Entrevista UN VETERANO DE IFNI ENTREVISTA AL COMANDANTE VENTURA S idi Ifni es una referencia imprescindible en la historia militar de España, y de manera especial desde 1957, año en que se desencadenó sobre aquel territorio, entonces nacional, la última confrontación armada del siglo XX con participación de nuestro Ejército. En aquella ocasión desempeñaron un papel sobresaliente las jóvenes fuerzas paracaidistas, fundadas en 1954 por el comandante Pallás Sierra y desplegadas en ­ ­parte por las ásperas tierras de la costa africana. Entre las gestas de la campaña destaca como referencia permanente la heroica resistencia de la sección del teniente Ortiz de Zárate cerca del puesto de Tzelata de Isbuía. Hoy, cincuenta y un años después, un militar que formó parte de aquella sección como soldado, nos cuenta sus recuerdos con el crudo realismo del protagonista y el sereno juicio de la madurez, es el comandante de infantería Ventura Sánchez Ramos. gado a una pared en el que se anunciaba el paracaidismo. Aquel papel tenía verdadero gancho para la juventud, en él se mostraba a un paracaidista en primer tiempo de saludo al –– Amigo Ventura: ¿Cómo se te ocurrió hacerte paracaidista? –– La decisión fue inmediata. Un buen día, viviendo en Villa­ vieja de Yeltes, donde trasladaron a mi padre por razones laborales –mi pueblo está cerca de Guijuelo– vi un cartel peMILITARES 91 7 DICIEMBRE 2010 lado de un avión. Yo no había visto nunca un avión en tierra, y menos un paracaídas. Aquello era algo desconocido para mí. Quedé impresionado y fue tal la ilusión que me produje- Entrevista ron las imágenes que nada más llegar a casa comencé a preparar los papeles necesarios para ingresar en las nuevas tropas. –– Y lo hiciste, al parecer, sin oposición familiar. –– Así fue. Yo hacía tiempo que sentía la necesidad de abandonar el pueblo y su forma de vida, el descubrimiento del cartel con el avión y el paracaidista fue el detonante que precipitó mi decisión. Poco después de enviar los papeles recibí una notificación para que me incorporase al Hospital Militar de Valladolid con el fin de pasar reconocimiento. –– Los reconocimientos para ser paracaidistas fueron famosos en los primeros años, se decía que eran tan exhaustivos como para ser piloto de avión. –– No se si tanto como eso, pero si puedo decirte que permanecí en el hospital durante 22 días y casi todos era sometido a alguna prueba. Cuando los médicos me expidieron el certificado de aptitud salí pasaportado para el acuartelamiento de Alcalá de Henares, era el 26 de julio de 1956. –– ¿Qué impresión le causaron al joven salmantino las instalaciones militares y la vida de cuartel? –– En principio un poco decepcionante, la casa de los paracaidistas era un viejo cuartel de caballería, destartalado y con las mínimas instalaciones. Sin embargo, la vida de disciplina y orden que allí se respiraba me agradaron a pesar de su dureza. Nada más llegar comenzamos los voluntarios un periodo de intensa instrucción militar y el 12 de septiembre juramos bandera. Inmediatamente salimos para Alcantarilla donde habíamos de realizar el curso básico de paracaidismo, concretamente el 8° que es al que yo pertenezco. –– ¿Qué recuerdos tienes de aquel curso? –– En el primer salto sufrí una lesión en el tobillo. Pensé que ya se había terminado para mí la aventura. Puedes imaginarte el disgusto, pero la cosa se arregló, cuando mis compañeros de curso dieron su último salto, el 6°, a mí me permitieron saltar cinco veces en el mismo día, con lo que completé el número exigido de lanzamientos para obtener el titulo de Caballero Legionario Paracaidista. Ese diploma, que conservo con el mayor cariño, me fue entregado el 15 de noviembre de 1956. DESTINO A IFNI El 14 de abril de 1956 la I bandera paracaidista partía de Alcalá de Henares con destino a África. Después de una breve estancia en el Sahara, el 24 de julio el comandante Pallás Sierra, jefe de la bandera, recibe la orden en Puerto Rosario de dirigirse a Ifni, con la bandera al completo, desembarcando en la costa africana