Crónica de Fernando Vidal

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MONSEÑOR SÁNCHEZ NO FUE DEL TODO JUSTO
Fernando Vidal Fernández
En la presentación del éxito editorial que ha publicado Rafael Díaz-Salazar en la
Editorial PPC, con la primera edición agotada en pocas semanas, se produjo un
encuentro poco frecuente: la coincidencia en la misma mesa de un obispo y un ministro.
Monseñor José Sánchez, obispo de Guadalajara y D. Fernando López-Aguilar, ex
ministro de Justicia, compartieron codo con codo mesa en la presentación del libro “El
factor religioso en la política española: del nacionalcatolicismo al laicismo”.
Lo primero que hay que resaltar es la importancia de ese encuentro. En un país en el que
se está instando al extremismo y la división al mundo católico por parte de diferentes
líderes, el hecho de que se visibilice que dos personas de tanto calado como el obispo
Sánchez y el ministro López-Aguilar se puedan encontrar, coincidir y disentir en sus
opiniones, es importante. En la presencia de ambas personalidades hay que leer un signo
que pone en valor la importancia de la convivencia. Lo que Manuel Garrido, de la
oficina de información del Opus Dei en España, que también asistió a la presentación
del libro de Díaz-Salazar, llamaría la política de comensalidad: comer juntos, sentarse
juntos a conversar, la urgente necesidad que hay de encuentros no como personajes sino
como personas. Esto es una urgencia en las relaciones Iglesia-PSOE: espacios y tiempos
en los que poder compartir mesa para crear el humus empático del que puedan surgir
luego consensos y que garantice que los disensos no van a romper la convivencia.
Quizás deberíamos invertir más esfuerzos en crear la infraestructura política de
fraternidad en la que luego puedan surgir los encuentros. Lo que está claro es que la
comunión se juega principalmente en la fraternidad y que la coincidencia doctrinal o
política es una variable dependiente de la fraternidad. La primacía de la convivencia:
esto es lo que José Sánchez y Fernando López-Aguilar representaron el día uno de
febrero, día de san Raúl, que significa “consejero valiente”.
Un segundo comentario. Monseñor Sánchez pronunció una intervención en la que
principalmente estableció que en el ciclo 1966-1986 España como en ningún momento
de su historia vivió el mejor modelo de presencia de la Iglesia en la vida pública.
Efectivamente, lo que Monseñor Sánchez caracterizó como “una primavera luminosa de
presencia de la Iglesia en la vida pública” estableció un canon de las relaciones entre
Iglesia y vida pública del que luego nos hemos alejado. El libro de Rafael Díaz-Salazar
ilustra las características de dicho periodo y cómo el compromiso de la Iglesia a favor
de la democracia y la reconciliación trajo esperanza a millones de personas. Hay
momentos que se marcan porque realmente el contexto es excepcional y es ante esos
acontecimientos extraordinarios cuando realmente se prueba la santidad o la calidad de
los hombres. Lo dice el Evangelio: en el conflicto es donde nos probamos. Y realmente,
en el largo ciclo de Transición, la mayoría de nuestro episcopado estuvo a la altura. Eso
no es sólo pasado sino que constituye un canon, un modelo, del que deberíamos
aprender. Desde algunas voces cristianas se está instando al gobierno a que no huya al
paradigma republicano sino que se reafirme en el espíritu de la Transición y realmente
también la Iglesia debería reafirmarse en ese espíritu eclesial de la Transición, en ese
modelo de católicos en la vida pública que Sánchez caracterizó como “primavera
luminosa”.
Un tercer comentario. El ex ministro de Justicia López-Aguilar, uno de los más
importantes miembros de la Ejecutiva federal y excelente candidato a presidir la
Comunidad de Canarias, desarrolló una tesis que captó mi atención por su novedad y
lucidez en lo que se suele oir en el PSOE. El ex ministro dijo expresamente que la
Constitución de 1978 no dice que el Estado sea aconfesional. En su discurso se refirió a
los siete principios constitucionales fundamentales “consagrados” constitucionalmente
en el artículo 16 de 1978:
a. La libertad religiosa y de culto.
b. La libertad religiosa no sólo es de las personas sino de las comunidades.
c. El único límite de la libertad religiosa es el mantenimiento del orden
público.
d. La no obligación de declaración religiosa.
e. La no estatalidad de ninguna religión.
f. La obligación de los poderes públicos de tener en cuenta las creencias
religiosas.
g. Las relaciones de cooperación de los poderes públicos con la Iglesia
católica y las demás confesiones.
