Educar es un riesgo. Apuntes para un método educativo verdadero

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La lámpara de Diógenes, revista de filosofía, números 26 y 27, 2013; pp. 209-213.
Giussani, Luigi (2006) Educar es un riesgo. Apuntes para un método educativo
verdadero, Editorial Almadía, Oaxaca y Ediciones Encuentro, Madrid, 118 p.
La editorial española Encuentro pone a nuestra disposición el libro llamado
Educar es un riesgo. Apuntes para un método educativo verdadero Un trabajo erigido a partir de la vasta experiencia educativa (Desio, 15 de octubre de 1922; Milán, 22 de febrero de 2005) del italiano Luigi Giussani.
En su obra, Giussani reflexiona acerca de la educación: “¿Qué quiere decir
hoy educar? ¿Quién educa? ¿A qué se dedican las generaciones jóvenes? La
juventud, como momento cardinal en la vida del hombre, se ha presentado
siempre como un escenario de crisis. Si hoy se habla especialmente de “la
crisis de los jóvenes”es importante comprender que éste no es, pues, un
hecho de nuevo. La peculiaridad de esta crisis debe buscarse, más bien, en
la cuestión de la educación y de sus fines. Los escritos que componen este
libro esbozan las líneas dinámicas de una propuesta y de un debate sobre la
educación nacidas del convivir cotidiano del autor con muchos jóvenes con
quienes ha compartido “el riesgo de vivir”.
Justamente la intención del autor no es decir qué método es más auténtico, o cuál no lo es, sino proponer un criterio de juicio sobre la educación
de cada uno de nosotros, como seres humanos, de tal forma que podamos
estar frente a cualquier sistema educativo de manera totalmente libre, con
la capacidad de juzgar y vivir, humanamente, esta dimensión fundamental de
nuestra formación. En este sentido, el libro consta de un apartado concreto
que, justamente, pretende señalar el camino a seguir para lograr que este
juicio tenga una incidencia real en la vida de cada persona.
Para Giussani, “El motivo fundamental de orientar la educación dirigida
a los jóvenes es que, a través de ellos es como la sociedad se reconstruye.
De ahí que el gran reto de las sociedades sea, ante todo, el de educar verdaderamente a sus jóvenes; algo muy diferente a lo que sucede en nuestras
sociedades actuales” (p. 9).
El método educativo que propone el autor italiano descansa, principalmente, en tres pilares fundamentales sobre los cuales se asienta la educación;
sin éstos no es posible hablar de un método educativo propiamente humano.
“Educación, pues, de lo humano, de lo original que hay en nosotros,
que en cada uno se declina de diferentes modos, aunque, sustancial
y fundamentalmente, el corazón sea siempre el mismo. En efecto,
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dentro de la variedad de expresiones, de culturas y de costumbres,
el corazón del hombre es uno: mi corazón es como tu corazón, y es el
mismo corazón que tienen quienes viven lejos de nosotros, en otros
países y continentes.” (p.9)
El núcleo central de todo hombre es el corazón, pero no entendido como
un órgano o una determinación afectiva, tal y como habitualmente lo interpretamos, sino como el núcleo fundamental de la persona, de cada uno de
nosotros, es decir, como esa identidad profunda de cada ser humano.
Es del corazón de cada hombre de donde brota todo anhelo, deseo y
exigencia, somos fundamentalmente este corazón. Y para educar de manera
humana es necesario mirar y no pasar por alto que todos nosotros tenemos una
interpelación real en la vida, no podemos simplemente suprimir este elemento
que es parte esencial de la realidad del hombre. De esta manera, podemos
decir, con Giussani, que nos hace falta una educación para el corazón. No hay
que perder de vista que el autor no efectúa su propuesta desde el lugar de los
sentimientos, sino de la estructura fundamental del hombre.
En este sentido, la organización misma del texto nos introduce paulatinamente a la cuestión educativa a partir de esos tres pilares que, de algún
modo, constituyen la estructura misma del hombre:
1. Para educar se necesita proponer adecuadamente el pasado
“Sin esta propuesta del pasado, del conocimiento del pasado, de la
tradición, el joven crece estrambótico o escéptico. Si no hay nada
que proponga privilegiar una hipótesis con la cual trabajar, el joven la
inventa estrambóticamente o más cómodamente se vuelve escéptico,
porque así no se toma ni siquiera la molestia de ser coherente con la
hipótesis elegida.” (p. 9)
Giussani indica, en primer lugar, la importancia de la tradición entendida
como aquella hipótesis explicativa de la realidad con la que la naturaleza nos
lanza para enfrentarnos al mundo. La tradición es heredada, en principio, de
nuestros padres, que son quienes nos ayudan a comenzar el camino de la vida
con una primera formación, pues ¿cómo podríamos comprender la realidad si
no tuviésemos, al menos, una cierta idea del sentido de la realidad?
La tradición es fundamental en la educación de cualquier persona; pues
no se trata de un esquema ya establecido, como si no hubiese otra cosa más
que buscar o decir, sino de una indicación, de una cierta orientación para
poder estar frente a la realidad.
Si no somos leales con una cierta tradición podríamos terminar actuando
instintivamente, siendo éste el único criterio para movernos:“lo que a mí me
parece que está bien”, “lo que a mí me gusta”.
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A falta de una genuina indicación para poder mirar apropiadamente lo que
está delante de mí, me relaciono con la realidad inmediata según me convenga.
Lamentablemente, somos muchos los que ahora privilegiamos el instinto y
no le damos importancia a la tradición, convirtiendo nuestra vida en una simple
cuestión de sentirse bien o mal,reduciendo la verdad de las cosas al sentir.