al día siguiente, festividad de Santiago Apóstol. A partir de aquella fecha los paracaidistas se hallarían presentes en Ifni. Al día siguiente, Ventura Sánchez efectuaba su presentación en Al­ calá de Henares como soldado voluntario. MILITARES 91 8 DICIEMBRE 2010 –– Cuando acabaste el curso la I bandera llevaba en Ifni sólo cuatro meses, la orden de dirigirse la II al mismo territorio debió obedecer a razones de seguridad, ¿sabíais vosotros cómo estaba la situación allí? –– Nosotros, la tropa, entendi­ mos que íbamos a hacer un relevo rutinario. No sabíamos que allí hubiese problemas, y en realidad no los hubo en un principio. –– ¿Cuándo se produjo la salida? –– El 23 de enero. Al día siguiente embarcó la bandera en Cádiz, en los buques “Neptuno” y “Ciudad de Tarifa”. A mí me correspondió en este último. Al llegar a la costa de Ifni el puerto no permitía el atraque. Permanecimos 28 días anclados sin poder desembarcar. –– Casi un mes a bordo de un barco viendo las costas a un paso debió ser una situación difícil. –– Y lo fue. Pasamos hambre porque los víveres se acabaron, el Entrevista Ventura sonríe al recordar aquella curiosa forma de repartir los elementos de seguridad, hace un gesto con la mano como para espantar fantasmas del pasado y prosigue con su interesante narración: hacinamiento en cubierta era considerable y sin poder hacer nada un día tras otro. Pero al menos nos bañábamos en el mar, hasta que para colmo de males un mal día aparecieron tiburones y el capitán de nuestra compañía, Sánchez Duque, con buen criterio, prohibió los baños. –– ¿Cómo se solucionó la situación? –– Al final, en vista de que no mejoraba la mar, regresamos a Las Palmas, allí embarcamos en el aeropuerto formándose un puente aéreo Gando-Ifni. Por cierto que en cada avión íbamos 12 personas, rebasando la capacidad del aparato. Pero lo más inquietante del viaje fue que se nos organizó en parejas, uno llevaba paracaídas y el otro salvavidas; menos mal que no hubo necesidad de usar ni una cosa ni otra porque sino ya puedes imaginarte el resultado. MILITARES 91 9 DICIEMBRE 2010 –– La impresión al aterrizar fue tremenda, vimos aquellos paracaidistas de la I bandera quemados por el sol, delgados, la ropa desgastada… hechos una pena. La primera visión del territorio y de nuestros compañeros no era para ser optimistas; pero allí estábamos. –– Una vez en Ifni, ¿cuál fue la misión asignada a la II bandera y en concreto a tu compañía? –– Supongo que la misma que venían desarrollando los de la I bandera. Nuestra compañía se dedicó desde el primer día y hasta final del verano, a la instrucción de combate y a recorrer el territorio para irnos familiarizando con él. –– Se dijo que durante el verano ya hubo enfrentamientos entre nativos y militares, ¿se apreciaba ese ambiente en la calle? –– Efectivamente, durante el verano se desarrolló lo que nosotros llamamos “ la guerra a palos”. Concretamente el día 16 de agosto mi compañía, la 7°, tuvo un enfrentamiento con bandas incontroladas. Hubo un tiroteo y tuvimos un herido, el CLP Vicente Vila Pla, que después murió cuando estuvimos cercados en Tzelata. Recuerdo que recorríamos los distintos poblados y el ambiente era ya muy tenso. Se veía que los nativos tramaban algo contra nosotros. Entrevista COMIENZAN LAS OPERACIONES En la madrugada del 22 al 23 de noviembre los rebeldes ata­ caron todos los puestos exteriores: Tzemín, Tzelata, Tiliuin… a la vez se abortaba un intento de ocupar la capital. A las cuatro de la mañana todas las líneas telefónicas aparecieron cortadas. Había empezado la guerra, una guerra no declarada en ninguna cancillería pero con los suficientes elementos para llamarse así. sección al mando del teniente Gustavo Calvo Goñi. Nosotros desde nuestros puestos de guardia escuchamos disparos. El oficial en persona nos lle­ vaba café hasta los puestos ya que no fuimos relevados en toda la noche. Por la mañana regresó la sección, comprobamos con pena que venía con un muerto y dos heridos, el muerto era el CLP José Torres Martínez y los heridos