Augusto PEREZ LINDO COMPETENCIAS PARA EL DOCENTE DEL SIGLO XXI CAPITULO I ¿POR QUÉ REFORMULAR LAS COMPETENCIAS DOCENTES? Los educadores, una de cuyas tareas esenciales es actualmente la de transformar las mentalidades y las cualificaciones inherentes a todas las profesiones, deberían ser los primeros dispuestos a repensar y transformar los criterios y los datos de la profesión docente, en la cual las funciones de educación y animación priman cada día más sobre las funciones de instrucción. Edgar Faure (1973) Aprender a ser. ¿Cuál debería ser el perfil del docente en este siglo XXI para afrontar las mutaciones que estamos experimentando? Durante los últimos doscientos años predominó la idea de que debían formarse a las maestras/os profesoras/es con un bagaje enciclopédico de los conocimientos más importantes. Se crearon orientaciones especiales según los ciclos primarios, secundarios y terciarios, En muchos países se priorizó la formación práctica para el mercado de trabajo. Se crearon orientaciones o escuelas técnicas, comerciales, agropecuarias para atender las necesidades de mano de obra calificada. Dos grandes procesos determinaron un cambio de perspectiva. Por un lado, la explosión de conocimientos que hace imposible aún dentro de una disciplina acumular todo el saber disponible. Por otro lado, la modificación constante del mercado laboral y profesional debido a su vez a las innovaciones tecnológicas y a la globalización de la economía. Con todo esto, resultaba impracticable mantener la ficción de que la escuela preparaba para el mercado del trabajo o para una profesión estable. Este es el drama que todavía se está viviendo en muchos lugares del mundo. ¿De dónde tomaría la profesión docente un nuevo modelo para conservar su identidad y sus funciones? La respuesta vino primero del mundo 1 empresarial o más concretamente de las teorías de recursos humanos aplicadas a las empresas. Podría citarse el trabajo pionero de David Mc Clelland hacia 1973 donde comienza a sostener que más que las ideas de la inteligencia de los individuos lo que interesa es identificar sus competencias o destrezas.1 Como veremos a lo largo de este libro los cambios ocurren en variadas direcciones. Y las respuestas que se formulan para afrontarlos surgen de distintos lugares y cobran significaciones inesperadas. La preocupación por los cambios incesantes en las calificaciones profesionales y la indeterminación relativa entre el mercado del trabajo y la educación llevó a dos grandes organizaciones como la OCDE y la UNESCO a buscar nuevas respuestas. Una de ellas es el enfoque de las competencias. Un documento liminar de la OCDE sobre el tema se plantea de entrada lo mismo que nos estamos planteando nosotros: ¿Por qué son tan importantes las competencias hoy en día? La globalización y la modernización están creando un mundo más diverso e interconectado. Para comprender y funcionar en este mundo, los individuos necesitan, por ejemplo, dominar las tecnologías cambiantes y comprender enormes cantidades de información disponible. También enfrentan desafíos colectivos como sociedades, tales como el balance entre el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental, y la prosperidad con la equidad social. En estos contextos, las competencias que los individuos necesitan satisfacer para alcanzar sus metas se han vuelto más complejas, requiriendo de un mayor dominio de ciertas competencias definidas estrictamente.2 Nosotros partimos del paradigma de las competencias porque lo consideramos pertinente desde el punto de vista teórico y social. También, porque posee un gran consenso entre especialistas, instituciones y países de todo el mundo. Ahora bien, mientras Europa, Asia y América del Norte han 1 MC CLELLAND, D. (1973). Testing for competence rather than for intelligence, American Psychologist, 28,(1-14). 