PDF - Revista Mexicana de Comunicación

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El umbral de la no ficción en García
Márquez
Revista Mexicana de
Comunicación
Maricarmen Fernández Chapou
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El colombiano merece el título del creador de la no-ficción en Latinoamérica.
Relato de un náufrago se adelantó una década a la novela de Truman Capote A sangre fría.
Fotografía: “Gabo – a life” por icultist @ Flickr
Por Maricarmen Fernández Chapou
Publicado originalmente en RMC 134
Si Truman Capote es el creador de la no-ficción en Estados Unidos, el escritor colombiano Gabriel
García Márquez (Aracataca, 1928) merece el mismo título para Latinoamérica. De hecho, se
adelantó al norteamericano al utilizar técnicas narrativas como el suspense en relatos periodísticos,
así como a los nuevos periodistas en la renovación del reportaje. Periodista ante todo, García
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El umbral de la no ficción en García
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Márquez se valió de su talento literario para enriquecer su propio oficio, lo que lo convierte en
prototipo del nuevo periodista latinoamericano.
Justo una década antes de que A sangre fría viera luz, Gabriel García Márquez publicaba en forma
seriada la que sería una de sus grandes obras de no-ficción: Relato de un náufrago. El largo
reportaje periodístico, editado en 14 capítulos en el diario El Espectador de Bogotá durante 1955,
reconstruye la experiencia del náufrago Alejandro Velasco, “que estuvo diez días a la deriva en una
balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza
y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre”.
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El relato, “compacto y verídico”, fue el resultado de veinte sesiones de seis horas diarias de
entrevistas en las cuales el periodista, como el propio García Márquez narra, “tomaba notas y
soltaba preguntas tramposas para detectar sus contradicciones”. El reportaje reconstruía los diez
días en el mar: “Era tan minucioso y apasionante, que mi único problema literario sería conseguir
que el lector lo creyera”. Pero además tuvo implicaciones políticas al revelar lo que se escondía tras
el naufragio de la nave.
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En su prólogo al libro, García Márquez narra cómo la historia, que había sido divulgada de una
forma incompleta y sensacionalista, se convirtió en un gran tema para un reportaje literario de
profundidad y denuncia que urgía ser divulgado:
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Mi primera sorpresa fue que aquel muchacho de 20 años […] tenía un instinto
excepcional del arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosas
[…]. La segunda sorpresa, que fue la mejor, la tuve al cuarto día de trabajo, cuando le
pedí a Luis Alejandro Velasco que me describiera la tormenta que ocasionó el desastre.
Consciente de que su declaración valía su peso en oro, me replicó, con una sonrisa: “Es
que no había tormenta”. Así era. […] La verdad, nunca publicada hasta entonces, era que
la nave dio un bandazo por el viento en la mar gruesa, se soltó la carga mal estibada en
cubierta, y los ocho marineros cayeron al mar. Esa revelación implicaba tres faltas
enormes: primero, estaba prohibido transportar carga en un destructor; segundo, fue a
causa del sobrepeso que la nave no pudo maniobrar para rescatar a los náufragos, y
tercero, era carga de contrabando. […] Estaba claro que el relato, como el destructor,
llevaba también mal amarrada una carga política y moral que no habíamos previsto.
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García Márquez, con su agudo sentido periodístico, su capacidad indagadora y su talento literario,
contó la historia respetando hasta los más mínimos detalles, sin autocensuras, y ocasionó que la
dictadura de Rojas Pinilla temblara. Cuenta el escritor:
Lo que no sabíamos ni el náufrago ni yo cuando tratábamos de reconstruir minuto a
minuto su aventura, era que aquel rastreo agotador habría de conducirnos a una nueva
aventura que causó un cierto revuelo en el país, que a él le costó su gloria y su carrera y
que a mí pudo costarme el pellejo. Colombia estaba entonces bajo la dictadura militar y
folclórica del general Gustavo Rojas Pinilla…
Narrado en primera persona en la voz del propio náufrago, el relato trascendió el ámbito
periodístico para adentrarse en la narrativa sin desvirtuar su concepción original. Por primera vez,
García Márquez se servía de recursos del periodismo, principalmente de la entrevista y la crónica, a
la vez que de procedimientos popularizados por la novela policíaca, como el suspense; del relato de
viajes y del diario.
