el atardecer en que pachacamac

Anuncio
EL ATARDECER EN QUE PACHACAMAC, EL
SANTUARIO MÁS FAMOSO DE LA CIVILIZACIÓN
ANDINA, INGRESÓ A LA HISTORIA UNIVERSAL
Guido Mendoza Fantinato
Obra suministrada por el autor a la Secretaría General de la Comunidad Andina
EL ATARDECER EN QUE PACHACAMAC, EL SANTUARIO MÁS FAMOSO DE LA
CIVILIZACIÓN ANDINA, INGRESÓ A LA HISTORIA UNIVERSAL
Guido Mendoza Fantinato
Luego del sangriento episodio de Cajamarca la tarde del 16 de noviembre de 1532 y la
masacre de cientos de personas en la primera demostración de fuerza y superioridad
bélica del mundo occidental frente a la civilización andina en su propio territorio, la
máxima autoridad del Tawantinsuyo, el Inca Atahualpa, fue hecho prisionero por las
tropas lideradas por el español Francisco Pizarro. Acompañaban a Atahualpa en esa
trágica tarde otros dos importantes e influyentes personajes del Tawantinsuyo en esa
época: la máxima autoridad religiosa de Pachacamac y el soberano de Chincha,
quienes representaban lugares de especial relevancia en la costa del Pacífico
suramericano de inicios del siglo XVI.
En ese primer relato del episodio de Cajamarca, la historia escrita empieza a registrar
detalles valiosos sobre el nivel de importancia que tenían ambos lugares en el mundo
andino en aquel entonces. El soberano de Chincha, muerto trágicamente durante la
captura de Atahualpa, contaba con un amplio prestigio por encabezar una de las
naciones andinas más avanzadas en el intercambio comercial de América del Sur1.
Lideraba un impresionante poderío naval consistente en miles de balsas
perennemente en el mar que controlaban asiduas caravanas de comerciantes que
intercambiaban productos con los principales puertos de la época en el Pacífico
suramericano2.
Por su parte, Pachacamac3 era la sede del oráculo más famoso, no sólo de la costa,
sino también de todo el mundo andino de la época (que comprendía los actuales
territorios del sur de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia así como el norte de Chile y
Argentina). Su enorme prestigio, construido a través de más de 1,500 años de
veneración y culto ininterrumpido, se proyectaba más allá del ámbito religioso y
espiritual, de manera que los principales tributos generados en la costa suramericana
y en otras importantes zonas del Tawantinsuyo eran recaudados directamente por las
autoridades al servicio de Pachacamac4.
1
Los dominios del soberano de Chincha se encontraban en la costa central del Pacífico suramericano, en los territorios
que actualmente corresponden al Departamento peruano de Ica.
“Por tal razón, el Rey de Chincha fue un hombre óptimo e influyente, honrado y reconocido por los Incas, quienes lo
sentaban a lado suyo, mirándole con especial deferencia por ser un jefe que controlaba asiduas caravanas de
comerciantes, y por ser el “mayor señor de los llanos” debido a su poderío naval…Tanta estimación le guardaban al rey
de Chincha que le consentían presentarse ante el Inca frente a frente, ser llevado a su lado en andas a la misma altura
y aparatosidad, a presentársele sin la carga simbólica en la espalda ni descalzo, como sí lo hacían los otros
jatuncuracas del imperio. Los cusqueños lo consideraban su aliado”. ESPINOZA SORIANO, Waldemar. Artesanos,
transacciones, monedas y formas de pago en el mundo andino. Siglos XV y XVI. Tomo II. Lima, Banco Central de
Reserva del Perú, octubre de 1987. página 54.
3
La Ciudad Sagrada de Pachacamac floreció en la costa central del Pacífico suramericano, en las afueras de la actual
capital de Perú, Lima.
4
Como lo indicaba Hernando Pizarro en una carta a la Audiencia de Santo Domingo fechada el 3 de noviembre de
1533, “Toda la tierra de los Llanos e mucha más adelante no tributa al Cuzco, sino a Mezquita. El obispo de ella estaba
con el gobernador en Cajamalca; habíale mandado otro buhio de oro como el que Atabalipa mandó”, según lo indicaba
Fernández de Oviedo en 1549. ROSTWOROSKI DE DIEZ CANSECO, María. Pachacamac y el Señor de los Milagros.
Una trayectoria milenaria. Lima, IEP Ediciones, octubre de 1992. página 78.
2
¿Qué simbolizaba realmente Pachacamac?
