Rosario Castellanos y el Eterno Femenino

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Rosario Castellanos
y el Eterno Femenino
Las opiniones del radical feminismo del mundo intelectual culpan
al hombre por la inequidad de género, por la existencia dramática,
la sumisión y de la subordinación
de la mujer hacia el hombre. Este
feminismo tiene también una opinión popular que recorre las calles de la ciudad y sucede en las
charlas de café, con mujeres del
sector intelectual (capacitadas
para discernir, desenmascarar y
ver más allá del sentido común),
y con mujeres del hogar que viven su realidad ensimismadas,
atadas a las labores caseras y al
cuidado de los niños, repiten la ya
muy manoseada frase de que los
hombres son los responsables
absolutos del machismo.
El radical feminismo se maneja en una dicotomía de género,
la mujer como víctima receptora
de dinámicas sociales, y el hombre como villano, agresor que reproduce tales dinámicas. Así pues,
se cree que los hombres son malos y que las mujeres son inocentes, víctimas de la moral, de la religión y de todos aquellos sistemas
patriarcales dominados por hombres.
Ahora bien, en el mundo intelectual existen pensadoras que
han reflexionado sobre la perspectiva de género, espacio en el cual
han abierto un panorama a la investigación y a la transformación
de aspectos tan elementales como
las relaciones de género, Rosario
Castellanos es una de ellas, ha recorrido la delicada línea del propio
pensamiento, de la emotividad y del
deseo por emancipar a la mujer en
que redefinió esquemas de la mujer y funciones sociales de igualdad. Esta reconocida pensadora
mexicana, alcanza, mediante sus
trabajos, una clara distinción de los
roles de género y su retroalimentación. Castellanos presenta El
eterno femenino, texto donde,
mediante una redacción sarcástica y cínica, expresa distintas manifestaciones del machismo y situaciones de subordinación de la
mujer; pero lo más interesante de
su libro es cómo se concentra en
la influencia que ejercen las mujeres para perpetuar y/o propiciar su
TANIA YANINA ARIAS
CASTRO*
* Egresada de la licenciatura en Filosofía (2003-2007) y
de la maestría en Estudios
Filosóficos (2009-2011) de la
Universidad de Guadalajara. Su tesis de licenciatura
se orientó al tema: “La influencia de las mujeres en
el eterno femenino”, y su
trabajo recepcional de
maestría fue: “La enajenación de la mujer mexicana
por la telenovela”.
...Realidades simbólicas y edificadas
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propio sometimiento ante los hombres. El estilo ingenioso de nuestra pensadora, proyecta cómo la
mujer, principalmente la madre,
cultiva los modelos machistas tradicionales, y cómo a través de la
socialización, se refuerza el sistema patriarcal.
EL ETERNO FEMENINO
Rosario Castellanos delata en el
El eterno femenino, a la madre
como uno de los personajes más
importantes en la influencia del
sistema patriarcal. Ésta, conserva, mediante la educación, una
tradición machista que reprodu-
ce valores conservadores que someten a la mujer, condición que
ella misma conserva y defiende
dentro de su condición opresora.
Así pues, Rosario representa, a
través de imágenes y simbolismos,
distintas condiciones y formas en
que se construye un sistema de
opresión femenina. Con la finalidad de que este aspecto quede
más claro, la cita presentada a
continuación describe uno de tantos modos en que se puede manifestar la inequidad de género, y
cómo la influencia de la mujer
puede perpetuar su propia condición de enajenación.
La cita anterior, es en efecto
la representación de la represión
constante de la moralidad de la
reproducción; ésta, gobierna en
mayor o menor medida al eterno
femenino. Tal moralidad, sustentada en un fundamento naturalista, determina respecto a lo biológico, funciones sociales que rigen
el comportamiento de los distintos
sexos. No obstante, a consecuencia de las reflexiones en relación
con la condición de la mujer, pensadoras como Simone de Beauvoir han percibido la biología diferencial, que construye una moralidad sexual patriarcal usada a
Hija: ¿Y si yo entrara a la universidad?
