TEMA 8 EL RENACIMIENTO I) CONTEXTO HISTÓRICO II) CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ARTE DEL RENACIMIENTO III) ARQUITECTURA A) CARACTERÍSTICAS GENERALES B) LA ARQUITECTURA RENACENTISTA EN ITALIA 1- El Quattrocento 2- El Cinquecento. C) LA ARQUITECTURA RENACENTISTA EN ESPAÑA. IV) ESCULTURA. A) CARACTERÍSTICAS GENERALES. B) LA ESCULTURA RENACENTISTA EN ITALIA 1- El Quattrocento. 2- El Cinquecento. C) LA ESCULTURA RENACENTISTA EN ESPAÑA. V) PINTURA A) CARACTERÍSTICAS GENERALES B) LA PINTURA DEL RENACIMIENTO EN ITALIA 1- El Quattrocento. 2- El Cinquecento. 3- La pintura veneciana. C) LA PINTURA RENACENTISTA EN EL RESTO DE EUROPA. D) LA PINTURA RENACENTISTA EN ESPAÑA. VI) EL MANIERISMO. A) B) C) D) CARACTERÍSTICAS GENERALES. ARQUITECTURA. LA CONTRARREFORMA. ESCULTURA. PINTURA. 1- La pintura manierista en Europa. 2- El Greco. I) CONTEXTO HISTÓRICO Todos los cambios producidos en Europa en la Baja Edad Media, acelerados por la crisis del XIV, culminaron con la aparición de una nueva Europa, una nueva etapa histórica (Edad Moderna), un nuevo movimiento cultural (Humanismo) y artístico, caracterizado por su gran brillantez: el Renacimiento. Política: las guerras del XIV entre monarquía y nobleza acaban con el triunfo de las monarquías, que crean los Estados Modernos en GB., Francia, España, con un progresivo aumento de su poder, creando las Monarquías Autoritarias. No ocurre lo mismo en Italia y Alemania, que siguen fraccionadas en multitud de pequeños estados territoriales o incluso ciudades-estado, dominadas por la nobleza local, la Iglesia o la oligarquía urbana, y bajo el dominio de potencias extranjeras. Economía: se produce un gran avance en artesanía y comercio (primero el Mediterráneo, luego en el Atlántico Norte: Flandes, Países Bajos, GB. Alemania). Este desarrollo artesanal y comercial incrementa su ritmo con los descubrimientos del XV y XVI (América): más negocios, llegada de metales preciosos. Se produce un enriquecimiento general, pero sobre todo del Norte de Europa. Sociedad: los cambios políticos y económicos tienen importantes repercusiones sociales. El reforzamiento de la monarquía tuvo como consecuencia el debilitamiento del dominio señorial sobre los campesinos (desaparece la servidumbre), y de los lazos de vasallaje entre nobles (todos son súbditos de la Corona). Pero el poder económico de la nobleza no disminuyó. El comercio y la industria hicieron que crecieran las ciudades, a las que emigraban los campesinos (ya libres de dejar sus tierras, y que veían en las ciudades una mayor libertad y mas posibilidades de supervivencia) y en las que continuaba enriqueciéndose la burguesía, grupo social que experimenta un gran ascenso en este período, sobre todo en el norte de Europa. La iglesia seguía teniendo una gran influencia social, política y en la mentalidad de la época. La sociedad es esencialmente cristiana, pero la Iglesia que representa esa religión está inmersa en una crisis interna (corrupción, herejías, dudas), que culminará a principios del XVI con la aparición de las Iglesias Reformadas de Lutero, Calvino, etc. La propia Iglesia Católica tuvo que reformarse (Concilio de Trento) aunque lo hizo para reforzar la ortodoxia interna y el conservadurismo (Contrarreforma). Monarquía, nobleza, iglesia y burguesía van a ser los grandes mecenas del arte del renacimiento, por su gusto por el arte, ya que normalmente son grandes interesados en el humanismo, las ciencias y las artes, pero también para “demostrar” ostentosamente ese interés y hacer gala de su propia cultura, y sobre todo para dejar bien claro su poder y riqueza. Por ello rivalizarán a la hora de hacerse con los servicios de los mejores artistas. Los cambios en las mentalidades, en el modo de concebir la vida, en la religiosidad, en el seno de la Iglesia, culminan con la aparición de una nueva cultura: el Humanismo. Una cultura centrada en el hombre (Antropocentrismo), pero no por ello menos religiosa. El hombre es el centro de todas las cosas porque es el centro de la Creación Divina. Ese humanismo lleva a usar la razón y la investigación para conocer mejor la Naturaleza y al Hombre, lo que trajo un gran desarrollo de las Ciencias (Astronomía, navegación, física, matemáticas, medicina, etc.). Frente al Teocentrismo y la Fe medievales, vencen el antropocentrismo y la Razón (con matices). Esos conocimientos se divulgan y conocen más rápidamente gracias a la invención de la imprenta por Gutemberg. Los científicos, pensadores, humanistas, artistas, escriben sus ideas en “Tratados” que se publican para extender sus conocimientos. El segundo pilar de esta cultura, junto al humanismo, es el resurgir del interés por la Antigüedad Clásica, en la que se ve la encarnación de los propios ideales: el hombre como centro, el uso de la razón. De ahí el interés en integrar la filosofía clásica en el pensamiento cristiano y la investigación sobre las lenguas clásicas, la mitología, literatura, filosofía (neoplatonismo, aristotelismo) y el arte clásico, del que se recuperan elementos artísticos y el gusto por la proporción, el equilibrio, la belleza. I) CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ARTE