Andrew Comiskey La vida, un continuo camino de conversión

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Andrew Comiskey
La vida, un continuo camino de conversión
“Yo no diría que tuve un comienzo traumático o dramático. De hecho creo que
tuve un muy buen comienzo. Mis padres estaban ambos en casa, lo cual agradezco tanto.
Tenía dos hermanos y una hermana menor. Mis hermanos mayores eran un equipo y del
tipo duro. Y yo, crecí sintiéndome excluido. Ellos se unían. Eran más bulliciosos y
agresivos que yo. En general yo era el costal y ellos los boxeadores. La vida, no era mala,
pero fue lo que me dio un sentido de que no era apto para convivir con los chicos. Y mi
hermana, la menor, tenía su propio mundo. Si había un déficit a nivel paternal, era que
no había mucha intervención del padre. Él tenía que trabajar muy duro, estaba buscando
otras cosas en su vida, como educación y cuestiones así. Básicamente me sentí sólo, con
un sentido creciente de sentirme inferior en relación a mis hermanos.
Tenía un amigo en la primaria. Solo éramos amigos, no era nada más, pero por ahí
como en quinto o sexto grado empezamos a experimentar uno con el otro, cuestiones
que, tal vez para otro chico no habrían dejado una marca, pero para mí puso algo en
movimiento….
Creo que fue esa enorme necesidad emocional que tenía desde chico, por
descubrir quién era. Mis hermanos pienso que ya lo sabían, ellos tenían cierta claridad y
poder que yo no tenía. Cuando la relación con aquél chico se volvió sensual, eso satisfizo
algo y puso otra cosa en movimiento, que en realidad era muy vergonzosa…
Me parece que ese chico le dijo a otro chico lo que sucedía porque -tal vez un par
de meses después-, de pronto estaba en la secundaria y todos creían que yo era gay.
Estaba en la escuela y las personas que conocía, de intereses diferentes, clases, etcétera,
me acusaron de ser homosexual. Yo estaba horrorizado. Nunca me había considerado así,
seguro, y no tenía punto de referencia sobre de qué hablaban. Ni siquiera conecté la
etiqueta ‘ser homosexual’ con aquel tipo de juego sexual que existía entre ese chico y yo.
Me acuerdo que en ese momento de tiempo experimenté un nivel de vergüenza que no
había sentido antes y que no he vuelto a experimentar hasta ahora. Fue como si las
personas me vieran como alguien totalmente inferior y pervertido. Eso…, eso cambió el
curso del inicio de mi vida, porque a partir de ahí yo me vi diferente. Me veía como si no
tuviera la libertad de ser normal, en las relaciones, en esos años tan cruciales.
La forma en que lo veo ahora, no lo veía entonces, pero ahora puedo verlo y es…
Es como si ese tipo de comportamiento sexual masculino, que es para convertirse en una
persona poderosa y fuerte para otros, primero en relación a otros chicos y luego para las
mujeres -¡el poder de salir con mujeres!-, en ese momento todo se desvió. Comencé a
sentir un temor terrible de que me descubrieran y se supiera.
La relación que tuve con ese chico era una experiencia de fuerza tierna. Mi
experiencia con mis hermanos era de fuerza sin ternura. Y mi padre era tan distante, no
había una conexión real ahí. Así es que tenía el poder de su masculinidad por un lado,
combinado con algo de ternura. Creo que fue eso. Porque el componente sexual, creo que
a esa edad, todo es poderoso en ese sentido. Pero la necesidad central era de una
experiencia que demostrara un tipo de fuerza tierna.
Al paso del tiempo nos fuimos a diferentes secundarias, dejé de verlo para siempre
y no fue un lazo duradero. Pero sí me dejó una marca y un temor de que se supiera. Como
si las personas vieran algo que estaba muy mal conmigo. Y no tenía ninguna aspiración de
dejar la homosexualidad… no era lo que buscaba en la secundaria. Me encontré allí con
jóvenes que como yo sentían atracción al mismo sexo. Así es que se volvió mi identidad.
Era un tema que entendía, lo único que sentía tener en común con esos otros chicos.
Comenzamos a ir a Hollywood algunas veces. Estaba en California del Sur y teníamos que
dejar nuestros hogares suburbanos, e íbamos a la ciudad sofisticada.
Pero mientras que yo entraba a esas relaciones cíclicas, siendo muy jóvenes, vi a
este hermano (el mayor) que era cristiano y luego el que seguía de mí se volvió como él.