Madre: ¿Estás loca? ¿A ese nido de comunistas?
Hija: ¿Qué tiene de malo ser comunista?
Madre: ¡Que te vas al infierno!
Hija: ¿Y si no hay infierno?
Madre: ¿Te atreves a dudarlo después de lo que pasa?
Perico: Entre el infierno y la vida doméstica no hay más que una diferencia de grado. Pero el grado
puede ser sobre cero. Todo depende. El optimista ve el vaso medio lleno; el pesimista lo ve
medio vacío.
Madre: De todos modos yo no te voy a dejar ir.
Hija: ¿Al infierno? Si ya estoy en él.
Madre: A la universidad. ¡Sobre mi cadáver!
Perico: No le des ideas.
Hija: ¿Se puede saber por qué?
Madre: Porque no vas a ser distinta de lo que fui yo. Como yo no fui distinta de mi madre. Ni mi
madre distinta de mi abuela.
Perico: Esta Lupita es una maniática de la inmutabilidad. Personas, tiempos, modos. Si por ella fuera
no habría historia. “Ah Zenón, cruel Zenón, Zenón de Elea”.
Madre: Y si no me obedeces por las buenas, le diré a tu hermano que te vigile para que no te salgas.
Hija: ¿Y si de todos modos salgo?
Madre: Le voy a pedir a tu papá que intervenga. Y ellos me apoyarán para que tú te portes como debe ser.
Hija: Soy una persona...
Madre: Ni más ni mejor de lo que yo fui.
Hija: Tengo derecho a...
Madre: Ni más inteligente.
Hija: Quiero vivir mi vida.
Madre: Ni más libre.
Hija: ¡Quiero ser feliz!
Madre: Ni más feliz.
Perico: (suspirando) ¡No hay nada comparable al amor maternal!
(CASTELLANOS, Rosario, 1975. El eterno femenino. México, pp. 60-62).
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favor de los hombres y en desventaja para las mujeres. Además,
este sistema distingue las diferencias de las mujeres en relación con
los hombres de forma negativa; las
mujeres, como consecuencia de su
biología, deben mantenerse alojadas en el mundo privado (hogar)
para poder ejercer el dictado de
su naturaleza, circunstancia mediante la cual, se elimina a la mujer del mundo público. Asimismo,
esta moralidad sexual convierte a
la mujer en un ser enajenado, en
un “ser para otro”, como consecuencia de ello, ejemplos como el
que se muestra en la cita de más
arriba, reflejan la frustración de
una madre, proyecta sus propias
carencias de libertad, tanto de su
pasado como de su presente,
como consecuencia, la frustración
acumulada, la limita y consigue
perpetuar la tradición del eterno
femenino. Así pues, la mujer reprimida, dada su condición de enajenación, generalmente impide que
otras mujeres reproduzcan su “ser
para sí”, por ello es que a la mujer
con consciencia le cuesta tanto salirse del círculo vicioso y de romper con el “ser para otro”.
LA MUJER Y SU IMAGEN
“La mujer es extremadamente comprensiva, tiene un encanto inmenso y carece del
menor egoísmo. Descuella en
las artes difíciles de la vida
familiar. Se sacrifica cotidianamente. Si hay un pollo para
la comida, ella se sirve del
muslo. Se instala en el sitio
preciso donde atraviesa una
corriente de aire. En una palabra, está constituida de tal
manera que no tiene un pensamiento o un deseo propio
sino que prefiere ceder a los
pensamientos y deseos de los
demás. Y, sobre todo –¿es indispensable decirlo?–, el hada
del hogar es pura. Su pureza
es considerada como su más
alto mérito, sus rubores
como su mejor gracia”.
