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PROGRAMA No. 0233
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LUCAS
Capítulo 23:17 - 49
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio del evangelio según San Lucas. En nuestro
estudio del capítulo 23 de este evangelio, hablábamos en nuestro programa anterior de Poncio
Pilato, el gobernador romano ante quien Jesús fue llevado para ser juzgado. Y decíamos que
Pilato estaba tratando de evadir su responsabilidad de tomar una decisión en cuanto a Jesús. Y
por eso dijo que le castigaría y luego le soltaría. Pero eso es injusto, eso es equivocado. Si Jesús
es culpable, entonces, debe ser castigado. Pero si es inocente, debe dejársele en libertad. Pero
eso de castigarle y luego dejarle en libertad, eso es totalmente equivocado. Eso es una avenencia
y alguien ha dicho que la avenencia es la palabra más inmoral que existe en cualquier idioma. Y
eso era, pues, lo que estaba tratando de hacer Poncio Pilato. Ahora, note usted lo que sucede
aquí en los versículos 17 al 19 de este capítulo 23 de San Lucas:
17
Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
18
Mas toda la multitud dio voces a
una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!
19
Este había sido echado en la
cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio. (Luc. 23:17-19)
Amigo oyente, es evidente que este hombre Pilato no quería de ninguna manera hacer una
decisión en cuanto a Jesús. Por eso buscaba una manera fácil de escaparse, de zafarse de estos
astutos políticos religiosos. Decidió entonces, dejar que ellos escogieran entre Barrabás y Jesús.
Ahora, para él la decisión era obvia. Pero note usted lo que ocurre aquí en los versículos 20 y 21
de Lucas, capítulo 23:
20
Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; 21pero ellos volvieron a dar voces,
diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! (Luc. 23:20-21)
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AR
SM
Y Pilato continuaba empeñado en escaparse, en zafarse de esa responsabilidad, pero no pudo.
Descubrió que preferían matar a Jesús por envidia, y creemos que su susto fue aterrador cuando
se dio cuenta que la multitud demandaba que Barrabás fuera suelto. Imagínese usted a un juez
pidiéndole a la multitud su decisión en cuanto a lo que debe hacer con Jesús. Entonces, hace un
tercer intento en el versículo 22:
22
Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de
muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. (Luc. 23:22)
Y ya vimos que él estaba equivocado pensando hacer esto. Y como usted puede ver, amigo
oyente, lo que Pilato estaba procurando hacer era zafarse de esta decisión. Pero él tenía que
hacer una decisión. Leamos los versículos 23 y 24 de este capítulo 23 de San Lucas:
23
Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de
ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. 24Entonces Pilato sentenció que se
hiciese lo que ellos pedían; (Luc. 23:23-24)
Ahora, ¿por qué este hombre no simplemente hacía una decisión que estuviera de acuerdo
con la justicia romana? Leamos entonces, los versículos 25 y 26:
25
y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a
quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos. 26Y llevándole, tomaron
a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que
la llevase tras Jesús. (Luc. 23:25-26)
Finalmente, este hombre Poncio Pilato, se vio abocado a una decisión; se vio confrontado con
la realidad y tuvo que hacer una decisión, y la hizo. No fue la más apropiada porque a pesar de
darse cuenta que Jesús era inocente, decidió entregarle para ser crucificado. De igual manera,
amigo oyente, todos los hombres hoy en día tienen que hacer una decisión en cuanto a Cristo
Jesús. Y lo importante en esta hora, amigo oyente, es ¿cuál es su decisión en cuanto a Cristo
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Jesús? Llegamos ahora al relato que nos da el Dr. Lucas acerca de la crucifixión de Jesús.