2 ORGANIZACIÓN PARA LA COOPERACIÓN Y EL DESARROLLO ECONÓMICO (1997) Proyecto de definición y selección de competencias. Paris: OCDE 2 optado en general por insertarse en este nuevo enfoque, América Latina se encuentra en una bifurcación: o mantiene el modelo curricular por contenidos o adopta el modelo por competencias. Un número importante de universidades de América Latina ya se encuentra trabajando en la definición de competencias para la educación superior.3 Nuestro camino, se desvía en varias direcciones. Ante todo, porque tratamos de situarnos en las perspectivas futuras. Luego, porque intentamos pensar las competencias del docente, de las profesoras y profesores, desde ángulos filosóficos, sociológicos, pedagógicos, psicológicos, éticos, políticos, económicos y tecnológicos. La serie de diez competencias básicas que proponemos se funda en criterios que surgen de esas distintas dimensiones. También estamos teniendo en cuenta los contextos actuales donde la crisis de los vínculos sociales, la erosión del capital lingüístico de las personas o los avances espectaculares de las tecnologías de la información nos obligan a reforzar ciertos aspectos de la educación. La educación se está transformando en sus diversos aspectos.4 Todo el mundo lo sabe y lo experimenta de muchas maneras. Los niños desde los dos o los tres años se inician en el contacto con la radio, el televisor, la computadora o el celular. Comienzan a recibir informaciones y conocimientos que antes estaban reservados a los adultos y a las personas especializadas. Antes de los 12 años la mayoría de los niños que residen en centros urbanos habrán visto más de 500.000 mensajes publicitarios y habrán tenido más de 12.000 horas de audiencia en la televisión o en las computadoras. Las condiciones de la educación se han modificado. La “generación audiovisual” (antes del 2000) y los “nativos digitales” que vienen con el inicio del siglo XXI experimentan nuevas relaciones con sus padres. Las funciones de la familia están mediatizadas por las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). Para muchos la TV se convierte en 3 Ver: TUNING AMERICA LATINA (2007). Reflexiones y perspectivas de la Educación Superior en América Latina. Informe final –Proyecto Tuning – América Latina 2004-2007. Bilbao: Universidad de Deusto 4 Ver: PEREZ LINDO, A. (2010) ¿Para qué educamos hoy? Filosofía de la educación para un nuevo mundo. Buenos Aires: Biblos 3 “chupete electrónico” al cual se recurre para cubrir la ausencia de los padres. (Aun cuando ellos se encuentren presentes en el hogar). Las relaciones familiares se encuentran entrelazadas con los medios de comunicación. La influencia de los medios amplifica la imaginación de los niños, enriquece su nivel de información y sus conocimientos al punto que a veces pueden estar mejor informados que las maestras. Las generaciones anteriores gozaban de mucho menos estímulos. Los jóvenes de hoy están superestimulados, son “multifrénicos”, según la expresión de Kenneth Gergen.5 A muchos le sobran estímulos pero carecen de los esquemas de conocimientos necesarios para procesarlos adecuadamente, de acuerdo a la teoría constructivista de Piaget. Sin embargo, una minoría ya consigue interpretar y ordenar las informaciones para convertirlas en conocimiento. Estos son los adolescentes de entre 12 y 15 años que en cantidades cada vez más significativas están aprobando las condiciones de ingreso a la universidad. La interacción con las tecnologías de la información y la comunicación (las TICs) va creando una nueva subjetividad, real y virtual al mismo tiempo. Esta dimensión, que muchos padres todavía no alcanzan a descifrar, constituye un nuevo imaginario. Este funciona como un nuevo principio de realidad que rige las maneras de pensar y de actuar de los niños y jóvenes. Los adultos descubren este fenómeno cuando se producen situaciones dramáticas: hechos de violencia escolar, fugas del hogar, iniciación a las drogas, episodios de sexualidad precoz, tentativas de hazañas imposibles. Estos indicios nos aproximan al contexto de los cambios que afectan a la educación. Sin embargo, cometeríamos un error si creyéramos que las causas del cambio se concentran en los efectos de las Tecnologías de la Comunicación y de la Información (TICs) sobre la sociedad, como sostiene Giovanni Sartori en su libro “Homo Videns”.6 La crisis de la socialidad, entre otros aspectos, depende mucho más de la ruptura de los vínculos familiares y sociales que a su vez tienen que ver con la globalización, con los cambios en las economías, en el mercado del trabajo y en las relaciones sociales. 