carta del p. general de los msps exhortando a la congregación a

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DESDE LA PASTORAL VOCACIONAL
CARTA DEL P. GENERAL DE LOS MSPS EXHORTANDO A LA CONGREGACIÓN A HACER ALGO POR LA
PROMOCIÓN VOCACIONAL.
Resumen y adaptación de Ma. Salud Garduño C. stj
Querida hermana, tú y yo estamos en la Compañía porque Jesucristo nos llamó y porque hubo
personas que fueron para nosotras mediación de esa llamada: la familia, la escuela, alguna hermana
teresiana,…Estamos en la Compañía también porque el Espíritu Santo nos dio la gracia de responder y
de perseverar hasta hoy.
Esta carta se titula: “Yo puedo hacer algo, hoy, por la promoción vocacional”. Estoy convencido de la
verdad de esta afirmación. Es una tarea que nos compete a ti y a mí; no nos encojamos de hombros,
echando sobre otros esa responsabilidad. La promoción vocacional es una urgente tarea, por lo
mismo tenemos que actuar hoy; si dejamos pasar el tiempo, después de unos años podría ser
demasiado tarde. Interesarnos por el crecimiento de nuestra congregación es un acto de gratitud
hacia Dios, un signo de que valoramos nuestra vocación y amamos a la Compañía.
¿Qué debemos hacer?. Propongo aquí 3 acciones: Orar, trabajar y vivir coherentemente.
1. ORAR. Lo primero en la P.V. es la oración (Por eso se instituyó la Jornada Mundial de oración
por las vocaciones cada año la IV sem. De Pascual). La oración es efectiva, Jesús nos invitó a
orar, a pedir. No siempre la respuesta es rápida, Dios tiene su tiempo.
¿Por qué orar?. Primero al orar en comunidad, se acrecienta en nosotros la conciencia del
valor de la vocación, de la necesidad de ser nosotras mejores religiosas, lo cual ya es un
beneficio para cada una y para la congregación.
Si oramos por las vocaciones con la gente que trabajamos, esto contribuye a crear una mayor
sensibilidad y conciencia, es decir una cultura vocacional donde el llamado pueda ser
escuchado.
Como comunidad y en nuestros apostolados podemos intensificar nuestra oración por las
vocaciones, puede ser el día 19 de cada mes o cualquier otro día del mes, o un día a la semana.
Lo importante es que a tiempo y a destiempo pidamos que se multiplique en su pueblo las
vocaciones y las haga perseverar.
Oremos por las jóvenes para que escuchen el llamado y tengan la fe y generosidad suficiente
para responder.
Oremos por las promotoras vocacionales para que de verdad dediquemos tiempo a escuchar a
las jóvenes, a estar con ellas, a ser audaces para hacer la propuesta vocacional, para sepamos
dar un adecuado acompañamiento.
Oremos por ti y por mí, pidamos a Jesús para que acreciente en nosotras el amor por nuestra
hermosa vocación, que nos impulse a vivirla con pasión, que seamos fieles a ella, que nos abra
caminos para acercarnos a las jóvenes, para hablarles de Jesucristo y contagiarles la plenitud
que hemos encontrado en seguirlo.
Aunque no todas podamos trabajar directamente en la pastoral vocacional, todas podemos
orar y ofrecer la enfermedad, la ancianidad, los trabajos que se vivan por esta causa.
2. TRABAJAR. Si queremos que la Compañía, la Provincia crezca, tenemos que trabajar, y vaya
que trabajamos, sería injusto negar toda la inversión de tiempo, de dinero y sobre todo de
esfuerzo que la mayoría realizamos. Pero tal vez el trabajo que realizamos sí sea insuficiente,
o lo realizamos en lugares inadecuados o con métodos ineficaces; si es así tendremos que
corregirnos. Por eso Planear es la primera de nuestras acciones. Es la acción rectora, de la cual
dependen todas las demás. Lanzarnos a realizar acciones de promoción vocacional sin haber
planeado, hará que el trabajo sea atropellado, caótico e ineficaz. Al final sólo cosecharíamos
enojo, cansancio y desánimo. Cada comunidad y obra dentro de su plan comunitario de vida y
apostolado, debería tener un apartado específico de promoción vocacional, dependiendo del
perfil de la obra, de sus características y de sus miembros. Pero, sean cuales fueren, las
circunstancias, hemos de realizar acciones directas de promoción vocacional; nos está
prohibido quedarnos con los brazos cruzados lamentándonos por nuestra situación actual.