el cabo Tuero y el CLP Cevallos. –– ¿Qué recuerdas de aquella fecha? –– Mi sección estaba de guardia, a la bandera llegaron noticias de que en Las Palmeras unos rebeldes se habían hecho fuertes. Hacia allí se dirigió la 2° –– Antes de seguir adelante con nuestra charla, me gustaría, amigo Ventura, que me hicieses una breve semblanza de tus dos oficiales más directos, el capitán Sánchez Duque y el teniente Ortiz de Zárate. MILITARES 91 10 DICIEMBRE 2010 –– El capitán era muy admirado por todos nosotros, se comentaban sus hazañas en la División Azul como si los demás hubiésemos tomado parte en ellas; era muy duro, pero como lo era incluso con él mismo ese ejemplo constante nos hacía admirarlo más. El teniente Ortiz de Zárate también era muy querido por el personal de la sección; un caballero de una humanidad extraordinaria. El mayor castigo que recuerdo le impuso a un paracaidista de la sección fue, según lo que yo mismo pude ver, mirarlo fijamente a los ojos y decirle muy serio: “Me avergüenzo de vestir el mismo uniforme que tú”. Siempre he comentado que Entrevista tuve los mejores oficiales de la bandera. –– Ahora volvemos al día 23 de noviembre. ¿Cómo os llegó la orden de que vosotros, la 3ª sección, ibais a salir al campo en misión de socorro? –– Al salir de guardia, el teniente nos mandó a dormir a la compañía ya que, como he dicho, pasamos la noche en vela. Mediada la tarde nos comunicaron que nos vistiésemos y equiparamos con todos los pertrechos de campaña, la munición y el armamento al completo. Formamos en la puerta de la compañía y fuimos conducidos por el teniente a la puerta del cuartel donde nos esperaban una ambulancia, una camioneta de tres cuartos y dos camiones. Yo iba en el primer camión por pertenecer al primer pelotón, el que mandaba el cabo 1° Civera, Cuando estábamos embarcados apareció el capitán Sánchez Duque e inmediatamente el general Gómez Zamalloa. El general llamó al teniente y oí como le decía: “Las cosas están mal en Tzelata, es una misión difícil, pero hay que ir a llevarles medicinas y apoyo”. El teniente Ortiz de Zárate en primer tiempo de saludo, le contestó: “Mi general, entraremos en Tzelata o en el cielo”. Subió al vehículo y emprendimos la marcha. –– Para una misión aparentemente tan difícil se reforzaría la sección con efectivos superiores a los normales. –– Así fue, la sección o también podíamos llamarle destaca- mento de socorro, estaba compuesta por el jefe, teniente Ortiz de Zárate, segundo jefe sargento Moncadas Pujol, tres pelotones de fusileros al mando cada uno de un cabo 1°, otro de la 10° compañía que mandaba una escuadra de ametralladoras y otra de morteros del 50, mas dos enlaces de la 9 con una emisora y dos persianas. El equipo sanitario estaba formado por un capitán médico y un brigada practicante, creo que de Tiradores, y un sanitario nativo que desertó y después lo encontramos muerto; además cuatro conductores civiles. DIFÍCIL PROGRESIÓN Al anochecer, en vista de que el estado de la carretera dificultaría notablemente la marcha, el oficial decide vivaquear a unos 20 km del objetivo, manteniendo una constante vigilancia sobre los camiones para no caer en una emboscada. Cuando comenzó a clarear el día reanudó su marcha el convoy hacia el puesto de Tzelata. Iba a comenzar una trágica odisea que pasaría a la historia del paracaidismo militar español como blasón de gloria y heroísmo. –– Serían las 9 de la mañana cuando un nativo nos salió al paso –prosigue el comandante Ventura sin vacilar en un sólo detalle de la narración–. Hicimos alto, el teniente habló con él, le dijo que en la curva más próxima, más o menos a 2 km, estaba la carretera cortada y que un numeroso grupo de rebeldes nos estaban MILITARES 91 11 DICIEMBRE 2010 esperando con ametralladoras y armamento individual. El teniente le entregó un papel para que se presentara en la comandancia y le dieran una gratificación. Todo ocurrió como el moro había dicho, al llegar a la curva la carretera estaba llena de pedruscos y comenzaron a sonar disparos. –– ¿Qué medidas