López-Aguilar sostiene que la laicidad es garantía de libertad religiosa pero que estos
principios constitucionales no son compatibles con un concepto de laicidad que
implique la obligación de privatización individualista de la religión, la desatención
pública de los asuntos religiosos o la no cooperación activa con la Iglesia católica y las
demás confesiones. Por el contrario, la Constitución impide que ninguna religión sea
considerada estatal pero es compatible con ese principio constitucional la presencia,
actividad y responsabilidad de las religiones en la vida pública. Para López-Águilar, lo
que se puede denominar laicismo significa beligerancia contra las religiones y el hecho
religioso y ese no es el principio que consagra la Constitución de 1978 y negó que en
absoluto fuera el laicismo lo que anima a este gobierno sino que el gobierno se guía por
una laicidad positiva. Una buena intervención como broche a su mandato como
Ministro de Justicia.
Dijo esto último a propósito de una opinión que al final de su intervención Monseñor
Sánchez dejó caer desde la mesa como un jarro de agua fría sobre un cálido auditorio.
Monseñor Sánchez dijo que ésta legislatura ha sido el periodo de peores relaciones entre
Iglesia y Gobierno. Personalmente, agradecí la sinceridad de Monseñor Sánchez si es
que realmente piensa y quería decir eso al lado del todavía en esos días ministro de
Justicia. Aprecié su libertad de espíritu para decir, con buenos modos, un juicio tan duro
y realmente poco amable en el ambiente que se había creado. La verdad es que esa
opinión me pareció injusta y creo que en toda la sala se creó una sensación de no haber
sido apropiado. Por eso agradecí más la cordialidad, amabilidad y firmeza con la que
contestó en su turno López-Aguilar, con una tolerancia e intención de remendar el roto
que desde luego fue encomiable.
¿Por qué me parece que monseñor Sánchez no fue del todo justo? Precisamente estaba
con el ministro que había favorecido el mejor acuerdo de financiación de la Iglesia que
se ha pactado en toda la democracia y estaba con el ministro que ha constituido la
Fundación Pluralismo y Convivencia que ha sido un rompehielos en la cultura laicista
de nuestro país. El propio nombre de esta fundación representa la “sana laicidad” que es
necesario implementar en nuestro país. También es cierto que era el ministro que había
firmado la legislación de matrimonios homosexuales y el ministro que ha firmado la
nueva ley de divorcio y ambos proyectos han sido criticados por la Conferencia
Episcopal.
Pero creo que aunque Monseñor Sánchez pueda sostener que la conflictividad entre
Gobierno y Conferencia Episcopal ha sido intensa, debería al menos haber valorado el
esfuerzo que el gobierno de Zapatero ha hecho por reconducir dichas relaciones.
El balance al tercer año de gobierno es de claroscuros. Iglesia y Gobierno pactaron la
financiación. En asignatura de religión también hay pacto de avances y en principio
hubo acomodo en Educación para la ciudadanía. Al final, el gobierno ha dicho más noes
al 10% de españoles laicistas que a la Iglesia. El matrimonio homosexual fue una grave
ruptura, pero el Papa en Valencia fue exquisitamente delicado y ha sido muy apreciado.
Incluso el Vaticano dio apoyo por la declaración en España de su portavoz Lombardi a
favor del Encuentro de civilizaciones. En bioética hay distancias pero también es verdad
que no se han abierto cambios legislativos en la cuestión del aborto. En cooperación al
desarrollo, defensa y paz, política migratoria, penitenciaria, mayores e inclusión social,
el gobierno actúa más acorde a la Doctrina Social de la Iglesia que otros anteriores.
Quizás podamos discutir sobre si objetivamente ha habido un periodo conflictivo como
ningún otro –por mi parte, creo que fue mucho más conflictivo el periodo de discusión
de la LODE y de legislación del aborto-, pero creo que no fue justa una sentencia tan
poco matizada, que no reconozca lo que de bueno ha habido y el esfuerzo por
reencontrarse. Sinceramente, creo que lo más relevante de este Gobierno respecto a la
Iglesia no han sido las trifulcas legislativas ni los acuerdos, sino la voluntad que el
Gobierno tuvo para pasar de una posición al principio aparentemente laicista a apostar
por una cultura política de más sana laicidad.
No me quedó claro de todas formas si cuando monseñor Sánchez dijo que este había
sido el peor ciclo de la democracia para las relaciones Iglesia-Gobierno, estaba
atribuyendo la responsabilidad al Gobierno o a la Conferencia Episcopal. Aunque al
final se mostró bastante equidistante ya que sostuvo que el principal problema a su
juicio es que en ninguno de los dos lados han estado las personas oportunas.
No obstante, insisto en que lo más novedoso no fue que monseñor Sánchez mostrara
disenso sino en que antes y después de ello siguieron sentados juntos a la mesa y seguro
que si siguieran hablando lograrían establecer una visión más común. Ojalá la Iglesia
conserve esa libertad para poder interpelar a cualquier Gobierno; pero ojalá nuestro
sentido de justicia no sea justicialista sino que esté evangélicamente corregido por la
prudencia y la caridad.
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