Periodismo: profesión titulada, profesión colegiada.

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Periodismo: profesión titulada, profesión
colegiada.
La deontología de los medios a través de sus profesionales.
Juan Antonio De Heras
Decano del Colegio Oficial de Periodistas de la Región de Murcia
El artículo 20 de la Constitución Española reconoce y protege el derecho a
expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la
palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. También el de comunicar
o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión, dejando a la
ley la regulación del derecho a la cláusula de conciencia y del secreto profesional en
el ejercicio de estas libertades.
Siguiendo las disposiciones constitucionales, el 21 de junio de 1997 entraba en
vigor en nuestro país la Ley Orgánica 2/1997, de 19 de junio, reguladora de la
cláusula de conciencia de los profesionales de la información. Tanto esta Ley, como
la propia Constitución del 78, son deudoras de la tradición liberal y de las
contribuciones del constitucionalismo surgido tras la Segunda Guerra Mundial.
Siguiendo la opinión de autores como Carrillo López, las principales aportaciones de
estas fuentes inspiradoras son:
➡
El reconocimiento de que el derecho a comunicar y recibir información
tiene por titulares no sólo a los individuos, sino también al colectivo social
como sujeto receptor.
➡
La convicción de que el derecho a la información no es sólo un derecho
subjetivo frente a los poderes públicos, sino también un valor democrático
decisivo para una sociedad que quiere tener una opinión pública libre.
➡
La consideración de que el reconocimiento de los derechos específicos de
los informadores garantiza su independencia frente a los poderes públicos
(con el secreto profesional) y frente a la empresa periodística (con la
cláusula de conciencia).
En suma, nuestro ordenamiento jurídico confiere al profesional de la información
-al periodista- un papel clave y, por esta razón, le dota de una protección especial con
la intención de procurar su independencia, como medio para que en el libre ejercicio
de su profesión contribuya a la construcción democrática del Estado.
No es, ni puede entenderse, casual la inclusión del derecho a la información y de la
cláusula de conciencia en el Título I de la vigente Constitución del 78. El periodista
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queda así aludido como garante de derechos fundamentales y de libertades públicas.
No es un profesional más ni un profesional cualquiera.
La primera consecuencia directa de lo anterior es que los editores de medios de
comunicación, las empresas informativas, cumplen y han de cumplir una función
social que está más allá simple búsqueda de rentabilidad económica. La Ley Orgánica
2/1997 lo expresa de la siguiente manera en su exposición de motivos: “la
información no puede ser objeto de consideraciones mercantilistas, ni el profesional
de la información puede ser concebido como una especie de mercenario”.
Ahora bien, ¿quién es el profesional de la información?, ¿quién es o puede ser
considerado periodista? ¿quién es, en suma, el sujeto del derecho?
No hay duda al respecto para las organizaciones profesionales. Tanto los Colegios
de Periodistas, entre ellos el de la Región de Murcia, como la Federación de
Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), reconocen el derecho a asociarse y/o
colegiarse tan sólo a aquéllas personas que disponen de la correspondiente titulación
universitaria.
En consecuencia, las correspondientes Leyes de Creación de los Colegios de
Periodistas, que son corporaciones de derecho público, están consiguiendo introducir
en nuestro ordenamiento una delimitación del periodista, restringida a aquéllos
profesionales que han obtenido la licenciatura o el grado en periodismo o
comunicación audiovisual, habida cuenta de que sólo estos profesionales tienen
reconocido el derecho de colegiación.
No es esto, en modo alguno, suficiente y, menos aún, teniendo en cuenta la actual
tramitación de la Ley de Servicios y Colegios Profesionales. Dispone el artículo 7 del
Anteproyecto lo siguiente:
1. Las restricciones al acceso a una actividad profesional o una profesión
basadas en la cualificación sólo podrán establecerse cuando sea necesario
por razones de interés general y de acuerdo con los principios de
proporcionalidad y no discriminación.