adoptasteis ante esta primera agresión del enemigo? –– El teniente ordenó desplegar a la sección. Nos apeamos de los vehículos. Un pelotón, el mío, al mando del cabo 1° Civera, retiró las piedras de la carretera mientras los otros dos, uno por cada flanco, iba protegiendo la marcha; así avanzamos un poco hasta que volvimos a encontrarnos la carretera cortada con grandes rocas. Al llegar a ese segundo obstáculo comenzaron a llovernos las balas. –– ¿Os quedaba mucha distancia en ese momento para llegar a Tzelata? –– Creo que unos dos o tres kilómetros, el puesto ya se veía a lo lejos, pero era imposible avanzar. –– La situación debió ser difícil para todos pero mucho más cuando el ataque se produjo a la vista del objetivo y sin posibilidad de avanzar. –– Cuando la marcha ya se hizo imposible debido a la cantidad de piedras y su tamaño, el teniente ordenó a mi pelotón que tomara una loma a nuestra izquierda y a retaguardia, los otros nos protegían. Nada más comenzar la ascensión al Entrevista guía la comunicación agarró la emisora y la tiró por la ladera abajo. SITIADOS monte, que dicho sea de paso, fue durilla, el cabo Galay recibió un balazo en una pierna, estaba a mi lado. Temiéndome que el próximo sería para mí, le pregunté si dolía mucho, me contestó que no, que era como un golpe, pero que no dolía; poco consuelo era, pero he de decir que me animó para seguir avanzando. –– ¿Lograsteis tomar la loma? –– Sobre la mitad de la ladera la cosa se puso fea, nos tiraban desde todas partes. Llegamos a un grupo de rocas y nos hi­cimos fuertes en él, pero al salir fue lo malo: el cabo 1° Civera, jefe del pelotón, cayó muerto con un tiro en el pecho, dos minutos más tarde caía también el cabo mío, Aguirre Egidua y el fusilero que iba detrás de mí, Rodríguez Ma­ tamoros, apellido muy acertado para el momento. El pelotón quedó destrozado, pero logramos llegar a la cima y desalojar algunos moros que la ocupaban. –– Una vez alcanzada la cota que os asignó el oficial ¿qué movimientos realizó el resto de la sección? –– El teniente ordenó a todos los pelotones que subieran a donde estábamos nosotros para allí hacernos fuertes y esperar a que las cosas mejorasen para continuar la marcha hacia T ­ zelata. Cavamos pozos de tirador y nos preparamos para pasar la noche, aunque fue algo más de una noche lo que tuvimos que soportar allí. –– Los vehículos se quedarían en la carretera, ya que os hallabais en una zona de difícil acceso. –– Los coches fueron incendiados por el enemigo a poco de reunirse la sección en la loma. Ya no podíamos movernos, había muertos y bastantes heridos, estábamos atrapados y no teníamos más opción que aguantar hasta que fuésemos liberados. Recuerdo que el teniente intentó hablar por ­radio y en vista de que después de varios intentos no conseMILITARES 91 12 DICIEMBRE 2010 Durante once días permanecieron sitiados los hombres de la sección de Ortiz de Zárate, once días en los que el heroísmo de cada uno se vio agigantado por las dificultades sobrehumanas que hubieron de soportar. La escasez de víveres, falta de medicamentos para curar las heridas, poca munición y sobre todas las carencias, el agua. La sed torturó desde el primer día a aquel puñado de jóvenes paracaidistas que veían cómo se ponía el sol sobre ellos sin que una gota de agua mojase sus labios inflamados y llenos de grietas, cómo sus ojos se enrojecían hasta producir dolor el pestañeo, cómo su estómago les mordía con punzadas dolorosas y lentamente sus músculos iban perdiendo flexibilidad hasta llegar en algunos casos a la atrofia. –– ¿Comenzó el asedio sobre el terreno que ocupasteis en el primer avance o pudisteis aumentar el perímetro defensivo? –– Algo de terreno se pudo ganar con las salidas que hicimos, pero resultaba muy difícil el movimiento, los teníamos encima. Nuestra situación en la defensiva variaba cada día y cada noche. Por la noche nos reuníamos en la cima y vigilábamos por parejas para así descansar un poco, mientras que por el día ocupábamos las laderas al objeto de ofrecer Entrevista