5 6 Ver: GERGEN, K. (1992) El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo. Barcelona: Paidós SARTORI, G. (1997) Homo Videns. La sociedad teledirigida. Barcelona: Taurus 4 No podemos dejar de mencionar con angustia los casos frecuentes de violencia escolar. En Estados Unidos, Francia o Alemania las agresiones verbales y físicas superan en promedio los 400.000 por año. Los casos de atentados con armas blancas o de fuego superan también varios miles por año. En América Latina, Brasil y Argentina encabezan los casos de violencia escolar con índices de más de 100.000 y más de 40.000 casos respectivamente por año. En Colombia, México y Brasil la situación se complica con la utilización de menores para el tráfico de drogas y para actuar como sicarios en la ejecución de homicidios y secuestros. Este es el mundo real. La escuela se encuentra en el medio. El 31 de mayo de 2011 pudimos ver por televisión en todo el mundo el caso de una maestra de Monterrey, México, que hizo acostar boca abajo a sus alumnos del Jardin de Infantes y los entretuvo cantando mientras tenía lugar un tiroteo alrededor de la escuela, que terminó con cinco muertos. En los últimos veinte años se ha atribuido a la “mundialización” o “globalización” un impacto polivalente hacia todos los aspectos de la vida social. Algunos glorifican y otros demonizan la globalización. En los ámbitos educativos se ha vuelto a descubrir al conjunto de la Humanidad como referente de la educación. Se educa para llegar a ser humano, eso lo sabíamos hace mucho tiempo. Ahora que estamos tan próximos, los seres humanos también sentimos más profundamente las diferencias. Esta ambivalencia fue señalada por Marshall McLuhan cuando inventó el concepto de “aldea global”. Salimos del marco estrecho del Estado-Nación para descubrir que formamos parte de una constelación mundial de identidades culturales. Nunca se ha puesto tan de manifiesto la “igualdad” del género humano y nunca se han manifestado de tal manera las “diferencias”. Lo podemos comprobar en todos los continentes. Se ha repetido también que nuestro mundo entró en una nueva fase que algunos denominan la “sociedad del conocimiento”. Traduciendo las interpretaciones de este concepto podríamos decir que se trata de un momento histórico en el cual las ciencias, las tecnologías y la educación se han transformado en agentes de producción de la sociedad (no solamente de la economía como algunos sostienen). Es algo que las teorías económicas vienen observando desde el fin de la Segunda Guerra Mundial pero que se ha 5 extendido en las últimas décadas. En los países industrializados el “factor C” (conocimiento) explica más del 25% del crecimiento económico. Con este horizonte varios “países emergentes” apostaron fuerte al crecimiento de la educación básica, de la universidad y de la investigación científica. Brasil, Corea, China, India, son algunos ejemplos. Cualquiera de los contextos que mencionamos daría lugar a un libro. Aquí solo queremos evocar estos factores para descubrir las competencias que debería tener un docente del nuevo mundo en gestación. La UNESCO viene explorando esta cuestión.7 Pero antes de describir los factores que confluyen para definir un nuevo perfil del docente del siglo XXI (cosa que intentaremos en los próximos capítulos) desearíamos descubrir con el sentido común de los lectores las razones por las cuales pensamos que deberían redefinirse las capacidades de los docentes. A nivel mundial dos grandes temas convocan a ministros y especialistas en educación: el acceso igualitario a la educación y la calidad de la enseñanza. Desde la Conferencia Mundial sobre la Educación para Todos (Jomtien, 1990) los países nucleados en Naciones Unidas se propusieron alcanzar la escolarización universal para el año 2015. Se han alcanzado avances espectaculares de la escolarización en todos los continentes. Marchamos hacia una sociedad escolarizada. Pero este propósito igualitario y progresista se acompaña por otra preocupación: la calidad educativa. La masificación del acceso lleva en todas partes a descubrir que hacen falta más docentes y mejor formados, que muchos alumnos fracasan, que los resultados pedagógicos se han venido debilitando. Frente a estos y otros problemas en la mayoría de los casos se ha decidido reforzar los mecanismos de evaluación de procesos y de resultados. Nace “el Estado evaluador” y se crean agencias de evaluación de la calidad educativa, promoviendo nuevos métodos de enseñanza, mejorando el perfil académico de los docentes, fortaleciendo las competencias cognitivas de los ingresantes universitarios, etc. A veces, los Estados reconocen también que 7 Ver: UNESCO (2002). Perspectivas. Revista trimestral de educación comparada, n.123, “Docentes para el siglo XXI”, vol.32, n.3. Paris: UNESCO 6 hace falta invertir más en educación para obtener resultados satisfactorios. Otras veces se descubre que con una inversión relativamente menor algunos países obtienen mejores resultados que los que tienen el mayor gasto educativo per capita.8 Desde 1997 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE/OECD) que nuclea a los países industrializados buscó responder a los interrogantes planteados por la calidad de la educación y por las nuevas exigencias educativas que surgen con los cambios de sociedad. Así surgieron el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) y el Proyecto de Definición y Selección de Competencias (DeSeCo). A partir de estos programas se realizaron encuestas, entrevistas, series estadísticas, evaluaciones en más de treinta países a fin de establecer un panorama de tendencias, indicadores, conceptos y criterios sobre la calidad de la educación y sobre las competencias esperables de los individuos. En el proyecto DeSeCo de la OCDE la noción de preparación para la vida se convirtió en un tema central para definir competencias. De acuerdo con este proyecto se buscó desarrollar un marco conceptual para comprender las destrezas y competencias necesarias para llevar una vida personal y socialmente valiosa en un Estado democrático moderno.9 Las estadísticas muestran que los países que se desarrollan invierten fuertemente en el acceso a la educación y en la calidad educativa. No basta con extender simplemente el acceso a la educación. Si no prestamos atención a la calidad podríamos estar reproduciendo las desigualdades ofreciendo escuelas de baja calidad para los pobres. América Latina se encuentra en esta situación. Las personas que más sufren el desempleo y la pobreza son las que tienen menos nivel educativo. Esto quiere decir en términos económicos que la educación es una buena inversión para las naciones y para los individuos, porque genera beneficios y porque favorece el ascenso social. Siempre y cuando sepamos qué hacer con este capital intelectual, porque la experiencia 8 9 Ver el Informe PISA 2009: www.pisa.oecd.org Ver: OCDE (1997) Proyecto de definición y selección de competencias. Paris: OCDE 7 contemporánea también muestra que la “fuga de cerebros” (brain-drain) se acelera en países donde no existen políticas de desarrollo con uso intensivo del conocimiento. Paradojalmente, muchos países pobres o subdesarrollados están proveyendo a bajo precio recursos humanos altamente calificados a los países ricos. Otra cuestión importante que debemos tener en cuenta es la constante elevación del perfil educativo de la fuerza de trabajo en todo el mundo. Esto quiere decir que donde antes se podía trabajar con trabajadores no calificados ahora se están requiriendo mayores calificaciones educativas. Esto ocurre en la industria, en el agro, en el comercio, en los servicios. En Argentina y otros países de América del Sur los oficiales de las fuerzas armadas egresan de las escuelas militares con un diploma universitario. Para ascender a los rangos superiores conviene obtener diplomas de posgrado (Maestrías y Doctorados). En numerosos países ya no es suficiente poseer un diploma de Maestra Normal o de Profesorado para obtener un cargo en una escuela. Ahora se exige un diploma de grado universitario para enseñar en cualquier nivel. El Doctorado es exigible en muchas universidades de Brasil o Argentina para todos los profesores titulares. En Estados Unidos, Canadá y otros países es normal solicitar un diploma de posgrado (Maestría o Doctorado) para enseñar en la escuela secundaria. El perfil académico de los docentes está sujeto a revisiones constantes. En Argentina se han creado más de veinte programas de posgrados en formación docente.10 México, Colombia, Venezuela y otros países poseen varias universidades pedagógicas. A las cualidades tradicionales del docente (dominio del contenido, competencia pedagógica para transmitir los conocimientos, capacidad para contener a los alumnos) parece que deberían agregarse algunas nuevas competencias como la de saber iniciar a los estudiantes en el uso e interpretación de las informaciones a través de las Tecnologías de la Comunicación y de la Información (TICs). 