“DONDE HAY DOS O TRES REUNIDOS EN MI NOMBRE, ALLí

Anuncio
18
por las diócesis
MAYAGÜEZ
EL VISITANTE • 13 al 19 de septiembre de 2009
Estimados sacerdotes, señores diáconos, religiosas e instituciones Seculares, fieles todos:
Aprovecho la ocasión de este encuentro para darles una
sucinta catequesis sobre el origen y el significado de la dedicación de los templos católicos.
Datos al respecto encontramos ya en el Antiguo Testamento.
Cada año, los judíos celebraban la “Fiesta de la Dedicación”, en
recuerdo de la purificación y el restablecimiento del culto en el
templo de Jerusalén, realizados por Judas Macabeo, luego de
su victoria con el rey Antíoco (1 Mac. 4,36-59). Celebración que
duraba una semana. Ésta era conocida también como “Fiesta
de las luces”, porque se encendían lámparas, símbolo de la Ley,
para colgarlas de las ventanas de las casas.
Entre los judíos, el templo fue siempre tenido como lugar
de la presencia de Yahvé. Ya en el desierto, Dios hablaba con
Moisés, desde la nube, a la entrada de la “Tienda del encuentro”.
Era el ámbito donde estará presente su Nombre, su Ser infinito
e inefable, para escuchar y atender a sus fieles.
Cuando Salomón concluyó la construcción del Templo de
Jerusalén, en la fiesta de su dedicación pronunció la oración que
aparece en el Primer libro de los Reyes, que hoy nos sirve de primera lectura en esta liturgia de la Palabra y que lee como sigue:
“Pero, ¿será posible que Dios viva en medio de los hombres? Si
los cielos invisibles no pueden contenerte, ¿cómo permanecerás
en esta casa que yo te he construido? Escucha, pues, la plegaria
y las súplicas que tu siervo hace hoy en tu presencia. Que tus
ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa, sobre este lugar
del que tú mismo dijiste: En él estará mi Nombre, y dígnate escuchar las oraciones que haré en este lugar.
Escucha la plegaria mía y la de Israel cuando recen en este
lugar. Desde tu morada, los cielos, escucha y perdona”.
En la Nueva alianza, el verdadero templo ya no está hecho
por manos de hombres: es Cristo que, por su muerte y resurrección, se convirtió en el verdadero y perfecto templo. Él mismo
había dicho: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré.
Y explica el Evangelista: Él hablaba del templo de su Cuerpo”
(Jn. 2,20-21). Ahora bien si el cuerpo físico de Jesús es el nuevo
Templo de Dios, también lo es la Iglesia su Cuerpo Místico, en
el “que Él mismo es su piedra angular sobre la que se apoya la
nueva edificación”.
Juan Pablo II, hablando sobre este punto, repite: “El nuevo
templo, Cuerpo de Cristo, espiritual, invisible, está construido
por todos y cada uno de los bautizados sobre la viva piedra angular, Cristo, en la medida en que a Él se adhieren y en Él crecen
hasta la plenitud de Cristo. En este templo y por él, morada de
Dios en el Espíritu, Él es glorificado, en virtud del sacerdocio
santo que ofrece sacrificios espirituales, y su Reino se establece
en el mundo” (Juan Pablo 11, en Orcasitas, Madrid, 3-XI-82).
Desde la antigüedad, se le dio el nombre de Iglesia, al edificio en el que la comunidad cristiana se reunía para la lectura
de la Palabra, la oración, la recepción de los sacramentos y la
celebración de la eucaristía.
A raíz del decreto de Constantino, por el que se concedía la
libertad a los cristianos, se construyeron muchas Iglesias. Luego,
se llegaron a consagrar al culto cristiano los templos paganos.
Los cristianos, teniendo en cuenta lo que el pueblo judío
había hecho con su templo, y los paganos con el suyo, adoptaron esta costumbre de consagrar Iglesias en una ceremonia de
dedicación.
Por un tiempo, el rito consistió en la consagración del altar
mediante la celebración solemne de la misa y el depósito de
reliquias. Más tarde, otras ceremonias fueron añadidas.
La celebración del aniversario de la dedicación de una
Iglesia es probablemente tan antigua como la dedicación misma. Se trata, pues, de una práctica judía que se remonta al año
164 A.C. San Juan, en su Evangelio (10,22), cuenta cómo Jesús
estaba en el pórtico de Salomón durante la celebración de esa
fiesta.