menos blanco ya que a veces tiraban con morteros del 72, creo que checos. –– Ese control tan estrecho por parte del enemigo, ¿pudo ser la causa de la muerte del teniente? –– Pudo ser. Estábamos sitiados y el enemigo tenía una considerable ventaja sobre nosotros. El teniente Ortiz de Zárate murió el día 26 al amanecer. Estaba realizando la primera ronda del día por los pozos de tirador. Se escucharon algunos disparos. Detrás de una roca apareció un moro con una metralleta y le metió una ráfaga en el corazón, tres disparos hicieron blanco en su cuerpo. El que fuera CLP a las órde­ nes de Ortiz de Zárate se muestra triste, sus ojos, endurecidos por el tiempo y la experiencia de una larga vida militar, contienen a duras penas una lágrima, y la voz, la voz enérgica del veterano, se quiebra por un instante para acabar ahoga da en un paréntesis de silencio. –– Fue muy duro aquello. Parece que lo estoy viendo ahora cuando yo, tumbado tras de una piedra, vino él y se sentó en otra. A mí me pareció que se estaba exponiendo dema­ siado y le dije: “Mi teniente, que las balas no son de algodón”, frase que él utilizaba siempre durante la instrucción de combate; se sonrió y continuó allí durante un rato. Era un hombre extraordinario y un gran oficial. –– ¿Quién asumió el mando tras la muerte del teniente? –– El sargento 2° Jefe, Juan Moncadas Pujol. Teníamos con nosotros un capitán médico, pero ni sabía ni le correspondía. Al sargento le ayudaron de manera ejemplar los cabos primeros jefes de pelotón. Debo destacar, al menos por lo que a mí me afectó, al cabo 1° Oliva, recorría los puestos dando ánimos y repartiendo algunas cartuchos de los pocos que quedaban. A mí, personalmente éste cabo 1° me comunicó que no debíamos hacer mención en ningún momento de la muerte del teniente, ya que el enemigo, que conocía hasta nuestros nombres, se en­ valentonaría y podía resultar muy peligroso para nosotros. –– ¿Hubo más bajas tras la muerte del oficial? –– Creo recordar, no estoy muy seguro, que después de la muerte del teniente sólo hubo un muerto, el CLP Vicente Vila Pla, que había resultado herido con anterioridad. –– Antes has comentado que el cabo 1° Oliva os repartía la poca munición que quedaba ¿Cuáles fueron, pues, vuestras principales carencias? –– De todo tipo, si bien unas ocupaban las primeras posiciones en el deseo de conseguirlas. La munición no llegó a faltarnos, gracias a Dios. Había poca, eso sí, hasta tal punto que algunos cartuchos, que al haber sido lanzados desde avión y no funcionar los paracaídas, se habían torcido, teníamos que ajustarlos a la recámara a base de meterlos varias veces a la fuerza. Las medicinas se MILITARES 91 13 DICIEMBRE 2010 habían quedado en la ambulancia, yo no necesité nunca ninguna por lo que desconozco si teníamos suficientes. Comida tampoco había, pero, al menos para mí, la mayor carencia fue el agua. –– ¿Puedes detallar cómo soportasteis la sed durante tantos días? –– Desde el primer momento nos quedamos sin agua, sólo la que cada cual podía llevar en la cantimplora. Algún día cayó un poco de relente y por la mañana, como las piedras aparecían algo húmedas, le pasábamos la lengua y notábamos cierto alivio. Hicimos salidas para buscar en un pequeño hoyo que había abajo, en el monte, pero resultó que aquello era lodo; también chupamos hojas de chumbera a las que les quitábamos las espinas con el machete; algo aliviaban, pero producían dolor de estómago y nauseas. La deshidratación nos iba minando con unas molestias terribles. –– Como, por ejemplo… –– Una flojera progresiva, las articulaciones se quedan sin líquido sinobial, te vas q ­ ue­dando tieso, el estómago se contrae y poco a poco vas perdiendo las ganas y la esperanza de seguir. Acabas por no hablar porque los labios están abultados y llenos de grietas dolorosas, la lengua parece que no te cabe en la boca, y no digamos de las obsesiones, te vuelven loco. –– ¿En qué consistieron, en tu caso, esas obsesiones? –– En el poquito tiempo que dormía contaba los grifos que Entrevista había visto en mi