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Por una parte, el relato se atenía a la descripción minuciosa de la realidad, pero entre un episodio y
otro dejaba hilos sueltos y creaba tensión narrativa; en ese sentido se adelantó a Capote. Por otro, lo
que después planteara Wolfe como el punto de vista en tercera persona, era utilizado con maestría
por el escritor, dejando que el reportaje fuera contado por la propia voz del protagonista de los
hechos según la subjetividad de sus recuerdos. Al mismo tiempo, otras técnicas, como la narración
escena por escena o la descripción significativa, también eran ensayadas en esta obra.
Por ejemplo: En el siguiente fragmento del relato podemos ver que la narración es la voz misma de
Alejandro Velasco, mientras que el periodista queda oculto tras el relato, como si fuera un mero
transcriptor. Al mismo tiempo, crea tensión narrativa:
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Mi primera impresión fue la de estar absolutamente solo en la mitad del mar.
Sosteniéndome a flote vi que otra ola reventaba contra el destructor, y que éste, como a
200 metros del lugar en que me encontraba, se precipitaba en un abismo y desaparecía
de mi vista. Pensé que se había hundido. Y un momento después, confirmando mi
pensamiento, surgieron en torno a mí numerosas cajas de la mercancía con que el
destructor había sido cargado en Mobile. Me sostuve a flote entre cajas de ropa, radios,
neveras y toda clase de utensilios domésticos que saltaban confusamente, batidos por las
olas. No tuve en ese instante ninguna idea precisa de lo que estaba sucediendo…
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Esta obra de García Márquez, más que novela de no-ficción, constituye en realidad la semilla
primigenia de lo que después tendría nombre y apellido en Estados Unidos: el Nuevo Periodismo. El
relato fue editado y recibido por el público en su momento como un reportaje, pero un reportaje que
ya tenía la que sería la principal seña novo-periodística: se leía igual que una novela, pero se atenía
a la realidad, y denunciaba una verdad hasta entonces velada. Relato de un náufrago es, por tanto,
un reportaje novo-periodístico en sentido estricto.
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El propio García Márquez, que se ha considerado a sí mismo primero periodista que literato, en
ningún momento ha calificado de novela a sus reportajes novelados. Pero gracias a la habilidad y
constancia para arrancar a los protagonistas la descripción detallada, ordenar los hechos y
exponerlos con una prosa directa y precisa, a la vez que dotar de significado e interés social a los
hechos, reportajes como éste constituyen una pieza periodística que sólo por su calidad literaria han
trascendido hasta nuestros días como novelas:
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El esmero estético con que trabajó sus reportajes fue sin duda el gran caballo de Troya
que le permitió llegar a sus lectores en medio de una censura creciente. En Relato de un
náufrago alcanzó el punto paradigmático: una magistral síntesis de periodismo y
literatura, de la investigación de la realidad y la comunicación de la misma mediante
cánones estéticos perdurables.
Pero aún más: con su reportaje –y éste es otro rasgo novo-periodístico–, el colombiano desafiaba al
poder, a la dictadura en este caso, mediante la sencilla exposición de cuestiones conflictivas y
verdades veladas. El Relato de un náufrago, como dice Jacques Gilard, “era un enfrentamiento
directo de El Espectador con el poder, y el ya prestigioso reportero se convertía en un connotado
enemigo de la dictadura, capaz de llegar al fondo de lo que no debía decirse”.
De hecho, como bien cuenta el escritor, “la dictadura acusó el golpe con una serie de represalias
drásticas que habían de culminar, meses después, con la clausura del periódico”. Este reportaje le
costó el cierre a la publicación y a él mismo, que había sido enviado a Europa como corresponsal
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–quizá para alejar al periodista non grato de las garras del poder–, le supuso vivir en absoluta
pobreza en París durante más de un año.