No hay que olvidar que la costa del Pacífico suramericano es una zona periódicamente
castigada por fuertes movimientos telúricos. Y Pachacamac era la divinidad asociada a
los temblores y terremotos. Se creía que el más pequeño movimiento de su cabeza
podía desatar una leve sacudida sísmica, y un movimiento mayor, como levantarse,
por ejemplo, provocaría un cataclismo. Su ira se manifestaba con los más destructivos
movimientos terráqueos. Sus fieles lo llamaban en el idioma local Pachacoyochi, o
sea, aquel que hace temblar la tierra.5
Obviamente que este dominio sobre las fuerzas telúricas le sirvió a Pachacamac para
asentar un sólido prestigio y contar con una amplia difusión y reverencia al interior de
las extensas fronteras del Tawantinsuyo. Por eso puede ser catalogado como una
verdadera deidad panandina, con una larga y profunda continuidad histórica enraizada
en más de quince siglos de vigencia. Así, peregrinos de las diferentes nacionalidades
existentes a lo largo de la vasta geografía andina, encabezados por los Curacas y
principales autoridades políticas y religiosas, lo visitaban periódicamente para rendirle
tributo, dando lugar a rituales y ceremonias que concentraban verdaderas multitudes
en su impresionante santuario ubicado en la costa central del Pacífico suramericano.
Al mismo tiempo Pachacamac asumía el papel de ser el principal oráculo en todos
estos inmensos territorios, con una espectacular proyección que le generaba un
enorme poder en todos los ámbitos. Su fama radicaba, principalmente, en su
capacidad para predecir el futuro respondiendo con vaticinios y profecías las
preguntas que le realizaban. Los principales líderes políticos y religiosos que acudían
desde las diversas zonas del Tawantinsuyo hasta su santuario costeño tenían que
cumplir severos rituales y ayunos para poder acceder a estos vaticinios6. Por eso, los
primeros cronistas hispanos que describen este lugar, haciendo un símil con la Meca
entre los musulmanes, denominaban al santuario de Pachacamac como “la mezquita”.
El inicio del fin: el viaje que buscaba desafiar la ira de Pachacamac
Como se sabe, el Inca Atahualpa ofreció por su liberación a los invasores extranjeros
un valioso rescate en objetos de oro y plata. A los pocos día de su captura, las piezas
de estos metales empezaron a llegar Cajamarca desde diversos puntos de la extensa
geografía del Tawantinsuyo. Sin embargo esta llegada fue lenta y ante la impaciencia
de sus captores, Atahualpa les propuso que hicieran un viaje directo a la costa y
5
ROSTWOROSKI, María y ZAPATA, Antonio. Guía de Pachacámac. Lima, IEP PromPerú, noviembre de 2001.
págs.34-36
El cronista indígena Joan Santa Cruz Pachacuti cuenta que Pachacutec fue el primer inca en llegar a Pachacamac.
Después de derrotar a los chancas se dirigió a los llanos como peregrino. Descansó en Ychsma, antiguo nombre del
valle de Pachacamac, y durante su estadía llovió y granizó con rayos y truenos. Después volvió al Cusco sin pedir nada
a los costeños. Cuando Túpac Yupanqui incorporó la región al dominio de los incas, nuevamente ingresó a
Pachacámac como peregrino y ayunó varios días. Posteriormente, el Inca ordenó la edificación de un Templo al Sol, en
lo alto de la colina más elevada del santuario. Pero hasta el inca conquistador en lo más grande de su señorío mostró
respeto hacia Pachacamac, revelando cuán grande era la veneración del poderoso oráculo yunga…” ROSTWOROSKI;
María y ZAPATA, Antonio. Ibid, págs.34-36
6
pudieran aprovechar las riquezas de oro y plata con que contaba el santuario de
Pachacamac para acelerar el rescate.
Diversas razones han escrito los cronistas para explicar esta decisión de la máxima
autoridad del Tawantinsuyo de autorizar el desmantelamiento del famoso santuario7,
sin embargo es muy probable que la verdadera razón oculta de Atahualpa con esta
decisión no fuese otra que lograr que Pachacamac mostrara su ira infinita contra los
extranjeros que deseaban saquear y desmantelar su templo. De esta manera, y
gracias al apoyo de la máxima deidad del mundo andino, él quedaría al fin libre de sus
codiciosos captores. Una hábil estrategia política, religiosa y militar que, desde la
cosmovisión andina de la época, resultaba esperanzadora.
A partir de entonces, los días que siguieron marcarían un lento compás de espera
entre el avasallador deseo de los europeos de satisfacer su codicia por los metales
preciosos frente a la seguridad basada en las creencias ancestrales del mundo andino
sobre la ira definitiva que desataría Pachacamac contra los osados aventureros
foráneos que intentasen profanar su santuario.