vida, y sobre todo no soportaba el ruido de las cisternas que oía en sueños. Fue un ruido que me acompañó durante mucho tiempo; un tormento. Pensaba que cómo era posible que se tirase el agua de esa manera y nosotros muriendo de sed. La sed llegó a tal intensidad que yo –los demás no sé si lo hicieron– orinaba por la noche en la cantimplora y lo bebía por la mañana que ya estaba frío. Recuerdo que el día antes de liberarnos –llevábamos diez sitiados– pregunté a Miguel Morales Vadillo cómo se encontraba, me dijo que aún aguantaría al menos 24 horas, yo le dije que estaba un poco mejor, que bien podría aguantar hasta dos días. Puedes hacerte una idea de cual era la situación. El tormento de la sed ha sido descrito por los soldados de todos los tiempos como uno de los más horribles, pero si a ese sufrimiento se añade la presencia de un enemigo siempre al acecho, cabe suponer la angustia que hubieron de soportar los hombres de la 3° sección en la cresta pelada del camino a Tzelata. El comandante Ventura recuerda algunos episodios que tal vez no haya registrado el diario de operaciones de la II bandera. –– La situación extrema en que os hallabais pudo dar lugar a que pasado algún tiempo más de uno se sintiese abandonado… o perdido sin posibilidad de salvación. –– En mi caso, como simple CLP que era, tuve tiempo de pensar en muchas cosas, tales como que se habían olvidado de nosotros, que quién me mandaría a mí meterme en esto y lucubraciones similares, propias de los 20 años; pero pronto se imponía un pensamiento que te permitía cobrar ánimos, y tirar para adelante, pensamientos como que lo haces por España, que tus compañeros te necesitan, que vendrán a liberarte pero que nuestras tropas están atendiendo a otros frentes, que lo tuyo es apechugar con lo que te echen y reflexiones por el estilo. –– Esos conatos de desaliento se verían superados desde el momento en que supisteis que os hallabais localizados. –– No fue tan fácil. La aviación nos localizó, como era de esperar, pero yo me llevé una gran desilusión. Aparecieron en el cielo, creo que seis aviones de los usados para el salto, al verlos pensé que venían a liberarnos, pasaron sobre nuestras cabezas y me dije: van a saltar más adelante y avanzarán ­h asta aquí; pero rebasaron el llano y se fueron alejando hasta perderse de vista. –– Una vez localizados recibiríais alguna ayuda desde el aire. –– La verdad es que desde que fuimos localizados la aviación colaboró de manera esencial, tanto los Heinkel 111 ametrallando, como los Junker lanzando artefactos extraños, como bidones de gasolina o cajones de granadas de mano, aliviaron mucho la presión del enemigo. También nos lanza­ ron agua que nunca pudimos MILITARES 91 14 DICIEMBRE 2010 recoger, algo de comida que tampoco, y munición, que como ya te he dicho, no funcionó el paracaídas y muchos de los cartuchos se torcieron. –– ¿Cómo definirías tu papel dentro del grupo? –– Como un CLP más, tratando de aguantar el mayor tiempo posible y hacerlo lo mejor que supiera y pudiera. Como ya he dicho antes, durante el día ocupábamos unos puestos en la ladera, bajábamos de los nocturnos al amanecer, y al ponerse el sol otra vez arriba, siempre con el arma a punto. Si puedo destacar que una mañana yo tenía que bajar por un lugar muy empinado y rocoso para llegar a mi puesto. Durante la bajada recibí seis o siete disparos, que por suerte o porque el tirador era malo, no me acertaron. Cuando me instalé en el puesto me dediqué a localizar al autor de los disparos, que posiblemente había invertido toda la noche para llegar hasta allí; se lo comuniqué a Miguel Morales Vadillo que era el compañero de mi derecha. De acuerdo los dos hicimos varios disparos y lanzamos después una grabada de mano, esperamos un poco y al comprobar que no había movimiento alguno bajé hasta el lugar reptando, y allí yacía, aún le quedaban siete cartuchos que no le dimos tiempo a utilizar. Episodios similares a éste los podrían contar otros compañeros. –– Y por fin llegó la liberación… –– El 3 de diciembre vimos