Tiempo Eternidad

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TIEMPO - ETERNIDAD TODO TIENE SU TIEMPO
Ref. WILLIGIS JÄGUER
Bibliográfica: A DONDE NOS LLEVA NUESTRO ANHELO
La mística en el siglo XXI, Ed. Desclée De Brouwer
Estamos viviendo simultáneamente en el tiempo y en la eternidad. El
tiempo es producido por nuestra razón, la atemporalidad es nuestra
naturaleza más profunda. Imaginaos una regla graduada. En una cara
hay divisiones, la otra cara es lisa. Únicamente desde el interior de la
regla se pueden experimentar ambas caras, pero desde fuera sólo
podemos ver primero una cara y luego la otra. No podemos pensar la
eternidad, porque únicamente es posible imaginar una sucesión de
periodos de tiempo. No podemos pensar la carencia de espacio,
porque nuestra mente tan sólo puede concebir el espacio dentro de
otro espacio.
Pero el Principio originario divino carece de tiempo y espacio.
Por eso no lo podemos pensar. Podemos atribuirle un nombre:
Divinidad, lo Numinoso, Sunyata, Vacío. De esta forma nombramos lo
que no podemos comprender. Tenemos que dividir lo inefable en
partes si queremos pensarlo. Si decimos claro, implicamos también
oscuro, si decimos "yo", también implicamos el "tú" que no
pronunciamos. Con cualquier declaración positiva excluimos lo demás.
A partir de lo expuesto anteriormente se ha ido desarrollando la
llamada teología negativa. Nos dice de Dios únicamente lo que
El no es. Quien dice: "Dios es bueno" limita a Dios. Con la limitación
se le convierte en un ser humano sometido a la polaridad de la
existencia terrenal. Términos tales como Vacío, Divinidad, lo Numinoso,
indican que la Realidad última aún no se ha manifestado en una
forma. Es decir, esa cara de la regla sigue estando sin divisiones. Si
Dios entra en la forma, entra en una existencia, y ésa es tan polar
como lo son los seres humanos.
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"Existere" significa salirse. El mundo no es otra cosa, pues, que el
Principio originario que se ha salido, tomando forma. De ahí que todo
lo que vemos sea teofanía, es decir, manifestación de Dios.
Nosotros mismos somos manifestación de Dios, igual que las
plantas y los animales. Lo es igualmente lo que llamamos el
mal. También el demonio es manifestación de Dios. Dios y
creación se dan siempre juntos. Pero nuestros ojos están
cegados y no lo pueden ver, y nuestra razón es limitada y no
puede comprenderlo.
"Todo tiene su tiempo", dice la Escritura. Que haya un tiempo para
amar nos parece evidente. Pero que haya también un tiempo para
odiar nos parece menos claro.
Y precisamente hoy quiero centrarme en los estados psíquicos que
clasificamos como negativos. Pero no intentéis acercaros a los sucesos
de la vida en la forma habitual. Es mucho más efectivo y sano observar
tranquilamente el propio odio en vez de exteriorizarlo. Si no lo dirigís
contra nadie, se disolverá.
Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír. Cuando estamos
tristes, parece que sólo existe la tristeza. En esta situación sería
importante tener claro que ahora estoy triste, pero que la tristeza no
me domina.
Luego se dice, en este texto, que hay un tiempo para lamentarse y un
tiempo para danzar. Sólo debe haber una cosa, y sólo una. Y en esa
única cosa, en la lamentación y en la danza, en el hecho de lanzar
piedras y en el de recogerlas, se revela igualmente la Realidad
originaria Dios.
A veces lleva mucho tiempo comprender que nuestra vida no puede
consistir necesariamente en lo que nuestro yo quisiera tener, y que en
realidad nada de lo que se pueda "tener" nos hace felices. Lo que
llamamos felicidad no tiene por qué servir para nuestra
salvación. Una vida plena consiste en el descubrimiento y en la
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experiencia de la propia profundidad, hacia la que fluye todo lo
que constituye nuestra humanidad, incluso aquello que llamamos una
desgracia o el mal.
¡Permitid que todo se vuelva un acto sagrado! Si alguna vez logramos
entrar en nuestra profundidad, dejando que prevalezca la consciencia
superior, ya no habrá nada que sea negativo. Esto es lo que
deberíamos practicar de diferentes maneras.
Imaginaos estar con este nivel de consciencia ante alguien que piensa
de forma muy diferente que vosotros, que os critica y os desprestigia.
Así es posible vencer los obstáculos más grandes y las situaciones más
difíciles. Si estáis aquejados por un dolor físico o psíquico, hay que
entrar conscientemente en ese dolor, en ese sufrimiento. Es
importante entrar así en la inquietud, y también en la agresividad. Esto
es lo que significa para mí vivir conscientemente, tratar la vida de
forma consciente. Entonces no dirijo mi energía contra nadie,
simplemente me limito a ser consciente de que me experimento a mí
mismo de esta forma en el otro.
Lo que estamos haciendo aquí es comparable a lo que ocurre en una
autoescuela. Allí se aprenden las normas de circulación. También
existe algo así como una escuela para la vida, en la que hay que
aprender las leyes mentales. Pero éstas se aprenden solamente
cuando nos comprometemos con ellas.
La vida no es otra cosa que un juego en el que debo comprender mi
naturaleza verdadera. Todo lo existente no es más que el conjunto de
figuras del juego. Esto vale para el trabajo, el patrimonio, el dinero, el
poder, el éxito, los talentos, la pareja, la familia, los hijos. Esto se
aplica también a las ideas religiosas y a las convicciones personales, al
odio y al amor, a la guerra y a la paz, a la construcción y a la
demolición, al rasgar y al coser, al nacer y morir.
Todo ello forma parte del juego de la vida, pero no me pertenece y no
debe dominarme. Únicamente debe ayudarme a conocerme a mí
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mismo, a crecer y a madurar. De modo que estamos llamados a jugar.
Pero el juego siempre se lleva a cabo en relación. Si realizo un
movimiento, habrá un movimiento contrario, porque también juega el
compañero. La situación va cambiando continuamente. Esto forma,
motiva, activa y transforma. A veces el juego nos coloca en un aprieto,
a veces hasta en un dilema, pero también esto forma parte del juego.
No hay que molestarse por una jugada del compañero. Tan sólo
deberá ser considerado como un reto, porque así me hace progresar. A
veces tengo que sacrificar algo para ganar algo mayor.
En todo eso se revela la Realidad originaria Dios, independientemente
de que lo llamemos bien o mal. La vida sólo está en el instante
presente. A Dios se le experimenta únicamente en el momento. Todo
tiene su tiempo, y Dios se revela en todo.
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