2. Autoridad
“Segunda urgencia: el pasado sólo puede proponerse a los jóvenes si
se presenta dentro de una experiencia presente que subraye la correspondencia que tiene con las exigencias últimas del corazón. Es decir:
dentro de una experiencia presente que dé las razones de sí misma.
Sólo esta experiencia puede proponer y tiene el derecho y el deber
de proponer a la tradición, al pasado. Pero si el pasado no aparece,
si no se propone dentro de una experiencia presente que busque dar
las razones propias, no puede tampoco obtener la tercera cosa que es
necesaria para la educación: la crítica.” (p. 10)
Para presentara la tradición de forma adecuada es necesario introducir
una palabra: autoridad. Es este el segundo pilar fundamental de la propuesta
de Giussani.
Partimos de la tradición, del pasado que se nos propone y que nos permite lanzarnos a la aventura de la vida. Pero este pasado, esta hipótesis, sólo
puede tener valor si se relaciona adecuadamente con el presente, es decir,
con los problemas que enfrentamos en el mundo y en el tiempo que hoy nos
toca vivir; pues de nada vale un pasado que no tenga algo que decir frente
a la actualidad.
La autoridad, de algún modo, hace presente la tradición. Y la tradición
llega a nosotros por una presencia. Autoridad significa “aquello que hace
crecer”, y éste es el sentido auténtico del término autoridad.
La experiencia de la autoridad surge cuando nos encontramos con personas
llenas de conciencia de la realidad. La autoridad se introduce a través de
la vivencia, ella puede remitirnos a una persona que nos causa admiración,
respeto, que tiene un atractivo inevitable o a una institución que, de manera
análoga, nos permite crecer. Esta presencia que nos provoca surge siempre,
necesariamente, de un encuentro: el encuentro con un otro.
3. Educación crítica
“La verdadera educación debe ser una educación a la crítica. La crítica,
por ello, consiste en darse razón de las cosas, no tiene un sentido necesariamente negativo. Por lo tanto, el joven con esta crítica compara
—lo que la tradición ha puesto sobre sus hombros— con los deseos de
su corazón: en efecto, el criterio último de juicio está en nosotros,
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pues de otro modo seríamos alienados. Y el criterio último, que está
en cada uno de nosotros, es idéntico: es exigencia de lo verdadero, de
lo bello y de lo bueno.
Estas exigencias, a pesar de o a través de todas las diferencias posibles o imaginables con las cuales la fantasía puede jugar, permanecen
idénticas en su dinamismo, aunque tengan diferentes connotaciones
según las diversas circunstancias de la experiencia. Es importante una
verdadera educación en la capacidad crítica.” (p. 10)
La crítica es el ejercicio que realizamos frente a la vida, o al menos aquel
que deberíamos realizar. Una educación auténtica necesita de la crítica, es
decir, necesita personas capaces de emitir un juicio sobre la realidad, sobre
todo aquello que está frente a nosotros para reconocer algo como verdadero
o reconocerlo como falso. Aquí entra en juego nuestra libertad, porque si la
educación se tratara solamente de algo que se nos impone, terminaría siendo
una violencia, iría en contra de nosotros mismos, y no tendríamos la capacidad de decir: “Sí” o “No”... ni mucho menos la posibilidad de cuestionar un
determinado estado de cosas.
La crítica, en este sentido, no tiene una connotación negativa, como si ser
críticos se tratara de poner todo en duda o de imaginar problemas en todo lo
que se nos presenta. Nuestra capacidad crítica es, ante todo, una expresión
de la genialidad humana, porque lo que ella pretende es descubrir la verdad,
buscar las razones de todo, comprender dónde reside la verdad o falsedad de
las cosas, y no simplemente dudar de todo y en todo momento.
Si no contamos con una capacidad crítica somos propensos a ser moldeados en función de los más poderosos, corriendo el riesgo de perder nuestra
identidad. La alienación es justamente eso.
Cuando un maestro no nos enseña a juzgar las cosas que él mismo enseña,
entonces, no está favoreciendo esta capacidad crítica de la educación. A éste
respecto cuenta Giussani que al grupo de alumnos que tomaban clases con él
les decía: “No estoy aquí para que ustedes consideren como suyas las ideas
que yo les doy, sino para enseñarles un método verdadero de juzgar las cosas
que les voy a decir” (p. 12). Es este un claro ejemplo de esa educación crítica
a la que el autor se refiere.
Para finalizar, el autor describe, como consecuencia natural de todo su
método educativo, a aquello que nace a partir de los pilares fundamentales
a los que hemos aludido: un auténtico diálogo.
“La novedad viene siempre del encuentro con otros; es la regla con la
que ha nacido la vida: existimos porque otros nos han dado la vida. Una
semilla aislada no crece jamás; brotará cuando se la ponga en condiciones de ser provocada por otra cosa. El otro es esencial para que mi
existencia se desarrolle, para que lo que yo soy adquiera dinamismo y
vida. El diálogo es esta relación con el «otro».” (p. 95)
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Somos, esencialmente, un diálogo abierto durante toda la vida. Y la apertura al diálogo es condición necesaria para que la educación se manifieste como
propiamente humana, pues el diálogo no busca, simplemente, contraponer
dos puntos de vista distintos y sostenerlos ciegamente para poder determinar
“quién tiene la razón”. Para ser diálogo debe existir en él una exigencia de
verdad, la cual se manifiesta a través de una genuina búsqueda de la misma.
El diálogo aspira, justamente, a un encuentro con otro, y con el sentido
de la búsqueda de lo verdadero, en donde el criterio, como ha dicho Giussani,
está en cada uno de nosotros.
Alfonso Álvarez Escalante
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