Alberto Fornari - PODEMOS EDUCAR HOY

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Una noche hace tres meses, después de que por la tarde hubiese tenido una reunión con
el personal de Dinámica, la obra que se ocupa de actividad motriz de la que soy
presidente, me ha llegado un sms: “Papá, eres una persona increíble, tienes un gran
corazón. Estoy contenta de que seas mi jefe, me enseñas a ser mejor sea como hija que
como empleada. Gracias.”
Mi hija Magdalena trabaja conmigo desde hace casi tres años, y nunca se había dirigido a
mí de este modo.
¿Qué ha sucedido? Que soy objeto de una gran gracia desde cuando, en mayo del 2014,
Dinámica, después de 27 años se ha deshecho.
Desde hacía al menos tres años las cosas no iban bien: entre los seis que dirigíamos la
obra no había ya un punto de reconocimiento común sobre el que apoyar nuestro trabajo.
En mayo de 2014 uno de los seis comunica su decisión de irse. Se lleva todo un sector
del trabajo. Por como Dinámica estaba estructurada esto determina una reacción en
cadena: se van cuatro, faltan los cuadros intermedios, la estructura colapsa. De un día
para otro me encuentro teniendo que decidir si cerrar o empezar de nuevo. Tenía claro
que el sentido de esta obra había sido siempre y era la experiencia de positividad que me
había sido donada y que forma parte de mi persona, pero no podía comenzar solo. He
pedido si había alguien, que sobre el reconocimiento del corazón, del ideal, aunque en la
diversidad de experiencias, quería quedarse. Ha llegado el primer milagro: Marco, que
había empezado conmigo en 1987 pero que hacía más de 15 años había salido de la
dirección y estaba como trabajador, ha dicho si. Su mujer, Paola, que siempre había
hecho la contabilidad, ha asegurado que continuaría con este trabajo. Hemos
recomenzado, asombrados y con gran gratitud.
Ahora necesitamos afrontar la nueva situación, dificilísima.
De los escombros hemos sacado los restos de Dinámica: un nombre que todavía se
podía usar, tantas relaciones construidas en los años, una cierta experiencia de gestión y
administrativa y “cuatro duros” de reserva. El abismo era en el capital humano: a parte de
Marco, los dos o tres trabajadores con los que a lo mejor se podía contar eran muy
jóvenes. Aun en la confusión intuíamos que llevar a cabo nuestra actividad simplemente
cogiendo del mercado (según la mentalidad común) trabajadores profesionalmente
cualificados, contradecía nuestro punto original de consistencia: no nos bastaba gestionar
un negocio.
Pero necesitaba entender mejor cuál era el hilo del que tenía que comenzar y sólo con
Enrico podía haber una confrontación a este nivel. Me fui a hablar con él junto con Paola,
que en ese tiempo se había involucrado en la dirección. Salimos con una claridad
absoluta: toda la partida se jugaba a nivel educativo: primero para nosotros y después con
los chicos que se nos daban. Desde entonces en las reuniones semanales de la microdirección (Paola, Marco y yo) el tema, afrontado en el mínimo particular siempre ha sido y
es aquel: un trabajo entusiasmante y extenuante de sana y continua limpieza de otros
posibles objetivos o miras. Instrumento principal: la realidad. Hasta ayer hacíamos estas o
aquellas actividades, hoy ¿es posible poner esto en pie? Lo que en buena medida
equivale a decir: los trabajadores de ayer tenían estas características, ¿cuáles son las de
los trabajadores de hoy? Y si de los nuevos involucramos a alguno, ¿cómo nos ponemos
delante?
Al principio titubeantes, poco a poco hemos visto delinearse los contornos de la aventura
en la que nos estábamos metiendo: La obra solo florecía si la consistencia última y viva
que nos movía (y después de la tormenta por la que habíamos pasado se había vuelto
evidente que allí hubiese roca – gracias Señor!) se jugaba sin prejuicios con la diversidad
absoluta de los que nos encontrábamos, iniciando por nuestros trabajadores. Esta ha sido
la gran novedad.
27 años de historia conllevan el instaurarse de miles de procedimientos, modalidades de
acercamiento, puntos de vista que resultan habituales para todos. Sin darse cuenta uno
se fía mucho sobre estas formas acabando por hacerlas prevalecer día tras día, sobre las
razones más profundas. Al menos a nosotros nos sucedió así.
Ahora todo esto ya no existía: nada podía ser dado por descontado, cada paso sólo podía
nacer exclusivamente del parangón del “valor” con la sensibilidad, mentalidad,
profesionalidad…. De todos los actores en campo.