Leamos los versículos 27 al 30 de este capítulo 23 de San Lucas:
27
Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían
lamentación por él. 28Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no
lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. 29Porque he aquí
vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no
concibieron, y los pechos que no criaron. 30Entonces comenzarán a decir a los montes:
Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. (Luc. 23:27-30)
Vemos aquí que en el camino hacia la cruz, Jesús les habló a unas mujeres que estaban
llorando. Les dijo que habría un día venidero cuando sería mejor no traer hijos al mundo. Estaba
hablando de un tiempo de gran tribulación. Jesús dice a las mujeres que no lloren por Él. Él no
quiere su compasión, lo que quiere Jesús es su fe y su confianza. Jesús no murió para ganar la
compasión de nadie, amigo oyente. Murió para tener nuestra salvación. Guárdese, amigo
oyente, las lágrimas para usted mismo, porque el pecado de veras le causará llanto. Luego
tenemos el relato de los dos malhechores que eran llevados para ser crucificados juntamente con
Jesús. Y ya hemos visto esto más de cerca con anterioridad. Leamos los versículos 33 y 34 de
Lucas 23:
33
Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34
Y Jesús decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando
suertes. (Luc. 23:33-34)
Como vemos, los dos malhechores fueron crucificados junto con el Señor sobre el lugar de la
calavera, que representa la sabiduría del hombre, como dice el Apóstol Pablo en su primera carta
a los Corintios, capítulo 1, versículos 18 al 25, donde dice: “Porque la palabra de la cruz es
locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues
está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los
entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este
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siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el
mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la
locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los
gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y
sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios
es más fuerte que los hombres”. Ahora, el Señor Jesús pidió que Su Padre perdonara a esta
multitud que le crucificaba. Si Él no hubiera pedido esto, la multitud habría sido culpable de
cometer el pecado imperdonable de matar al Hijo de Dios. Pero Él pidió a Su Padre que les
perdonara. Leamos ahora el versículo 35:
35
Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A
otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios. (Lucas 23:35)
Ahora, si Jesús se hubiera bajado de la cruz, habría sido el Cristo. Pero no habría
cumplido toda la profecía de Isaías, capítulo 53, que habla de Su muerte. En Isaías 53, versículo
5, leemos: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Y precisamente porque
Jesús se quedó en la cruz es por eso que hoy podemos ser salvos del pecado, la plaga terrible que
afecta a toda la humanidad. Continuemos con los versículos 36 al 38 de este capítulo 23 de San
Lucas:
36
Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37
y
38
diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él
un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS
JUDÍOS. (Luc. 23:36-38)
Cuando Jesús fue crucificado le pusieron un sobrescrito o letrero en idiomas griego, latín
y hebreo. El idioma griego era el idioma de la inteligencia, de la educación, de la literatura y de
la ciencia. El latín, el idioma oficial del imperio, era el idioma de la ley y el orden; del poderío
militar y del gobierno. Y el hebreo, era el idioma de la religión. En estos tres idiomas, pues, se
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proclamaba: “ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS”. Y algún día, amigo oyente, Cristo Jesús
será el Soberano político, el Soberano cultural y el Soberano espiritual de todo el universo.
¡Cuán exacto era lo que decía este letrero o sobrescrito allí sobre Su cruz! Y llegamos ahora a
otro aspecto: el ladrón arrepentido. Leamos los versículos 39 al 41 de San Lucas, capítulo 23:
39
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el
Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo:
¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41Nosotros, a la verdad,
justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste
ningún mal hizo. (Luc. 23:39-41)
En el principio parece que ambos ladrones se burlaban del Señor Jesús. Pero durante las
horas que colgaban de la cruz, especialmente las últimas tres horas, uno de los ladrones vio que
algo extraño ocurría. Reconoció que Este que moría en la cruz no estaba muriendo por sí mismo,
sino por otros. Sabía que Barrabás debía haber estado en esa cruz, pero que Jesús, un hombre
inocente, estaba muriendo en su lugar. Reconoció que ésta había sido una transacción entre Dios
y el hombre en la cruz, y que el hombre en la cruz era Dios mismo. Y así, pues, acudió a Él en
fe. Y dijo a Jesús en los versículos 42 y 43 del evangelio de Lucas, capítulo 23:
42
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43Entonces Jesús le dijo:
De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Luc. 23:42-43)
Aquel mismo día, este ladrón que no era digno de vivir en la tierra, según el gobierno
romano, partió para estar con el Señor. Ahora, este hombre no era un hombre bueno, era un
ladrón malo, pero por su fe en el Hijo de Dios, llegó a ser un ladrón salvado. Este hombre tuvo
la fe para creer que el Señor Jesús se iba para entrar en un reino y que iría allí después de Su
muerte. Y esto significa que el ladrón había avanzado mucho en sus conocimientos teológicos
mientras colgaba de la cruz.