Rosario Castellanos
Desde un plano ético, la cita
anterior muestra cómo la identidad1 de la mujer se reduce por una
elaboración moral rigurosa y cómo
se preserva la ignorancia femenina, por ello, desde que nace una
mujer, se le organiza a través de la
educación, un destino creado por
la cultura, el cual llega a convertirse en un ente moralmente aceptable. De la misma manera, la
mujer es despojada de espontaneidad para actuar y con ello se elimina la iniciativa de decidir, no
obstante, se le instruye a la mujer
a obedecer los mandamientos de
una ética que responde a un sistema patriarcal. Pero, a pesar de
ello, esta ética le es absolutamente ajena, pues se justifica y se fundamenta en la medida en que la
mujer responde a los intereses, a
los propósitos y a lo fines de los
demás; los cuales, bien pueden ser,
tanto funciones reproductivas
como obligaciones que fungen a
través del hombre, el cual trabaja
como mediador. Así pues, a lo largo de la historia la mujer ha sido
un fenómeno y un componente de
la sociedad, más que un ser humano, un mito. O bien, más exactamente un rito que clarifica las
carencias de la mujer y del fenómeno de la maternidad, pero una
maternidad vivida con cuidado, con
peligro, ritos y tabúes. Pues la preñez se trata también como enfermedad y si el dolor de la mujer no
surge espontáneamente hay que
esforzarlo, preparar el ánimo que
da cabida al sufrimiento. Pero la
trémula no acaba ahí, ahora el hijo
despertará la absoluta abnegación
de la madre. Ostenta las consecuentes deformaciones de su
cuerpo con orgullo; se marchita sin
melancolía y en ningún momento
piensa en la reciprocidad. Deja su
vida para los hijos, vive para ellos.
La mujer es anulada y se anula en
el mundo ético, pero para contraponerse a esta educación la mujer
necesita romper modelos que la sociedad impone para alcanzar su
imagen auténtica –y consumarse–
y consumirse en ella. Para elegirse a sí misma y preferirse por encima de los demás se necesita haber llegado, vital, emocional o reflexivamente a lo que Sartre llama
una situación límite. (Castellanos,
1975: 17).
Asimismo, tanto la imagen
de la mujer como el fenómeno de
la maternidad han sido componentes que participan en el destino femenino, de tal modo, que la mujer
debe conformarse y cumplir los
dictados que una sociedad le exige. Así pues, tras las imposiciones que le competen, genera una
identidad que la esencializa, esto
es, como hemos mencionado en
varias ocasiones en este trabajo,
la función que establecen los arquetipos y los deberes sociales
para la mujer, aquellos que son
desprendidos de respuestas biológicas, es decir, una forma por la
cual el sistema patriarcal reproduce acertadamente el “ser para
otro”. Consiguientemente, esta
posición nos indica la ausencia de
corresponsabilidad entre los sexos,
así como también la falta de libertad e independencia.
EL ARQUETIPO DE LA MUJER
Rechazar las falsas imágenes
que los falsos espejos ofrecen
...Realidades simbólicas y edificadas
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a la mujer
en las cerradas galerías donde
su vida trascurre.
Rosario Castellanos.
El arquetipo de la mujer mexicana consiste en ser abnegada,
sufrida, y devota. Estos modos
se esconden en distintos disfraces, uno de ellos es el de la virginidad, el cual se constituye por
valores como la pureza, la decencia y la dignidad, y se esconden bajo la máscara de la
mujer devota. Como consecuencia de la fuerza de
la educación sexual vieja,
se impone aún la virginidad, de modo que la normatividad de sistemas patriarcales como éste, exigen que las mujeres sean
puras, castas y que eliminen el deseo de su existencia; una forma de lograrlo
consiste en asumir la idea
de pecado, de tal modo
que reprimen su libertad
sexual limitada por una imposición religiosa, a menos
que se hallen dentro del
matrimonio, únicamente
con el fin de procrear. Asimismo, para ser una mujer
decente es menester guardar la virginidad como uno
de los valores más preciados, convertirla en una convicción y no en una imposición familiar, social o religiosa.