10 Ver: A. Pérez Lindo (2010) Experiencias y perspectivas de los posgrados en Educación Superior. in: RED ARGENTINA DE POSTGRADOS EN EDUCACIÓN SUPERIOR (2010). Los Postgrados en Educación Superior en Argentina y Latinoamérica. San Luis: Universidad Nacional de San Luis, pp.24-35 8 También parece evidente que si nos estamos globalizando tenemos que reforzar el aprendizaje de lenguas extranjeras. En el MERCOSUR se reconocen tres lenguas oficiales: el castellano, el portugués y el guaraní. Ya existen numerosas escuelas bilingües y trilingües (en particular en regiones donde existen lenguas indígenas). Para navegar por Internet o por el mundo parece que necesitamos el inglés, lengua “franca” en la comunidad científica mundial, idioma con el cual se comunican hasta las poblaciones más alejadas del planeta. No debemos olvidar que cada año se movilizan más de 60 millones de trabajadores migrantes en el mundo. Varios países de América del Sur tienen más del 15% de su población trabajando en el exterior. Competencias informacionales, competencias lingüísticas parecen congruentes con el nuevo mundo. Pero ¿cómo enfrentamos los procesos de des-socialización, de crisis de los vínculos sociales? Evidentemente necesitamos reforzar la capacidad socializadora, integradora, del docente. La sociabilidad se ha convertido en una cualidad decisiva en todos los centros educativos, sean escuelas primarias, colegios secundarios o universidades. También deberíamos considerar el horizonte de la “economía del conocimiento”, o de la “cientificación de la sociedad” como un contexto que nos obliga a fortalecer las competencias científicas.11 Ahora todos estamos implicados en procesos y mecanismos que requieren una mentalidad científica y unas destrezas técnicas que antes parecían propias de los especialistas. La computadora y el celular requieren para su mejor aprovechamiento ciertos conocimientos previos. Lo mismo podríamos decir de un tractor moderno para el trabajador agropecuario , de la computadora para una empleada de comercio o de la robótica para un obrero calificado de una fábrica de automóviles. Los problemas ecológicos suscitan todo el tiempo discusiones e interpretaciones que requieren conocimientos específicos y decisiones por parte de la ciudadanía en general. Ciencia y ecología intervienen en nuestra vida cotidiana de tal manera que todos estamos obligados a utilizar conceptos que tienen que ver con estas áreas. 11 Ver: OECD/UNESCO (2001) Docentes para las escuelas de mañana. Paris: OCDE 9 Informatización, globalización, consciencia científica y ecológica, aparecen de entrada como algunas de las dimensiones que debemos considerar para el nuevo perfil del docente del siglo XXI. ¿Cómo ignorar la importancia de la sociabilidad del docente en una era en la que la solidaridad y la convivencia social parecen en peligro? ¿Cómo dejar de lado la motivación y la creatividad tan necesarias para transmitir el deseo de aprender? Analizando las tendencias y los cambios del mundo podríamos ir descubriendo distintas cualidades que debería poseer el docente del siglo XXI. ¿Con qué criterios podemos seleccionar algunas de esas cualidades para incluirlas en una serie de competencias básicas? He tratado de tener en cuenta en primer lugar, las competencias básicas permanentes que se encuentran en todas las tradiciones educativas. Por ejemplo, la capacidad para transmitir valores éticos y ciudadanos, la capacidad para enseñar a pensar. En segundo lugar, he considerado los nuevos contextos y los nuevos paradigmas emergentes: por ejemplo, la competencia informática, la competencia lingüística o la consciencia ecológica. En tercer lugar, he mantenido como referencia teórica los fundamentos filosóficos, sociológicos, pedagógicos, económicos, políticos y morales de la educación. Finalmente, traté de establecer un equilibrio entre las competencias cognitivas, psicológicas, sociales y pedagógicas. Muchas reformas educativas bien intencionadas han fracasado en las últimas décadas porque pusieron el énfasis en aspectos parciales. Si consideramos nada más que lo cognitivo corremos el riesgo de ignorar más de la mitad de la experiencia individual y social de alumnos y profesores. Si subordinamos la escuela a las funciones sociales pronto descubriremos que los alumnos no aprenden o aprenden poco, como ha permitido verificar el programa internacional de evaluación PISA.12 Los resultados de PISA y de otros programas nacionales o internacionales permitieron observar que los mejores desempeños no dependen siempre del nivel del gasto educativo. Hungría con mucho menos gasto por alumno que los Estados Unidos obtiene mejores posiciones. La 12 Ver: www.oecd.org/edu/pisa/2009 PISA 2009 Results. 