Con la ayuda de las lecturas de esta Misa de dedicación,
hablemos brevemente sobre el significado de los templos cristianos, de los cristianos como templos, y de Jesucristo como
templo de Dios.
En esta sociedad moderna tan dada a las cosas materiales,
con poca cabida para lo sagrado, es fundamental que resaltemos nuestras iglesias como lugares especialmente consagrados
a Dios. Aunque es verdad que podemos adorar a Dios en cualquier lugar y tiempo, no hay duda de que los recintos materiales dedicados al culto nos ayudan a concentramos en nuestras
relaciones con Dios.
El templo es la casa de Dios, Pero también la casa del pueblo de Dios, de la Iglesia. Es preciso recordar que la palabra
“iglesia” significa originariamente “asamblea” y sólo por derivación el lugar donde se reúnen los fieles. Eso quiere decir que es
más importante la Iglesia-pueblo que la Iglesia-local. Por eso se
afirma en el prefacio de hoy: “En esta casa visible donde reúnes
y proteges sin cesar a esta familia que peregrina hacia ti, manifiestas y realizas de modo admirable el misterio de tu comunión
con nosotros”.
Y Jesús añade: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. La Iglesia-templo es el lugar
ideal para que la Iglesia-hombres se reúna con Jesús Eucaristía
para celebrar la acción de gracias al Padre y escuchar su Palabra.
Por eso se rodea de tanta solemnidad la colocación de la primera piedra de un nuevo templo y su consagración al culto de
Dios por su pueblo.
Y por eso Jesús se rebela contra las profanaciones del
templo, como aparece en el evangelio de hoy, al expulsar a los
mercaderes. Pero peor que convertir en mercado el templo de
Jerusalén, es profanar las iglesias cristianas como foros políticos
de uno u otro signo o asambleas divididas. Al templo hay que ir
a fomentar la unión de todos los fieles en una misma fe, esperanza y amor; en una misma plegaria al Padre común; no para
provocar la división. En la Iglesia-casa hay que hacer Iglesiacomunidad.
Mucho más que el templo de los cristianos, importan los
cristianos como templo de Dios. Desde nuestro lejano bautismo
estamos consagrados al Señor igual que las iglesias materiales.
Por eso debemos renovar nuestra conciencia de compromiso
con Dios, no sólo una vez al año, durante la renovación de las
promesas bautismales el sábado santo, sino siempre. “¿No sabéis que sois templo de Dios?”
San Pablo, en la 2da lectura de esta liturgia nos enseña a
mantener en pie el edificio espiritual de nuestra personalidad
cristiana: “Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto:
Jesucristo”. La fe y el amor hacia el Hijo de Dios e Hijo de María
es el único fundamento para construir un cristianismo auténtico. Y sobre esa base hay que acumular toda clase de material
noble: las virtudes. “Encima de ese cimiento, edifican con oro,
plata, piedras preciosas”. No “con madera, heno o paja”.
Finalmente, veamos a Jesucristo como templo de Dios para
los hombres: Él “plantó su tienda entre nosotros” para acompa-
(Eric O. Quiñones)
“Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos”
ñarnos en nuestra peregrinación por el desierto de la historia.
Él es el templo de Dios que permanece siempre vivo tras la resurrección para interceder por nosotros. Cuando reta: “Destruid
este templo, y en tres días lo levantaré”, “el hablaba del templo
de su cuerpo”.
Fundamento del cristiano para levantar su propio templo
personal, Jesucristo es también la clave de bóveda de la Iglesia,
hacia la que deben converger los vectores de fe, esperanza y
amor de todos los fieles. También es Jesucristo la piedra básica de la nueva humanidad. Por eso, San Pedro nos exhorta a
unirnos a él, “la piedra viva escogida y preciosa ante Dios”, para
edificar un mundo mejor.
En este tiempo de tanto secularismo, valoremos los templos como espacios ideales para relacionamos con Dios; construyamos como piedras vivas la Iglesia espiritual consagrada a
Dios. Y amemos a Jesucristo, templo de Dios con los hombres,
“siempre vivo para interceder por nosotros”.
Desde hoy en adelante, cada año, celebraremos el día del
aniversario de la dedicación de esta Iglesia Catedral con rango de solemnidad. En las demás Iglesias de la diócesis como
Fiesta.
(Homilía del Obispo de la Diócesis de Mayagüez,
Monseñor Ulises Casiano Vargas, en el 12mo aniversario de
la dedicación de la Iglesia Catedral Nuestra Señora de la
Candelaria, el 29 de agosto de 2009).
Descargar