de
los medios de producción al Estado y la administración de éstos por una capa
terno-burocrática, porque ello elimina la gestión de la clase trabajadora y la
transforma solamente en asalariada del Estado; tampoco tolera la constitución
de un régimen de capitalismo de Estado burocrático, con una economía cuya
finalidad principal es el -desarrollo industrial y tecnológico, el armamentismo
y la cohetería espacial, mientras se traduce para las clases laboriosas en una
fuerte explotación del trabajo y en un bajo nivel de vida. Asimismo, rechaza el
robustecimiento del poder del Estado y el culto a la personalidad, porque
supone una dictadura implacable sobre toda la sociedad; un despotismo
incompatible con los fines liberadores del socialismo; y tal rechazo implica su
repudio a la dictadura y el monopolio político e ideológico, y la
correspondiente eliminación de los partidos que expresan las diversas
corrientes de la actividad y del pensamiento de las clases trabajadoras, de la
democracia y de la fraternidad revolucionarias. Igualmente se opone a la
supresión de las huelgas y al manejo de la organización internacional del
proletariado al servicio de los intereses nacionales de una potencia-gula, en
vista de conducir directamente al hegemonismo y al anexionismo.
El PS, al mismo tiempo, señaló las
consecuencias negativas del revisionismo estalinista: en el plano filosófico:
esterilidad del pensamiento teórico y predominio del dogmatismo y la
escolástica, cultura dirigida e intervención en el plano de la creación
artística y literaria (el mal llamado "realismo socialista");
regresión del pensamiento marxista hacia la apología y defensa de las
relaciones burocráticas de capitalismo de Estado, del despotismo estatal y del
culto de la personalidad, del conformismo ideológico y del chauvinismo
soviético; en el plano sociológico: sojuzgamiento de la clase trabajadora por
el Estado y exaltación de éste como potencia autónoma de la sociedad;
eliminación de la libertad y atropello constante de la persona; el individuo
queda indefenso ante el Estado todopoderoso; en el plano económico: predominio
de una vasta burocracia con las características de una "nueva clase"
privilegiada; y sacrificio del nivel de vida, del poder consumidor y del
bienestar de los trabajadores, para crear una economía de Estado en vista a un
mayor poderío industrial y militar; en el plano político: oportunismo político
en defensa de los intereses hegemónicos del estalinismo hasta llegar a pactos
anti populares y combinaciones reaccionarias (como en los casos de la alianza
con el nazismo para destruir la socialdemocracia, facilitando el triunfo de
Hitler; de la imposición del frente popular como alianza de los partidos
obreros con las agrupaciones democrático-burguesas para detener el fascismo; el
pacto nazi- soviético, que selló una alianza entre el estalinismo y el
fascismo, lo cual permitió el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial,
y, a consecuencia de los triunfos de Hitler y su ataque a la URSS, nueva
alianza con las democracias capitalistas, y como resultado de la victoria
contra el fascismo, expansionismo y atropello del principio socialista de la
libre determinación de los pueblos).
El PS, a pesar de algunos errores en su
vida política, de acuerdo con su declaración de principios, ha sostenido su
fidelidad al marxismo, y la ha concretado en la defensa intransigente de los
siguientes puntos básicos: adhesión al principio dialéctico del constante
devenir de los procesos humanos: sociales, políticos, ideológicos y aplicación
crítica de ese principio a dichos procesos; consonancia entre la filosofía y la
práctica, entre la teoría y la praxis; reconocimiento de la lucha de clases y
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sólo la clase trabajadora es revolucionaria; únicamente su acción logrará
destruir el sistema capitalista y asegurar su emancipación; y defensa y
práctica del internacionalismo proletario; socialización de los medios de
producción y administración de ellos por los trabajadores organizados, como la
única forma de una economía de bienestar y de una democracia económica;
debilitamiento del Estado por la entrega de las actividades económicas a la
sociedad a través de los sindicatos y consejos obreros, y la descentralización
de las funciones políticas por medio del engranaje de las comunas y los
consejos de ciudadanos, como únicos fundamentos de un gobierno democrático del
pueblo. Por lo tanto, no acepta la dictadura de un partido monolítico (en
nombre de la dictadura del proletariado), confundido con el aparato estatal,
pudiendo existir otros partidos de trabajadores y, al mismo tiempo, practica el
respeto y el fortalecimiento de la organización sindical y del derecho a
huelga. Tiende a la eliminación de todo sistema policial terrorista, al amplio
ejercicio de las libertades públicas y a la defensa de la libertad de creación
artística y literaria, y todo concebida como los factores del funcionamiento de
una real democracia política, popular y revolucionaria.
En cuanto al método para llegar a
la edificación de esa sociedad, plantea la práctica de una política
revolucionaria basada en un frente de trabajadores manuales e intelectuales y
la constitución de una República Democrática de Trabajadores. La revolución
socialista en nuestra época progresa desde la periferia compuesta por los
pueblos coloniales y semi-coloniales hacia el centro ocupado por los países
capitalistas avanzados y la ciudadela imperialista de los EE.UU en último
lugar. La revolución socialista puede comenzar y progresar apoyada en el
campesinado y ser respaldada por la clase obrera de las ciudades donde reside
la fuerza más poderosa del enemigo capitalista. El PS de Chile sellará toda
ejecutoria a cualquier alianza con sectores burgueses y niega la existencia de
una burguesía progresista, pues toda ella está comprometida con el
imperialismo. Sólo una política revolucionaria, afirmada en el proletariado el
campesinado y los estudiantes e intelectuales, podrá triunfar en los países
subdesarrollados y transformar el régimen de dominio de la clase terrateniente,
de la burguesía y la penetración imperialista, en otro socialista y popular.
Por eso denuncia la táctica de "frente de liberación nacional",
llamando a la burguesía progresista a unirse a las clases trabajadoras en la
lucha contra el capitalismo, como una contradicción con cualquier posición
antiimperialista y una carencia de identidad de intereses entre esa consigna y
las clases trabajadoras.
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