aviones y escuchamos tiroteo por Entrevista el valle, poco después, en la montaña, frente a nosotros en dirección a Ifni, pudimos observar cómo avanzaban unidades nuestras. Un cornetín tocó su contraseña, era suficiente, venían a liberarnos. La alegría fue tremenda, no sólo se acababan las privaciones sino que recobrábamos unas vidas que en esos momentos cada cual daba por perdida. Yo continué en mi puesto, pero hubo un CLP, Vicente Llobel Ferrero, que no pudiendo contener la emoción, se subió a una roca para gritar que estábamos salvados, con la mala suerte de que en ese momento, y delante de mí, sonó un disparo enemigo, dio en la roca y el rebote le entró a Llobel por la ingle; las consecuencias las ha arrastrado durante toda su vida. LIBERADOS Al ser liberados por tropas propias, los paracaidistas se hallaban al límite de la extenuación, once días con sus noches soportando la tensión del asedio y carentes de agua y alimentos produjeron en cada uno importantes lesiones sicológicas y orgánicas que sólo puede relatar quien las sufrió. –– El encuentro con tropas españolas sobre aquel cerro del infierno debió ser especialmente emotivo para los que llegaban y para los que estabais allí. –– Después de liberados comenzó lo más duro, había que bajar del monte; las articulaciones no respondían, no podíamos con el mosquetón; apenas ar- ticulábamos palabras, nos tuvieron que ayudar, ellos se hicieron cargo de todo. Entre los heridos y los demás bajábamos formando una caravana de inválidos apoyados casi todos en compañeros recién llegados, pero lo más triste fue ver a los muertos. A mí me dio mucha pena, mucha pena, al ver que al subir los muertos a un camión mi teniente quedó en una posición lamentable… y se veían las estrellas en la manga. –– ¿A dónde os dirigisteis? –– Primero fuimos a Tzelata, pasamos allí aquella noche y tomamos solamente un poco de azúcar. Al día siguiente nos encaminamos a Sidi-Ifni en un convoy en el que viajaban mujeres y niños del puesto de Tzelata. La marcha resultó bastante trabajosa porque además de que nos disparaban a cada momento debíamos empujar los vehículos que se quedaban en los baches del camino, creo recordar que había llovido y se hundían las ruedas en el barro. –– El recibimiento en Sidi Ifni, debió de ser memorable. –– Lo fue por cuanto suponía encontrarnos con nuestros compañeros, pero en la forma fue estrictamente militar. Como CLP sólo vi a nuestro capitán, Sánchez Duque. Lo que si recuerdo bien es que nos enviaron al hospital donde nos hicieron un reconocimiento y unas fotos del grupo que son las que han dado la vuelta por distintos medios. –– ¿Cuál fue el balance de muertos y heridos en la sección? MILITARES 91 15 DICIEMBRE 2010 –– Creo que tuvimos cinco muertos y catorce heridos –– ¿Y las recompensas? –– La Medalla Militar Individual para el teniente Ortiz de Zárate y el sargento Moncadas Pujol, a los demás la Medalla Militar Colectiva y creo recordar que un par de cruces de guerra, entre ellos al cabo 1° Oliva. –– ¿Puedes citar cinco nombres inolvidables para ti? –– Citaría a cada uno de los que sufrimos por igual aquel epi­ sodio, que fuimos todos, pero si he de dar nombres, no puedo olvidar a mi capitán, Sánchez Duque, que aunque no estuvo entre nosotros siempre estuvo con nosotros; a mi teniente, Ortiz de Zárate, muerto; a mis cabos 1° José Civera Comeche y Antonio Oliva Hernández, muertos; y a mi gran amigo, Vicente Vila Pla, también, como los citados, muerto en la acción. DE AYER A HOY Ventura continuó en la Agrupación de Banderas Paracaidistas, después Brigada Paracai­ dista, hasta su pase a la reserva. A la hora de decir adiós a las armas el veterano luce en la ­manga de su guerrera una Medalla Militar Colectiva, y en el pecho once condecoraciones más. Ha realizado cursos profesionales de Paracaidismo en España y Bélgica, Plegados e Instructor Paracaidista, y en su hoja de servicios, además del Valor reconocido, pueden leerse varias felicitaciones del general jefe de la unidad. Entrevista –– ¿Continúas manteniendo contacto con