José Antonio Galán Caudillo de la Revolución de los Comuneros. Mariana Tolosa Rico Nació en Charalá, Santander en 1749, pueblo agricultor de la provincia de Santander. Su origen era humilde, mestizo, hijo de don Martín Galán, español pobre que anduvo errando por las tierras colombianas, de ascendencia gallega, hasta que contrajo matrimonio con una campesina llamada Paula Francisca Perro, una mestiza con ascendencia guane. Casi toda su vida la dedicó a trabajar como jornalero, pero no llegó a poseer tierra propia. Es poco lo que se conoce de la vida de Galán antes de 1754; tan sólo que se casó, y fue acusado por su esposa de haber cometido incesto con una de sus hijas. Galán negó la acusación pero reconoció que tuvo sugestiones del demonio y algunos tactos lascivos con ella, que en lo demás todo es falso cuanto se dice. A raíz de estos hechos le fue ordenado al alcalde de Charalá el embargo de todos sus bienes, pero cuando este quiso cumplir con el punto de la sentencia que ordenaba embargar su casa y regarla con sal, debió comunicar a las autoridades de Santafé que en su jurisdicción no se había encontrado el importe de un cuartillo, ni menos que José Antonio Galán tuviese casa ni domicilio formal en ésta. En 1770 se rebela contra los impuestos de la Corona española. Le condenan a diez años de prisión en Cartagena. Durante su cautiverio de catorce meses, es alistado en el regimiento Fijo que combate las incursiones de los piratas ingleses. Deserta y escapa a Charalá, donde encabeza la insurrección de los comuneros en 1780. No se conocen las circunstancias en que Galán se vinculó al alzamiento de los Comuneros, pero el haber sido nombrado suboficial indica que debió tener alguna ascendencia entre los círculos obreros que se vincularon al alzamiento. Galán fue ascendido a capitán volante luego de la escaramuza de Puente Real de Vélez, el 7 de mayo de 1781, cuando las tropas comuneras dieron cuenta de un pequeño destacamento realista que trató de impedir el avance del ejército del Común hacia Santafé. En el ascenso a ese puesto, que significaba el permanente desplazamiento territorial y la calidad de agitador, influyó la experiencia militar adquirida por Galán en su estadía en Cartagena y su manera de imponer orden y disciplina a los combatientes durante al asalto a Puente Real. Las contradicciones entre Galán y la dirigencia del movimiento comenzaron durante la marcha a Zipaquirá. Ya que no fue bien visto que Galán declarara libres de tributos a los indígenas, ni que despojara de sus armas y del bastón de mando a las autoridades realistas de Nemocón. Por estos hechos Galán fue encarcelado en esa población, el 24 de mayo, pero debió ser puesto en libertad al día siguiente debido a la ascendencia de que gozaba sobre la tropa y por intervención del generalísimo Juan Francisco Berbeo, quien consideró que Galán era la persona más indicada para dirigir el destacamento comunero que habría de obstruir la comunicación entre Santafé y Facatativá, y de interceptar las armas que había enviado el virrey desde Cartagena. Galán cumplió la orden de interceptar el correo al apresar al piquete realista que lo conducía, pero luego desconoció al generalísimo, desobedeciendo su orden de regresar ya que al enterarse que Berbeo pretendía entrar en conversaciones con las autoridades realistas para excluirlo del campo de Zipaquirá, por el liderazgo que sobre la misma había adquirido, por ello Galán emprendiendo por su cuenta una campaña de agitación por algunos pueblos ribereños del río guatapuri, expandiendo el movimiento por la provincia de Mariquita. En las antiguas provincias de Mariquita y Neiva, el levantamiento se dirigió por igual contra los hacendados criollos y españoles, como contra las autoridades realistas. Los dueños de las grandes haciendas tuvieron que buscar refugio en las poblaciones más seguras, debido al alzamiento de sus trabajadores negros, indios, mestizos y blancos pobres. En los centros urbanos hubo también fuertes enfrentamientos, sin que los levantados pudieran hacerse al dominio de los mismos, como ocurrió en la provincia del Socorro. Esa guerra social contra los propietarios y funcionarios blancos pareció resumirse en el grito: Mueran los blancos! En su recorrido por la zona, Galán pasó por Guaduas el 4 de junio, comandando un ejército de 200 a 300 hombres. Al llegar a Mariquita, el 16 de junio, contaba con 400 soldados armados con picas, espadas, lanzas, machetes y algunas armas de fuego. En esa población le dieron a conocer el contenido de las capitulaciones de Zipaquirá, sin que aceptara por ello reintegrar los dineros expropiados al rey y los particulares, de los cuales dejaba recibos e invertía en el sostenimiento del ejército. El 18 de junio Galán se tomó la hacienda de Malpaso y el 6 de julio, por intermedio de su subalterno Javier Reyes, promovió la rebelión en la hacienda cacaotera de San Juan de la Vega. El 20 de julio, el jefe comunero salió victorioso de una emboscada que le preparó Juan Antonio Fernández, vecino de Purificación y quien tenía la misión del Real Acuerdo de Santafé de entregarlo vivo o muerto. En su campaña Galán favoreció el enfrentamiento inter-racial, con la destrucción de los instrumentos de tortura que se usaban en las grandes haciendas, y con la liberación de esclavos negros. Esa lucha en pro de la abolición de la esclavitud y del orden social jerarquizado con base en el color de la