¿Se decidirá el legislador concursal a limitar los privilegios del

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21 de Agosto de 2014
¿Se decidirá el legislador concursal a limitar los privilegios
del crédito público?
Desde que se iniciara la crisis que está afectando gravemente a las empresas
españolas, han sido muchos los intentos por reformar la Ley Concursal en aras
a evitar que la mayor parte de los concursos que se presentan acaben
irremediablemente en liquidación.
Marta Sagalá García,
Roca Junyent
La
última
reforma
se
ha
producido
recientemente mediante la promulgación del
Real Decreto-Ley 4/2014 de 7 de marzo,
cuyo objetivo principal, según consta
expresamente establecido en su Exposición
de Motivos, es mejorar el marco legal
preconcursal
de
los
acuerdos
de
refinanciación, reconociendo que hasta
ahora la dificultad para alcanzar acuerdos entre deudor y acreedores derivaba
no tanto de la falta de voluntad entre las partes, sino de las rigideces derivadas
de la propia Ley Concursal. En este sentido, la reforma trata de aportar
soluciones a determinadas limitaciones detectadas con la finalidad de mejorar la
posición patrimonial del deudor y así tratar que las empresas operativamente
viables eviten el concurso de acreedores.
No obstante, ya en los primeros meses de vigencia de esta nueva reforma
se observa que la misma no ofrece todavía una solución eficaz a uno de los
principales problemas que impiden la consecución de acuerdos de refinanciación
o, en su caso, convenio con los acreedores, este es, el mantenimiento de los
privilegios al crédito público que están en la inmensa mayoría de las crisis
empresariales.
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En efecto, a lo largo de la Ley Concursal tras la última reforma, se observa la
existencia de estos privilegios en los momentos más cruciales sobre los que va
a depender la continuidad de las sociedades. Nos referimos tanto a la exclusión
de suspensión de los procedimientos ejecutivos que tengan su origen en créditos
de derecho público una vez realizada la comunicación prevista en el artículo 5
bis de la Ley Concursal, como a la exclusión de afección de dichos créditos en
los acuerdos de refinanciación susceptibles de homologación judicial
regulados en la nueva Disposición Adicional Cuarta de la Ley Concursal en virtud
de la cual se amplía el ámbito subjetivo de los mismos pudiendo imponerse a
aquellos acreedores que no hubiesen participado en éstos, y finalmente a la falta
de vinculación de las Administraciones Públicas con respecto a los convenios
que pudieran alcanzar las sociedades deudoras con sus acreedores.
La experiencia ha demostrado que el mantenimiento de estos privilegios obliga
a las sociedades deudoras a alcanzar acuerdos paralelos con las
Administraciones Públicas acreedoras, supeditando la eficacia tanto de la
comunicación prevista en el artículo 5 bis LC, como de los acuerdos de
refinanciación, o en su caso, convenios con los acreedores, a la consecución de
un acuerdo paralelo con las Administraciones Públicas. Acuerdos que en la
gran mayoría de casos no llegan a materializarse por la posición que éstas
mantienen respecto de las necesarias quitas y esperas que los acreedores
privados se ven obligados a asumir, provocando un inevitable agravamiento de
la situación de la compañía, hasta tal punto de comprometer la viabilidad de la
misma.
Ante esta situación sigue siendo imprescindible una reforma de la Ley Concursal,
que por una parte límite los privilegios que a día de hoy continúa teniendo la
Administración Pública, y que por otra parte permita también la refinanciación del
crédito público. De lo contrario, seguirán teniendo que asumir los acreedores
privados la parte no refinanciada por el sector público, lo que no deja de poner
en riesgo la viabilidad de proveedores, entre otros.
Recientemente ha sido el propio Fondo Monetario Internacional quien nada
más aprobarse esta última reforma ha considerado insuficientes las
modificaciones introducidas, poniendo expresamente de manifiesto que los
planes de reestructuración previstos son muy restrictivos y no obligan a los
acreedores privilegiados especialmente públicos, proponiendo que se acabe con
el estatus privilegiado de Hacienda y Seguridad Social como acreedores y
que al mismo tiempo se sumen a las quitas que acepten el resto.
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Solo el tiempo dirá si esta última reforma ha posibilitado que empresas
operativamente viables escapen de la situación concursal, pero resulta evidente
que el mantenimiento de tales privilegios del crédito público y la falta de
refinanciación del mismo continuará llevando a muchas empresas españolas a
la liquidación, perdiéndose con ello, dicho sea de paso, sujetos pasivos
tributarios y cotizaciones a la Seguridad Social.
Ante estas críticas que ahora públicamente se han recibido por parte del
organismo que dirige Cristine Lagarde, ¿se decidirá el legislador a poner fin a los
privilegios del crédito público en la Ley Concursal en aras a fomentar la
necesaria refinanciación del mismo?
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