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Mozart y Salieri: La contienda que nunca fue, por Erica
Jeal
Erica Jeal · Saturday, March 12th, 2011
Es difícil decidir cuál es la imagen de Antonio Salieri que está más firmemente
arraigada: la de que fue el atormentador que llevó a Mozart a una muerte prematura,
quizá usando incluso una gota de arsénico para asegurarse, o la de que fue un pésimo
compositor. Unas pocas piecitas toscas en la banda sonora de Amadeus (la película
dirigida por Milos Forman en 1984 y basada en la obra de teatro de Peter Shaffer) son
todo lo que la mayoría ha oído de la obra de Salieri. ¿Hay algo más que explorarle
como compositor?
Sí, hay músicos influyentes que dicen que sí. De hecho, las óperas de Salieri han ido
experimentando una exhumación lenta pero firme. En diciembre de 2004 el teatro La
Scala de Milán reabrió sus puertas con Europa riconosciuta, la misma obra que Salieri
escribió para su inauguración en 1778. Recientemente la cantante Cecilia Bartoli
grabó un álbum completo dedicado a su música. Con el acierto de una artista como
Bartoli empezamos a oír más acerca de Salieri el compositor. ¿Y en cuanto a Salieri el
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envenenador? Tristemente para quienes gustan de una buena teoría de la
conspiración, no hay evidencias. Ahora es tiempo de revaluar al hombre y su música.
Si Salieri no era el intrigante envidioso y colérico de la imaginación de Milos Forman,
¿quién era entonces? Para nuestro pesar, es poca la información que se tiene de
primera mano. Pero el retrato trazado por Volkmar Braunbehrens en la biografía
publicada en 1989 es el de un hombre serio, formal y en ocasiones irascible. No
obstante, también existen menciones del compositor como amigable y jovial: el tenor
irlandés Michael Kelly, gran amigo de Mozart, aseguraba que Salieri “podía hacer un
chiste de cualquier cosa”. Lo cierto es que en 1781, cuando Mozart se estableció en
Viena a sus 25 años, Salieri era seis años mayor y ya estaba consolidado como estrella.
Nacido en 1750 en Legnano, un pueblo del norte de Italia, fue llevado a Viena a los 15
años y allí conoció a su futuro mentor, Gluck, así como al emperador José II. Salieri
fue invitado a tocar en sesiones de música de cámara junto al emperador, y pronto
lanzó su carrera en la corte imperial. Su nombramiento en 1774 como compositor de
la corte y director de la ópera italiana lo convirtió en uno de los músicos más
influyentes de Europa.
Un compositor joven y ambicioso como Mozart pudo haber deseado tener a Salieri
fuera de su camino, pero no al revés. ¿Qué importaba si Mozart colaboró en Las bodas
de Fígaro con Beaumarchais, el decano de la escena parisina? Al fin y al cabo Salieri
estaba escribiendo Tarare, una ópera que sería éxito en París, con libreto del
mismísimo Beaumarchais. ¿Y qué más daba si las colaboraciones de Mozart con el
libretista Lorenzo da Ponte dieron mejor fruto que las de Salieri? Nada. Al fin y al
cabo era Salieri quien podía reclamar el crédito por haber llevado a Da Ponte a Viena.
Es cierto que luego del fracaso de su primera ópera juntos el compositor juró que se
rebanaría los dedos antes de volver a trabajar con el libretista, pero con el tiempo se
ablandó y terminaron escribiendo varias óperas exitosas.
No obstante, si hemos de creerle a Constanze, la esposa de Mozart, sí hubo un
incidente que pudo haber encendido la chispa de una rivalidad. Según ella, Da Ponte
le ofreció primero a Salieri el libreto de Cosi fan tutte, y éste lo rechazó aduciendo que
no merecía una puesta en escena. Cuando después Mozart posó su mano sobre aquel
texto, Salieri, humillado, tuvo que tragarse sus palabras.
Por lo demás, cualquier tensión entre los dos músicos pareciera tener más que ver con
las políticas del oficio. Salieri tuvo que rechazar la prestigiosa comisión de escribir La
clemenza di Tito, pero en verdad no tenía razón para resentirse con Mozart por ser la
segunda opción. Por su parte, Mozart se queja en algunas cartas de verse frustrado
por “intrigas” italianas, pero a menudo parece que él sentía que debía excusarse ante
su ambicioso padre por cualquier pequeño fiasco. Lejos de impedir cualquier
presentación, con frecuencia Salieri dirigió la orquesta en obras de Mozart. Y es casi
seguro que la muerte de Mozart, como escribió un respetado periódico musical, no se
debió a envenenamiento sino a “un trabajo arduo y una vida agitada en compañías
malamente escogidas”.