Pero lejos de ser, Relato de un náufrago, un ejemplo aislado en el conjunto de su obra, García
Márquez vuelve a repetir las mismas técnicas y estrategias en diversos reportajes. Tal es el caso de
La aventura de Miguel Littin, clandestino en Chile, que narra la experiencia del cineasta, contrario a
la política dictatorial de Augusto Pinochet, al desafiar a la policía del régimen e introducirse
subrepticiamente en el país para dirigir la filmación de una película que pondría de relieve la
opresión.
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En este reportaje también se vale el periodista de una larga entrevista –la versión magnetofónica
duraría 18 horas– para obtener la versión de los hechos, los cuales son relatados con una estructura
sencilla. Como en el caso anterior, la narración en primera persona hace que parezca el relato del
propio Littin, tan sólo transcrito por el autor, aunque, como aclara éste, “el estilo del texto es mío,
desde luego, pues la voz de un escritor no es intercambiable”. Una vez más, el escritor hace uso del
artificio literario –y nuevo periodístico– en el que la voz del narrador y el protagonista se funden.
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Para García Márquez, La aventura de Miguel Littin constituye un texto literario en el que “por el
método de la investigación y el carácter del material es un reportaje”.
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En ese sentido, mucho más complejo y elaborado es otro reportaje novelado del escritor: “Bateman:
un misterio sin final”, en el que múltiples fuentes proporcionan a García Márquez una aproximación
polifacética a la desaparición del líder de guerrilleros colombiano Jaime Bateman Cayón,
comandante máximo del M-19, que desapareció inexplicablemente en la selva mientras se dirigía a
Panamá para negociar la paz con un emisario del presidente Belisario Betancur. Aquí, destaca una
narración de arquitectura compleja, con saltos en el tiempo adelante y hacia atrás, y tejida a partir
de los testimonios de quienes conocieron las últimas horas de Bateman.
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Premio Nobel en 1982, García Márquez comenzó su trayectoria en el periódico El Universal en 1948,
y poco a poco fue haciendo compatible su vocación con la narrativa más imaginativa y fabuladora.
En el diario El Espectador, en el cual ingresó en 1954, se curtió como un periodista desafiante
colaborador con las causas sociales. En esta clave escribió artículos memorables como “Balance y
reconstrucción de Antioquia”; “El Chocó que Colombia desconoce”; “De Corea a la realidad”, entre
tantos otros. Y fue donde vio luz “El escándalo del siglo” (1955).
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Este reportaje, ambientado en Italia, indaga sobre el llamado Caso Montesi, surgido a raíz de la
aparición del cadáver de una joven de nombre Wilma Montesi, hija de un carpintero, en una playa
cerca de Roma. El caso hubiera sido tan sólo uno más de las páginas rojas del periódico, de no ser
porque se hallaba involucrado un hijo del ministro de Asuntos Exteriores, que finalmente resultó
absuelto. García Márquez investigó y reconstruyó los hechos, y propició que el caso fuera reabierto.
Como narrador, en García Márquez los conceptos de realidad y ficción siempre han confluido de
manera determinante. Autor de El coronel no tiene quien le escriba (1958) y Cien años de soledad
(1967), es el principal exponente del llamado realismo mágico latinoamericano; sus relatos recrean
el imaginario mítico de los pueblos y reflejan ese toque de magia que transforma la realidad, ya de
por sí fantástica, del continente latinoamericano. La literatura de García Márquez se adentra en el
realismo de lo irreal a la vez que crea una irrealidad demasiado humana:
Los mitos y las leyendas, las creencias y supersticiones forman un entramado pararreal tan poderoso
o más que la misma realidad objetiva, determinando comportamientos mentales y actuales de la
gente. Así, el concepto de realidad se ampliaría y se haría más complejo en su obra, y, con ello, su
compromiso de escritor con la misma realidad.