Con base en este ofrecimiento de Atahualpa, Francisco Pizarro organizó una
expedición a este lugar sagrado costeño, con la misión de capturar y traer sus míticos
tesoros. El miércoles 6 de enero de 1533, el capitán Hernando Pizarro, hermano de
Francisco, partió rumbo a Pachacamac a la cabeza de un grupo de veinte hombres a
caballo así como de un número indeterminado de peones y cargueros, todos ellos
escoltados por varios generales de Atahualpa. Uno de los miembros del grupo era el
español Miguel de Estete, quien a sus 25 años, quedó encargado de escribir la crónica
del decisivo viaje que permitiría el ingreso del más famoso santuario del mundo andino
a la historia universal8.
Las primeras descripciones escritas sobre el mundo andino en el largo trayecto
desde Cajamarca hasta el santuario de Pachacamac
Las descripciones de Estete, que luego serían transcritas por Francisco de Jerez en su
crónica de 1534, lamentablemente no fueron tan amplias y detalladas como se pudiera
desear. Sin embargo, son el testimonio más valioso para reconstruir con detalles
7
“Atahualpa, sin embargo, estaba muy disgustado con Pachacamac porque, según cuenta el cronista Pedro Pizarro,
había mentido en tres ocasiones trascendentales para la vida de los últimos incas. Estando preso en Cajamarca,
Atahualpa contó que, primero Pachacamac había aconsejado se expusiera al inca Huaina Capac frente al Sol para que
recibiendo sus rayos se curara de sus males. En ese entonces Huaina Capac estaba muy enfermo. No obstante,
falleció al seguirse las recomendaciones del oráculo. En segundo lugar, había tranquilizado a Huáscar asegurándole
que se impondría en el conflicto interno que lo oponía a su hermano. Finalmente, cuando los españoles aparecieron
por la costa del Pacífico, el inca le había solicitado un augurio que le fue favorable. Por ello, como en ese momento
estaba preso de los hispanos y había alcanzado un acuerdo para obtener su libertad a cambio de un rescate, el inca
ordenó que una expedición fuera a recoger un botín del santuario. Como es bien sabido, luego los españoles no
cumplieron con su parte del trato”. ROSTWOROSKI, María y ZAPATA, Antonio. Ibid. pág. 36).
8
Según anota María Rostworoski, dos fueron los Miguel de Estete que participaron en los sucesos de Cajamarca. Uno,
el cronista, iba a caballo, mientras el segundo, a pie. El cronista, que describe el viaje de Hernando Pizarro a
Pachacamac, regresó a España en 1534. El otro Miguel de Estete decidió quedarse en el Perú, fue vecino y
encomendero de Jauja, luego de Lima y por último se estableció en Guamanga donde vivía aún en 1561.
ROSTWOROSKI DE DIEZ CANSECO, María. Op.cit. página 105.
generales la ruta que siguió este grupo y las incidencias principales que sortearon
hasta llegar al Santuario de Pachacamac9.
De Cajamarca el grupo se enrumbó hacia Huamachuco, al que calificó Estete como
pueblo grande con “buena vista y aposentos”. Luego pasaron por Antamarca y el
Callejón de Huaylas, llegando a Corongo, en la actual parte norte del departamento de
Ancash, donde advirtieron gran “…cantidad de ganado con sus pastores que lo
guardan y tienen sus casas en las sierras de modo de España”. Resulta muy
interesante esta primera descripción del Callejón de Huaylas, donde se puede resaltar
que se trataba en aquel entonces de una zona de gran prosperidad, llena de maizales
y ganado.
Otro punto importante en la descripción es que en Huaraz las tropas reciben
abundante comida y gente de apoyo para el resto del viaje de parte del Curaca Puma
Capillay. Estete destaca con asombro que “…solamente para dar de comer al capitán
(Hernando Pizarro) y a su gente que con él iba, tenían en un corral doscientas
cabezas de ganado”.
Siguiendo luego por Pachacoto, el grupo emprendió el viaje de descenso hacia la
costa, a la que ingresaron en pleno verano suramericano por la actual zona de
Pativilca, descrita por Estete como “abundosa de mantenimientos y frutos”. Es en este
punto donde se obtiene la primera descripción escrita de las imponentes
construcciones piramidales de Paramonga ubicada en las inmediaciones del río
Fortaleza10. En aquel entonces Estete la observa como un “pueblo grande…que está
junto al mar; tiene una casa fuerte con cinco cercas ciegas, pintadas de muchas
labores por de dentro y por de fuera, con sus portadas muy bien labradas a la manera
de España, con dos tigres a la puerta principal”11. Dado el buen estado en que
encontraron esta construcción puede deducirse que estaba en pleno uso en esa
época.