2. Las restricciones al acceso deberán estar previstas en una norma con
rango de Ley. En el caso de transposición de una norma de derecho
comunitario, las restricciones al acceso podrán estar previstas en una norma
de rango inferior. La norma que establezca restricciones al acceso a una
actividad profesional o una profesión identificará claramente la actividad o
profesión a la que se restringe el acceso, haciendo referencia a las
funciones que comprende, de manera que no induzca a confusión con otras
actividades profesionales o profesiones.
3. Se entenderá por restricción al acceso basada en la cualificación
cualquier exigencia o límite relativos a la titulación, nivel académico o
educativo, formación, capacitación o experiencia que implique la reserva
de funciones a favor del poseedor de dicha cualificación.
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4. En la regulación de la acreditación de la cualificación requerida deberá
estarse al principio de proporcionalidad, previendo el mayor número de
medios de acreditación que sea posible, tales como poseer un determinado
nivel académico o educativo, poseer un título de formación profesional,
poseer un certificado de profesionalidad, tener reconocida una experiencia
laboral en las condiciones que se establezcan reglamentariamente, haber
superado una formación o un examen teórico y/o práctico sobre unos
contenidos mínimos ante la autoridad competente, o poseer una
certificación otorgada por una entidad acreditada para la certificación de
personas.
5. Se podrá preservar la denominación en exclusiva de profesiones aun
cuando no tengan reserva de actividad o atribuciones profesionales
explícitas cuando la obtención de una determinada titulación o habilitación
se encuentre regulada y en particular cuando esté sometida a la superación
de unas pruebas de aptitud convocadas por la Administración competente.
En ningún caso esa reserva de
A su vez, el artículo 8, determina que:
1. Sólo podrá exigirse título oficial de educación superior para el acceso a
una actividad profesional o profesión cuando así se establezca en norma
estatal con rango de ley por razones de interés general.
2. En el caso de profesiones tituladas para las que el título exigido sea de
rango universitario, se estará a lo previsto en la normativa de enseñanzas
universitarias, correspondiendo al Gobierno la determinación de las
condiciones a cumplir por los planes de estudios conducentes a la
obtención de los títulos oficiales que den acceso a tal profesión.
Resulta perentorio que el periodismo quede incluido entre las profesiones para las
que se exija un título oficial de educación superior. Lo es por razones de interés
general, no pudiendo ser más alto este interés que el de la propia defensa de los
derechos fundamentales y de la independencia del periodista, tal y como ya se ha
señalado. No hay tal posibilidad sin la observancia de reglas deontológicas y estas no
pueden ser esgrimidas ni su cumplimiento exigido a quien, por encontrarse
extramuros de los propios colegios profesionales, no se encuentra comprometido con
las mismas.
Hay que poner fin al intrusismo profesional alimentado, entre otros factores, por el
interés de algunas empresas informativas en mantener una desregulación que les
permite, como sucede, decidir quién es y quién no es periodista o incluso, en algunos
casos, ofertar estudios propios que, previo pago de su importe, dan derecho a un
periodo de prácticas laborales y, en el mejor de los casos, a una contratación posterior
en el medio.
La cuestión es más compleja, aún, si hablamos de la percepción social del
periodista y, cada vez con más frecuencia, incluso de lo que es un medio de
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comunicación. Existe gran confusión en cuanto a quienes son los primeros, respecto a
otros profesionales y colaboradores de medios de comunicación.
Pensemos ahora, además, que la eclosión de las nuevas tecnologías han puesto a
disposición universal la capacidad de convertirse en editor de un medio digital.
Pensemos además que, hoy por hoy, salvo aquéllos medios que por la simple
restricción del espacio radioeléctrico, que es de dominio público, han de someter su
andadura a la previa obtención de una concesión administrativa (radio y televisión),
para los impresos existe un simple trámite de registro, y para los digitales, en la
práctica, no hay cortapisa alguna.
Esto es así porque se invoca el artículo 20 de la Constitución, en cuanto a la
libertad de expresión se refiere, a mi juicio de manera errónea e inadecuada. Sería
temerario, si no irrisorio, que alguien que quiera abrir en España una guardería,
afirmase que los requisitos que se establecen para poderlo hacer -entre ellos los de
titulación de sus profesionales- van en contra del artículo 38 de la Carta Magna, que
es el que reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado.