los antiguos compañeros de la BRIPAC? –– Sigo en contacto casi permanente con miembros de la Brigada. Hay amigos que no se olvidan ni con su muerte, c­ uanto más por un retiro. Siempre que existe algún motivo para estar presente en la unidad procuro verme con los amigos y recordar momentos, unos buenos otros no tanto, pero todos forman parte de una vida dedicada a una profesión que elegí voluntariamente y que me ha hecho feliz durante tantos años, compitiendo, saltando, enseñando… –– ¿Y los antiguos compañeros de Ifni, os habéis reunido alguna vez? –– Sí, hemos tenido varios encuentros los excombatientes pertenecientes a la sección de Ortiz de Zárate y aquellos que el 26 de noviembre de 1957 dieron el primer salto en acción de guerra, que por cierto, fueron de mi compañía, la 7°. –– ¿Tenéis un lugar fijo para esos encuentros? –– Hasta ahora no, sí la fecha, que fijamos entre los días 26 de noviembre (muerte del teniente) y el 29, día del primer salto. Cada vez nos reunimos en un lugar que guarde relación con nuestras actividades en general o en particular con alguno de nosotros. El último encuentro ha tenido lugar en Guijuelo, mi pueblo, por acuerdo de los asistentes en 2008 a la reunión de Alcantarilla. Ahora se están barajando para 2010 Comillas, el pueblo del teniente Ortiz de Zárate y residencia de su familia o Zafra, pueblo natal de nuestro capitán, Don Juan Sánchez Duque. –– Ahora me gustaría saber qué hace un paracaidista “pura sangre” cuando ha dejado de vestir el uniforme. –– Mi vida militar, como te he dicho, ha transcurrido íntegramente en las fuerzas paracaidistas. No supe hacer otra cosa que saltar del avión y para que así fuera me vine a Barcelona, donde tengo mi residencia, con el fin de recuperarme de una fractura de tibia y peroné. Cuando estuve en condiciones monté un club de paracaidismo, así saltaba yo y enseñaba a los demás a hacerlo. Por cierto que entre mis alumnos tengo uno muy especial, mi hijo, que está apunto de cumplir los 16.000 saltos, con un currículo internacional excelente, ha superado con creces a su padre. –– No me he equivocado cuando te he calificado como paracaidista “pura sangre”, la prueba evidente es ese club y ese “ma­trícula de honor” de tu hijo. Para acabar nuestra charla te pido que desde tu experiencia como paracaidista y militar, dirijas alguna palabra para los jóvenes que hoy forman las plantillas de la BRIPAC. –– Sencillamente que tomen como ejemplo de su conducta profesional y moral el sacrificio y compañerismo de los excombatientes de Ifni. Al dar por terminada la entrevista, tomamos un café, un café denso, de esos que dejan la taza negra. Tras la charla quedan MILITARES 91 16 DICIEMBRE 2010 en el aire recuerdos avivados, recuerdos en los que unos años después de la guerra de Ifni nos encontramos en Alcalá el veterano paracaidista y un recién incorporado del 70 curso. –– ¿Te acuerdas, Ventura? –– Como si fuese ayer. Miguel Parrilla NOTA: De las cualidades humanas, valor personal y profesionalidad paracaidista del comandante Ventura Sánchez, da testimonio un hecho del que él fue protagonista, un acto insólito en los anales del paracaidismo cuyo relato impresiona y estremece. Hace unos años, siendo monitor civil de salto en un aeroclub de Lérida, uno de los alumnos saltó al vacío sin percatarse de que la cinta extractora que debía abrirle al paracaídas no se había enganchado en el cable estático del avión. La muerte era segura para el novel paracaidista, cuando quisiera darse cuenta de que no se le abría el paracaídas principal ya sería tarde para accionar la anilla del de emergencia. Dentro del aparato iba Ventura, equipado para saltar en apertura manual, al observar el fallo del inexperto paracaidista, no se lo pensó, un una fracción de tiempo que no pueden medir los relojes, saltó al vacío tras el confiado alumno, lo alcanzó, se situó frente a él, y a escasos metros de la muerte de ambos, le cogió la anilla, tiró de ella y le abrió el paracaídas; segundos después los dos tomaban tierra sin el menor rasguño. ¡De Laureada!