A partir de allí la descripción que brinda Estete es muy valiosa para conocer de
primera mano el estado del Capac Ñan, o Camino Real, de esta parte de la costa
central suramericana en ese tiempo. “En este pueblo (Paramonga) tornó a tomar otro
camino más ancho que está hecho a mano por las poblaciones de la costa, tapiado de
paredes de una parte y de la otra”12. Sin embargo, los españoles no encontrarían en la
costa los portentosos puentes que habían utilizado en los caminos de la sierra y
tuvieron que cruzar los ríos costeños en canoas, entendiéndose que con gran
9
Para abordar esta parte de nuestro trabajo, hemos seguido la descripción general que presenta Luis G. Lumbreras
basándose en las crónicas de Miguel de Estete. LUMBRERAS, Luis Guillermo. Una nueva visión del antiguo Perú.
Lima, Municipalidad de Lima Metropolitana, Secretaría de Educación y Cultura, Munilibros 11, diciembre de 1986.
Hemos complementado las referencias con las descripciones realizadas por otros historiadores, como las de Juan
Antonio del Busto, Juan Luis Orrego Penagos, entre otros. Igualmente hemos tomado en cuenta los detalles
proporcionados por los trabajos de Arturo Jiménez Borja y sus investigaciones publicadas sobre Pachacamac.
10
La estructura de esta edificación aún puede ser visitada al lado de la carretera Panamericana Norte, en el distrito de
Paramonga, Provincia de Barranca, al norte del actual Departamento de Lima. Las investigaciones realizadas han
determinado que su construcción pertenecía a la época del esplendor del Reino del Chimor. Probablemente el máximo
esplendor de esta edificación fue durante los años l200 al 1400 d.c.
11
Según lo señalado por Xerez, 1534:246 y recogido por Luis G. Lumbreras. LUMBRERAS, Luis Guillermo. Ibid.
Páginas 24 y siguientes.
12
Ibid, páginas 24 y siguientes (tomando como base lo señalado por Xerez 1534:246).
dificultad debido a que arribaron a esta zona a fines de enero, época de lluvias en la
sierra y de enorme crecida de los ríos durante el verano costeño.
Estete describe con alguna precisión las viviendas de adobe o tapial que
correspondían a los curacas o líderes de los distintos pueblos costeños que visitaban
en el camino, mientras indica que el resto de la población vivía en chozas hechas de
caña y barro.
De Paramonga, y siempre siguiendo la línea del camino costero, se dirigieron a
Huaura, luego ingresarían a la actual zona de la Reserva de Lachay o Tambo de las
Perdices, llegando finalmente Chancay o Suculachumba antes de ingresar a las
inmediaciones del actual valle del río Chillón, límite donde principiaba en ese tiempo el
Señorío o “provincia” de Pachacamac.
Llegada a los valles de Lima y el primer sismo registrado por Estete
Durante el tiempo de la anexión de esta zona de la costa central suramericana al
dominio del Tawantinsuyo hacia el año 1470, se cambió el nombre original del Señorío
de Ischma (que comprendía los actuales valles de Rímac y Lurín y donde estaba
asentado el oráculo de Pachacamac) por la “provincia” o Curacazgo de Pachacamac y
se sumó a sus dominios también el valle del río Chillón.
Mientras la tropa de Hernando Pizarro estaba en el trayecto de salida de Chancay y
hacía su ingreso al valle del río Chillón, Estete describe la ocurrencia de un violento
movimiento sísmico, el primero en ser registrado por la palabra escrita en el mundo
andino. Muchos de los pobladores que habían sido asignados para acompañar y
apoyar esta comitiva huyeron despavoridos, ante el temor que el oráculo de
Pachacamac hubiera comenzado a mostrar su ira frente a la intención de los
españoles de profanar y saquear su santuario.
Pasado los efectos del susto producido por el temblor y recompuestos los cargadores
del temor inicial, la tropa siguió la trayectoria sur ingresando luego al valle del río
Rímac, lugar donde dos años después Francisco Pizarro fundaría la ciudad de Lima.
Aquí, la tropa encontró un hermoso valle lleno de verdor y extensos campos de cultivo,
donde destacaban nítidamente una gran cantidad de imponentes construcciones
piramidales y centros administrativos. Por esa razón el valle del Rímac de esa época
es denominado también por algunos historiadores y arqueólogos como el “valle de las
pirámides”13.
Se sabe que esta gran “provincia” de Pachacamac, cuya jefatura máxima era
ostentada por las autoridades del propio Santuario de Pachacamac, estaba
subdividida en tres Hunus o Sayas: Carabayllo, Maranga y Surco-Pachacamac. A su
13
ORREGO PENAGOS, Juan Luis. Pachacamac y Lurín: apuntes históricos y visión de futuro. Lima, Blog del autor,
http://blog.pucp.edu.pe/item/23646/pachacamac-y-lurin-apuntes-historicos-y-vision-de-futuro, 2008.
vez, cada Saya tenía una ciudad principal, destacando la ciudad de Maranga con su
gran palacio (en el actual distrito limeño del Rímac), el imponente centro urbano de
Mateo Salado (en los límites de los actuales distritos limeños de Breña y Pueblo Libre)
y la de Armatambo (que comprendía los actuales distritos limeños de Surco y Lurín,
con su asiento principal en las laderas del Morro Solar).14
Junto a la impresionante arquitectura pública y civil de élite del valle del río Rímac15, el
resto de la población habitaba en construcciones más modestas hechas en quincha
con cimientos de piedra.