Hemos empezado a experimentar en que consiste el riesgo educativo. Cada día hemos
tenido que decidir si caminar sobre el filo de la espada de la libertad de cada uno o coger
dos aparentes atajos: imponer, quizás de una forma un poco Light, un camino, es
evidente que la solución es la que tu ya has visto, o tentación todavía más tortuosa,
abdicar de la propia responsabilidad de guía, o sea no combatir hasta el último aliento
para afirmar el valor parándote solo donde te das cuenta que estás usando tu poder no
para sostener sino para prevaricar.
Inútil decir que en estas dos trampas hemos caído cien veces. Pero es cierto que más
veces delante de situaciones o personas he pensado: ¿Qué haría Enrico? ¿Qué he visto
aquella vez con los “Tipi Loschi”? ¿Cómo hace Martina del CdS con los suyos?
El método se vuelve practicable si caras, lugares, hechos, estaban en mi corazón.
La obra ha florecido, antes de nada en mí. Me he descubierto no teniendo que defender
nada, a sentirme libre en el trabajo porque no estaba siguiendo un proyecto para que no
fallase Dinámica, estaba siguiendo lo que sucedía.
Y lo que sucedía era imprevisible: los jóvenes tenían iniciativas, expresaban sus
posiciones, revelaban recursos absolutamente originales. Nacían relaciones, contactos,
ocasiones. Esto trazaba un nuevo camino para la obra, constantemente nueva. Guiar ya
no era más mandar sino leer lo que sucedía y dejarse guiar. Y esto, cosa todavía más
increíble, desencadena en mí una creatividad de ideas jamás vivida. La realidad entera se
volvía practicable, atrayente, amiga. Esto es hoy Dinámica.
Cierro volviendo sobre las palabras de mi hija.
He querido leeros estas palabras porque desde que las leí la primera vez no las he leído
como una enhorabuena hacia mi y, por lo tanto motivo de orgullo, sino por una gratitud
inmensa por un don recibido, que no podía no contároslo a vosotros.
Una sera di tre mesi fa, dopo che nel pomeriggio avevo fatto una riunione con lo staff di
Dinamica, l'opera che si occupa di attività motoria di cui sono presidente, mi è arrivato un
sms: “Babbo tu sei una persona incredibile, hai un cuore grande. Sono contenta che tu
sia il mio “capo”, mi insegni ad essere migliore sia come figlia che come lavoratrice.
Grazie”.
Mia figlia Maddalena lavora con me da quasi tre anni, ma mai si era rivolta a me in un
modo simile. Cos'è successo allora? Che sono stato oggetto di una grande grazia da
quando, nel maggio del 2014, Dinamica, dopo 27 anni di esistenza, si è disintegrata.
Da almeno tre anni le cose non andavano: tra i sei che dirigevamo l'opera non c'era più un
punto di riconoscimento comune su cui poggiare la nostra azione. Nel maggio 2014 uno
dei sei comunica la sua decisione di andarsene. E si porta via tutto un settore di lavoro.
Per come Dinamica era strutturata, questo determina una reazione a catena: vanno via in
quattro, vengono a mancare i quadri intermedi, la struttura collassa.
Mi trovo da un giorno all'altro a dover decidere se chiudere o ricominciare tutto da capo.
Avevo ben chiaro che il senso di fare l'opera era sempre stato e rimaneva tutto
nell'esperienza di positività che mi era stata donata e che costituiva la mia persona; ma
non ce la facevo a ricominciare da solo. Ho chiesto se c'era qualcuno che, su un
riconoscimento del cuore, dell'ideale, pur nella diversità di esperienza, voleva ancora
starci. Ed è avvenuto il primo miracolo: Marco, che aveva cominciato con me nel 1987 ma
che da oltre 15 anni era uscito dalla direzione ritagliandosi solo uno spazio come
operatore, ha detto sì. Sua moglie, Paola, che da sempre aveva seguito i conti, ha
assicurato che avrebbe continuato in quella mansione. Siamo ripartiti, stupiti e grati.
Adesso bisognava affrontare la situazione, difficilissima.
Dalle macerie abbiamo estratto i resti del patrimonio di Dinamica: un nome ancora
spendibile; tanti rapporti costruiti negli anni; una certa esperienza di gestione e
amministrativa; quattro soldi di riserva. La voragine era nel capitale umano: tranne Marco,
i due o tre operatori su cui era possibile, forse!, contare erano giovanissimi. Pur nella
confusione infatti intuivamo che portare avanti le nostre attività semplicemente prendendo
sul mercato (secondo la mentalità corrente) operatori professionalmente qualificati,
contraddiceva il nostro punto originale di consistenza: a noi non bastava gestire un
business.