También lo sería si protestase, en virtud del mismo artículo, un emprendedor que
pretenda abrir un establecimiento de comidas, cuando se le exige el carné de
manipulador de alimentos. Obviamente, si existen esos requisitos es porque hay
cuestiones a proteger, tanto en el ámbito educativo como en el de la seguridad
alimentaria. Ello ni va en contra ni limita la libertad de empresa.
Pero cuando se trata de proteger un derecho fundamental, pieza clave en el Estado
de Derecho, sin el que hasta la propia democracia hace aguas, todo vale, de tal forma
que el derecho a la información queda al albur de su propia suerte, cuando debiera,
antes bien, y como hemos visto, articularse a través de periodistas, sin que por ello
nadie debiera ver en ello un ataque o una cortapisa al referido artículo 20 de la C.E.
Deontología profesional
Los periodistas en España, a través de sus organizaciones profesionales, son los
primeros en defender la existencia y la exigencia de normas deontológicas.
Las primeras se adoptaron en el seno de la Federación Internacional de Periodistas
(FIP) en 1954, y fueron actualizadas en el congreso celebrado en la localidad danesa
de Helsingor, en el año 1986. A finales de 1993, la Asamblea General de la
Federación de Asociaciones de Periodistas de España, en la que participa Murcia,
entonces como Asociación de la Prensa y hoy como Colegio de Periodistas, aprobó
un Código Deontológico, al que están adscritos 21.000 periodistas españoles. Dicho
Código consta de un preámbulo y 20 artículos, de obligada observancia para los
miembros del Colegio de Periodistas de la Región de Murcia, como de FAPE.
Las infracciones de este Código pueden ser denunciadas, a través de la Ventanilla
Única del Colegio, dando pie a un expediente cuya resolución se lleva a cabo en una
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comisión nacional de Arbitraje, Quejas y Deontología, que es independiente en su
composición, funcionamiento y resoluciones, y que se concibe como órgano de
autocontrol deontológico interno de la profesión periodística.
A su vez, se está promoviendo la adhesión voluntaria de medios de comunicación a
esta Comisión de Quejas y Deontología. Ya lo han hecho más de treinta, entre otros,
la Agencia EFE, Europa Press, el Grupo Prisa, 13 TV, Servimedia, La Academia de
Televisión, Diario Abierto, Capital, Diariocrítico, La Asociación Española de
Universidades con Titulaciones de Información y Comunicación (ATIC), por poner
algunos ejemplos. También se ha adherido la Unión Profesional (asociación fundada
en 1980 que agrupa a las profesiones colegiadas españolas) al objeto de colaborar en
el fomento de la deontología en el ámbito de la información y la comunicación dentro
de sus organizaciones y las que las integran, y en la difusión de los valores
profesionales de cara a la sociedad.
La labor emprendida es destacable y positiva. En cualquier caso, es preciso abordar
una solución global y adecuada a conjunto de problemas y ataques a los que se
enfrenta la profesión periodística.
CONSIDERACIONES FINALES
1.- La definición de quién es periodista no puede quedar a merced del mercado.
Para corregir las deficiencias actuales, la Ley de Servicios y Colegios Profesionales
debería recoger la obligatoriedad del correspondiente título oficial de educación
superior para el acceso a la profesión periodística. Hay derechos fundamentales en
juego.
2.- La función social de los medios de comunicación, en cuanto al derecho a la
información se refiere, no puede entenderse sin la previa obligación para quienes
pretendan convertirse en editores, de la contratación de periodistas. Dicha obligación
no es contraria a la libertad de expresión, del mismo modo que el establecimiento de
requisitos en otros sectores de actividad no son contrarios a la libertad de mercado.
3.- Las organizaciones de periodistas en España están realizando grandes esfuerzos
en materia de autorregulación profesional y en defensa de un Código Deontológico.
Son esfuerzos de parte, que ayudan y deben ayudar a que los ciudadanos reciban
información de calidad. Ahora bien, ¿hasta dónde puede llegar este recorrido sin el
establecimiento de otro tipo de medidas y garantías? ¿no sería conveniente que el
periodismo, como las profesiones sanitarias y jurídicas, dispusiera de colegiación
obligatoria?
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