DEL RENACIMIENTO La palabra “Renacimiento” es de origen francés y se acuñó para designar un movimiento artístico, y sobre todo una corriente de pensamiento que aparece en Italia y se desarrolla en los siglos XV y XVI. El Renacimiento es pues esencialmente italiano, aunque su influencia se extiende al resto de Europa. Los hombres del Renacimiento miran y se reconocen en la el arte clásico de Grecia y Roma, y desprecian lo medieval, tildándolo de gótico (germánico, atrasado). Pero ya hemos visto que las raíces del renacimiento se hunden profundamente en el gótico. El arte del Renacimiento, versión artística del Humanismo, se centra en el hombre, que es la medida de todas las cosas, el centro de la Creación. De ahí que al igual que en el arte clásico, la figura representada por escultores y pintores sea la humana, que esa figura se muestre tal y como es, desnuda (para lo que se valen del recuerdo de la Mitología ya que en temas religiosos el desnudo humano es casi impensable, a excepción de Adán y Eva, o de genios excéntricos como Miguel Ángel). Para el artista del renacimiento el sentido de la belleza se encuentra en el canon clásico de proporcionalidad, y en un naturalismo idealizado, reflejo de virtudes físicas, morales y cívicas. De ahí que en la arquitectura se vuelva a la proporción, una proporción humana, al equilibrio entre las dimensiones de la planta y la altura, el predominio de las líneas horizontales sobre las verticales (frente al gótico, donde los inmensos edificios poseen al hombre y donde predomina la verticalidad). Se encuentra la medida y la proporción en las figuras geométricas simples (cuadrado, círculo), igual que en Grecia, sólo que ahora esa proporción se lleva al exterior pero también al interior de las construcciones. Los estudios sobre proporción llevan a descubrir la “sección áurea”, la proporción ideal: 1 de alto por 1,618 de ancho. Cambia la concepción del arte. Ya no es sólo el transmisor de un mensaje religioso, sino que es también el puro recreo del espíritu en la belleza. No se abandona la religiosidad, pero sí la exclusividad del simbolismo y la expresividad, en beneficio del deleite por las formas bellas. Los mecenas, nobles, iglesia, reyes o burgueses, con mucha frecuencia son auténticos humanistas (Cosme o Lorenzo de Medici) o por lo menos potencian, financian y facilitan el trabajo de los humanistas, hombres versados en la antigüedad, las lenguas clásicas, la filosofía, teología, geografía, historia, anatomía, física, etc. , de los que se rodean. Los grandes mecenas financian a los artistas por su gusto por la belleza y porque les da prestigio social: es una demostración de su poder, su riqueza y su refinamiento intelectual. Surge el coleccionismo y no sólo de obras de arte. Los grandes mecenas son las dinastías francesa (Francisco I) e hispana (Carlos V y Felipe II), los Papas (Julio II, etc.), la nobleza, la burguesía y las grandes familias italianas, mitad nobles, mitad burgueses (Medici, Gonzaga, Sforza, Farnesio, Strozzi, Malatesta, Rucellai, etc.) Hasta ese momento el artista era considerado como alguien que hacía una labor artesanal, un trabajo manual o mecánico, que no requería gran esfuerzo intelectual (mejor o peor pagado o reconocido por la sociedad, pero lejos del filósofo o incluso el músico, artesano al fin y al cabo). En la Edad Media, al igual que otros oficios, se organizaban en gremios o logias y se sometían a sus reglamentaciones. En el renacimiento esto cambia: el artista empieza a ser valorado y respetado por una actividad que ya no es únicamente manual. Con mucha frecuencia el artista es también un auténtico humanista, que escribe tratados teóricos, se dedica a todas las artes, o incluso, como Leonardo, a todos los campos del saber. Al reconocimiento social se suma el económico, al subir la cotización de las obras de los grandes artistas (tienen más demanda), hay más competencia por hacerse con sus servicios. De este modo se liberaliza el mercado, se acaban las reglamentaciones gremiales, proliferan los encargos (a través de detallados contratos), lo que permite al artista independizarse, no depender de un único patrón (aunque muchos mecenas pretendían la exclusividad, como Ludovico Sforza o Francisco I sobre Leonardo o el Papa Julio II sobre Miguel Ángel), poner condiciones, mejorar su situación económica y social, tener sus propios talleres con varios aprendices con tal de satisfacer la creciente demanda y así independizarse económicamente, investigar, variar más en los temas (sobre todo al acabar el monopolio de la Iglesia). En el Renacimiento, el culto al hombre junto a la concepción material de la burguesía, la ostentación de la riqueza o el poder, llevan a un culto a la personalidad. De ahí la proliferación de retratos, biografías, memorias, etc. Y ese culto a la personalidad se hace sobre los mecenas, pero también sobre los artistas: firman sus obras, quieren destacar sobre los demás, buscar cosas nuevas, investigar, crear, hacer algo diferente, único, se detestan entre ellos, dan fiestas, viven en palacios, son honrados por los grandes mecenas: son auténticos “divos”.