Luego de todo este recorrido, la tropa se instaló en la ciudadela de Armatambo, en el
actual distrito limeño de Chorrillos, antes de emprender la parte final del viaje hacia el
santuario. Según el informe dirigido a la Audiencia de Santo Domingo, Hernando
Pizarro que por entonces tenía 30 años, declaró haber tardado quince días en las
rutas serranas y siete días en las rutas de la costa, aproximándose finalmente a la
ciudadela de Pachacamac durante la tarde del 30 de enero de 1533. Es también la
primera vez que la historia escrita empezará a describirnos cómo era este famoso
santuario.
Mientras tanto, miles de vecinos de los curacazgos aledaños, alertados de la
inminente llegada de los españoles y sus intenciones de ingresar al santuario de
Pachacamac, se habían apostado en los alrededores de la entrada principal de la
ciudadela, desafiando el ardiente sol de ese día de verano, para contemplar de cerca
cómo eran los caballos así como las brillantes armaduras de guerra que llevaban
puestas los extranjeros. Al mismo tiempo, era una oportunidad excepcional de
presenciar cómo Pachacamac haría prevalecer su superioridad y poderío frente a las
osadas intenciones de los forasteros de profanar el lugar.
El ingreso a Pachacamac
En la medida que la tropa cruzaba el desierto costeño y se acercaba a la zona del
santuario en el valle del río Lurín, pudieron divisar al fin una extensa y majestuosa
ciudad amurallada, con una vista impresionante al Océano Pacífico, cuyo gran poder y
esplendor se reflejaba en sus templos imponentes, profusamente decorados y
enlucidos, así como los infinitos tesoros acumulados en sus rebosantes depósitos
provenientes de los lugares más distantes del mundo andino. Además de ser un lugar
14
Según anota Orrego Penagos, existían varias huacas o centros administrativos menores y palacios curacales en esta
zona, tales como Mateo Salado, Limatambo, Mangomarca y Huaycán. También destacaban otros centros tales como
Puruchuco, Mayorazgo, Santa Felicia, San Borja, Santa Cruz, Palomino, Panteón Chino, Corpus, Pando, La Luz,
Culebras, Huantille, Huantinamarca, Huaca Rosada y otras. ORREGO PENAGOS, Juan Luis. Las Huacas y la Lima
Prehipánica. Lima, Blog del autor, http://blog.pucp.edu.pe/item/39804/las-huacas-y-la-lima-prehispanica, 2008.
Por ese tiempo, la conocida Huaca Pucllana en el actual distrito limeño de Miraflores ya no estaba en uso desde hacía
varios siglos atrás, y se le usaba más bien como un lugar sagrado para ritos, ofrendas y como cementerio.
15
Como resalta Juan Luis Orrego Penagos, “las pirámides con rampa se caracterizan por tener una plataforma
cuadrangular baja con un patio rectangular cercado en su frente Norte, ambas se articulan mediante una rampa central.
La plataforma posee en la cúspide una suerte de atrio o audiencia abierto en forma de U, con recintos techados en los
laterales. En la parte posterior se solían ubicar espaciosos depósitos y en áreas anexas amplios patios, secaderos y
zonas de laboreo. Este tipo de arquitectura se evidencia en Pachacamac, Santa Cruz y Armatambo, entre otros restos”.
ORREGO PENAGOS, Juan Luis. Ibid.
de culto y adoración ancestral, también desempeñaba el papel de depósito y de gran
mercado regional, favorecido por su ubicación central en la costa y ser sede espiritual
de la deidad más venerada y temida en el mundo andino.
No hay que olvidar que el sacerdocio de Pachacamac, que se dedicaba
frecuentemente a los negocios mercantiles acaparando grandes tesoros gracias a ello,
había alcanzado la más grande influencia a lo largo de toda la vasta geografía
andina16. Durante siglos había logrado que su idioma, el quechua, así como el
conocimiento del dios Pachacamac se extendiera por todo el Tawantinsuyo. Como
anotan varios autores, es prácticamente un hecho que la integridad de la costa y
sierra, hasta el Collao, estuviese controlada espiritual y económicamente por este hábil
sacerdocio17.
Mientras tanto, al interior de esta imponente ciudadela, con sus 16 enormes edificios
piramidales y grandes plazas públicas, aguardaban cientos de sacerdotes, peregrinos
y comerciantes de diferentes partes del Tawantinsuyo, a la espera de los formidables
acontecimientos que sucederían esa tarde en su interior. Reinaba una tensa calma
ante los próximos sucesos que indudablemente desencadenarían la ira implacable de
Pachacamac contra los invasores.