Fue solamente después del fallecimiento de Mozart que Salieri empezó a tener
verdaderas razones para odiarlo. A diferencia de la música de cualquier compositor
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anterior, la de Mozart continuó siendo interpretada. Desplomado cuando estaba en la
cumbre de sus poderes, y con el escalofrío agregado de los rumores sobre su
homicidio, se convirtió en el primer músico cuyo culto de celebridad floreció después
de muerto.
Salieri, por otra parte, duró más que su talento. Casi no compuso música durante las
dos últimas décadas de su vida. A cambio, se dedicó a revisar sus obras previas.
Sabemos que tuvo una impresionante nómina de pupilos: Beethoven, Schubert,
Meyerbeer y Liszt, por no mencionar a Franz Xaver Mozart, el hijo menor de su
supuesto adversario. Pero el compositor que alguna vez estuvo a la vanguardia de las
ideas operísticas no necesariamente les enseñaba a sus alumnos a ser así de
innovadores: debemos estar agradecidos de que Schubert ignoró sus diatribas contra
el “intolerable” género del Lied alemán.
Concretando, ¿cómo fue que este respetable músico se convirtió en el presunto
asesino de Wolfgang Amadeus Mozart? Nadie sabe con certeza, pero en sus últimas
semanas de vida Mozart reportó creerse envenenado y culpó a las hostiles facciones
italianas de la corte de Viena. La gente ató cabos y terminó señalando a Antonio
Salieri. Ni siquiera sus colegas compositores pudieron resistirse a una historia tan
buena. Hay menciones de ella en los cuadernos de conversación de Beethoven. Weber,
el suegro de Mozart, la escuchó en 1803 y desde entonces trató desdeñosamente a
Salieri. Aún después de veinte años la historia seguía rodando: Rossini hizo un chiste
sobre el asunto cuando conoció a Salieri en 1822.
En tanto que el rumor se iba haciendo más conocido, cualquier negación sólo servía
para reforzarlo. Entonces sucedió en 1823 que Salieri, en su lecho de muerte y
mientras desvariaba, se acusó de haber envenenado a Mozart. En momentos más
lúcidos se retractaba, pero el daño ya estaba hecho. Aun cuando pocos creyeran en las
divagaciones de un viejo confundido, el hecho de que Salieri “confesara” el crimen de
Mozart le dio al rumor una semblanza de validez.
Hoy, aunque prácticamente la damos por falsa, la imagen de Salieri el envenenador
persiste. Ello se debe sobre todo a que muchos artistas se han dejado arrastrar por
ella, y sus respuestas terminan revelando más sobre ellos mismos que sobre la
verdadera historia. Pushkin, quien escribió su pequeña tragedia sobre el tema apenas
cinco años después de la muerte de Salieri, lo retrató sin ambigüedades como un
asesino. Sin embargo, el autor parece identificarse al mismo tiempo con el Salieri
profundo y el Mozart alegre. Rimsky-Korsakov escribió la ópera Mozart y Salieri 67
años más tarde, imitando con su música el estilo clásico, excepto en las escenas en
que Mozart toca algo que Salieri aclama como “genial” (y es allí donde, irónicamente,
tenemos los únicos momentos de Rimsky-Korsakov en su estado más puro).
Y luego, por supuesto, está Amadeus. El éxito de la película ha hecho más que
cualquier rumor para promover la imagen de Salieri como malhechor, aun cuando la
obra de teatro en que se basa sostiene que él no fue el asesino. Pero en la
identificación con Salieri, Shaffer convirtió la pequeña tragedia del compositor en algo
mucho más grande: es el espejo de cierto rasgo de la naturaleza humana que
preferimos no encarar.
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Todas estas obras, sin embargo, terminan ignorando un punto muy importante: que
ese “santo patrón de la mediocridad”, como lo llamó Shaffer, compuso algunas piezas
musicales magníficas. Es cierto que en la totalidad de su obra hay inconsistencias, y
que rara vez alcanza las cimas escaladas por Mozart. Pero, igualmente, varios
momentos son originales e ingeniosos, y lo mejor de su creación es en verdad muy
bueno. Salieri puede ser un gran villano cinematográfico, pero quizá en el futuro
podamos recordarlo por algo que realmente hizo.
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Publicado en Prodavinci por cortesía de la Revista El Malpensante.
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on Saturday, March 12th, 2011 at 10:58 am and is filed under Artes
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