piel y la "pureza de sangre", aparece vinculada con la idea de proclamar al inca del Perú como nuevo rey del Nuevo Reino, Galán había llegado a sembrar la semilla de que con este Reino no se reconocería a otro monarca y que al inca era a quien iban a proclamar dada la legitimidad ancestral del imperio más poderoso del sur del continente. El 26 de julio Galán inició la retirada de la hoya del río Magdalena, al recibir una comunicación de un espía comunero que le informaba de la llegada a la Villa de Honda de las tropas realistas anunciadas. Su retirada no fue sigilosa: pasó por Llano Grande, El Espinal, la Mesa de Juan Díaz, Facatativá, y el 3 de agosto llegó a Zipaquirá, donde prorrumpió en insultos contra el corregidor Carlos de Burgos. En la primera quincena de agosto llegó a Chiquinquirá, donde se encontró con el dueño de la hacienda de San Juan de la Vega, aquella donde había liberado esclavos; el hacendado lo trató de azotar, mientras lo insultaba calificándolo de perro y ladrón. Galán se dirigió entonces hacia Santa Rosa de Cerinza, y el 2 de septiembre, a la parroquia de Mogotes, donde contaba con sus más fieles adeptos. Su llegada tranquilizó a los sectores populares de la zona donde se había originado el alzamiento, porque habían circulado rumores sobre su muerte, y porque esperaban que encabezara un nuevo movimiento contra las autoridades realistas. Allí conoció la inconformidad de los habitantes por las capitulaciones de Berbeo, considerando que la alta dirigencia del Común los había traicionado y que nada había cambiado. Por ello, las gentes de la región se habían manifestado en más de dieciséis tumultos, entre el 20 de junio y el 3 de septiembre, contra las autoridades, los capitanes del Común, la negociación en Zipaquirá y el posterior desconocimiento de las capitulaciones. Para entonces el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, pidió una tregua de un mes, contado a partir del 10 de septiembre, con el objeto de intentar hacer cumplir las capitulaciones. Con ese convencimiento, Galán se preocupó por persuadir a sus aliados de ganar tiempo y no esperar a que concluyera la tregua propuesta por el prelado y con ella la llegada de tropas de Santafé. El 23 de septiembre propuso acordar bajo la gravedad del juramento, los objetivos y la ruta del nuevo avance, pero ante la insistencia de esperar que culminaran los días de la tregua, el jefe del Común propuso que fuera el último día, el 10 de octubre, cuando se iniciara la movilización hacia la capital del Virreinato. Su plan consistía en concentrar ese día a comuneros de 15 parroquias pertenecientes a las jurisdicciones de Pamplona y Sogamoso, en la población de Santa Rosa, para luego salir hacia Tunja y llegar a Guachetá, donde se reuniría con la otra división del ejército del Común, compuesta por gentes del Socorro y de San Gil, la cual debía seguir una ruta similar al desplazamiento que culminó con las capitulaciones. En Guachetá, se pensaba hacer Consejo de Guerra para definir el plan de ocupación de Santafé. Galán aplazó la concentración en Santa Rosa para el 15 de octubre, y cuando se dirigía a Soatá a reclutar gente, fue apresado en el sitio de Chaguanete, en proximidades de Onzaga, antes de la medianoche del 13 de octubre. Tres días después, Galán y sus compañeros llegaron como prisioneros a la Villa del Socorro. Ningún herrero quiso colocarles y remacharles los grillos; el opresor, Salvador Plata, tuvo que mandar que lo hicieran sus esclavos. Por el camino hacia Santafé los procesados fueron planeando lo que iban a decir a las autoridades; un escolta testimonió que Galán les insistía a sus compañeros que lo que fueran a decir al principio, eso era lo que habían de decir hasta el final. El juicio contra Galán y sus compañeros comenzó en los primeros días de noviembre y culminó con la sentencia del 30 de enero de 1782. Se le condenó a la pena de muerte y al desmembramiento de su cadáver, se declaró infame su descendencia y perdió sus bienes. En ese sentido, también es significativo que en la sentencia a muerte se hubiera expresado que contra la misma no operaba ni súplica ni recurso, pues se trataba de reos convictos, confesos y notorios. La ejecución de Galán tuvo lugar el 1 de febrero de 1782, en Santafé de Bogotá su cadáver fue descuartizado y quemado en una hoguera, sus bienes confiscados y su nombre declarado infame. Ni la memoria de Galán ni la de los Comuneros fue recogida por nuestros próceres quizá porque el comportamiento de sus dirigentes era una referencia inconveniente para los objetivos que se proponían. Sin embargo el recuerdo del líder comunero permanecerá en la memoria y en la leyenda de los colombianos, como uno de los precursores de nuestra independencia. Bibliografía GUILERA Peña, Mario. "Los comuneros: guerra social y lucha anticolonial". Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1985. ARCINIEGAS, Germán. "20.000 Comuneros hacia Santa Fe". Bogotá, Pluma, 1981. FRIEDE, Juan. "Rebelión comunera de 1781. Documentos". Bogotá, Colcultura, 1981. GUTIERREZ, José Fulgencio. "Galán y los Comuneros". Bucaramanga, Imprenta Departamental, 1939. PHELAN, John Leddy. "El pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia, 1781". Bogotá, Carlos Valencia, 1980. CASTELLANOS TAPIAS, Luis. "El Alzamiento". Bogotá, Ediciones Edición-Editorial Guadalupe, 1962. Una novela acerca del movimiento de los Comuneros. Castellanos Tapias