Avevo bisogno però di capire meglio quale era il filo da cui ricominciare a tessere e solo
con Enrico sentivo poterci essere un confronto a questo livello. Andai a parlargli insieme a
Paola, che nel frattempo si era coinvolta nella direzione. Ne uscimmo con una chiarezza
assoluta: tutta la partita si giocava a livello educativo: per noi prima di tutto e poi nei
confronti dei giovani che ci erano dati. Da allora nelle riunioni settimanali della
microdirezione (Marco, Paola ed io) il tema, giocato fin nei minimi particolari, è stato
sempre e solo quello: un lavoro entusiasmante ed estenuante di sana, continua ripulitura
da altri possibili obiettivi o traguardi. Strumento principe: il realismo.
Fino a ieri facevamo queste e quelle attività; oggi cosa è possibile mettere in piedi? Il che
in buona misura vuol dire: gli operatori di ieri avevano queste e quelle caratteristiche; quali
sono quelle degli operatori di oggi? E se dei nuovi ne coinvolgiamo, come ci poniamo con
loro?
Inizialmente titubanti, pian piano abbiamo visto delinearsi i contorni dell'avventura in cui ci
stavamo inoltrando: l'opera fioriva se e solo se la consistenza ultima e viva che ci
muoveva (e dopo la tempesta in cui eravamo passati era divenuta granitica la convinzione
che lì fosse la “roccia” – grazie Signore!) si giocava senza preconcetti con la diversità
assoluta di chi incontravamo, a cominciare dai nostri operatori. E proprio questa è stata la
grande novità.
27 anni di storia comportano l'instaurarsi di mille procedure, modalità di approccio, punti di
vista che diventano abituali per tutti, acquisiti. Senza quasi accorgersene si fa molto
affidamento su queste forme finendo spesso col farle prevalere, nel quotidiano, sulle
ragioni più profonde. Almeno a noi era accaduto così.
Adesso tutto questo era spazzato via: nulla poteva essere dato per scontato, ogni passo
poteva nascere esclusivamente dal paragone del “valore” con la sensibilità, mentalità,
professionalità,... di tutti gli attori in campo.
Davvero abbiamo cominciato a sperimentare in cosa consiste il rischio educativo. Ogni
giorno abbiamo dovuto decidere se camminare sulla lama di rasoio costituita dalla libertà
di ognuno; oppure prendere due apparenti scorciatoie: imporre, magari in modo soft, una
strada, tanto è evidente che la soluzione è quella che hai già visto tu; o, tentazione ancora
più subdola, abdicare al proprio compito di guida, cioè non “combattere fino all'ultima
cartuccia” per affermare il valore fermandoti solo dove ti accorgi che stai usando il tuo
potere non per sostenere ma per prevaricare.
Inutile dire che cento volte siamo caduti in entrambe queste trappole. Ma è anche vero che
ben più volte, davanti a situazioni da affrontare o persone da incontrare, mi sono trovato a
pensare: “Come farebbe Enrico?”, “Cosa ho visto quella volta con i Tipi Loschi?”, “Martina
del CdS come fa con i suoi?”. Il metodo diventava praticabile se facce, luoghi, fatti
tenevano vivo il mio cuore.
E l'opera è fiorita, prima di tutto in me. Perché mi sono scoperto a non difendere più
niente, a sentirmi libero nel lavoro perché non stavo più inseguendo il progetto di non far
fallire Dinamica ma cercando di seguire ciò che accadeva.
E quello che accadeva era assolutamente imprevedibile: i giovani prendevano iniziative,
esprimevano posizioni, rivelavano risorse assolutamente originali. Nascevano rapporti,
contatti, occasioni.
Questo tracciava una strada nuova per l'opera, costantemente nuova. Guidare non era
più comandare ma leggere ciò che accadeva e farsi guidare. E questo, cosa ancora più
incredibile, scatenava in me una creatività di nessi e idee mai vissuta. La realtà intera
diventava percorribile, attraente, amica. Questa è oggi Dinamica.
Chiudo riandando alle parole iniziali di mia figlia.
Ho avuto la sfrontatezza di riportare quelle frasi perché fin da quando le ho lette la prima
volta non le sentite come complimenti a me e quindi motivo di orgoglio. Ma solo di
gratitudine immensa per un dono ricevuto. Che non potevo non raccontare a voi.
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