“Cifras y conceptos”: Santos gana, pero pierde con los “blancos”

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“Cifras y conceptos”: Santos gana, pero pierde
con los “blancos”
Ricardo García Duarte
Politólogo y abogado
El presidente Juan Manuel Santos es el que mejor situado está en la carrera
por la Presidencia. No gana por su arranque espectacular sino por el tortuoso
despegue de sus competidores, hundidos hasta ahora en un barro arcilloso y
denso, causado por la ausencia de una identidad atractiva para la opinión
pública.
Se trata más bien de un fenómeno de retracción colectiva o de galope forzado.
Si Santos avanza es porque sus opositores, o están frenados o retroceden,
agotados en un esfuerzo ímprobo por hacer progresos dentro de una opinión
que, por distintas razones, no cree mucho en el Presidente, pero al parecer
menos en las figuras que se le enfrentan, carentes ellas de fuerza alternativa.
Es decir, huérfanas de un aliento simbólico que las instale en el imaginario
popular como las garantes de la paz efectiva y el cambio social, además de
que brinden estabilidad y seguridad.
Posibilidades y limitaciones de Santos
El hecho que Juan Manuel Santos se haya re-ubicado en las condiciones más
favorables con respecto a sus competidores, lo confirman los indicadores en
las intenciones de voto surgidos en el último sondeo realizado por “Cifras y
Conceptos”.
Si dicha encuestadora está en lo cierto, el 26% de los votantes se inclinan por
el Presidente – candidato. Lo cual no es nada impresionante. Pero, le alcanza
para triplicar a Óscar Iván Zuluaga (8%), el candidato de Uribe Vélez, principal
retador desde la oposición de derecha. Esta última candidatura, si no
experimenta una bajada inatajable al menos da muestras de un estancamiento
insufrible; atrapada como se encuentra entre la falta de una personalidad
propia y la desgastada repetición de un discurso negativo frente a la paz. El
cual, si viniera de un candidato con reconocible identidad podría ganar incluso
adeptos en la franja amplia del centro-derecha. Pero, proviniendo como
proviene de un representante de otro individuo que lo acompaña al centímetro,
su omnipresente y rotundo jefe, termina por exhibirse como alguien impuesto,
pero además como alguien impostado.
Un Juan Manuel Santos que triplica en votación potencial al uribismo y que
además alcanza de nuevo el nivel del 50% en el registro de las opiniones
favorables podría navegar con seguridad, aunque lentamente, hacia el triunfo.
Dos tendencias conspiran, sin embargo, contra esa posibilidad: el voto en
blanco y la no aceptación de la reelección santista.
El voto en blanco, adelante
El 30% de los electores prefieren el voto en blanco. Lo cual entraña,
seguramente, una actitud de condena pasiva (pero, condena al fin y al cabo)
contra las aspiraciones del Presidente; aunque, claro, también contra las del
candidato uribista y contra las de la izquierda.
Al mismo tiempo, un 63% de los votantes manifiestan “no estar de acuerdo con
el hecho de que el actual Presidente sea relegido”.
Es como si un glaciar se extendiera por delante. Un glaciar contra el que
Santos y sus partidos tendrían que movilizar un rompehielos para que,
avanzando en medio de esa congelada indisposición de la opinión, pudiesen
ganar en la primera vuelta o, al menos, provocar una lenta catalización en su
favor para la victoria holgada en la segunda.
Cinco millones de almas ex – santistas
Ahora bien, un 26% de votantes santistas, siendo el triple del score precario,
patentado por el candidato uribista, es apenas el equivalente a la votación
depositada por Antanas Mockus, el contrincante al que él aplastó
electoralmente hace tres años y medio. Un porcentaje que por cierto dista
considerablemente del 62% conquistado en esa ocasión por el mismo Santos.
La diferencia no es poca: 36 puntos porcentuales separan desfavorablemente
al candidato Santos de su propio récord anterior.
Mal contados, son cinco millones de votos ex – santistas, huérfanos hoy de un
referente claro de identidad, frente al cual pudiesen orientar su adhesión. ¡Todo
un potencial de fluidez electoral, susceptible de transformarse en un
movimiento de transferencia en las lealtades electorales! Es decir: de
protagonizar un desplazamiento en sus adhesiones hacia otra oferta electoral
que case con sus imaginarios, con sus expectativas.
¿Hacia dónde podrían ir esos cinco millones de votos? Es una de las preguntas
centrales para definir las tendencias ciertas, de cara a las elecciones de mayo.
Carencias en la derecha y en la izquierda
Por lo pronto, la mayoría de tales votantes –unos cuatro millones, si no másestán instalados en el voto en blanco; un voto de desasosiego, quizá; de falta
de conexión con un proyecto. Para atraer a este electorado ya no en términos
de rechazo generalizado, sino bajo propuestas alternativas –sean de derecha,
de izquierda o de centro-, las ofertas existentes no parecieran haberse
apropiado aún de los recursos simbólicos y programáticos, lo suficientemente
eficaces como para articularse con los sentimientos de ese electorado.
En el campo de los conservadores y uribistas, la candidatura de Óscar Iván
Zuluaga se atasca sin remedio, pese a la tozudez casi delirante de su jefe. Sólo
una operación de sustitución (alentada por Pastrana y por el propio Uribe
dentro de su risueño matrimonio), podría reacomodar las cargas en este sector
del arco ideológico. La sustituta sería Martha Lucía Ramírez, lanzada a la
candidatura oficial por un amplio segmento de cuadros medios y dirigentes de
base del partido Conservador, en rebelión bulliciosa contra los jefes
parlamentarios de ese partido.
Sólo que las posibilidades de esa candidatura, con la que se sellaría el
acercamiento entre votantes uribistas y conservadores, podría también
entrabarse como resultado de la propia división conservadora y de la imagen
de maniobra uribista que dejaría flotando; una maniobra bajo cuyo conjuro se
desecharía a Óscar Iván Zuluaga.
En el campo de la izquierda y de los independientes, la falta de unidad y la
miopía sectaria son los factores que atentan contra sus propias posibilidades.
Las de simbolizar una alternativa, capaz de hacer reaccionar tanto a los
electores que se inclinan por el voto en blanco como a los indecisos. Quizá, si
los Verdes se decidieran finalmente por un mecanismo de selección, del que
resultase una candidatura de Peñalosa, conseguirían de ese modo que este
último se alzara con una votación respetable para disputarle a Martha Lucía
Ramírez la posibilidad de ir a una segunda vuelta. Si es que todas estas
circunstancias no conducen a que una porción importante de este electorado,
hoy alejado, vuelva a través del voto útil a donde Santos, lo que lo haría
coronar una victoria en la primera vuelta.
Edición N° 00385 – Semana del 31 de Enero al 6 de Febrero– 2014
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