Hernando Pizarro y su tropa llegó finalmente a los muros exteriores e ingresó a la
ciudadela través de la calle norte – sur (y que conjuntamente con la otra calle esteoeste, dividía la gran urbe sagrada en cuatro segmentos)18. Ambas calles estaban
formadas por inmensos muros de piedra y adobe debidamente enlucidos que las
delimitaban sin ofrecer ninguna entrada a los edificios piramidales construidos a
ambos lados, pintados en color mate, mientras que sus principales paredes lucían
adornos con frisos de diferentes figuras. Hacia el fondo destacaba el gran Templo del
Sol en el promontorio más alto del santuario construido durante la anexión de esas
tierras al Tawantinsuyo, así como, un poco más abajo, el llamado Templo Pintado,
sede del oráculo de Pachacamac19
Mientras los caballos de la tropa sorteaban las portadas y los pocos pasos estrechos
de la amplia calle, los forasteros observaron
algunas paredes caídas
16
Según anota Waldemar Espinoza, “…los sacerdotes extendían sus operaciones desde la percepción de ofrendas
hasta el control de tráfico de mercaderías, constituyendo la amenaza, el terror y el castigo del excelso Pachacamac los
principales instrumentos de los que echaban mano para vigilar y obligar. En virtud de tal estrategia tenían palacios
decorados y santuarios soberbios…Una portentosa ciudad sacrosanta, capital de un Estado territorial defendido por un
dios temible que amenazaba con destruir el mundo en caso de desacato. …Entre tanto las inmensas colcas del referido
santuario acaparaban las ofrendas que generaciones de devotos entregaban siglo tras siglo, conformando una riqueza
extraordinaria, que los sacerdotes se preocupaban por mantener siempre repletas, lo que hacía de ellos un grupo
colosalmente pudiente y todopoderoso…El mencionado templo de Pachacamac, al igual que otros de su misma
categoría, funcionaba pues como mercado y almacén. En cuanto al contenido de estos últimos se les reputaba bienes
sagrados, y quien introducía las manos en ellos cometía sacrilegio. Custodiaban numerosísimos tesoros, fruto de miles
de donantes y de la actividad mercantil del clero: idéntico que en Babilonia, Egipto y Grecia antiguas…” ESPINOZA
SORIANO, Waldermar. Op. Cit., págs. 49-53.
17
Tal como anota Waldemar Espinoza Soriano. Ibid, págs. 49-53.
18
Esta calle aún puede ser recorrida en la actualidad y tiene una extensión de 330 metros de longitud con un ancho
promedio de casi 5 metros; sin embargo se va angostando hasta alcanzar los dos metros en los tramos finales. En
algunas secciones más bajas lleva gradas y aceras a ambos lados. ROSTWOROSKI, María y ZAPATA, Antonio. Op.
Cit., página 60.
19
Lo primero que escribe Estete de Pachacamac es que “el pueblo de Pachacamac es una gran casa, tiene junto a
esta mezquita una casa del sol, puesta en un cerro, bien labrada, con cinco cercas; hay casas con terrados, como en
España; el pueblo parece ser antiguo, por los edificios caidos que en él hay; lo más de la cerca está caída”, recogido
por Xerez 1534:248. LUMBRERAS, Luis Guillermo. Op. Cit., páginas 24 y siguientes
correspondientes a antiguas pirámides. No hay que olvidar que dichas pirámides
pertenecían principalmente a grupos particulares de poblaciones de diversas partes
del mundo andino, que allí se reunían antes de pasar a ceremonias en el Templo de
Pachacamac. Los peregrinos que llegaban permanentemente desde diversas partes
del Tawantinsuyo se agrupaban y alojaban en una u otra de estas estructuras. Eran en
realidad grandes aposentos para los que venían en romería. Estas pirámides eran
atendidas por personal permanente, que se encargaba de recoger y almacenar
tributos recibidos bajo forma de ofrendas20.
La tropa atravesó decididamente la calle con dirección a la parte central de la
ciudadela, constatando que en varios lugares habían réplicas de madera del ídolo de
Pachacamac, a los que la gente del lugar parecían guardarles especial devoción.
Finalmente, bajo el intenso calor de esa tarde veraniega y en medio de gran
expectativa, los españoles llegaron hasta la puerta principal del Templo Pintado, en
cuya parte más alta estaba ubicado el ídolo de Pachacamac.