Aunque no me agradaban había este testimonio de Jesús en sus vidas. No podía decir que
nos relacionábamos desde la confianza o de forma cercana, pero sus vidas hablaban
fuerte.
Luego vino la universidad. Pensaba que yo era un chico gay y que así eran las
cosas. La universidad donde estaba tenía dos grandes grupos… la Unión de estudiantes
gays y la de Cristianos. Yo estaba con los gay, aunque me parecía –gracias a la intercesión
de mis hermanos- que los cristianos estaban sobre mí a diario. Tenía la sensación, sabía,
que terminaría yendo ahí. Bueno, no se necesita mucha inteligencia para darse cuenta que
otro chico no podía completar mi necesidad. Creo que lo supe muy pronto. Yo era alguien
realista. Honestamente no había experimentado otra opción, así es que creí en la
oscuridad… Sentía que tal vez no había nada, excepto el punto de Jesús.
Conocí a un par de personas de mi edad que eran cristianas y comenzaron a
hablarme de una forma que entendía y estuve pensando al respecto. Vivía con muchos
chicos gay en ese momento, pero al centrarme en este “Jesús” un poco más, un par de
cosas se volvieron evidentes para mí: Jesús significaba que Dios había dado todo por
nosotros y no podía dar nada más que a Jesús en la cruz. Si Jesús era Dios, lo dio todo, dio
su vida, no podía dar más. Y pensé…guau, esto es sorprendente, demasiado. Eso me
atrajo a Él un poco. Pero me asustaba pensar que Dios pedía todo de nosotros. Algo
similar para seguirlo… teníamos que dar nuestras vidas. Yo no sabía si lo haría, si podría o
si quería hacerlo.
Hubo entonces una conferencia en el Campus llamada la Biblia y la
Homosexualidad y creí que tal vez esa era la clave o, donde se unían ambos mundos. Fue
horrible. Todos eran terriblemente liberales. En realidad eran un grupo para los derechos
de los homosexuales y tuvo muy poco que ver con Jesús. Entre más escuchaba vi que no
tenía nada que ver con Él. Aunque querían agregarle a Jesús en cierta forma, no sabían
nada sobre ese Dios que lo dio todo y luego nos pedía todo. Así es que con calma
destaqué ese punto y dije: ‘Muchachos, creí que venía a algo sobre Dios y Jesús y cómo
nos ayudaría .Lo que me dicen es básicamente que no tiene que ayudarnos porque está
bien que seamos gay’.
Y no sucedió nada para mí allí. Pensé: esto no es la realidad. Ese fue un paso en el
proceso de conversión y luego, en silencio di el paso definitivo. Sólo dije, confío en Él, voy
a seguirlo. Esa fue mi conversión. No hubo nada dramático. Fue muy silenciosa. No hubo
cambio en mi sexualidad cuando tomé esa decisión. Creo que solo cambié mis alianzas,
pero supe que iba a seguir a Jesús.
Me mudé a una casa que estaba llena de esos creyentes muy conservadores. Eran
chicos buenos, listos, en realidad no eran nada fanáticos. Yo fui muy honesto en decir de
dónde venía y aceptar vivir con límites. Aunque era más fácil decirlo que hacerlo. Más fácil
conocer la verdad que vivirla. Pero me comprometí a dar lo mejor que pudiera. Tenía
apoyo ahí. Comencé entonces a visitar una iglesia ‘Viñedo’ cercana (de la denominación
pentecostal), con dos chicos del Campus. Esa iglesia era única porque se basaba en la
misericordia de Dios. Hablaban también de la verdad de Dios y la verdad que él quiere
para nosotros. Aunque había misericordia, era también muy severa en su ética sexual y
también estricta en las consecuencias del permanecer en el pecado sexual. Esa iglesia
introdujo un nivel de intimidad en la adoración que no creo estuviese presente antes en la
iglesia (Pentecostal)… adoración muy intima que me gustó mucho. Teníamos un chico líder
de adoración que era un joven músico de Hollywood. Pero él dormía con su novia. Nadie
sabía eso, nadie lo publicaba, hasta que ella se embarazó. Y el pastor dijo… tú, nos has
guiado en la oración y todos obtuvimos el gran don de tu liderazgo en adoración pero
también introdujiste inmoralidad entre nosotros. Así es que, ¿por qué no estamos a tu
lado y te ayudamos? El tuvo que bajar, decirlo a la iglesia. Fuimos muy amorosos y le
aceptamos. Ellos se comprometieron a casarse, la iglesia les apoyó a ambos, se casaron,
nació su hijo. Eso me mostró algo… que la misericordia y la disciplina no se excluyen. En
realidad van juntas. Eso fue una bendición para mí. Pensé, no soy el peor pecador aquí. En
realidad estaba buscando la gracia de Dios para ser libre de mi compulsión homosexual y
el pastor insistía en cierto nivel de pureza y santidad, para todos. Eso fue la clave para mí.