Por otra parte, la doble moral de sociedades como la mexicana, favorece la actividad
sexual de un hombre, ésta no se
halla condicionada al matrimonio,
por el contrario, entre más mujeres se unan a su lista, mayor
prestigio y reconocimiento recibirá. Así pues, para que un hombre sea reconocido no necesita
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ser virgen, sino, tener experiencia y dominio de la seducción. En
conclusión, la disparidad de las
normas morales en relación a la
abstinencia sexual, juega con
ventajas y desventajas, utilizadas
de acuerdo al beneficio de quien
domina. En el caso de sociedades machistas, los hombres, al
tener dominio de las jerarquías y
de un gran número de masas, establecen reglas que les favore-
cen, por consiguiente, se entabla
la represión sexual femenina.
Como consecuencia de esta
moral femenina, en sociedades latinoamericanas donde generalmente se reproducen sistemas patriarcales, al valorizar la virginidad
también establece un gran valor a
la maternidad, de hecho se considera como el valor supremo de la
mujer, esto como una forma de
control de la sexualidad. A fuerza
de esto, el último deseo de la mu-
jer se cumple con la maternidad,
la cual la llena de ese estatus que
la sociedad endosa a la mujer devota y sufrida. Así pues, en torno
a esta reflexión, Castellanos menciona que el valor de la madre es
paralelo al valor de la mujer santa,
pues dedica su vida a construir y
formar otras. Sin embargo, la mayoría de las veces la maternidad
convierte a la mujer en un “ser para
otro”, si no es que ya lo era. Como
consecuencia, por razones
como ésta es que la mujer
repite el rol del eterno femenino, al olvidarse de sí
misma y cumplir con los cometidos de su opresión. Y no
tan sólo eso, sino que también, dentro de su papel de
madre enajenada, además
de reproducir este fenómeno, cultiva su misma condición de enajenación.
Asimismo, Castellanos muestra en El eterno
femenino, la condición de
la mujer mexicana subordinada y machista, donde la
mujer, en el “ser para otro”,
no necesariamente juega el
papel de la víctima donde
todos abusan, también puede ser que la misma mujer
al no integrarse al mundo de
forma dialéctica, dentro de
la antítesis, mantiene su condición
y la usa para santiguarse y darse
baños de pureza, como lo hace generalmente la madre, y quizá también, para usar las ventajas y desventajas de su rol de “ser para
otro”.
Ahora bien, hemos mencionado más arriba que la madre representa una de las formas más
valorizadas dentro de una sociedad machista; pues bien, cabe
mencionar que una de las partes
Días de escuela / No. 0 / octubre de 2012
que se contrapone a ésta es la
mujer soltera. Ésta es una transgresora voluntaria o involuntaria
de las normas sociales, pues rompe con el arquetipo del matrimonio y de la maternidad, por ello,
el mismo sistema critica, con intención de reprender a aquellas
que no cumplen la regla moral del
matrimonio y de la maternidad,
con comentarios como que “no se
elige ser soltera como una forma
de vida sino que, la expresión ya
lo dice, se queda una soltera, esto
es, que se acepta pasivamente un
destino que los demás nos imponen” (Castellanos, R., 2005: 32).
Así pues, ser soltera es uno de
los errores y prejuicios más satanizados en la sociedad mexicana, ya que quedarse soltera
significa que ningún hombre
consideró a la susodicha digna
de llevar su hombre ni de remendar sus calcetines. Significa no
haber transitado jamás de un
modo de ser superfluo y adjetivo a otro necesario y sustancial.
Significa convertirse en el comodín de la familia. (Castellanos,
1975: 32-33).