El perfil de este Templo resaltaba nítidamente, incluso desde el mismo camino de
ingreso a la ciudadela, debido a que estaba enlucido de barro y profusamente
decorado con figuras antropomorfas, peces, aves y plantas, todas ellas pintadas con
colores rojo y amarillo y delineadas con color negro. Tal despliegue de colorido
capturaba poderosamente la atención de cualquiera que llegara hasta la urbe sagrada,
acentuando el contraste con el color ocre del desierto circundante así como con el azul
del mar en el fondo.
El duro golpe a la cosmovisión andina: los acontecimientos que sucedieron en
el Templo Pintado
El Curaca de Pachacamac nombrado por la administración del Tawantinsuyo, Tauri
Chumbi, salió a recibirlos de manera pacífica, mostrando buena voluntad en su trato
inicial con Hernando Pizarro y su comitiva21. Sin embargo, los generales de Atahualpa
le exigieron sumisión absoluta ante las pretensiones de los foráneos de proceder a
desmantelar las riquezas de oro y plata con que contaba el santuario. La tropa
española procedió a alojarse en el palacio de Tauri Chumbi y así pasó a convertirse en
la primera autoridad costeña desplazada por los nuevos acontecimientos.
Mientras se aseguraba la recolección de los tesoros de oro y plata que guardaban los
depósitos del santuario22, Hernando Pizarro quiso dar un golpe efectivo y contundente
20
Como anota María Rostworoski, “Un aspecto importante de las relaciones sociales y económicas en los Andes se
manifestaba en las peregrinaciones religiosas. Se trataba de un medio para mantener relaciones de
complementariedad entre grupos situados en zonas distintas, en el contexto de una sociedad sin mercado. Las
peregrinaciones ayudaban a la circulación e intercambio de los bienes. Todos los peregrinos llevaban ofrendas y
seguramente diversos productos para el intercambio. Cuando regresaban a sus aldeas, aquellos que no habían
participado del viaje, los esperaban con ansiedad para escuchar noticias y bailaban con regocijo durante cinco días”.
ROSTWOROSKI, María y ZAPATA, Antonio. Op. Cit., pág.40).
21
No olvidar que la principal autoridad religiosa del Santuario, al que Hernando Pizarro llamaba “el obispo” había sido
capturado durante los trágicos sucesos de Cajamarca en noviembre de 1532.
22
Según María Rostworoski, a pesar de la intensa presión española, los sacerdotes de Pachacamac dilataron la
entrega del botín. Cuando finalmente cumplieron, Pizarro se mostró disgustado: había esperado mayores tesoros del
santuario más famoso del mundo andino. Sin embargo, según cálculo del mismo Hernando Pizarro, el botín arrojó
contra Pachacamac y toda la milenaria tradición que él representaba. Para ello decidió
ir a ver en persona lo que suponía era la fabulosa cámara recubierta de oro donde se
encontraba depositado el ídolo, apoderarse de todas sus riquezas y proceder a
destruirlo en el acto.
Sin embargo, los sacerdotes y guardianes del oráculo trataron de impedir el avance de
Hernando Pizarro en su intento de ingresar al Templo, ya que nadie había osado
durante siglos acceder a este lugar sagrado sin haber cumplido previamente un rígido
tiempo de ayuno y preparación. Pizarro logró imponerse frente a tales prohibiciones y
junto con algunos de sus soldados pudo finalmente subir hasta lo alto del templo,
sorteando una serie de antesalas y patios, hasta llegar a la puerta principal decorada
de tejidos y con adornos de corales y turquesas tras la cual se tenía acceso al recinto
sagrado donde estaba el ídolo. Grande fue su decepción al no encontrar una cámara
llena de refulgente oro y metales preciosos, sino más bien un ídolo hecho de madera
mal tallada y mal formada, con la figura de un hombre en su parte superior, colocado
en medio de una estrecha y oscura sala con pobres decoraciones y con algunas
ofrendas pequeñas hechas en oro y plata esparcidas en el piso23.
Terminando la tarde, los sacerdotes y los cientos de peregrinos que aguardaban
impacientes en las pirámides y plazas cercanas vieron con gran horror y espanto cómo
de pronto Pizarro apareció en lo alto del Templo Pintado empuñando el madero del
ídolo de Pachacamac y acto seguido empezó a dar un discurso extraño en un idioma
que ninguno de ellos comprendía24. Un silencio frío y sepulcral reinaba en la urbe, a la
espera de la reacción de la más implacable de las iras que desataría Pachacamac
ante el horrible sacrilegio que se estaba cometiendo. A continuación, con su espada,
Pizarro quebró la imagen del ídolo y lanzándola por los aires, ésta terminó rodando
hasta la base del Templo, mientras sus soldados procedían a desbaratar la bóveda y
la sala principal del recinto sagrado.
85,000 castellanos de oro y tres mil marcos de plata. ROSTWOROSKI, María y ZAPATA, Antonio. Ibid.,Guía de
Pachacamac, página 53.