En mi último año de escuela pude experimentar el poder del Espíritu Santo. Tiene un
inmenso poder para sanar profundamente mientras nos llama y arroja luz a las
complejidades del corazón. Descubrí palabras para lo que conocía, pero que no había
articulado… Supe que mi homosexualidad tenía que ver con ese dolor profundo de querer
fuerza tierna de un hombre que por no descubrir adecuadamente –con mis hermanos y mi
padre que no estaba disponible- se volvió algo sexualizado en esa relación temprana de la
infancia. Descubrí que mi camino futuro en Cristo era resolver con integridad mis
relaciones con hombres. ¡Fue tan importante!
No era llegar y hacer pues estaba compartiendo un cuarto en una casa cristiana
con un hombre… muy hermoso, no sé cómo decirlo, era muy hermoso en espíritu y muy
guapo. Pero me parecía que iba muy bien en mi jornada. Me mantenía célibe, no usaba
pornografía. Me estaba liberando. Pasaba el tiempo y aún sentía atracción al mismo sexo
Luego -a través de algunos buenos consejos de un pastor- tuve la certeza de que el Señor
me decía que debía mantener esta relación como para atravesar y salir del otro lado. No
es del tipo de relación de la que huyes porque le temes. Antes cuando entraba en una
relación donde surgían estas necesidades y había una atracción, yo huía hacia lo que
Primera de Corintios Seis decía, y salía de ahí. No podía huir de esto. Era mi compañero,
era un chico fuerte. Yo tenía que solucionar esto. Pero al situarme en esa decisión surgían
en mí cosas que no había sentido hace mucho y me preguntaba si no habría dado nueve
pasos atrás. Era como si Dios entrara en todas las cosas que había intentado mantener a
raya. Y precisamente en esos momentos aparecían deseos homosexuales muy intensos…
Finalmente cuando atravesé esta relación, me quedé presente y no pasó nada de nada.
Simplemente lo fui superando practicando la presencia de Dios, encontrando amistades
sanas y estables, pero conservando la de mi compañero de cuarto también. De hecho lo
superé. Y en esta relación salí con algo importante… podía enfrentar mis deseos y
temores…. pudiendo así continuar siendo un hombre entre hombres. ¡Es muy importante!
Cuando aparecían los deseos por ese chico, aunque no fueren constantes, pero venían
porque él me los detonaba… Estaba en el mismo cuarto con él y decía: ‘guau, hay
demasiado aquí’… Entonces eso se lo ofrecía al Señor. No me avergonzaba, no me
lastimaba. Le decía: Señor, sabes que esto no me agrada, no quiero sexualizar esto, sólo
quiero honrar a este chico como un chico. Yo soy chico, eso es todo. Y así lo ofrecía al
Señor, aunque tenía que ejercer mucho autocontrol para no caer en la masturbación o en
la fantasía. Pero descubrí que tenía una opción sobre qué pensar, no estaba forzado a
tomar esos deseos y llevarlos hacia algo más. Conforme seguí atento a la relación,
creciendo en Cristo, haciendo nuestra vida juntos como estudiantes y en todo lo que
hacíamos en el Campus, lo superé y el resultado es que ya no tengo atracción al mismo
sexo. Pero para esto tuve que enfrentar al enemigo hasta vivir que era más fuerte en
Cristo, que la amenaza, el temor y la vergüenza de un tipo particular de atracción. Como
resultado de resolver las cosas, comencé a desear una relación con una mujer, la quería.
No creí tener el llamado al celibato, aunque no sabía mucho al respecto…”
Andrew y Annette se conocieron, forjaron su relación en Jesús, se casaron y son padres de
seis hijos. La posterior conversión al catolicismo de Andrew el año 2011 bajo el influjo como él lo señala- del Espíritu Santo y los escritos de san Juan Pablo II, como los de sor
Faustina Kowalska sobre la Divina misericordia, no sólo ha enriquecido su persona y
matrimonio, sino que están fortalecido, “dando luz”, dice, al programa de
acompañamiento “Aguas Vivas”.
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