¡Cuánto bien nos haría introducir en la Provincia la práctica de que cada comunidad realizara
mensualmente una o dos acciones formalmente vocacionales, sean directas o indirectas! Estas
deberán haber sido planeadas por toda la comunidad de acuerdo al plan provincial y haber
quedado plasmadas en el plan comunitario de vida y de apostolado.
¿Quién debe trabajar en la promoción de las vocaciones? Todas las teresianas debemos orar,
todas hemos de vivir coherentemente para que nuestro testimonio despierte el interés por la
Compañía; cada una en la medida de sus posibilidades, ha de realizar su apostolado de manera
que ayude a cada persona a encontrar su vocación en el servicio. La congregación completa es
la responsable de promover las vocaciones como un todo organizado, como un cuerpo
formado por diversos miembros. La Compañía somos todas y cada una de las teresianas.
También las teresianas que han muerto siguen teniendo una responsabilidad en la tarea de
hacer crecer a la Compañía; a ellas les corresponde interceder ante el dueño de la mies para
que envíe trabajadores a su viña.
3. VIVIR COHERENTEMENTE. Para que las jóvenes que quieren seguir a Jesús, sientan atractivo
por nuestra congregación, tiene que ver el carisma vivido, cómo lo vive una teresiana, cómo lo
vive una comunidad. La vivencia coherente de un a teresiana es semilla de vocaciones para la
congregación. La fecundidad de la propuesta vocacional, depende primariamente de la acción
gratuita de Dios, pero esta es favorecida por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y
comunitario de cuantas han respondido ya a la llamada del Señor….
Nada mejor que el testimonio de una vida religiosa vivida con generosidad, alegría y sencillez.
Si las chicas perciben que las teresianas que conocen, están contentas con su vocación,
realizan con alegría y pasión su apostolado, están enamoradas de Dios y disfrutan la vida,
entonces se sentirán atraídas a abrazar este estilo de vida.
Para vivir coherentemente nuestro carisma necesitamos tú y yo y todas volvernos a Jesucristo,
acudir asiduamente a la Palabra, a nuestro Padre y a la Santa, acercarnos con un corazón
samaritano a nuestra gente y ser más dóciles al Espíritu Santo, que nos impulsará a no dejar
nuestro proceso de conversión paralizado o adormecido.
Además del testimonio personal, un fuerte jalón vocacional lo da una comunidad por su
vivencia sencilla y gozosa de la fraternidad, por su identificación con el carisma, por su espíritu
de oración, por su servicio amable y generoso, por su atención y cercanía con el que sufre.
La congregación crece no por proselitismo, sino por atracción (Benedicto XVI). Por eso
impulsadas por el Espíritu hemos de esforzarnos por construir comunidades más ricas y
maduras que sean testimonio profético y convocantes, que irradien la alegría de ser
teresianas. Para ello hemos de abrir nuestra comunidad, invitar a las chicas a que oren con
nosotras, a que compartan nuestra mesa, a que participen y colaboren en nuestras actividades
apostólicas. ¡Qué importante es que nos vean trabajando!. Si abrimos nuestras comunidades,
si permitimos que las jóvenes se acerquen, entonces nos verán tal cual somos. Si lo que ven les
gusta, entonces abra posibilidades de que entren a la congregación; si lo que ven les
desagrada, será estéril toda actividad y propaganda vocacional. Cabe aquí preguntarnos:
¿Cuándo fue la última vez que una joven estuvo orando junto con nosotras, en nuestra
comunidad o sentada a nuestra mesa? ¿Qué cosas concretas de nuestra vivencia comunitaria
podrían ser estímulo u obstáculo para que una joven se decidiera a ingresar a la
Compañía?¿Qué suscita en ellas la manera como realizamos nuestra misión?
El crecimiento de la Compañía, de nuestra provincia es asunto de pasión y testimonio.
Compartamos con los demás el gozo de haber sido llamadas por Jesucristo, nuestro amor a
él y nuestro anhelo de seguirlo hasta la muerte. Que a leguas se note que nuestra mayor
alegría es ser sus discípulas.
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