El sistema patriarcal determina a los seres humanos, casi a
la par que la inmutabilidad de la
naturaleza, a una exigencia de vida
que consiste en nacer, crecer, casarse, tener hijos y morir. Por ello,
cuando la mujer rebasa la edad
establecida para el matrimonio, se
le empieza a llamar “solterona”,
adjetivo que tiene toda la intención
de ser despectivo; sin embargo, no
es cualquier calificativo, sino que
es un reproche, una reprobación y
un modo de presión para obedecer las normas establecidas. De
modo que, en sociedades como la
mexicana es casi una condena ser
soltera, pues lo que le da valor a
una mujer es tener un hombre, a
su lado, claro. De tal manera que,
la vida de una mujer soltera es minimizada, pero “¿por qué no disfrutar, al menos, de las ventajas de
la soledad? [Como dice Castellanos], De ninguna manera. Debe
arruinarse. (Castellanos, 1975:
33). No obstante, en la actualidad,
en algunos sectores de la sociedad,
algunas familias tradicionales comienzan a desintegrarse. Sin embargo, esto ocurre cuando a la familia no le queda más alternativa
que la ruptura completa de los
modelos tradicionales, lo cual requiere un gasto importante de
energía y también de desgarramientos interiores, no obstante, es
complicado ver más allá del “ser
para otro”, y por ello, muchas
mujeres se rinden y asumen las
reglas de la sociedad.
Ahora bien, hemos mencionado anteriormente que la imagen
de la mujer responde a arquetipos.
Pero uno de ellos, totalmente devaluado y antagónico de la mujer
santa, es el papel de la prostituta.
Ésta, al igual que la soltera, es una
negación del rol de la mujer abnegada. Por lo cual, de acuerdo a los
principios morales de la sociedad
mexicana, una de las peores ofensas al sistema es transgredir el valor de la virginidad. Así pues, tras
estos moralismos, Castellanos teje
sus ideas de libertad femenina y
manifiesta que uno de los requerimientos que consiguen romper
la represión sexual de la mujer,
consiste, en primera instancia, en
desvalorizar las ideas destino femenino, así como los tabúes, los
prejuicios y la doble moral. Para
ello, hay que encontrar los motivos que impulsan a la mujer mexicana a salirse del modelo tradicional y buscar en la educación una
vía para realizarse, es decir, para
encontrar su “ser para sí”. En vistas de esto, uno de los aspectos
importantes por desollar, es buscar “que es lo que se rige como
depositario de valores eternos e
invariables, lo sacralizado: las costumbres. La costumbre de que el
hombre tenga que ser muy macho
y la mujer muy abnegada” (Castellanos, R., 1975: 37). Asimismo,
es necesario actualizar a los padres
y a las madres, eliminar el autoritarismo y la verdad absoluta, transformar con vistas de armonizar las
relaciones humanas. De la misma
manera, se requiere “dejar de enmascarar al novio como aquella
joya que se vende caro, bajo el
precio de anular a su pareja” (Castellanos, R.: 14). Además, es menester transformar el valor tradicional de la virginidad, convertirla en una decisión y no en una justificación bajo mitos como la virtud, la castidad o la pureza. También, hay que dejar de santificar
la maternidad y verla como un fenómeno que se puede regir por
voluntad y, en última instancia,
hay que cambiar la idea de los
maridos, dejar de verlos como
monstruos o santos, sino como
seres humanos. Así pues, para
nuestra autora, el proyecto que
propone es el de formar conciencia, despertar el espíritu crítico,
difundirlo y contagiarlo.
LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER
MEXICANA EN LA EDUCACIÓN
FORMAL
En la educación formal participan,
principalmente las escuelas, seguidas de instituciones que se desenvuelven en el ámbito social como
la Iglesia, el Estado y las reglas y
normas morales de socialización
de un individuo. Así pues, en lo
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referente a la educación, los privilegios entre ambos sexos son imparciales, pues obedecen a un sistema de discriminación hacia la
mujer. En un análisis consecuente, Castellanos muestra en “La
mujer y su imagen”, que anteriormente, los hijos varones que forman parte de una sociedad patriarcal, como la familia mexicana y
latinoamericana, obtenían mayor
oportunidad económica y educativa que las hijas mujeres, ya fuera por problemas económicos, o
bien, por situaciones de discriminación. Aunque, hay que destacar
que, dado que los modelos tradicionales señalan que el hombre es
el encargado del sustento económico de la familia, el hecho de que
la mujer estudie puede considerarse, en alguno de los casos, como
una pérdida de tiempo, pues la normatividad de vida de una mujer
obedece su función a la residencia del hogar, actividad que no
exige estudios académicos. De
esta manera, se adiestra a la mujer
en las labores de una casa y se le
prepara para el matrimonio, posteriormente lo único que necesita
es esperar la llegada de su príncipe azul, alguien que acepte su falta de autonomía, tanto en cuestiones económicas como anímicas,
incluso físicas.
162
Por otra parte, cabe destacar dentro del número de mujeres que sí estudian, muchas de
ellas “desertan a mitad de la carrera, traspasadas por la flecha de
Cupido, o no ejercen la profesión
(...) porque siguen prefiriendo el
mucho más glorioso y todavía, en
muchos sentidos, exclusivo, de
esposa y madre”. (Castellanos,
R., 1975: 28-30).
No obstante, a los resultados
de la media de las mujeres mexicanas, existen otras que logran
transgredir la línea que define el
patriarcado. Sin embargo, menciona nuestra autora, muchas de ellas
se conforman con puestos no tan
reconocidos, con sueldos no lo
bastante remunerados, o bien, viven su éxito con pena o con algún
dejo de culpa, pues, sucede que el
puesto que una mujer está dispuesta a ocupar es el del matrimonio.
Pero a pesar de esto, el éxito laboral de la mujer debe dejar de representar una amenaza tanto para
hombres como para el sistema. Así
pues, la mujer emprendedora se
atreve a desarrollarse en el mundo privado, lucha por conseguir su
verdadera emancipación. Además
del riesgo de la mujer de llevar su
talento hasta sus últimas consecuencias, se juega, sin embargo,
el precio de la soledad, y por ello,
en muchas ocasiones, la sociedad
machista, al no aceptar el rol de la
mujer independiente, genera tanta presión que aquella termina cediendo a las clásicas normas.
CONCLUSIONES
En Rosario Castellanos se supera el estancamiento teórico del
“ser para otro”, es decir, que no
se queda en la negación y supera
el atolladero en que caen muchas
feministas. Así pues, el ejercicio
de Castellanos dentro de la perspectiva filosófica, se inicia en “La
mujer y su imagen”, texto de tesis con el que concluye sus estudios de licenciatura; posteriormente, a pesar de que dedica su
actividad en mayor medida a las
Letras, finaliza sus obras al margen de un proceso filosófico y
dialéctico que se hacen notar en
su texto: El Eterno Femenino. Así
pues, como resultado del uso de
la consciencia, Castellanos dibuja ingeniosamente, mediante un
toque literario, una de las tantas
formas en que la mujer reproduce su condición de “ser para
otro”. No obstante, cabe mencionar que nuestra pensadora no establece éste u otros conceptos hegelianos en sus obras, sin embargo, su hallazgo consiste en un
salto teórico que rebasa por mucho varias perspectivas de las feministas mexicanas. Además,
nuestra pensadora pone a temblar
la perspectiva del feminismo radical, que se encarga de culpar al
hombre de todas las desventajas
y subordinaciones de la mujer.
De manera concluyente, hay
que mencionar que Castellanos
expone abiertamente cómo la mujer reproduce y recrea su propia
subordinación. Asimismo, El
eterno femenino de Castellanos
contrapone al eterno femenino del
movimiento dialéctico del “ser
para otro”, al momento de que
nuestra autora confronta mediante sus textos, a la mujer; pues
bien, sus obras se presentan a través de ejemplos plásticos donde
se incita a la consciencia que lleva al “ser para sí”.
NOTA
1. Entiéndase por identidad, su imagen.
Días de escuela / No. 0 / octubre de 2012
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