10 experiencia de Finlandia o Malasia muestra la importancia que tiene prestar atención a la formación y a la profesión docente. Algunas de las preocupaciones que aparecen en este libro comencé a elaborarlas hace mucho tiempo, entre 1979-1982 cuando realicé un estudio sobre las prácticas pedagógicas en la Universidad Libre de Bruselas. En esa investigación me tocó evaluar por primera vez la eficacia de la enseñanza asistida por computadora en la carrera de Química. Y la pregunta que surgió inmediatamente fue: ¿en el futuro, qué va a hacer el profesor si la computadora reemplaza sus funciones de transmitir informaciones y destrezas a los alumnos? He recurrido a mi experiencia como Profesor Titular de Pensamiento Científico y de Filosofía en el Ciclo Básico de la Universidad de Buenos Aires, entre 1985 y 2006. Me tocó coordinar equipos de veinte y de cincuenta docentes para atender miles de estudiantes por cuatrimestre. De modo que discutíamos a menudo cómo abordar las distintas comisiones con estudiantes que solían tener perfiles diferentes y en distintas sedes. He aprendido mucho de las profesoras y profesores que fueron mis alumnos o discípulos de tesis en distintos cursos de posgrado en educación donde tuve la oportunidad de desempeñarme, particularmente en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay. Fue por causa de este intercambio con los alumnos de maestría y doctorado en educación que tuve que ponerme a buscar una teoría de la educación aceptable. De allí salió mi libro “¿Para qué educamos hoy?” que se publicó en 2010.13De allí surgen interrogantes sobre el nuevo perfil del docente. En la práctica docente, ¿qué es más importante: el conocimiento de la materia o la metodología de la enseñanza? ¿Debemos considerar como indispensables la obtención de diplomas de posgrado o la realización de trabajos de investigación para seleccionar a los mejores docentes? ¿O debemos asumir que solo la práctica puede determinar la calidad del profesor? ¿Podemos dejar de lado la creatividad, la motivación, la empatía, como 13 PEREZ LINDO, A. (2010) ¿Para qué educamos hoy? Filosofía de la educación para un nuevo mundo. Buenos Aires: Biblos 11 cualidades subjetivas del docente? ¿De qué depende que un alumno salga motivado de un curso y se sienta comprometido para aprender? Estas y otras cuestiones están inquietando a los directivos, a los docentes y a los ciudadanos en general porque definen la calidad de la educación. Al trabajar con la creación de instrumentos para evaluar el desempeño de los docentes pude dar cuenta de la variedad de criterios que puede existir. Porque aun poniéndonos de acuerdo sobre las cualidades que debe tener un docente al final tenemos que decidir en qué proporción valoramos cada ítem. ¿30, 40, 50, 60 % para el dominio de la materia? ¿20 o 50% para la motivación o la creatividad? ¿10, 20 o 50% por la capacidad pedagógica para comunicarse con los alumnos? ¿Cuántas cualidades ponemos en la tabla de criterios para evaluar al profesor? No existen respuestas categóricas para estas cuestiones. Las discrepancias teóricas y metodológicas impidieron hasta el presente que la mayoría de las agencias evaluadoras de América Latina incluyeran la evaluación de los profesores entre sus tareas. Los informes de evaluación de las universidades a través de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) en Argentina o de la CAPES en Brasil nos permiten conocer muchas cosas, salvo las características del desempeño de los profesores. En la última década 2000-2010 un gran número de especialistas e instituciones se ha interesado en el enfoque por competencias. A pesar de que todavía prevalece en muchos países el enfoque de los “estándares comunes” para evaluar las instituciones educativas, progresivamente marchamos a una revalorización de las competencias, tal como ya se había intentado en la década de 1970. Ahora nos encontramos con nuevos paradigmas (como el de las inteligencias múltiples, de la inteligencia emocional, del constructivismo, del aprendizaje en la resolución de problemas) y con nuevos contextos (informatización, globalización, multiculturalidad, crisis de la sociabilidad, explosión de conocimientos). Necesitamos pues ponderar todos estos elementos para definir una serie de competencias para la formación del docente del siglo XXI. 12 13