Nuestro Señor hizo la declaración extraordinaria de que este ladrón estaría con Él en el
paraíso ese mismo día. Ahora, fueron dos los ladrones que fueron crucificados. Habían sido
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arrestados por el mismo crimen, juzgados por el mismo crimen, condenados por el mismo
crimen, y castigados de la misma manera en la cruz. ¿Cuál, entonces, era la diferencia entre
ellos? No había ninguna diferencia. Ambos eran ladrones. La diferencia surgió del hecho de
que uno de los ladrones creyó en Jesucristo, pero el otro, no creyó. Todo lo que tuvo que hacer el
uno, fue confiar en Cristo, y Cristo le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Continuemos
ahora con los versículos 44 y 45 de Luca, capítulo 23:
44
Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora
novena. 45Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. (Luc. 23:4445)
Fue en este tiempo cuando las tinieblas descendieron sobre esta escena en el Calvario, que el
ladrón llegó a conocer, llegó a darse cuenta que la cruz de Cristo era ahora un altar sobre el cual
fue ofrecido el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Leamos Isaías, capítulo 53,
versículo 10 y también el Salmo 22, versículo 1, que se refieren a este evento. Isaías 53:10 dice:
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su
vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será
en su mano prosperada”. Y en el Salmo 22, versículo 1, encontramos estas palabras: “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las
palabras de mi clamor? La vida de Cristo fue simbolizada por el velo que en realidad excluía al
hombre de todo contacto con Dios según el sistema del Antiguo Testamento. Cuando Cristo
murió en la cruz, el velo se rasgó, y entonces, el camino al Padre quedó abierto. Volviendo ahora
al capítulo 23 de San Lucas, leamos el versículo 46:
46
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. (Luc. 23:46)
Ahora, recuerde una vez más que el autor de este relato es el Dr. Lucas, quien escribe desde
el punto de vista médico. Estamos seguros que él había estado en la presencia de muchas
personas que habían muerto antes. Sabía, pues, cómo morían y sabía también cómo murió
nuestro Señor.
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Reconoció que la muerte de Cristo era diferente.
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La muerte siempre va
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acompañada por lo que se conoce comunmente como el estertor. El estertor es cuando se da el
último suspiro que siempre se da con un gran esfuerzo. Los dos ladrones en la cruz sin duda
murieron así, pero el Señor Jesús no murió de esa manera. Murió voluntariamente. Entregó Su
espíritu. ¿Se fija usted lo que dijo Jesús?: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y
habiendo dicho esto, expiró”. Ahora el versículo 47 de este capítulo 23 de San Lucas:
47
Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo:
Verdaderamente este hombre era justo. (Luc. 23:47)
Creemos que el centurión fue un hombre que depositó su fe en Cristo para recibir su propia
salvación. Siendo que él estaba encargado de la crucifixión de Cristo, probablemente llegó a
conocerle y a aceptarle como su Salvador durante ese tiempo. Mientras estaba allí al pie de la
cruz miró y vio que algo extraño ocurría, y su reacción fue glorificar a Dios. Vio que Cristo era
un hombre justo. Ahora, los otros escritores de los evangelios fueron aun más específicos en este
relato, y dicen que el centurión declaró que Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios.
Ahora, nos damos cuenta que esa confesión de fe del centurión no era suficiente como para
hacerle miembro de una iglesia ordinaria. Pero volvamos al tiempo de la crucifixión. En ese
entonces, el centurión no sabía nada en cuanto a la muerte y la resurrección de Jesucristo. No
había leído ningún libro de teología. Tampoco había hojeado comentario bíblico alguno. Este
pobre hombre no sabía mucho, pero sabía lo suficiente como para tomar su lugar al pie de la cruz
de Cristo. Y en realidad, amigo oyente, eso es todo lo que Dios jamás haya pedido que haga
cualquier pecador. Demos un paso más, ahora ,con el versículo 48 de Lucas, capítulo 23:
48
Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que
había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. (Luc. 23:48)
Parece que hubo un ambiente ominoso y siniestro en torno a la muerte de Cristo. Ninguno de
los escritores de los Evangelios describe en detalle la muerte de Cristo. Es como si el Espíritu de
Dios bajara el velo y dijera que la crucifixión es algo demasiado horrible para poder contemplarla
de cerca, minuciosamente. No hay nada aquí que satisfaga nuestra curiosidad. La humanidad
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fue excluida de lo que pasó en la cruz. Y así como tuvimos que pararnos al margen del huerto de
Getsemaní, ciertamente tenemos que pararnos al margen de lo que pasó en la cruz. Sólo
podemos entrar en esta experiencia mediante la fe. Sólo podemos mirar hacia arriba y confiar en
Él quien murió por nosotros. La muerte del Señor tuvo un gran efecto sobre quienes se juntaron
ante la cruz. Y el versículo 49 nos dice:
49
Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban
lejos mirando estas cosas. (Luc. 23:49)
Y llegamos ahora a otra sección interesante. Jesús es sepultado en el nuevo sepulcro de José
de Arimatea. Pero tendremos que dejar esta sección para nuestra próxima edición porque nuestro
tiempo para hoy se ha agotado, así es que tenemos que detenernos. Esperamos, pues, que usted
nos acompañará en nuestro próximo programa. Y antes de despedirnos le recordamos que las
notas y bosquejos de estos estudios bíblicos están a su orden sin costo alguno de su parte.
Pídalas a la dirección que en instantes daremos a usted. Será, Dios mediante, hasta nuestro
próximo programa, es nuestra ferviente oración que el estudio de hoy haya tocado las fibras más
íntimas de su corazón. Hasta pronto, amigo oyente, y ¡que el Señor le bendiga!
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