23
La narración de Estete nos dice lo siguiente:"(...) Y así contra su voluntad y de ruin gana nos llevaron, pasando
muchas puertas hasta llegar hasta la cumbre de la mezquita, la cual era cercada de tres o cuatro cercas ciegas, a
manera de caracol; y así se subía a ella; que cierto, para fortalezas fuertes eran más a propósito que para templos del
demonio. En lo alto estaba un patio pequeño delante de la bóveda o cueva del ídolo, hecho de ramadas con unos
postes, guarnecidos de hoja de oro y plata, y el techo puestas ciertas tejeduras, a manera de esteras para la defensa
del sol porque así son todas las casas de aquella tierra, que como jamás llueve no usan de otra cobija; pasado el patio
estaba una puerta cerrada y en ella las guardas acostumbradas, la cual, ninguno de ellos osó abrir. Esta puerta era
muy tejida de diversas cosas; de corales y turquesas y cristales y otras cosas. Finalmente que ella se abrió y según la
puerta era curiosa, así tuvimos por cierto que había de ser lo de dentro; lo cual fue muy al revés y bien pareció ser
aposento del diablo, que siempre se aposenta en lugares sucios. Abierta la puerta y queriendo entrar por ella, apenas
cabía un hombre, y había mucha oscuridad y no muy buen olor. Visto esto trajeron candela; y así entramos con ella a
una cueva muy pequeña, tosca sin ninguna labor; y en medio de ella estaba un madero, hincado en la tierra, con una
figura de hombre hecha en la cabeza de el, mal tallada y mal formada, y al pie, y a la redonda de él muchas cosillas de
oro y plata ofrendadas de muchos tiempos, y soterradas por aquella tierra (...)". Para mayor referencia sobre la
descripción del santuario y estos sucesos se sugiere revisar el trabajo de Arturo Jiménez Borja y la importancia
histórica de Pachacamac. JIMENEZ BORJA, Arturo. Pachacamac Guide. Lima, Instituto Nacional de Cultura, Dirección
General del Museo Nacional, 1988. página 16.
También se puede visitar el siguiente sitio web:
http://www.arqueologiadelperu.com.ar/pch.htm
24
Según describe Miguel de Estete se trataba de un encendido discurso sobre los errores de la idolatría, en el que
Hernando Pizarro recalcaba que aquel madero no era el verdadero dios sino, muy por el contrario, la personificación
del mismo demonio. Por su parte, también el historiador norteamericano William Prescott ha resaltado en sus trabajos
algunos detalles sobre el momento del ingreso de Hernando Pizarro a la sala principal donde estaba depositado el
ídolo de Pachacamac.
Mientras en el lado del mar y con profusos colores proyectados en el firmamento se
apreciaba una espectacular puesta de sol en esa calurosa tarde veraniega, el horror
se transformaba progresivamente en llanto e impotencia para los cientos de personas
que acababan de presenciar allí el acto vandálico más feroz y sin precedentes
cometido alguna vez contra la deidad más poderosa del mundo andino. Los lamentos
y sollozos se oían por doquier y la gente empezaba a correr despavorida de un lugar a
otro en medio de un tumulto mayúsculo sin poder dar crédito al terrible espectáculo del
que habían sido testigos. En los exteriores de la urbe los miles de pobladores de los
curacazgos vecinos que se habían apostado en las murallas exteriores de la ciudad
sagrada para conocer los acontecimientos de esa tarde comenzarían a difundir la
noticia hacia los lugares más distantes del Tawantinsuyo en medio de la confusión y el
caos generalizado.
De esta manera, la cosmovisión andina acababa de recibir uno de los golpes más
certeros y devastadores en su largo desarrollo milenario. Simbólicamente la espada de
Pizarro no sólo había quebrado el ídolo de madera, sino también una de las
tradiciones más enraizadas y con mayor devoción en todo el ámbito panandino.
Pero al mismo tiempo, desde el punto de vista político y comercial, aquella tarde
significó el inicio de la desarticulación del enorme poderío y prestigio de esta ciudad
sagrada produciendo el inevitable colapso del mercado regional más grande del
Pacífico suramericano. En el corto y mediano plazo ello implicó la destrucción de los
sistemas económicos y de intercambio de producción vigentes para millones de
pobladores de la costa y la sierra, desde Guayaquil hasta el Collao, y que habían
florecido exitosamente por más de quince siglos bajo el prestigio del culto a
Pachacamac.
Con estos dramáticos acontecimientos del 30 de enero de 1533, cuya trascendencia
remecería profundamente los históricos cimientos de la civilización andina construidos
en más de 4,500 años de desarrollo autóctono y geográficamente desconectada del
resto de civilizaciones del planeta, el santuario más famoso de la costa suramericana
prehispánica ingresaría al registro de la historia universal.
Descargar