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Según ha dicho el escritor, “lo que me ha interesado siempre es contar las cosas que le suceden a la
gente. Crear es volver a crear la realidad. Nunca hay ficción”. En ese sentido, en sus reportajes
ensaya una aproximación a la realidad poniendo la imaginación al servicio de sus fines periodísticos.
Y los considera a la vez narrativa de ficción en el sentido de que lo que en ellos se cuenta, dice, “es
verdad, y todo minuciosamente”. Como explica Pedro Sorela:
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En el reportaje encontró Gabriel García Márquez la horma de su zapato […] encontró en
él no sólo un mayor contacto con la calle […] sino un campo de experimentación
narrativa, limitada por las exigencias de la comunicación de masas, que sin duda le
había de servir para sus cuentos y novelas.
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De esta forma nació, por ejemplo, Crónica de una muerte anunciada (1981) que García Márquez ha
explicado de la siguiente manera:
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Se trata de una narración de 120 páginas sobre un episodio, un crimen atroz que se
cometió en un pueblo colombiano hace 30 años. Siempre tuve el tema en la cabeza para
escribir una novela o un reportaje. Como siempre, he pensado mucho sobre las
relaciones entre literatura y periodismo y he intentado hacer los dos; creo que esta vez
lo he conseguido.
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No obstante, esta obra, en opinión de Juan Cantavella, no es un reportaje en toda la extensión de la
palabra, pues “no hay una investigación exhaustiva ni una reproducción literal de cuanto ha
sucedido, sino más bien una recreación literaria cuya finalidad es reordenar lo hechos con una
finalidad estética, lo cual es bien distinto”. Aun así, no deja de colocarse en la frontera entre el
periodismo y la literatura; en el umbral de la no-ficción.
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No es, en cambio, el caso de Noticia de un secuestro, obra en la que el escritor puso todo el empeño
para hacer de ella un reportaje novelado prototípico. Con tres años de trabajo a sus espaldas, este
libro es producto de un esfuerzo de investigación en la que el autor grabó más de cien cintas de
conversaciones con los sobrevivientes del secuestro, así como familiares, policías, narcotraficantes y
personas que le aportaran cualquier información o detalle. Al respecto, cuenta García Márquez:
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Estoy seguro de que costará trabajo creerlo, porque parece más novela que cualquiera
de mis novelas. Lo que yo quería era escribir un reportaje con todas sus leyes y en ellas
no cabe la invención. Hoy me alegro: el libro no tiene una línea imaginaria ni un dato
que no esté comprobado hasta donde es humanamente posible. Sin embargo parece más
novela que cualquiera de mis novelas. Creo que ése es su mayor mérito.
En suma: Gabriel García Márquez, tanto en su faceta de novelista como de periodista, es siempre
capaz de captar la enorme fuerza de que están dotados los hechos y de exponerlos a la vez de la
forma más brillante y fidedigna.
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Referencias
Maricarmen Fernández Chapou
Cantavella, Juan. La novela sin ficción. Cuando el periodismo y la narrativa se dan la mano. Oviedo:
Septem Ediciones. 2002.
García Márquez, Gabriel en El País. 9 de junio de 1996.
García Márquez, Gabriel en Cambio 16,. 27 de mayo de 1996. p. 80.
García Márquez, Gabriel. Relato de un náufrago. Bogotá: Editorial Oveja Negra. 1994.
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Gilard, Jacques. Gabriel García Márquez. Obra periodística. Barcelona: Bruguera. 1983.
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González, Aníbal. Journalism and the development of spanish american narrative. Cambridge:
University Press. 1993.
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Pindado, Juan J. ¿Periodismo o literatura? Texto híbrido: entre ficción e información. Estados Unidos:
Scripta Humanística. S/F.
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Saldívar, Dasso. García Márquez. El viaje a la semilla. Madrid: Alfaguara. 1997.
de
Sorela, Pedro. García Márquez, una aproximación a su vida y obra como periodista. Tesis Doctoral.
Universidad Complutense de Madrid: Facultad de Ciencias de la Información. 1985.
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an
a
Profesora e investigadora del Tecnológico de Monterrey, Ciudad de México.
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